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Sólo quedate conmigo por LINALEE

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SÓLO QUÉDATE CONMIGO

 

–Quédate conmigo, te sacaré de esta vida…te amo, te daré todo lo que quieras. Sólo quédate conmigo.

 

Lucas escuchó la suplica de su amante en turno, agazapado entre las sábanas fingió no oírlo, la cama estaba calientita y no quería abandonarla para discutir un punto en el que no había nada más que decir.

 

Sintió como lo despojaban de las sábanas y tomaban bruscamente de los brazos, una ráfaga fría abrazo su cuerpo.

 

–No quiero–respondió sin inmutarse siquiera un momento. Le lastimaba, pero no mucho…otros habían sido peores en el pasado, esto no era nada en comparación.

 

–¡Le pagaré a tu representante, liquidaré todas tus deudas…haré lo que sea por ti!

 

Sintió lastima por el hombre, la desesperación se agolpaba en su garganta, arrastraba las palabras…los ojos brillantes eran una antesala de las lágrimas. No le gustaba, odiaba verlos llorar…mejor se apresuraba.

 

–No dije que no podía, dije que no quería.

 

–Pero…–se arrodilló a sus pies y suplicó. No escuchó más.

 

Se apartó lentamente, tomó sus prendas regadas por la habitación y se vistió deprisa.

 

El hombre en cambio había caído al suelo, gimoteaba cual niño pequeño. Era patético.

 

Al menos no lo estaba golpeando. Una vez, hacía tiempo…uno de ellos le había dado tal paliza que paso varios días en el hospital. En aquel entonces no era tan popular dentro del medio, la reprimenda de su representante fue aun peor, a duras penas logró sacarlo del escándalo.

 

Cuando se hubo vestido por completo, tomó al hombre y lo subió a la cama; se acercó a su rostro y sorbió sus lágrimas. Eran saladas. Lo tomó de la barbilla y dio por concluido el asunto.

 

–Te lo dije desde la primera vez. Sólo quiero sexo, nada más. Supongo que ya no seguiremos viéndonos. Fue divertido mientras duro. Adiós.

 

Salió del cuarto del hotel. Se sentía bien…no tendría problemas en llegar a la sesión fotográfica. Al menos Roberto no le regañaría.

 

Tomó nota para la próxima vez.

 

“Tres meses es demasiado”

 

Si, un amante por mes era lo ideal...No lo olvidaría.

 

*******************

 

Roberto daba pequeños pitidos al cigarro, casi podía sentir la nicotina ingresando a su sistema, relajándolo…La muerte a cambio de un poco de paz, no era un trato tan malo después de todo.

 

Lucas no tardaría en llegar, el cuerpo oliendo a sudor y sexo, el cabello despeinado y ojeras en el rostro. Aparecería al margen de la puerta y le sonreiría como si todo en el mundo estuviera perfecto, él respondería y lo mandaría a la ducha…era una rutina.

 

Había conocido a Lucas cuando tenía quince años, un niño desgarbado e insípido que se vendía en alguna esquina perdida en medio de la ciudad…un amigo se lo hubo recomendado y no se equivocó, el chico era un Dios en la cama, poco importaban sus extremidades cortas y delgadas o la palidez de sus mejillas, cuando se ponía a trabajar no paraba hasta dejar al otro satisfecho.

 

No era exactamente bonito, pero tenía algo que llamaba la atención, sus ojos, su sonrisa, la manera de encogerse de hombros…tal vez fuera todo esto o quizás nada. Probablemente sólo lo veía él. Después de todo en el mundo del modelaje todo se trataba de convencer a “otros” que tú chico era bello, si lo conseguías ya estabas del otro lado…maquillaje, luces, cámaras, no sólo complementaban al modelo, construían un mundo a su alrededor.

 

El timbre sonó. Tiró la colilla del cigarro y se apresuró a abrir.

 

–Perdí la llave–le explicó el muchacho entrando a la habitación.

 

–¿Te sientes bien?

 

Parecía enfermo y no sonreía.

 

–¿Podemos cancelar la sesión de fotos si quieres?

 

Lucas negó con la cabeza y le sonrió, una pequeña línea de felicidad torcía su labios…se veía lindo.

 

–Estoy bien, sólo necesitó un par de aspirinas. Iré a bañarme. Perdona el retraso, tuve cierto problema.

 

Después desapareció por el pasillo rumbo al cuarto de baños.

 

Ellos nunca hablaban de cosas realmente importantes, sólo aquello relacionado con su carrera, a veces conversaba de nimiedades. Sabía que a Lucas le gustaban la lasaña y las series de televisión viejas, también las revistas de historia y los emparedados de queso…

 

Era todo, hacía ocho años que vivía con él y aquello era todo lo que podía decir sobre los gustos de Lucas si alguien le preguntaba.

 

Suspiró fastidiado. No podía pedirle nada más. Aquel había sido el trato cuando lo fue a ver al Hospital y le ofreció convertirse en modelo. El niño sólo había pedido una cosa a cambio.

 

“Cuando no me necesites déjame ser libre. No hagas preguntas”

 

Y Lucas había cumplido su parte. Siempre llegaba puntual, nunca faltaba a ninguna cita y jamás se quejaba. Lo subía y bajaba de aviones, lo arrastraba por fiestas a fin de que se hiciera popular y llenaba su agenda con tantos compromisos como le era posible. Incluso había días en que no dormía, entre reuniones, pasarelas y entrevistas apenas y le daba tiempo de comer.

 

Cuando todo terminaba y sólo después de que él se lo indicará claramente; Lucas se marchaba, se iba durante días sin avisar, siempre volvía a tiempo, puntual y listo para trabajar.

 

Depositaba su dinero en una cuenta bancaria.

 

Su relación era meramente profesional.

 

Suponía que para ambos era suficiente.

 

–Estoy listo.

 

Vestido con unos jeans azules y una camisa blanca salió del baño. Tomó las llaves y salieron rumbo al trabajo.

 

*********************

 

–¿Cómo estas guapo?

 

Lucas abrazó a Francis, su maquillista…una chica de esbelta figura y cabello teñido de rubio. Le caía bien. Era su amiga.

 

–Siento como si un elefante me hubiera atropellado–respondió llevándose una  mano hasta su cabeza. Roberto discutía con el cliente, era un maldito perfeccionista cuando se trataba del trabajo, todo debía estar en su lugar, siempre.

 

–Ese idiota de Roberto te explota tanto como pude, deberías cambiar de representante.

 

–No lo creo.

 

–Te lo impide el contrato.

 

–No lo entenderías–pausó un segundo indicando que ya no quería continuar hablando del tema y volviéndose a ella exclamó–. ¡Vamos, haz lo tuyo!

 

–Como que tú quieras.

 

Y el baile de pinceles, polvos y demás artículos de belleza dio comienzo. Francis no era una chica mala, simplemente hablaba mucho y pensaba poco antes de hacerlo. Aunque era cierto que había un contrato que le ataba a Roberto, esta no era la razón por la que continuaba con él. Era fidelidad.

 

Si había de ser sincero no recordaba la primera vez que le vio, en aquel entonces Roberto no era más que un cliente, uno de los muchos que tenía cada noche, en semanas se convertían en decenas y en meses, eran demasiados para contarlos…no recordaba a ninguno, nunca. De aquella manera era más fácil, todos tenían el mismo rostro, el mismo nombre, el mismo objetivo…él hacía su trabajo y lo hacía bien. Nunca se quejaban, pero tampoco le agradecían.

 

Pero entonces uno de ellos lo golpeó hasta dejarlo al borde de la muerte y dejo en un callejón seguro de que ya no respiraba o pronto dejaría de hacerlo. Un compañero lo encontró y literalmente lo dejo en las puertas del hospital, nunca  volvió a verlo. Los médicos le encontraron y salvaron la vida.

 

Entró en un coma leve, no tenía razones para despertar, no quería hacerlo. Nadie lo esperaba y tampoco esperaba nada de la vida.

 

Pero su organismo le ganó a su renuencia y un día abrió los ojos para encontrarse con aquel hombre de piel morena y cabello castaño. Le observaba.

 

Hablo mucho. De modelos, de fama, de glamur, de un mundo que hasta entonces le era desconocido y le invito a formar parte.

 

Acepto. Porque no tenía nada más. Ninguna vida podía ser peor que la que actualmente tenía. No podía caer más bajo.

 

Roberto le llevaba diez años. Y fue bueno con él.

 

Nunca le pidió sexo ni nada parecido, él tampoco lo ofreció. Contrató enfermeras para que lo atendieran cuando le dieran de alta y le ayudarán en su recuperación. Lo llevó con psicólogos. Le pago maestros para que se regularizará en sus clases. Le enseño a hablar, caminar, vestir, sonreír…y le dio un trabajo. Uno donde era admirado y apreciado. Uno donde podía dar poco y exigir mucho.

 

Cumplió su promesa. Nunca hizo preguntas.

 

Eran amigos. No podía dejarlo. Se quedaría a su lado mientras cumpliera su promesa. Si llegaba el día en que ya no le fuera útil, se marcharía. Agradecido. Hasta entonces, no podía abandonarlo.

 

Las personas como Francis que habían tenido todo en la vida, no podrían entenderlo.

 

–¡Estas listo!–exclamó Francis dando saltitos de emoción.

 

–Gracias. Eres la mejor…

 

Se levantó de la silla, dio un paso y se desvaneció en el suelo…todo se tornó negro. Alcanzó a escuchar los gritos y exclamaciones de sorpresa por parte del personal, no supo nada más.

 

*************************

 

Dirigió su mirada hasta Lucas, el muchacho dormía plácidamente, arropado entre las colchas se veía igual a un niño pequeño al que le habían contado un cuento antes de dormir.

 

Sólo había estado inconsciente un par de minutos. Al despertar Lucas insistió en que no era nada y podían continuar, pero él se negó. Lo llevó con un médico quién diagnostico un leve resfriado y recomendó un par de días de reposo. Ahora, gracias a los antivirales y una sopa caliente dormía. La sesión de fotos  podía esperar, los patrocinadores también…el bienestar de Lucas no.

 

A veces se sorprendía pensando en ese muchacho cual si fuera niño, cuando a sus veintitrés años ya era todo un hombre, de facciones andróginas y voz suave, pero un hombre y el mundo lo sabía. Los rumores de los múltiples amantes de Lucas no eran desconocidos dentro del medio, hombres y mujeres caían por igual…se acostaba con alguno una noche y al siguiente no mencionaba su nombre. Los regalos llovían a su puerta, ya fueran rosas frescas y perfumadas o extraordinarios equipos electrónicos…el chico los miraba un segundo, si llamaban su atención los usaba un día antes de arrojarlo a la basura.

 

Aunque era cierto que no sabía casi nada de Lucas, había tres cosas de las que estaba seguro.

 

1. – Lucas no era feliz.

 

2. – Lucas de alguna u otra forma le quería.

 

3. – Lucas siempre detesto tener sexo por dinero.

 

Así que no comprendía porque continuaba acostándose con cualquier imbécil que se le cruzaba enfrente.

 

Aun recordaba aquellos primeros años, cuando la enfermera tuvo que salir por una emergencia y él se vio en la necesidad de ayudarlo a bañarse. Las cicatrices en su cuerpo, eran tantas y tan diferentes…muchas, algunas tenían años, otros eran recientes. Entre la oscuridad de la  habitación del motel barato y la lujuria de la pasión donde lo había visto por primera vez no las percibió. Sintió tal repugnancia por los que le habían hecho eso y por si mismo que vomitó en el suelo del baño, enfrente del chico quién le veía desconcertado, desconectado de la realidad.

 

Sólo por una vez le pidió permiso para romper su promesa y preguntó.

 

Lucas le dijo sólo lo que necesitaba saber.

 

“Mi madre me golpeaba. Cuando cumplí trece años me echó de casa y terminé en las calles”

 

No dijo más. Era suficiente. Días después llevo a Lucas con un psicólogo, le ayudo…tomó años, pero sirvió.

 

Por instantes la burbuja de apatía e indiferencia de Lucas se rompía y sonreía…esos eran sus momentos preferidos.  

 

Se aproximó hasta el muchacho y metió entre las sábanas, su piel estaba pegajosa por el sudor y su cuerpo cálido.

 

Tenía tantos deseos de tomarlo ahí mismo, como cuando tenía quince años y era un niñito sin nombre ni historia que vendía su cuerpo para sobrevivir. Lo anhelaba tanto.

 

–¿Quieres hacerlo?–la suave voz de Lucas llegó hasta sus oídos, cantarina, débil.

 

–Si…quiero–tragó saliva antes de preguntar–. Pero, ¿tú quieres hacerlo?

 

–No quiero.

 

–¿Qué quieres?–no supo si consiguió ocultar la decepción al decir esto.

 

–Quédate conmigo.

 

–Bien, Lucas.

 

Besó su frente y permaneció abrazado al otro cuerpo hasta caer dormido.

 

Haría cualquier cosa por permanecer a su lado.

 

*************************

 

Lucas despertó con Roberto abrazándole. No se movió, no quería despertarlo.

 

Amaba a Roberto, lo quería más de lo que podía expresar con palabras, pero no podía tener sexo con él. Cualquier cosa menos eso. Le obedecería en todo, siempre.

 

Las relaciones sexuales se habían convertido en una forma de sentirse vivo, le traían recuerdos amargos, dolorosos,  aplastantes…pero cuando lo hacía sentía que realmente existía. Las respiraciones agitadas, los gemidos, el dolor, el placer…todo se combinaba en un momento que reforzaba su existencia.

 

No importaba con quién o cuando, porque ellos no eran nada para él. Todos tenían el mismo rostro, el mismo nombre, el mismo objetivo.

 

Con Roberto no necesitaba de esto.

 

Bastaba con saber que estaba ahí, a su lado, que le era útil.

 

Y si traspasaba esa línea no sabría como reaccionar.

 

A Roberto no le gustaría el verdadero Lucas, aquel que lloraba cada noche, comía poco y odiaba a su madre.

 

No, Roberto quería a él Lucas agradable, activo, gracioso en ocasiones.

 

Mientras Roberto quisiera mantenerlo a su lado, estaría bien, tendría una razón para vivir. Y acariciando sus cabello susurró para si mismo…

 

–Sólo quédate conmigo.

 

FIN

Notas finales:

No es un final triste, ni feliz. ¿Qué es esto? No lo sé…Creo que a veces hay personas demasiado lastimadas y rotas que nunca llegan a sanar completamente.


Respecto al fic, por ser one-shot he evitado detalles y me he centrado en la relación y pensamientos entre ambos…¿?


Gracias por leer.


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