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Lo mejor de ti por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— 22 —

 

Son pocas las veces en las que Yuki y yo tenemos el «gusto de dormir juntos». Debido a nuestros lucrativos trabajos que requieren de nuestra completa atención, la vida marital se vuelve una pista atlética con obstáculos que debemos sortear aunque perdamos la vida en el intento. Y sólo cuando estamos demasiado desesperados usamos la cama hasta el amanecer, porque normalmente consumimos el fuego de nuestra pasión donde nos pille.

Sin embargo, otro detalle que nos obliga a dormir en cuartos separados son nuestras malas costumbres en la cama. Yuki puede verse como un ángel, incluso como un Dios caído del cielo entre sus perfectas sábanas de seda, pero las apariencias siempre engañan. El bastardo ronca como locomotora a carbón y babea la almohada. También habla dormido. Y no es que yo sea un querubín inocente: igualmente ronco —entre los dos montamos un lindo concierto— y me muevo como licuadora. Normalmente despierto atravesado en la cama o al revés, por lo que Yuki normalmente se queja de que no es agradable amanecer con mis pies dentro de la boca, ni que le pegue patadas en la cara a mitad de noche.

Y fue ante las continuas discusiones por las malas costumbres de nuestro peculiar dormir que decidimos optar por lo más sano antes de asesinarnos: tener cuartos separados. Yuki no estaba dispuesto a deshacerse de la King size para reemplazarla por dos camas y acomodarlas en su habitación. Antes, se corta una mano que deshacerse de su condenada cama —el muy bastardo valora más un par de tablas y un colchón que mi agradable compañía en la habitación—. Además, él no es de la idea de arruinar la decoración sofisticada y el ambiente equilibrado de su dormitorio con mis excentricidades —según él: niñerías—. ¿Es tan malo decorar las paredes con poster de Sakuma-san? Pienso que le daría más vida a su aburrido y frívolo cuartucho.

Todos piensan que dormimos en la misma habitación. Lástima; todos se equivocan. Y si bien tener una locomotora a carbón al lado al momento de dormir desquicia a cualquiera, a mí no me molesta. No tengo problemas en soportar sus ronquidos y la baba escurriendo por la comisura de su boca. Es más, lo considero un premio que me he ganado con lágrimas de sangre al ser un cojonudo con suerte que ocupa un lugar en su corazón. Me derrite dormir a su lado; su sola mirada me enciende; sentir su calor me emociona y para qué decir cuando hacemos el amor. Bueno, la pobre cama pagó las consecuencias cuando se rompió en pleno clímax, pero ya fue reforzada.

Anoche tuvimos una agitada sesión de amor. Estoy molido. ¿Cómo puede ser tan salvaje? Hasta olvido mi nombre cuando nos entregamos en cuerpo y alma. Siempre me pregunto qué pasa por su cabeza cuando estamos juntos. Sus ojos muestran pasión y soberbia, pero sé que en su corazoncito se esconde algo más; algo que le avergüenza mostrar abiertamente y que sólo es capaz de ofrecer pinceladas de ello cuando estamos en la intimidad.

Está amaneciendo y no puedo mover ni un músculo. La bestialidad de Yuki me sorprende siempre. No puedo quejarme; me saqué la lotería con él: conseguí al Dios del sexo para mí solito. Y pobre de él que se atreva a serme infiel, porque lo castro.

Joder... está sonando el teléfono. ¡No quiero moverme de la cama! ¡¿A quién rayos se le ocurre llamar a las nueve de la mañana un día sábado?! ¡Quiero permanecer otro ratito más junto a Yuki! Durante el día es un huraño de mierda. Con suerte me deja mirarlo a los ojos por más de dos segundos. No y no; definitivamente no pienso levantarme. Me haré el dormido porque, conociendo a Yuki, me obligará a contestar el teléfono si doy la más mínima señal de vida.

No se mueve… y el teléfono sigue sonando. ¡El muy bastardo se está haciendo el dormido! El codazo que le acabo de pegar para que se mueva sólo consiguió que se pusiera a roncar. ¡Infeliz!

El teléfono continúa fastidiando. Ha de ser Seguchi-san; sólo él es tan insistente después de cinco minutos. ¿No capta la indirecta?  

Como yo no me muevo porque estoy «profundamente dormido», escucho a Yuki rezongar por lo bajo mientras se levanta. Sabía que cedería. Su voluntad es débil por las mañanas.

Újule... ¡qué vista más sexy tengo desde tan temprano! ¿Quién dijo que regalarle ropa interior sexy a tu hombre es pecado? Si así fuera, yo ya estaría condenado a pasar la eternidad en las llamas de infierno, ¡y no me importaría!

—Más te vale que estés desnudo cuando vuelva —me gruñe desde la puerta de la habitación.

—Trato hecho.

Lo justo es justo, ¿no?

 


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