Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lo mejor de ti por Hotarubi_iga

[Reviews - 493]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Como ya pasamos los 300 reviews, subiré en esta ocasión y, por motivo exclusivo, el "segundo track especial" de esta historia.

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— 23 —

 

Cuando Riku nos visita, el nidito de amor que he erigido con Yuki a base de lágrimas de sangre y kilos de azúcar añeja, entre otras cosas, se transforma una representación paradójica y pintoresca de lo que cualquier ser mortal definiría como el séptimo círculo del infierno, o en lo que en lenguaje coloquial se refiere: una familia. Y si bien cada uno de nosotros interpretamos un papel importante dentro de la sana convivencia, quien se roba la película es el hombre-que-amo-por-sobre-todas-las-cosas, debido a las tonterías que comete por culpa de su orgullo, temperamento y caprichosa terquedad. Y se supone que el menor de los tres es Riku.  

No es que Riku se porte mal y amerite a pasar malos ratos por su causa; muy por el contrario. El berrinchudo insoportable es Yuki, que pisotea cual tapete la pulcra imagen de semidiós que cuidadosamente le gusta proyectar. El muy bestia no es capaz de actuar con madurez cuando Riku pasa una temporada con nosotros; y se encarga de dejarlo muy claro cuando sus hermosos ojos se coronan con unas delineadas cejas crispadas y sus labios se contracturan en una mueca de asco como si estuviera frente a una montaña de excremento de dinosaurio.

¿Qué le cuesta ser más amable y afectuoso? Aunque eso sería pedirle demasiado; como quien espera que una roca flote en el agua. Yuki se porta peor que de costumbre. No se controla y no mide sus palabras. No entiende que Riku necesita pasar más tiempo en Japón porque tiene que aprender sus raíces y familiarizarse con ellas. No puede hacerlo en Estados Unidos, mucho menos con un tío travesti que se la pasa hablando sandeces y enseñándole estupideces. Y quedó comprobado al enterarme que a Yoshiki no se le ocurrió nada mejor que llevar a Riku a una marcha a favor de la homosexualidad en la quinta avenida de Nueva York, y se le perdió entre la multitud. Riku pasó el resto del día en la jefatura de policía, contándoles a los oficiales las últimas vacaciones que pasó con nosotros y cómo a su tío le gustaba marchar y apoyar la libertad de expresión y el amor gay.

Hace dos años, Yuki tuvo que hacerse cargo de Riku por tres semanas porque yo tenía mucho trabajo en NG; el suficiente para instalarme en el estudio de grabación con un saco de dormir y una precaria ración de comida para no morir de inanición. Tuve la ingenua esperanza que mi ausencia consolidaría su relación, pero fue peor. Riku pasó la mayor parte del tiempo en la casa de la vecina del piso superior (la que cría quince gatos angora), encerrado en mi cuarto viendo sólo el canal de infomerciales —porque Yuki bloqueaba los todos los canales por maldad— o en el balcón.

Los argumentos de Yuki del porqué desprecia a Riku van desde que no soporta ver sus ojotes castaños, porque odia a los niños (¿qué hace conmigo entonces? Bueno, puedo ser un niño de mente y cuerpo, pero sé hacer muchas cosas de adultos), hasta el hecho de que Riku le llame papá. Dice que le dan ganas de vomitar cada vez que escucha esa palabra; supongo que es por lo que le significa ya que le quitó a Riku la oportunidad de tener un padre al pegarle un tiro por ser un psicópata violador. (Me pregunto si Riku habría tenido una mejor calidad de vida con un padre así de especial. Quizá Yuki le hizo un favor. ¡Debería sentirse feliz por eso!).

La última vez que Riku nos visitó se quedó seis meses con nosotros. Seis meses que para Yuki resultaron una verdadera condena. Yoshiki había decidido enviarnos a Riku para que asistiera a la escuela elemental. La idea era que Riku aprendiera del sistema educacional de Japón para que no se le hiciera tan difícil cuando finalmente emigrara de América y echara raíces acá. Yoshiki tenía muy bien armado sus planes, los cuales implicaban dejarnos a Riku para siempre. Obviamente, Yuki se opuso rotundamente.

Fue un día lunes, después de olvidarme —otra vez— de ir por Riku a la escuela, que la hecatombe se armó. Yo descansaba plácidamente en el sofá mientras comía las sobras del almuerzo viendo la telenovela de las siete cuando Riku apareció, recordándome lo mal padre, o madre... o tutor, ¡o lo que sea! que soy. Me incorporé del sofá tirando lejos el plato de ramen —de lo cual me arrepiento porque Yuki me hizo limpiar la alfombra con la lengua— y me le acerqué para comprobar que estuviese bien.

En aquel entonces Riku todavía no se acostumbraba a las calles de Tokio; solía perderse con facilidad. No me explico cómo los de servicio social no reprenden a Yoshiki o a nosotros por cuidarlo tan mal.

Él me miró con sus enormes ojotes castaños y me saludó.

—¡Mamá, hoy tomé el autobús solo! —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

No supe en ese momento si alegrarme o soltarme a llorar de emoción.

—¡Mi amor, ya eres todo un hombrecito! —grité, y mi cabeza no tardó en recibir el impacto de una enciclopedia de historia universal en plena nuca.

—Deja de hacer ruido, mono. Y no le digas a eso «mi amor» —masculló dulcemente Yuki. Había decidido tomar un descanso y no halló nada mejor que hacerlo tendido en el sofá. Oh sí... sus bellos ojos se clavaron en la alfombra manchada de ramen—. Ya sabes lo que tienes que hacer —agregó.

Ignorando su retorcida orden dije.

—¡Riku tomó el autobús solo!

—Lástima por él; otra vez el inútil del que está a cargo se le olvidó recogerlo.

En eso tuvo razón; soy un inoperante para estas cosas.

—Da igual —dije—. Vamos a celebrar que Riku aprendió a tomar el autobús sin ayuda. —Miré a Riku y le pregunté—: ¿Qué te parece, cariño?

Él no dejaba de observarme fijamente. A veces no sé lo que piensa cuando sus grandes ojos me ven de esa manera tan intensa. ¿Realmente me considera su mamá o sólo lo dice de cariño? Riku es todo un manojo de misterios.

—No seas ridículo y deja de mimarlo tanto; cualquier idiota sabe tomar un autobús —gruñó Yuki desde el sofá, tendido sexymente con un cigarrillo en los labios. Podría apostar que nació con uno en la boca.

—Le prepararé algo especial de todos modos. Riku nunca había tomado el autobús solo. ¿Qué nunca te hicieron una celebración por algún logro importante en tu infancia?

—¿Por qué habrían de hacerlo?

—Oh, no tuviste infancia entonces —le dije, esperando ver su reacción.

—No te preocupes, lo superé hace mucho. Y supongo que para un retardado como tú, los logros que alguna vez hiciste debieron ser todo un orgullo para tu familia.

—¡Jódete! —le grité.

—Lo tomaré como una sugerencia —respondió con ese tono burlón que tanto me crispa.

Le encanta fastidiarme cuando estoy de buen humor; lo disfruta el muy miserable. Pero lo perdonaré solamente porque derramé el plato de ramen en la alfombra que había mandado a lavar la semana pasada porque la había manchado con una de mis tantas hemorragias nasales. (Son imposibles de evitar cuando se convive con el hombre más sexy del planeta.)

Durante la cena, la cual se llevó a cabo dos horas después porque a mí se me ocurrió freír patatas y terminé incendiando la cocina (Yuki tuvo que llamar a un restaurant y pedir algo rápido), Riku nos contó su odisea en el autobús. Mencionó que se había equivocado de línea y que un sujeto le había ofrecido llevarlo, pero había comprendido sus intenciones y salió corriendo cuando le ofreció un dulce. Riku a veces es más listo que yo; en su lugar habría aceptado irme con el sujeto a cambio del dulce.

Pobre... todo lo que tuvo que pasar por mi memoria de corto plazo. ¡Soy un mal tutor! Deberían despedirme por eso.

Al final yo terminé lavando los platos; Riku me ayudó a secarlos mientras Yuki bebía lo que quedaba de su cerveza. Descansaba con los pies cruzados sobre una silla de la cocina.

—Mamá.

—¿Sí, cariño?

—Hey, mono, ¿qué te dije con tratar de ese modo al engendro?

Sabía que Yuki se molestaría. ¡Es tan predecible!

—Mamá, mañana tendrás que ir a la escuela para hablar con mi maestra.

—¿Qué sucedió?

—¿Ya estás haciendo sandeces en el colegio? —preguntó Yuki—. ¿No te dije que se le iba a contagiar tu estupidez?

Ya estoy acostumbrado a su simpática y elocuente manera de hablar, pero a veces me molesta. ¡Aun así lo amo, maldita sea!

Riku miró a Yuki y respondió:

—Tiene que ir porque mi maestra me escuchó preguntarle a mis compañeros si sabían por qué los papás hacen ruido cuando están juntos. Y les conté que ustedes lo hacen todas las noches.

Fue inevitable que se me cayera el plato que estaba fregando al suelo y que Yuki se atragantara con la cerveza. Sé que es desagradable atorarse y no poder respirar, pero eso no quiere decir que haber visto a Yuki hacer aspavientos para que le golpee la espalda no haya sido divertido.

—¡¿Qué mierda les dijiste a tus compañeros, mocoso idiota?! —fue lo primero que salió de su dulce boca luego de recobrar la respiración, y me echó una mirada fulminante. ¿Qué sólo yo tengo la culpa de todo? ¡Mi culo! ¡¿Cómo espera que me controle si olvido hasta cómo me llamo cuando hacemos el amor?!

—Riku, esas cosas no tienes que decirlas en el colegio —le pedí.

—Es que no entiendo por qué gritas. ¿Te duele cuando estás con papá?

—¿Do-ler-me? —Pensé un momento, intentando procesar el concepto de dolor al que Riku se refería—. No es un dolor malo —dije finalmente—. Es un dolor que te hace sentir bien cuando estás con la persona que amas.

—¿Te duele cuando papá te demuestra su amor?

—Algo así.

—¡¿No puede simplemente mantener el pico cerrado, imbécil?! —me ladró Yuki, golpeando la lata de cerveza en la mesa—. ¡¿Por qué mierda no aprendes a guardar silencio?!

—¡No me hagas responsable de todo! —le grité. Riku sólo nos observaba como si estuviera en un partido de tenis—. Intento explicarle de la mejor manera posible. ¡Al menos deberías ayudarme!

—No tengo por qué hacerlo. Es tu responsabilidad esa cosa —dijo, señalando a Riku—, no mía.

—¡Claro que es tuya también! ¡No es mi culpa que me hagas gritar en las noches cuando tiramos!

Vale, lo admito, fue con justa razón recibir la lata de cerveza en la cabeza. ¿Quién me manda a ser un boca floja delante de un niño? Nunca aprenderé.

 

 

Después de haber discutido hasta pasada las dos de la mañana, al grado de recibir las quejas de los vecinos por escandalosos, Yuki y yo terminamos peleados y cada uno por su lado. Él terminó durmiendo en el sofá y yo en «nuestro» cuarto —Riku usaba el mío— porque lo eché a escobazos e insultos.

Pese a que nos quedamos dormidos por haber armado la tercera guerra mundial en la casa, la mañana de ese día comenzó con lo más importante. No, lo más importante no es darle un beso de buenos días a Yuki y recibir de su parte una patada en la cara como respuesta: el desayuno es una de las cosas que más adoro porque es el momento que puedo disfrutar de una comida decente antes que K esté a mi lado encañonándome con su jodido revólver para que engulla y continúe trabajando hasta quedar como un estropajo roído y bueno para nada.

Preparé el desayuno al ritmo del especial musical que ese día estaban dando en la radio sobre nuestro grupo. Riku estaba alistándose para la escuela y Yuki se duchaba. Una ducha bastante larga. Quizá  no quería verme la cara desde tan temprano; pero yo me encargué de remediar esa situación con sólo un movimiento de mi mano derecha.

—¡¡PUTA MADRE!! ¡¡NO JUEGUES CON EL AGUA, INADAPTADO DE MIERDA!! ¡¡ME QUEMÉ LAS PELOTAS!!

Sí, lo admito; fui cruel, pero quería vengarme porque anoche me había tratado de retrasado mental chupa pollas. ¿Quién acepta un insulto así de ofensivo y mala clase?

Luego que Yuki salió del baño, echando chispas y despotricando cuanta blasfema se conociera en la actualidad, se dignó a tomar desayuno con nosotros. Bueno, el desayuno se veía próspero, hasta que la nación del fuego atacó. Pan quemado como carbón y huevos recocidos con cáscara incluida no se le podía llamar desayuno.

Todo parecía ir bien en ese momento, hasta que...

—¿Todavía te duelen las pelotas, papá?

Como respuesta, Yuki trató de encajarle en la boca a Riku uno de los trozos de pan con complejo de carbón que preparé.

Uno de los pasatiempos de Riku es provocar a Yuki. «Papá pone una cara muy graciosa cuando se enfada», argumenta cada vez que pone a Yuki en una situación compleja.

—¿Estás listo para acompañarnos? —pregunté cuchareando lo que quedaba de mi cereal.

Yuki sólo me echó una mirada fría y mosqueada tras el humo de su tazón de café.

—No me mires así —le dije—. Me acompañarás a hablar con la maestra de Riku. Es tu deber. ¿O piensas quedarte en cama porque te quemaste las pelotas?

—¿Desayunaste sarcasmo, imbécil? —me gruñó—. ¡No pienso acompañarte a ninguna mierda! ¡A ti te escucharon gritar como idiota, no a mí!

—Pero quien tuvo la culpa de que Riku me escuchara fuiste tú. ¡Asume tu responsabilidad como el hombre que eres!

—¿Me vienes a hablar de hombría cuando te vistes como estrella de porno casero?

—¿Es tu última palabra?

—¿Me has visto alguna vez cambiar de opinión?

Sí, lo he visto demasiadas veces doblegarse ante mi poder de convicción como para tragarme su expresión enfadada. Al final, me acompañó porque Riku había olvidado mencionar que su profesora también quería ver a Yuki: ambos tutores. No quise preguntar por qué; era obvio. Dos celebridades a cargo de un chiquillo de escuela elemental... obviamente la maestra no quería perderse la oportunidad de conocerlas con cualquier excusa, aunque fuese la más ridícula de todas. Pero, en este caso, el hecho de que Riku nos haya escuchado intimar en el cuarto era algo que no se podía pasar por alto y mirar en menos. Que un niño escuche a dos adultos hacer... cosas de adultos, requiere de una explicación decente y profesional para que su inocente imaginación no vuele libre cual pajarillo.

 

 

Dos horas después, debido al tráfico de la mañana y al hecho que Yuki se equivocó de escuela —dos veces—, llegamos ¡por fin! a la de Riku. Desgraciadamente no logramos pasar desapercibidos, a pesar de mi excelente disfraz (ahora que lo pienso, no fue tan bueno después de todo. ¿Quién puede pasar sin ser notado vestido como esquimal en plena ciudad? Creo que estoy perdiendo el toque, o qué se yo). Y no sé quién corrió el rumor que teníamos una entrevista con la maestra de Riku (presumo que fue la propia maestra), porque la entrada del recinto estaba atiborrada de señoras con las hormonas revolucionadas que chillaban de emoción al ver a Yuki a pocos metros de distancia. Incluso había algunos jovencillos no mayores que yo colados entre la multitud. ¡Ja!

Bien, ante esos hechos que saltaron a la vista, mis reglas fueron simples:

*No miren demasiado a MÍ HOMBRE porque se puede gastar.

*No tocar y no cruzar más de dos palabras con él.

*No decir su nombre en vano porque también se gasta.

*No fantasear libidinosamente con él.

Es propiedad exclusiva de Shindou Shuichi. Y quien se atreva a quebrantar mis reglas se verá enfrentada (o enfrentado) a mi ira asesina.

Ingresamos a la escuela bajo un gran alboroto. Extrañamente, K apareció en ese entonces y se encargó de contener a la masa revolucionada arrojando granadas y montando una trinchera en la puerta.

Riku nos acompañó en silencio hasta la sala donde se desarrolló la entrevista con la profesora. Caminó en medio de los dos y no se atrevió a soltarme la mano. Había intentado tomar la de Yuki pero éste casi lo mordió cuando se le acercó más de lo permitido.

En menos de cinco minutos ingresamos a una oficina a un costado de la de detenciones. Ah... ¡qué recuerdos! Normalmente me la pasaba castigado por indisciplinado en la oficina de detenciones que en cualquier otro lugar de la escuela. Bueno, fueron buenos tiempos. No me quejo.

Riku nos esperó afuera. Y la jodida reunión habría tenido un buen comienzo si la profesora no hubiera dejado de mirar como idiota a Yuki —¡¿Qué dije con mirarlo más de lo necesario?!—. Nos invitó a tomar asiento en el sofá —ella sentó frente a nosotros— que adornaba la salucha y comenzó a revisar el expediente escolar de Riku. Yuki me miró esperando que sus ojos me intimidasen. ¿No sabe que desde hace mucho soy inmune a sus berrinches?

La reunión comenzó y, si bien el motivo de la misma fue para hablar de Riku y lo que le dijo a sus compañeritos de salón, la profesora no hizo más que preguntarnos una sarta de estupideces como si se tratase de un concurso de belleza: «¿Cuál es su color favorito?», «Si pudiera pedir o cambiar algo en el mundo, ¿qué sería?», «¿Cuál es su pasatiempo favorito?» (Que Yuki se atreviera responder que su pasatiempo era masturbarse, fue suficiente para que la profesora casi se le saliera los ojos y sufriera un shock por hemorragia nasal). Estuve a punto de preguntar si la reunión fue para conocer nuestros gustos personales o para saber qué clase de tutores imprudentes somos para un menor de edad; pero Yuki se me adelantó en ese momento.

—¿No se supone que nos llamó para hablar del mocoso?

Yo solamente le pegué un codazo disimulado para que no hablara de ese modo tan tosco. Su tacto es peor que el de un elefante.

La joven profesora, que apostaba lo que fuera que no pasaba de los treinta, nos vio y sonrió nerviosa. Vale, es obvio que ante alguien como Yuki cualquiera pierde el control, pero una profesional en la pedagogía infantil como ella tiene que saber controlarse y no destilar corazones por los ojos como idiota.

—Es cierto —dijo luego de volver a sus sentidos—. Me preocupó mucho la conversación que Riku tuvo con sus compañeros de clase. Los niños de la edad de Riku están en el proceso del despertar de sus mentes y precisan de una buena guía.

—Créame que nos preocupamos mucho de eso —le dije con la mejor de mis sonrisas; digna de una súper modelo (Sí... una; con corona y todo).

—A mí me importa una mierda lo que el mocoso escuche o entienda de la vida —soltó Yuki. Yo lo fulminé con la mirada.

—¡¿Cómo dices eso, bestia?! —le grité—. ¡Se supone que tienes que mostrar interés por Riku!

—Interés mis pelotas; sabes que lo odio. Por mí que lo muerda un perro —contestó con la indiferencia de una roca.

Definitivamente, Yuki tiene de tacto lo que yo tengo de silencioso.

La joven profesora, controlando el bochorno insano en sus mejillas, carraspeó un poco para que Yuki y yo le prestáramos atención.

—Volviendo al tema que nos convoca —dijo—. Tengo entendido que ustedes son los tutores de Riku. Me gustaría saber si sus padres están al tanto de lo que sucedió.

Yo no supe qué decir. ¿Cómo explicarle a una extraña que Yuki había asesinado al padre de Riku por ser un pervertidor de menores y que el único pariente consanguíneo vivo era un travesti que estaba viviendo la vida loca en no sé dónde?

Miré a Yuki esperando que me ayudara a responder. Pareció captar muy bien mi mensaje. O al menos eso creí.

—Seré franco con usted —dijo. Parecía bastante serio—. Los padres del mocoso están muertos, su familia no lo quiere y el único con el que tiene un vínculo consanguíneo que lo acepta es un travesti que le gusta recorrer el mundo con los de su misma especie.

Muy probablemente, de no haber sido porque la profesora estaba sentada, habría caído al suelo, víctima de la conmoción. Y le habría perdonado a Yuki su falta de cuidado para dar su versada explicación, pero el miserable ni siquiera había hecho el intento.

—¿En qué habitación duerme Riku? —preguntó la profesora, secándose la frente con un pañuelo rosado con puntos blancos. Estaba muy nerviosa la pobre.

—¿Y a usted qué le importa? —masculló Yuki. Yo volví a pegarle con el codo.

—Riku duerme en mi cuarto —respondí—. Cuando se queda con nosotros yo le paso mi dormitorio.

—Entonces ustedes duermen juntos.

—¿Cuál es el problema? —intervino Yuki.

La profesora comenzó a subírsele el rubor a la cara.

—Entonces ustedes... —dijo vacilante.

—El mocoso nos escuchó porque éste remedo de hombre —dijo Yuki señalándome— no es capaz de mantener la boca cerrada. Y que quede claro que no porque esté ESO —añadió apuntando hacia afuera. Se refería a Riku— en MI casa, significa que tendré que ponerme cinturón de castidad. Si nos escuchó es su problema; que aprenda a vivir con eso.

Miré al hombre que amo, hirviendo de vergüenza.

Desde hace mucho que salimos del clóset. Asumí mi homosexualidad como un hombre, ¡pero no por eso tiene que ventear nuestra vida privada, por la mierda!

 

 

El resto de la reunión estuvo marcada por tensión e intercambios de miradas entre Yuki y yo. La maestra estuvo tentada a preguntarnos más sobre nuestra vida privada, pero Yuki se encargó de dejar muy en claro por qué y cómo Riku nos escuchaba en las noches. ¡Qué poca vergüenza tuvo el muy imbécil!

Al final, la trinchera que K había montado en las puertas de la escuela no sirvió de nada porque las féminas seguidoras de nuestra relación se abrieron paso como una estampida de rinocerontes y llegaron hasta la sala donde la profesora de Riku nos tenía acuartelados. Fue tanta la conmoción por estar cerca de nosotros que tuvimos que salir por la ventana, y eso que estábamos en un sexto piso. K nos ayudó arrojando gas pimienta para distraer a las fanáticas enloquecidas y logramos escapar; aunque Riku se quedó en la escuela como señuelo.

La persecución se dio por toda la ciudad. El ejército prestó sus servicios para defendernos y arrojaron misiles para contener a las masas. Gracias a K, Yuki yo logramos salir ilesos luego de dos extenuantes horas de ardua persecución. Y si bien nosotros salimos sin ningún rasguño, no pude decir lo mismo de la ciudad. Fue como si hubiese caído otra bomba atómica. Pero Seguchi-san se encargó de solucionar todo con el gobierno. (Sí... Seguchi-san es así de poderoso).

Yuki y yo tuvimos que dar vueltas por unas horas con el objetivo de burlar a la prensa que se había apostado en las afueras de nuestra casa. Cuando se cansaron de esperarnos, nos adentramos al estacionamiento subterráneo y subimos por el ascensor del personal del edificio. Una vez que llegamos a casa, me desplomé sobre el sofá de la sala. Todo el revuelo montado por nuestra aparición en la escuela de Riku fue tan agotador como un día de trabajo supervisado por K. Me hubiese gustado compararlo con una deliciosa sesión de sexo con Yuki en algún lugar de la casa. (Preferentemente elijo el baño; no sé por qué, pero la sensación del agua recorriendo nuestros cuerpos en ese momento de excitación y placer sublime, me estimula mucho más que un video porno gay.) Pero estaba tan fastidiado por el asedio de la fanaticada, que manchar mis encuentros pasionales con Yuki no era algo que deseaba hacer en aquel instante.

Gee... si comparara nuestros encuentros con el alfabeto, nosotros llegamos hasta la Z[1].

Yuki cruzó directo a la cocina luego de quitarse los zapatos en el recibidor y me hizo compañía con una cerveza en la mano. Estaba tan agotado en ese momento que bien podría haber aceptado un sorbo, aunque soy de los que con siquiera oler el alcohol caigo ebrio al suelo.

—Después de lo que pasó, creo que Riku no podrá volver a la escuela —dije. Pesqué el control remoto y encendí el televisor. Tenía la esperanza de encontrar algún programa que no fuera nuestra persecución por casi todo el país.

—Sería una lástima —ironizó Yuki bebiendo su cerveza—. Habría que mandarlo de vuelta a su hábitat.

—Sigo pensando que fue de mal gusto decirle a la profesora que en la escala jerárquica de cualquier familia, Riku estaba por debajo de la del perro de la casa. ¿Cómo puedes ser tan insensible?

—Agradece que no te puse en su lugar. Antes que el mocoso llegara a arruinarme la existencia, tú eras la mascota de la casa.

—¡Bastardo! ¡¿Cómo me dices eso?!

—¿Qué esperabas? Sabes que es la forma de demostrarte mi cariño.

—Sí, lo sé. Menuda manera la tuya de demostrármelo —bufé contrariado.

Nos miramos por un rato, y en cuestión de segundos me fui sobre Yuki como si mi vida hubiese dependido de ello (aunque él no opuso resistencia alguna). No pude evitar sentir esa necesidad desesperada por tocarlo y que él me tocara. Aprovechando que estábamos solos, quise disfrutarlo sin interrupciones. Y descubrí que ante situaciones tensas y adrenalínicas, como las que pasamos por culpa de nuestras fans, nuestra pasión y excitación se desata con una exquisitez súbita que difícilmente se podría controlar.

La sala subió de temperatura drásticamente a medida que la intensidad de nuestras caricias y besos fueron en aumento. Las manos de Yuki siempre han despertado una parte de mí que hasta el momento en que lo conocía no sabía que existía. La intensidad de su mirada aviva el fuego de mi corazón y el sabor y pericia de su boca me hace olvidar la noción del tiempo.

Si hay algo que más me excita de Yuki cuando estamos juntos, es la manera en la que me toca y me hace sentir especial entre sus brazos. Puede que él sea un insoportable de mierda las veinticuatro horas del día, pero hay sólo un instante entre los dos en que todo lo malo que hay en nuestro carácter pasa a segundo plano.

Amo sentir el aroma de su cuerpo y el sonido agitado de su respiración cuando me adentro a un terreno al que solamente yo tengo acceso. Y son esa clase de cosas, como las que viví con Yuki en el sofá ese día, las que me hacen comprender que la felicidad no es una instancia que muchos esperan alcanzar de manera eterna, sino que es un estado que todo ser humano experimenta cuando conoce el verdadero amor.

Deslicé mis manos con la experiencia que había adquirido gracias a él, y las adentré en su camisa, tocando cada rincón asequible a mis dedos anhelosos. Vi sus ojos y me perdí en ellos. ¡¿Cómo puedo amar tanto a este hombre que me robó el corazón?! Mis labios apresaron los suyos y los devoré con una gracia casi animal.

—¡Oye, no me muerdas, insecto! Quiero conservar mis labios intactos —me dijo, pasándose la lengua por el labio inferior al que le había propiciado un duro mordisco.

No puedo evitarlo, me resultan tan deliciosos sus labios que necesito hincarles mis dientes para asegurarme que son reales y me pertenecen. (Ya entiendo por qué me dice que soy su mascota. Los animales marcan su territorio; y yo tengo mi propio estilo para hacerlo.)

Le sonreí con ese encanto que sé que le excita y comencé a deslizar cuesta abajo el cierre de su pantalón. Tenía ganas de algo en ese momento, pero no quería que todo sucediera como en una película porno; quería que nuestro encuentro tuviera el romanticismo suficiente para volverlo loco de pasión.

Sus manos acariciaron mi espalda y yo gemí escandalosamente. ¿Cómo un simple toque de sus manos puede encenderme como una antorcha humana? En ese momento quise fundirme con él. Y habría deseado que así sucediera, pero los ojotes de Riku en la estancia me hicieron perder el color del rostro, y toda la libido que esmeradamente había estado acumulando se me fue a la mierda en ese instante.

—¡Riku! —chillé en la oreja de Yuki al punto de casi dejarlo sordo, y me incorporé tapándome como una mujer infiel descubierta en pleno acto pecaminoso con su amante—. ¡No es lo que estás pensando! —le dije. Qué estúpido sonó.

Yuki no se inmutó demasiado y sólo movió sus manos para sacar de uno de los bolsillos de su pantalón —los cuales tenía por las rodillas— su cajetilla de cigarrillos.

Miré a Yuki esperando que atinara a cubrirse un poco para no traumar más a Riku, quien nos miraba todavía desde la estancia con una curiosidad que me estremecía. Dejó su mochila de Regular Show en el suelo y se quitó los zapatos. Se acercó cauteloso mientras yo terminaba de vestirme.

Movió sus labios y temí que preguntase lo que inevitablemente preguntó.

—¿Qué estaban haciendo?

Tuve la ridícula esperanza de que Yuki me ayudaría a salir de esa situación, pero el muy infame comenzó a hacer zapping en el televisor sin siquiera tomarme en cuenta.

Me vestí como pude y me acerqué a Riku, alejándolo de Yuki porque no se había tomado la molestia de cubrirse. ¡Qué desvergonzado!

—Verás, Riku... —comencé a decirle. ¡Diablos, si soy malo para que una miserable frase tengan coherencia, peor soy para explicarle a un niño lo que dos homosexuales enamorados pueden llegar a hacer si no se les sorprende en pleno acto!—. Lo que Yuki y yo estábamos haciendo era...

—¿Se estaban demostrando lo mucho que se aman?

—¡Sí! ¡No! ¡Digo... sí! Pero...

Riku movió su cabeza.

—No te preocupes, mamá. Entiendo que tú y papá se aman mucho.

Suspiré aliviado. La simpleza de los niños a veces resulta envidiable.

Desde la sala, Yuki nos seguía ignorando. Pero aun así dijo:

—No le contradigas; déjalo que viva en su ignorancia.

—¡Oye! —me quejé.

Riku dio un saltito hacia atrás y comenzó a caminar en dirección al pasillo.

—Es por eso papá te hace gritar todas las noches —dijo, alejándose cual pilluelo descubierto con las manos en la masa.

El rubor se apoderó de mi rostro, y habría apostado que me salió humo de la cabeza. Desde el sofá se escuchó el carraspeo de Yuki; la cerveza se le había ido para otro lado cuando escuchó la sagaz explicación de Riku.

Ah... el chiquillo siempre nos sorprende.

 

 

Riku regresó a los Estados Unidos meses después. Al principio lo extrañé demasiado al grado de entrar en una pequeña depresión por su ausencia, que incluso Yuki terminó preocupándose al verme como alma en pena por la casa.

La compañía de Riku me hace bien; llena una parte de mí que ni Yuki ni Origami son capaces de colmar. Algo tiene Riku que todo el mundo queda encantado —salvo Yuki, claro está—. Se lleva bien con todos. Los vecinos lo adoran; mis padres también. Incluso mi santa madre me sugirió, en un arranque de estupidez, supongo, que lo adoptase. Que si de plano seré gay toda mi vida, ella merecía un nieto de su primogénito, y Riku llenaba los requisitos. Uhm... supongo que la locura de mi madre se disparó el día que Riku se le ocurrió llamarla abuela.

Maiko lo mima como una tía a su primer sobrino. Y me alegra; considero que la interacción con los miembros de mi familia y la de Yuki le hace bien a Riku. Le muestran el amor familiar que él desgraciadamente no ha tenido el gusto de conocer por las circunstancias de la vida.

Y si bien Riku resulta ser un niño con una personalidad especial; diferente a la de cualquier chiquillo de su edad, Yoshiki dice que sólo muestra esa chispa de vida y egoísmo caprichoso de todo niño cuando escucha mis canciones o ve mis fotografías. Creo que me idolatra o algo parecido; nadie es tan fanático de mis canciones como Riku. Domina tan bien el japonés como el inglés para cantar mis temas mejor que yo incluso; y tiene la capacidad suficiente para leer libros en una tarde y entender las conversaciones de los adultos.

Riku es muy maduro para su edad, pero no pierde esa inocencia que todo niño disfruta en su infancia. Pero, lamentablemente, conviviendo con nosotros, la perderá fácilmente.

—Mamá, ¿me pasas la esponja?

Riku es tan dulce. ¿Cómo Yuki puede despreciarlo tanto?

—¿Tardarán mucho, par de inútiles? Necesito bañarme.

—No han pasado ni cinco minutos y ya nos estas echando. —Mi reclamo no deja indiferente a Yuki, quien nos observa desde el lavabo mientras se termina de lavar los dientes. No pierde detalle alguno de lo que Riku y yo hacemos.

—Es MÍ baño, parásito. Puedo usarlo cuando quiero.

—¿Se te olvida que no vives solo, bastardo?

—Desgraciadamente no.

Ignorando su pesadez, continúo.

—Y deberías compadecerte de mí porque estuve trabajando todo el día. ¡Necesito relajarme!

—Si lo que haces en NG le llamas trabajar, yo estoy en el cuerpo de paz. ¡Y ya sale del baño, joder! ¡Me quiero bañar!

Es reconfortante darse un buen baño de tina luego de soportar todo el día los disparos de K, los chillidos de Sakano-san y las quejas de Fujisaki por mi inoperante capacidad como compositor de letras; pero cuando se comparte con los celos, la posesión enfermiza y el infantilismo caprichoso de un sexy un hombre... todo lo que soporto en el trabajo no importa. Vale, sí importa. Yuki puede ser el hombre más exquisito del universo, pero su irritable personalidad me crispa los nervios cuando estoy bajo presión laboral. Sin embargo, ese amor enfermizo que le tengo puede más que todo lo malo. Además, desde que Riku llegó la semana pasada para convivir un mes con nosotros por vacaciones de verano, estoy con mejor humor. Eso significa que las pesadeces de Yuki me resbalan.

—¿Y por qué no te bañas con nosotros?

Mi pregunta es bastante inocente, pero la mirada fulminante que me echa me resulta suficiente para guardar silencio y hundirme en el agua espumosa dejando sólo mis ojos fuera.

—Papá no quiere bañarse porque yo estoy aquí —dice Riku, viendo a Yuki con sus enormes ojos como canicas, que parecen ver el alma.

—Captas muy bien, mocoso. Nadie te invitó, por lo que mi consejo es que pesques tus mugres y regreses a donde perteneces. O de lo contrario te tiraré por la ventana.

—¡Yuki! ¡Controla tus palabras, imbécil!

—¡Estoy en mi casa, ameba; puedo decir lo que quiero!

Su expresión orgullosa y ofendida deja en evidencia el porqué se comporta así: la presencia de Riku le inquieta. Pero ya debería de tenerla asumida, ¿no? Digo... conocemos a Riku desde hace ya más de dos años. La convivencia es algo que se debería dar de manera natural y con un trato cálido y familiar.

—Quieres estar a solas con mamá para tener sexo.

Yuki se atraganta con el agua que bebió para hacer gárgaras; sumándole además un rubor intenso en sus mejillas. Pero no es un sonrojo digno de una colegiala enamorada; más bien, uno de frustración y rabia porque a fin de cuentas... Riku tiene razón.

—¡¿Qué mierda estás diciendo?! ¡¿De dónde sacaste eso, jodido mocoso?!

Yuki me mira con chispas de ira en los ojos esperando una explicación. ¿Debería preocuparme por eso?

—A mí no me mires; yo no le dije nada. Sabes que soy malo dando explicaciones.

—¡De eso no me cabe la menor duda! —Clava sus ojos en Riku y pregunta—: Anda, habla mocoso si no quieres morir atragantado con una barra de jabón: ¡¿Dónde escuchaste esa palabra?!

—La escuché de Tatsuha-san. El otro día.

Era de suponerse. El fin de semana Tatsuha se quedó con nosotros porque iba al concierto de Sakuma-san. Le importaba un pepino compartir con nosotros, sólo quería un lugar dónde alojarse. A veces Yuki suele ser muy condescendiente con su familia, a pesar del trato que tiene con Tatsuha después que éste le chocó el auto el mes pasado. Me sorprende que aún le dirija la palabra.

—No tienes que escuchar a ese retrasado —articula Yuki—. Lo tiré de la cuna cuando mocoso y de ahí que no capta bien las cosas.

—Pero Tatsuha-san dijo que las personas que conforman un hogar y pelean a diario tienen sexo. Y recuerdo que el año pasado los vi en el sofá cuando llegué de la escuela. En esa ocasión ustedes estaban teniendo sexo. Tatsuha-san me lo explicó todo. No entiendo por qué ustedes no son capaces de hacerlo si es tan simple.

Yuki me ve esperando que me haga cargo del asunto, y sale prácticamente corriendo del baño. Bastardo, sabe que para este tipo de situaciones soy un cero a la izquierda, pero él siempre dice que entre mocosos se entienden. El año pasado, luego que Riku nos sorprendió en el sofá, se le ocurrió preguntarnos al día siguiente, y en pleno desayuno, de dónde vienen los bebés y si le podíamos dar un hermanito. Yuki en ese entonces se atragantó con su tostada y yo expulsé la leche del cereal por la nariz. No hubo forma de explicarle a Riku de la manera menos traumática cómo se hacen los bebés y por qué no le podemos dar un hermanito. Traté incluso de comunicarme con mi madre para pedirle asesoría. Pero no hubo caso, a fin de cuentas, Riku sólo tenía una respuesta a nuestros atolondrados y pocos sutiles argumentos: «pero si los bebés vienen del amor, y ustedes se aman, pueden darme un hermanito. ¡Quiero un hermanito!»

Estuvo con esa cantaleta hasta que regresó a Nueva York. Ese fue un duro año.

Supongo que este verano las cosas serán más complicadas después de la intervención poco inteligente de Tatsuha. ¡¿Por qué los niños no vienen con un manual de instrucciones de cómo explicarles las cosas de la vida sin traumatizarlos?! Aunque puedo apostar que Riku capta mejor las cosas que Yuki y yo juntos.

Oh, Yuki... creo que estas vacaciones serán realmente entretenidas con Riku en casa.

 

Notas finales:

[1] La expresión que cita Shuichi la menciona en el manga. Tomo 7, capítulo 29.

*Lo que Riku pregunta al final del track: de dónde vienen los bebés y si le podían dar un hermanito, es franquicia exclusiva de Dulce_Pena_Hime (amiga mía, gracias por haber aceptado la propuesta del fic. Por cierto, disfrútalo en esta ocasión especial).


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).