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Frerard: Dos Mundos Distintos por Nemu Black Parade

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Notas del capitulo:

Vale, muy bien, esto... Este no es el único sitio donde este Frerard está subido. También lo podéis encontrar en deviantart.com, bastante más simplón, la verdad, a nombre de Nemuru-san (mi cuenta allí). Pues eso, si os apetece, leedlo y comentad. 

Aviso, los párrafos que estén en cursiva son los recuerdos. Consultadme todas las dudas que tengáis.

"MY CHEMICAL ROMANCE" Y SUS INTEGRANTES NO ME PERTENECEN (por desgracia), SON GENTE QUE EXISTE EN LA VIDA REAL, QUE LLEVAN OTRA VIDA (posiblemente), Y, HASTA DONDE YO SÉ, NO LE PERTENECEN A NADIE. 

 

 Eran las siete de la mañana. Mi despertador, cumpliendo con su naturalmente fastidiosa función, empezó a sonar insistentemente hasta que yo, medio dormido y ya fastidiado para el resto del día, extendí un brazo y terminé con aquel molesto sonido de un puñetazo certero. Bostezando, me senté sobre mi cama y me froté los ojos, intentando sacarme el sueño de encima sin éxito. Hoy era lunes,  y estaba seguro al cien por cien de que iba a ser otro día jodidamente aburrido...

  "Vaya mierda de vida", pensé cuando, a través de la ventana, vi que fuera estaba nuboso. Quizá lloviera. Saqué una cajetilla del cajón de mi mesilla de noche (marca Marlboro, los que más me gustan) y me puse a fumar un cigarrillo, disfrutando sin ninguna prisa del para mí delicioso sabor del tabaco. Luego, entré en la cocina y empecé a hacerme el desayuno mientras suspiraba con aburrimiento y resignación.

 

 

  Mi nombre es Gerard Arthur Way Lee, tengo diecinueve años y estoy en el segundo curso de la Universidad de Artes Visuales de Nueva York. Supongo que debo resultar atractivo: soy alto y bastante delgado, tengo un cuerpo bastante bueno, mi piel es pálida como la de un vampiro y mi pelo es largo, liso y negro, como las alas de un cuervo...

  Joder, cómo lo odio, pensé mientras me apartaba unos cuantos mechones negros de delante de mis ojos. Dios, me gustaría tanto poder teñirlo, pensé soñadoramente mientras, ya en el coche, encendía el motor. Sí, teñírmelo... Sí, en un tono escarlata, vivo y brillante, como la sangre fresca... Continué soñando con todo lo que haría de haber podido durante todo el trayecto, mientras fumaba otro cigarrillo.

  Llegué a aquel sitio casi sin darme cuenta, pero aquel irritante suspiro procedente de miles de bocas femeninas supo hacer que me orientara. Joder, si es que son más pesadas que la madre que las hizo. ¿No saben hacer otra cosa? Pasé junto a aquellas acosadoras sin prestarles ninguna atención y me fui derecho a mi clase, casi deseando que fuera ya la hora de salir. Odio a esas acosadoras. Bueno, la verdad es que el resto del mundo me importa un pito. El mundo en el que vivimos es perverso y destructivo. ¿Esperanza? ¿Amistad? ¿¡Amor!? Todo eso no era más que un mal chiste o un cuento de viejas, al menos para mí.

  Entré en mi clase y me fui derechito al fondo del aula. No me gusta que la gente se dé cuenta de mi presencia. Lo odio. Me senté en una esquina y casi recé porque hoy nadie me hablase. Mientras esperaba, no pude evitar ver el comportamiento inmaduro que exhibía el resto de mis compañeros (orgullosísimos, cómo no) aprovechando que la profesora aún no había llegado. Este sitio es una puta mierda.

  Por fin, la tardona de nuestra profesora llegó, pero con ella venía también un chico que no conocía. Lo miré, perplejo. ¿Un chico nuevo? Mieeeeeerdaaa. Espero que ni se le ocurra intentar hablar conmigo siquiera. Sí, ojalá. Lo examiné.

  Parecía ser más joven que yo. Debía de ser inteligente. Por supuesto, era mucho más bajo que yo. Sus ojos eran marrones, como los míos, claro que los suyos tenían una mirada diferente: alegre, inquieta y, curiosamente, bastante formal. Su pelo castaño oscuro, que además era liso, tenía un peinado muy raro, casi parecía que hubiera venido sin peinarse siquiera. Llevaba unos vaqueros negros, rasgados y muy ceñidos, una camiseta negra de Los Ramones (uno de mis grupos favoritos, por cierto), y, lo más extraño, maquillaje en los ojos. Se había hecho la raya con un lápiz negro. Je. Qué cosa más rara. Levanté una ceja, sorprendido. Casi decidí que me iba a caer bien, pero descarté enseguida la idea. No quiero amigos. Estoy mucho mejor sin ellos, gracias. No necesito amigos, y menos uno que tiene más tinta y agujeros que yo qué sé lo qué (hasta donde yo podía ver, le había visto un tatuaje grandísimo que le ocupaba todo el brazo e innumerables pendientes. Qué asco).

  Oí a la profesora de pasada, y me enteré en ese momento de que el nombre del nuevo era Frank Anthony Iero. Qué nombre más raro. Oh, bueno, ¿qué más te da? No estás interesado en la gente, ya sólo el hecho de recordar que estás compartiendo espacio y oxígeno con una pandilla de inmaduros te provoca náuseas, ¿por qué mierda deberías mostrar algún interés por este niño?

Oigo pasos. Alguien se acerca. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Qué quieren de mí? Ni los mires, Gerard. ¿Tan incapaz eres de recordar que tanto tú como el resto de la gente pertenecéis a mundos distintos? Oí una voz desconocida.

-Perdón- alguien preguntó-, emm... ¿Está este asiento reservado?

¿Era a mí? Levanté la vista. Era el chico nuevo, y... me estaba hablando... ¿a mí? Pestañeé, sorprendido.

-¿Está este asiento reservado? ¿Esperas a alguien?- repitió, con calma.

Reaccioné.

-No- contesté, con un tono frío y casi a la defensiva-. De hecho, no esperaba que nadie se sentase a mi lado. Por mí, puedes hacer lo que te dé la real gana.

Se sentó a mi lado y sonrió de oreja a oreja.

-Pareces buen tío. ¿Cómo te llamas?

¿Perdón? ¿”Buen tío”, yo? ¿Acababa de decirme eso... a la cara? ¿Y se lo creía? Resistí el impulso de reírme en su cara. ¿Estaba ciego, era subnormal, qué coño le pasaba a este tío?

-Soy Gerard Way.

No añadí el acostumbrado “encantado de conocerte”, porque ni me sentía feliz por el mero hecho de conocer a un paleto más ni... bueno, no siento nada parecido a la alegría desde hace... ¿años?

-Yo soy Frank Iero, pero me puedes llamar “Frankie”. Si quieres, claro... Encantado de conocerte.

No estoy interesado, muchas gracias. Lo ignoré con desprecio y me quedé mirando a otra parte, haciendo como que él no estaba ahí.

Sin darse cuenta de que estábamos hablando (o, al menos, de que él intentaba hablar conmigo), la profesora empezó a explicar la lección. Hoy tocaba la música barroca. Boh... Qué peñazo. Como ya me sabía la lección, abrí la libreta en una página al azar y dibujé lo primero que me vino a la cabeza. Lenta, muy lentamente, y bastante descuidadamente, todo hay que decirlo, logré capturar en la hoja antaño blanca la silueta de un esqueleto con un sombrero de copa y un chaleco negro y desgastado, que sujetaba una pistola en una mano y una rosa en la otra.

-Jodeeeer, qué dibujo más cojonudo.

Levanté de nuevo la vista, totalmente cabreado. El nuevo, Frank-como-se-llame, me había estado espiando y había visto mi dibujo. Dejé escapar un suspiro de fastidio.

-Qué vueltas da la vida, ¿no crees? Yo también soy un fan de los Guns n’ Roses. Jamás lo hubiera pensado de ti. Es decir...- se calló al ver mi mirada asesina.

 

Tío, no sabes nada ni de mí ni de mi puta vida. ¿Por qué coño no me dejas en paz?


Pasaron las horas, y, afortunadamente para mí, Frankie no intentó hablar de nuevo conmigo. Menudo alivio. Así y todo, lo intentó una vez más a la hora de comer.

-¿Puedo sentarme aquí?- oí, sentado en la mesa que solía ocupar (una muy apartada, en una esquina, sin nadie cerca), en la cafetería del campus. ¡Él otra vez!

Sólo para ver si así conseguía que me dejase en paz, dejé que se sentara en la misma mesa que yo. Menudo asco... me gustaba muchísimo aquel sitio, estaba apartado y nadie se acercaba. En otras palabras, que la soledad allí estaba cien por ciento asegurada. Y de repente venía este tío y lo jodía todo. Todo. ¿Por qué intentaba meterse donde no le llamaban? No pedí que nadie viniera, no quiero ni eso ni nada por el estilo. ¿Por qué?

Bueno, está bien, no te preocupes. No te preocupes. Simplemente actúa como si no estuviera, exactamente, como si no... ¡¡Maldita sea!! ¿Por qué me parecía tan difícil? Este chico tenía algo que me hacía sentir... ¿incómodo? Como sea, no podía ignorarlo más.

-¿Qué es lo que quieres de mí?- pregunté de la manera más hosca de la que fui capaz, intentando ocultar mi repentina vergüenza.

-¿No te quedó claro aún?- respondió, masticando casi sin interés unas cuantas patatas fritas. Tenía una cara muy... quizás, sólo quizás... sexy, rebosante de felicidad, que hizo que me pusiera rojo, por primera vez en años. Gracias a Dios, soy bueno a la hora de fingir, así que lo oculté tan bien como supe.

Él respiró hondo, como intentando seleccionar cuidadosamente qué decir a continuación.

-Sólo quiero... ser tu amigo.

“¿Quieres ser mi amigo?”

“¡Eso es, llora, marica de mierda, que no sirves para nada más!”

Me quedé durante un momento sin respiración. ¿Cómo...? ¿Por qué...? Después de tantos años... Oh, olvídalo, devuélvelo a ese rincón de tu memoria, machácalo, entiérralo lo más hondo que puedas y ni se te ocurra pensar en ello de nuevo. No... ni se te ocurra.

-¿Qué te pasa?

Mierda, lo ha visto.

-¿Tan malo es que alguien quiera ser amigo tuyo, ehh... Gerard?

¿Cómo es posible que sienta ese extraño cosquilleo en el estómago, cuando no hizo más que decir mi nombre? Joder, Gerard, mira que eres gilipollas. Estás siendo más lerdo que nunca en tu vida. Mordí mi sandwich y lo mastiqué despacio, meditando mi respuesta.

-Mira, tío...

-Frank.

-Como sea...- siseé, irritado-. En este mundo hay dos clases de personas: aquellas que están hechas para socializarse y aquellas a las que les repugna relacionarse mínimamente con el resto. Tú eres de la primera clase, y yo de la segunda.

-¿Y?- preguntó, confuso. Madre mía, ¿cómo puede alguien ser tan memo?- Eres tú quien decide eso, y no los demás.

Pobrecillo. En serio se creía que me importaba las opiniones de otros. Qué inocente.

-YO he decidido ser así. Muchas gracias. Lo que te intento decir es...

-Que no quieres amigos, ¿me equivoco?

Levanté ambas cejas de la sorpresa. ¿Cómo podía saber eso?

-Mira, Gerard...

No sientas nada. No disfrutes de esa sensación. NI SE TE OCURRA, DESGRACIADO. Apreté mis puños bajo la mesa y bajé mi cabeza de tal modo que no veía mi cara, que estaba roja por... por... por culpa del calor, sí, eso es. No tolero el calor.

-... yo antes era como tú. Era maleducado, desagradable, rudo, no me relacionaba con nadie y los odiaba a todos con toda mi alma- tomó algo de aire, y me sentí más sofocado. Y un cuerno me estaba ruborizando.

-Hasta que un día intenté suicidarme...- agachó la cabeza-. En ese momento, mucha gente vino en mi ayuda, y gracias a ellos comprendí que yo significaba mucho para los que me rodeaban y que aún quedaban cosas por las que vivir. Como cuando alguien riega una planta casi muerta y le devuelve todo el brillo, el verde y la lozanía. Sólo quiero ayudarte...

 Parpadeé. Hablaba como si recitara un poema... Eh, eh, eh, para el carro. ¿Te estás dejando fascinar sólo porque tiene un pico de oro? Ya nadie puede ayudarte. Levanté mi cabeza tentativamente. Aahhh, s... su cara... ¡está tan cerca de la mía!

-¿Por qué?- dije de malos modos, aterrorizado por la escasa distancia entre nuestras caras.

-No pareces mala persona, y sé que tienes problemas. Quiero ayudarte a resolverlos.

Me levanté de repente, dándole una tremenda patada a la silla sin darme cuenta, y lo miré. No. Sí. Tal vez. Bueno... Jamás. Puede... ¿Por qué estaba tan confuso?

¿Eh? Te está mirando fijamente, ten cuidado, podría descubrir que eres un cobarde, un niño llorón, débil y frágil... Sí, quiero que piense en mí como frágil... ¡No, no quieres! Parece tan preocupado por mí... ¡Lástima que no lo esté!

-¿Gerard...?

¡¡DEJA DE DECIR MI NOMBRE DE ESA MALDITA MANERA!! Oh, no, mierda, la gente me está mirando. Todos me están mirando...

Risas. 
Muchas risas, todas procedentes de gargantas infantiles.
Tú eres la causa de todas ellas.
Ellos lo saben, y lo peor es que tú también.

No existe la amabilidad en este mundo. Tan sólo hay sufrimiento, soledad y cruel inhumanidad. Nunca olvides esto. ¿Entendido? Lo miré.

-No estoy interesado, gracias- siseé, y hasta a mí me sonó extraña mi propia voz-. Vivo muy bien estando solo. No necesito amigos.

Me di la vuelta y salí furioso de la cafetería.

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué os pareció? Necesito saber vuestras opiniones para que así los próximos capítulos no sean tan decepcionantes.

Cuesta muchísimo contar una historia desde la perspectiva de un adolescente amargado y antisocial. De hecho, tuve que estar escuchando "Requiem for a dream" durante todo el rato que estuve escribiendo esto. O sea, que al final terminé deprimida.

Eso me recuerda, si hay algún latinoamericano leyendo esto: que espero que no le ofenda mucho que use la palabra "coger". De donde soy yo esa palabra se utiliza mucho y no precisamente con esa connotación.


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