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"Samhain" por Mizuki Nagano

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Notas del capitulo:

Este es un capítulo único y fue creado para la noche de Halloween. La pareja principal es Samhain x Chris. Disfrútenlo ^^

 

     Solo era un pequeño juego de niños… uno tan simple en el que solo pasabas de casa en casa pidiendo una recompensa para satisfacción propia, y si no se cumplían tus demandas tenías la posibilidad de gastar una pequeña broma a las víctimas. En otras ocasiones, te juntabas con los amigos para disfrutar de aquellas películas que te erizan la piel y logran sacar esos gritos que provienen de lo más profundo de tu alma. Para mí, lo más fascinante de esta única noche era el poder poner en práctica todos aquellos conjuros que leía algunas veces por internet, ya que supuestamente las energías espirituales eran fortalecidas esta noche; la línea que separaba el mundo de los muertos con la de los vivos era prácticamente mínima… la noche perfecta para contactar con fantasmas y demonios.

 

     Mi madre era una mujer muy religiosa, por lo que evitaba participar de este día. Tenía la costumbre de ir a la iglesia hasta altas horas de la madrugada. Se juntaba con un grupo de evangélicos en oposición a esta popular celebración, dejándome en casa en compañía de algún familiar o conocido, pero esta vez fue diferente… por primera vez me dejaría a solas. Esperaba con ansías el día en que mi madre dejara de ser tan sobreprotectora, después de todo, había cumplido los 16 años de edad hace unos meses.

 

     Se estuvo arreglando por más de una hora para salir a su dichosa reunión. Estaba tan impaciente a que se fuera de una vez y me dejara solo. Luego de unos minutos más, acabó de maquillarse y se despidió de mí, no sin antes recordarme que no le abriera la puerta absolutamente a nadie… seguía con sus excéntricas manías de protegerme todo el tiempo. Solo cuando al fin se fue, subí rápidamente las escaleras en dirección al computador para realizar el conjuro que había encontrado.

 

     Hace semanas que había buscado los objetos necesarios para realizar el ritual. Cuidadosamente escondí aquellos elementos fuera de la vista de mi madre; si ella los encontraba lo más probable era que me buscara un exorcista y, en el peor de los casos, hasta una ida al manicomio. No pude aguantar la risa ante este pensamiento. ¡Yo era tan diferente a ella! Había escuchado tantas veces sus sermones religiosos que lograron crear un efecto no deseado en mí, o por lo menos un resultado más que inesperado para mi madre. La situación era que me había inclinado por saber más acerca de las artes oscuras y todo lo relacionado con el satanismo, algo que atemorizaría a cualquiera, pero para mí era tan excitante adentrarme en un mundo prohibido por muchos, llegando a ser tal mi fascinación hacia ello que no podía negar la tentación de invocar a alguno de aquellos seres espectrales.

 

     Preparé todo en la sala de estar. Me aseguré de apagar las luces, ya que todo tenía que estar completamente iluminado solo por velas. Dibuje con cuidado el pentagrama esotérico en el piso, colocando los elementos correspondientes en cada una de sus puntas. Solo me quité la polera para dejar al descubierto mi piel desnuda, la cual reflejaba tenuemente el brillo de las velas, y me posicioné en el centro de aquella estrella. Tenía que repetir una y otra vez una serie de frases, mientras deslizaba la afilada hoja de la daga por la palma de mi mano… la invocación de demonios exigía un pago por sus servicios, por lo que en mi caso decidí pagarles con mi sangre. Observé como el exquisito líquido se deslizaba por mi mano y a través de la daga, cayendo algunas gotas hacia el suelo… luego me preocuparía de inventarle una historia a mi madre por la mancha de sangre que de seguro quedaría en la alfombra. Al pasar los minutos contemplando aquella herida y el fluido que emanaba de ella, sentía que me desconectaba del mundo y que poco a poco se me nublaba la vista. Sentía que la realidad que me rodeaba se desvanecía, apareciendo en frente de mí una lúgubre oscuridad tan aterradoramente complaciente que comenzaba a erizar mi piel. Un placentero escalofrío recorrió la parte baja de mi espina hasta llegar a mi nuca, provocando que gimiera levemente y cerrara los ojos para disfrutar la dulce sensación. En ese estado de semiinconsciencia, juraba oír algunas voces que gritaban en la penumbra y, aunque al principio no parecía entender absolutamente nada de lo que decía, a los pocos minutos me di cuenta de lo que realmente era.

 

- ¡Truco o trato! – unos niños habían tocado el timbre aclamando su ansiada recompensa.

 

     Inmediatamente me dirigí hacia la cocina para cubrir la herida sangrante de mi mano izquierda, tomando de paso la bolsa de dulces que había comprado por la tarde para darles a los niños sus preciadas golosinas. Al abrir la puerta, repartí rápidamente los caramelos entre los impacientes chiquillos, para luego cerrar la puerta tras de mí y recargarme en ella con gran frustración. Al parecer, todo lo que había percibido era solo una jugarreta de mi imaginación, resultado de mi desesperado deseo de un contacto con el submundo.

 

     Cerré mis ojos por unos momentos, mientras que un suspiro de desilusión escapaba de mis labios. Observé aquella sala iluminada por las candelas que comenzaban a derretirse producto del calor de las pequeñas llamas. Decidí ordenar todo e irme a dormir. Apagué las velas y las guardé dentro de una caja, limpié el suelo lo mejor que pude y regresé todos los muebles a sus respectivos lugares.

 

     Me vestí con la ropa de cama que solía ponerme para dormir. Miré el vendaje de mi mano izquierda por unos segundos antes de apagar la luz de mi velador y disponerme a descansar. No sé a qué hora me habré dormido o si llegué a hacerlo, solo recuerdo el insinuante aliento que percibía muy cerca de mi cuello. Una respiración cálida que me estremecía cada vez más a cada roce que daba contra mi piel desnuda. Desperté exaltado y algo asustadizo observando todo a mi alrededor. Mi vista se detuvo a un lado del closet, en donde se encontraba un hombre ligeramente apoyado en el y que me observaba fijamente.

 

- ¿Quién eres? – pregunté temeroso y sin apartar mi vista de él.

 

     Sonrió dulcemente ante mi interrogante, encaminándose posteriormente hasta mi cama. Se sentó a un lado y extendió su mano izquierda hacia mi rostro. Nunca había sentido un contacto tan gélido, pero a la vez tan suave en toda mi vida.

 

- Vine aquí por ti… - me lo dijo en un suave susurro -. Tú has sido el que me ha llamado -.  

 

     ¡Dios! ¿Acaso este hombre no podía ser más sexy? Su sola voz me había invadido en todo sentido, debilitando por completo mi sensatez y abriendo un peligroso camino hacia la lujuria.

 

     Mi respiración agitada era una evidencia de mi deseo sexual… y él lo sabía. Una sonrisa traviesa se formó en su bella faz, antes de acercarse lentamente a devorar mis labios en un beso cargado de deseo. Me recostó lentamente en la cama, posicionándose por debajo de mi vientre en donde nuestros sexos se rozaron sutilmente, dando comienzo a las eventuales caricias que ambos proporcionábamos al otro sin pudor alguno. A pesar de que los dos teníamos nuestras ropas puestas, sentíamos perfectamente bien el cuerpo del otro. Enredé mis delgados dedos sobre su cabellera plateada, mientras él me mordía levemente el cuello y me hacía gemir cada vez que sentía como sus dientes se hincaban en mi piel, pero sin llegar a hacerlo de forma brusca. Comencé a perder poco a poco la cordura, abriendo paso a los más íntimos placeres que en mí se escondían y que se esparcían por cada fibra de mi ser. Mi cuerpo estaba pidiendo a gritos ser poseído por aquel hombre, pero una parte de mí me decía que debía detener esto… pronto podría ser muy tarde para ello. Junté la poca sensatez que quedaba en mi mente para alejar suavemente a mi amante.

 

- ¿Quién… eres? – volví a preguntar jadeante.

 

     Él solo se alejó lo suficiente para que yo lo contemplara y sin siquiera responderme. Nunca había visto a alguien con una piel tan blanca como la suya, incluso parecía de porcelana; ni siquiera se lograba ver imperfección alguna. Su cabello plateado se veía brilloso y lacio, con algunos mechones cubriendo parte de su rostro. Lo que si no pude resistir, fue fijarme en su mirada… unos ojos celeste agua de tal intensidad que parecía penetrar en lo más profundo de mi alma; era como si solo con ella lograra ver a través de mi y clavarse en mi mente hasta llevarme a la locura…   ¿Cómo era posible que alguien así existiera? Moví la cabeza de lado a lado creyendo que se trataba de otro truco de mi imaginación, pero al ver nuevamente al frente ahí estaba él.

 

- ¿Tienes miedo? – me preguntó con la sonrisa mas encantadora que había visto.

 

- … - me quedé embelesado viendo cada hermoso rasgo de su rostro que no pude articular palabra alguna para responderle.

 

- Dime… - comenzó a disminuir la distancia entre los dos -. ¿Dejarías que yo te tomara? – estaba completamente hipnotizado por sus bellos ojos que ni siquiera me había dado cuenta de que había asentido -. Bien… - sonrió nuevamente mostrando sus deslumbrantes dientes -. No me iré sin ti – lamió sensualmente mis labios antes de empezar a besarme nuevamente.

 

     No podía negarlo… cada vez que él hablaba era como si un extraño hechizo se apoderara de mi y no me dejara pensar claramente. Caí nuevamente ante su encanto dejándome desvestir por sus expertas manos y sin siquiera mostrar objeción alguna… ni siquiera me di cuenta cuando ambos quedamos desnudos. ¡Él era simplemente perfecto! Cada músculo, cada línea de su escultural cuerpo era magnífica. Comencé a jadearle en el oído ante cada caricia que me daba. Movía torpemente mis manos intentando tocar cada centímetro de su blanca piel. Él acariciaba mi cadera y me incitaba a que abriera mis piernas, lo que hice inmediatamente rodeando su cintura con ellas para que él diera inicio al siguiente paso. Me molestó por sobremanera que ignorara mi insinuación, solo se dedicó a seguir lamiendo parte de mi cuello y a recorrer mi cuerpo con sus manos.

 

- Lo quiero… ahora – le dije autoritariamente consiguiendo que él me prestara atención.

 

- Está bien – me observó con lascivia logrando hacerme sonrojar -. Me gusta que seas impaciente… de ese modo pasaremos buenos momentos juntos – rio en forma sutil.

 

     Quedé pensativo en lo último que había dicho: ¿Acaso pensaba venir todas las noches a hacer el amor conmigo? Aunque ese pensamiento me perturbó momentáneamente, rápidamente fue olvidado al sentir como introducía en mi uno de sus dedos y lo movía ligeramente para dilatar mi entrada. Algunos quejidos salieron de mis labios ante su intromisión, pero fueron callados cuando sus labios comenzaron a devorar los míos en un beso desesperado y demandante. Introdujo un segundo y un tercer dedo, dilatando lo suficiente para reemplazarlos posteriormente con su palpitante miembro.

 

- Te quiero por completo… - me susurró en el oído con una voz cargada de lujuria.

 

     Se movía suavemente, en un delicioso vaivén que nublaba mi razón y me hacía desearlo cada vez más. Nuestros cuerpos se acoplaban perfectamente bien al del otro. Gemía más fuerte a cada estocada que me daba y siempre le pedía por más, a lo que él complacía gustosamente. Entrelacé mi mano con la de él que estaba por encima de mi cabeza, mientras que arremetía cada vez más profundo en mi interior. Pronto las embestidas se volvieron más rápidas y violentas, haciéndome gritar locamente por el gran cúmulo de sensaciones que me provocaba aquel hombre. Llegamos a un punto en que el acto sexual se volvió completamente salvaje. Arañé su espalda y mordí ligeramente su lóbulo, él solo se dedicó a seguir embistiéndome vigorosamente.

 

- Ya no… puedo… más – lo dije entre jadeos.

 

     Escuché claramente su risa en mi mente, una carcajada perturbadora que me obligó a verlo a los ojos. Quedé helado al ver la sádica expresión de su rostro… había cambiado por completo, y esa risa seguía resonando una y otra vez, como un eco que se propagaba rápidamente a cada rincón de mi cabeza. Intenté quitármelo de encima, pero por una extraña razón mi cuerpo no respondía a mis demandas; por el contrario, éste seguía moviéndose al compás del vaivén.

 

- ¡Quítate! – grité desesperado mientras mis ojos se humedecían por las lágrimas.

 

     Solo se reía más fuerte ante mis estúpidos suplicios. De un momento a otro me agarró fuertemente por el cuello; no sé si estaba intentando ahorcarme o no, pero solo sentía que me faltaba el aire. Inútilmente intenté colocar una mano sobre su muñeca para que dejara de asfixiarme; lastimosamente no tenía fuerza alguna para poder remover su mano, por lo que simplemente me aferré a duras penas a su muñeca.

 

- ¿Lo estás disfrutando? – su escalofriante voz resonó en mi cabeza -. Solo estoy cobrando lo que me debes… en cuerpo y alma – observaba sus labios en todo momento para darme cuenta que ni siquiera los había movido para articular aquellas palabras.

 

     Cerré los ojos fuertemente mientras las lágrimas recorrían mi rostro. Quería  despertar de ese sueño, zafarme a toda costa de la horrible pesadilla que estaba frente a mí. Comencé a llorar desesperadamente y sin consuelo alguno.

 

- No llores vida mía… - lo dijo en un tono burlón -. Tú mismo dijiste que esto era un juego de niños… Chris – me asusté a horrores con la última confesión. ¿Desde cuándo me estaba vigilando?

 

     Podía escuchar claramente lo que estaba pensando, era como si mi mente y la de él estuvieran extrañamente conectadas; aún así, solo quería que él se alejara de mí. Observé lo que deberían ser sus ojos, pero en su lugar solo encontré 2 cuencas vacías. La negrura de aquellas cavidades era aterrorizante, y más cuando observé que sus perfectas facciones, que había admirado hace pocos minutos, comenzaban a deformarse para dar paso a un horripilante monstruo. Me quedé perplejo al ver aquella criatura. Un horrible chillido salió desde lo más profundo de su garganta, mientras tolo lo que estaba a mi alrededor desaparecía entre la penumbra, dando paso a una oscuridad que se extendía hasta el más remoto rincón de mi habitación. Solo cuando llegué a este punto, todo el terror que había invadido mi cuerpo pudo salir ante el desgarrador grito que vino desde lo más profundo de mi alma.

 

- ¡¡AAAAAAHH!! – mi voz retumbó por toda la habitación.

 

     Me encontraba sentado en mi cama, el sudor bañaba mi espalda y todas mis extremidades temblaban ligeramente. Mi respiración había aumentado a tal intensidad que podía ser audible incluso estando fuera de mi habitación y a puertas cerradas. Coloqué ambas manos al lado de mi cabeza en un intento por tranquilizarme. Cerré mis ojos para relajar mi estresado cuerpo y recuperar el aliento.

 

- Un sueño… fue solo un sueño – susurré y una leve sonrisa se formó en mis labios al percatarme de mi realidad, trayéndome un gran alivio.

 

     Decidí levantarme y buscar a mi madre, lo más seguro era que ella había escuchado mi grito y posiblemente se estaría preguntando qué era lo que me había pasado. Al caminar a través del pasillo, por una extraña razón veía que todo a mí alrededor estaba nublado… como si hubiera humo dentro de la casa. Llegué a la sala de estar y vi a un gran número de personas reunidas. Posé mi vista en cada una de ellas sin entender muy bien el motivo de la reunión. A muchas de ellas las conocía, ya que eran familiares y amigos cercanos, por lo que deduje que estaban en algún tipo de celebración. Seguí buscando a mi madre hasta que di con ella; en todo momento seguía esa extraña niebla rodeándome. Mi madre se encontraba sentada en el sofá y con la mirada baja… parecía estar sollozando.

 

- Madre… - le hablé dulcemente arrodillándome frente a ella, pero no me escuchó - ¡Madre! – volví a repetir en un tono más fuerte.

 

     Levantó su cabeza lentamente y me observó a los ojos, una expresión de extrema tristeza adornaba su envejecido rostro. Intenté sonreírle dulcemente para levantarle el ánimo, pero al hacerlo ella inmediatamente se levantó y me atravesó dirigiéndose hacia la otra habitación. ¿Acaso seguía soñando? Seguí cautelosamente a mi madre aún no creyendo lo que había pasado. Observé como un gran número de personas rodeaban un objeto de gran tamaño. Miré nuevamente los rostros de los allí presentes para darme cuenta de que todos estaban llorando... mi vista se detuvo en un hombre en particular. Con terror me fijé en aquel ser que en mis sueños había aparecido. ¡¿Qué mierda estaba pasando aquí?! Di unos cuantos pasos temblorosos hacia atrás, mirando fijamente como él me sonreía de la misma manera encantadora de cuando lo conocí. Agaché mi cabeza y mis ojos se llenaron de lágrimas. No había logrado entender lo que había pasado en ese entonces, y ahora… era demasiado tarde para remediar el daño que había causado, solo por querer jugar un juego que sabía perfectamente bien que era peligroso. Levanté nuevamente mi vista y miré a ese magnífico ser que gentilmente me extendía la mano. Una dulce sonrisa se formó en sus labios, mientras que sus ojos destellaban una ternura nunca antes vista. Me encaminé en forma lenta y pausada hacia él, escuchando nuevamente su melodiosa voz en lo más profundo de mi mente.

 

- Ahora… ¿vienes conmigo? -.

- FIN -

Notas finales:

Gracias por leerlo ^^


PD: Samhain es conocido como el "Dios de la muerte" o "La muerte del Dios".


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