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Rosas y Espinas por Paz

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Rosas y Espinas

Basado en Slam Dunk

By Paz

Capítulo III: Un lecho de rosas

 

Esa mañana Kaede preparó un abundante desayuno, Hanamichi se asomó a la puerta y se quedo mirándole. Al saberse observado Kaede se volvió con una sonrisa, esa sensación le trajo muchos recuerdos. Fue a su lado.

-Te dormiste antes de acabar -le reprocho riendo. El desconcierto en el rostro de su Do'aho le hizo reír aún más fuerte- Realmente te esmeraste mucho a pesar de estar medio dormido.

 -¡Hum!! -gruñó Hanamichi y para hacerse perdonar le dio un beso increíble.

-Siéntate. -Acarició su mejilla cariñoso- Esto esta listo en un minuto.

-¿Vas a salir a correr? Me gustaría ir contigo.

-Hoy no, tal vez mañana. Empezaremos con algo suave. -dijo repartiendo la comida en los platos.

-Estoy bien. -dijo Hanamichi.

-Come...

Mientras desayunaban, Hanamichi se empeñaba en afirmar que no estaba convaleciente y necesitaba ponerse en forma para recuperar su excepcional estado físico e insistía que era capaz de seguir su mismo ritmo, Kaede le miró con expresión de duda, más no quiso expresarlo. Además él estaba realmente cansado, fueron demasiadas emociones en tan solo veinticuatro horas, apenas si había dormido y realmente lo deseaba con fervor. Cuando satisfizo su hambre que también era mucha dejo al Do'aho comiendo y protestando solo. Se durmió apenas apoyó su cabeza en la almohada.

Media hora más tarde, Hanamichi subió al dormitorio, le contempla en silencio y decide que también necesita dormir, se acostó a su lado y lo rodeo tiernamente entre sus brazos, Kaede se acurruca contra su costado, enredando sus piernas entre las suyas, respondiendo a su abrazo.

Con una sonrisa en sus labios Hanamichi se quedo dormido.

Kaede despertó aturdido bajo los efectos de un profundo sueño, se sentía inquieto pues nuevamente soñó con Hanamichi, era tan real que sintió deseos de llorar, en ese instante, se sobresalto al advertir que no estaba solo, ¿quien dormía a su lado?, desconcertado estaba a punto de saltar del lecho cuando percibió el familiar aroma, no fue un sueño, era real, la persona que le abrazaba y dormía a su lado era su Do'aho, esta vez no era una de sus temibles pesadillas, realmente estaba a su lado, era la primera vez en mucho tiempo que despertaba acompañado y esa sensación le resulto confortante y más aún tratándose de la persona por la que su alma clamaba día tras día.

La ventana del dormitorio quedaba a su espalda, con un poco de suerte, esta se reflejaba en el espejo de su ropero, levantó la cabeza apenas unos milímetros para mirar, vio que caía la tarde pues el sol se ocultaba por entre los árboles.

Su mirada se alzó para mirar el rostro del durmiente. Se le veía tan hermoso y en paz consigo mismo, dormía con una sonrisa en sus labios, felizmente relajado, su fisonomía mostraba una expresión más madura, atemperada por el paso del tiempo, aunque aún quedaban en él el natural talante que le caracterizaba, principalmente su candor e inocencia, sus dones más preciosos, su torpe naturaleza que le conquisto desde el instante de conocerle y su risa, esa risa escandalosa que alegraba su alma y que tanto necesito cuando le perdió. En los negros momentos de su vida, estaba convencido que teniéndole a su lado nada podía irle mal.

Cerró los ojos y nuevamente el sueño se apoderó de él.

 

 

Hanamichi despertó con el sonido de una alarma, se apresuró a buscar el teléfono para que no despertara a Kaede, después de abrir y cerrar cajones, de remover alguna prendas encontró el móvil, lo conecto.

-Moshi... moshi... -susurro bajo.

-¿Hanamichi? Eres tú realmente. -preguntó un sorprendido Kogure.

-¿Por qué no iba a serlo? Claro que soy yo. -contesto saliendo del dormitorio. Se sentó en el primer escalón de la escalera- ¿Qué ocurre ahí? ¿Cómo están todos? Les dijiste que lamente no poder ir a saludarlos.

-Si, se han alegrado mucho al saber que te encontramos y están furiosos con Sendoh, nadie aquí cree que se atreva volver, pero eso no es importante. Estábamos preocupados por tí, solo sabíamos que Rukawa te echo sin escucharte.

-Bueno, lo pretendió, pero este supertensai sigue siendo el mejor -dijo riendo- No tuvo ninguna oportunidad conmigo -presumió.

-Do'aho... -murmuró Kaede.

-Kitsune apestoso... -bufó Hanamichi, aunque su tono no denotaba fastidio- ¿A quien llamas do'aho?

-A ti. Dile que si sabe que hora es aquí -bostezó aun no repuesto del todo- Recuérdale que son las tres de la madrugada.

-Disculpa un momento, Kogure -se levantó, paso el brazo por su cuello, acercó su rostro al suyo sus mejillas se rozaron, su boca quedo junto a su oído, le soplo suavecito al tiempo que susurraba- Vuelve a la cama, te prometo que esta vez no me dormiré.

Kaede sintió un escalofrió recorrerle la columna vertebral.

-¿Lo prometes? -sus ojos brillaron tras sus cabellos negros.

-Palabra de tensai.

Kaede dio media vuelta y regreso al dormitorio.

-Kogure..., si, era él, no te disculpes, rezonga porque le hemos despertado... -la comunicación se corto. Hanamichi miró el móvil, lo sacudió para ver si conseguía volver la llamada, pero el teléfono siguió mudo. Regreso al dormitorio- Se ha quedado sin carga.... -se interrumpió al verle dormido. Se acostó a su lado, pasándole el brazo por la cintura- Mañana cumpliré mi palabra. -Sus labios tentadores le atrajeron como un imán- Solo un beso -se apoderó de ellos, besándole suavemente, para no despertarle, lamiendo sus labios, prensándolos entre los suyos, su cálido aliento embriago sus sentidos, quería más, necesitaba más, ni siquiera eso fue suficiente para él, paso a través de sus dientes y comenzó a recorrer su boca, despacito, succionando su dulce lengua, sintiendo el rico sabor de su Kitsune, dulce y fresca, ambrosía penso disfrutando al máximo, su mano se deslizó por el pecho de Kaede, en una lenta y electrizante caricia, un suspiro escapó de sus labios, en sueños se removió inquieto. Hanamichi se inmovilizó unos segundos, no podía creer en su buena suerte, al moverse, cambio de postura quedando con su espalda apoyada en el lecho. Miró su rostro, bello y angelical, que seguía durmiendo, aunque evidentemente sus caricias aún dormido conseguían afectarle. Se inclinó sobre su pecho y comenzó a pasar su lengua alrededor de una de sus tetillas, lenta y suavemente, saber que aun dormido disfruta le alentaba a continuar, suspiros y gemidos escapaban de sus labios entreabiertos, Hanamichi con una sonrisa maliciosa dirigió su boca a la otra tetilla y aplicó el mismo trato, no le sorprendió ver que comenzaba a excitarse. Kaede se agitó violentamente cuando la atrevida mano se cerró en torno a su erguido miembro, su cuerpo se arqueó cuando ejerció una leve presión y comenzó a moverla arriba y abajo, en una simulada penetración, todo ello sin dejar de recorrer su cuerpo con sus labios y su lengua. Cambio de postura, colocándose a horcajadas a la altura de sus muslos, su mano guió su cabeza hasta su ano y sin dejar de mirarle fue ensartándose dentro de su rígido y apetecible órgano. Estaba tan estrecho que sintió dolor, lo olvido pronto ante el placer que le daba, comenzó a moverse despacio, dentro y fuera, dentro y fuera, sin salir por completo de él, el roce dentro de sus entrañas era delicioso, quería gemir pero si lo hacia seguramente que le despertaría, su cuerpo le pedía más y más y él se movió a un ritmo lento que encendía aún más sus sentidos, a su Kitsune también le gustaba porque movía sus caderas de un modo tan imperceptible que encendía aún más su sangre.

Kaede seguía todos sus movimientos. Sus largas pestañas ocultaban sus ojos entreabiertos, no perdía detalle, veía el rostro sonrosado de su Do'aho, con sus labios apretados, él también sofocaba los gemidos y jadeos que su acción provocaba en él, viendo como su mano iba hacia su propio miembro para calmar su excitación. Al igual que su amor, no quería descubrirse, no sabía cuanto más podría soportar, su cuerpo ansiaba una liberación, y esta llego descargando en las entrañas del pelirrojo, verle masturbándose fue algo sumamente erótico, con la mirada bajo, no le vió alzarse, antes que consiguiera su alivio, una mano le apartó.

-¡Tómame, tensai!  -dijo roncamente.

  Hanamichi levantó la cabeza y vió sus ojos mirándole con pasión.

Así lo hizo.

 

 

Ambos habían perdido la noción del tiempo, durante aquellas horas desde su reconciliación, en lo único que pensaron fue en hacer el amor, comer y dormir. Se estaban desquitando por los años que no estuvieron juntos.

-Vamos a correr, Kitsune -le animó a levantarse. Hanamichi se levantó dispuesto a comenzar su ejercicio de preparación, su primera acción fue bajar al lago para darse un baño y despejar las telarañas de su cerebro. Al volver, solo necesitaba despertar al Kitsune.

-Déjame dormir... -rezongo.

-No quieres que este tensai te quite tu primer puesto -le provocó con diversión en su mirada.

Kaede abrió un ojo que cerro al verle sonreír.

-Vamos, Kitsune perezoso -le apremio- te necesito, sin ti no lo conseguiré -se inclinó para besarle despacio.

Rukawa se volvió para facilitar el beso, atrayéndole hacia su cuerpo, rió sobre sus labios cuando Hanamichi perdió el equilibrio y cayo en la cama, acaricio su pecho y su mano descendió más allá de su vientre.

-Tómame -pidió.

-¿Te levantarás después? -preguntó a su vez.

-Lo intentaré.

Su mayor deseo era complacer a su kitsune y si el quería eso, pues él se lo daría, a nadie le amarga un dulce.

 

 

-¿Cuántos días te quedan? -preguntó algunos horas más tarde al despertar de un sueño profundo.

Kaede alargo la mano hacia donde tenía su reloj pulsera, lo miró.

-Cuatro... tenemos que entrenar.

-Ahora si... cuando te lo pedí no me hiciste caso... -lloriqueo el pelirrojo con falsas lágrimas.

-Do'aho... -le atrajo a su lado, besando sus ojos, sus mejillas, sus labios abiertos y su boca que se le ofrecía ansiosa, iniciándose una vez más una batalla de voluntades.

-Soy tuyo -gimió el pelirrojo.

Kaede gimió también preguntándose de donde sacaría fuerzas.

 

 

Tras un baño en el lago, se vistieron ropa de deporte y salieron a correr, evidentemente ninguno de los dos estaba en plena forma, Kaede hizo la mitad del recorrido que habitualmente llevaba a cabo, tardaron una hora y media, en parte porque llevaba un trote más suave para dar a Hanamichi la oportunidad de seguirle, algo que hacia con bastante dificultad, regresó a la cabaña destrozado si bien no lo reconoció.

Kaede extendió un paño sobre la mesa de la cocina.

-Recuéstate. -dijo yendo hacia un armario donde guardaba su botiquín. Saco un linimento para calmar los dolores musculares.

-¿Qué vas a hacer? -preguntó Hanamichi obedeciéndole sin rechistar.

-Masajes. -Volvió a su lado, la mesa era pequeña para el tamaño de Hanamichi, sus piernas colgaban en el aire, puso una toalla bajo la cabeza del pelirrojo- ¿Estás bien?

-Pasable. -levantó una pierna del pelirrojo y desatando los cordones de sus zapatillas de deporte se las quito, primero uno luego la otra- Pon los tobillos en mis hombros, estarás un poco más cómodo.

-¿No pretenderás aprovecharte de este tensai? -inquirió ante su sugestiva postura.

-Do'aho... -una sonrisa asomo en sus labios.

Abrió el frasco y puso en su mano un poco de crema que extendió con la otra, luego comenzó a pasarlas por el muslo del pelirrojo aflojando sus músculos hasta sentirlos relajados, masajes que hacia extensibles por toda la pierna y el pie, proceso que repitió con la otra pierna hasta sentir que todos sus músculos fláccidos.

-¿Terminaste? -preguntó al sentir que se detenía.

-Aún no... -Kaede se llevo las manos al borde de sus pantalones y se los bajo junto con el bóxer que dejo caer al piso de la cocina.

-¿Qué haces? -abrió los ojos sorprendido al verle encima suyo, con una sonrisa zorruna en los labios y armado por completo.

-Poner en práctica lo que me sugeriste.

-¿¿Yo?? No sug... -sus labios le impidieron seguir hablando- ¡¡Ouch!! -se quejo- Eso me dolió.

-Lo siento.

Tenían que hacer equilibrios sobre la mesa para no caerse. Finalmente riendo se trasladaron al dormitorio, allí estaban más cómodos.

-Pongamos serios -murmuró Kaede, unas horas más tarde.

-Si -supo a lo que se refería.

-Es la última vez. -dijo categórico.

-Tampoco es para poner así -gimió ante esa posibilidad.

-¡Do'aho, me refiero que lo hagamos con moderación!

-¡Ah, si es así! -quedo en silencio unos minutos- ¿Qué entiendes por moderación? -Inquirió algo preocupado- ¿Una vez a la semana, al mes o al año?

-Eso no es moderación. Es masoquismo -río ante la expresión desolada de su Do'aho- Hablemos de otra cosa. Veamos que te parece mi programa de ejercicios. A las seis salimos a correr, empezaremos despacio y levantaremos el ritmo poco a poco, luego al regresar nos bañamos, tomamos un desayuno y...

-Podemos hacerlo... -sus ojos castaños brillaron luminosos y pícaros.

-No, descansaremos unos minutos, practicaremos con el aro, veremos como estas con los tiros libres, los rebotes y el tiro de tres puntos, si es necesario empezaremos con lo básico.

-¡Otra vez no! -aún recordaba sus practicas con Ayako y sus protestas ante Akagi porque no le dejaba jugar con el equipo.

Kaede le miró serio.

-De acuerdo, lo que tu digas. -accedió. Estaba seguro que podía ganarle si se lo proponía.

-No lo creo. -dijo Kaede, su Do'aho era como un libro abierto.

-¿Qué?

-Aun no puedes y menos aún ahora.

-¿Cómo sabes...? -se sorprendió.

-Tus pensamientos se traslucen en tu mirada. -sonrió al ver que aún era capaz de ruborizarse.

-¿Y luego...?

-Te daré una sesión de masajes -vio el brillo revelador- Solo masajes. -añadio.

-Ufa... ¿Cuándo comeremos?

-Después de... -un ruido revelador le interrumpió, le miró comprendiendo- Bajaré a preparar algo rápido. -se levantó desprendiéndose del abrazo de su Do'aho, buscando entre las ropas de cama y por el suelo su bóxer sin encontrar lo que buscaba.

-¿Dónde...?

-Sin mal no recuerdo que te lo quitaste en la cocina. -dijo riéndose de él.

Kaede despreocupado por su desnudez, bajo a la cocina, donde efectivamente allí estaba su ropa y la de Hanamichi. Estaba inclinado cuando sintió un cuerpo pegándose al suyo, un brazo sujetándole por las caderas y su mano libre abriendo sus nalgas donde un trozo de carne pugnaba por abrirse paso.

-Kaede no deberías provocarme así, eres irresistible -murmuró inclinándose por su espalda hasta posar sus labios en sus hombros.

Solo atino a sujetarse contra el borde de la mesa cuando de una estocada le sintió dentro de si.

-¿Te dolió, Kitsunito? -se movió con rápidas y duras embestidas.

Kaede no podía hablar. Dolor y placer se entremezclaban de un modo delicioso. No podía sentirse resentido con él por devolverle la jugada, debía recordarlo para practicarlo más a menudo.

-No... no te detengas... -pidió cuando sintió que disminuía el ritmo de sus embestidas- Se siente bueno... -jadeos y suspiros- Muy bueno -añadió cuando su mano comenzó a masajear su dolorido miembro sincronizando ambos movimientos, arrebatándole el escaso control sobre su cuerpo- No consigo controlarme.

-No lo hagas... -musito una voz junto a su oído.

Sus palabras fueron como el disparo de salida para los corredores, su cuerpo se tenso, tras él fue consciente que Hanamichi estaba llegando al final, al unísono derramaron su ardiente semen, Hanamichi en sus entrañas, él embadurno su mano y el suelo de la cocina.

Algunos minutos después dos avergonzados muchachos, se apresuraron a vestirse y limpiar la cocina hasta dejarla reluciente, solo entonces se atrevieron a mirarse a los ojos y sin poderlo evitar comenzaron a reír abrazándose uno al otro para sostenerse incapaces de calmar su alegre estallido.

-¡¡Por Kami!!  Esto es demasiado -exclamo Hanamichi- Tienes razón no podemos seguir así.

Aunque se lo propusieron muchas veces, seguían cayendo una y otra vez y finalmente se acabaron los días de descanso de Kaede y este regreso a su casa más cansado que cuando fue allí.

Mientras conducía de regreso a la ciudad, miraba de vez en cuando a su acompañante, que dormía placidamente en el asiento del copiloto.

Viéndole dormir, le invadió un sentimiento de reconciliación con el mundo. Aunque fueron unos días realmente agotadores, no podía negar que obtuvo tanto placer como el que él estuvo dispuesto a dar, eso no podía negarlo, cada segundo a su lado fue puro placer, un maravilloso desahogo de los sentidos, las más vividas sensaciones, los recuerdos más hermosos nuevamente hechos realidad. Tenía el convencimiento que lo ocurrido esos días era una especie de revancha, un desquite por los años de separación, un querer convencerse que efectivamente estaban juntos, una prueba real, solo necesitaban tranquilizarse, convencerse a sí mismos que no volvería a pasar. Apartó su mano del volante y la pasa despacio por los mechones de la cabellera roja para apartarlos de su rostro.

Hanamichi abrió los ojos y le miró.

-¿Algo va mal? -inquirió inquieto al ver su mirada perdida en quien sabe que pensamientos.

-No. Al contrario. Todo está bien. -Esbozó una sonrisa- Sigue durmiendo, aun queda mucho camino por delante. -volvió la mirada a la carretera, afortunadamente había poca circulación.

Afortunadamente, su coche era un modelo grande, y Hanamichi podía estirar las piernas para viajar relativamente cómodo. El asiento se podía poner horizontal y dormir en el como si estuviera en un lecho. Sin embargo, Hanamichi se acercó a su costado, prefiriendo usar su hombro de almohada.

Se sintió alegre cuando Hanamichi al posar su cabeza le transmitió su calor a través de la tela, su proximidad le hacia sentirse bien. Como si supiera que su contacto le era necesario, se tomo de su brazo con una mano mientras la otra quedaba apoyada en su pecho.

 Al quedarse dormido, Kaede sintió como su mano se deslizó hasta posarse en su regazo. La tomó entre la suya, manteniendo esa unión hasta llegar a su destino.

 

 

Antes de despertar por completo, aún en las brumas del sueño, Hanamichi supo que estaba solo en el lecho, no recordaba como llego allí, ni en que momento se desvistió, solo tenía su bóxer puesto. Finalmente se decidió y levantó los parpados, para ver una maravillosa visión, Kaede entrando al dormitorio con una bandeja abarrotada de alimentos, ricos y nutritivos como pudo apreciar después.

Comieron juntos en el lecho, con la bandeja en medio de ellos.

-¿Cómo llegue aquí? -preguntó Hanamichi.

-Me dio pena despertarte, así que cargue contigo y te acosté, pensé que estarías hambriento cuando despertaras y baje a buscar lo necesario. -intentó ocultar un bostezo. Conducir durante cinco horas lo había dejado exhausto.

-Me mimas demasiado -murmuró halagado por el desvelo que presentía tras sus palabras.

-Recuerda que aquí nos tenemos el uno al otro, yo me ocupo de ti y tú de mí ¿de acuerdo?

-Si.

-Necesito dormir. A las ocho tengo concentración. -de la mesilla tomo un par de relojes y los puso en hora para sonar, con una diferencia de tres minutos entre una alarma y otra.

Hanamichi le miró sorprendido, se levantó distribuyendo cada reloj en un punto diferente de la habitación.

¿A que viene eso? -preguntó.

-Para obligarme a levantarme. -retiro la bandeja, dejándola sobre una mesita. Se acostó al lado de Hanamichi y apagando la luz dijo.

-Buenas noches, Hanamichi. -le paso el brazo por la cintura y en dos segundos dormía profundamente.

-Buenas noches, Kitsune -le dio un suave beso en su blanca mejilla, apago la luz de su mesilla e intento dormir.

 

 

Hanamichi se cayó de la cama sobresaltado cuando la estridente alarma comenzó a sonar alarmándolo, aun seguía en el suelo preguntándose como era posible que Kaede siguiera durmiendo, cuando empezó a sonar el otro despertador, aquellos dos sonidos continuos eran altamente fastidiosos, consiguiendo finalmente arrancar lentamente del sueño a Kaede que abrió los ojos somnolientos.

-¿Qué haces en el suelo? -preguntó sorprendido.

-¿A ti que te parece? Ese... ese ruido infernal me sobresalto. -se levantó para ir a apagarlos. Empezaba a estar harto- Si lo que quieres es levantarte a tiempo, yo lo haré, pero por favor tíralos a la basura, sip? O mejor aún, que te llame ese estirado portero que tenéis en el edificio.

-No estamos en el apartamento. -dijo estirándose de un modo totalmente zorruno y con una mirada hipnotizante.

-¿A dónde me has traído, Kitsune? -miro sorprendido a su alrededor, los muebles y la decoración eran demasiado personales como para creer que estaban en un hotel.

Kaede se levantó y recogiendo de una silla la ropa de Hanamichi se la tiro a los brazos.

-Vistéte. -él también lo hizo.

Hanamichi sorprendido por la actitud de su Kitsune se apresuró a hacer lo que le pedía.

-Cierra los ojos. Mejor te los vendaré -abrió un cajón y sacó una banda roja que usaba para mantener sus cabellos sujetos cuando corría o jugaba. Se la coloco encima de los ojos y con la seguridad que no podía ver nada le llevo hasta la calle dejándole en la vereda frente a la casa de  espaldas a la misma.

-¿Kitsune?

-Puedes quitártela.

Hanamichi llevo la mano a la banda y se desprendió de ella, al otro lado de la calle vió las casas, no eran iguales, cada una tenía algo que la diferenciaba, pero todas sin excepción tenían un jardín delante, y vallas blancas junto a la vereda, setos verdes separando las distintas casas, a derecha e izquierda una calle tranquila cuyas aceras estaban franqueadas por árboles de copa frondosa que protegían el paso de los rayos solares sobre los viandantes.

De una de las casas se vió una pareja joven despidiéndose en el porche y como el hombre subía a su coche y partía, al pasar por delante de ellos. Disminuyo la velocidad y saludo.

-Buenos días, hermosa mañana ¿verdad?

-Preciosa -admitió Kaede- Que tenga un buen día -deseo.

-Gracias, lo mismo digo. -les miró una vez más- ¿Se han trasladado a vivir aquí? Si son solteros se verán muy solicitados. -les advirtió con una sonrisa.

Kaede no contesto, en parte porque miraba a Hanamichi que parecía creerse en un sueño.

-¿Quién es? -preguntó finalmente.

-No lo se.

-¡¡¡¡Kitsune!!!  Tu no eres mi Kitsune -no cabía en si de la sorpresa, desde cuando se mostraba tan afable con desconocidos- ¿A qué se refería con lo del traslado?

-Gírate y mira detrás de ti.

Hanamichi se volvió, su mirada se poso en la casa que rompía la uniformidad del entorno, su diseño era completamente distinta, como si al arquitecto le dieron libertad al construirla, más grande, tres plantas desde el nivel del suelo, la última, las buhardillas, con ventanas en los techos a dos aguas, en el frente, en la planta baja dos ventanales grandes daban a un porche cubierto que cubría el largo de la fachada, sostenido por media docena de columnas lisas,  allí sillones de mimbre y reposeras invitaban al relax, mesas y sillas en total armonía, la puerta de medio arco, con cristales opacos en la parte superior, un jardín donde crecían rosas blancas junto a la baranda del porche, glicinas subiendo por las columnas dando una nota de color al blanco resplandeciente de toda la casa, un césped cuidado, y junto a la valla blanca, naturalmente, gladiolos y jacintos se intercalaban a lo largo de la misma. Su mirada regresó a la casa, posándola en el piso superior donde además de una terraza que ocupaba tres cuartas partes del frente, se venían cuatro ventanas y un ventanal con hojas de doble puerta.

-Es preciosa. -recordaba las palabras de Kaede "es una casa ideal, te gustará en cuanto la veas"-  ¿Es la casa que...? ¿Es tu casa?

-No, Do'aho, no es mi casa, es nuestra casa. -le rectificó- Ven, te la enseñaré por dentro.

-No...

-¿No quieres verla? -preguntó con un deje de dolor.

Hanamichi lo abrazó sin importarle que estuvieran a la vista de cualquiera, le hizo darse vuelta y le preguntó.

-Dime... ¿Qué ves?

Kaede apoyó su espalda en su pecho mirando desconcertado a su alrededor. Todo le resultó natural, dos casas más allá otra pareja besándose bajo el porche, ella se quedo y el hombre tomo su coche, iba a trabajar, una continua repetición a esa hora del día. En la casa vecina a la de ellos, salio un hombre mayor a recoger el periódico. Otra pareja despidiéndose.

-Matrimonios despidiéndose para ir a trabajar.

-Exacto. Trabajar. -le recalcó la palabra. Ante su mirada un tanto despistada agrego- ¿No te dice nada eso? ¿Quién es ahora el Do'aho?

-Tengo que irme. -Recordó su entrenamiento, pausadamente se dirigió hacia el camino de entrada seguido de Hanamichi que enlazó su cintura con su brazo y le atrajo contra su costado- ¿Qué harás tú?

-Correr. ¿A qué hora regresas?

-No estoy seguro, depende del entrenador, te llamará antes de salir.

-Aquí estaré. Mientras te duchas, haré el desayuno.

Quince minutos después Kaede se asomaba en la puerta de la cocina. Sobre la mesa ya estaba listo el jugo.

-Aquí tienes, si recuerdo bien, tomabas chocolate con pan tostado y zumo de naranja. -dijo sirviendo el rico chocolate en su jarro. Al abrir el armario se encontró con una agradable sorpresa, las jarras estaban perfectamente identificadas, la suya tenía un monito pelirrojo dibujada y la de Kaede un kitsune de larga cola plateada y unos ojos azules con mirada ladina. Le hizo mucha gracia y estuvo sonriendo por un buen rato- Kaede....

-Ummm... -levantó la mirada y vió que le miraba con cierta duda en su mirada castaña. De algún modo supo lo que pensaba.

-¿Alguna vez trajiste aquí...? -no se atrevió a seguir preguntando- Olvídalo, no importa. -no tenía derecho a cuestionar su pasado.

Kaede le miró a los ojos, tuvo la certeza que él estaba enterado. Que sabía que no le fue fiel, que intento olvidarlo engañándose a si mismo, convencido que en otros cuerpos encontraría el olvido. No fue así.

Se levantó bruscamente, Hanamichi creyó que iba a pegarle como cuando eran adolescentes y se paro esperando. No iba a defenderse. Sin embargo, no fue así, Kaede le abrazo.

-Nunca, Hanamichi. -le dijo mirándole fijamente.

Le creyó.

-Esta es nuestra casa, tuya y mía. Jamás haría algo así. -sus ojos se humedecieron.

-Lo siento, no debí preguntar, me sorprendí al encontrar de todo, parece que hubiera estado ocupada.

-Todas las semanas viene una señora a limpiar. Antes de venir la llame pidiéndole que llenara la despensa. -le explicó- Aunque nunca quise reconocerlo siempre desee que volvieras y que encontraras nuestra casa lista para habitarla.

-Soy un torpe... -Hanamichi lo abrazó lamentando haber lastimado a su Kitsune con sus dudas- Perdóname... -Kaede le miró con una suave sonrisa y supo que todo estaba bien- Termina de desayunar, no te entretengas más. -Kaede asintió.

Diez minutos después le despedía junto a la puerta del garaje.

Poco después de recoger la cocina, Hanamichi subió a ponerse ropa deportiva, aunque era un poco tarde, el sol ya estaba alto y se iba a cansar pronto, Hanamichi hizo el esfuerzo para salir a correr. Sin embargo sus propósitos quedaron en eso. El timbre de la puerta sonó con insistencia.

Fue a abrir y se encontró delante de una joven, aproximadamente de su edad, llevaba en las manos una fuente, cubierta con plástico transparente.

-Hola, buenos días -saludó la muchacha, mirando impactada al joven alto que le abrió y con esa cabellera roja que parecía una llamarada, aun siendo tan temprano, el teléfono fue un gran invento y ya se sabía que la casa estaba ocupada- Me llamo Cinthya. Vengo a darle la bienvenida.

-Siento no comprenderla -dijo Hanamichi en su idioma nativo, lamentando no entenderla. Su inglés era pésimo y se propuso aprenderlo cuanto antes.

Aún así por gestos pudieron entenderse.

Hanamichi estaba guardando la fuente con la ensalada cuando volvieron a llamar a la puerta.

Esta vez se trataba de una muchacha morena, traía un pastel de carne, su mímica fue bastante comprensible y la joven se retiraba algunos minutos después.

-Ahora podré salir -exclamó tras guardar en la nevera otra fuente.

Vana esperanza porque cada diez o quince minutos aparecía alguna joven llevando un regalo de bienvenida. La nevera estaba a tope.

-Que amables son aquí. -penso, cuando ya definitivamente la mañana pasó y él había perdido la posibilidad de correr.

 

 

-Do'aho -Kaede se asomo a la cocina, encontrando al muchacho sentado junto a la mesa leyendo una revista de basquetball.

-Hola Kitsune -levantó la mirada del artículo que leía y la fijó en el muchacho, su aspecto no presagiaba nada bueno- ¿He hecho algo mal? -preguntó temeroso de ser el motivo.

-Estoy cansado, he tenido un mal día.

-Lo siento... -se levantó- Ven conmigo, ya lo tenía previsto. -aun llevaba el bolso al hombro, se lo quito dejándolo en el suelo de la cocina, luego como a un niño pequeño le guió hasta el cuarto de aseo y procedió a desvestirle, allí le esperaba una bañera llena de agua con aceites relajantes y suavizantes- Cuando te sientas mejor, baja.

-Gracias, Hanamichi. -Se sumergió en el agua caliente, después de darse una rápida ducha. Cerró los ojos apoyando la cabeza en el borde de la bañera, los abrió cuando Hanamichi le puso una pequeña toalla doblada- Hanamichi... acércate..., un poco más -pidió, el joven se inclinó y entonces su mano mojada se apoyó en su nuca atrayéndole hasta alcanzar su boca, le beso profundamente, su lengua jugueteó hasta quedarse sin aliento. Era como una recompensa por sus cuidados- ¿Cómo te fue a ti?

-No pude salir a correr -sonrió al recordarlo.

-¿Por qué no? -preguntó sorprendido.

-Ya lo veras. -Ahora rió con ganas- Tienes que enseñarme inglés. Necesito hablarlo enseguida.

Salió del aseo dejándole desconcertado.

Hanamichi dispuso la mesa y las viandas para comer, realmente todo tenía un aspecto delicioso. Espero a oír bajar a Kaede antes de ponerlo a calentar. Una de sus visitas le explicó como utilizar el microondas. Una hora después subió a ver que estaba haciendo y como no, le encontró dormido. Durante poco más de un minuto pensó despertarlo hundiéndole en la bañera, más reflexionó a tiempo y lo hizo de un modo más placentero.

-Kitsune dormilón -le espetó terminando el beso con un suave mordisco a su labio inferior- Tengo hambre -se quejo.

-Dame cinco minutos.

Asintió.

Con la seguridad que iba a encontrar la comida caliente fue poniéndola por tandas en el microondas y programándolo.

-¡Hanamichi, te has pasado toda la mañana cocinando! -se detuvo junto a la mesa mirando las distintas fuentes.

-Ne!!. La ensalada la trajo Cinthya, el pastel de carne Sally, el pan casero Annie, -miró una de las notas que tenía sobre la mesa- Anna Lee....

Kaede no pudo evitar una sonrisa maliciosa.

-Tendré que tener cuidado contigo -dijo sentándose a la mesa y sirviéndose de las distintas fuentes.

-¿Por qué dices eso? -su mirada inocente se posó en su rostro. Al ver que aún sonreía penso que sus palabras iban medio en broma.

-Apuesto a que ninguna de tus visitas pasaba los veinticinco.

-¿Cómo lo sabes?

-Te dieron la bienvenida y te invitaron a sus casas -acertó al ver la expresión de su rostro.

-Si, creo que fue eso, no estoy muy seguro. No es fácil entenderse por señas.

-Seguro que estarán encantadas de enseñarte su idioma. Si quieres esta tarde podemos pasar por sus casas para agradecerle su bienvenida.

-¿Lo harías? -su mirada mostraba cierta perplejidad "¿Qué pretendía el Kitsune?" pensó.

-Claro... -le sonrió encantador- Cualquier cosa para que esas brujas alejen sus garras de Hanamichi. -decidido a no dejarse arrebatar a su novio- No me ha creído. No suelo ser muy convincente. Además Hanamichi me conoce demasiado bien.

-¿Qué hora te parece bien para ir de visita? -inquirió. ¿Que estará tramando? -Se preguntó Hanamichi recogiendo los utensilios usados y poniéndose a lavar las fuentes vacías- Aprovechare para devolver esto.

-A partir de las cuatro -decidió ayudándole a recoger la cocina- Después podemos ir a jugar un uno a uno.

Hanamichi accedió entusiasmado.

Se sentaron en un cómodo sillón en el salón, decorado con exquisito gusto oriental, delante del televisor encendido.

-¿Quieres ver algo especial? -preguntó Kaede.

-A ti -le abrazo, se recostó con él, solo necesitaban sentirse juntos y como no, Kaede se durmió en los brazos de su Do'aho, quien embelesado observaba cada rasgo de su rostro amado, sus largas pestañas negras, deliciosamente arqueadas, su nariz exquisitamente trazada sobre su rostro, sus labios, pulposos, nunca se hurtaría de besarlos, con una sonrisa, se aproximó a ellos y suavemente para no despertarlo comenzó a juguetear con ellos hasta que el sueño le venció a él también.

Cuando despertaron pasaba de la hora prevista para salir. Subieron a cambiarse de ropa. Su vestimenta era idéntica, solo les distinguía el color, la polera de Hanamichi era azul marino y pantalones vaqueros, la de Kaede negra y con pantalones vaqueros del mismo tono.

Guardadas en bolsas transparentes, Hanamichi recogió las fuentes para devolverlas.

-¿Dónde vamos primero? Supongo que te dieron sus direcciones.

Hanamichi le enseño sobre el aparador de la cocina, unos papeles enganchados en un pincho.

-¡¡Vaya que previsoras!! -exclamó al ver el plano dibujado en el papel con cruces y nombres.

Todas sus visitantes vivían en la misma calle, por lo que no resultó difícil dar con ellas, la más alejada estaba a cien metros de su casa.

Las visitas parecían una repetición de las que él recibió, Hanamichi saluda respetuosamente, con una ligera inclinación de su torso, y unas palabras que Kaede se encargaba de traducir. Demás esta decir que la apostura de los jóvenes, conquistaba a quienes les veían, tan hermosos y altos, más esa primera impresión Kaede se encargaba de desconcertar a las posibles candidatas a la conquista de su Do'aho, su actitud con todas fue respetuosa, agradeció en nombre de Hanamichi su regalo de bienvenida, alababa sus dotes culinarias y se marchaban no sin antes dar a entender que ellos eran algo más que simples amigos, una mirada encendida, una caricia sospechosa entre dos hombres, tomar su mano entre las suyas como si no se diera cuenta, y por encima de todo la natural simpatía de Hanamichi que aunque no podía entenderse con ellas conquistaba sus corazones, algo inevitable con el pelirrojo. Poseía un don natural, que brotaba de su corazón.

Regresaban a casa, uno al lado del otro, para ponerse ropa deportiva e ir a jugar cuando Hanamichi habló.

-Tengo que reconocer que has sido ingenioso, Kitsune.

-¡¡Qué!!! -se hizo el desentendido.

-Antes que de una hora todos sabrán que soy tu pareja.

-Espero que menos. -murmuró con fervoroso acento.

-¡¡¡¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!!!!!! -Hanamichi dejo salir su estentórea carcajada, unos niños que jugaban en el jardín se volvieron a mirarlos.

-¡¡Mirad!! Tiene el pelo teñido de rojo -exclamo un muchacho de unos siete años.

-Disculpad a mi hijo -la voz surgió tras la valla.

Se acercaron, viendo a la mujer inclinada que estaba trasplantando varias plantas.

Kaede habló rápidamente con Hanamichi, quien sonrió al muchacho al tiempo que se llevaba la mano a cabeza.

-Dile que no son necesarias sus disculpas, la verdad no molesta ¿verdad?

Kaede asintió, al tiempo que se volvía hacia la mujer y le hablaba.

Ella se había levantado, se quito el guante y les ofreció su mano en un cálido saludo.

-Hace mucho calor esta tarde y más aún caminando por ahí -se llevo el brazo por la frente- Os apetece tomar algo fresco, tengo limón recién exprimido.

Hanamichi asintió al escuchar lo que Kaede le decía.

-Será un placer.

Les abrió la cancela y entraron, pasaron hasta el porche sentándose en unos cómodos sillones, junto a una mesa. Kaede llevaba todo el peso de la conversación, a decir verdad, a veces contestaba con monosílabos y solo se expresaba con mayor fluidez cuando se dirigía a Hanamichi.

Cuando se despedían, media hora después, la mujer dijo mirando a Kaede:

-La prensa no le favorece en nada. Ha sido un placer conversar con usted. Mi esposo es simpatizante de los Chicago Bulls, demás esta decir que no se pierde ningún partido de la temporada. No se extrañe si golpea en su puerta para conocerle.

La fría expresión de su rostro con sus primeras palabras cambio levemente por otra más cálida.

-Si estamos le recibiremos encantados. -dijo antes de proseguir su camino.

¿Qué te decía? -preguntó curioso Hanamichi.

-Me ha reconocido.

-Así que eres famoso -se burlo cariñosamente.

-A veces suele ocurrirme. -demás estaba añadir que su frialdad alejaba todos los que se le acercaban. Su fama de insensible y frío se la ganó a pulso.

Esa noche regresaban de practicar, en una cancha próxima a su casa cuando les salió al paso un hombre joven.

-Buenas noches... -les saludo.

-Oyasumi -Hanamichi comprendió su saludó y respondió a él.

Kaede nunca estaba seguro como comportarse ante un admirador y la mirada de ese hombre evidenciaba que lo era.

-¿Puedo estrechar su mano? -preguntó.

-Oi nanda? (¿qué pasa?) -preguntó Hanamichi ante el silencio del muchacho.

-Nandemonai (nada).

-Demo (pero)... -le dio un empujón con el hombro para que reaccionara en algún sentido. Parecía petrificado.

-Sumaisen.... -tomo la mano extendida hacia él al tiempo que ofrecía una disculpa.

-¿Qué te pasa? -le preguntó cuando se alejaban dejando atrás a un perplejo vecino.

-No me gusta que me paren los admiradores.

-Recuerda lo que dijiste a esa mujer esta tarde. Vuelve y dile que venga a tomar una cerveza.

-¿Crees que sea su marido? -pregunto dudoso. No deseaba quedar mal con ella, ya que fue atenta con ellos. Les invito a su casa sin conocerles.

-Le ví salir de su jardín.

Rukawa retrocedió un par de pasos. El hombre le miró acercarse, en sus ojos había curiosidad.

-¿Quiere venir a tomar una cerveza con nosotros? -dijo apresuradamente, como si temiera arrepentirse.

-Me encantaría... -sus ojos se iluminaron- He visto todos sus partidos y me gusta su juego, tiene una técnica depurada y sus jugadas dejan desconcertados a sus adversarios -comentó mientras le seguía.

-Te lo dije, Kitsune. Mira que feliz esta.

Entraron en la casa.

-Dale de beber y distráele -le miró suplicante-

-Solo por esta vez.

Kaede se llevo al piso de arriba el bolso del pelirrojo junto con el suyo.

Hanamichi le señaló el salón invitándole a pasar y sentarse. Le hizo un gesto de ir a buscar bebida. El hombre comprendió. Asintió con una agradable sonrisa.

Cuando media hora después bajo Kaede, no le sorprendió nada encontrarles a los dos bebiendo y riendo alegremente, como si fueran amigos de toda la vida.

-Que no decaiga el animo -dijo riendo jaranero mientras iba a ducharse.

Kaede se sentó en el sillón frente al hombre.

-Me llamo Joshua Brannigan... -se presentó-. Siendo vecinos puedes llamarme Joshua.

-Rukawa Kaede -dijo a su vez el muchacho de ojos de hielo.

-Encantado de conocerte, Rukawa.

-Kaede... -se asombró que estuviera diciendo aquello, después de ese primer instante inicial todo comenzó a ir sobre ruedas, empezando a hablar de basquetball, el entusiasmo de su vecino era contagioso.

Hanamichi les encontró charlando animadamente, se sentó en el apoyabrazos junto a Kaede y se quedo allí escuchándoles hablar sin entender nada, excepto algunas pocas palabras que de oírlas,  empezaba a conocer su significado. Observó que Kaede se tomó su bebida, así que se levanto y fue en busca de más.

Nuevamente ocupo el sitio que dejo anteriormente, más en el momento de ofrecerle la bebida se dejo deslizar hacia el asiento, ocupando los dos el estrecho espacio.

-Me preguntaba si tú también jugabas al basquetball.

-Le dirías que este tensai es el único capaz de vencerte.

-Serás el único pero hasta ahora no lo has conseguido -dijo friamente.

-¡¡¡Teme, Kitsune!!! Espera a que me recupere y entonces veremos quien es el mejor -se levanto y abandonó el salón.

-Disculpe..., -Kaede le siguió apresuradamente, le alcanzó abrazándole por la espalda y apoyando su mejilla en su espalda- Gomen nasai -le pidió arrepentido por haberle provocado una vez más- Ai shiteru, Hanamichi.

-Ai shiteru, Kaede -se dio la vuelta y lo estrecho en sus brazos- Hoy ha sido un día muy largo, disculpémonos con Joshua y vayamos a dormir. Sou?

Kaede asintió.

Joshua comprendió que era el momento de marchar. Apenas entraron en el salón, sin darles tiempo a hablar, se levantó.

-Muchachos, para mi ya es muy tarde. Gracias por la bebida y la charla, lo he pasado muy bien.

-Vuelve cuando quieras -dijo con sinceridad Kaede- ¿Cuántos chicos tienes? -preguntó sorpresivamente.

-Un chico y una niña.

-¿Les gusta el basquetball? ¿Y a tu mujer?

-Les he contagiado la fiebre del basquetball -dijo riendo sin comprender hacia donde iban sus intenciones haciéndole aquel tipo de preguntas.

-¿Conoces algún parque que tenga una cancha donde se pueda practicar tranquilo?

-Donde viven mis padres hay una que nadie utiliza. -le explicó donde estaba ubicada.

-Nos servirá. Gracias. -le acompañaron hasta la puerta donde se despidieron definitivamente.

-¿A cuento de que venían esas preguntas? -curioseo Hanamichi.

-El entrenador suele regalar entradas para ver los partidos, nunca las he necesitado, hasta ahora.

-Hum, Kaede, si tienes tu corazoncito -dijo Hanamichi posando su mano en su pecho y moviéndola suavemente- ¿Cuándo será el partido?

-Dentro de una semana.

-Yo también quiero una entrada.

-Por supuesto.

Dos días después un sorprendido Joshua recibía de manos de su hijo, un sobre con cuatro entradas con asientos preferentes, para el primer partido de la temporada.

-¿Quién te dio esto? -le preguntó.

-Ese chico con alto, el que va con el del pelo rojo.

-Iré a hablar con él. -decidió.

-Te acompaño, tengo un pastel de zanahorias que les gustará probar. -dijo su mujer envolviendo en un paño la fuente donde estaba el pastel- Ahora se porque decidí hacer dos.

Hanamichi estaba duchándose, hace unos minutos que regresaron de practicar cuando sonó la llamada a la puerta.

Kaede descendió las escaleras un tanto sorprendido, su cabellera negra esta mojada y los pelos se le pegan al rostro. Un tanto extrañado, normalmente a esas horas no solían recibirse visitas ya que pasaban de las diez de la noche.

-Sabemos que es un mal momento, solo queríamos agradecerte las entradas -dijo Joshua sin darle tiempo a hablar- Ya conoces a mi mujer... -Kaede miró a la mujer.

-Hola...

-¿Quién es Kitsune? -preguntó Hanamichi bajando las escaleras. Al apartarse Kaede de delante de la puerta vió a los Brannigan- Hola... -les saludo en su idioma. Si quería aprenderlo debía empezar con las palabras más triviales- Kitsune que atentos nos traen comida. -tomo la fuente que le ofrecían y se inclinó respetuosamente en señal de agradecimiento.

-Solo es un pastel de zanahorias, espero que sea de vuestro agrado -dijo la mujer- Buenas noches.

Cuando traspasaron la valla de su jardín, Kaede cerró la puerta.

-Voy a ducharme.

-Yo pondré la mesa. Típicamente americano -dijo con una sonrisa, si seguían así iba a olvidar como se cocinaba. ¿Por qué esa costumbre de regalar comida? ¿Acaso creían que eran un par de inútiles?

 

 

Hanamichi se hizo muy popular en la pequeña comunidad, todas días sin fallar ni uno, hiciera buen o mal tiempo, antes de las seis ya estaba en pie y salía a correr, había tomado muy en serio su entrenamiento, durante dos horas cruzaba por las diversas calles, así empezó a conocer a todo el vecindario a los que se les hizo común ver al joven de cabellera roja correr entre las seis y las ocho menos cuarto, regresaba a tiempo para despedirse de Kaede y darle su beso de despedida, como hacían otras parejas, al principio a más de uno le  pareció insólita aquella situación, más al conocerles mejor, coincidían con ellos en sus vespertinos paseos por la pequeña comunidad, también les aceptaron porque se les hizo normal verles tan enamorados y mejor avenidos que muchas otras parejas, los fines de semana Kaede se unía a Hanamichi cuando iba a correr, en el parque practicaban durante una hora basquetball y finalmente regresaban a su casa, tras una breve ducha desayunaban, leían las noticias del periódico, hablaban o veían algún partido antiguo en los muchos que había participado Kaede y en los cuales comentaban las jugadas y la mejor forma de mejorar algunos errores. Kaede poseía la técnica del juego, Hanamichi el entusiasmo y el fuego necesario para mejorar. Kaede era un maestro y Hanamichi pronto estaría en forma para pensar en buscar un equipo que le aceptará entre sus jugadores.

 

Continúa...  

Notas finales:

Autora: No creo que sea necesario pediros disculpas por el exceso de lemon, creo que hasta lo disfrutaréis porque la linda parejita se esta demostrando lo mucho que se han extrañado y la necesidad de ponerse  al día. Además Rukawa ha comenzado a interactuar con su entorno, saliendo del cascarón en el que se había encerrado.


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