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Lo mejor de ti por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— 33 —

 

El invierno es una de las estaciones que más amo, y no es solamente por la nieve y los regalos que me deja Santa bajo el árbol que obligo a Yuki a poner cada año. También es porque tengo vacaciones y puedo pasar más tiempo con el hombre que amo.

Ya es bien sabido que no somos una pareja convencional, pero siempre que puedo trato que así sea y amoldarnos a una sociedad extraña que nos ve como piezas de exhibición en un colorido y excéntrico museo gay.

En invierno también puedo gozar del chocolate caliente que Yuki gusta preparar, y pasar más tiempo con él en la cama porque suele usarme como «frazada térmica». Es tan agradable dormir abrazado a su escultural cuerpo, cuando me rodea con sus brazos y apretuja con sus piernas, admitiendo tener frío. Pero yo sé que no es así, porque tiene la frazada térmica que le regaló Seguchi-san en el armario, aún sin siquiera haberla sacado de su empaque original.

Y sin embargo, pese a toda esa maravilla que me convierte en el amante perfecto y el hombre más afortunado del planeta, también hay desventajas: una de ellas es el jodido frío que experimento cuando mi pequeña y respingada nariz cruza el umbral del departamento. No tolero del todo el frío, y aunque soy casi inmune a los resfríos, cuando caigo ante ellos lo hago en grande.

También podría decir que la lluvia es maravillosa solo cuando estás en la comodidad de tu hogar, compartiendo una taza de chocolate caliente mientras el cielo se parte sobre la ciudad. No cuando estás en la calle y un malnacido te moja salpicando los charcos de agua como si fuera su maldito pasatiempo.

La semana pasada pasé al supermercado luego de encontrarme con Maiko. Almorzamos, paseamos y nos compramos ropa. Resultó ser un día entretenido, pero no lo fue cuando volví a casa. Después que me despedí de Maiko, esperé mi autobús en la parada habitual, y de pronto un vehículo sin consideración alguna pasó a toda velocidad y echó sobre mí el agua acumulada en la calle. Y yo que me preocupé de no mojar mi ropa con mi colorido paraguas, terminé mojado hasta los calzones.

Pero el idiota que tuvo tal osadía sobre mi persona eligió muy mal a su víctima. Preso de la rabia, cogí la primera piedra que encontré y se la arrojé antes que se alejara lo suficiente. El cristal trasero terminó hecho pedazos pero no me importó. Fue mi perfecta venganza luego de gritonearle cuanta guarrada cruzó por mi mente en ese instante, espantando de paso a las personas que se encontraban esperando el autobús al igual que yo.

Tras el incidente regresé a casa mojado, furioso y resignado por mi desgracia. Crucé el dintel de la puerta y el calor hogareño me invadió apenas pisé el recibidor. Y antes que Yuki me golpeara por mojar su piso, me sequé y fui a saludarlo; esta vez lo encontré tendido en el sofá cambiando de canal mientras un cigarrillo se consumía en sus labios. Ya ni siquiera pierdo el tiempo diciéndole que el tabaco me dejará viudo antes de tiempo. Cada vez que se lo digo me arroja el cenicero por la cabeza.

—Ya llegué —dije mientras frotaba una toalla sobre mi cabeza (suele haber en el mueble junto al recibidor). Mi cabello recién teñido la semana pasada escurría sobre mis hombros. Maldeciré el resto de mi vida al idiota que me empapó.

Yuki me echó un vistazo casual y siguió cambiando de canal. No parecía sorprendido de verme destilando sobre la alfombra de la sala.

—¡Yuki~! ¡No sabes lo que me pasó camino a casa! —le dije a medida que me acerqué—: ¡un imbécil me mojó! Me echó el auto encima y me salpicó toda el agua de la calle. Hay idiotas que no debería tener permiso para conducir, ¿qué se cree al mojar a las personas? Podría existir una ley que prohíba a los idiotas mojar con sus autos.

Acomodé mi trasero en el reposabrazos del sofá y vi a Yuki.

—Pero me vengué, ¿sabes? Le arrojé una piedra a su maldito auto y le rompí el ventanal trasero. Ja, ahora debe estar sufriendo, pero se lo merece.

Ah... en ese momento me sentí tan orgulloso de mí, que no me importó parecer idiota haciendo mi conocido monólogo. Yuki no suele impresionarse por mis aventuras, mucho menos por mis desgracias. Supongo que debe estar acostumbrado a ellas.

—Uhm... Y dime, ¿qué me cuentas? ¿Qué hiciste hoy? ¿Te pasó algo? Estás muy serio. ¡¿Acaso un idiota también te mojó?! ¡Definitivamente deberían hacer una ley para prohibirlo!

—Nada en particular —dijo Yuki sin apartar la mirada del televisor—: solo un idiota me rompió el cristal trasero de mi vehículo cuando iba de urgencia al hospital luego que Tatsuha se fracturó una pierna.  

... El resto del invierno dormí en mi habitación.


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