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Rosas y Espinas por Paz

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Notas del capitulo:

Ya he incluido las advertencias del fic...en este capítulo vereis cuanto razón tengo en la primera de ellas. Tenéis que recordar que este lemon fue el primero que escribí, así que si veis algo mal... ya lo sabéis, era una novata en esas lides.

Rosas y Espinas

Basado en Slam Dunk

By Paz

Capítulo II: Espinas

 

  

La marcha de Rukawa con una beca para jugar basketball en la NBA, desanima al pelirrojo que mantiene con su pareja una relación a través del correo electrónico, cualquier suceso en su vida, es motivo para escribirle, hasta las cosas más nimias se las contaba a través del e-mail, y dos veces por mes conversaban largamente por teléfono.

 

Rukawa extraña a su novio y todas las noches le escribe largas cartas tal como prometió hacerlo, y a su vez recibe otras de Hana igual de extensas, Ru promete encontrar pronto un hogar para los dos.

 

Los meses pasan y finalmente una noche, Rukawa le comunica que ha encontrado el hogar adecuado para ellos. Sorpresivamente, Hana no contesta su e-mail, ni tampoco los siguientes, también se percata que lleva dos días sin recibir sus pequeñas notitas, tales como “hoy a salido el sol” “Ayako y Miyagi se han comprometido” “te extraño, Kitsune” “mañana haré limpieza” o la que más le gusta “te amo, te amo, te amo, te amo” y así hasta el llenar toda la pantalla.

 

Se desespera, al perder su contacto. Sabía que Hana guardaba una gran amistad con Yohei, piensa que el muchacho tiene que saber que le sucede a su Do’aho.

 

El e-mail de Yohei le deja paralizado.

 

Rukawa:

 

No se como decirte esto, pero es mejor que lo sepas cuanto antes.

 

Hana ha desparecido de Kanagawa. Le hemos buscado por todas partes, amigos y compañeros, hemos investigado en hospitales y centros de salud, nadie le ha visto, ni siquiera la policía. Creímos que la banda de Ryu tenía algo que ver, pero por una vez han sido sinceros, tampoco ellos le han visto. Si tenemos alguna noticia te la comunicare.

 

Yohei.

 

 

Rukawa mira espantado la pantalla, las letras titilan ante sus ojos, la fría noticia le deja sin aliento. Hana le ha abandonado. Sabe que Yohei apoya incondicionalmente a su amigo, en cambio a él no le tiene mucha simpatía, es un sentimiento mutuo, ya que él sentía celos del tiempo que su Do’aho pasaba con él. Decide confirmar esa noticia a través de sus compañeros de equipo.

 

Escribe el e-mail y se lo envía a Kogure. Se marcha lamentando no poder quedarse a esperar la respuesta, porque tiene entrenamiento con el equipo y no puede faltar. Durante ese tiempo esta distraído, su juego en el partido de entrenamiento es pésimo, al punto que el entrenador se sorprende que un basketbolista de su talla cometa tantos errores.

 

Cuando regresó a su apartamento su ansiedad era tan profunda, que solo deseaba ver si  tenía un e-mail, por ello se acercó a grandes zancadas a la mesa donde dejo su portátil encendido.

 

Se apresuró a sentarse y leer. El alivio que sintió al ver el aviso intermitente se desvaneció cuando comenzó a leer la misiva de Kogure.

 

 

Estimado Amigo Kaede:

 

Lamentablemente la desaparición de Hanamichi es un hecho real. Es como si la tierra se lo hubiera tragado, su amigo Yohei me aseguro que esa noche se despidió de sus amigos porque al día siguiente partía para reunirse contigo. Estuvieron de juerga hasta pasada la medianoche, el mismo le acompañó hasta dejarle muy cerca de su casa, sin embargo, como pudimos comprobar más tarde nunca llego.

 

No creo que por su mente pasaran las ideas que me has expuesto, Hana te quiere y su mayor ilusión era reunirse contigo. Aquí todos seguiremos buscándole. No pienses lo peor, si así fuera Hana no se hubiera despedido de sus amigos, ni del equipo. Su propósito era viajar al día siguiente, estaba entusiasmado con la certeza de volver a estar contigo y soñaba con vivir definitivamente en vuestro nuevo hogar, aquí siempre nos hablaba del hogar que ibais a tener. Bien sabemos el temor que tiene a viajar, pues bien, unos días antes que decía que por ti era capaz de viajar al fin del mundo, no Kaede, Hana nunca penso en abandonarte, aleja esos pensamientos de tu mente, nunca se arrepintió de estar contigo, es una persona cabal. Ten la certeza que él te ama y que algún día sabremos la causa de su desaparición.

 

Nosotros seguimos buscándole, tú no pierdas la esperanza de que vuelva a ti.

 

Seguiremos en contacto.

 

Kogure.

 

 

Aquellas palabras no animaron el corazón de Rukawa. Decidido a darle el beneficio de la duda a Hanamichi confiando en que pronto tendría noticias de suyas, Kaede espero. Deseaba fervientemente que Hanamichi se pusiera en contacto con él. Que le dijera porque se había marchado de Kanagawa, con esa esperanza pasaron los días, estos se convirtieron en semanas y estas en meses y nunca más supo del pelirrojo. El corazón de Rukawa se endureció aún más, maldijo a su Do’aho más de mil veces en su mente y finalmente decidió arrancarlo de su corazón.

 

 

 

 

 

 

Cinco años más tarde.

 

Hanamichi llego a Chicago a buscar a Kaede. Su paso por la aduana fue rápido, a la salida del aeropuerto tomó un taxi que estaba estacionado dándole la dirección del Kitsune. Allí le dijeron que no estaba, que se encontraba de viaje, estaba en período vacacional.

 

A través de uno de los directivos del club obtuvo la dirección de donde posiblemente se encontraba, una cabaña junto a un lago perdido en el interior del Estado.

 

Después de un interminable viaje en tren, descendió en la estación donde le dijeron que posiblemente estaba Rukawa. Allí contrato los servicios de un coche con chofer que le llevo hasta la bifurcación de un camino, allí la senda era estrecha y en estado salvaje.

 

-Tendrá que ir a pie, amigo. –dijo el conductor.

 

Decir que le acercó a la casa fue una forma de hablar, porque Hanamichi tuvo que caminar más de un kilómetro, primero rápido luego más despacio ante el temor de la reacción de su Kitsune, y cuando desembocó en el pequeño claro vió la cabaña de aspecto rustico y sencillo, tenía que ser allí donde se refugiaba el Kitsune. Mientras se acercaba al porche y subía los escalones intentaba animarse a si mismo.

 

Llamo un par de veces a la puerta, más nadie contesto. Dejo el bolso en el porche y dio la vuelta a la casa, allí no estaba y no se veía nadie, en la orilla del lago que se distinguía desde allí.

 

Se sentó en uno de los escalones y se llevo las manos a la cara. No supo cuanto tiempo permaneció así, cuando sintió los pasos que se acercaban corriendo, no levanto la cabeza temeroso de ver su rencor. La palabra entrecortada que salió de sus labios le galvanizó.

 

-¡Do’aho! –sus labios se quebraron al pronunciarla, al mismo tiempo que su mirada acerada se posaba incrédula en él.

 

Hanamichi olvidó el discurso que llevaba ensayado en su mente, sintió un nudo en la garganta que le dejo sin voz, su única reacción fue levantarse y abrazarlo llorando, dejando a Rukawa inmóvil, no era por la sorpresa de sentirle en sus brazos, sino por la indiferencia que su presencia le provocaba. Hana no era tonto, advirtiendo su escaso entusiasmo, por ello dejo que las lágrimas cayeran aún con mayor intensidad, mojando su camisa. Sabía que si Rukawa no se conmovía con su llanto era porque había dejado de amarle, su desconsuelo era real. Finalmente, pasados algunos minutos, lentamente Rukawa levantó sus brazos y rodeó al pelirrojo.

 

-Kitsune… -intento explicarse, sabía que era imposible hacerle comprender en ese instante sus sentimientos, además sus sollozos no le dejaba coordinar sus pensamientos- yo… yo… no quise… -se abrazó con mayor fuerza.

 

-No quisiste… ¿Qué? –preguntó huraño al cabo de un rato posando sus manos en sus brazos.

 

-Abandonarte… -pudo articular tragando sus lágrimas.

 

-Lo hiciste… -dijo friamente.

 

-No… fue Sendoh…

 

-¿Te fuiste con él? –lo apartó de un violento empujón, ahora sus ojos eran como dos puñales afilados dispuestos a traspasarlo.

 

Hanamichi trastabilló, perdió el equilibrio cayendo al suelo, desde allí vió la mirada colérica de Rukawa.

 

-¡No! –negó categórico, añadiendo bajo y avergonzado- Si, pero no fue por mi vo….

 

-¡Vete! ¡Vete! –gritó- No deseo verte nunca más, me oyes. ¡No te quiero! –le interrumpió, no deseaba escuchar sus excusas, pasó por delante de él y entró en la cabaña.

 

-¡¡¡No me iré…!!! –Gritándole también- No hasta que me escuches… ¡¡Te amo, Kitsune!! Nunca deje de amarte –sollozó al escucharle dejando salir de su corazón lo que sentía.

 

-Yo si –se escucho decir antes de cerrar la puerta y afirmarse en ella en busca de apoyo. Cerró los ojos con dolor ¿Por qué me dejaste? –Susurró una vez más para si- ¿Por qué vuelves ahora? No fue suficiente el dolor que sentí entonces que tengo que recordar todo nuevamente. Creyó haberle olvidado, ¿entonces porque su corazón latía acelerado desde el primer segundo en que le vió? Se deslizó a lo largo de la madera quedando sentado en el suelo, sus ojos estaban secos. La presencia del pelirrojo en su vida solo era inoportuna, se dijo, queriéndose convencer a si mismo de que ya no le quería, que solo formó parte de su pasado, pero no de su presente. 

 

Entretanto, Hanamichi se levantó, más no hizo intención de marcharse, sus pasos fueron hacia un árbol próximo, a la vista de la cabaña y se sentó con las piernas cruzadas. Se quedaría allí hasta que estuviera dispuesto a escucharle.

 

La curiosidad llevo a Rukawa a asomarse a la ventana y le vió allí inmóvil, con la mirada fija en la cabaña. Se hizo de noche y seguía inmutable, como una estatua. Antes de subir a su cuarto, después de apagar la luz se asomó nuevamente, la claridad de la luna llena iluminaba al Do’aho, al verle se enfureció y murmurando entre dientes maldiciones subió a su cuarto. Le costó dormirse porque él estaba en sus pensamientos. Sacudió la almohada con el puño como si ella fuera la culpable de su desvelo, finalmente el cansancio pudo más y se durmió.

 

Hana por su parte, cuando vió que la cabaña quedaba a oscuras, estiró las piernas y recostó su espalda en el tronco del árbol, a pesar de la incomodidad se durmió en segundos. Cuando llego la primera luz de la mañana, él ya estaba despierto. Vió una mano pálida alzar la cortina para mirar fuera, él estaba nuevamente sentado, con la mirada fija en la cabaña.

 

Era una lucha de voluntades.

 

Rukawa se alejó de la ventana y bajó para tomar algún alimento. Cuando salió fuera, no miró en su dirección ignorándole por completo. Como era su costumbre, comenzó a correr primero suave, después acrecentando el ritmo hasta alcanzar las siete millas que recorría todos los días para luego reemprender el regreso. Aquella mañana ganó unos minutos a su habitual marca, no quería reconocer que se sentía inquieto, porque ni el mismo comprendía las emociones que la cercana presencia de Hanamichi despertaba en él.

 

Hana le sintió regresar, escuchó sus pasos y su respiración agitada y cuando paso a su lado, como si el no estuviera allí, vió sus ropas empapadas y la transpiración en brazos y piernas.

 

Le vió detenerse unos momentos delante de los escalones del porche, agacharse para recuperar el aliento, era consciente que se excedió corriendo y estaba agotado. El temblor de sus piernas era una señal inequívoca de lo mucho que se había exigido a si mismo. Le siguió con la mirada, finalmente Kaede desapareció dentro en la cabaña.

 

Hana le imaginó duchándose para quitarse el sudor, a pesar del tiempo, percibió su olor a transpiración como estuviera a su lado, recordó los gratos momentos que pasaron juntos, cuando nada empañaba su felicidad, si alguien le hubiera dicho que la separación iba a ser tan prolongada, pensaría que estaba loco, nunca se imaginó lejos de él. Esa idea entonces estaba descartada de su mente y sin embargo sucedió.

 

Kaede se incorporaba a su nuevo equipo en la NBA, contaban con la adaptación a ese país y a esa gente, a esos nuevos compañeros, Hanamichi sabía que le iba a costar porque no era una persona abierta al trato con la gente, solo con él se mostraba su lado amable y generoso. Contaba con su promesa de hacerlo lo mejor posible, rápidamente para que la espera no fuera excesiva, también se comprometió a buscar un hogar acorde a sus necesidades, cuando lo tuviera le llamaría y se reunirían. Ese tiempo se alargó, demasiados meses, él comprendía a su Kitsune y no le importó seguir esperando, por fin un día al escribirle, le habló de la casa que había comprado, sabía que le gustaría en cuanto la viera, le describía entusiasmado cada habitación y como podían ponerla al gusto de los dos. Enamorado y feliz porque en dos semanas se reuniría con él, le mando un e-mail solo decía dos palabras  “te amo” repitiéndolas hasta el infinito expresando con ellas no solo sus sentimientos también su deseo de poder decírselas personalmente. –Sonrió al recordarlo- Nunca pudo ser, la noche anterior a su proyectado viaje tuvo el accidente. ¡¡¡¡Maldito seas mil veces Sendoh!!! Penso furioso. Si al menos su Kitsune quisiera escucharlo. Le daría más tiempo decidió.

 

Resistió durante largas horas, no dejándose vencer por el hambre o la sed. Si era necesario se dejaría morir a la vista de su Kitsune. No se iba a mover de allí. Lo único que tenía que hacer era dormir por la noche y pensar durante el día cuando su felicidad era completa, aquellos pensamientos le aislaban por completo del paso del tiempo.

 

 

 

 

 

 

Kaede despertó con el sonido del teléfono, su tono sonaba apagado porque lo tenía metido dentro de un cofre de madera, en la mesilla de noche, normalmente cuando estaba descansando no solía atender las llamadas, todos lo sabían y se limitaban a esperar que regresara, por alguna extraña razón lo sacó de donde lo guardaba y contesto.

 

-¡Rukawa..! –escuchó una voz vagamente familiar, finalmente la reconoció- Soy Mitsui.

 

-¿Qué quieres? –seguía molestándole que le despertaran.

 

-Hablar con Hana, pásamelo… -le pidió.

 

-No esta aquí –dijo levantándose de la cama caminando hacia la ventana para asomarse. Estaba en el suelo, aparentemente, tumbado de costado bajo el árbol, le pareció un poco extraño que siguiera durmiendo, más no le dio mayor importancia.

 

-¡¡¡Qué!!!! –gritó al teléfono- ¿Cómo que no esta? Hace dos días que salió para ahí, tiene que haber llegado.

 

-Le eche… -apartó el tubo unos segundos. Esta vez Mitsui no grito.

 

-¿Cómo has sido capaz? –un pensamiento pasó por su mente- ¿Le dejaste hablar?

 

-Que podía decirme que no supiera. Me abandonó.

 

-Por ejemplo que tuvo un accidente la noche anterior a viajar para reunirse contigo. Ya puedes salir a buscarle… -Mitsui se quedo mirando el teléfono asombrado- Me cortó –dijo a Kogure que estaba sentado a su lado.

 

Mitsui no podía saber que Rukawa sufrió una sacudida al pensar que abandonó a su Do’aho dos días sin ninguna consideración, sin comida, ni bebida, estaba seguro que él era tan terco que tampoco se acercó a beber agua del pozo.

 

Rukawa bajo las escaleras en segundos, cruzando la estancia como una exhalación para abrir la puerta de un golpe, cruzó el espacio que le separaba de Hanamichi y se inclinó junto a su cuerpo, dándose cuenta entonces que estaba inconsciente, -se aterrorizo al pensar lo peor- le levantó volviendo su rostro hacia arriba.

 

-¡¡Hana!! Por favor, háblame, abre los ojos –acarició su rostro olvidando el dolor que había sentido durante su ausencia- ¡¡Do’aho!! No me asustes, por favor, despierta, koi -al ver que no reacciona le toma en brazos, acercando su rostro contra su pecho y corriendo lo llevó al interior de la cabaña, se apresuró a acostarle en su cama, desvistiéndole y dejándole lo más cómodo posible. Sus pulsaciones eran lentas, aunque constantes.

 

-Debo tranquilizarme. –murmuró en alto- No conseguiré nada si pierdo el control. Hanamichi me necesita sereno. –respiró hondo.

 

Con una última mirada al pelirrojo, bajó a prepararle un sabroso caldo, fideos que eran sus favoritos y un pastel de carne que tenía en reservas, esperaba que el olor a comida le despertara y que apareciera detrás de él, como era su costumbre, preguntándole que hacia. Sus deseos no se cumplieron.

 

Rukawa terminó de hacer la comida y lo dispuso todo en una bandeja, subió con su carga al dormitorio posándola en la mesilla de noche luego de apartar algunas cosas. Se sentó en el borde de la cama, apoyando a continuación su espalda en el cabecero para incorporar a Hana, dejando su espalda sobre su pecho, su cabeza reposaba en su hombro, su brazo izquierdo se ciñe en torno a él para mantenerle sostenido.

 

-Vamos, Hana, tienes que comer. –acarició su rostro con ternura, por Kami por mucho que lo intento nunca pudo borrar al pelirrojo de su vida, lo tenía incrustado en su piel y en sus pensamientos. Quiso ser cruel con él, hacerle pagar por el dolor, ahora comprendía la inutilidad de su proceder, lo único que pudo haber conseguido era perder a su adorado Do’aho, lo más importante en su vida, Hanamichi fue la luz que iluminó su vana existencia en los años de su adolescencia y él como un estupido vengativo iba a dejar que su amor muriera frente a sus ojos. Pensó que el Do’aho se marcharía, que solo quería molestarlo con su presencia, el dolor de su perdida le dejo destrozado, saber que le abandonó por Sendoh era más de lo que podía soportar. Posó su mano en su frente, rozando con la punta de sus dedos una cicatriz que antes no tenía, se sorprendió.

 

Echó su rostro hacia atrás para besar suavemente la señal en su piel, apenas cubierta con sus cabellos, al separarse se encontró con sus ojos abiertos mirándole sorprendido.

 

-Estoy soñando…. –murmuró Hanamichi, al verse envuelto en la dulce mirada de su Kitsune- ¡¡¡Comida!!! –Su olfato seguía tan eficaz como siempre-  ¡¡¡Hambre, hambre!!! –repitió.

 

Con una sonrisa Kaede le alcanzó el cuenco con fideos, que el muchacho devoro en segundos, el pastel de carne siguió el mismo camino, bebiéndose de un trago el caldo. Con el pan rebaño todos los cuencos hasta dejarlos limpios.

 

-¿Quieres más? –preguntó no excesivamente sorprendido por la voracidad de su Do’aho. Siempre destacó por lo mucho que comía, ingentes cantidades de alimentos que luego consumía corriendo para mantener su cuerpo en forma y también para soportar los duros entrenamientos de Akagi, a veces conseguía dejarles extenuados.

 

-Solo quiero seguir soñando –se volvió de lado, rodeándole con sus brazos, era grato sentir el calor de su Kitsune, pecho contra pecho.

 

Rukawa se recostó. Hana no le soltaba, sus brazos le rodeaban como temerosos de perderle. Su brazo rodeó su espalda abrazándole, cuidando que estuviera cómodo, su cabeza descansaban en su pecho, sus cabellos le hicieron cosquillas cuando rozó su coronilla con su barbilla, aspiro el olor de su Do’aho, reconociéndole, su mano se movió despacio por su espalda. Acarició su rostro, apartando hacia atrás sus cabellos largos, bajo la yema de sus dedos.

 

-Hana… -susurró suavemente antes de quedarse dormido definitivamente. Fue la primera vez que lo consiguió sin verse después acosado por pesadillas.

 

Aún medio dormido creyó que había transcurrido una noche más al raso, despertó por completo al ser consciente que no estaba en el duro suelo, sino abrazado a un cuerpo cálido y blando, sentía su calor y su aroma fácilmente reconocibles, se estremeció al reconocer el olor de su Kitsune y solo entonces se relajo en sus brazos, empezaba a darse cuenta que lo que creyó un sueño era una maravillosa realidad.

 

Kaede me llevo a su cama, me cuido y me dio de comer. ¿Que le hizo cambiar de idea? Acaso se compadeció de él. No quiso tener su muerte sobre su conciencia. Aún recordaba el brillo de su mirada, él seguía amándole, a pesar del dolor y la distancia le amaba y ese pensamiento confortó su corazón, el Kitsune le perdonaba.

 

Suavemente restregó su mejilla contra su pecho. Percibe el bombeo acelerado de su corazón.

 

Los dos saben que están despiertos. Hana se siente temeroso de romper la armonía que existe en ese instante y permanece quieto, disfrutando ese momento.

 

-Háblame de tu accidente –le pide Kaede al cabo de unos instantes.

 

Hana echa hacia atrás su cabeza, su mirada queda fija en los preciosos ojos azules de su Kitsune.

 

Rukawa levanta su mano libre y lleva el brazo por debajo de su cabeza, quedando su rostro más elevado que el de su Do’aho.

 

-¿Cómo sabes…? –alzó su mano para acariciar ese rostro adorado. ¿Cómo pude olvidarle? –se reprendió a si mismo.

 

-Hace unas horas llamó Mitsui quería hablar contigo, supongo que creyó que nos habíamos reconciliado.

 

-¿Y no es así? –preguntó oprimiéndose más contra su costado.

 

-Lo decidiré después de escucharte.

 

-¡Kitsune…! –emplea un tono apesadumbrado.

 

-¡Do’aho! –repitió de igual talante.

 

-De acuerdo. –Hana rememoró los años que había pasado lejos de su amor, antes de comenzar a hablar le miró con inocente expresión- Hay algo me ayudaría a recordar con más rapidez…

 

-¿Qué? –preguntó, al instante supo que había caído en la trampa que le tendió su Do’aho.

 

-Un beso… -ante su silencio insistió- Uno minúsculo, Kae. –sus ojos adoptaron una expresión desconsolada.

 

-Do’aho…

 

-Kit… -sus labios se posaron en los suyos silenciándole, en ese instante ambos olvidaron el significado gramatical de la palabra, Kaede reconoció su sabor, la suavidad de sus labios que mordisqueaba a placer, el cálido calor que llenaba su cuerpo, al sentir la respuesta de su amor que gemía estremecido con el ardor de su caricia, la exploración de su lengua en su boca y la lucha de Hanamichi por hacerse con el control del beso. Cuando sintió como su mano se deslizaba por su pecho y descendía, rompió la caricia. Aún no estaba preparado para algo así- ¡Kitsune! –gimoteó cuando sus labios quedaron libres.

 

-Empieza….

 

Hana asintió.

 

Antes de comenzar a hablar, se acomodó en los brazos de Kaede, estaba dispuesto a contarlo todo, no iba a guardarse nada, porque el mismo necesitaba echar fuera de su mente aquellos años que en parte fueron como una mala pesadilla, como un cáncer que iba consumiendo su existencia.

 

 

 

Recuerdos de Hanamichi

 

Pasaba de medianoche cuando se despidió de su amigo Yohei.

 

-Te acompaño hasta la puerta –dijo Yohei.

 

-¡No soy ningún crío! –se enojo ante la insistencia de su amigo. Ya tenía diecinueve años, en cuanto el Kitsune le pidió que se reuniera con él, transfirió su expediente académico a una Universidad en Illinois, cuyo equipo de basquetball le contrato para jugar, además consiguió una beca para los años que estuviera estudiando.

 

Yohei alzó las manos en señal de rendición, no quería acabar tirado en el suelo por los cabezazos de su amigo.

 

Riendo escandalosamente, Sakuragi lo estrechó en sus brazos.

 

-Te echaré de menos amigo.

 

-Yo también. Llámame por teléfono. Nada de correos electrónicos, quiero escuchar tu voz.

 

-Lo haré –prometió.

 

Vió a su amigo retroceder un par de pasos e inclinarse ceremoniosamente, el hizo lo mismo.

 

Aquella noche fue la última vez que le vió.

 

Él comenzó a caminar hacia su casa, pensando en las pocas horas que le separaban de su Kitsune, no vió venir el coche, sintió un fuerte golpe que le hizo rebotar contra una pared, de allí se derrumbo al suelo.

 

Cuando despertó estaba acostado, a su lado un hombre terminaba de vendarle la cabeza. El lugar no le resultaba familiar, tampoco el chico que se acercó a su lado cuando se despidió del médico.

 

-Descansa…. –se sentó en el borde de la cama y le miró sonriente- El doctor me ha dicho que tuviste mucha suerte.

 

-¿Te conozco? –preguntó aturdido por el golpe. La cabeza le dolía intensamente.

 

-¿Qué pregunta es esa? ¡Por supuesto que me conoces! –el chico del pelo levantado le miró sorprendido. A pesar de su estado lo noto.

 

Se llevo la mano a la cabeza, tenía la mente en blanco. No podía recordar nada, excepto las luces de un auto que avanzaban hacia él y el chirriar de los frenos.

 

-No recuerdo nada… -murmuró para si, cerrando los ojos- ¿Quién soy? –se interrogó a si mismo. No obtuvo respuestas.

 

Akira Sendoh le miró impresionado. Entonces, ninguno de los dos lo supo pero esas palabras pusieron en marcha un engaño que cambio por completo la existencia de aquellas personas que formaban parte de su entorno. Rukawa se volvió un ser insensible y más frío que nunca, sin importarle dañar a todo aquel que se acercaba a él, jugaba con sus sentimientos para luego abandonarles sin compasión, pero no todo fue desdicha, Yohei y Haruko unieron sus fuerzas para dar con el paradero del pelirrojo y un día descubrieron que se amaban, ahora formaban un hogar y tenían dos hijos, Hana, en recuerdo de Sakuragi y Aya, una preciosa niña. Mitsui y Kogure que ya entonces formaban una pareja estable, vieron su relación tambalearse por el empeño que puso Kogure en buscar a su amigo, afortunadamente su amor era más fuerte y seguían juntos. El profesor Anzai, convencido que Hanamichi podía haber sufrido un accidente recorrió los hospitales en vano, aferrándose a la idea de podía estar perdido comenzó a viajar, primero por los alrededores de Kanagawa y luego cada vez más lejos hacia otras prefecturas, inútilmente, un día durante su búsqueda sufrió una desafortunada rotura de su cadera provocándole una aparatosa y desafortunada caída, ahora se limitaba a seguir viviendo en su casa, apoyándose en un bastón que le ayuda a moverse, sus antiguos jugadores se turnan para acudir a su casa dándole compañía y distracción.

 

Despertó horas después, su dolor de cabeza parecía haber disminuido y al abrir los ojos vió al chico de cabellos en punta durmiendo en un sofá próximo al lecho, como si este presintiera que estaba despierto, abrió sus ojos y se miraron.

 

-¿Te sientes mejor Himura? –se acercó esperando recibir un golpe por parte del muchacho que seguía mirándole desconcertado. La confusión de sus ojos debió trasmitirse al muchacho que sentándose a su lado, le tomó la mano y continuo- No te preocupes, koi.

 

Ahora si que reaccionó, se levantó de la cama, quedando apoyada su espalda en el cabecero, mirando alucinado al chico que tenía delante, ¡Por Kami, que diantres decía!

 

Una llamada a la puerta interrumpió el intento del muchacho de acercarse a él.

 

-Debe ser el médico, quedo en volver hoy. –salio dejando la puerta entreabierta.

 

Algunos momentos después sintió pasos que se acercaban y se detenían delante de la puerta.

 

-Doctor, estoy preocupado. –Dijo el joven- No parece reconocerme y tampoco reacciona al escuchar su nombre.

 

-¿Dice que no recuerda quien es?

 

-Si. Así es.

 

-Debe ser consecuencia del golpe, dale tiempo y todo volverá a la normalidad. Seguramente que aún esta bajo el shock sufrido. Cuando regrese a su vida habitual lo recordará todo y se recuperará.

 

-Gracias, doctor.

 

El muchacho desde el interior del cuarto escuchó la conversación. El médico tras asegurarse que el herido parecía estar más recuperado que durante esa madrugada, decidió que no era necesario trasladarlo en ambulancia a un hospital para sacarle radiografías, excepto por su perdida de memoria estaba reaccionando perfectamente. Le tranquilizo en ese sentido convencido que cuando viera a su familia y amigos, los recuerdos regresarían por si solos.

 

Al quedarse solos, el muchacho se acercó con gesto arrepentido y murmura.

 

-Lamento mucho la pelea que tuvimos anoche.

 

-¿Pelea?

 

-¿No lo recuerdas? –le miró de frente.

 

Sacudió la cabeza negando.

 

-Fuimos al cine, a la salida discutimos y te marchaste solo. Tenía que haberte seguido, pero creí oportuno que te calmarás. Lo siento tanto, por mi culpa ese coche te atropello, debías ir distraído.

 

No recordaba nada de lo que ese chico decía, como tampoco la relación que estaba insinuando con sus palabras. Quiso aclararlo.

 

-¿Somos amigos?

 

-Si quieres llamarlo así, por mi no tengo inconveniente, -su sonrisa fue más amplia- Vivimos juntos desde hace más de dos años, primero como compañeros de piso y desde hace un año…. –Se sentó en el borde de la cama sin que él pudiera reaccionar al oírle aquello- Somos novios –aclaró por si no lo tenía claro. Se inclinó sobre él y se apoderó de sus labios, besándole suavemente, disfrutando de su calidez, invadió su boca con pasión, al mismo tiempo que sus manos se desplazaron a lo largo y ancho de su cuerpo. Arrancando de sus labios gemidos ahogados. Su cuerpo reaccionaba a sus ardientes caricias, quedando convencido que lo que ese chico decía era cierto. Era un homosexual y ese muchacho era su pareja. Tenía que serlo ¿Por qué sino su cuerpo reaccionaba así? Al contacto de sus manos y de su boca todo su ser se estremecía. ¿Por qué entonces trataba de sofocar sus gemidos? ¿Por qué si se sentía tan increíblemente bien no lo demostraba? –pensaba mordiendo los labios hasta sangrar, dejando que se adueñara de su cuerpo.

 

 

 

 

 

 

-Sakae Himura  -se repitió el muchacho en alto, ese nombre no le decía nada, no despertaba en él ningún recuerdo. Era como si estuviera llamando a un extraño- Sakae Himura –era inútil, seguía siendo una incógnita, su mente no reaccionaba ante su propio nombre.

 

Durante cinco días permaneció entre aquella casa, Sendoh, así le dijo que se llamaba, le pidió que era mejor que no intentara salir a la calle, que aún no estaba repuesto del todo, el golpe había sido muy fuerte y que necesitaba recuperarse cuanto antes. Al tercer día se mostraba impaciente por salir, y el chico de la eterna sonrisa, le convencía de forma tan convincente que acataba todos sus deseos.

 

Le extraño que una noche le dijera que se marchaban.

 

-Tenemos que volver a casa. –dijo Sendoh.

 

-¿No vivimos aquí? –preguntó sorprendido.

 

-No. Nuestro hogar esta en Aimori.

 

-¿Aimori? –repitió intentando recordar donde estaba eso.

 

-¿Lo has olvidado también? –preguntó desolado- Tenemos una casita junto a las montañas Hakkoda, tú pasas muchas tardes paseando por los alrededores. Te encantan las montañas.

 

-¿En serio? –preguntó pareciéndole raro oírle decir aquellas cosas, en su mente y en su corazón todo le resultaba desconocido- ¿Y que hacemos aquí?

 

-¿Tampoco lo recuerdas? Me dijiste que tenías una pista sobre el paradero de tu padre.

 

-¿Mi padre? –sus ojos se abrieron desmesuradamente y su cabeza comenzó a dolerle al concentrarse en asimilar todos aquellos datos que estaba recibiendo. –su cuerpo comenzó a temblar.

 

-¡Tranquilízate! –se acercó a su lado y lo estrechó con fuerza contra su cuerpo. Sus manos se deslizaron por su espalda en un gesto tranquilizador.

 

-¿Lo… lo encontré? –preguntó temeroso de saber algo que no deseaba conocer.

 

-No. Fue otra pista falsa.

 

-¿Cómo se llama mi padre?

 

-Sakae Sato.

 

-Llevo su nombre…

 

-Por supuesto, estaba casado con tu madre. Os abandonó cuando tenías dos años. Tú apenas si le recuerdas.

 

-¿Entonces porque le busco?

 

-Tu madre te pidió que lo hicieras.

 

-¿Vive mi madre? –preguntó.

 

-Si.

 

-¿En Aimori?

 

-Si. No las ves a menudo.

 

-¿Por qué no?

 

-Esta hospitalizada en una clínica  siquiátrica, normalmente esta muy sedada y solo en contadas ocasiones te permiten verla. La última vez fue la semana pasada, ¿recuerdas lo que te dijeron? –Ante el gesto negativo continuo- Que tu presencia la alteraba más y que era conveniente que no volvieras a verla.

 

Aquello fue demasiado para el joven que comenzó a llorar, lloraba por sus recuerdos perdidos, por no sentir dolor ni angustia por todo lo que le contaba, tenía la extraña sensación que estaba hablándole de otra persona. Se sentía como si fuera el actor secundario de un drama.

 

-No hablemos más de ello. Descansa, Himura. –Le ayudo a quitarse su ropa, poco después el balanceo del tren lo adormecía, antes de dormirse por completo escuchó que susurraba bajito- Te amo tanto que me duele el corazón. Eres mío y no permitiré que nadie te aparte de mi lado.

 

-¿Quién puede hacer tal cosa? –tuvo ese pensamiento antes de quedar dormido definitivamente.

 

En Aimori rehizo su vida, la que él creyó que había dejado atrás al perder sus recuerdos, Sendoh le regalo una cámara fotográfica para reemplazar la que perdió la noche que le atropellaron. Al parecer siempre le gusto la fotografía, aunque él no podía recordarlo. Penso que tenía olvidadas demasiadas cosas.

 

Se inscribió en la universidad de Hirosaki, no le importaba tener que desplazarse todos los días en tren, de ese modo tenía el convencimiento que estaba haciendo algo realmente importante, sus clases eran interesantes y en los escasos ratos que tenía libre fotografiaba todo aquello que impactaba a su corazón. Una montaña, un niño llorando, una mujer lavando en el río, una calle, una casa, cualquier cosa que pudiera emocionarle.

 

Una tarde, Sendoh insistió en apartarle de sus libros, se quejo de que llevaban mucho tiempo sin salir juntos, durante su paseo por las calles, desembocaron en una plaza donde unos chicos jugaban basquetball. Sin saber porque se detuvo y los observó durante unos instantes, hasta que Sendoh se dio cuenta que iba hablando solo, al volverse le vió con las manos apoyadas en la valla metálica y con una extraña expresión en los ojos, una remembranza de tiempos pasados que no llego a cristalizar en su mente confusa.

 

-¿Desde cuando te interesa esto? –preguntó sobresaltado al mismo tiempo que le arrastraba lejos de allí- ¡¡¡Tú odias el basquetball!! –exclamó asustado.

 

Se dejo llevar en silencio, sin comprender lo que sintió al ver a esos muchachos jugando, su corazón latía acelerado y una congoja le invadió, ni siquiera analizó la extraña reacción de Sendoh. La única razón de su existencia eran sus estudios, no sabía si en su pasado fue un buen estudiante, ahora se encontraba entre los diez primeros de su curso.

 

Dejaba que su existencia transcurriera entre cauces normales, sus estudios y las quejas de Sendoh, que día tras día eran más frecuentes, le recriminaba que no le prestaba la atención que exigía. Sendoh notaba el poco interés que ponía en su relación de pareja, le acusaba de no amarle. Le escuchaba en silencio, como si todo aquello no fuera con él, al final Sendoh lo abrazaba y le pedía perdón por sus lamentaciones, le repetía lo mucho que le amaba y finalmente le llevaba al lecho que compartían y le hacía el amor, el permitía que usara su cuerpo, era la única cosa que tenía clara, se dejaba tomar noche tras noche, su cuerpo reaccionaba, en cambio su corazón permanecía insensible, al principio se preguntaba si alguna vez realmente lo amo y por que continuaba a su lado, ahora la apatía de cada día arraigaba más y más en su corazón y amenazaba con desarraigarlo por completo de la realidad en la que vivía. 

 

Cuando todo concluyo Sendoh no pudo evitar quejarse de su frialdad, no se molestó en contestar, le dio la espalda e intento dormir. Aunque parecía mostrar desinterés se sentía incomodo por ser así, porque no podía analizar lo que sentía por ese chico, la felicidad que Sendoh dijo que existía entre ellos, era falsa, él sentía un inmenso vacío dentro suyo, era consciente que algo le faltaba, que su perdida de memoria estaba destruyendo no solo su propia vida sino también a Sendoh. Era consciente de la paciencia que tenía con él, no podía decirse que le soportaba sin quejarse, pero lo hacia.

 

 

 

 

 

 

Una tarde, disgustado consigo mismo, sale de casa dispuesto a caminar hasta caer rendido, queriendo evitar seguir pensando. Sendoh estaba de gira con su equipo, aún se preguntaba como era posible que odiando el basquetball estuviera enamorado de un jugador. ¿Estuve alguna vez enamorado de Sendoh? La pregunta se metió insidiosa en su mente y no pudo apartarla. Camino mucho, y cuando cansado decidió buscar un lugar donde sentarse, escucho un sonido familiar, una pelota rebotando en la cancha y el estruendo al encestar. ¿Cómo supe lo que era? Se pregunto acercándose viendo jugar a dos muchachos. Los observa pensativo, sus sentimientos son confusos, por un lado el anhelo de su corazón insatisfecho, que late acelerado al verles jugar y por otro las palabras de Sendoh odias el basquetball” ¿Por qué me siento así?  En ese instante la pelota cae a sus pies.

 

-¡¡Eh, muchacho, nos acercas el balón!! –le pide uno de ellos que lleva anteojos.

 

Ni siquiera los mira, sus ojos están clavados en el balón naranja, no piensa, lo toma en sus manos e instintivamente comienza a driblear hasta tirar al aro en una espectacular clavada.

 

Los dos muchachos le miran asombrados, como si estuvieran viendo un fantasma.

 

-¿Hanamichi? ¿Eres tú? –pregunta uno de ellos, repuesto de la sorpresa de encontrarle cuando las esperanzas de todos se estaban perdiendo.

 

Mira al muchacho con gafas, su rostro aparece confuso entre sus perdidos recuerdos, más no le identifica. Es uno más entre los muchos rostros, que aparecen en sus sueños, sin poder saber que significan.

 

-Lo siento… -se disculpa por la intrusión- Se confunde conmigo. Me llamo Sakae, Sakae Himura.

 

-Déjalo Kimi, esta claro que no quiere saber nada de sus amigos. –Mitsui le mira disgustado- Si hasta ha cambiado el color de su pelo, solo así podía pasar desapercibido.

 

Himura se vuelve al escucharle.

 

-¿Realmente me conocéis? –pregunta esperanzado. ¿Cómo sabían que había cambiado el color de su pelo? Tal vez sean ellos los que le ayuden a salir de ese pozo de amargura en el que siente estar- Yo no recuerdo quien soy -reconoce ante esos chicos llevándose la mano a la cabeza para restregarla con fuerza.

 

-Vayamos a tomar algo –propone el muchacho llamado Kimi.

 

Algunos momentos después estaban sentados ante una mesa apartada de oídos indiscretos tomando una soda.

 

-¿Cómo fue que me llamaste? –preguntó curioso.

 

-Primero cuéntanos porque desapareciste de Kanagawa –pidió Mitsui.

 

-Mi novio vive aquí, es decir, vivíamos aquí…

 

-¡¡¡Kaede dejo la NBA!!! –se sorprendió Kogure.

 

-¿Cuándo fue eso? –inquirió a su vez el otro chico- ¿Cuándo dejo Chicago?

 

-¿Quién…? –Su mirada perpleja se posó en ellos ante aquellas palabras incomprensibles para él- ¿NBA? ¿Chicago? –se preguntó mentalmente.

 

- Rukawa Kaede –manifestó Mitsui, horas más tarde supo que era él- Rukawa Kaede tu pareja, tu novio para toda la vida –el tono sarcástico en sus palabras era demasiado evidente para pasarlo por alto.

 

-Creo que os confundís… -hizo ademán de levantarse e irse. Aquellas palabras martilleaban su mente, confundiéndole aún más.

 

-Espera… ¿Por qué dijiste que te llamabas Sakae Himura? –Kogure le contuvo- ¿Quién es tu novio?

 

-Sendoh… -nunca le llamaba por su nombre a pesar de sus ruegos.

 

-¡¡¡¡Sendoh Akira!!!! –exclamaron los dos muchachos mirándose sorprendidos.

 

-¿Le conocéis?... –les preguntó aunque era evidente.

 

-Si… sabemos quien es.

 

-Los dos desaparecisteis de Kanagawa en fechas muy próximas –Mitsui miró a su pareja que asintió sin hablar- Porque te fuiste con él. ¿Verdad?

 

-No recuerdo nada relacionado con mi pasado, ni siquiera mi nombre. –murmuró pesaroso decidido a expresar en palabras lo que nunca antes se había atrevido- Una noche desperté en un lugar que no conocía, me dijo que me llamaba Sakae Himura y que era mi novio, que vivíamos en esta ciudad, pero que nos trasladamos a Kanagawa para buscar a mi padre.

 

-¿Tuviste un accidente?

 

-Si, solo recuerdo unas luces que se me echaron encima y el golpe. El médico que me asistió esa noche hizo cuanto pudo por mí, me dio algunas puntadas sobre el corte y controló que no sufriera una conmoción, –sus dedos rozaron la cicatriz, en el costado izquierdo de su cabeza- se que insistió en llevarme a un hospital, pero Sendoh le comentó que tenía un trauma con esos lugares y que me pondría peor cuando despertara. Supongo que lo diría a causa de mi madre.

 

-Sendoh te engaño –Mitsui dio un trago a su bebida- Cuando te conocimos tu padre acababa de fallecer el año anterior y de tu madre nunca te oímos mencionarla.

 

-Si –Kogure afirmó su comentario.

 

-¿Sabéis quien soy? –un rayo de esperanza comenzaba a brotar en su pecho, dentro de si sentía que ellos eran sinceros. Empezaba a comprender, que su instinto siempre le advirtió que Sendoh no era bueno, por ello nunca se sintió a gusto a su lado.

 

-Si…., supongo que Sendoh te amaba y por eso vió la oportunidad de tenerte con él -Kogure le mira a los ojos al decirlo.

 

-Siempre me lo dice… -reconoció.

 

-¿Y tú? ¿Le amas?

 

-Al principio creí que si. Confié en sus palabras, durante un tiempo tuve la sensación que provocaba en mi algún tipo de sentimiento, creía sentir algo, nunca supe que…, después él comenzó a protestar por mi frialdad, por ser como era o como me comportaba con él.

 

-Sendoh era rival de Sakuragi Hanamichi… ¿te dice algo ese nombre?

 

Al oírlo su corazón dio como un golpetazo, más su mente se negó a recordar una vez más, al cabo de un largo rato, sacudió la cabeza negando, frustrado sobre todo porque ese nombre debía significar algo muy importante.

 

-No. Me llamasteis así –recordó preguntando -¿Quién es?

 

-El mejor basquetbolista de Shohoku, llego a ser nuestro capitán, y condujo al equipo a ganar el campeonato nacional. ¡¡¡Tú!!! -concluyo Mitsui.

 

-¡¡¡Qué!!! Él me dijo que odiaba el basquetball –había tristeza en sus palabras.

 

-¡Por Kami! Dime donde encontrarlo –se enojo Kogure. El tranquilo muchacho mostró una faceta desconocida de su carácter, estaba furioso- ¿Cómo ha sido capaz de hacer algo tan ruin y mezquino? –Sus ojos detrás de sus gafas despedían chispas de furia- Llevarte al otro extremo de tu casa y de tus amigos y mentirte sobre algo tan importante.

 

-Yo me ocupare de él –aseguro Mitsui que empezaba a comprender que no solo Hanamichi era una victima de Sendoh. A pesar del tiempo transcurrido en Kanagawa los amigos de Hanamichi seguían sufriendo su ausencia y preguntándose los motivos de ella y el culpable era ese maldito Puercoespín. Rukawa además de ser el Rey del Hielo, su corazón estaba envuelto en una coraza de acero y no permitía a nadie acercarse a él. Seguía aun amargado y dolido aunque no quería reconocerlo. Su trayectoria como jugador seguía en ascenso dando una falsa impresión de una estabilidad emocional que no poseía.

 

-Dijiste que te vió un médico.

 

-Si, en Kanagawa.

 

-¿Qué te dijo de la amnesia?

 

-Le oí hablar con Sendoh, le dijo que era algo temporal, que cuando volviera a ver a mis amigos e hiciera mi vida normal volvería a recordar todo.

 

-Sendoh se aseguró que eso no pasara –comentó Mitsui, él también comenzaba a enfurecerse, sobre todo cuando recordaba que por su culpa casi rompe su relación con su Kimi.

 

-Contarme cosas… -pidió el muchacho- Tal vez así consiga recordar.

 

Kogure y Mitsui se entusiasmaron hablando, le contaron de su comienzo, como gano a Akagi con un Slam Dunk cuando se enfrentó a él, Akagi tenía que marcar 20 puntos, él solo 2 y lo consiguió a pesar que nunca antes había jugado al basquetball. Su record de fracasos en la preparatoria, las chicas le tenían miedo por su fama de camorrista, y su enamoramiento de Haruko, la hermana pequeña del capitán Akagi, sus frecuentes peleas con Kaede Rukawa, nunca conocieron los motivos que las provocaba, su bravuconería, lo peleonero que era, sus famosos cabezazos, su amistad con Yohei y su ejercito, le contaron que Yohei siempre se culpó de su desaparición, decía que aquella noche debió acompañarlo hasta su casa. Le dijeron que eran como hermanos.

 

-¿Cómo pudo decir Sendoh que era mi novio si yo estaba enamorado de esa chica? –preguntó preocupado.

 

-Supimos que un día juntaste valor y te declaraste a Haruko…

 

-Me rechazo…

 

-¿Lo recuerdas? –mostró una sonrisa de satisfacción que se borró al instante al verle mover la cabeza negativamente.

 

-No. –sus dedos jugueteaban con su precioso anillo de plata.

 

-Eso ocurrió. Tus amigos estaban preocupados por ti, sin embargo, llegaste a la escuela tan contento como siempre y después de las clases fuiste al gimnasio para los entrenamientos.  –le contó Kogure- Nadie se fijo en ti, pero yo note que aunque trataban de disimularlo, Rukawa y tú os dirigíais miradas cómplices y desde aquella tarde la relación entre vosotros dos dentro de la duela mejoró bastante.

 

-¿Sabéis que significa Kitsune? –preguntó, ese anillo y su inscripción habían atormentado sus pensamientos durante mucho tiempo. Deseaba descubrir que se escondía tras aquella palabra, y su completa inscripción, ¿Por qué sino llevaba él ese anillo? Nunca pudo saberlo. El día que vio la inscripción sorprendido interrogó a Sendoh. Al principio, el muchacho quedo mudo, luego reaccionó con furia, sin ningún tipo de explicaciones le pidió que se olvidara de ese asunto y que no volviera a mencionarlo, exigiéndole que se deshiciera del anillo. Supuso que debía de tratarse de otra pareja que tuvo y por eso su enojo, pero ¿Quién? Su ilógica y fuera de lugar reacción le perturbo porque nunca vió a Sendoh tan enojado, solo deseaba una explicación, saber cosas de su pasado, conocerse a si mismo. Al no obtener respuestas concretas, al no atender sus incertidumbres decidió conservarlo, como si creyera que allí estaba la clave de su remota memoria. La obstinación de Sendoh porque se deshiciera del anillo, fue un detalle más de los muchos que comenzaron a deteriorar la relación de ambos, este ignoraba sus estados de ánimo, la preocupación que invadía su alma, él pasaba por alto la furia que veía en los ojos de Sendoh cuando inadvertidamente jugueteaba con el anillo. El desinterés de Sendoh hacia su recuperación le hizo pensar que realmente no le amaba, sino ¿Por qué aceptaba verle perdido y desorientado? ¿Que ganaba con su falta de memoria? Sabía que una vez más estaba abstraído en sus pensamientos, más ellos no parecían molestos, al contrario, le miraban con un interés profundo, esperando que volviera al presente.

 

-Disculparme, que decías…

 

-Kitsune es el apodo que dabas a Rukawa –repitió Mitsui- Él a su vez te llamaba Do’aho. Rukawa fue tu único novio.

 

Hanamichi quedo perplejo unos segundos luego rió como en sus mejores tiempos, escandalosamente, llamando la atención de todos los que allí estaban. Su risa era su válvula de escape a la tensión de tanto tiempo, un alivio muy grande invadió su alma atormentada.

 

-¡¡¡Jajajajajajajajaja!!!! –aquellas palabras fueron el detonante que abrió una puerta en su mente, lo vió todo claro. La niebla que ensombrecía su pasado se despejo por completo. Fue como si abriera un libro y comenzará a leer, así los recuerdos invadieron su mente página a página. Hanamichi vió a dos chicos bajo un árbol de sakuras, uno con el cabello muy rojo, que estaba llorando, y otro con los cabellos negros y revueltos que lo consolaba abrazándolo tiernamente, sus ojos escandalosamente azules le atrajeron como un imán desde un principio-  Kitsune… –murmuró, mirando el anillo de plata que aún llevaba en su dedo anular, la hermosa inscripción ahora tenía sentido, sus ojos se llenaron de lágrimas. Los miró, estiró sus manos por encima de la mesa y tomando las suyas las estrechó con fuerza- Cuatro ojos, Mitsuito, gracias.

 

-No me llames así… -más que molestia había alivio en su voz.

 

Esas palabras despertaron nuevos recuerdos, toda su vida pasaba una vez más por delante de sus ojos, como una película a cámara lenta, sabía quien era, sabía que amaba a Kaede, por Kami, como pudo olvidarlo. Se levantó y los abrazo al mismo tiempo, dejando que las lágrimas cayeran libremente por sus mejillas, sin importarle las miradas curiosas de los que allí estaban.

 

-Nuestro hotel esta cerca. Vamos allí, estaremos más tranquilos –opinó Kogure.

 

Durante el resto de esa noche, Hanamichi hizo muchas preguntas y no todas obtuvieron contestación. Se entero de todo lo referente a Yohei, Hanamichi se alegro mucho al saber que estaba casado con Haruko y que su hijo mayor llevaba su nombre, se preocupó por la salud del profesor Anzai e hizo muchas preguntas para asegurarse que estaba recuperado por completo. Felicitó a Kogure al enterarse que era medico y que trabajaba en el Hospital Municipal de Kanagawa y que Mitsui estaba como capitán del equipo de Shohoku.

 

-¡Enhorabuena, Mitsuito! –dijo riendo alegremente. Solo le quedaba  formular una pregunta, la más difícil, finalmente la hizo- ¿Qué sabéis de Rukawa?

 

Ni Kogure ni Mitsui entraron en detalles sobre la relación que había quedado cortada tan abruptamente, solo mencionaron que seguía triunfando en la NBA, que por tercer año consecutivo fue nombrado el mejor jugador.

 

-Supongo que me habrá reemplazado –dijo tratando de parecer despreocupado.

 

-Rukawa ya no es la persona que conociste, esta peor que antes –dijo Kogure- No sabemos que tenga pareja estable, en realidad nunca la tuvo, solo mantiene romances de una noche. Al parecer esas son sus reglas ahora. Tomar y tirar.

 

-¿Os lo dijo él? –preguntó entristecido.

 

-No, hubo un escándalo hace un par de años. Un joven le acusó de violación. –era mejor que se enterara de los pormenores por ellos.

 

-¿Lo… lo hizo? –ese no era su Kitsune, aún así hizo la pregunta.

 

-No. Intentaron que hubiera un acuerdo antes de llegar a juicio, sin embargo, Rukawa se negó. Él era el ofendido, al ser tan conocido allí su nombre estuvo en las primeras planas de todos los periódicos del mundo. Durante el juicio, hubo mucho escándalo porque presentó como prueba un video, al parecer graba a sus amantes, por lo menos con ese lo hizo, quedo demostrado que el chico se le entregó voluntariamente, al parecer pretendía hacerse conocer a través de él al tiempo que conseguía una sustancial suma dinero a su costa,  salió malparado cuando se visionó la cinta.

 

-Seguro que su vida amorosa se redujo, a mi me molestaría ser grabado. –este último comentario provenía de Kogure.

 

-No te preocupes, ya sabes que yo no lo haría –sonrió al ver su turbación, miró a Hanamichi- ¿Qué harás ahora? –

 

-Supongo que regresar a casa e intentar rehacer mi vida. –dijo mirando nostálgico hacia la ventana desde donde podía verse la  claridad del nuevo día asomando por la línea del horizonte.

 

Ninguno de ellos se sentía cansado.

 

-¿Intentarás comunicarte con Rukawa?

 

-No…, yo no formo parte de su nueva existencia –le dolía pensar así, porque junto con los recuerdos, el amor que sentía por Kaede eran tan fuerte como cuando descubrieron sus sentimientos una noche bajo el cielo estrellado.

 

-Hana… él no te ha olvidado… no es el mismo que conocimos, aún más callado que antes, la prensa le denomina “el mudo”. Esta amargado, convencido que le abandonaste deliberadamente. Sácale de su error.

 

-¿Cómo…?

 

-Ve a Chicago, preséntate en su casa y háblale.

 

-¿Crees que me dejará hacerlo?

 

-Una buena pelea nunca os asustó –rió Mitsui.

 

-Mitsuito… -al ver su gesto de resignación al oírle llamarle con ese apodo sonrió- Mi cabello necesita renovarse –aquel tono negro no le favorecía en nada y jamás le gustó.

 

-Me ocupare de ello –supo lo que necesitaba.

 

 

 

 

 

 

Era media mañana cuando un preocupado Sendoh abrió la puerta de su casa.

 

-He estado a punto de llamar a todos los hospit… -las palabras murieron en sus labios al ver allí a Kogure y Mitsui, palideció y más aún porque detrás de ellos asomaba una cabeza pelirroja y un par de ojos le miraban terriblemente furiosos. Los dos muchachos se hicieron a un lado para permitirle adelantarse.

 

-Hanamichi… yo… -no tuvo ocasión de hablar más, no era momento para justificaciones, recibió una sucesión de cabezazos tan rápidos uno tras otro que no le permitió reaccionar para evitarlos, con cada nuevo golpe se doblaba un poco más por el dolor hasta caer al suelo donde se doble sobre si mismo.

 

-¡Vamonos! –dijo Hanamichi recuperando la calma y encaminándose hacia la salida.

 

Mitsui le siguió le ataba la promesa de no inmiscuirse, a Kogure en cambio, tal vez creyendo que muchacho no intervendría no recibió del pelirrojo ninguna recomendación, craso error, porque el dulce y tranquilo muchacho que era desapareció cuando le tomó por los hombros, levantándole del suelo y manteniéndole con una mano contra la pared la otra impactaron contra el cuerpo de Sendoh, el intenso dolor le hizo doblarse aún más, mientras por entre sus labios ensangrentados escapaban un par de gritos que no fue capaz de sofocar.

 

-¡¡¡Desgraciado!!!! Tengo suerte que Hanamichi no me hizo prometer que no intervendría, –tomándole por la ropa lo enderezo, alzándole sin dificultad algunos centímetros del suelo- Piensa en todas tus victimas, aquellas que han sufrido por tu culpa todos estos años. ¿Crees que los amigos de Hanamichi se quedaron quietos? Todos han removido cielo y tierra y tú desgraciado…  ¡¡¡eres una basura!!! –Le sacudía con violencia, el pequeño Kogure estaba tan furioso que saco fuerzas de donde no las tenía, en sus manos parecía un pelele, también ayudaba que Hanamichi le dejo dolorido y falto de fuerzas para resistirse, le soltó al mismo tiempo que dos rápidos puñetazos impactaron contra su estomago, nada ni nadie impidió que diera con sus huesos al suelo, desde allí Sendoh vió moverse el pie de Kogure, intento apartarse para evitarlo, desafortunadamente la puntera dirigida a su cuerpo dió contra su rodilla. Un chillido escapo entre sus labios ensangrentados, retorciéndose por el intenso dolor.

 

Kogure dio medio vuelta para seguir a Hana y Mitsui, ni se molesto en ver en que estado quedaba Sendoh, este tomando con sus manos la zona dolorida les vió marchar a través de sus ojos llorosos.

 

-¡Hana…! –sollozo llamándole, le vió volverse, en su mirada había desprecio, ni se inmuto al verle tirado en el suelo con una expresión de dolor en el rostro. Sendoh antes de desmayarse supo que lo había perdido.

 

En realidad nunca fue suyo, él cegado por el amor que decía sentir no era capaz de reconocer esa verdad.

 

 

 

 

 

 

Kogure y Mitsui le convencieron para que fuera a buscar enseguida a Rukawa, sabían que si regresaba a Kanagawa se acobardaría y no le haría porque se sentiría arropado por el cariño de sus amigos, renunciando así al amor de su vida.

 

Así pues, entre los dos le ayudaron a preparar su viaje, y no se apartaron de su lado hasta que le vieron alejarse por la pasarela para subir al avión.

 

Era aquel su primer viaje, más no tuvo tiempo de asustarse, sus pensamientos estaban en su hermoso Kitsune y como le recibiría. Por lo que le contaron, no estaría muy feliz de verle y si le odiaba, ese pensamiento le entristecía, sentía una congoja enorme en su corazón. Sus pensamientos quedaron interrumpidos cuando una simpática señorita de a abordo le entregó una revista de básquet, encontrando un reportaje sobre Kaede, estuvo leyéndolo y el tiempo se le paso de prisa,  tanto que se sorprendió al escuchar que anunciaban la arribada al aeropuerto de Chicago.

 

Recogió su bolso de mano y esperó pacientemente a que aterrizara. No llevaba más equipaje que eso, donde tenía sus adminículos de aseo.

 

Fin del recuerdo de Hanamichi

 

 

 

-Kitsune, ¿te has dormido? –preguntó al sentirle tan quieto.

 

-No, te escuchaba. -por primera vez en mucho tiempo el sueño le abandonó por completo. Se movió de forma que Hanamichi quedará con su espalda apoyada en el lecho, él medio inclinado sobre él- Perdóname, Hana, he sido cruel contigo.

 

-Ssssshhhh…. –posó las yemas de sus dedos en sus labios para hacerle callar. Sintió un cosquilleo cuando sintió el beso.

 

-Nunca pude arrancarte de mi corazón. –Reconoció Kaede, dándole minúsculos besos por encima de su cicatriz, en su frente, en sus ojos, en sus mejillas que empezaban a tener un color más saludable, descendió hasta su oído donde susurró- Te amo, Hana. Siempre te he amado y amaré.  -Despacio se fue acercando a su boca, sus yemas dibujaban lentamente el contorno de su rostro- Disfruta, Do’aho. Borrare de tu cuerpo otros besos que no sean los míos y solo recordarás mis manos amándote.

 

Hana al oír sus ardientes palabras y la sensualidad de su voz jadeo estremecido, enajenando sus sentidos, su lengua, suave y deliciosamente húmeda lamió la comisura de sus labios, entreabrió su boca en un tenue suspiro que absorbió Ru, reconoció su sabor, su calidez y ese aroma mezcla de colonia y loción de afeitar fácilmente reconocibles a sus sentidos, las sensaciones que sus labios provocaban en él estaban haciéndose evidentes.

 

-Kaede… -murmuró cuando su boca quedo ligeramente libre, porque enseguida tomo posesión por completa de ella, tras el reconocimiento, lamiendo y mordisqueando sus labios. Hana alzo sus manos posándolas en su espalda, sintiendo la elasticidad de sus músculos, oprimiéndose contra su cuerpo y frotándose contra sus caderas. Los dos gimen estremecidos por lo que sienten.

 

La mirada azul de Rukawa se posa en esos labios temblorosos, ansioso de sentirlos bajo los suyos, los toma suavemente, presionando sobre ellos hasta sentir como su boca se abre a él, sus sensitivos labios sienten la misma ansiedad que dominaba al pelirrojo, profundiza en la caricia, dejándose llevar por el deseo largamente reprimido, por fin esta junto a su querido Do’aho, demasiado tiempo sin sentir la dulzura de sus labios y la tierna y candorosa mirada de su pelirrojo, entonces se desquito de todos esos meses de ansiedad y deseo, de nostalgia y furia, sin olvidar ser tierno y delicado con su amor, llevándolo al éxtasis, escuchando los eróticos sonidos que su amor emite. Una vez más una lucha de voluntades por el control de beso, finalmente Hanamichi se rinde, permitiendo que Kaede le haga gozar, sentir como todo su cuerpo se estremecía. Sin romper la caricia sus manos descendían por su pecho acariciando la tersa piel, los músculos firmes, sabiendo que cosas le gustaban.

 

Kaede estimula las tetillas de Hana, presionando con sus dedos, su reacción no se hace esperar, con un gemido, arquea su cuerpo, su movimiento consigue que sus excitados miembros se rocen a través de la tela de su bóxer, provocándoles espasmos de placer. 

 

Hanamichi siente como si una corriente eléctrica pasara por su cuerpo, era su amor, que abandonando sus labios, va dejando un rastro húmedo de besos y lamidas por el cuello del pelirrojo. Que solo atina a devolverle pequeños besos en sus hombros y acariciarle su espalda por debajo de la camiseta. Levanta la prenda por detrás con intención de quitársela, Kaede se aparta al comprender lo que pretende.

 

Enseguida con un brillo malicioso en sus ojos se inclina sobre el pecho de su pelirrojo, su lengua se desliza alrededor de su tetilla, sus dientes tironean despacio del endurecido botón, escuchando los jadeos y gemidos que halagan su ego, su lengua se arrastra por su pecho, para tomar posesión de su otra tetilla repitiendo en ella el mismo proceso.

 

Tal como prometió sus manos se mueven por todo su cuerpo, agitando aún más a su adorado Do’aho, manos calidas con dedos expertos que soban y aprietan en aquellos sitios sensibles de su amor, arrancando de sus labios ahogados jadeos y palabras entrecortadas.

 

-Haz…lo, hazlo ya –suplica arrebatado.

 

Kaede ignora su ruego.

 

Levanta cabeza, acercándosele, nuevamente se apodera de sus labios. Deleitándose ambos en la caricia, hasta que Kaede vuelve a posar sus labios sobre el estomago de su pelirrojo, respirando suavemente sobre su piel, produciéndole escalofríos de placer, su lengua comienza a pasar una y otra vez por su estomago, bajando hacia su vientre, dejando un rastro húmedo alrededor de su ombligo y metiendo la punta de su lengua profundamente en su pocito, el temblor de su Do’aho arranca una sonrisa de sus labios.

 

Hanamichi extraviado en las sensaciones que sacuden su cuerpo, siento como si perdiera el sentido en los brazos de su Kitsune, sus manos y su boca le han sacudido con fuertes emociones, su miembro aprisionado dentro de su bóxer ansia liberarse, da un suspiro de alivio cuando siente como Kaede toma el borde de la tela, alza sus caderas para facilitarle el sacárselo.

 

Echándose hacia atrás, Kaede deja libre su miembro que se alza orgulloso, se apresura a desnudarse él también, viendo como su Do’aho le mira a través de sus ojos veladamente entrecerrados. Se levanta sentándose sobre sus tobillos arrodillado en el lecho, justo donde tiene los pies Hanamichi con las piernas medio levantadas, deja que el pelirrojo le mire a placer, sus manos se apoyan en las rodillas del pelirrojo y con una leve presión de sus manos, las separa hacia afuera, acaricia con sus manos la cara interior de sus muslos, se inclina hacia delante y su boca se posa en la estremecida carne alrededor de su gloriosa erección, más no le presta atención, su boca y su lengua juguetean alrededor de su sexo, sin tocarlo, apenas un leve roce de sus cabellos que provoca una sacudida en Hana. Se deleito dejando pequeños besos en el interior de sus muslos, y descendiendo por su pierna hasta la punta de los dedos de los pies que chupetea dejando al pelirrojo dolorosamente sensible a esa nueva forma de hacerle el amor, lleva su otro pie hacia su boca y mete ambos pulgares en su boca chupándolos como si fueran un chupetín. Hana gime e intenta apartarse, pero sus manos le mantienen bien sujeto y no se lo permiten, ve como sus manos se aferran a las sabanas, y su cabeza se sacude de lado a lado, llevado por el frenesí amoroso al que le somete su amante.

 

-¡¡Por favor!! No…, no lo soportaré… más tiempo… -ruega entre jadeos entrecortados, su mano se mueve hacia delante, Kaede es más rápido que él toma sus manos entre las suyas, entrelazando sus dedos, impidiendo que consiga complacerse a si mismo- ¡¡Kae…de…!!! –solloza estremecido porque su boca continua su lento avance por su otra pierna, dejando tras de si, su piel humedecida con su saliva.

 

Sus caricias se aproximan al henchido miembro, recubierto de finas venillas Kaede pasa su lengua desde la base a la cabeza, Hanamichi suspira con un ronco jadeo, sabe que el alivio esta próximo, sus dedos se engarfian a los de su Kitsune, después lentamente se suelta enredando sus dedos en la cabellera negra de Kaede en una larga caricia, este ha dejado pringado de saliva el pene de su compañero y solo entonces su boca se cierra en torno a su cabeza y comienza a chuparlo y saborearlo introduciendolo más profundamente en su boca, sus labios resbalando por la suave superficie.

 

Hanamichi acaricia sus hombros. Su cuerpo se sacude con espasmos de placer, se tensa y el alivio llega en continuas oleadas de semen que llenan la boca de Kaede, este traga a pequeños sorbos, el acre sabor de su Do’aho le resulta el más exquisito manjar y finalmente succiona tragando unas últimas gotas.

 

-¡¡¡Ay Kaede!!!! –gime el pelirrojo atrayendo contra su pecho a su querido Kitsune, aun tiembla sacudido por la sobreexcitación- Te amo, Kaede. ¡Tómame! –le pide dándole la espalda, sabe que es el momento de darle placer a su Kitsune.

 

-Yo también te amo, Hana, mi adorado Do’aho.

 

 Hanamichi una vez más siente sus besos por su cuello, por sus hombros, su boca desciende a lo largo de su columna dejando ardientes besos, al tiempo que su lengua marca sus huesos, sus manos recorren apasionadas su costado, él esta resistiendo la dolorosa presión que su henchido miembro ejerce sobre esa zona tan sensible, pero resiste, deseando que sea lo más suave posible su intrusión en el cuerpo de Hanamichi. Sus dedos pellizcan y masajean sus nalgas acariciantes para separarlas delicadamente, ve su piel sonrosada y arrugadita alrededor de su abertura.

 

Una sacudida de placer le envuelve al comprender que su lengua esta lamiendo la piel alrededor de su ano, un nuevo lametazo le deja tembloroso, el placer ha sido tan intenso que su cuerpo se arquea, de entre sus labios entreabiertos escapa resoplidos jadeantes.

 

-¡¡Ay, Kaede!! –Suspira al apreciar su excitación- ¡Qué bueno me haces sentir!

 

 El muchacho moreno levanta su cabeza apenas un segundo, con una suave sonrisa escucha sus palabras, su mano acaricia su vientre y siente que Hanamichi esta nuevamente empalmado, retoma su posición y vuelve a pasar su húmeda lengua una y otra vez con un nuevo ritmo, consiguiendo que esa piel mórbida se estire y dilate al máximo, su Do’aho queda lánguido ante su demoledora lengua, sus rodillas temblorosas apenas le sostienen.

 

El pelirrojo mantiene su rostro congestionado pegado contra la almohada, la boca abierta, como si le faltara aire y respirando con excesiva dificultad, un momentáneo respiro le hace volver su rostro hacia atrás, los labios de su Kitsune se prensan contra los suyos en una ardiente caricia, mientras sus manos recorren su cuerpo para detenerse finalmente en sus caderas, sin esfuerzo le hace darse vuelta, sentándole sobre sus muslos entreabiertos, sosteniéndole con firmeza, sus órganos se tocan y juntos se estremecen de deseo contenido.

 

-¡¡¡Tómame, te quiero dentro de mi!!! –gime el pelirrojo junto a su oído, mordisqueando su lóbulo y besándole la garganta, que Kaede a dejado expuesta al echar hacia atrás su cabeza. Su distracción en el cuello de Kaede cesa cuando siente como un dedo de Kaede se introduce dentro suyo,  siente dolor, pero al mismo tiempo gozo, gime bajito junto a su oído, quiere algo más que eso, esta dispuesto a seguirle el ritmo que complazca a su Kitsune.

 

Kaede se mueve despacio dentro de él y distrae su dolor, sabe que lo siente, besándole y acariciándole con su mano libre. Cuando considera que es posible introduce un segundo dedo, Hana se tensa un instante, sonríe para animarle a continuar, Kaede apoya su cabeza en el hueco de su cuello, sigue besándole y lamiendo su cuello, respirando suavemente junto a su oído.

 

-Estoy listo –susurra Hana cruzando sus piernas alrededor de sus caderas y abriéndose lo más posible. Sus manos se cruzan tras su nuca.

 

El rostro sonrosado de su Kitsune esta a escasos centímetros, su boca ligeramente abierta, respira profundamente, sus labios entreabiertos le resultan muy golosos, su lengua invasora penetra en su boca, succionando con suavidad su lengua, recordando el delicioso sabor de su koi.

 

Kaede se dejar llevar por las emociones que su adorado le provoca, al mismo tiempo que lentamente acerca su miembro a la caliente entrada de su amor, despacio se desliza por el calido y apretado interior, le llena completamente cuando siente contra su vientre un suave golpeteo. 

 

Hanamichi jadea al ser consciente de la intima unión de sus cuerpos, sus nalgas quedan apoyadas contra sus muslos y el balanceo de su erguido miembro golpea el vientre de su amor, una dulce invasión, sin dolor, solo placer, mucho placer y las embestidas  lentas y rápidas se suceden una tras otra, no puede dejar de gemir, siente sus manos aferrarse a sus caderas, adoptan sin dificultad un ritmo constante que les llena de satisfacción, sus dedos se cierran alrededor de su miembro masajeándolo al unísono de sus movimientos.

 

-¡¡Ay, Kaede, que bueno se siente!! –suspira agradecido por las cosas maravillosas que le hace experimentar.

 

-¡¡¡Do’aho!!! –su cuerpo se tensiona hacia atrás, dos, tres embestidas rápidas y expulsa su ardiente semen en las entrañas de su amor.

 

-¡¡¡¡¡¡¡¡Kitsune!!!!!!! –grita enseguida Hana convulsionándose con las últimas sacudidas que su amor imprime en su henchido órgano alcanzando finalmente su punto álgido y culmina derramando su crema en su mano y el vientre. Su cuerpo se vence hacia delante, apoyando la cabeza en el hueco de su hombro. Kaede deslizó el brazo por su espalda sujetándole tiernamente.

 

Finalmente se derrumban sobre el lecho, estrechamente abrazados, Kae aún dentro de su querido Do’aho, al hacer ademán de dejarlo, escucha la voz profunda de su amor.

 

-¡No me dejes aún! –le pide Hana recostado sobre su pecho y rodeado por los brazos de su amor.

 

Kaede asiente, acaricia su rostro suavemente, dándole un corto beso.

 

Durante unos instantes ninguno de los dos habla, la acompasada respiración de Kaede le hizo creer que dormía, más no era así, esa noche no hubiera podido dormir ni aunque quisiera.

 

-¿Quieres que nos demos un baño? –le propuso.

 

-¿Te refieres a…? -miró hacia el exterior.

 

-Si. Hay luna llena y…

 

-De acuerdo. –consintió- Kaede. –murmuró sin deshacer el abrazo que les mantenía apretados. Un murmullo junto a su oído le hizo saber que estaba escuchando- Gracias por aceptarme a tu lado.

 

-No tienes que agradecerme nada, soy yo quien se siente agradecido porque has vuelto a mí. –Reconoció- Sin ti no soy nadie, Do’ aho. Eres mi vida.

 

-Tú también eres mi vida. Sin ti estuve como muerto. –Hana dio un vuelco a sus serias palabras- ¿Te gusto mi regalo?

 

Kae le miró desconcertado, al seguir la mirada de sus ojos, vió sus manos entrelazadas, en sus dedos brillaban rutilantes sus anillos, del que ni en los momentos más angustiosos de sus vidas ninguno de los dos se desprendió de ellos. Kaede porque sentía que si se deshacía de él, era tanto como dar por perdido definitivamente sus sueños. Hanamichi porque se aferro a la hermosa inscripción pensando que más allá de su triste vida junto a Sendoh, podía resolver sus dudas e inquietudes. Hanamichi separó sus manos y las levantó delante de sus rostros para verlos detenidamente atrapando un rayo de luna que entraba por la ventana abierta, sus anillos destacaban brillantes.

 

-Es precioso. Gracias, Hanamichi, me sentí muy feliz de llevarlo conmigo. –apartó la mirada de sus manos para fijarla en su koi.

 

-Me alegra que fuera de tu gusto.

 

-Fue todo un detalle. –reconoció Kaede volviendo de costado para quedar frente a frente y poder mirarlo todo el tiempo.

 

-Deseaba que tuviéramos algo que nos recordará al otro. Siento que en mi caso no fuera así. –su voz se entristeció.

 

-No te lamentes, de algo que no fue tu culpa. –le acarició y beso tiernamente- Estamos juntos y es lo importante.

 

-Si.

 

-Vamos… -se separó de él y tomándole de la mano le condujo fuera de la cabaña hacia el lago.

 

-Pero, así… -protesto Hana.

 

-No temas, no hay nadie excepto nosotros a muchas millas a la redonda.

 

-Encontraste un buen escondite, Kitsune. –elogió.

 

-Reconozco que me resulto útil. –murmuró bajo, casi para si.

 

-No quiero que llores más por mí. –dijo abrazándolo tiernamente- Nunca más me apartaré de tu lado.

 

-Gracias, Do’aho. Perdóname por dudar de ti, maldije tantas veces tu abandono convencido que te arrepentiste de estar conmigo, llegué a pensar que te marchaste voluntariamente.

 

-Solo la muerte me arrancará de tu lado –apoyó su cabeza en su pecho y rodeo su cintura con sus brazos- No tengo nada que perdonar, porque nada me hiciste. En cambio yo… -sus labios fueron sellados con un tierno beso que duro apenas unos segundos.

 

-No digas eso. –sus labios temblaban imperceptiblemente ante la sola idea de la muerte. Ni siquiera ella podía arrebatárselo, porque si así fuera, él no tardaría en seguirlo.

 

-Bañémonos…., a eso venimos ¿verdad? –vió aparecer en su mirada miedo y quiso alejar la tristeza de su lado. Ahora fue él que tiró de su mano hacia la cercana orilla. Dieron una corta carrera hacia el agua al mojar sus pies, la sintió fría- Burr..., esta fría –se quejo.

 

-Do’aho, esto no es frío. –Sonrió al ver su expresión- Espera a bañarte con una capa de hielo.

 

-¿¿¿¿¿¿¿Qué???????????? Eso es de locos. ¿Por qué demonios hacías semejante locura?

 

-Para calmarme –dijo simplemente.

 

La inocente expresión en el rostro de Hanamichi fue de torpe perplejidad, ante la mirada maliciosa del Kitsune, la comprensión abrió mucho sus ojos, cuando el significado real de sus palabras fue evidente, lento pero seguro y entonces no pudo evitar una sonrisa al preguntarle.

 

-¿No tenías otros métodos menos fríos?

 

-Si, pero no tan rápidos y efectivos.

 

-Tendrás que enseñármelos todos –sus ojos brillaron con picardía.

 

-Podemos empezar ahora… -intentó acercarse a Hana que se alejaba nadando, después de superar la primera impresión de frío. La temperatura del agua era deliciosa.

 

Hana rió escandalosamente al escucharle y nadó con vigor hacia el centro del lago. Se sorprendió al verle que le seguía, creía que tenía temor al agua, sus brazadas eran fuertes y acortaba la distancia entre ellos.

 

Se entretuvieron persiguiéndose, a veces Hana se dejaba alcanzar, cuando Kaede creía tenerlo él riendo volvía a alejarse. Media hora después rendidos por el ejercicio decidieron volver a la orilla.

 

Hana miró alrededor, para él todo era igual. De noche todos los gatos son pardos. ¿Dónde quedaba la cabaña? Se desconcertó.

 

-Allí… -señalo Kaede viendo la expresión perdida de sus ojos mientras lo rodeaba con sus brazos para calmar su sobresalto.

 

-¿Cómo puedes saberlo? –respondió al abrazo aliviado. No le hacia mucha gracia andar perdido por un bosque desnudo.

 

-Por la posición de la luna y por unos colgantes brillantes y sonoros que he colgado de las ramas de los árboles, además porque pase por ello. Escucha.

 

Se quedaron en silencio, solo se escuchaba los sonidos típicos en la noche, el rumor del agua batida por el viento, algún que otro chapuzón, el rumor entre las hojas, chillidos de animales, el croar de las ranas y el cri-cri de los grillos y por encima de todo percibió un suave tintineo, recordó que ya lo había escuchado antes pero no supo identificar de donde provenía.

 

-¿Dónde? –se volvió a mirarlo con una amplia sonrisa en su rostro.

 

-Mañana te lo enseñare, es decir, hoy, cuando sea de día.

 

-¿Qué fue ese chapuzón?

 

-Patos.

 

Kaede comenzó a nadar en la dirección correcta, siendo seguido por Hana que no dudo ni un instante en su capacidad de orientación.

 

El resto de esa noche ninguno de los dos penso en dormir, estaban demasiado excitados hablando y haciendo planes para su futuro en común. Besos y caricias eran intercalados entre frase y frase para satisfacción de ambos. Estaban estrechamente abrazados, necesitaban el contacto de sus cuerpos quizá para convencerse que estaban juntos. Hanamichi río escandolasamente hasta sentir que las lágrimas caían risueñas por sus ojos cuando Kaede le contó que la primera vez que salio a nadar, a pesar de ser por la tarde, equivoco el árbol que le servía de guía y estuvo seis horas andando por el bosque en dirección a su cabaña.

 

Los recuerdos de Hana no eran tan divertidos, pero aún así le hablo de sus excursiones por las montañas para fotografiar la naturaleza.

 

Deseaban en esas horas anteriores al amanecer enterarse de todo lo bueno y malo que les paso mientras estuvieron separados. Hanamichi deseaba saberlo todo, acerca del basquetball, de su integración al equipo, compañeros, entrenadores, fisioterapeutas, amigos, no olvido felicitarle por ser tres veces consecutivas nombrado el mejor  jugador del año.

 

-Es irónico pero eso te lo debo a ti –sonrió al decírselo.

 

-¿A mi…?

 

-Si, estaba tan furioso que solo pensé en jugar. En demostrarme que podía vivir solo con el basquetball.

 

-¿Pudiste? –aún recordaba lo mal que se sentía cada vez que veía a alguien jugar y Sendoh le recordaba continuamente “tu odias el basquetball”

 

-No.

 

-Yo tampoco, extrañe mucho no poder jugar.

 

-¿Te hizo mucho daño?

 

-Si, supongo que no se dio cuenta de ello, destrozó cinco años de nuestras vidas, no se si para bien o para mal, cambio la vida de nuestros amigos. ¿Recuerdas al dulce y tranquilo Kogure? –No espero su respuesta– Estaba furioso –sonrió al recordarlo- Le hice prometer a Mitsui que no interviniera, no deseaba que le destrozara a golpes, no por él, sino por Mitsui. Me olvide de Kogure, parecía un justiciero, nadie lo diría pero sabe usar los puños. –con un gemido ahogado, balbuceo las últimas palabras, incapaz de seguir retenido el dolor dio rienda suelta a este, cubriendo su cara en el pecho de Kaede comenzó a llorar desconsolado, al mismo tiempo que sus manos se aferraban a sus hombros abrazándolo por debajo de los brazos.

 

Kaede noto en el relato de Hanamichi que se callaba muchas cosas, por eso comprendía su llanto, tuvo que pasarlo mucho peor de lo que le contó.  Él mismo se sorprendía de la entereza que hasta ese momento mostraba su Do’aho, era de esperar que en cualquier momento Hana tenía que derrumbarse, por eso dejo que se desahogara a gusto, manteniéndole estrechamente abrazado contra su pecho, sintiendo sus lágrimas, susurrándole al oído dulces palabras de consuelo, pasando su mano acariciante desde la cabeza hasta el final de la espalda.

 

Hana se sentía aliviado al tener a su lado a su Kitsune, sus palabras y el calor de su cuerpo le hacían mucho bien, pero aun así no podía dejar de llorar. Las lágrimas caían como un torrente por sus ojos y nada podía hacer para evitarlo, sus hombros se sacudían con la intensidad de su llanto, y cuando pretendía hablar solo escapaban de su boca suspiros y gemidos y algún que otro hipido de desconsuelo, hasta que finalmente, su llanto fue remitiendo en intensidad hasta quedarse dormido agotado de llorar.

 

El fuerte abrazo de Hana le mantenía inmovilizado a su lado, no le importó, de vez en cuando de la garganta de Hana escapaba un leve quejido, su sueño era intranquilo, Kaede acariciaba su frente, como si supiera que él le cuidaba, Hanamichi dejaba escapar por sus labios entreabiertos un profundo suspiro y continuaba durmiendo más sosegado.

 

Hana despertó cuando la luna se ocultaba dando paso al alba y con ella despertó su espíritu juguetón, calmados todos sus pesares, barridos con las lágrimas purificadoras.

 

-Ahora me toca a mi –dijo alegremente el pelirrojo sentándose sobre el estomago de su amor y aprisionando sus manos por encima de su cabeza.

 

Kaede asintió con una sonrisa, se sentía cansado y con sueño, aún así se resignó a que Hana fuera dejando pequeños besos en su rostro para descender a su pecho y darle algún que otro mordisco nada inocente.

 

 

 

Continúa….

 

 

Notas finales:

Si pensáis que ha sido demasiado lemon, esperar a leer el siguiente capítulo.


En el capítulo han sido corregido algunos errores, sobre todo acentos, y cambie algunas parrafos, y añadí otros, pero nada que modifique su contenido


Habréis notado que hay unas separaciones muy grandes en diferentes partes del texto, ahí tenía unos cupidos como separador de situaciones, pero no se que hacer para que se vean.


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