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Pandemonium por Paz

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Notas del capitulo:

Aquí os traigo el segundo capítulo... ya sabéis que lo tengo terminado... antes que me olvide tiene lemon

Pandemonium

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

 

Hana X Ru

 

By Paz

 

 

 

Capítulo II: Sábado noche

 

 

 

Hana medio despertó, estiró un brazo en un acto reflejo para tomar de la mesilla su reloj, cuando advirtió que su mano tocaba aún el colchón, la cama era demasiado ancha y abrió los ojos rápidamente medio levantándose al sentirse aturdido al no recordar en un primer instante donde se encontraba. Las paredes negras le volvieron a la realidad. Estaba en el apartamento de su kitsune. Dejo caer la cabeza en la almohada, se volvió abrazándola y hundiendo su nariz aspirando el aroma de Rukawa del que estaba impregnaba.

 

Se levantó pasados unos minutos, se duchó y ya vestido dirigió sus pasos a la cocina donde se escuchaba trajinar a Rukawa. Se apoyó en el marco de la puerta con los brazos cruzados, viéndole se notaba que tenía practica en esos menesteres, ya que sobre la mesa tenía preparado el desayuno para dos y junto a la cocina, tenía un cuenco con una crema que dejaba caer sobre una plancha caliente, cuando se hacía de un lado, con un hábil movimiento de su muñeca le daba la vuelta y dejaba que se hiciera del lado contrario, sobre un plato iba dejando una montaña de esos bollos que preparaba.

 

Como si presintiera su presencia, Rukawa se volvió.

 

-Ohayou. Creí entender que debías reposar. –su voz tenía un matiz de regañina.

 

-Ohayou gozaimasu. –se sentía feliz al verle allí. Observó que su cabello aún estaba húmedo. Se lo imagina bajo la ducha- Estoy bien. –Se volvió hacia lo que hacía no fueran a quemársele y para ocultar el rubor que había subido a sus pálidas mejillas- Ya estoy terminando. No sabía que te gustaba, he preparado zumo de naranja, café y té.

 

Hanamichi vió sobre la mesa, una fuentes con diversas clases de pan, así como pan caliente para acompañar la bebida, yogur de distintos sabores, panes tostados, las tortitas que estaba haciendo, además de mantequilla, mermelada o sirope de chocolate.

 

 -Si no es suficiente, tengo arroz en la nevera y puedo preparar en un instante okonomiyaki…

 

-Esto es suficiente. –le interrumpió sentándose.

 

Algunos minutos después Rukawa terminaba en la cocina y tras dejar el plato con los bollos al alcance de Hanamichi ocupo el asiento frente a él.

 

-Itadakimasu –murmuró Hanamichi antes de empezar a comer.

 

-¿Té o café? -Rukawa le preguntó- ¿Quieres leche?

 

-Té solo…, gracias. –comenzó a prepararse panecillos con mermelada y mantequilla de los que segundos desaparecían de sus manos. Tomaba largos sorbos de té y comía de todo lo que tenía a su alcance.

 

Kaede que apenas si podía tragar, le dolía el corte que tenía en un labio y aún estaban resentidos los músculos de su estomago. Comió y bebió con moderación, sabía que Hanamichi se metía al cuerpo ingentes cantidades de comida, por ello preparó un abundante desayuno y había acertado porque arrasó con todo. Una media sonrisa que el pelirrojo no llego a ver asomó en sus lastimados labios.

 

-Arigatou gozaimasu, gochisosama (muchas gracias, he disfrutado) -dijo echándose hacia atrás cuando se sintió satisfecho.

 

Kaede asintió en silencio.

 

-Ve a descansar. Yo me ocupare de limpiar. –dijo poniéndose de pie- Sin protestar. –añadió al ver que hacia un mohín de disgusto.

 

-Te ayudaré a secar y guardaré todo, sino luego no lo encuentro.

 

-De acuerdo. –cedió porque la razón estaba de su parte.

 

Media hora más tarde dieron por concluida la tarea. Kaede se retiró a su dormitorio. Un rato después llamo despacio a su puerta, automáticamente abrió y asomó la cabeza.

 

-¿Duermes, Rukawa? –pregunto bajo por si acaso.

 

-¿Qué quieres?

 

-¿Puedo usar el teléfono?

 

-Si.

 

-Gracias. –sin querer dejo la puerta sin cerrar del todo.

 

Hana marcó el número de su amigo Yohei. Con toda seguridad que estaba preocupado por su ausencia. Cuando escucho su voz supo que no se equivocó.

 

-¡Tranquilo estoy bien!

 

-¿Estas en casa? –preguntó Yohei.

 

-No. Iré más tarde. Si tengo que prepararme para esta noche...

 

-¿Estas decidido a ir?

 

-Si, ya te conté, me he comprado ropa adecuada para ir. Este tensai va a estar matador –presumió riendo.

 

Yohei rió al escucharle.

 

-¿Dime donde estas y vamos a hacerte compañía?

 

-No puedes venir. Ya te he dicho que no estoy en mi casa.

 

-¿Estas metido en algún lío? –se preocupó.

 

-No.

 

-Podemos ir a buscarte… -insistió- Llevo a….

 

-Yohei me has escuchado, he dicho no.

 

-¿Has pasado la noche fuera de casa?

 

-Para que me lo preguntas si ya lo sabes.

 

-¿No estas solo?

 

-No, no lo estoy –miró hacia la puerta del dormitorio y la vió abierta, supo que debía estar escuchando sus contestaciones.

 

-¿Has pasado la noche con una chica?

 

-¡Yohei, que dices! ¿Cómo se te ocurre tal cosa? Estoy con un amigo. –exclamó ofendido por la insólita idea de su amigo, al momento, sintió una exclamación ahogada que provenía del dormitorio, ni el mismo podía creer que dijera algo así.

 

-¿Qué amigo? –le costaba que no tenía otros amigos que la Gundam y él.

 

-¡No seas pesado, Yohei! Nos vemos esta tarde. Adiós. –colgó antes de darle tiempo a replicar.

 

Se quedo quieto durante un largo rato hasta que sintió que le llamaba.

 

-Sakuragi…

 

Avanzo un par de pasos y empujo la puerta.

 

-No he podido evitar escucharte, si tienes que salir, vete tranquilo, yo estoy bien.

 

-Tengo tiempo, pero tendré que marchar después de hacer la comida. Yo… tengo un asunto pendiente.

 

-Haz lo que creas conveniente. –dudo un segundo, como temeroso de su respuesta, sin embargo, se arriesgo a recibir un exabrupto de su compañero de equipo- ¿De verdad me consideras tu amigo?

 

-No me presiones tú también. –dijo con gesto de fastidio.

 

Se dio media vuelta, ni lo negó, ni lo afirmó. Kaede lo tomó como una buena señal.

 

-Sakuragi… -le llamo diez minutos más tarde.

 

-¡Qué…! -apartó la mirada de la revista que leía.

 

-Puedes encenderme la televisión –pidió con voz lastimera.

 

Se levantó y fue hasta el aparato prendiéndolo. Luego se acercó a la cama llevando con él un par de cojines que colocó tras su espalda cuando le ayudó a incorporarse. La sabana que le cubría se deslizó hasta su cintura y Hana pudo ver los profundos moretones que adornaban el torso y la espalda del zorro. Apretó los labios indignado contra quienes se atrevieron a lastimarle de ese modo.

 

-¿Quieres algo más? –preguntó solicito.

 

-Un vaso de agua, por favor.

 

-Enseguida… -se apresuró a ir a la cocina.

 

En un par de minutos estaba de regreso. Rukawa tomo el vaso de su mano y bebió lentamente. Hana observó que tenía un hematoma muy feo a la altura del esternón. Tomo el vaso y lo dejo en la mesilla.

 

-Traeré una jarra con agua para que bebas cuando te apetezca.

 

La amabilidad del pelirrojo tenía bastante sorprendido al chico moreno que no pudo evitar sorprenderse cuando no solamente le llevo más agua, sino que también un plato con galletas, y sobre la cama al alcance de su mano un par de revistas de basquetball y así como el mando a distancia tras acercar lo más posible el televisor hacia donde él estaba. Que estaba ocurriendo con el pelirrojo.

 

Una hora después comenzó a sentir que trasteaba en la cocina. Estaba cansado de estar acostado y ansiaba levantarse, pero sabía que Sakuragi no iba a permitírselo. Si se levantó por la mañana era porque él dormía profundamente. Ese pensamiento le trajo a la memoria en que postura se encontraba en relación con el pelirrojo. Solo recordarlo le subía los colores al rostro.

 

Distraídamente estiró la mano para tomar una galleta del plato y mordisquearla cuando escucho la voz de Sakuragi.

 

-En cinco minutos tendré la comida –sacaba la cabeza por la puerta de la cocina y desde allí le vió tomar la galleta.

 

La dejo junto a las demás con un gesto de conformidad.

 

Sakuragi se apresuró a terminar y acomodar todo en una bandeja que llevó a su lado. Reacomodó los cojines, se aseguró que estaba cómodo y le puso la bandeja delante.

 

Comieron en silencio, cada uno abstraído en sus propios pensamientos.

 

-Esos moretones tienen un feo aspecto –dijo finalmente el pelirrojo- Seria conveniente ponerte un antiinflamatorio analgésico en ellos. He visto que te duele, si me dices donde guardas la crema puedo extenderla por todos ellos, te aliviaría el dolor –agrego al ver su gesto de negación.

 

-En la cocina hay un cajetín. Mira a ver que hay, -el sabía perfectamente que tenía todo lo que consideraba imprescindible para prevenir cualquiera de las lesiones que podía producirse durante las practicas, desde esguinces, contracturas, agujetas, luxaciones, calambres o desgarros musculares, por ello siempre tenía en su botiquín todo lo necesario para  llevar a cabo los primeros auxilios que necesitaba cualquiera de los problemas que le surgían cuando entrenaba por su cuenta.

 

Sakuragi se levantó llevándose la bandeja. Al cabo de un rato volvió con un pomo en la mano.

 

-Debes lesionarte muy a menudo porque estas muy bien provisto.

 

-Es por cualquier emergencia. –reconoció.

 

-He visto que tienes también en Spray, pero es más efectiva la crema. –dijo abriendo el pomo, al tiempo que se sentaba en el borde de la cama, a escasos centímetros de Rukawa- Baja la ropa si no quieres que se manche –le avisó.

 

Rukawa bajo la ropa de cama hasta su cintura, mostrando apesadumbrado las contusiones que ensombrecían la blancura de su piel, en una gama de tonos amarillentos a morados oscuros.

 

-Tranquilo –interpreto mal su gesto- Intentaré no hacerte daño.

 

Rukawa se estremeció al sentir la frialdad de la crema en su piel febril. Hana la fue extendiendo por encima de los moretones, procurando no presionar excesivamente para no lastimarlo más de lo que ya estaba, sus dedos se movían despacio con una suavidad tan increíble que Rukawa se preguntaba si eran esas mismas manos las que tantas veces impactaron contra su cuerpo.

 

 Levantó la mirada y la fijó en el rostro del pelirrojo que estaba concentrado en extender la crema en círculos concéntricos en cada una de sus contusiones. Sentía como la crema comenzaba a actuar en aquellas zonas tratadas por Sakuragi, la delicadeza de las yemas de sus dedos le producía un efecto sedante sobre sus dolores más que la medicina.

 

Sakuragi ajeno a los pensamientos de su compañero, seguía tratando cuidadosamente cada uno de los moretones que descubría en el cuerpo de Rukawa, uno en el esternón, dos en el costado izquierdo, uno en el derecho y otro oculto bajo el brazo derecho.

 

Hana dejo el pomo sobre la mesilla y se levantó.

 

-¿Qué… ocurre? –preguntó Rukawa sobresaltado.

 

-Voy a buscar una toalla. Tranquilo.

 

Al cabo de unos segundos estaba de regreso. La puso por detrás del muchacho. Con cuidado para no hacerle daño la extendió por debajo de su cuerpo cuando le hizo ponerse boca abajo. Así protegió de ensuciar con crema las bonitas sabanas de lino. Echó hacia atrás la ropa de cama para verle en su totalidad, tal como imaginaba tenía moretones hasta en los muslos.

 

Rukawa quedo adormecido bajo los cuidados de Hanamichi. El joven cuando terminó le cubrió por encima con otra toalla antes de subir la ropa de cama para taparlo, tras guardar la crema en su botiquín, se lavó las manos y se dispuso a volver a su departamento.

 

Se inclinó por encima del durmiente para observarlo unos minutos, apartó unos cabellos de su rostro y le miró dormir.

 

-Tengo que irme, Rukawa –murmuró aún sabiendo que no le escuchaba- te he dejado comida preparada para que no te esfuerces, y también agua fresca al alcance de tu mano. Vendré mañana a hacerte el desayuno. También he dejado otras revistas para que te entretengas y el televisor esta puesto de manera que puedas verlo desde la cama. Si no soportas el dolor he dejado unos analgésicos en la mesilla.

 

Hana iba a enderezarse cuando una mano se aferró a su muñeca, Rukawa abrió los ojos y le miró con ternura.

 

-Te tomo la palabra, Hanamichi. –sus dedos afloraron la presión y se deslizaron en una lenta caricia por su mano, entreteniendo en sus dedos hasta caer en el lecho.

 

Su nombre en sus labios le produjo un delicioso escalofrío que recorrió su cuerpo y el roce de su mano le hizo sentir una extraña emoción que le dejo impactado.

 

-Cuídate… Kaede.

 

El muchacho asintió.

 

 

 

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Hana enseguida de llegar a su apartamento, se metió bajo la ducha, se aseo y dispuso sobre la cama la ropa que se iba a poner, realmente iba a traer de cabeza a… todos

 

Estaba buscando que ropa interior ponerse cuando recordó que cualquier cosa que se pusiera debajo iba a quedar remarcada, ya que el pantalón se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel. El cuero estaba finamente trabajado, era suave al tacto y una vez puesto le daba un toque elegante, definitivamente, si quería que le quedara bien tenía que desechar llevar sus boxers.

 

Cepilló su pelo hasta sentirlo moldeable bajo la guía de su mano, en un gesto de coquetería, se perfumó. Se sentó en el borde de la cama y procedió a ponerse los calcetines negros que había comprado para la ocasión. Recogió el pantalón que colgaba de un mueble alto para que no se arrugara, se lo puso sintiéndose un tanto avergonzado por no llevar nada debajo. Pasó sus manos por sus nalgas y comprobó que le quedaba perfecto. Se calzó las zapatillas AJ atando los cordones, solo entonces abrochó el complicado cierre del pantalón. Se puso la camisa que dejo suelta, sin arremeter y se puso la chaqueta de cuero que hacia juego con el conjunto. Lamento no poder verse de cuerpo entero, suponía que todo estaba perfecto.

 

Estaba recogiendo dinero cuando llamaron a su puerta, por la forma de hacerlo debía ser Yohei y su “ejercito”. Antes de ir abrir, no olvidó guardar el folleto que le abría las puertas de la discoteca. Por la mirada sorprendida de los cuatro chicos supo que no necesitaba un espejo. Ellos confirmaban que estaba más que bien, las miradas fascinadas de unos y desconcertadas de otros fue más que suficiente para su ego.

 

Yohei se quedo sin palabras al verlo. Trago saliva ante la inquietante imagen del pelirrojo. ¡¡Por Kami, como no se dio cuenta antes de lo hermoso que era!!! Esa ropa realzaba su esbelto porte. Siempre supo que su amigo era especial, y lo que sentía por él que hizo desear tenerle solo para él. Viéndole con esas ropas tuvo que reconocer que más de uno desearía tener un revolcón con él. Lastima que Hanamichi que no tenía esas tendencias, porque si así fuera no estaría ahora lamentando no poder estar juntos.

 

-Se mira pero no se toca –advirtió riendo Hanamichi cuando fue consciente que se le iban a echar encima para palmearle llevados por el entusiasmo.

 

Todos tuvieron que contenerse, porque deseaban felicitarle por su elegante vestimenta.

 

-Romperás muchos corazones –dijo Noma riendo.

 

-Ya veras como encuentras a la chica de tu vida –rió Okus al decirlo.

 

-O al hombre…. –dejo caer Hanamichi.

 

Sus amigos se quedaron todos de piedra ante sus palabras y Hanamichi soltó unas risotadas, por tanto lo tomaron como una broma, aunque les dejó bastante descolocados, durante el trayecto hasta la estación tuvo que escuchar con una sonrisa sus bromas, allí se despidió de ellos prometiendo contarles como era aquello. A todos ellos todavía les faltaba algunos años para poder entrar en una. Lo suyo fue un afortunado golpe del destino y porque no también su altura.

 

Hanamichi tomo el tren que se dirigía hacia el céntrico distrito tokiota de Shinjuku, se sentó junto a la ventana y observó distraído el paisaje, cuando tiempo después Hanamichi llego a la ciudad quedo gratamente sorprendido al ver la variedad de carteles luminosos que lucían todas las fachadas de los edificios anunciando todo tipo de cosas, había memorizado la dirección y no sin problemas consiguió llegar al lugar parecía la zona más cosmopolita de la ciudad y el centro de la vida nocturna. La más cara y elegante y obviamente constituía el núcleo de la diversión por la multitud de personas que abarrotaban las aceras y aledaños donde se anunciaban todo tipo de discotecas, caminaba entre la gente, mirando todo con curiosidad, de pronto vió el enorme cartel en vertical donde se encendían y apagaban el nombre del local Pandemonium con un cadencia de varios minutos en el que el color de las letras cambiaban en todas las gamas del rojo. Aquel detalle le gusto.

 

No tuvo ningún inconveniente en pasar en cuanto presentó el folleto que llevaba, además su atuendo ayudo mucho, Hanamichi estaba irresistible, recibió tantos piropos de uno y otra sexo que le hacían sentirse turbado y un tanto cohibido. Tras pasar un abarrotado vestíbulo a pesar de su amplitud, se vió de pronto ante una de las salas, mesas y sillas, junto a las paredes, en el que el centro era la pista de baile, una orquesta tocaba boleros, la pista estaba llena de parejas que bailaban muy juntas, todo ello en penumbras. Aun así desde donde estaba pude ver una larga barra donde los camareros servían bebidas. Le habían dicho que tenía derecho a una bebida gratuita, dándole un disco de plástico de color rojo con un número de cuatro cifras. Por lo visto era el número que tendría para el sorteo que se llevaría a cabo a medianoche, aún faltaban dos horas para eso.

 

De allí fue pasando por las distintas plantas, donde se caracterizaba por distintos estilos salsa, techno, J-pop, rock&roll, heavy eran las más visitadas porque las pistas estaban a tope y apenas si se podía pasar entre los bailarines, Hanamichi soporto con estoicismo su paso por aquella multitud porque recibió apretones a sus nalgas, algunos pellizcos más fuertes que otros, largas caricias a su trasero que tenía la impresión que no iba a poder sentarse cuando llegara el momento, en algunas de las salas se quedaba un rato bailando con chicas o charlando con ellas, para luego proseguir su ronda por todas las salas, quedando muy impresionado con lo que veía.

 

Las mejillas de Hanamichi tenían un encantador rubor ante las atrevidas proposiciones que recibía de hombres jóvenes que le hacían aún más apetecible ante los ojos de aquellos que buscaban emociones fuertes o ligues de una noche.

 

El joven no sabía que el local estaba ubicado en una zona financiera, donde se localizaban hoteles, restaurantes y centros nocturnos de precios más elevados.

 

Hanamichi supo que allí el ambiente era totalmente diferente a las otras salas, vió a chicos besándose, o acariciándose despreocupados, sin importarles si alguien veía los manoseos que efectuaban a sus acompañantes, se apresuró a cruzar la pista alejándose rápidamente hacia un lugar menos concurrido, queriendo pasar inadvertido. Mirar sin ser observado a su vez porque tenía la extraña sensación que alguien le observaba. Consiguió acercarse al fondo de la barra, no sin sufrir menoscabo en su persona, se acodo de espaldas en un pequeño hueco que encontró mirando hacia la pista, un poco para protegerse de los depredadores que abundaban allí. Un servicial camarero le pregunto que iba a beber, se volvió indeciso al comprender que se dirigía a él, por encima del volumen de la música y de las conversaciones Hana le miró sin saber que pedir, suponía que un refresco no era apropiado para ese lugar y tampoco deseaba que le dieran alguna mezcla que no supiera identificar.

 

-De momento nada, gracias. Tal vez más tarde. –volvió su atención a los bailarines y a los que ocupaban las mesas, no veía a nadie que pareciera interesado en él. Así que decidió dar una vuelta para terminar de ver la sala, observó que algunos de esas parejas se dirigían al fondo de la sala, a la izquierda desde donde un discjockey ponía las melodías que le solicitaban o aquellas que él tenía preparadas, llevado por la curiosidad allí se dirigió.

 

El cuarto esta a oscuras y apenas si distinguía las siluetas de los que allí estaban, dio unos pasos hacia el interior cuando percibió claramente lo que allí ocurría, acababa de descubrir que toda discoteca gay disponía de un cuarto oscuro donde las parejas se entregaban al placer de poseer y ser poseidas.

 

Retrocedió, al acostumbrarse sus ojos a esa penumbra vió a parejas y hasta tríos entretenidos en procurarse placer, los unos a los otros, jadeos y gemidos, sexo oral o anal, sobresaltado, no estaba preparado para ver algo así, Hanamichi retrocedió sin mirar hacia atrás, con la mirada desorbitada y diciéndose que nunca más entraría en un lugar semejante. Su espalda tropezó contra alguien, que apenas si sufrió con su choque, y antes que pudiera reaccionar se encuentra abrazado por detrás y una mano atrevida incursiona en su entrepierna, iba a proferir una airada protesta, cuando siente unos dedos que se meten en su boca impregnándose con su saliva. No sabe que esa persona le echo el ojo desde el primer instante de verle entrar en la discoteca e intento no perderle de vista.

 

Hanamichi no puede evitar un gemido, el desconocido le arrincona contra la pared impidiendo de ese modo que nadie se aproxime, comprende que quiere ser el único en tomarle y ese gesto le complace, el masaje aún a través de los pantalones surte su efecto, oleada de sensaciones invaden su cuerpo, cuando siente los labios del hombre, no le cabe ninguna duda que lo es, en su cuello, mordiendo y lamiendo, dejando un rastro húmedo por su nuca para repetir el proceso en el otro extremo de su cuello, sus gemidos son ahora más fuertes quedando ahogados por esos dedos que chupa y lame como si fuera un miembro, a través del fino cuero de su pantalón siente la erección de su apasionado desconocido, su cuerpo reacciona a sus caricias, de pronto, nota una frescura que alivia el ardor de su cuerpo, da un respingo cuando advierte que sus pantalones están en sus tobillos y que el desconocido restriega entre sus nalgas desnudas, su erecta masculinidad, Hanamichi tiembla ante la ardiente masturbación al que esta sometido su miembro y cuando pierde ese contacto, se siente mal, entonces una mano se posa en su espalda y le obliga a echarse hacia delante, encuentra el apoyo de un sofá, no sabe como a aparecido allí, sus manos se sujetan contra el borde, totalmente desprevenido, aún preguntándose como había conseguido bajarle los pantalones, siente como su chaqueta y su camisa le son echados por encima de la cabeza impidiéndole la visión, sintió como su pierna separaba las suyas, sus dedos húmedos con su saliva encuentran su abertura invadiendo uno tras otro, aquel lugar virgen, profundizando para dilatarlo al máximo, sus labios dejan tenues besos a lo largo de su columna, marcando uno a uno sus huesos, entretanto su otra mano incursiona por su pecho, acariciando la suave piel, alcanzando sus tetillas, pellizcándolas o rozándolas apenas con las yemas de sus dedos, llevándolo a estremecerme de un modo delicioso.

 

Sus gemidos y jadeos le indican que le esta dando placer y intensifica aún más sus caricias, sus besos y sus exploraciones hasta que él mismo siente que no podrá seguir mucho tiempo más aquel ritmo y con un certero movimiento le penetra, quiere que ese cuerpo de ensueño le pertenezca, ser el único dueño del pelirrojo y al mismo tiempo que él lo sea suyo.

 

El grito de dolor de Sakuragi quedo atravesado en su garganta. Durantes unos instantes quedaron inmóviles, él excesivamente dolorido para hacerlo, él otro intentando que se acostumbre de tenerle dentro. Era una sensación extraña, no lamentaba que ese desconocido estuviera tomando lo que el quería entregar a la persona que amaba, gimió cuando le sintió retirarse y gimió más alto aún cuando nuevamente se ensarto dentro suyo, el dolor disminuyo al sentirse invadido por una placentera sensación de plenitud. Una mano se afianzó en su cadera para mantenerle firme y la otra comenzó a sobar delicadamente su erguido órgano y un cálido aliento se posó en su nuca Hanamichi se entrego plenamente al placer que le estaba dando, animándole con sus movimientos de cadera a prologar aquel instante.

 

La respiración agitada del desconocido en su espalda, una vibración sacude su cuerpo cada vez que impetuosamente arremetía contra él, dejándole tembloroso y ansiando mucho más cada vez que tocaba ese punto de su cuerpo tan sensitivo, los rápidos movimientos del hombre eran acompañados de sus ardientes gemidos, sentía todo su cuerpo húmedo, la ropa se pegaba a su piel, el placer le llenaba totalmente, el calor de sus entrañas intensificaba su goce, era intenso cada vez que con sus embestidas penetraba más profundamente, llevándole a gritar, no de dolor sino de puro placer, el ritmo era cada vez más acelerado, acompañado de masajes a su propio miembro que no yacía olvidado, eran tan placenteras las sensaciones que le sacudían que creyó que iba a enloquecer con un último grito su cuerpo se sacudió con espasmos de placer y estalló derramando en la mano de su amante ocasional su semilla, se sentía exhausto cuando finalmente tras unas embestidas rápidas y profundas sus entrañas recibieron el tributo que le entregaba el desconocido.

 

Le bajo la chaqueta junto con la camisa liberando su cabeza. Hana no hizo nada por apartarse, permaneció quieto con él abrazado a su espalda respirando afanosamente, el jadeo agitado junto a su oído era como una locomotora a pleno rendimiento, unos labios cálidos y húmedos se posaron en su cuello con un beso agradecido y unas palabras inesperadas.

 

-Te amo, Do’aho.

 

-¡¡¡Teme, Kitsune!!!!! –se giró para encontrarse con el rostro del que creyó un ocasional amante de una noche, el enojo se evaporó al ver la anhelante expresión de su rostro, en sus ojos había un temor fácilmente reconocible, dando paso a una inesperada declaración por su parte- Yo también te amo, Kitsune. –alzó sus brazos alrededor de su cuello, hundiendo sus dedos entre sus cabellos, le atrajo contra su cuerpo, sus labios se posaron en los suyos, acariciándolos con la punta de su lengua, probando el sabor salado de su transpiración, un suspiro le permitió acceder a su interior, su boca sabia a chocolate, su kitsune goloso pensó y toda suavidad quedo olvidada para entregarse a su primer beso apasionado e intenso que los dejo sin aliento cuando algunos minutos después se separaron.

 

Fue entonces, que Hanamichi percibió que si bien se escuchaba la música del exterior, estaban solos en un cuarto que por sus dimensiones más bien diría que era pequeño, y que solo disponía de un sofá, amplio y cómodo por lo que estaba descubriendo, a pesar de la penumbra, el pelirrojo advirtió el gesto de dolor que se le escapaba a su Kitsune.

 

 -¿Cómo hemos llegado aquí? –preguntó recostándose en el sofá con él encima, disfrutando de la sensación de sentirle a su lado, y sin esperar su respuesta, aquel detalle era secundario, le reprocho tiernamente- Me has seguido estando así. Eres un enfermo muy rebelde.

 

-Quería estar contigo.

 

-¿Cómo sabias?

 

-El otro día te oí hablar con tu amigo. –se acomodo en los brazos de su Do’aho- Hana…

 

-Humm…

 

-Este sitio no es muy cómodo. Se de un lugar donde estaremos mucho mejor. Tiene una cama grande, un televisor enorme y una cocina con una nevera repleta de comida –sabia que eso le animaría a ir más que cualquier otra razón.

 

-¿Dónde está ese maravilloso lugar? –preguntó ocultando un descarado bostezo.

 

-En el último piso –se apresuró a decir.

 

-No nos dejaran subir. –se estaba quedando dormido.

 

-Seguro que si. –sonrió enigmático. Se levantó con cuidado para no castigar aún más sus músculos doloridos. Subió el pantalón de Hanamichi que seguía enredado en sus tobillos y acomodó su chaqueta, entretanto Hanamichi acomodaba sus propias ropas- Ya estamos presentables. Salgamos.

 

Hana miro sin saber donde estaba la puerta, sin embargo, Rukawa la abrió sin problemas.

 

-Vas a tener que explicarme muchas cosas. –dijo pasando el brazo por la espalda de su amor para protegerlo de apretones y posibles ataques a su integridad física. Era demasiado hermoso para pasar desapercibido. El sonido de la música invadió sus oídos muchos decibelios por encima de lo normal.

 

Rukawa dejo asomar una sonrisa en su rostro que dejo deslumbrado a Hanamichi, le llevo hacia una puerta que ostentaba el rotulo de Privado y sin preocuparse de ello, giró el picaporte internándose por un angosto pasillo con puertas a derecha e izquierda, todas ellas cerradas, hasta desembocar en una sala donde a través de la puerta abierta se veían a tres hombres uniformados descansando. Hanamichi los identificó como los guardas de seguridad que vió en las distintas salas. Al parecer estaban en su hora de descanso.

 

-Oigan, no pueden pasar por aquí, esta es una zona privada… -al momento su expresión cambio y se excuso- Disculpe, no le reconocí. –se apresuró a acercarse a una puerta y la abrió.

 

Hanamichi estaba en shock. ¿Que era todo aquello? Rukawa estaba tan tranquilo, moviéndose por allí como si conociera el sitio.

 

-Ru..?  ¿Has estado aquí anteriormente?

 

-No. Es la primera vez que venga. Es decir, nunca entre en las salas, subí directamente al último piso.

 

-¿Cómo conoces el camino?

 

-Por los planos.

 

-¿Planos?

 

-Si, para levantar un edificio se necesitan los planos de un arquitecto. –explico Rukawa como quien se lo cuenta a un niño pequeño.

 

Entraron en un ascensor que estaba en el vestíbulo montado a todo lujo. Paredes tapizadas en tela listada, sofás con un mueble aparador, donde un ramo de rosas alegraba la vista. Kaede tomó una de ellas y se la dio al pelirrojo que se sintió halagado por el detalle, como si fuera una damisela aspiró su delicado aroma. Kaede introdujo una llave para ponerlo en marcha.

 

Antes que el pelirrojo siguiera haciendo preguntas, Kaede lo arrinconó contra la pared, su mano se introdujo por debajo de la camisa y le acaricio mientras su boca buscaba la suya en un calido y apasionado beso.

 

-No intentes distraerme. Aun tengo muchas preguntas para hacerte. -susurró cuando concluyo la caricia porque estaban sin aire.

 

Kaede le beso suavemente en la punta de la nariz.

 

-¿Te he dicho que estas guapísimo? –sus palabras encendieron el rostro del pelirrojo- Y más aún cuando te ruborizas. –acarició con ternura sus mejillas.

 

En ese instante el ascensor llego al último piso y las puertas se abrieron. Hana se encontró en un enorme salón, se volvió a mirar sorprendido a Kaede que en aquel instante giraba la llave y la sacaba inutilizando el ascensor.

 

Muebles de lujo, mesas y sillas, sofás de doble asiento, una librería con puertas acristaladas, una enorme chimenea y sobre ella en la pared el retrato de una hermosa mujer que le resultaba vagamente familiar.

 

-¿Vamos al dormitorio? –le tomo por detrás por la cintura queriendo llevarlo al tiempo que se lo susurraba al oído.

 

-¿Qué es esa mujer? –preguntó curioso, más antes que pudiera contestar les interrumpieron.

 

-Kaede que sorpresa verte aquí! –Escucharon la sorprendida voz femenina- ¿Cuándo has llegado?

 

Los dos jóvenes se volvieron separándose, Hanamichi reconoció fácilmente a la mujer del cuadro, era extranjera y más hermosa que en el retrato.

 

-¿No vas a presentarme a tu amigo? –le miró con curiosidad ya que era la primera vez que su hijo llevaba a un amigo allí.

 

-Si, ¿Por qué no? –preguntó a su vez- Sakuragi Hanamichi, te presento a mi madre, Lorens Rukawa. 

 

Hanamichi se inclinó respetuosamente, más la mujer, alargó su mano con intención de estrechar la suya.

 

-Encantada de conocerte, Hanamichi.

 

-Sakuragi… -le rectifico Rukawa con un bufido.

 

-Si, cariño. –nunca recordaba que en Japón acostumbraban a llamarse por el apellido, le contesto con la mirada fija en el hermoso muchacho que tenía delante. La ropa que llevaba marcaba de un modo rotundo ese cuerpo que se veía esbelto y muy bien proporcionado, le sonrió encantadoramente- Dime, ¿trabajas o estudias en la universidad o haces las dos cosas?

 

-No, señora, estoy en la preparatoria.

 

-Por favor, no me llames así, puedes decirme Lorens. ¿Te apetece beber algo? –se sorprendió que fuera tan joven.

 

-Gracias, un refresco. Abajo no me atreví a pedir nada.

 

-¿Has estado en las salas? –su voz adquirió un tono preocupado.

 

-Si. Me entregaron un folleto y quise ver como era el ambiente. –explicó Hanamichi.

 

-¿Viniste con él? –preguntó volviéndose hacia su hijo, Kaede estaba sacando de una mueble bar la bebida para Hanamichi.

 

-No, vine tras él para sacarlo rápidamente de allí. Le perdí en una de las salas y me costo un tiempo volver a encontrarlo. Así es como trabajan tus agentes. Deberían saber que la altura no siempre se corresponde con la edad y menos aún repartirlo a la entrada de los colegios. –También él estaba enojado. Corrían un gran riesgo de que les cerraran el local la noche misma de la inauguración.

 

-Bueno es una suerte que estabas aquí para arreglarlo. –dijo Lorens mirando sonriente al pelirrojo.

 

Hanamichi sabía que hizo mal yendo cuando aún era menor, pero la curiosidad era más grande que la prudencia.

 

Lorens ocupo uno de los sillones y le hizo un gesto para que se siente a su lado.

 

-Mamá, deja de coquetear con mi novio –dijo Kaede con una sonrisa zorruna, al tiempo que entrega a Hanamichi su bebida, este al escucharle de la impresión casi la deja caer.

 

-¡Oh, se trata de eso! –se levantó con una amplia sonrisa- Cariño, enhorabuena y felicidades a los dos. Tengo abajo unos asuntos que tratar. Encantada de conocerte Hanamichi.

 

-Señ… Lorens. –se inclinó ante su apresurada despedida.

 

Al quedarse solos se volvió a mirarlo.

 

-¿Así que somos novios? –preguntó pasándole con cuidado los brazos por debajo de los suyos y atrayéndole contra su cuerpo.

 

-Si tú quieres….

 

-Quiero. –se miraron a los ojos.

 

-Vamos a mi cuarto.

 

-Antes pasemos por la cocina ¿si?

 

-Aquella puerta –indico con una sonrisa.

 

-Dime Kaede

 

-¿Qué quieres saber?

 

-¿Que haces en Kanagawa? Teniendo una casa como esta. ¿Por qué no vives con tu madre?

 

-Bueno, los Rukawa somos bastante excéntricos. Preferimos no mostrar lo que tenemos. Además me gusta esa ciudad, me gusta el basquetball y me gusta cierto pelirrojo que me tiene loco.

 

-¿De verdad? Háblame de él –dijo con una sonrisa mientras abría la nevera de doble puerta e inspeccionaba su interior, sacando diversas fuentes que iba a entregando a Kaede- ¡Wow! ¡Aquí hay de todo!

 

-Pues es un chico pendenciero y alborotador del que me enamore perdidamente… -un beso interrumpió su explicación- ¿Tienes intención de comer todo eso? –la mesa aparecía abarrotada de platos y fuentes con comidas y postres, todo lo que su chico le iba dando.

 

-Si, voy a necesitar reponer muchas energías –dijo mirándole de arriba abajo con gesto malicioso.

 

-Creo que yo también necesitaré comer –murmuró con un hermoso rubor en sus pálidas mejillas.

 

-Ven. Siéntate conmigo –le pidió Hanamichi.

 

Se sentó en su regazo, sus manos se cruzaron por detrás de su cabeza, luego, sus dedos se enredaron en sus cabellos.

 

-Mejor empiezo con el postre –murmuró Kaede.

 

Hanamichi rió al escucharlo. Esta totalmente de acuerdo con él. Ese postre especialmente estaba delicioso.

 

 

 

Continúa…


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