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Rosas y Espinas por Paz

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Rosas y Espinas

 

Basado en Slam Dunk

 

By Paz

 

Capítulo V: Enfrentando el pasado

 

 

 

Hanamichi y Kaede se incorporaron a sus entrenamientos al equipo con ánimos renovados, fue para ellos una sorpresa saber que su primer partido iba a ser de exhibición.

 

-¿Con quien vamos a enfrentarnos, entrenador? –preguntó Hanamichi.

 

-Contra los Knicks de Nueva York, he oído que han contratado a un nuevo jugador y muy bueno por cierto.

 

-No importa lo bueno que sea, nadie puede contra nosotros –comentó con una amplia sonrisa de satisfacción anticipada.

 

Finalmente llego el día del partido, en los vestuarios la moral de los jugadores estaba en alza, sobre todo porque cierto joven no cesaba de alardear lo extraordinario que era en la cancha y que nadie podía ganarle excepto una persona y al decirlo miraba a su Kitsune, reconociendo su valía. Atrás quedaba la rivalidad entre ellos.

 

-Fuera todos y a ganar, el otro equipo ya os espera en la cancha –les aviso, tras las últimas recomendaciones de rigor del entrenador.

 

El público les ovacionó cuando traspasaron la puerta del recinto y fueron a ocupar su sitio a la derecha de la duela.

 

-¿Qué pasa, Kitsune? –pregunto Hanamichi al chocar contra su espalda, pues se detuvo inesperadamente. Al no recibir respuesta, miró por encima de su hombro y siguió la dirección de su mirada, un sentimiento de rabia y furia llenó su corazón al ver lo mismo que Kaede, quien era el nuevo jugador de los Knicks, frente a sus ojos, junto al resto de sus compañeros, destacaba un joven con el cabello en punta. Sendoh Akira, la persona menos deseada de ver, la que tanto daño le hizo y que él intentaba olvidar. ¿Por qué aparecía allí? ¿Qué buscaba? Debía saber que él estaban allí, porque no se comprendía su presencia en América, ¿acaso pretendía atormentarlo otra vez? Creyéndole a miles de kilómetros de distancia sentía que sus malos recuerdos quedaban olvidados, más ahora al verle regresaron en tropel a su mente, se vió de nuevo perdido entre incertidumbres y pesares.

 

-Vamos muchachos, ¿que esperáis? –les interrogó el entrenador al verlos entorpeciendo la salida del resto de los muchachos, se fijo que ambos parecían estar contemplando a un ser de otro planeta. Siguió sus miradas- Ya le habéis visto. He oído por ahí que es muy bueno.

 

-Quiero marcarle –dijo Kaede cuando Hanamichi se alejó hacia el banquillo.

 

El entrenador le miró, la gélida mirada del jugador le llevó a asentir, la firmeza de sus palabras, la determinación que veía en su mirada le hizo comprender que tras aquellas dos palabras se escondía mucho más de lo que el jugador estaba dispuesto a revelar con su actitud.

 

-Muy bien. Tú marcaras a…. –miró la lista para ver el nombre.

 

-Sendoh…. –silabeó el nombre entre dientes.

 

-Eso es. ¿Le conoces? –su mirada regreso a su Rukawa, no obtuvo respuesta porque el muchacho se dirigía hacia Hanamichi- ¿Quién los entiende?

 

El joven fue a sentarse un rato para tranquilizarse. Si deseaba ganar tenía que estar sereno, toda su concentración debía estar en el juego. Iba a demostrarle a ese Puercoespín que iba a ganarle, esta vez le demostraría que era el mejor a pesar de sus propósitos de alejarle del basquetball, porque por encima de todo él era un basquetbolista.

 

-¿Cómo te sientes? –preguntó sentándose a su lado y pasándole el brazo por los hombros en un gesto poco común cuando estaban de cara al público, no solía manifestar sus emociones cuando estaban ante tanta gente, menos aún ante un estadio lleno de espectadores, sus propios compañeros le miraban extrañados, ni decir tiene que desde su oficina el jefe máximo seguía con atención los movimientos de los dos jugadores, Kaede era consciente que cientos de ojos estaban fijos en ellos, más no le importó, lo único que tenía interés para él, era su Do’aho, que entonces le miraba con ojos atormentados.

 

-Vamos a ganar. –dijo Hanamichi, alzando su mirada sin verle realmente, su pensamiento estaba muy lejos.

 

-Si, Hanamichi, vamos a ganar –sabía que no hablaba del partido. La eterna lucha con Sendoh iba a llevarse a cabo esa tarde y finalmente la rivalidad entre ellos acabaría con la derrota de uno y él no pensaba en ser el derrocado, por Hanamichi, ya no pensaba en si mismo- Concentra tu rabia en este pensamiento “vamos a ganarle”. Tú y yo, juntos contra él, le derrotaremos, le haremos morder el polvo, nunca más levantará cabeza –hubiera continuado haciendo frases hechas, si la sonrisa de Hanamichi no asomará en sus labios y sus ojos volvieron a brillar luminosos.

 

Hanamichi le miró con amor. Él le conocía al extremo de saber como se sentía. Le sonrió agradecido, mostrándole que comprendía sus intentos de distraerle.

 

-Gracias, Kitsune. Necesitaba tu apoyo. –le pasó el brazo por encima del hombro, apoyando su frente contra la suya, ese contacto fue visto por todos, pero ellos estaban ajenos a ese detalle, sin darse por aludidos que próximos a su banca permanecían los jugadores del otro equipo y uno de ellos seguía con atención todos sus movimientos, sintiendo rabia y celos.

 

-Sabes que lo tienes incondicional. –Le dedicó una de sus raras sonrisas- Vamos, va a empezar el partido.

 

Ante la sorpresa de todos, desde el principio los jugadores de los Bulls llevaron a cabo un juego de ataque, presionando fuertemente a los Knicks. Que se vieron superados por la arrolladora fuerza de sus dos principales jugadores que no daban un momento de respiro en el juego, al mismo tiempo que el número 11, Rukawa mantenía un férreo marcaje sobre Sendoh, bloqueando todos sus tiros, robando sus balones e impidiendo que pudiera efectuar pases efectivos.

 

Su magnifico juego, la velocidad que exhibió esa tarde demostró una vez más que el título del mejor jugador del mundo le fue concedido por méritos propios.

 

Cuando la mirada azul se cruzaba con los ojos color violeta, eran como dos rayos flamígeros, Akira tenía que esforzarse por no sentirse intimidado por esos ojos amenazantes que presagiaban un vendaval y como tal Kaede se estaba comportando en la cancha, como una tormenta que arrasaba con todo a su paso.

 

Sendoh también estaba furioso, durante todo el partido no pudo concluir ninguna de sus jugadas, todas eran abortadas, por Rukawa  y Hanamichi que estaba demostrando que formaban un dueto imbatible en la duela.

 

Kaede al marcar a Sendoh dio ocasión a sus compañeros para lucirse en sus jugadas, porque el Dueto de Oro, tenía una cuenta pendiente con Sendoh y esa tarde pensaban cobrársela.

 

Cuando concluyó el partido, los jugadores se saludaron e intercambiaron camisetas, Hanamichi y Kaede ignoraron a Sendoh cuando fue claro que se acercaba con toda intención hacia Hanamichi, este se volvió hacia Rukawa dándole la espalda e ignorando el intento de saludo del jugador, Kaede le dijo algo y juntos se alejaron de la pista. Sendoh quedo indeciso unos segundos, viéndoles marchar, luego se volvió al banquillo recogió una botella de agua y se refrescó.

 

Esta acción no pasó desapercibida para una persona que desde los ventanales de su oficina estuvo viendo el partido. ¿Qué pasaba entre esos tres? Tomó el teléfono e hizo una serie de llamadas, en menos de una hora sabía lo imprescindible para comprender la actitud de sus dos jugadores.

 

Una vez que todos los jugadores estuvieron en los vestuarios el entrenador los felicito, 110-92 era un buen promedio. No les dieron ninguna oportunidad, no era importante quien ganara o perdiera, ni siquiera lo que marcaba el marcador porque se trataba de un partido de exhibición, recaudar fondos para una obra benéfica.

 

La valía de Rukawa y Sakuragi, capaces de llevar a cabo un juego de élite quedo demostrada nuevamente, los espectadores salieron de allí muy satisfechos formando grupos que comentaban las excelentes jugadas y el nivel de juego de ambos equipos, por todos jugaron muy bien.

 

 

 

 

 

 

Rukawa se quedo un rato largo bajo la ducha de agua caliente dejando que sus cansados músculos se relajaran. Sabía que solo la animadversión que sentía hacia ese Puercoespín, que se atrevió a quitarle a su Do’aho fue el factor principal de su actuación, no solo por él, sino también por el sufrimiento que ocasionó a su pelirrojo.

 

-¡Eh, Kitsune! 

 

-Ya salgo. -la voz de Hanamichi lo sacó de su abstracción.

 

-Te espero en la cancha. –en esos instantes el entrenador estaba invitándoles por parte del dueño del equipo a participar en una fiesta sorpresa para festejar el arrollador triunfo. Necesitaba silencio y allí iba a obtenerlo. Ninguno de los dos estaban con ánimos para fiestas, se irían a su casa, se darían un baño relajante y después de cenar, podían poner una película o si estaban muy cansados dormir, en ese instante lo único que necesita era tranquilidad.

 

Rukawa sentía como el alboroto de los jugadores iba cesando hasta disminuir por completo. Estaba solo pues escuchó al último retirarse. Envolviendo una toalla alrededor de su cintura, se dirigió hacia su taquilla. Abrió la puerta sacando del interior su bolso, dentro estaba su ropa, la dejo extendida sobre el banco. Estaba secándose cuando le pareció que la puerta del vestuario se abría y que volvía a cerrarse, quien entro lo hizo despacio para no llamar la atención, supuso que alguien se había asomado para comprobar si quedaba alguien, como no habló tampoco lo hizo él.

 

Rukawa se apresuró a vestirse para reunirse con Hanamichi. Un ruido imperceptible de pasos le alertaron. Al parecer su suposición era errónea, alguien había entrado y no quería hacerse notar. Hanamichi era impaciente por naturaleza, más no era de entrar en silencio al vestuario, definitivamente, aquel no era su estilo. Él lo haría anunciando su entrada dando grandes voces o protestando animadamente por su tardanza, sus labios se curvaron en una suave sonrisa. Su pelirrojo era excesivamente ruidoso y eso era algo que le daba vida a él. Su bullicio se complementaba con sus silencios.

 

Ahora los pasos estaban más próximos, acercándose por su izquierda, lo que quería decir que estaba dando un rodeo para llegar hacia donde él estaba, porque en ningún momento oculto su presencia allí. Quien fuera quería sorprenderlo por su espalda. Se volvió para enfrentarse a quien así se deslizaba por el vestuario, al mismo tiempo que cerraba su taquilla con un golpe seco. Su sorpresa fue enorme al escuchar la voz de la persona más inesperada Sendoh Akira.

 

-Hanamichi…, soy yo… -se detuvo sorprendido al verse frente a Rukawa y no con la persona que buscaba.

 

Rukawa dio un par de zancadas, acercándose amenazador a Sendoh que estaba inmovilizado por la desagradable sorpresa de ver al hombre que más detestaba porque le robó el amor de Hanamichi y esa tarde mostrarle su superioridad en la cancha, había sido derrotado tan contundentemente que la furia asomo en sus ojos, quería golpearlo, desaparecerlo, para que su pelirrojo volviera a su lado, cegado por el odio que sentía hacia Rukawa, quiso abalanzarse contra él, enfrentársele, sus reacciones fueron lentas, la gélida mirada del moreno se acercó veloz a Sendoh, que no tuvo tiempo de impresionarse por la rapidez con que se movió en su dirección Rukawa.

 

El puño de Rukawa se estrello contra su barbilla y cuando se tambaleo hacia atrás y expuso su estomago allí recibió otro puñetazo que le dobló en dos boqueando en busca de aire, sus rodillas le fallaron, otro puñetazo le alcanzó nuevamente en el rostro derribándolo definitivamente al suelo. Sendoh le miró con odio desde el suelo, un hilillo de sangre rodaba por su barbilla.

 

-¡¡Desgraciado!! Ni se te ocurra acercarte a Hanamichi, porque entonces no me conformaré con tan poco –le advirtió furioso, sacudiendo su mano por el dolor que sentía, sus nudillos aparecían despellejados por la fuerza de los golpes.

 

-Hanamichi me ama a mi –su enfermiza obsesión le hacía creer que así era, sus ojos tenían un brillo peligroso- Se siente obligado a estar a tu lado porque te teme. Él no te pertenece. Déjalo marchar. –Se atrevió a enfrentarlo.

 

Kaede dejo escapar un gruñido de incredulidad, solo en una mente retorcida y enferma cabía tales disparates.

 

-Ni a ti tampoco, soy de quien yo quiero. –murmuró una voz bien conocida por ambos.

 

Kaede se volvió a mirarlo, en el ardor de la discusión no le sintió llegar. Al parecer si se demoró más de lo debido y Hanamichi impaciente regresó a buscarle.

 

Sendoh se limitó a levantar la cabeza, Hanamichi estaba allí. Hizo un esfuerzo por incorporarse.

 

-He venido aquí por ti. Te amo… lo hice porque te amo. Vuelve conmigo. Haré lo que tú quieras, todo será diferente. He visto como me mirabas en la duela. Se que tu también sientes algo por mi.

 

-¡Eres idiota! ¿Es que no te enteras? Jamás sentí otra cosa por ti que el deseo de ganarte en el basquetball, odio lo que hiciste, jamás sentí por ti otra cosa que desprecio, porque me condenaste a cinco años de amargura y dolor. Me privaste del basquetball, ¿realmente crees que puedo sentir algo? Eres un canalla despreciable. Un iluso. –Gritó Hanamichi dando un fuerte golpe con el puño cerrado sobre una taquilla que abolló sin fijarse donde pegaba- Mi único deseo en la duela siempre fue demostrar que soy… -rectifico mirando a Kaede- que somos mejores jugadores y hoy quedo confirmado, no vales nada, eres patético, siempre fuiste basura. No vuelvas a intentar acercarte a mí, porque entonces te denunciare por secuestro. –le advirtió, su mirada giró hacia Rukawa suavizándose con el brillo del amor que sentía por su Kitsune- Te has entretenido.

 

Rukawa asintió, recogió su bolso y fue hacia él.

 

Al llegar a la altura de Hanamichi, este enlazó su cintura, atrayéndole contra su cuerpo muy íntimamente y le beso a la vista de Sendoh para hacerle ver a quien amaba realmente, este fue un mudo testigo de la apasionada caricia.

 

-Te pertenezco a ti –musitó, palabras que llegaron también a oídos de Sendoh.

 

Rukawa sonrió.

 

-Y yo a ti.

 

Salieron definitivamente.

 

Sendoh cerró los ojos desconsolado, como queriendo librarse del dolor que las duras palabras de Hanamichi calaron en su mente, aún así se quedó con la fija idea que por segunda vez perdía a Hanamichi.

 

-Hágale caso, no se acerque a ellos –dijo una voz que destilaba autoridad.

 

-¿Quién es usted? –preguntó aturdido por su presencia, al parecer allí podía entrar cualquiera sin hacerse notar.

 

-No importa quien soy. Aquí jugamos fuerte, -dos hombres que permanecían fuera de su vista aparecieron tras el viejo, eran sus guardaespaldas, evidentemente- Ese chico merece ser feliz. Manténgase alejado. Vuelva a su casa y olvídese de él.

 

-No me iré. Le amo –dijo con tozudez- Se que él también me ama, le tiene miedo, él es mío, siempre lo fue. No se atreve a dejarle por temor. Si es por miedo –Repitió fuera de si, no tenía control sobre su mente, sus pensamientos divagaban acerca de un posible encuentro- Hallaré el momento de verle cuando él no este delante, entonces podrá hablar libremente, solo entonces me dirá que me ama y nos iremos juntos. –decía convencido.

 

-Es un caso perdido. –Miró a su derecha, el hombre asintió- Es vuestro –dijo el hombre mayor, retirándose de allí sin mirar atrás.

 

Antes que Sendoh pudiera comprender sus intenciones se le echaron encima, aún dolorido por los golpes de Kaede poco pudo hacer para resistirse, en pocos minutos se vió amordazado y atado, le sacaron del edificio por una puerta trasera.

 

 

 

 

 

 

Al día siguiente Hanamichi y Kaede se enteraron por los periódicos de la desaparición de Sendoh, nunca supieron que Mr. Prentiss había enviado a un amigo a cobrarse un favor y que este se ocupó de pagárselo, ante la negativa de Sendoh a marcharse por su cuenta, le  trasladaron a una avioneta, y ante su mirada atemorizada, le pusieron una inyección quedándose dormido instantáneamente.

 

De ese modo no supo que cambiaron de transporte un par de horas después, finalmente le trasladaron a un avión de pasajeros sentado en una silla de ruedas, durante todo el viaje estuvo bajo los efectos de la droga, sin saber que seguían pinchándole antes que la dosis dejara de ser efectiva.

 

Cuando despertó se encontraba tirado en un camastro, en su tobillo izquierdo un grillete le mantenía atado a la pared. Se trataba de un campo de trabajo, en la selva tropical de Colombia, donde los obreros llevados por la fuerza allí eran tratado peor que a esclavos, supo que estaba en una plantación de caucho. Sendoh tardó muchos meses en comprender el idioma y durante ese tiempo, el único que conoció fue el del látigo que cayó sobre su espalda con excesiva rigurosidad.

 

Aquella noche, Hanamichi y Kaede ignorantes de los acontecimientos que se desencadenaron indirectamente llegaron a su casa dispuestos a relajarse y descansar.

 

-Ven que te curó tu mano –dijo Hanamichi llevándole hacia el cuarto de baño donde guardaban el botiquín.

 

-Yo curaré la tuya. –la tomó entre la suya y la levantó para mostrarle sus nudillos lacerados, la alzo a la altura de su cara, con una sonrisa maliciosa le paso la lengua por sus nudillos limpiando la sangre seca y dejándolos desinfectados con la abundante saliva que generaban sus glándulas.

 

Hanamichi dejo lo que tenía en las manos para acariciarlo por debajo de la camisa, enseguida sintió que le molestaba y se la quitó, comenzó a besarle, en el cuello, su lengua trazaba por su pecho dibujos caprichosos, sus pezones eran ricos y se entretuvo con ellos hasta que fue música celestial los gemidos y jadeos de su koi.

 

-Hanamichi… -gimió deliciosamente.

 

El pelirrojo volvió el rostro hacia el, sus labios se apoderaron de los suyos, mordisqueándolos goloso, acariciándolos entre los suyos, presionándolos con dulzura, su lengua se deleitaba en la suavidad de su koi y mientras lo besaba su mano acariciante por desplazó por su pecho húmedo y descendió por su vientre jugueteando un instante con su ombligo, metiéndole el dedo hasta topar con el final, sintiendo la sensibilidad de su piel que se estremece a su caricia, Kaede le hurta el cuerpo, entonces busca un nuevo entretenimiento, sus dedos se cierran en torno a su vibrante miembro, Kaede gimió aún más fuerte, más ahora no se aparta, estremecido por sus caricias quiere más, su boca y sus manos envían a su cerebro miles de sensaciones que luego pasan por todo su cuerpo, elevándolo por encima del placer, gime y jadea rindiéndose plenamente a su amante que le excitaba más y más, preparándole, él tampoco esta quieto, quiere que Hanamichi sienta lo mismo que él, y también le acaricia, sus manos y su lengua llevan al pelirrojo al borde del éxtasis, se excitan mutuamente con caricias y besos ardientes, acaricia sus nalgas prensándolas entre sus dedos, alcanzando su pequeña abertura, sus dedos húmedos con sus líquidos preseminales profundizando en su calido interior, Hanamichi se estremece cuando un tercer dedo se une a los otros, dolor y placer van unidos.

 

Kaede toma sus manos entre las suyas, llevándolas hacia el borde del lavabo, comprende, se apoya en él, dándole la espalda, sus besos en su espalda son húmedos, ardientes, invade lentamente su interior, procurando no lastimarlo, su pecho se recuesta en su espalda.

 

Hanamichi gira su cabeza, sus labios se unen hambrientos, deseos de sentirse, un jadeo entrecortado se estrella en la boca de su amante. Las embestidas son rápidas y enérgicas, llegando lo más profundo posible, envolviendo al pelirrojo en una maraña de encontradas sensaciones que enturbian su mente, se deja llevar por ello y cuando una de sus manos se aparta de su cadera y sus dedos masajean sus testículos siente que no podrá seguir manteniendo su ritmo, que todo su cuerpo descargará toda la pasión que acumula en su interior, finalmente se desborda en la mano que tanto placer le da, un profundo grito exhausto junto a su oído y el calor que invade sus entradas le hacen saber que él también ha terminado.

 

Se inmovilizan, respirando profundamente para recuperarse, luego Kaede le rodea con sus brazos atrayéndole contra su cuerpo. Un cosquilleo en su oreja, la lengua de Kaede lamiéndole y su voz susurrándole incitante.

 

-Vamos a la cama.

 

 

 

 

 

 

Algunas horas después.

 

-Siempre nos amaremos.

 

-Ten la seguridad que si, mientras consigas que me sienta así de bien –murmura con gesto distraído Kaede y un tono malicioso que su amante no recoge.

 

-¡Kitsune!!! Solo me quieres por el sexo –lloriquea como un niño mimado.

 

-Es un ingrediente importante en nuestra relación y también porque te amo, Do’aho –añadió serio- Te amo, Hanamichi –repitió rodeándole con sus brazos y estrechándole contra su pecho.

 

-Y yo a ti, Kitsune. Te amo, Kaede- sintió el golpeteo acelerado de su corazón en su mejilla y supo que mientras latiera así por él sabría que el amor siempre estaría presente en ellos.

 

 

 

Continúa…

Notas finales:

Autora: Opps!! Gomen nasai he vuelto a hacerlo.


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