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Lo mejor de ti por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— 17 —

 

«Nuestra» peculiar manera de delegar labores no funciona como en un hogar convencional. En casa por ejemplo, mi madre inventó el «sistema de los papelitos», así, a quien le tocaba sacar la basura o pasear al perro bajo la lluvia era papá, mamá, Maiko o yo. Lamentablemente, ese sistema no funciona de igual modo con Yuki. Lo intentamos al principio, pero él siempre terminaba haciendo trampa —y yo también—. Aunque sí pudimos arreglar el asunto de las cuentas mensuales; las repartimos definitivo haciendo un desafío de pellizcos. Yo en ese entonces gané, pero no me salvé de cancelar las multas de tránsito de Yuki.

Aprendimos a desenvolvernos de ese modo por salud mental (de ambos), ya que con diálogos civilizados no logramos nada. Resolvimos que lo mejor era someternos a pruebas de resistencia o habilidad mental —¡En esas Yuki siempre gana!— para diferentes tipos de situaciones, no solamente para repartir deberes hogareños. La última vez nos sometimos al juego de «no parpadear» para ver quién le decía a la vecina que Yuki había arrollado a su perro; y «quién aguanta por mayor tiempo la respiración» para ir por Riku cuando se nos olvidó en el centro comercial. Nuestro sistema es sádico (algunas veces); raya en la estupidez, pero ¿qué más da?

Sólo hay una cosa que nos apesta y siempre evitamos enfrentar: la limpieza del baño. No hay peor cosa que ver un lavabo tapiado de pelos y un papelero rebosado. Pero lo peor de todo no es eso, sino cuando a Yuki le toca asearlo por perder en algún desafío. Se fastidia tanto cuando pierde cualquier prueba —y para cualquier tipo de deber— que me prohíbe la entrada al dormitorio, convirtiéndose esa semana en un verdadero infierno. Porque ya descubrimos que tener sexo en mi cuarto es como querer tirarse en bungee sin elástico: es temerario y fatal. La última vez que nos atrevimos a hacerlo en mi cama, Yuki se dislocó un brazo en pleno acto y yo le hice un agujero a la pared con mi cabeza; otra vez.

—¿Listo? —pregunto.

Yuki me mira desafiante y arrogante. ¿Cómo puede actuar como un idiota presumido y aun así verse sexy? ¡No lo entiendo!

—No vayas a gritar como niña. La última vez no fue agradable escuchar tus graznidos durante una semana.

¿Cómo podía quedarme callado aquella vez si escupí fuego por haber comido salsa extra-picante? Y todo porque se nos antojó comer helado de pasas al ron a las dos de la mañana.

Comenzamos nuestra sádica prueba de resistencia frente al horno; sólo debemos sujetar la mayor cantidad de tiempo posible el mango de un sartén hirviendo. La prueba es muy simple, pero dolorosa. Sólo es cuestión de resistencia.

Los segundos pasan y yo ya estoy sintiendo el dolor en mi palma derecha. Yuki parece inmutable; el muy bastardo me mira con burla. ¡Maldita sea! Sabe que mi piel es sensible y mi tolerancia al dolor es más que horrorosa. Si pierdo esta prueba tendré que hacer algo que no quiero, ¡pero esto duele más que una patada en la entrepierna! Sin embargo, prefiero lamer el piso de un baño público o salir desnudo a la calle con una correa de perro al cuello, incluso preferiría depilarme con cera caliente la entrepierna, antes que quedarme sin sexo por una semana. ¡Me volvería loco!

Ni modo, perderé... todo sea por mis noches de pasión con Yuki.

Suelto el sartén agitando la mano como maniático y la meto bajo el chorro de agua del fregadero. El bello rostro de Yuki muestra satisfacción absoluta. Le encanta ganar al bastardo.

—¡Bien! —grito molesto, mientras él disfruta su victoria con un cerveza—. ¡Yo le diré a Mika-san que nos equivocamos de bebé cuando fuimos por su hijo a la guardería! ¡Y que te pese en la consciencia que moriré sólo por ser el mensajero!

—Me tiene muy sin cuidado tu triste suerte, perdedor.

Que diablos, Yuki podrá sentirse feliz por librarse de contarle a Mika-san nuestra estúpida confusión, pero no se librará de mí esta semana. ¡Lo dejaré seco como una pasa!

 


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