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Frerard: Dos Mundos Distintos por Nemu Black Parade

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Notas del capitulo:

Viendo que el primer capítulo de esta serie (traducida) por mí ha tenido mejores resultados de los que yo esperaba, aquí subo el segundo capítulo. Lo mismo, si hay algún error, si algo os parece mal, comentadlo y listo. Es bueno tener sugerencias a mano.

Este fanfic es mío, pero está colgado en Deviantart, en una cuenta a nombre de Nemuru-san (mía).

MY CHEMICAL ROMANCE NO ME PERTENECE, NI SUS INTEGRANTES, NI SU VIDA. DUDO QUE ALGUNO DE ELLOS HAYA TENIDO QUE PASAR POR ALGO PARECIDO A ESTO EN ALGÚN MOMENTO DE SU VIDA.

 

 No puedo dormir. Puto cuerpo de las narices... Abrí la ventana de mi habitación y aspiré el aire de la calle, con su característico olor a gasolina, comida basura y humanidad. No creo que esta sea la mejor ciudad del mundo. Para nada. Aún así, me gusta muchísimo Nueva York. Un lugar perfecto para enterrar tus memorias y vivir en paz, camuflado entre 8 millones de personas más. Vivir solo había sido la mejor idea que hubiera podido tener, hm...

 Fumé un cigarrillo tranquilamente, algo aburrido, intentando en vano mirar las estrellas. Por lo menos, no había nadie de mi familia cerca, nadie que se escandalizase a la mínima, nadie que me preguntase nada acerca de mí ni de qué me pasaba a todas horas, todos los días...

 Cerré mis ojos y rememoré mi día, desde el momento en el que me levanté...

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 Llegué al parking, incómodo y aterrado, volteando la cabeza seguido para comprobar que nadie me estaba siguiendo. Después de lo que hice en la cafetería... Casi sentí que me iba a morir de la vergüenza. Llevaba tiempo intentando parecer invisible a los ojos de mis compañeros; de hecho, lo había conseguido en menos de un trimestre, hacía ya varios años, y con tanto esfuerzo...  Y ahora...

 Abrí la puerta de mi coche y entré en él a toda prisa. ¿Por qué estaba tan interesado en mi vida? ¿¿Por qué se atrevía a darme consejos acerca de MI VIDA?? ¿Se lo pedí o qué? ¡Claro que no! Pero noooo, el señor Estoy-Tan-“Preocupado”-Por-Ti tenía que hacer lo que le saliera de los cojones, arruinando mi sistema y... oooohh... cómo lo odio.

 Salí del campus, importándome una mierda que tuviera más clases después de la comida y todavía asegurándome de que nadie me seguía. Llamadme paranoico si queréis, pero... todavía hay cosas que no puedo olvidar. Sentí un escalofrío recorriéndome la columna vertebral cuando recordé... uuugh, no, no, no pienses en eso ahora mismo, estás conduciendo y podrías tener un accidente...

 Me odio a mí mismo, odio mi maldita vida, y lo más podrido de todo este asunto es que soy demasiado cobarde como para poder ponerle un fin a todo esto. Innumerables recuerdos de intentos de suicidio fallidos desfilaron por mi cabeza. Dios mío, Dios mío, necesito un... Necesito un... sssshhh, tranquilízate, estás conduciendo, espera un rato y ya podrás fumar todo lo que quieras, ¿vale?

 Cuando llegué a mi apartamento, fui directo a mi habitación y cogí una cajetilla de tabaco. Me fumé la mitad de los cigarrillos, uno tras otro, y suspiré con alivio cuando sentí que ya volvía a ser yo mismo. Así, sí...

 No tenía gran cosa que hacer para las pocas clases a las que había asistido, así que... ¿qué debería hacer primero? Que les den, todavía me queda la noche. Me metí en la cama y cubrí mi cara con la almohada, intentando ahogarme, pero sabiendo que no lo iba a conseguir. Quiero morir. Quiero morir. Pero no tengo el valor suficiente como para suicidarme. Joder, Gerard, eres más inútil... Casi mordí la almohada cuando aquella imagen, tan nítida, apareció de repente en mi cabeza. ¿Por qué? ¿Por qué a mí?

 -Esto es tan malditamente injusto...- murmuré, intentando contener un sollozo.

 

 Así es como pasé el resto del día: llenando mi cabeza de autocompasión y de pensamientos de odio hacia él... aunque estaba fracasando estrepitosamente en el intento, porque había algo dentro de mi pecho que rechazaba aquella clase de sentimientos. ¿Por qué? No es más que un tío desagradable y metomentodo, hiciste muy bien cuando rechazaste su “oferta”. Sí, pero... ¡¡Vete a la mierda!!

 Encendí la radio, intentando distraerme, y enseguida sonó por los altavoces una canción de la cual era incapaz de recordar el nombre...

 “Para cuando me di cuenta, ya había nacido
Motivo o meta, no me contaron
¿Qué debo hacer? ¿Qué debo llevar?
Las palabras “Sólo Dios sabe” no funcionarán para mí  
Nada empieza, nada termina en esta ciudad
Sólo existe angustiosa soledad y cruel realidad  
Pero aún así, busco una luz
Soy el gatillo, yo decido mi camino
Si florezco o fallezco, es mi decisión
Soy el gatillo...”

 ¿Tú también, radio? No quiero ayuda. No necesito ayuda. Apagué la radio y tiré el mando tan lejos como pude. Nadie me puede ayudar ya...

 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

 Parpadeé. Maldita Nueva York, lo único malo de esta puta ciudad es que no se puede ver ni una sola estrella. Ya no sé ni por qué lo intento... Miré al cigarro que todavía sostenía entre mis dedos índice y corazón y retomé el hilo de mis pensamientos.

 Si mal no recuerdo, empecé a fumar después de aquello, hace nueve años o así. Sí, sí, fue entonces. Al principio, era incapaz de comprender cómo era posible que eso tranquilizase a alguien, y me asqueaba tanto que tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no escupir. Muy poco después me convertí en adicto y empecé a robarles el tabaco a mis padres, ya que yo no podía ir a comprarlos. Y, tres meses después de haber empezado, Mikey, mi hermano pequeño, me pilló in fraganti. Fui capaz de obligarle a que no se lo dijera a nadie, pero aún recuerdo claramente cómo me miró. Estaba triste, furioso, decepcionado... por mi culpa. “¿Por qué?”

 Nunca hablé con nadie acerca de mí. Ni siquiera Mikey, o mi abuela, las únicas personas en las que confiaba, se habían salvado; ellos sólo conocían lo justo. Exactamente, así es como debería ser. Nadie debía saber nada acerca de mí... o de mi vida. No soy una nenaza, puedo enfrentarme a mis propios problemas yo solito. Sin nadie más.

 Hmmm... Qué sueño tengo, por Dios... Tiré la colilla por la ventana, sin fijarme en si le caía en la cabeza a alguien o no. No me importa. Me tiré en la cama y pensé: ¿qué debería hacer? ¿Debería saltarme las clases de mañana (no sería la primera vez que lo hacía)... o ir y hacer como que no había pasado nada? Aunque la primera opción era obviamente tentadora, finalmente la rechacé. Iré a clase mañana. Y así, nadie sabrá lo que soy en realidad. Un jodido cobardica.

 

 El mundo entero es una telaraña gigante. Todos están unidos a todos mediante cuerdas rojas que parecían salirles del pecho. Cada cuerda tiene su propia longitud, grosor y brillo. Como las relaciones. Es fascinante; están muy unidos y parecen disfrutar de ello.

 Estoy en una esquina de esa enorme red. Estoy demasiado lejos de ellos, pero todavía sigo unido a esa comunidad. Las pocas cuerdas que me atan a ellos están deterioradas, débiles, casi sin brillo; son demasiado largas. Son tan inestables que un solo paso en falso haría que me cayera en el abismo. ¿Cuánto duraría aquel delicado equilibrio? Lo sentía, podría caerme en cualquier momento. Estoy solo, tengo frío y miedo, pero ni loco avanzaría e intentaría reforzar esas cuerdas. No tengo el valor suficiente para hacer tal cosa.

 Algo aparece de repente. Es una mano, y tiene un brillo raro, rojizo. ¿Qué podría significar eso? Ni pajolera idea. Hay algo en esa mano... calidez, amabilidad... un sentimiento que soy incapaz de entender... Es extraño, sólo puedo ver esa mano; el resto del cuerpo está en sombras. Me es tan familiar que siento unas ganas de llorar tremendas.

 -¿Gerard?

 Conozco esa voz. ¿Pero de qué? Ni idea. Extiendo mi propia mano, temerosamente, pero hay algo que me impide acercarme más y agarrarla. Algo dentro de mí tiene miedo. Como si temiera que esa simple acción fuera a causarme más sufrimiento. No, no quiero sufrir. ¡No otra vez!

 -¡¡No!!- y golpeo esa mano, apartándome de ella a toda prisa.

 Repentinamente, el suelo que había bajo mis pies desaparece y me caigo... Oscuridad. No hay nada más que fría y destructiva oscuridad a mi alrededor. Esas cuerdas que me sujetaban ahora están tensas, puesto que tienen que soportar mi peso. ¿Cuánto tiempo tardaría en caerme de verdad?

 

 Me golpeo la cabeza con algo...

 

 Abrí los ojos y me froté la cabeza. Dios, cómo dolía. ¿Pues no me acababa de caer al suelo? Estupendo, Gerard, geniaaaaaal... No voy a volver a fumar antes de irme a dormir, lo juro. Miré el reloj... ¡¡¡LAS OCHO DE LA MAÑANA!!! ¿¿Cómo es que no me había despertado aquella puta alarma?? ¡¡Cago en... mierda, mierda, MIERDA!! ¿Es esto una de tus bromas, Dios? ¡No tiene maldita gracia! Oh, joder, no tengo tiempo para maldecir, ¡voy a llegar tarde!

 Me levanté del suelo tan rápido como pude y corrí hacia el armario, donde cogí la primera camiseta que vi. Casi que voy a ponerme los vaqueros que llevé ayer... Me vestí a toda prisa y me puse mis Converse sin atarme los cordones. Me peiné apresuradamente, casi sin mirarme al espejo. No hay tiempo para desayunar. Cogí la cartera y las llaves y salí del piso corriendo como un condenado.

 

*************************************************

 

 Llegué a tiempo para la segunda hora. Por suerte para mí, nadie se dio cuenta (o lo pareció, al menos) de que no había sido “puntual” y pude pillar uno de los asientos de la fila de atrás. Pero ni por esas.

 -¡Hola, Gerard!- oí cómo me saludaba con aquella voz tan alegre.

 Pft, mentí. Por supuesto que él se dio cuenta. ¿Cómo no iba a hacerlo, si parecía disfrutar poniéndome de los putos nervios? Alguien como él se daría cuenta enseguida de la ausencia del objeto de su diversión.

 -¡Me alegro de verte!

 Yo no podría decir lo mismo de ti. Lo ignoré. Maldito seas... Eres un verdadero pesado, deberías agradecerme que estuviera siendo deferente contigo. ¡Malditos seáis tú y tu asquerosa sonrisa! No lo mires, Gerard... Ni se te ocurra...

 -Llegas tarde- comentó, al sentarse a mi lado. No me digas. Como si no lo supiera-. ¿Qué fue? ¿Se te pegaron las sábanas, hubo algún accidente...?

 ¡Como si fuera asunto tuyo! No es nada que te debiera preocupar. Gilipollas... No contesté, y sentí una mezcla extraña de alegría y culpabilidad cuando me di cuenta de que parecía estar muy cortado. Tuvo lo que se merecía, pero... Oh, qué poco me gusta esta sensación.

 Nuestro profesor entró en clase. Estupeeeendo... Suspiré. Prepárate para el aburrimiento...

 

 

 ¡Vaya! ¡Es la primera vez en años que soy capaz de terminarme una bandeja completa! Bueno, si lo miramos bien, tampoco es tan sorprendente. Esta mañana no había desayunado y anoche había cenado un casi nada. Sonriendo ligeramente (porque estaba de bastante buen humor), pensé en lo que seguramente me diría mamá. Seguramente algo como “¡eso te pasa por no comer como es debido! Eres tan inmaduro, irregular e irresponsable, ¿por qué no podrías ser como... no sé... como tu hermano pequeño? En serio, Gee...” Bla, bla, bla...

 Qué raro... Había estado solo todo el tiempo. ¿Dónde se había metido Frank? Parecía no poder vivir sin fastidiarme, sin estar correteando a mi alrededor, sin acosarme... ¿Cómo era posible que aún no hubiera aparecido? No, no, es obvio que no estoy preocupado. Solamente estoy aliviado. Sí, exactamente. ¿Por qué debería preocuparme por semejante idiota? Estoy feliz porque he estado solo, y es eso exactamente lo que me gusta: estar solo. ¡Que sí, que me importa un bledo todo lo que le pase! ¡Por mí como si lo arrolla un camión!

 Esto es imposible.

 Sin molestarme siquiera en tirar mi basura, me levanté de la mesa y salí de allí, sintiéndome enfermo y furioso conmigo mismo.

 

 Llegué a clase, bastante sorprendido porque no había ni un alma allí. ¡Había sido puntual por una vez en mi vida! Increíble... Un estudiante entró en la clase corriendo y me empujó.

 -Upf, lo fiento...

 Enseguida vi la estúpida carita sonriente de Frank Iero. Bueno, a lo mejor sería más sonriente de no haber tenido aquel bollo en... su boca... Me acordé de tragarme mi saliva y me giré, haciendo como que buscaba un asiento.

 -¿Dónde estabas?- pregunté, ceñudo. Pero enseguida me di cuenta de que sonaba como... como si lo hubiera echado de menos... ¡lo cual no hice, debo añadir!... Pero no quería que él lo sosp— lo pensara. Ni un poquito. Sentí su risa silenciosa y aquello me enfureció.

 -¡Ni se te ocurra malinterpretarme!- añadí, ahora mirándolo a la cara. ¿Por qué me siento tan raro? Bah, tú ignóralo...- Sólo estaba sorprendido porque nadie estaba haciendo que me sentara mal la comida, y...

 Antes de que pudiera decir más, me acarició la cabeza con una cara divertida. Y yo enrojecí de la furia.

 -¿Por qué coño te ríes?- dije de forma agresiva, golpeando su mano-. ¿Y quién te dio permiso para hacer tal cosa? ¡No soy tu puñetera mascota, así que no vuelvas a intentar eso otra vez! ¿Entendido?

 Él solamente se rió.

 -Lo siento. Pero es que no pude evitar pensar que eres tan mono...

 Ignoró mi mirada asesina y me tendió unos cuantos papeles.  

 -¿Qué cojones es esto?- pregunté.

 -Ah, ésos son los apuntes de todas las clases que te perdiste ayer y de la que te perdiste hoy. Me salté la hora de comer para ir a la fotocopiadora, por eso no pude comer contigo. Lo siento.

 ¿Pero qué...? Se había saltado la hora de comer... ¿sólo por mí? Agité mi cabeza, confuso, y lo miré, incrédulo. Parecía satisfecho... ¿Por qué? ¿Qué esperaba? ¿Que fuera amable con él? ¿Que le felicitara? ¿Que le dejara ser mi amigo? Qué idiota... Joder, lo odio tanto...

 -Gracias- murmuré, sin mirarlo a la cara. Imbécil...

 -No fue nada, hombre. Siempre es un placer ayudarte- dijo, sonriendo ampliamente-. Oh, lo siento, pero debo irme a mi siguiente clase.

 Acarició mi cabeza otra vez. ¿Es que no parará?

 -Cuídate- se despidió, y me dejó solo en la clase, ahora vacía. Me quedé mirando la puerta como un idiota, agarrando los papeles con tanta fuerza que casi los rompí. ¿Por qué me latía el corazón de esa manera? ¿Por qué me sentía tan feliz y tan agradecido, como si disfrutara el hecho de que se hubiera preocupado por mí? ¿Por qué... por qué...? ¡Odio este maldito sentimiento! ¡Lo odio! ¡¡Lo odio!!

 -Mamón...- gruñí, y me senté donde solía hacerlo (en la fila de atrás). Los otros van a llegar enseguida y no quiero que me vean de esta manera... confuso, ruborizado y con una curiosa sensación de mariposas revoloteando en mi estómago. Hundí mi cara en mis manos.

 ¿Por qué, joder, por qué?



TBC.

 


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