La has matado.
Te tiemblan las manos. Sueltas el kunai y su cuerpo cae al suelo, aterrizando con un ruido sordo sobre la hierba.
La has matado.
Su pelo se desplega suavemente sobre las hojas caídas. El rosáceo de sus mechones te atrapa, te hipnotiza, te hace olvidar por unos momentos lo que acaba de ocurrir. Piensas que el rosa no es más que rojo atenuado, que sangre desteñida, en contraposición a la crudeza carmesí que mana de su pecho y se extiende en una mancha interminable con forma de abanico japonés. ¡Qué retorcida, qué absurda, qué deliciosa ironía...!
Tragas con fuerza, y la saliva viaja por tu garganta como un aluvión de piedras cayendo ladera abajo.
La has matado.
Y ella le ha matado a él.
Tus ojos se horrorizan, se desorbitan, la magnitud de lo que contemplan cala hondo en tu mente y te golpea con la fuerza de mil granadas.
-Sakura... -murmuras casi sin aliento, dejándote caer a su lado. Devastado. Estupefacto.
¿Qué ha ocurrido para que hayáis llegado a esta situación? No creíste que ella pudiera sobrevivir a un enfrentamiento directo con él; al contrario. Mientras corrías, rezabas internamente para llegar a tiempo de salvarla, como aquella vez.
¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había dejado la villa, sola, para ir a su encuentro? Eran preguntas que te hacías, pero que no podías contestarte.
Al cruzar el último tramo del bosque, un silencio abrumador te taladró los oídos como el presagio de una desgracia. Miraste en todas direcciones pero no viste nada más que una gruesa cuerda violeta, abandonada a su suerte. Entonces supiste que algo terrible había ocurrido, y volviste a internarte entre el follaje gritando un nombre. ¿El de ella? ¿El de él? ¿Los de ambos, tal vez? Ni siquiera lo recuerdas. Y les encontraste, sí, y no te gustó lo que viste.
Ni siquiera la incógnita de cómo ella había podido vencerle detuvo la furia asesina que se apoderó de ti. Enloqueciste al verla sacar el kunai del cuerpo de Sasuke, aquel que encarnaba tu vida entera y a quien dar muerte te correspondía por derecho. Corriste hacia ella con lágrimas en los ojos y un grito atascado en la garganta, desgarrando tu interior con mil agujas candentes.
Y la mataste. Una única puñalada certera certera en el corazón y ella falleció en el acto. Sin resistirse. Sin decir nada. Con una sonrisa triste y resignada en sus labios. Sonrisa póstuma que persiste en su rostro, expresando mucho más de lo que podría decir con palabras.
Alargas la mano y acaricias su mejilla aún caliente. A su lado, el cadáver de Sasuke yace inerte. Sus ojos, como los de ella, están cerrados, como si en sus últimos segundos hubiesen decidido tener la delicadeza de ahorrarte el sufrimiento de enfrentarte a sus miradas. A las miradas de tus compañeros, de tus amigos, de los únicos a quienes has amado en tu corta existencia.
Te tumbas sobre la hierba, entre ambos; aferras sus manos con el blando aturdimiento del que espera despertar y vuelves a preguntarte por qué ha ocurrido esto, tratando de buscar salida a la encrucijada que te ha sido planteada tan dolorosamente.
No eres capaz, Naruto, de comprender cuánto amor hay detrás de esta obra de teatro que ahora escenificas, solitario actor de un drama que se ha desarrollado íntegramente entre bambalinas. Porque el amor es la base de esta historia, ¿sabes? Tu amor por Sasuke, que originó la trama, y el amor de Sakura por los dos, que puso punto final a la función.
Fue por amor a Sasuke y a ti que ella os traicionó; os traicionó a todos, y corrió a su lado olvidándose de sí misma si eso significaba libraros a ambos de vuestro mal.
Tú, Naruto, no alcanzas a entender aún lo que Sakura hizo por los dos. Te regaló una venganza y una esperanza, la posibilidad de una nueva vida al destruir todo lo que te mantenía atado a la antigua. ¿No lo ves? Asumió el papel de cabeza de turco y se ofreció desnuda al altar del sacrificio. Matándole te ahorró el sufrimiento de hacerlo tú, el dolor de ser quien acabase con la vida de tu amor, y te otorgó la posibilidad de odiar a alguien que no fueras tú mismo.
No fuiste tú, sino ella, la que cubrió tus manos con su sangre. Sonriendo, sabiendo que al hacerlo te estaba liberando de todo. De la promesa. De las ilusiones que te impedían avanzar. Del amor destructivo que sentías por Sasuke. De tu destino de mierda.
Sin embargo, se le olvidó un detalle.
Sí; Sakura ha matado a Sasuke, y tú has matado a Sakura, pero el círculo de amor y muerte no se ha cerrado.
Porque, ¿y a ti, Naruto? Ahora que no te queda vida, ¿quién te mata a ti?