Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

ADIÓS DULCINEA por OTORY_KAEDE

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola a todos!!!

Soy OTORYKAEDE, debido a la irritante persistencia -casi un año- por no poder acceder a mi cuenta, me he visto obligada a abrir otra nueva. Lo aclaro por eso del plagio. Besotes...

 

OTO

Notas del capitulo:

Este fic está basado en la canción del mismo título del grupo Mägo de Oz, y es mi pequeña aportación para festejar el cumpleaños del Fénix. Espero que os guste.

ADIÓS DULCINEA

 

 

Ha transcurrido casi una eternidad desde mi última visita a la Mansión. Los tres últimos años los he pasado lejos de mi otouto y de mis amigos. De aquellos que me aman, y a los que amo... Lejos de él...

 

 

He decidido escribirte,

Después de tanto llorar,

Mis lágrimas son hoy estos versos que,

Tu ausencia nunca podrá borrar

 

 

Continué manteniendo el contacto, naturalmente. A penas unas escuetas cartas, y unas pocas llamadas. Lo suficiente como para que supieran que aún continuaba con vida... pero sin dar muchas pistas de cuál era mi paradero. Yo soy así, tan poco dado a la comunicación con cualquier otro ser humano, como una ostra en la cara oculta de la luna; además de testarudo, imbécil y un poco cabrón, para qué voy a negarlo; todo, en el mismo paquete. ¡Qué le voy a hacer! Como he dicho antes, yo, soy así... Sin embargo, él me aceptaba y... me amaba.

 

 

Me voy como vine a tu vida,

Sin hacer ruido me despido, me voy,

Pero me cuesta tanto olvidarte mi amor

Me cuesta tanto decirte adiós!!!

 

 

Quizás ese fuera el problema, entre otros muchos -me imagino-, por lo que, lo nuestro, no pudo ser: mi natural incapacidad para expresar cualquier tipo de sentimiento.

 

La carga que arrastraba, desde mi infancia, era ya demasiado pesada, demasiado oscura como para compartirla con alguien como él: tan puro, tan luminoso, tan... amado. El temor a arrastrarle a un mundo plagado de tinieblas, me impedía entregarme como verdaderamente anhelaba, alejándome de él...

 

La elección, por muy dolorosa que fuera, no obstante, resultaba fácil de tomar: sacrificaría mi amor, antes de verle caer. Sin embargo, no me resultó tan sencillo como, ingenuamente, había imaginado. Y es que, en el breve tiempo en que estuvimos juntos, la huella que dejó en mí... en mi corazón... en mi alma, fue tan profunda e indeleble que, aun cuando nos separen miles y miles de kilómetros, aún creo sentirle cerca, tan cerca, como si pudiera estirar mi trémula mano y acariciar su bello rostro, entre las sombras que me rodean...

 

Recuerdo sus apasionadas y lentas caricias, esas que dibujaba con tan solo una mirada de sus intensas y frías orbes, pero que, no obstante, me quemaban como jamás el más intenso de los fuegos hubiera podido hacerlo... Sus besos, tan profundos y húmedos, me hacían hervir la sangre, como la lava de un volcán a punto de entrar en erupción... Sus manos, esas que golpeaban con brutalidad a sus enemigos, adoraban mi cuerpo con total veneración... Mientras que su entrega, resultaba tan pura y generosa, como la primera vez que le tuve entre mis brazos...

 

¡Dioses! Cuán difícil es olvidarte...

 

 

Hoy he vuelto a entender que

Jamás volverán, aquellos paseos

De vuelta al hotel

En que tú me empujabas para no perder,

Ni un solo instante en hacer el amor...

 

 

Pero, por mucho que lo deseara -y rezara por ello-, la realidad continuaba siendo aquella maldita harpía de antaño, cuya cruel indiferencia echó por tierra todos nuestros planes de futuro... de un futuro juntos.

 

Si me hubiera quedado más tiempo a su lado, tan solo hubiera servido para ocasionarle más dolor y sufrimiento del que le pude haber provocado cuando, como era mi costumbre, me marché. Huí... de nuevo, como el vil cobarde que soy; como siempre hacía... cuando alguien lograba superar mis férreas defensas, y conseguía acercarse, peligrosamente, y más de lo debido, amenazando con dejar al descubierto un corazón profundamente herido...

 

 

Dejaré de verte crecer

Me marcho a vivir donde habita el olvido,

Intentaré buscar otro camino, otro amor...

 

 

Te lo aseguro, un día, me lo agradecerás. Preferirás estar lejos de mí, cuanto más lejos... mejor. Pues he aprendido, a lo largo de todos estos años, que mi sola presencia es como un extraño virus, como una enfermedad que infecta y contamina todo cuanto toca, destruyendo todo a su paso... Exterminando cualquier rastro de luz e inocencia, la misma que, un día, me arrebataron a mí...

 

Esmeralda...Tú, dulce niña, más que nadie supiste -aún cuando fue ya demasiado tarde- lo cuan peligroso que resultó, el estar cerca de mí...

 

Y tú, mi amor, tarde o temprano, también llegarías a saberlo, de la peor forma posible...

 

Lo siento, lo siento tanto... Perdóname, perdóname...

 

 

Cada vez que intento perder el miedo a caer,

Me tropiezo en mí mismo

Y dejo escapar a quien me ha querido,

Y me quedo sin luz...

 

 

Es mi Destino, lo sé. Pero, aún así... duele; tanto, que a veces siento como se me desgarran las entrañas, el alma, el corazón... Quizás, el ser el portador de una Armadura tan peculiar como la del Ave Fénix, represente precisamente eso: el tener que morir -un poco más- a cada nuevo día.

 

 

El suelo de mi vida se viste,

Se abriga con hojas de un adiós,

Mi destino es amar y despedirme pedir,

Permiso para vivir...

 

 

Pero, mi amor, créeme cuando te digo que, el dejarte, el abandonarte fue lo más doloroso a lo que me he tenido que enfrentar en toda mi vida... infinitamente más que mi larga y cruel estadía en la isla de la Reina Muerte, o que las incesantes guerras a las que nos hemos enfrentado.

 

 

Te dejaste olvidados en cada rincón,

De mi alma trocitos de tu corazón,

Te dejaste olvidado en mi alma tu olor,

Dormía abrazado a una flor...

 

 

Sin embargo, ni la distancia ni el tiempo transcurrido, han conseguido que mi amor por ti vacilara o decayera en lo más mínimo. Si no que, por el contrario, se ha fortalecido y afianzado hasta límites insospechados, día a día... noche tras noche, en las que tú aparecías y me abrazabas, impidiendo así que el frío olvido te llevara. Y es que, dejaste tu impronta tan profundamente grabada en mí, que jamás nadie podrá borrarla... ¡Nadie!

 

 

Dejaré de verte crecer

Me marcho a vivir donde habita el olvido,

Intentaré buscar otro camino, otro amor...

 

 

Hoy sé, que el error más grave que he cometido en mi vida, ha sido el alejarme de ti...

 

 

Y no sé si me perderé, o me encontraré,

Me siento tan solo...

Pero a mi infierno iré,

En busca de todo lo que no te di...

 

 

He tomado una decisión. No sé si será la acertada, o no. De lo único de lo que estoy completamente seguro, es de que pienso LUCHAR, como antaño, como siempre debí hacerlo: lucharé por ti, por mí... por nosotros.

 

Fui un imbécil al alejarme de ti, aún haciéndolo con buena intención. Pero hoy he llegado a comprender la más grande de las verdades: que mi vida, eres tú. Que te necesito, mi amor...

 

 

Hoy he vuelto a entender que,

Jamás volverás a acariciarme,

Antes de dormir

Y pegado a mi pecho, me pides que

Te abrace y no te deje ir...

 

 

¿En qué debería de estar pensando al renunciar a ti...? Es ahora cuando, estúpido de mí, he aceptado que, tan solo tu lejanía, representa la más vil de las muertes para mí. El no poder ver tu bello rostro, ni reflejarme en tus profundos lagos, tan helados, tan serenos... tan repletos de un amor que, seguro, no merezco.

 

 

Dejaré de verte crecer,

Me tengo que ir y encontrar mi camino

Y nunca olvidaré lo que me has querido, amor...

 

 

El Destino que un día nos separó, hoy, tal vez, nos vuelva a unir... ¿Me aceptarás...? ¿Permitirás que forme parte de tu vida, esta vez, para siempre...?

 

 

Dejaré de verte crecer

Me marcho a vivir, donde habita el olvido

Intentaré buscar otro camino, otro amor...

 

 

Los rojizos muros de la Mansión Kido me reciben ahora, como en el pasado, llenos de silencio y de oscuridad. A penas se divisa algo de luz, a través de los amplios ventanales que se abren, como ojos acechantes, al enorme jardín, sumido en la más profunda quietud...

 

Me hallo frente a la puerta principal... sin atreverme a oprimir el timbre. Ardo en deseos de veros... de verte. Tengo miedo, no puedo negarlo. Demasiado miedo como para enfrentarme a un rechazo que no estoy seguro de poder soportar; aunque no por ello, menos merecido.

 

Mis dudas se acrecientan.

 

Necesito verte una vez más, tan solo una... aunque sea dese la distancia.

 

La seguridad y el aplomo que me han hecho regresar a ti, se desvanecen tan rápidamente como los jirones de niebla al alba... al verte, junto a mi familia, a través de las puertas acristaladas que comunican el comedor con el jardín.

 

 

Cada vez que intento perder el miedo a caer

Me tropiezo en mí mismo...

Y dejo escapar a quien me ha querido,

Y me quedo sin luz...

 

 

 

Me acerco con sigilo, escondiéndome tras el grueso tronco de un árbol cercano, guarecido entre las sombras, entre las que siempre habito, para poder observaros sin miedo a ser descubierto. Os veo bien; alegres y risueños... felices.

 

Tú estás de espaldas a mí, charlando con Saori y mi otouto mientras, la lagartija y el burro, corretean alrededor de una mesa primorosamente preparada, en espera de la cena. Jamás pensé que semejante escena pudiera provocar en mí la tonta sonrisa que ahora adorna mis labios. Sin embargo, nada comparado con la marejada de sentimientos que bullen en mi pecho: añoranza, cariño, orgullo...

 

Os contemplo absorto, con la mirada empañada por las lágrimas del más profundo de los arrepentimientos. ¿Por qué... por qué he perdido el tiempo de esta manera...? ¿Qué derecho tengo a irrumpir de nuevo en vuestras vidas...?

 

Cierro los ojos con fuerza, mientras mi rostro se aparta marcado por el dolor, al comprender la verdad oculta tras la quimera que yo mismo había creado. Al veros así, tan contentos, tan ajenos a todo, he comprendido que, aún sin yo proponérmelo, he terminado por convertirme en un desconocido para todos vosotros. Y es que, quizás, y muy en el fondo, sea así como en realidad siempre me he sentido: como un extraño que venga a perturbar la paz de otros.

 

Mi sitio hace tiempo que ya no está a vuestro lado... a tu lado. Tan solo necesito saber que estáis bien... que estaréis bien...

 

Agacho la cabeza, para volverla a levantar con una resolución pintada en mi rostro. Comienzo a andar... en dirección contraria a la que tú estás, echando una última mirada sobre mi hombro, como despedida.

 

Con un último pensamiento hacia vosotros, mi familia, mi amor, me encamino hacia un nuevo Destino, hacia una nueva vida...

 

 

Adiós mi vida, me voy

Te dejo marchar,

Viviré en tus recuerdos...

Jamás te olvidaré...

Adiós Dulcinea, me voy...

 

 

El susurro de mi nombre arrastrado por la brisa de aquella calurosa noche, detiene momentáneamente mi avance...

 

- ¿Ikki...? ¿Eres tú...?

 

La emoción impregnada en aquella dulce voz, tan conocida, como amada, me atraviesa el corazón.

 

- Espera... por favor...

 

No puedo vacilar... No debo... He de irme.

 

- Ikki...

 

El llanto es palpable en su voz. No puedo... no puedo dejarle así...

 

Me giro, lentamente, esperando ver, en lo profundo de aquellos bellos lagos siberianos, el reproche, el odio... tal vez, el olvido, de lo que una vez fuimos.

 

 

Y si nos volvemos a ver, solo abrázame...

 

 

Nada de eso ocurre. A penas si me ha dado tiempo a recibirte entre mis brazos, cuando te has abalanzado sobre mí...

 

 

Sigo siendo aquel niño

Con miedo a madurar...

 

 

- Ikki, mi amor... -exclamas entre sollozos-.

 

- Hyo... Hyoga...

 

Tu nombre se atora en mi garganta, junto con las lágrimas que mis ojos se niegan a dejar en libertad...

 

- Mi amor... Has... has vuelto...

-me sonríes-.

 

- Hyoga... yo... no...

 

- Shhhh...

 

Me haces callar, silenciando mis palabras con tus dulces labios posados sobre los míos. ¡Oh Dioses! No sabes el daño que me haces...

 

El sabor salado de tus lágrimas se entremezcla con la dulzura de tu boca, la cual, no he podido rechazar... No he querido rechazar.

 

Mis brazos te rodean con fuerza, con amor, con el miedo a perderte que late en mi corazón...

 

- Perdóname...

 

Es lo único que atino a decirte, cuando nuestras lágrimas han formado un solo rio...

 

 

Duermo pegado a tu foto, mi amor...

Adiós Dulcinea, mi amor!!!

 

 

- Perdóname, mi amor... Perdóname... Perdóname... Perdóname...

 

Te repito, una y mil veces, arrodillados ambos sobre la mullida hierba, uno frente al otro, corazón contra corazón...

 

- Sabía que volverías... -me sonríes una vez más, con tus labios, con tus ojos brillantes por las lágrimas derramadas, las cuales son ahora de felicidad compartida-. Cuando estuvieras preparado...

 

- Me conoces más de lo que me conozco a mí mismo -le sonrío a mi vez, acariciando sus cabellos, su espalda, atrayéndole una vez más hacia mis labios hambrientos-.

 

- No lo dudes jamás...

 

Compartimos un nuevo beso, uno que, aún marcado por la más agónica de las pasiones, no deja de ser la más tierna de las caricias...

 

Jadeante, con los labios hinchados y el rostro arrebolado, me regala una de sus más bellas y pícaras sonrisas, para decir:

 

- Por cierto, Feliz Cumpleaños, pollo...

 

El genuino asombro que, sin duda, adorna mi rostro, le hace reír a carcajadas.

 

- ¿Te has... acordado?

 

El asiente con la cabeza y, haciendo un gesto hacia el resto de nuestra familia, la cual nos observa desde el interior, con la felicidad bañando sus rostros, añade.

 

- Te estábamos esperando... como cada año por estas fechas.

 

No sé qué decir. La ternura que se esconde tras esas pocas palabras me han dejado mudo.

 

- Pe-pero... ¿cómo...? -tartamudeo como un idiota-.

 

- Supongo que será cosa del Destino -susurra obsequiándome con un casto beso en los labios-.

 

-  Será eso... -musito cerca de su oído, advirtiendo el leve estremecimiento de su cuerpo entre mis brazos-.

 

- Espero que no te molestes si no tienes regalos...

 

- ¿Bromeas...? Tú eres mi mejor regalo.

 

Nos fundimos en un tierno beso, antes de que los demás se reúnan con nosotros. Los abrazos y las felicitaciones se suceden en un reencuentro largamente esperado... por ambas partes, para qué negarlo. Las explicaciones quedarán aplazadas para el día después. Ya habrá tiempo para ello. Ahora, lo más importante, se halla recostado contra mi pecho, abrazado a mi cuerpo... como si estos años no hubieran existido. Como si mi ausencia hubiera durado tan solo unas pocas horas... unos días, a lo sumo.

 

La oscuridad nos envuelve, en la privacidad de mi dormitorio; ése que han mantenido intacto desde mi marcha.

 

La clara luz de la luna llena acaricia nuestros cuerpos, completamente desnudos, ansiosos por reconocerse mutuamente... Selene se ha convertido así, en el único testigo de nuestra entrega; espero que la hermana de Helios no sea excesivamente recatada, pues lo que tengo pensado para mi amado pato... no es apto para sensibilidades virginales.

 

No pierdo el tiempo en semejantes trivialidades, bastante lo he perdido ya a lo largo de estos últimos años. Sin embargo, y ante mi sorpresa, no soy yo quien da comienzo a esta noche mágica, cargada de amor, deseo y placer...

 

Hyoga se me acerca, lenta y sensualmente, con sus bellas orbes fijas en mí, recorriendo mi cuerpo con tanta intensidad y... lujuria, que mi miembro, ya despierto hace rato, se yergue imponente, estremeciéndose en anticipación de lo que habrá de venir...

 

Sus labios se apoderan de los míos, sin ningún tipo de temor o vacilación. Sus brazos me rodean, abrazándome con fuerza y calidez y, entre beso y beso, entre caricia y caricia, me susurra con más amor, del que jamás antes le había oído expresarse:

 

- Bienvenido a casa, mi amor...

 

A partir de ese momento, todo me parece irreal, casi etéreo, como extraído de un sueño perdido largo tiempo entre las insondables brumas de la inconsciencia...

 

Nuestras almas se reconocen, se encuentran y se entrelazan, en perfecta comunión, por mediación de nuestros cuerpos, ya unidos. El sudor perla nuestras pieles, resiguiendo antiguos caminos, antaño dibujados por el fuego de una pasión inextinguible... eterna.

 

La culminación arriba en pocos segundos, sacudiendo nuestros respectivos corazones con fuerza, elevándonos hacia las más altas cotas del placer; llevándose, con mi último jadeo, con mi postrer beso, todos los pecados cometidos, redimiendo y purificando mi alma, envolviéndola, al fin, en el suave manto de la paz y el sosiego, tan largo tiempo anhelados...

 

Lo abrazo con más fuerza, recostando su húmeda cabeza en mi torso, concediéndole el arrullo de los fuertes latidos de mi corazón, el cual, le hace una confesión que mis labios ratifican.

 

- Te amo, patito...

 

El silencio se alarga por varios segundos, que a mí me parecen eternos.

 

- ¿Cuánto tiempo te quedarás...? -inquiere bajito, expectante ante mi respuesta-.

 

Coloco un dedo bajo su barbilla y le obligo a elevar su clara y serena mirada. Me sumerjo en ella, como lo haría en un estanque de frías y cristalinas aguas.

 

- No pensaba marcharme... Ya no.

 

Y esbozando una de mis consabidas y canallescas sonrisas de medio lado, añado:

 

- A menos que nos vayamos de vacaciones... juntos, patito.

 

Tomo sus labios en un beso largo y profundo. La única respuesta que le permito, tras mi declaración, se traduce en una larga y excitante sucesión de gemidos...

 

Le cubro con mi cuerpo dando inicio, una vez más, y hasta que Eos sustituya a una sonrojada Selene en su tránsito por el firmamento, a una nueva entrega, más apasionada, más dulce... una de tantas que se sucederán de hoy en adelante... hasta lo que me quede de vida.

 

 

-.-Fin-.-

 

 

Notas:

 

Es obvio, que nuestro amado Cisne no es, ni de lejos, una joven dama. Sin embargo, me he permitido la licencia de tomar esta canción de Mägo de Oz pues creo que, la idealización que Don Quijote experimenta por su señora Doña Dulcinea, es idéntica a la que el Fénix siente por Hyoga. Espero que os haya gustado el fic.

Besotes.

Notas finales:

Bueno, espero que os haya gustado y, hasta la próxima.

Besotes...

OTO


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).