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Todo pasa por algo por AkikoYaoi

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Notas del fanfic:

Basado en el manga/anime Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen a él y solo a él.

Un pálido chico de cabello negro y mirada azulina entraba por las puertas de vidrio de una prestigiosa clínica apoyado con un par de muletas.


-Buenos días, soy Kaede Rukawa, tengo hora con el kinesiólogo.


-Bue... buenos días. Tome asiento por favor. De inmediato lo atenderán.


Estaba acostumbrado al comportamiento estúpido de las mujeres en su presencia. Ahora se encontraba en la sala de espera. Tomó una de las revistas que se encontraban en la mesita junto a él y la hojeó. Era una revista deportiva.


-Kaede Rukawa.


El muchacho se dirigió a la salita que le indicara la muchacha. Entró y cerró la puerta. Rojo, eso fue lo primero que vio. El hombre tras el escritorio se puso de pie para tenderle la mano, era un poco más alto que él, pelirrojo, de amables y cálidos ojos color chocolate, carnosos labios rosados y piel dorada.


-Buenos días, señor Rukawa. Soy el kinesiólogo, Hanamichi Sakuragi, por favor tome asiento y cuénteme por qué está aquí.


-Bueno, anoche jugando basquetbol me torcí el tobillo. Creo que es un poco más complicado de lo que es normalmente porque a pesar de aplicarme calor y luego colocarme una venda, me duele... bastante.


-Permítame revisarlo.


La sonrisa del pelirrojo era tranquilizadora. Rukawa se dirigió hasta la camilla, pero estaba demasiado alta y le costaba subirse. Unos brazos lo alzaron y en dos segundos estaba cómodamente acostado en la camilla. Se sonrojó.


-Perdóneme mi atrevimiento. Suelo olvidar que no conozco a mis pacientes y me tomo confianzas que no debería.


-No, no, no se preocupe.


El pelinegro se sorprendió negando haberse molestado. ¡Quién lo diría! Si cualquier persona que hubiese osado tomarlo así habría muerto congelado con una de sus características miradas de hielo.


El pelirrojo ya había sacado todo lo que entorpeciera su trabajo y ahora palpaba el tobillo y movía con suavidad.


-¡Auch!


¡Demonios! Eso le había dolido horrores y más. Se había dado cuenta que lo estaba tocando con extremo cuidado y delicadeza, casi no sentía sus manos, aún así le había dolido. Se preocupó.


-Vamos a hacer unas radiografías. Luego veremos qué hacer.


Se acercó a un teléfono sobre su escritorio y dio algunas indicaciones. Al momento apareció la muchachita que lo había llamado con una silla de ruedas. Se bajó lentamente ayudado por el pelirrojo y se sentó en la silla.


Luego de hacerse la radiografía lo llevaron de vuelta a la consulta del pelirrojo que inmediatamente comenzó a observar las imágenes de forma analítica. Fueron minutos de silencio incómodo para el pelinegro.


-Señor Rukawa... tendremos que colocarle yeso para evitar la movilidad de la extremidad. Luego tendrá que asistir a terapia para rehabilitación.


-¿Cuánto tiempo?


-Bueno... serían 10 días con yeso y luego 2 meses de terapia. La verdad es que usted ya había tenido lesiones anteriores mal tratadas.


Silencio. El pelirrojo le dio tiempo para que asimilara la situación. El joven frente a él mantenía la mano en puño, la presión hacía blanquear los nudillos. De pronto una lágrima traicionera cayó por su mejilla.


Se sorprendió. Muchos pacientes se preocupaban por la lesión, la inmovilidad, el tiempo de recuperación, era obvio porque eran deportistas. Pero pocas veces había visto a alguien reaccionar así ante una noticia de este tipo.


Se agachó para quedar a su altura y recoger esa lágrima. El muchacho comenzó a llorar con más fuerza mientras se cubría el rostro con sus manos.


-Tranquilo. Vas a estar bien.


-No, no lo voy a estar...


-Cálmate... luego te colocaré el yeso e iremos a tomar un café para conversar, te hará bien.


El pelinegro asintió con la cabeza. Sakuragi salió de la salita para habla con su secretaria y cancelar sus citas, si alguna era urgente que la tomara su compañero de labores.


Cuando regresó el pelinegro estaba más tranquilo. Aunque sus ojos evidenciaban lo que había sucedido. Empujó la silla hasta una habitación contigua a donde se encontraban. Lo subió a la camilla y preparó todo para enyesarlo.


Cuando estuvo listo lo tomó en brazos para depositarlo en la silla. Tomó sus cosas y salió de la oficina cerrando con llave.


-Señoritas, de inmediato les devuelvo su silla.


Las secretarias y enfermeras que se encontraban cerca suspiraron. Todas adoraban a ese guapo pelirrojo que ahora descubrían que además de todo era amable y preocupado por sus pacientes.


Mientras, Rukawa veía como se dirigían a los estacionamientos. Se detuvieron frente a un reluciente audi de color negro. El pelirrojo abrió la puerta del copiloto y lo ayudó a sentarse.


-Vengo de inmediato.


Sakuragi cerró la puerta y volvió a la clínica para devolver la silla de ruedas. Se despidió de las enfermeras con un "hasta mañana" y una reluciente sonrisa. Luego volvió hasta el auto.


Abrió la puerta, entró y lo primero que hizo fue ver a su acompañante. Su mirada era de profunda tristeza y él no entendía por qué.


-¿Quieres ir a comer? Hay varios restaurantes por acá cerca. También podemos ir a tomar un café como había dicho en un principio. Si tienes alguna otra propuesta es bienvenida.


-A mi me... me gustaría... ir a tu casa, si es que se puede claro. No me gusta estar rodeado de gente, menos cuando no me siento bien y...


-Tranquilo, tranquilo... no tienes porque darme explicaciones, no te preocupes. Si quieres ir a mi casa, pues iremos.


El pelirrojo se dio cuenta de la turbación del muchacho al hacer la petición. Cualquier persona pensaría que un desconocido que pide ir a tu casa es peligroso, pero él se daba perfecta cuenta de que el muchacho no estaba bien y se quebraría en cualquier momento. Entendía que no quisiera estar rodeado de gente cuando eso sucediera.


Llegaron a unos grandes y lujosos departamentos. El pelirrojo bajó la ventanilla para saludar al guardia y que éste le permitiera el paso. Se dirigieron a los estacionamientos y ocuparon un lugar desocupado.


Rápidamente el pelirrojo salió del automóvil y se dirigió al asiento del copiloto para ayudar a su invitado a salir. Lo vio apoyarse en las muletas y le indicó el camino atento a cualquier molestia que presentara para ayudarlo.


Pensó que tendría que esperar hasta llegar al departamento y estar instalados para cuando ocurriera, pero en el ascensor el pelinegro no lo soportó más y se largó a llorar sin consuelo alguno. Se acercó a él para abrazarlo y consolarlo, pero no conseguía nada. Pudo notar que estaba demasiado angustiado cuando las piernas comenzaron a temblarle, amenazando con dejar de sostenerle.


No lo pensó demasiado. En un solo movimiento lo había cogido en brazos mientras con una mano sostenía las muletas. El ascensor se abría para permitirles la salida. Llegó hasta su puerta y sin mucho esfuerzo buscó la llave en su bolsillo y abrió.


El muchacho aún sollozaba, aunque con menor intensidad. Le parecía que había sufrido muchas emociones en poco tiempo porque comenzaba a cerrar los ojos. Se sentó en el sofá con él en brazos y acarició su espalda para calmarlo. Luego de unos minutos, el chico dormía apacible.


Decidió que el sillón no era un buen lugar y lo fue a acostar a su habitación. Le acomodó el pie en altura y lo tapó, luego de cerrar las cortinas se dirigió a la cocina.


 


˜*˜


 


Se encontraba en la sala de estar, con la televisión encendida, pero en realidad estaba pensando en ese extraño paciente que había conocido el día de hoy. Aún no entendía el por qué de su reacción. Solo eran 2 meses de terapia. No era la gran cosa.


Sintió la puerta de la habitación abrirse y aparecer al pelinegro afirmándose de las paredes y cojeando. Se acercó rápidamente para alzarlo en brazos y llevarlo hasta el sofá. Luego se perdió en la cocina. Volvió al cabo de unos minutos con refresco y emparedados que le ofreció a su visitante.


-¿Quieres hablar?


-...


-Te haría bien... puedo ayudarte.


-No, nadie puede ayudarme.


-Me estas preocupando. Puedo intentar ayudarte, pero para eso tienes que decirme que pasa.


-...


-...


-Estudio en la preparatoria Shohoku y juego en el equipo de basquetbol. Mi sueño es jugar en la NBA y esta semana viene un representante a buscar nuevos chicos. Ahora estoy lesionado y he perdido mi oportunidad.


El pelirrojo lo miró atentamente. Con razón y reaccionaba cómo reaccionaba, era un muchachito. Pero también tenía razón en algo, no podía ayudarlo. Era un buen kinesiólogo, definitivamente el mejor de la región y uno de los más reconocidos del país, seguramente por eso había ido a su consulta, pero no podía hacer nada.


-Escúchame Rukawa. Si en realidad eres bueno, llegaras a donde te lo propones. Sé que no lo vas a entender ahora, aún eres un niño, pero las cosas llegan en su momento preciso. Dios no juega a los dados, nada es casualidad, todo pasa por algo, ya lo veras.


-No lo entiendes... -comenzó a sollozar.


-Entonces explícame.


-Ese no es el único problema. Mi padre tiene el dinero como para mandarme a Estados Unidos, pero me odia y no lo hará. Es un borracho que me golpea y ni siquiera le importa si estoy en casa, porque cuando lo hago solo me golpea, prefiere gastarse el dinero en alcohol que en mi futuro.


Unos segundos de silencio que ambos usaron para meditar. Además el pelinegro necesitaba calmarse.


-¿Qué edad tienes?


-17 años.


-¿Cuánto falta para que cumplas los 18?


-Casi un año. Estoy de cumpleaños el 1° de enero.


-¿Te molesta mi presencia?


-No, me agradas. Supongo que por eso estoy aquí.


-Bien. Traerás un poco de ropa para quedarte aquí de vez en cuando. No puedes dejar tu casa totalmente, aún eres menor de edad.


-¿En serio?


-Por algo te lo estoy diciendo.


-Gracias, muchas gracias.


 


˜*˜


 


Dos días después el pelirrojo se encontraba almorzando con el pelinegro en su casa cuando tocaron el timbre. Fue a abrir, había llegado el hombre que había esperado.


-Yohei, amigo. Pasa, pasa.


-Hana, me preocupé mucho cuando me llamaste con tanta urgencia.


-Sí, bueno... tengo unas dudas y necesito ayuda de un buen abogado.


-¿Qué ocurre?


-¡Rukawa! ¡Ven un segundo! ¡Es importante! -gritó para que el muchacho lo oyera.


-Buenos días -saludó al llegar al salón.


-Buenos días -saludó Yohei.


-Siéntate, Rukawa. Él es Yohei Mito, un gran amigo y abogado. Si tú estás de acuerdo me gustaría saber si es posible conseguir tu emancipación antes de los 18 años, no quiero que vuelvas a tu casa.


-Yo... si -se sorprendió, pero la verdad a él tampoco le hacía gracia de volver a su casa con su agresivo padre alcohólico.


El pelirrojo le contó todos los detalles a su amigo, quien además le hizo algunas preguntas a Rukawa, luego les dio su opinión.


-No debería ser difícil. Su padre aparte de golpearlo lo tiene prácticamente abandonado debido a su alcoholismo y no le da un yen para mantenerlo. Además de la emancipación se pueden obtener también cierta ganancia económica a partir de sus bienes. Algo para la mantención, por lo menos hasta que cumpla los 18. Comenzaré a trabajar en eso hoy. Mañana en la tarde iremos a colocar la denuncia. Debería ser un proceso rápido


-Sí, gracias amigo -dijo el pelirrojo algo más tranquilo.


 


˜*˜


 


Yohei tenía razón y un mes después Rukawa obtenía su emancipación anticipada además de una cuenta corriente con el dinero que se calculó necesitaría para arrendar un departamento, pagar las cuentas básicas y alimentarse, todo por dos años.


Pero el pelirrojo ya le había ofrecido la habitación que estaba utilizando por el tiempo que fuera necesario. Se le había retirado el yeso y estaba casi a la mitad de su recuperación. Aún así, el representante de la NBA se había ido de Japón sin poder verlo. Eso lo tenía frustrado y Sakuragi lo notaba.


Durante todo el tiempo que habían convivido habían aprendido a conocerse y se tenían un gran cariño. El pelirrojo acompañaba todas las tardes a Rukawa a caminar, según él como parte de la terapia de rehabilitación, pero más que eso era para que no pensara mucho y despejara su mente.


 


˜*˜


 


Habían pasado más de dos meses de la rehabilitación. El pelinegro ya había vuelto a jugar, pero le había prohibido los grandes esfuerzos para evitar una posible lesión.


Ahora estaban en la consulta y el pelirrojo creyó que era suficiente, su tobillo no podría estar mejor y así se lo hizo saber.


-Felicidades Rukawa. Estas completamente recuperado. Puedes volver a hacer una vida totalmente normal -dijo con una sonrisa


Vio la felicidad en el rostro del muchachito y vio también su primera sonrisa, era hermosa. Sus perfectos dientes blancos lo dejaron sorprendido, la sonrisa se vio reflejada en sus ojos que adquirieron un brillo especial. Lo vio acercarse a él con la intensión de abrazarlo y le tendió sus brazos para recibirlo. Durante esos casi tres meses había aprendido a quererlo mucho, mucho más de lo que tenía derecho.


Él era un hombre. Gay, pero era un hombre. A sus 24 años había disfrutado de la vida más que muchas personas mayores, nunca se privó del placer del sexo, incluso con el chico en su casa seguía manteniendo amantes de una noche. El pelinegro solo era un niño de 17 años al cual, a pesar de tenerle muchas ganas, eso no lo negaba, no tenía intenciones de pervertir y llevar por el mal camino.


En ese análisis de su vida se encontraba mientras abrazaba al pelinegro cuando sintió que besaba su pecho, donde la camisa no estaba abrochada. Bajó su mirada para detenerlo, pero el chico fue más rápido y lo besó en los labios.


Todo el razonamiento que acababa de hacer se fue por la borda con ese beso. No sabía que tanta experiencia tenía el chico, pero su beso le estaba provocando algo a nivel del estomago que nunca antes había sentido, mucho menos con solo un beso.


Era como tener un volcán en erupción: subía la temperatura de su piel, aumentaba la presión en sus pantalones, había fuego burbujeante en su estomago, su cuerpo temblaba ligeramente y sentía la sangre caliente correr por todos los rincones de su cuerpo. A esas alturas había dejado de pensar con la cabeza para pensar con su entrepierna.


Lo tomó de la cintura y lo alzó para depositarlo en el escritorio. Ya le había sacado la camisa al muchacho y de un movimiento había hecho desaparecer la suya. Lo besaba y acariciaba a la altura de sus pezones, logrando los primeros gemidos audibles en el pelinegro. Volvió a subir hasta su boca, mordió sus labios con suavidad provocando una especie de descarga eléctrica en el chico y un gemido un poco más fuerte. Mientras lo besaba desesperadamente lo despojaba de sus pantalones sin que el otro siquiera lo notara. Lo mismo hizo con su ropa, quedando así ambos desnudos.


Entre beso y beso comenzó a acercarse a su entrada con un dedo sin llegar a tocarla. El chico se encontraba totalmente excitado con todo lo que ese hombre le hacía sentir, estaba más que dispuesto.


-Hazme tuyo... ah... por favor... Hana... ah... ahora.


-Lo que quieras... ah... Kaede


Lo acercó al borde del escritorio para quedar a la altura de su entrada y de una estocada lo penetró. El pelinegro se aferró a su espalda clavándole las uñas. Eso le había dolido más de lo esperado. El pelirrojo no se movió dejando que se acostumbrara a él.


-Eso... eso dolió -dijo el pelinegro.


-Perdón, no quería que te arrepintieras.


El pelirrojo esperaba pacientemente que el chico se encontrara mejor de su brusca intrusión. Cuando sintió que las piernas del muchacho se cruzaban por su cintura comenzó a embestirlo. Salía lenta y suavemente y entraba con fuerza y hasta el fondo. Era el mejor sexo que había tenido en su vida y estaba provocando en el pelinegro la mejor sensación de placer de que hubiese sido víctima.


Tan comprometido en su tarea estaba que un par de embestidas después llevó al pelinegro al orgasmo. Después de todo era un niño, se dijo.


-Perdón... no pude... resistirlo más -se disculpó el chico.


-No te preocupes... lo arreglaremos -dijo para tranquilizarlo.


Sin salir de su interior comenzó a besarlo con delicadeza, casi sin rosarlo, era como darle vino a un alcohólico para luego quitárselo. Mientras tanto con una de sus manos pellizcaba sus pezones hasta dejarlos totalmente rojos, con la otra mano disponible comenzó a estimular su flácido sexo nuevamente.


Tomaba la punta de su pene y lo mimaba con leves toques. Con un dedo tocaba la punta y luego acariciaba en línea recta hasta sus testículos que masajeaba con delicadeza, pero maestría. Ya estaba listo, pero quería que probaran algo nuevo.


-Kaede, cruza tus piernas por mi cintura y abrázame por los hombros firmemente. Una vez que lo hizo el pelirrojo lo alzó sosteniéndolo desde las nalgas mientras lo subía y lo bajaba. Sintió que alcanzaba ese ansiado punto de placer cuando el moreno comenzó a morder sus labios y esconder su cabeza en el hueco de su cuello para que los de por sí, ya fuertes gemidos, no se escucharan tanto.


Un par de embestidas más y llevó al pelinegro nuevamente al orgasmo, el cual al presionar su pene con sus esfínteres lo obligó a él a terminar. Aún lo sostenía fuertemente de las nalgas, lo besó en los labios con dulzura y lo llevó hasta el baño donde se limpiaron con un paño húmedo para luego volver a vestirse.


 


˜*˜


 


El pelirrojo tenía sentimientos encontrados. Sabía que en el momento había pensado que era el mejor sexo de su vida, y ahora que había pasado seguía pensándolo. Quería mucho a ese chiquillo, pero ¿qué tanto? No lo sabía. Lo que si tenía claro es que acababa de tener sexo con un menor de edad. Por Dios, prácticamente lo había violado.


Se encontraban en la casa, no habían hablado mucho en el camino de regreso. Ahora él estaba en la ducha mientras pensaba que hacer. Le gustaba el chiquillo, pero seguía siendo un niño. Se rindió, no obtendría respuestas, tenía que hablar con él si quería conseguir alguna.


 


˜*˜


 


-Rukawa, lo de hoy en la tarde... -pero no pudo terminar.


-Lo siento. Siento haberte besado y siento haberte provocado. Me gustas, pero sé que tú no querías que eso pasara. Que para ti fue solo una calentura. Perdón, no volverá a suceder y te juro que no se lo diré a nadie, no quiero que tengas problemas -lo dijo rápidamente, como si lo hubiese ensayado por horas.


-¿Te gusto? -preguntó dudoso.


-Si -desvió la mirada.


-Esto está mal.


-Lo sé y entendería si quieres que me vaya.


-No, no es eso. Tú deberías fijarte en alguien de tu edad, no en mí.


-¿Te gusto aunque sea un poco?


-Si -fue sincero.


-Lo que pasó hoy en la tarde, a mí me encantó, nunca pensé que se pudiera sentir tanto placer al hacer el amor, aunque no creo que haya sido eso, sino que fue la persona con la que estaba. ¿A ti te gustó lo que sentiste hoy?


-Sí, nunca sentí algo así con otros -fue sincero.


-¿Hubieron muchos? -preguntó entre curioso y celoso.


-No creo que debamos hablar de eso.


-Por favor... -le pidió.


-Sí, hubieron muchos.


-Y nunca sentiste con otros lo que sentiste conmigo -fue una afirmación.


-Nunca.


-Eso debería decirte algo. Creo que merezco por lo menos la posibilidad de intentarlo.


-Intentar ¿qué?


-Enamorarte.


-...


-Por favor, sé que no será difícil. Sé mi novio.


El pelirrojo se sorprendió. Un chiquillo de 17 años lo había seducido esa tarde haciéndole perder la cabeza, lo que acabó con ellos haciendo el amor en su oficina dos veces, una en el escritorio y la otra de pie. Ahora ese mismo muchachito le pedía ser su novio. Tal vez tenía razón y se merecía ser su novio, no le sería muy difícil enamorarlo...


-Está bien, Kaede.


El muchacho se abalanzó sobre él para besarlo con ternura. Suspiró, seguía siendo un niño, no debía olvidarlo.


 


˜*˜


 


El fin del curso había llegado y con ello casi seis meses de noviazgo. El pelirrojo se había encargado de demostrarle su cariño día tras día y como bien lo dijo el pelinegro no le costó enamorarse de él. Ahora ambos se amaban.


Hanamichi intentaba hacer de todo para conseguir una sonrisa de su hermoso y adorable novio. Y recordando cómo se habían conocido, había dado con la respuesta perfecta.


Hacia un par de días atrás había recibido una propuesta de trabajo y él había aceptado siempre que se le hiciera un simple favor. Ahora debía de comunicársela a su novio y esperar que él estuviera de acuerdo con su decisión y su petición.


 


˜*˜


 


-Amor, tenemos que hablar -dijo temeroso.


El pelinegro se aterró. Durante seis meses había vivido con el miedo de que apareciera alguien mejor para su pelirrojo. Él seguía siendo un niño que nada tenía para ofrecerle. Ahora su novio le decía que tenían que hablar y el tono que había usado no le gustó para nada... había duda en su voz y algo de temor.


-¿Qué sucede, Hana?


-Me ofrecieron un trabajo.


-¿Y eso qué? -suspiró aliviado, no era aquello que tanto temía.


-Es en Estados Unidos.


-¿Qué? ¿Me vas a dejar? -preguntó aterrado.


-En realidad iba a pedirte que te vinieras conmigo, pero entiendo si no quieres -dijo con algo de tristeza.


-Si quiero. Digo... quiero estar contigo. Si te vas a África, a Europa o a América me da lo mismo, yo voy contigo -dijo seguro.


-Gracias, amor. Hay algo más.


-¿Qué cosa?


-El trabajo es... es como Kinesiólogo de los Celtics.


-...


-...


-¿Te ofrecieron... un trabajo como... Kinesiólogo de los Celtics? -preguntó asombrado.


-Sí, pero eso no es todo.


-¿Hay más? -no sabía qué más podía haber.


-Acepté todas las condiciones que pusieron, solo pedí un... favorcito -dijo dudoso.


-¿Qué cosa? -se estaba empezando a preocupar.


-Que le hicieran una prueba a mi novio -esperó su reacción.


-Y... ¿qué... qué te dijeron? -estaba algo ansioso.


-Que sí.


-...


-...


-...


-Kaede, amor, dime algo.


-Te amo. Independiente de lo que pase en Estados Unidos. Ahora entiendo cuando me dijiste que todo pasaba por algo. Ahora entiendo porque me lesioné y llegué a tu consulta. Tenía que conocerte. Quizás pude haberme ido a principio de año con el representante de la NBA, pero me hubiera ido sin ti. Ahora, quizás no quede en los Celtics, pero te tengo a ti y la posibilidad de intentarlo es suficiente. Te amo.


-También te amo, Kaede. Conocerte fue lo mejor que me pudo haber pasado. Y no iba a permitir que te quedaras aquí para que llegara otro y te encontrara. Ahora estamos juntos y nos vamos a Estados Unidos, yo a trabajar y tú a probarte a un equipo de la NBA. Ahora todo depende de ti.


«Las cosas llegan en su momento preciso. Dios no juega a los dados, nada es casualidad, todo pasa por algo, ya lo veras »


Sin saberlo, Hana y Kaede se encontraban pensando en las palabras que dijera hace un tiempo atrás el pelirrojo. Aquellas palabras que después de tanto tiempo se habían vuelto proféticas.


 


˜Fin˜

Notas finales:

Por favor dejen sus Review me gusta leerlos y la idea es mejorar y para eso necesito ayuda... Gracias.


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