La luz se coló por sus ojos, obligando al gatito a despertar. Bostezo levemente, pestañeó un poco, viendo el rostro de su nuevo amo aún durmiendo frente a él. Sonrió y lamió su mejilla con cariño. Intentó levantarse, pero el brazo del rubio estaba sobre su cintura, el sol ya estaba más que brillante, así que supuso que despertarlo no sería malo.
-Meow…- lamió su mejilla otra vez, sin ningún resultado. Frunció el seño e infló los cachetes. –Meow… Akira-san…- y nada.
El gatito pensó un poco, a veces él tenía que despertar a su antiguo amo. Deseando que funcionara, el gatito acercó su lengüita a la oreja del castaño, lamiéndola con timidez. –Meow… Akira-san.
-Mhn…- un suspiro. ¿Estaría funcionando? Ruki volvió a lamerla, recibiendo otro suspiro.
-Ruu…- ¿le estaba llamando ahora? Pero no parecía molesto, al contrario, se oía complacido. El gatito sonrió y lo volvió a hacer, moviendo su colita, sonando el cascabel. Gracias a él, Akira logró despertar.
-¡Ah!- gritó asustado, incorporándose de golpe. Esas inocentes lamidas, le habían provocado no tan inocentes sensaciones medio dormido. El gatito saltó de la cama. -¡Lo siento!- gritó bajando la cabeza, temiendo que en verdad a su amo le molestara lo que había hecho, ¿y si lo botaba a la calle? No, él no quería eso.
Akira sacudió la cabeza, disipando cualquier deseo no-sano que hubiera en ella. Giró la vista y se topó con Ruki, tenía la cabeza y orejas gachas, además de que temblaba. -¿Ruki? ¿Qué pasa? Ven…
-Lo…siento, Akira-san…- murmuró el otro con la voz quebrada, le horrorizaba la idea de que lo echarán otra vez, y todo por su culpa, el castaño se había portado de lo más lindo y amable con él y lo arruinaba en menos de un día.
-¿Qué? No te preocupes, vamos, ven.- el gatito gateó con lentitud y miedo hasta la cama, de un brincó subió a ella y se quedó de rodillas frente al castaño, aún sin atreverse a mirarlo.
-Pe-perdón… sólo quería despertarte…- murmuró con algunas lágrimas brotando de sus ojos.
-Tranquilo, lo sé. Lamentó haber gritado y que te asusté.- dijo alzando su carita, limpiando las lágrimas que apenas salían con la yema de sus dedos.
-¿No estás… enojado?- preguntó aún con algo de miedo.
-No, está bien, gracias por despertarme.- sonrió y acarició su cabeza con cariño, Ruki igual sonrió y movió su colita alegremente.
-¿Desayunamos?- preguntó levantándose, después de ver el reloj, apenas eran las 10 y cacho. Además de que no tenía que ir a trabajar hoy, podría quedarse a pasarla con su “mascota”.
Estando en la cocina, Akira calentó leche para Ruki, y la puso en una curiosa taza, que tenía como estampado manchitas de vaca. El gatito se quedó observándola curioso, después metió su lengua dentro.
Akira preparó el desayuno, ya juntos empezaron a comer.
-Ruki, tienes que bañarte.
-¿Eh? Pero… no me gusta el agua, Akira-san…- chilló haciendo un puchero.
-Primero, no me llames Akira-san, Akira está bien, y segundo, no voy a tener a un gatito sucio.-sonrió levantándose, yendo hasta él.
-Pero… Akira-sa… Akira, no quiero.- el castaño tomó su mano y lo obligó a pararse y empezar a caminar. –Akira…- dijo usando un tono lastimero.
-Nada, vamos, te tienes que asear.- finalizó llevándoselo casi arrastrando, al gatito no le quedó otra más que aceptar y resignarse.
Entrando en el baño, Akira empezó a preparar el agua dentro de la tina. –Ya está listo, entra.
-No quiero.- dijo jalando una de sus orejitas, haciendo nuevamente un puchero. Akira se levantó y fue directo has él, que estaba sentado en el inodoro.
-Vamos, anda entra.- dijo tomando sus manos. El gatito se levantó, y a regañadientes, empezó a desvestirse. Akira salió del baño, le enternecía y estaba fascinado con Ruki, había escuchado de “Humanos-gato”, ya hace tiempo que se tenían de mascotas, o eso había oído. A él le encantaban los animales, no estaba seguro de tener uno en casa por su trabajo, pero, tal vez, el hecho de que Ruki fuera también un niño, podría facilitarle las cosas.
Al no escuchar ningún ruido dentro del baño, Akira extrañado, entró, viendo que Ruki estaba sentado dentro de la bañera, con la cabeza gacha sin hacer nada. -¿Qué pasa, Ruki?- dijo llamando su atención. El gatito se giró para verlo, bajando la mirada nuevamente.
-Mi… antiguo amo… me bañaba.- dijo con un sonrojo en sus mejillas, compartiéndoselo a Akira, quien caminaba avergonzado, poniéndose de rodillas.
-¿En serio?- Ruki asintió. – Yo… Tú… ¿Quieres que te… bañe?- el gatito volvió a asentir. No era que le molestase, claro, pero, tenía bastantes razones para ponerse nervioso viendo el cuerpo desnudo de un niño. El todavía era un adulto joven, todavía tenía hormonas alborotadas, si claro.
Akira empezó lavándole el cabello, siguió con su cara, hasta ahí todo iba bien. Ahora sus manos estaban en su pecho, tallándolo con suavidad. Ruki tan sólo tarareaba una canción que se le había pegado ya desde hace tiempo.
-Purr…- sin darse cuenta, ya estaba en su vientre, alzó la cabeza, Ruki le miraba, y tenía un sonrojo más marcado que anteriormente.
-Ahh… yo… tartamudeó sin saber que hacer.
-Meow…- pero Ruki quería que siguiera, conocía esa sensación, y le encantaba. Al parecer Akira había entendido el mensaje de ese maullido, ya que siguió acariciando su vientre, suavemente. Con torpeza, siguió bajando, lavando el miembro del gatito, sacándole más suspiros, que incrementaban a cada segundo.
-Purr…- ronroneó gustoso, de verás que amaba esa sensación, su antiguo amo siempre le recompensaba con ella, después de que lo hubiese “castigado”. Un escalofrío recorrió su espalda, incluso su cola se erizó, y su cuerpo se tenso. Akira lo notó, por lo que se detuvo, dándose cuenta de lo que estaba haciendo. Rápidamente se levantó y salió del baño.