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Lo mejor de ti por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— 35 —

 

Yuki no me habla, no me mira, no me escucha, no me la mete. ¡¡Está furioso!! ¿El motivo? La nueva portada del disco que K y Seguchi-san decidieron sacar al mercado con las mejores canciones de Nittle Grasper y Bad Luck.

¿Puede existir algo más castrante que un hombre celoso e infantil? He conocido a Yuki en sus múltiples facetas, incluso aquellas que parecen sacadas de una película de terror psicológico. Verlo travestirse por mí no tiene precio, lo admito, pero que me haga la ley del hielo porque le molesta verme cerca de Sakuma-san es algo que simplemente no puedo tolerar. No puedo elegir entre el ídolo de mi vida y el amor de mi vida. No es fácil la decisión, y menos si consideramos que ambos son jodidamente atractivos y se mueren por mí (humildad ante todo).

¿Qué culpa tengo de que sus celos no le permitan pensar con lucidez? Es parte de mi trabajo (y un verdadero honor) posar con Sakuma-san en la portada, ¡porque se supone que el disco es de los dos!

Admito que me costó entender el motivo de su berrinche. Al principio pensé que se trataba de una rabieta pasajera porque el otro día le puse sal a su café o porque le boté a la basura su colección de revistas porno (si me tiene a mí no necesita mirar tipejas baratas en papel).

Cuando la otra noche llegué a la casa, fascinado a contarle la noticia de que finalmente había salido a la venta el disco recopilatorio, él me miró con esos ojos que pueden destriparme si así lo deseara, y me paralicé. Temí lo peor, y por un momento me sentí en el pasado, cuando por cualquier motivo cortaba conmigo y me corría del departamento como si fuera un perro (el hecho de que aún use mi disfraz de perro no significa que me trate como tal).

—¿Qué hice ahora? —pregunté a la defensiva. A estas alturas de nuestra relación es imposible hacerme el idiota cuando lo veo a punto de asesinarme.

—¿Y todavía tienes el descaro de preguntar? —soltó con los brazos cruzados y un cigarrillo en los labios. ¿No sabe que esa pose me excita?

—Creo que no estoy entendiendo.

—No, claro que no. Tú nunca entiendes nada. Eres un idiota.

—Vale, para con los insultos. No estoy en todo el día y lo primero que haces cuando llego es lanzarme mierda. ¿Qué mosco te picó ahora?

Yuki dejó la comodidad de su sillón y se plantó frente a mí, arrojándome al rostro la carátula del disco.

—¿No te dije que no quería volver a verte cerca de ese fenómeno?

Observé la portada y vi a Sakuma-san rayado agresivamente con un marcador rojo y dos agujeros en sus ojos, apostando en ese momento que fueron hechos con un cigarrillo. Creo que su odio hacia Sakuma-san es cosa seria. Y yo que creía que era lindo verlo celoso.

—¿Estás molesto porque salgo con Sakuma-san?

—Te costó entender.

—Pero si es la portada de nuestro disco —expliqué lo más conciliador posible. ¿Dónde está Seguchi-san cuando lo necesito? Solo él es capaz de controlarlo cuando las venas comienzan a marcarse en sus sienes.

—¿Y? —escupió.

—¿Cómo que “Y”? Es parte de mi trabajo.

—¿Y no podías simplemente rechazarlo?

—¡¿Cómo querías que lo rechazara?! ¡Es mi trabajo!

—¡Debiste hacerlo! ¡Mírate!

—Sí, lo hago. Salgo estupendo.

Eso pareció enfurecer a Yuki, porque me echó de la oficina con una patada en el trasero. Qué bestia puede ser, y yo que quería celebrar con él esa noche luego de pasar días afuera trabajando para la producción del disco. Me sentí miserable.

Solo dos horas después de la discusión salió de su oficina. Yo descansaba en el sofá, y al pasar por mi lado hacia la cocina simplemente me ignoró. Y como yo tampoco suelo ser muy maduro, le respondí de igual manera.

En un principio, la idea de no dirigirnos la palabra me resultó un buen castigo si era él quien había iniciado la pelea. Su orgullo puede ser tan alto que sé que puede ser capaz de retorcerse y morir antes de ceder, pero más pronto de lo que creí el ambiente se volvió pesado e incómodo. Comenzó a dolerme su indiferencia, y cuando intenté hablarle se puso peor. Adoptó una actitud extrema, como si yo no existiera. ¡Ni siquiera me dejaba comida! Cortaba el calentador cuando me estaba duchando y apagaba las luces de la habitación en la cual me encontraba. ¿Puede haber algo más doloroso y desesperante que eso?

Intenté encontrarlo gracioso si lo comparaba con una rabieta de niño por no tener el juguete que quería para navidad, pero me dolió después de un tiempo y no pude evitar llorar en más de una ocasión sin que él lo supiera (o al menos eso espero). No suelo llorar frente a los demás cuando algo en verdad me duele, y su indiferencia fue un puñal que no pude seguir soportando. No solo por su trato, sino porque una vez más mi trabajo se interpuso entre nosotros. Yuki insiste en que haga a un lado mi carrera por él, por su absurdo temor a perderme. Y si a eso le sumamos aquella ocasión en la que me vio besándome con Sakuma-san...

De acuerdo, es justificado su enojo. Habíamos quedado en que mantendría mis distancias con él luego de aquel episodio. Todos la pasamos mal y yo prometí no volver a acercarme a Sakuma-san a menos que fuera para decirle que amo a Yuki y que seré su esclavo sexual por el resto de mi vida (sí, fue su idea decirle eso).

 

 

Ahora me encuentro de pie frente a la entrada de nuestro hogar, aunque en estas últimas dos semanas se puede comparar con el séptimo círculo del infierno. Vengo de la casa de Hiro, que es el que me da de comer ahora que Yuki no me cocina. Él ha estado al tanto de todo y me aconsejó que hablara con Yuki y tratara de abordarlo con cuidado, como si estuviera en un campo minado. A veces me pregunto por qué soy yo el que siempre tiene que buscar una solución a nuestros problemas. ¿Será porque el que lleva los pantalones en la relación soy yo? ¿Será porque entre los dos el más maduro soy yo? ¿O será que mi amor es lo suficientemente grande como para perdonar todas sus ridiculeces e inseguridades? Llevamos demasiado tiempo juntos como para que ahora existan esta clase de problemas, pero al ver la actitud de Yuki, me hace pensar en que no debió dejar su tratamiento psiquiátrico.

Respiro hondo, cruzo la sala casi a hurtadillas y me adentro al territorio prohibido (su oficina). Llamo a la puerta y, como no obtengo respuesta, asomo mi cabeza arriesgándome a recibir un insulto, un golpe o una enciclopedia de historia universal (Yuki tiene demasiados de esos libros apilados en el mueble de su oficina. Me pregunto para qué si ahora todo se consigue por internet).

Observo en busca de señal de vida al interior de su santuario y lo encuentro tendido en el sofá. Lo único bueno que puedo sacar de todo esto es que él ha aprendido a no hundirse en sus malos vicios cada vez que peleamos (incluso cuando estamos bien). Ya no bebe en exceso, y con el tiempo ha reducido sus cigarrillos. Me alivia ver que, a diferencia de otras ocasiones, la habitación no apesta a alcohol ni tabaco. Todo luce impecable, y él duerme tranquilamente. Maldito insensible, si supiera que he estado muriéndome de pena estas dos semanas no estaría durmiendo a pata suelta y con la baba colgando.

Me acerco y espero que note mi presencia, pero como tiene el sueño pesado, y si a eso le sumamos sus interminables horas de trabajo, ni una estampida de elefantes es capaz de despertarlo.

—Yuki —lo llamo—. Tenemos que hablar.

Él se remueve y suelta un gruñido. Intenta darse la vuelta y seguir durmiendo, pero le doy una patada en el trasero cuando lo hace y eso basta para que me acuchille con la mirada. Odia que invadan su espacio personal cuando está molesto. Jaque Mate.

—Yuki, esto no puede seguir así. Ya no puedes simplemente correrme de tu vida cuando se te antoje. Somos una familia, un matrimonio —le digo, mostrándole en mi mano izquierda el símbolo de nuestra unión.

Insiste en hacerse el desentendido y se levanta del sofá, pasando por mi lado para encender un cigarrillo. Sabe que me molesta que fume mientras discutimos, pero lo hace a propósito.

—¿Piensas que es sano seguir distanciados? ¿Te hace bien? Porque a mí me ha afectado desde que me echaste de la oficina con esa patada que me dejó un moretón en el culo.

No hay caso; es muy difícil romper su coraza cuando se envuelve en ella. Pero como llevo años en esto, ya sé cómo enfrentarlo. La renuncia es la peor táctica si se quiere doblegar su orgullo y llegar a su corazón.

—¿Quieres que me vaya? —le pregunto cuando me paro frente a él—. ¿Quieres que esto se termine así? ¡¿Es eso lo que quieres?! ¡Cielos, Yuki! ¡Di algo por la mierda! ¡Quiero arreglar las cosas! ¡Deja de portarte como un idiota!

—Mira quién habla de idiotas, el más idiota de los idiotas.

Vaya, ese sí es un gran progreso. Me habla después de dos semanas y lo primero que hace es insultarme.

—No pude negarme, ¿sabes? K me obligó a posar en la portada con Sakuma-san. No pasó absolutamente nada más que un trabajo profesional. Nos tomaron un par de fotos y me fui.

—No te creo.

—¿Quién crees que soy, eh? ¿Por quién me tomas? ¿Crees que iré y me meteré con él de buenas a primeras?

—No te costó poner resistencia cuando los pillé en la azotea.

—¡Ya te expliqué lo que pasó en esa ocasión! ¡Ya supéralo!

—¿Por qué no me dijiste que posarías con él? ¡¿Por qué no me advertiste que saldrías con él en el disco?!

—Porque cuando te hablo de mi trabajo apagas tus cigarrillos en mi ropa y dices que parezco cotorra contándote todo lo que hice durante el día.

—Debiste decírmelo —insiste.

—Te lo comenté en una ocasión, pero me ignoraste porque te molestó siquiera escuchar su nombre, además de la idea de verme cerca de él. ¿Siempre tendremos estas discusiones por su culpa? Él ya ni siquiera vive en Japón. Vino exclusivamente para la sesión de fotos y se regresó a Estados Unidos. Con suerte nos dirigimos la palabra.

Yuki pretende mantenerse impasible ante mis argumentos, pero veo vacilación en su mirada. ¡Es mi oportunidad!

—No pasó nada —le insisto—. No crucé más de dos palabras con él. Un “hola, Sakuma-san” y un “que tenga buen viaje”.

—Son más de dos palabras. Me estás mintiendo.

—¡Fue una forma de decirlo, tonto!

—¿Así es cómo piensas resolver las cosas? ¿Insultándome?

—¡Tú eres el que siempre me insulta! ¡Y no me cambies el tema! ¡Ese no es el punto!

Resoplo contrariado y me siento en el sofá. He estado tan estresado y agotando mentalmente desde que salió el disco que no tengo fuerzas para seguir de pie. Me duele el pecho y siento un vacío en la boca del estómago. Si sigo así terminaré vomitando sangre como Yuki.

—No esperaba tu aprobación, pero tampoco que me odiaras por un nuevo logro en mi carrera —digo mientras presiono el puente de mi nariz. Quiero llorar, porque odio cuando peleo de esta manera con Yuki.

—No te odio —Su tono de voz me hace pensar que le preocupa verme abatido. ¡Sí me ama!

—¿Entonces? —le pregunto—. Me has ignorado días. Jamás habíamos estado peleados por tanto tiempo. Incluso Seguchi-san está preocupado.

—Lo sé, me vino a ver el otro día.

—¿Qué te dijo?

—Que fue idea suya y de K lo de la portada.

—¡¿Ah?! ¡¿Y ni aun así me perdonaste?!

—No estoy enojado por eso.

—¡¿Y entonces por qué?!

—¡¿No te das cuenta?! —me grita mientras saca la carátula de la basura y me la enseña agitándola—. ¡Mira! ¡Están muy cerca el uno del otro y se visten igual! ¡Eso es entre parejas! ¡Tú en tu puta vida te has vestido igual a mí!

Me caigo de culo y lo miro desconcertado. ¿Es eso? ¡¿Es eso?! ¡¿Está molesto porque Sakuma-san y yo salimos vestidos de manera similar?! ¡No puede ser!

—¿Me estás diciendo... que estas dos semanas de tortura y mocos en la almohada han sido por la ropa que usé para el disco?

—¿De qué otra cosa creíste que estaba enojado?

Me atraganto con mi propia respiración y sacudo la cabeza. Yo muriéndome de pena y él haciendo un berrinche estúpido porque no me visto igual que él. ¡Te odio Yuki!

—Se supone que lo detestas porque me besó. ¡Se supone que por eso no me querías cerca de él!

—Sí, y mi postura respecto a eso no ha cambiado. Sigo dolido y molesto porque lo besaste.

—Corrección: él me besó.

—Ajá, y tú te dejaste. Es lo mismo.

—¡No es lo mismo! ¡No, no y no! ¡¿Qué harías si el ídolo de tu vida te quiere dar un beso?! ¿Lo rechazarías? Además, en cuanto tienes oportunidad te ligas mujeres, ¿con qué moral me hablas de fidelidad?

Puedo verlo torcer los labios y esquivar la mirada con la habilidad de un rayo. Es cierto, él solía ser infiel; ahora pongo las manos al fuego por él. Pero no puede negar su pasado oscuro y las cientos de ocasiones en las que me engañó cuando llevábamos meses juntos. En ese entonces la sombra de Kitazawa la hacía cometer estupideces.

Me acerco a él y trato de terminar con esas dos semanas de distanciamiento.

—¿En verdad estás molesto solo porque me vestí igual que Sakuma-san?

—Ya te lo dije. Odio todo de él, y no me gusta verte a su lado. Pero más odio ver que te vestiste como si fueran pareja. ¡Y yo soy tu pareja! ¡No él!

—¿Acaso tú usarías mis ropas chillonas? Siempre me dices que me visto como payaso de circo ambulante. Y yo, señor de la moda estilo yakuza, no pienso usar tus trajes monocromáticos. Antes muerto.

Yuki suelta un gruñido y trata de alejarse, pero yo lo retengo y le echo mis mejores miradas (al estilo del gatito de Shrek). Sé que esa táctica es un arma infalible contra él.

—¿No piensas perdonarme? —le pregunto casi ronroneando.

Cruza los brazos fingiendo indignación. Sabía que ya no estaba molesto, pero se ha estado esforzando por parecerlo. Está dolido, pero parece que más le duele estar lejos de mí. Cielos... es tan lindo, pero tan tonto a veces.

Me inclino sobre él, colocándome de puntillas y le doy una pequeña lamida en su cuello. Me encanta su sabor.

—¿Y si te digo que un día nos vestiremos iguales? —le susurro, rozando su piel con mis labios— ¿Se te pasará el enojo?

—Necesitarás más que eso para que te perdone —responde.

—¿Más que eso? ¿Y qué otra cosa debería hacer para obtener tu perdón, oh mi amo y señor?

Antes de asimilar la situación, me encuentro colgando como un costal de papas en su hombro derecho: la respuesta es obvia.

—Haré que nunca olvides estas dos semanas, maldito mocoso. Me hiciste mucha falta —me dice mientras dejamos la oficina y nos dirigimos a nuestro dormitorio. Dos semanas sin poner un pie en él me hizo sentir como aquel chiquillo idiota que conoció al sensual escritor de novelas románticas con un pasado doloroso y que se negaba a abrir su corazón. Hoy en día, Yuki ya no teme mostrarme sus sentimientos. Son claros, transparentes, honestos. Y eso es suficiente para entregarme incondicionalmente a él, porque es la persona con la que quiero pasar el resto de mis días, y porque siento que no hay nada mejor en este mundo que su compañía y su amor.

En resumen, basta con decir que en la noche hicimos mucho más que el amor. Dos semanas sin sexo pueden ser perjudiciales (pero también muy útiles) para dos hombres apasionados y enamorados.

Oh, mi Yuki... no sé si debería pedir otra pelea como esta para disfrutar de la reconciliación en nuestro nidito de amor. ¿Acaso no sabes que mi amor por ti es más grande que mi obsesión por los pockys de fresa y mi colección privada de Sakuma-san? Sí, siéntete afortunado de que estés por encima de ellos.

Notas finales:

El origen de este capítulo se realizó inspirado en el pronto lanzamiento del primer disco recopilatorio de Kotani Kinya con alguno de los temas más conocidos de Gravitaton y producidos por Daisuke Asakura, y cuya portada es una ilustración de Maki Murakami.


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