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Sakuma Ryuichi; dos palabras que describen a un hombre con la gracia de un Dios que bajó de los cielos para vivir entre los mortales y cautivarnos con su gracia y majestuosidad divina. Un hombre que llegó a mi vida y la cambió por completo, y la ha dirigido hasta el día de hoy. Cuando su primer sencillo llegó a mis oídos y su primer video musical capturó mis impresionables e inocentes ojos, descubrí que mi destino era seguir sus pasos. Antes de conocerlo, mi sueño era ser doble de acción, pero luego me di cuenta que arriesgar mi vida innecesariamente no era lo mío; cantar colma mi corazón y dirige la senda de mi vida con pasión.
Me dediqué día a día a ser el mejor cantante de todos los tiempos. Creo que lo estoy logrando, aunque todavía me falta mucho para alcanzar el nivel de Sakuma-san. ¡Pero soy joven!, tengo fuerza y talento; dos cosas que puedo explotar a ojos cerrados, aunque me estampe contra uno que otro muro en el intento.
Podría describir mi relación con Sakuma-san como una montaña rusa con infinitas e impredecibles vueltas, donde cada curva puede hacer que mi estómago termine en mis pies o coronando mi cabeza. Sakuma-san es extraño y exquisitamente misterioso. Su doble personalidad a veces suele confundirme; no sé lo que piensa la mayoría de las ocasiones, pero sé que cuando se pone en su fase mode-on de serio y sexy, quiere decir que está actuando como un verdadero profesional.
Pero lejos de todo ese misticismo freak y magnético que rodea a Sakuma-san, hay sólo un pequeño detalle que me impide llevar una relación plenamente «normal» con él: Yuki... mi querido y amado esposo —al que a veces me gustaría prenderle fuego— no lo tolera. ¡No lo soporta! Después del mentado mal entendido en el que terminé besando a Sakuma-san en la azotea de un edificio, Yuki no quiere verlo ni en pintura.
Desconfía de él, piensa que me quiere violar y contagiar la estupidez, pero sé que Sakuma-san no sería capaz. En casa, las palabras «Kumagoro», «Nittle Grasper», «nanoda» y «Sakuma-san» están prohibidas. Y sólo para llevar la fiesta en paz con Yuki no las digo, de lo contrario, quien termina durmiendo en el pasillo del edificio soy yo. (En esos casos, hasta pierdo el derecho de dormir en el sofá o en mi propia habitación).
—Yuki... anda... acompáñame. No quiero ir sin ti.
Estoy con mi mochila colgada al hombro, una gorra, binoculares y ropa de explorador. A Seguchi-san y a K no se les ocurrió nada mejor que organizar un campamento en uno de los dominios de NG Records a los pies del monte Fuji. La idea es que tanto Bad Luck como Nittle Grasper trabajen en equipo para una nueva campaña musical. A mí me resulta muy divertido; somos como una gran familia. Sin embargo, el panorama está siendo empañado porque Yuki no quiere ir. Seguchi-san lo invitó incansablemente, Mika-san también, incluso K lo amenazó con su Magnum, para que se oree un poco, pero Yuki se ha negado de una y mil maneras. Dice que le apesta ir de campamento porque no hay baño y siempre le pican los mosquitos. Es tan delicado...
—Yuki, no seas anti social y vamos.
Sigo insistiéndole, aunque sé que no conseguiré nada, salvo una mirada huraña, un peyorativo insulto o una patada, dependiendo de lo cerca que esté de su metro cuadrado.
—¡No me molestes! —me responde. Fuma y bebe tirado en el sofá sin siquiera mirarme. Parece que es más entretenido mirar el reporte del tiempo que mi hermoso rostro.
—No pienso ir si tú no vas. ¿Qué voy hacer si aparece un oso y me come?
—No tengo tanta suerte.
Sus respuestas siempre son idiotas; aunque su hermosura compensa su estupidez. Y es un hecho que no quiere ir porque es más inútil que yo en medio de la naturaleza. Puedo apostar que ni siquiera sabe cómo usar un saco de dormir.
—Bien, quédate aquí entonces; echado, fermentando y engordando en ese sofá tú solo.
—Lo tomaré como un cumplido, mono. A ver si te pierdes en el bosque y trepas los árboles como el primate que eres. Y no te molestes en regresar.
—¡Pero te perderás lo mejor del mundo! Haremos una excursión por la montaña y comeremos malvaviscos frente a una fogata. También contaremos historias de terror.
—Vaya... tu panorama es sobrecogedor y estimulante. Iré corriendo a empacar para hacer todas esas pendejadas con la tropa de retrasados que tienes por amigos.
Su antipatía y sarcasmo me supera. Pero igual lo amo.
—Entonces no me quedará más alternativa que compartir la tienda de campaña con Sakuma-san.
La expresión descontracturada de Yuki me lo dice todo. Me mira fijamente y sus labios aprietan el cigarrillo consiguiendo que el pobre tirite entre ellos.
—Oye, mono, no me dijiste que ese idiota iba también.
—Dah! Iremos todos.
Se pone de pie sin decirme nada y se encierra en nuestro dormitorio. Yo le espero intrigado, aunque tengo una leve sospecha de su comportamiento. Dos minutos después sale con una pequeña maleta. Pasa por mi lado indiferente y coge las llaves de la casa y del auto.
—¿Qué esperas, chango? Andando.
Lo sabía... mis estrategias nunca fallan. Tal vez Yuki se está volviendo demasiado predecible o yo me estoy volviendo más listo que él. Como sea... Sakuma-san compartirá su tienda de campaña con Tatsuha (sí... se invitó solo apenas supo del paseo). Yo tengo un saco de dormir y mi propia tienda de campaña, pero eso Yuki no lo sabe.
¡Oh, Yuki...! Será perfecto pasar un fin de semana en medio de la naturaleza, experimentando cosas nuevas muy pegaditos y calientitos; siendo la envidia de los animales del bosque en época de celo.