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Lo mejor de ti por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

 

— 30 —

 

«¡Se acabó!, esta relación ya no da para más. Aunque pensándolo bien, llevo (llevamos) demasiado tiempo invertido; demasiados momentos lindos, así como también desagradables y dolorosos. Pero las cosas con Yuki han ido de mal en peor. No es que no lo ame; no es que lo deteste, pero su mal carácter ha alcanzado los límites que sobrepasan cualquier clase de tolerancia y masoquismo. Llegamos a un punto en el que nos replanteamos el por qué estamos juntos y por qué vivimos bajo el mismo techo, si no soportamos (muchas veces) ni siquiera compartir una misma habitación».

Toda esta palabrería y mi llanterío en casa de Hiro se debieron a uno de los acostumbrados berrinches de Yuki. El muy crío se enojó porque olvidé comprar papel higiénico. Sí, lo admito, fue mi culpa; debí haber anotado todo lo que me encargó, pero confié en que mi cerebro iba a ser capaz de retener cinco cosas y no cuatro. Supongo que el olvido se debió a la lluvia que me mojó hasta la ropa interior y el frío que terminó congelándome el cerebro. Pero Yuki ignoró por completo mi esfuerzo; se pasó por el culo mi buena disposición luego de perder al «piedra, papel y tijeras» para ver quién iría al konbini de la esquina.

Yuki es de las personas que no le importa a quién hiere cuando habla. No se mide, no respeta, no se controla, y como yo tampoco soy una dulce mariposa de alitas rosa, respondo de igual o peor forma. Soy como pólvora, que se prende con la más mínima provocación… hasta explotar. Y tras arrojarnos todo lo que pillamos por la cabeza; luego de prenderle fuego a la sala, dejarlas sin ventanas y sin techo la cocina, me fui de la casa para encontrar refugio en el único sitio en el que podía ser acogido en ese momento.

—¡Hiro, ¿qué voy a hacer?! ¡Yuki me odia!

Bien, luego de desquitarme con Yuki, prendiéndole fuego a sus pantuflas de conejo, y luego que él tijeretease mis calzoncillos y calcetines con diseños de Sakuma-san, me di cuenta que el arrebato me había hecho perder el norte, y que el tiempo que llevaba con Yuki me había enseñado a que si él explotaba, yo lo controlaba; así como él se encarga de echarme agua fría cuando me da por estallar como una supernova. Reconozco mi error; olvidé el estúpido papel higiénico cuando se suponía que era prioridad porque Yuki lo necesitaba urgentemente. Depositó su confianza en mí; confió en mi cerebro y le fallé. ¡Pero él también tiene la culpa por haber hecho trampa en el «piedra, papel y tijeras»! No debió decirme «te quiero, mi amorcito» en el instante que definíamos al vencedor.

—¿Por qué no te disculpas? —sugirió Hiro—. En parte también eres responsable, pero si quieres que las cosas se arreglen, es mejor que regreses con una bandera blanca en señal de paz. Bueno, si es que te interesa solucionar las cosas.

—¡Claro que me interesa! —chillé—. No voy a echar a la basura años de relación por un miserable papel higiénico. Sería el colmo. ¿Te imaginas? Cuando me pregunten por qué terminé mi relación con Yuki tendría que responder: fue por papel higiénico. ¡Preferiría decir que fue por infidelidad!

Hiro rodó los ojos (él ya me conoce, por lo que no se sorprende por cada respuesta lúcida que suelto).

—Entonces ve y discúlpate, aunque no la tengas en su totalidad. Ambos sabemos que Yuki-san es un poco... inmaduro.

—¡Él aun así es adorable! ¡No hables mal de él! Es cierto que es idiota, insensible y antipático, pero es adorable.

—Vale, vale, pero que quede claro que yo sólo dije que es inmaduro. Tú lo ves idiota, insensible y antipático.

Después de los sabios consejos de Hiro —la verdad no sé qué haría sin él—, regresé a casa. Y más que regresar con la idea de disculparme, lo hice con la idea de solucionar las cosas.

Cuando llegué e ingresé a la sala, me di cuenta del desastre que había quedado tras nuestra pelea. Parecía un campo de batalla, con trinchera incluida —el sofá sirve mucho como trinchera para repeler las enciclopedias que Yuki me arroja en  cada discusión—. Me arrimé a la cocina y vi el desastre que habíamos dejado. El refrigerador, por una extraña razón, ya no se encontraba en su sitio; a cambio, se encontraba el excusado. En ese momento adiviné dónde podría encontrarse el refrigerador.

De pronto me sentí observado. Di media vuelta y encontré a Yuki, de pie en la entrada del corredor que daba hacia nuestros dormitorios. Su mirada, como siempre, disparaba los latidos de mi corazón.

Nos mantuvimos en silencio, mirándonos. Normalmente, en una situación como esa, las personas se sentirían incómodas, pero él y yo hemos aprendido a comunicarnos en silencio; nuestras miradas hacen todo el trabajo por nosotros sin necesidad de usar los labios más que para besarnos.

—¿No dijiste que no vería tu fea y apática cara nunca más?

Él finalmente había abierto la boca, y para decir una pelotudez.

—¡YO dije que no vería tu fea cara! ¡TU CARA! ¡Tuya!

Él esgrimió una mueca burlona. Siempre ha usado como pasatiempo divertirse a costa mía y hacerme rabiar.

Extraje de mi bolso un rollo de papel higiénico y se lo mostré.

—Tú usas mi ropa para despolvar y mi cepillo de dientes para fregar el retrete. Se podría decir que olvidar el maldito papel higiénico es una compensación por daños y perjuicios.

Se lo aventé y di media vuelta con la intención de marcharme. Pero Yuki me detuvo preguntando:

—¿Adónde vas?

—A casa de Hiro.

—¿Viniste sólo para esto? —dijo, enseñando el rollo de papel.

—Ajá —solté, tan cortante, que ni yo mismo me reconocí en aquel instante.

Como respuesta, Yuki rodó los ojos y resopló, encaminándose a la sala. Y al pasar por mi lado revolvió mi cabello con esa suavidad gentil que siempre me ha estremecido y dijo:

—No seas idiota y ve a calentar la cama. Hace mucho frío.

Pensar en terminar una relación después de tantos años es una posibilidad que muchas parejas, frente a una situación crítica, se llegan a plantear (incluso en más de alguna ocasión). En nuestro caso, la idea de cortar cada uno por su lado es un pensamiento habitual debido a nuestras diferencias y estados emocionales. Sin embargo, Yuki y yo estamos dispuestos a todo con tal de salir adelante y solucionar las cosas a nuestro propio estilo; aunque extraño, resulta muy eficaz y hasta placentero.

Porque lo mejor de las discusiones son las reconciliaciones.

 


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