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Pandemonium por Paz

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Notas del capitulo:

Aquí tenéis el último capútlo... disfrutarlo.

Pandemonium

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

 

Hana X Ru

 

By Paz

 

 

 

Capítulo III: Somos novios

 

 

 

Kaede esa tarde, después del partido contra los chicos de otro liceo, estaba lo suficientemente cansado y dolorido para no hacer sus prácticas en el parque cercano a su casa. Así que condujo la bicicleta hasta la tienda de su abuelo, con la seguridad de encontrar allí a Hanamichi. Este luego del partido, en las duchas, aprovechando que estaban solos le dio un rápido beso y salió corriendo.

 

Afortunadamente ese tarde, nadie se cruzó por delante de su bicicleta y llego ileso a la tienda de su abuelo.

 

En la trastienda, escucharon abrirse la puerta y enseguida los pasos que se acercaban, una mano apartó la cortina y se asomó, les vió sentados frente a la mesa baja, tomando té y platicando.

 

-¡Vaya yo preocupado creyendo que estabas explotándolo y estáis hablando! –dijo Kaede con una sonrisa sentándose entre ellos sin darle tiempo a Hanamichi a asombrarse por su repentina aparición.

 

Hana les miró sin comprender, porque era evidente que esas palabras no estaban dirigidas a él y la confianza con que fueron dichas le llevaba a saber que se conocían. Al mirarlos más detenidamente creyó ver en ellos cierto parecido.

 

-¿Os conocéis? –preguntó aunque era obvio porque aún no conseguía llegar a la verdad.

 

-Ahí donde le ves, es el hombre más rico de Kanagawa, sin embargo, no quiere dejar su pequeña tienda, ni su morada en un barrio humilde –dijo Kaede- Mi abuelo Rukawa Hiro.

 

-¡¡¡Tu abuelo!!! Ahora me explico que conocieras el complicado broche del pantalón –y al instante de decirlo se sonrojó.

 

Kae se limitó a sonreír, su abuelo tuvo el detalle de fingir no haberle escuchado, por lo que su exclamación implicaba.

 

-Ya te dije que los Rukawa somos paradójicos.

 

-Si, pero no me dijiste que vivías aquí con él.

 

-Ya conoces mi piso, ¿crees que tengo espacio para otra persona?

 

 -No… -recordó que era pequeño y solo había un dormitorio.

 

-Podríamos estar juntos, pero no quiere dejar su casa, ni sus amigos.

 

-Yo le comprendo. –él sentía algo parecido con sus amigos.

 

 -¿Qué te ocurrió el otro día que no viniste? –inquirió su abuelo Hiro.

 

-Nada, simplemente no vine –no deseaba que su abuelo se preocupara por él.

 

Hanamichi se volvió sorprendido y vió en su mirada que le pedía no hablara de ello.

 

El anciano vió el cambio de miradas y comprendió que algo le ocultaban, suponía que lo que fuera, estaba arreglado porque su nieto estaba allí, aunque le veía moverse algo rígido. Achacó sus movimientos a la práctica del basquetball, aunque ahora se preguntaba si había algo más.

 

-Cuando salgamos de aquí, ven por casa. Tengo… unos libros para darte. –Hanamichi murmuro de corrido.

 

-Puedo ir después de dejar a mi abuelo. –accedió- Normalmente le acompaño hasta su casa y charlamos un rato. Es el único momento que tengo de estar con él.

 

-Por mi no te preocupes, ya sabes que me conocen todos, aquí no corro ningún peligro.

 

-No hay problema. Iremos juntos –su mirada le advertía que no le dejaría ir solo de noche.

 

Kaede se encogió de hombros.

 

-Voy a terminar de recoger los estantes –dijo Hanamichi levantándose y dejándoles solos.

 

Diez minutos después sintió que le abrazaban por la espalda. Volvió la cabeza y unió sus labios a los suyos.

 

-Te he extrañado –murmuró junto a su oído.

 

-Ya sabes donde encontrarme, estoy aquí todas las tardes –susurró a su vez volviéndose para abrazarlo con cuidado y estrecharlo contra su pecho.

 

Kae apoyó su mejilla en su hombro, estaba tan a gusto en sus cálidos brazos que si por él fuera no se apartaría nunca de su lado.

 

El anciano apartó la cortina y les vió, en sus rostros asomaba una expresión de total felicidad y supo que finalmente su nieto había encontrado a su alma gemela. A la persona con la que se complementaba como si fueran una sola alma. Dejo caer la tela y sin mostrarse les aviso.

 

-Ya estoy listo. Podemos cerrar. –cuando apareció ante ellos estaban separados, Kaede junto a la puerta y Hanamichi terminando de poner una caja en el estante. Si que se dieron prisa, una sonrisa socarrona asomó en sus labios, más ninguno de los dos la vio, estaban muy ocupados haciéndose los desentendidos.

 

Ya en la calle Hanamichi se hizo cargo de llevar de la mano la bicicleta de Kaede, en tanto este iba hablando animadamente con su abuelo. El pelirrojo lo miraba sorprendido, nunca antes se le vió bajo ese aspecto. Al lado de Kaede nunca dejaría de sorprenderse. Tenía tantas facetas que se preguntaba si algún día llegaría a conocerlas todas. Bueno, una vida por delante juntos era tiempo suficiente para conocerse.

 

-¿Estas muy callado? –se volvió hacia él cuando su abuelo se adelanto unos pasos por delante de él.

 

-Pensaba en nosotros, tú y yo siempre juntos. –le miró para saber si lo creía también y su mirada le confirmo que a él también le constaba que estaban predestinados a encontrarse.

 

-Los hados han sido generosos conmigo al permitirme encontrarte. –murmuró Kaede junto a su oído, posando sus labios muy cerca de su boca.

 

-Yo también lo creo así, creí que estaba destinado a vivir solo, pero me tenían reservada una sorpresa. –se movió apenas y sus labios se rozaron levemente, como si una corriente eléctrica les recorriera así se sintieron al contacto de sus labios.

 

-¡Vamos chicos, besaros de una vez y entrar, tenéis a todos los vecinos asomados a sus ventanas! –dijo una voz burlona.

 

Se apartaron rápidos, luego se sonrieron y nuevamente sus labios se unieron en un beso turbador.

 

Cuando se separaron estaban agitados, Hana se agachó para recoger la bici que dejo caer y entonces confirmó lo que el anciano dijo, en una de las ventanas asomaban un par de cabezas, al estar encendidas las luces pudo ver sus rostros sonrientes.

 

-¿Quiénes son? –preguntó a Kaede creyó que era broma las palabras del anciano.

 

-Naoko y Masako –al seguir Kaede la mirada de Hanamichi vió a las dos niñas, el chico moreno se inclinó hacia ellas, que respondieron con una misma inclinación- Su madre es viuda y el abuelo le ayuda sin que ella lo sepa. Trabaja como costurera, en una pequeña empresa de mi abuelo. Es demasiado orgullosa para aceptar una limosna. Entremos, seguramente que el abuelo, ya nos tiene preparado un té.

 

Así era sobre la mesa estaba el servicio del té y unas bandejitas con algunos apetitosos dulces.

 

Aunque Hanamichi intento controlarse, en pocos minutos  devoró la mitad de esos delicados bocados ante la mirada complacida del anciano, su nieto aunque más comedido se llevó a la boca la otra mitad. Sus cuerpos de deportistas necesitaban muchas calorías para poder quemar.

 

Hana observó que Kaede comenzaban a cerrársele los ojos y pensó que no era extraño porque era muy tarde para su Kitsune dormilón.

 

-Vamos, Kitsune. Mañana tenemos que ir al colegio.

 

El anciano observó que su nieto no parecía molesto por el apelativo y aún tuvo tiempo de sorprenderse al oírle.

 

-Do’aho, tendrás que llevarme en brazos. –murmuró mimoso.

 

-¡Jajajajajajajajajaja!!!!!! –su risa lleno la estancia- Kitsune abusón –remató con una amplia sonrisa al tiempo que le levantaba. Kaede le paso el brazo por sus hombros para afianzarse y se acurrucó en el hueco de su hombro- Buenas noches, Hiro-sama –se despidió del anciano.

 

-Buenas noches, abuelo.

 

El anciano les deseo una feliz noche ambos.

 

Algunos minutos después Kaede se acomodaba detrás del sillín de la bicicleta y tras rodear el pecho de Hanamichi con sus brazos y manos, apoyó la mejilla en su espalda.

 

-Duerme tranquilo –le recomendó Hanamichi comprobando que sus palabras sobraban porque al instante ya estaba dormido- Me gustaría saber como lo consigue. –murmuró para sí en alto.

 

Condujo despacio para no despertarlo, media hora después estaba dejando la bicicleta en el jardín de su casa

 

Hana poseía una casa de una sola planta, un pequeño jardincillo que mantenía libre de hierbas porque fue el único pasatiempo de su madre y lo único que realmente le pertenecía a ella.

 

-Kitsune, bonito, despierta –le sacudió levemente, ya que sabía como las gastaba cuando le despertaban, tomo su barbilla con su mano y echo hacia atrás su cabeza, poso sus labios en los suyos, entreteniéndose en saborearlos y luego la punta de su lengua avanzo despacito por entre sus labios entreabiertos y cuando abrió su boca dejando escapar un gemido, penetro en ella, rozando la puntita húmeda y caliente de su lengua, lamiendo y sorbiendo de ella hasta sentir la respuesta de su Kitsune y sus brazos rodeando su cuello y acariciando sus cabellos, la caricia se prolongó hasta quedar sin aire, se apartaron respirando con fuerza para que sus pulmones se llenaran.

 

-¿Esta es tu casa? –preguntó Kaede mirándole gratamente sorprendido. A sus espaldas estaba el mar.

 

-Si, es diminuta, suficiente para mi solo, bueno, los dos cabemos –rió al decirlo.

 

Cuando algunos minutos después Kaede vió el dormitorio de su Do’aho casi se cae de espaldas por lo desordenado que estaba todo y no solo eso, sino que el piso estaba invadido por los objetos más heterogéneos.

 

-¿Puedes vivir en un lugar así?

 

-Ven aquí, que mi camita esta ordenada –dijo con una sonrisa picara- No se te ocurra hacer limpieza. Tengo escondidos por ahí mis ahorros, bueno, ya no. Me compre el conjunto con ellos, aún me queda para llegar hasta la próxima paga, así que olvídate de tirar mis cosas.

 

-¿Tiene algún valor sentimental alguna de esas cosas? –señalo por encima de su hombro, mirar aquella montonera le producía vértigo.

 

-No, solo me sirven de escondrijo.

 

-Bien. –Kaede estaba dispuesto a dejar presentable su dormitorio aunque tuviera que mirar concienzudamente cosa por cosa.

 

-Desnúdate –le pidió.

 

-¡Eh, Do’aho tanta prisa tienes!

 

-¡Malpensado! Solo quiero ver como siguen tus hematomas. –abrió un cajón de su mesilla y saco un tubo de pomada- Dime cuales te duelen más –observó que ahora tenían un tono amarillento, y otras un morado oscuro- Te dejaste pegar como si fueras una pelota de entrenamiento. –su puño cerrado dio algunos golpes en el aire de forma rápida como si fuera un boxeador y estuviera golpeando una pelota imaginaria.

 

-¿Qué podía hacer?

 

-Responder…

 

-¿Arriesgándome a salir del equipo? No. Además eran cinco contra uno, no tenía ninguna posibilidad.

 

-Hummm… -Hanamichi comenzó a dejar suaves besos sobre cada uno de los hematomas, lamiendo y besando, escuchando los suaves gemidos de Kaede, le recostó de espadas a la cama y él se acomodo entre sus piernas abiertas, apoyándose sobre sus manos abiertas.

 

-Creí que ibas a ponerme crema… -murmuró arqueándose por el placer que el leve roce de sus labios en su piel le hacia sentir.

 

-Humm… después… -paso la lengua por su tetilla en un rápido lametazo.

 

Kaede le sacó su remera y comenzó a acariciar su espalda, siguiendo la línea de su columna.

 

Unos fuertes golpes en la puerta de entrada les interrumpieron.

 

-No vayas… -pidió Kaede.

 

-Son capaces de tirarme la puerta abajo. –tenía la certeza que era su "gundam"- Vuelvo en un minuto. –le dio un rápido beso en los labios y se incorporó saliendo del dormitorio.

 

-¿Qué son esos golpes? –preguntó al verlos.

 

-Venimos para que nos cuentes que tal lo pasaste el sábado. –dijo Noma.

 

-Chicos ahora no puedo… -Hanamichi se atravesó en mitad del hueco para impedirles entrar- Os lo digo en serio no es un buen momento.

 

-¿Qué mejor ocasión que esta? –preguntó Okus.

 

-Son las diez de la noche, estoy cansado, mañana todos debemos madrugar, no os parecen suficientes razones. –dijo intentando mostrarse calmado.

 

-Esta mañana desapareciste durante los descansos –dijo Yohei- Te buscamos, ¿por donde andabas?

 

-Por ahí.

 

-Esa no es una respuesta convincente –murmuró Yohei- Somos tus amigos cuéntanos don… -se interrumpió al ver aparecer por detrás de Hanamichi a la persona más inesperada. ¡Rukawa Kaede! ¿Qué hacia allí? Y a medio vestir.

 

Sus amigos quedan en shock cuando ven como unas manos se atraviesan por detrás de Hanamichi y rodean su cintura y una cabeza morena asoma por encima de su hombro.

 

-¿Vas a tardar mucho? –ronronea acariciando su pecho.

 

Perplejos dan un paso atrás. Como si estuvieran viendo un monstruo con cinco cabezas, se frotan los ojos incapaces de creer lo que tienen delante, Rukawa abrazando a Hanamichi y este con una sonrisa les dice:

 

-Somos novios.

 

Yohei escucha esa declaración con dolor, todo este tiempo que ha sido su amigo nunca llego a sospechar que llegara una situación así, ocultó sus sentimientos y ahora ya es tarde para hablar. Lo ha perdido por faltarle valor para confesarle lo que sentía por él. Si lo hubiera echo tal vez… quien sabe.

 

Kaede recompensa a su pelirrojo con un beso en el cuello, luego mira fríamente hacia los cuatro amigos que comprenden que allí sobran y apresuradamente se despiden.

 

-¿Dónde quedamos? –pregunta melosamente.

 

-En que iba a ponerte crema –ríe al ver su mirada de cachorrillo perdido, los dos saben que la oportunidad ha pasado. Esa molesta interrupción ha cambiado sus planes.

 

Hana procede a extender la crema por sus hematomas y luego, se acuesta a su lado, le rodea con sus brazos encimándolo sobre él.

 

-Duerme, yo seré tu colchón –murmura al sentir como se acomoda en su pecho, le rodea con sus brazos para que no se deslice.

 

En segundos, Hanamichi siente la suave y rítmica respiración de Kaede, acaricia su mejilla, besa la punta de su cabeza y también se entrega al sueño.

 

 

 

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La claridad del nuevo día despertó a Hanamichi, sonrió al sentir que Kaede seguía durmiendo sobre él. El calor de su pecho junto al suyo, sus piernas enredadas, su cabello haciéndole cosquillas en su mejilla. Era perfecto. Movió apenas la cabeza para ver la hora, tenían tiempo suficiente para prepararse e ir a la escuela.

 

No quería arriesgarse a recibir un golpe si le despertaba abruptamente, así que echó hacia atrás su cabeza y le beso, a medida que profundizaba empezó a sentir la respuesta de Kaede, hasta que abrió los ojos y le miró.

 

-Buenos días, Kaede. Tenemos que levantarnos.

 

-Mi uniforme debe estar todo arrugado –se lamento Kaede.

 

-Tengo otro guardado para las emergencias. Seguro que te ira bien. –Ofreció Hanamichi- ¿Cómo te sientes? –preguntó al mismo tiempo que la palma de su mano se deslizaba a lo largo de su espalda.

 

-Mucho mejor, tus cuidados me han ayudado a recuperarme más rápido. –se giró para caer en el lecho y dejarle libre.

 

-Voy a preparar el desayuno –se incorporó, tirado sobre una silla estaba su yukata. Abrió una de las puertas su ropero y sacó de su percha el uniforme del colegio. Estaba protegido con un plástico- Aquí lo tienes. –lo dejo sobre la cama.

 

Kaede le siguió con la mirada, luego se levantó y se metió en el baño para ducharse. Media hora después se reúne con él en la cocina, continua él con la tarea, entretanto Hanamichi va a asearse. Desayunan de prisa porque empieza a hacérseles tarde. Además tienen que pasar por piso de Kaede a recoger su bolso.

 

Hanamichi pedalea rápido entretanto Kaede duerme apoyado en su espalda. Al llegar al piso, toma la llave de su bolsillo y lo deja apoyado en la pared para que no se caiga. Entra en la casa, recoge el bolso tras comprobar que lleva lo necesario y vuelve a salir. Se monta en la bici, acomoda a Kaede contra su espalda y nuevamente reemprende la marcha.

 

Cinco minutos antes de la llamada a clases, Hanamichi llega a la escuela ante el asombro de los estudiantes que conocen su enemistad con Rukawa.

 

Sabe que no le puede despertar con un beso, así que le sacude con fuerza y como era de esperar su Kitsune despertó con muy mal genio. Afortunadamente, estuvo ágil y esquivo el golpe.

 

-¡Kitsune desagradecido! –le grita dándose media vuelta y dejándole solo.

 

Kaede recoge su bolso, pone la cadena de seguridad a su bici y emprende la marcha hacia su salón preguntándose que le ha hecho a su Do´aho que parecía tan enojado. Camina distraído, cuando lo toman del brazo y lo meten de un tirón en los servicios.

 

Ve la cabellera rojiza y bajo el puño cerrado.

 

-¿Estas enojado conmigo? –aún se sentía perplejo.

 

-Nunca lo he estado, Kitsune. Solo que no podía despertarte con un beso. –Sonrió al decirlo- Ahora estamos solos.

 

Se besaron.

 

-Nos vemos después en la terraza y no te duermas en clase –le recomendó Hanamichi.

 

-Por ti, lo intentaré.

 

Esa mañana su profesor quedo gratamente sorprendido cuando el conflictivo Rukawa se mantuvo atento a sus explicaciones, también sus compañeros le miraban como si de pronto le hubieran crecido cuernos.

 

Al llegar el primer receso, Hanamichi se apresuró a subir a la terraza, allí encontró a Kaede esperándole, bueno, era una forma de decirlo porque se sentó con la espalda en la pared quedándose dormido. Hanamichi se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro disfrutando de su contacto y cerró los ojos.

 

Yohei que buscaba a su amigo, como último recurso subió a la terraza y se los encontró juntos y dormidos. Aún no me explico como es posible que Hanamichi se pusiera de novio con ese antisocial. Es una persona fría..., él no puede hacerle feliz.

 

-Te equivocas, no es frío, es calido, muy calido, simpático, amable, y por encima de todo me ama y su felicidad es la mía, tarde en comprenderlo y más en aceptarlo, Kaede es el único hombre que me interesa y no voy a dejarlo porque a mis amigos les parezca mal que ame a otro hombre. –Hanamichi que había despertado al escucharle hablar se levantó y lo miró de frente.

 

Yohei se sobresalto al darse cuenta que estaba pensando en voz alta y más le dolieron las duras palabras que le dirigía, porque comprendía que nunca tuvo ninguna oportunidad con él.

 

-Estas disgustado conmigo y lo comprendo, pero no ataques a Kaede, él no te hizo nada. –añadió dolido Hanamichi.

 

-Lo siento, Hana, no quiero pelear contigo, somos amigos, si tu le quieres, lo acepto y los muchachos también, ya lo hemos hablado.

 

Hanamichi asintió con la cabeza.

 

-Os dejo. ¿Nos veremos en Danny’s?

 

-Aun no puedo. Todavía estoy pagando la ropa que compre.

 

-Si lo necesitas, te presto lo que te falta. –ofreció generoso.

 

-No, te lo agradezco, pero ¿sabes? Es un buen hombre, y realmente me lo ha regalado, porque no necesita mi ayuda, solo le hago compañía, charlamos, voy a hacerle algunas compras, dulces y cosas así, me ofrece té y me como todo lo que compre –rió al mencionarlo- nada cansador. Quede en estar con él dos horas durante tres meses y lo cumpliré.

 

-¿Acaso no tiene familia?

 

-Creo recordar que me menciono algo sobre un nieto. –esa era una historia que no le incumbía a él divulgar.

 

-Te llamaré por la noche, ¿estarás en tu casa?

 

-No lo se, depende de Kaede.

 

-Llama tú entonces.

 

-Lo haré.

 

-Hanamichi, has faltado a todas las clases. –le aviso Yohei desde las escaleras, marchándose definitivamente, al volverse, vió que Kaede estaba despierto.

 

-Siento haberte despertado hablando con él.

 

-No me despertaste por hablar, sino cuando deje de sentir tu calor –le paso las manos por la cintura, entrelazándolas en su espalda- Así que no soy frío, soy calido, muy calido, simpático y amable –repitió sus propias palabras- nunca antes me dijeron tantos piropos juntos.

 

-Sería porque no conociste a alguien como yo –dijo presuntuoso.

 

-Eso es cierto, eres único. –acarició su mejilla con la punta de la nariz. Se apartó para mirarlo a los ojos- Hanamichi...

 

-Dime…

 

-Llegaremos tarde al entrenamiento –rió al ver la cara que puso el pelirrojo al oírle.

 

Bajaron corriendo las escaleras, disputándose alegremente a ver quien llegaba primero al vestuario. Riendo se cambiaron y solo entonces intentaron recuperar el aliento.

 

-Si solo yo te gustaba, –preguntó curioso volviendo a la conversación anterior- ¿Por qué fuiste a Pandemonium?

 

-Bueno, quise comprobar que efectivamente era…

 

-¿Gay?

 

-Si.

 

-¿Te ibas a entregar al primero que se te ofreciera? –ahora era él quien se sentía lastimado.

 

-No lo se, creo que no… -se llevo la mano a la cabeza confuso.

 

-Afortunadamente, estaba yo cerca. Tuve que apartar de tu lado un par de moscones –rió al recordarlo.

 

-¿Lo hiciste? –preguntó encantado al verle reír. Su rostro resplandecía y sus ojos brillaban como el mar en calma.

 

-Si, no iba a permitir que nadie te tocará. Eres mío y yo soy tuyo. Nos pertenecemos –se acercó a él y la abrazo estrechándole contra su pecho, sintiendo el calor que emanaba de él a través de la fina camiseta que usaba para entrenar.

 

-Si… soy tuyo, Kitsune bonito –murmuró Hanamichi, muy cerca de su boca, sus alientos se confundían y sus labios estaban a escasos centímetros cuando un grito les sobresalto.

 

Al grito de Ayako, creyendo que corría algún peligro se precipitaron todos los jugadores al vestuario llevándosela por delante y empujándola contra las taquillas.

 

-¡Brutos! –Ayako se masajeó el costado dolorida.

 

-¿Qué ocurre? –gruño Akagi, se quedo sin palabras al ver lo mismo que Ayako y todos los demás.

 

Hanamichi retenía entre sus brazos a un ruborizado Rukawa que con la cabeza apoyada en el pecho del pelirrojo rehuía la mirada de todos.

 

-¿Qué miráis? –Bufó contrariado- ¿Es que ni siquiera aquí puedo besar a mi novio?

 

-¡¡¡¡¡¡¡Noviooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!! –dijeron todos a una.

 

-Si, somos novios.

 

Kaede levantó la mirada y fijándola en su novio, que en menos de veinticuatro horas volvía a declarar ante testigos que eran pareja, sus ojos brillaron orgullosos y se volvió para enfrentarse a quien fuera necesario. Nadie parecía querer hacerlo.

 

Akagi fue el primero en recuperarse de la impresión.

 

-Todos fuera, dejemos solos a la parejita. –les miró- Cinco minutos, después os quiero ver en la cancha.

 

-Si, capitán –dijo Hanamichi.

 

Akagi se volvió sorprendido, más Hanamichi ya no le prestaba atención, estaba aprovechando los cinco minutos del permiso y Rukawa colaboraba sin  quejarse. Todo estaba bien.

 

 

 

FIN

 

4 de septiembre de 2003

Paz

Notas finales:

Como podéis ver es un fic bastante viejito. Lo revise hace unos días espero que no se me haya escapado ningún gazapo.


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