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Usurpador por Ori_aiko

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Notas del capitulo:

Aquí el segundo y último capítulo de este two-shot.

Gracias por haber leído y comentado ^^

Disclaimer: One Piece y sus personajes no me pertencen.

A disfrutar!

Cuando se despertó la fiebre ya había desaparecido. No así el dolor, pero al menos no se sentía como si fuera a derretirse en cualquier momento.
Por la falta de luz dedujo que ya era de noche. Parecía poder escuchar el silencio de todo el barco.
Todavía somnoliento giró la cabeza buscando a su enfermero personal. Cómo no, estaba dormido. Dormido muy cerca de él.
Zoro se había quedado dormido sentado en el suelo, con los brazos apoyados en el borde de la cama y la cabeza enterrada en ellos.
No podía verle la cara pero conocía de sobra su expresión cuando dormía. En la posición en que estaba sólo alcanzaba a ver la mata de pelo verde y la oreja izquierda del espadachín, de la que pendían sus tres pendientes dorados.
Se sintió tentado de tocar el frío metal y hacerlo sonar entre sus dedos pero se abstuvo.
Intentó dormir de nuevo aún cuando sentía que la presión de su pecho aumentaba por momentos. Necesitaba salir de aquella cama cuanto antes.
 



 
Era el segundo día de convalecencia del cocinero y su respiración era cada vez más débil. Ni siquiera tenía fuerzas para insultar a Zoro o para burlarse de él por haberse quedado dormido en esa vergonzosa posición el día anterior.
Su tos también había empeorado y, consecuentemente, sus dolores.
 
Zoro le observaba desde el otro lado de la habitación. En verdad no tenía buena pinta. Un fugaz sentimiento de culpabilidad cruzó su mente.
 
“-Seguramente se deba a que ha recibido un golpe fuerte en el tórax y eso ha causado la acumulación de aire en la membrana”
 
En cuanto Zoro escuchó esas palabras de boca del doctor se dio cuenta de su posible implicación. Y los demás también pensaron automáticamente en él.
Después de todo, siempre estaban peleando, era normal que recibieran algún que otro golpe… pero sabía que el cocinero era fuerte; no podía imaginar que estuviera en ese estado por una de sus rutinarias peleas.
 
El espadachín oyó pasos en el piso superior; en el almacén. Esperaba que se tratara de Chopper; Sanji necesitaba ser tratado cuanto antes. Quizás aquel “neumoloquefuera” no era tan grave, pero verle en ese estado… le producía una gran sensación de malestar.
 
Sanji también estaba despierto aunque no hablara ni se moviera. Permanecía tumbado en la cama en la misma posición y miraba de reojo al marimo de vez en cuando.
Después de tanto tiempo y tantas peleas había aprendido a leer el rostro del espadachín. Sólo con una mirada podía saber cuándo estaba enfadado, nervioso, decidido, alegre… pero lo que mostraba en ese momento la cara del peliverde no lo había visto nunca. No pudo determinar qué demonios era.
Antes de que pudiera ponerse a analizar su expresión, él también oyó los pasos en el almacén. Y después en la escalera que bajaba hasta aquella habitación.
 
Chopper apareció cargado con un montón de instrumental médico y una sonrisa tranquilizadora. Le acompañaba Nami, que les traía algo para desayunar.
 
- Sanji-kun, ¿cómo te encuentras?
 
Le respondió con una mueca de inseguridad intentando decirle que se encontraba más o menos bien, aunque no era cierto. Sus dolores no hacían más que empeorar.
 
- ¿Qué tal se está portando tu enfermero voluntario?- preguntó con sorna dirigiendo la mirada hacia el espadachín. Zoro resopló ante ese comentario y se acercó al doctor ignorando a la pelirroja.
 
Sanji miraba al peliverde extrañado. Estaba buscando sus ojos para comprobar si lo que acababa de decir su querida Nami-san era cierto. No se podía imaginar al marimo proponiéndose voluntario para cuidar de él. Era la última persona de quien se lo esperaría. Pero él no parecía querer entablar contacto visual. Se limitaba a observar cómo el pequeño reno colocaba los instrumentos quirúrgicos  con mucho cuidado y dedicación.
 
Nami observó también durante unos momentos pero al ver la enorme aguja que Chopper sostenía entre sus manos decidió que era momento de marcharse. Odiaba las agujas aunque no se las fueran a clavar a ella.
 
Y los tres se quedaron solos y en silencio. Sanji no podía ni quería hablar; Chopper estaba demasiado concentrado preparando la anestesia y Zoro observaba el proceso sin perderse ni un detalle.
 
- Bien, Sanji,- le llamó la atención para que le escuchara- voy a ponerte un poco de anestesia. Después cogeré esta…- dejó de hablar porque vio que el cocinero negaba con la cabeza todo lo enérgicamente que podía y cerraba los ojos.
 
- ¿Eh?- el renito estaba un poco confundido. No acababa de comprender lo que significaban esas muecas- ¿Qué quieres decir?
 
- Dice que no quiere saberlo.- Zoro respondió por el enfermo- Que hagas lo que tengas que hacer y punto.
 
Chopper sonrió aliviado. Siempre se había imaginado que el rubio sería un buen paciente y no se había equivocado.
 
A continuación abandonó su papel de nakama y se metió de lleno en el de experimentado doctor. Comenzó a dar instrucciones a Zoro para que colocara al enfermo de lado y le sujetara los brazos para evitar que se moviera.
 
Cuando estuvo en la posición correcta, Chopper aplicó una pequeña cantidad de anestesia en la zona en que iba a hacer la punción. En el costado izquierdo, justo entre la séptima y la octava costilla. En un abrir y cerrar de ojos ya había pinchado al cocinero con aquella monstruosa aguja y le había extraído todo el aire de la pleura.
 
Sanji no pudo ver lo que el médico estaba haciendo, y así lo prefería, pero en un momento sintió que la presión de su pecho disminuía drásticamente. El dolor no había desaparecido aún pero se encontraba mucho mejor.
Sentía también la ligera presión de las manos de Zoro en su muñeca. Cuando le soltó tuvo ganas de pedirle que siguiera sosteniéndola, que no dejara de agarrarle pero, obviamente, jamás le diría algo así.
 
- Ya está.- Chopper sonreía al cocinero y había sacado su estetoscopio para comprobar el estado del cuerpo de Sanji tras la intervención- Te he dejado puesto un drenaje para que expulses todo el aire que queda así que tendrás que quedarte en esa posición ¿de acuerdo?
 
Él afirmó con la cabeza obedientemente, sabía que estaba en buenas manos.
 
Cuando acabó la exploración, el renito le tomó la temperatura. Tenía un poco de fiebre pero no demasiada. Eso era buena señal.
 
- Bien, no tienes apenas fiebre. Vamos a esperar un poco pero creo que podemos descartar una enfermedad pulmonar.
 
- Chopper…- le llamó Zoro dubitativo. Recordó que no le había hablado de la fiebre que tuvo el cocinero el día anterior- Ayer le puse el termómetro y tenía más de 40 de fiebre.
 
- ¿¡Quée!? - exclamó el doctor horrorizado- ¡¡Eso es una fiebre altísima!! ¿¡Por qué no me lo has dicho antes!?
 
- Ya está bien ¿no? - replicó el espadachín defendiéndose- Le di esa medicina que dejaste y le bajó la fiebre.
 
Chopper suspiró aliviado aunque una duda se había empezado a formar en su cabeza. Tendría que hacer ciertas comprobaciones médicas.
 
- Bien hecho enfermera Roronoa,- le dijo, claramente burlándose de él- Pero la próxima vez avísame.
 
- ¡¡Maldito reno…!!- Zoro iba a desenfundar una de sus espadas para amenazar al doctor pero éste ya había desaparecido de escena con un chillido de horror.
 
El espadachín se sentó en su misma posición de siempre sintiendo la persistente mirada de Sanji sobre él.  Sabía lo que iba a preguntarle en cuanto le mirara y, cómo él no quería responder a esa pregunta, se mantenía distante y callado.
 
- Oi marimo,- el cocinero ni siquiera esperó a que le mirara.
 
- Cierra el pico.- le dijo Zoro cortante- por si no te has dado cuenta, te acaban de operar. – en realidad lo único que quería era esquivar las preguntas del rubio.
 
- Sólo ha sido un pinchacito…- respondió el enfermo con una risita- Sabes que esto no es nada para mí.
 
- Hmph…- él también respondió con una sonrisa, aunque la suya fue interior; no se la mostró al cocinero.
 
- Oi marimo,- volvió a llamarle insistentemente. No iba a rendirse- ¿Es verdad que te ofreciste voluntario para hacer esto? – preguntó antes de que el otro pudiera evitar de nuevo sus palabras.
 
Y Zoro por fin le miró. Tenía la misma extraña expresión que antes no había podido determinar. Y ahora ya sabía lo que era. ¿Culpabilidad? … ¿Por qué?
 
- Cabeza de alga, dime por qué te ofreciste voluntario.- exigió con enfado. No le gustaba para nada esa cara del espadachín. Alguien tan orgulloso como él no podía dejarse ver así de abatido tan fácilmente. Él no era así.
 
- No sé de qué estás hablando.- respondió el otro con indiferencia, cerrando los ojos. Con un poco de suerte se quedaría dormido y evitaría el interrogatorio.
 
- ¡No me jodas, Zoro!- las palabras de Sanji ya se habían transformado en gritos. Le dolía el pecho cada vez que alzaba la voz y le costaba más respirar pero el maldito espadachín le enervaba. No podía evitarlo- ¿Crees que soy imbécil? Dime de una puta vez por qué haces esto.
 
Cayó en la cuenta de que el rubio le había llamado por su nombre. Nada de marimo, ni cabeza de alga, ni espadachín de mierda. Zoro. Lo demás que le había dicho le daba bastante igual. Sabía que no tenía por qué contestar a sus preguntas. El cocinero no podría hacer nada por obligarle. Pero…
 
- Tendría que lavarte la boca con lejía, cocinero malhablado…- suspiró el peliverde dándose por vencido- En fin… ¿qué quieres saber?- dijo por fin, cediendo a los deseos del rubio.
 
- Por qué precisamente tú, que no puedes soportarme, fuiste el primero en ofrecerte voluntario para “vigilarme”.
 
- Chopper dijo que lo que te pasaba podía ser por una enfermedad pulmonar, y dado que fumas como una chimenea no sería raro…- apuntó el primer oficial del Going Merry.
 
- No te enrolles marimo, ¿podía ser por una enfermedad o por…?- Sanji había deducido rápidamente que había una segunda opción y suponía que eso tenía algo que ver con el extraño comportamiento del peliverde.
 
- …- Zoro no sabía muy bien por qué estaba a punto de descubrirse ante el imbécil del cocinero pero llegados hasta ese punto no iba a echarse atrás- O podía ser porque hubieras recibido un golpe fuerte en el tórax.
 
Sanji se olvidó del dolor de pecho, de las dificultades respiratorias y de que estaba enfermo. Le hervía la sangre. Quería levantarse y partirle la cabeza a ese inútil. Quería apalearle hasta dejarle inconsciente.
 
- ¿Por eso estás aquí?- intentó gritar, sin mucho éxito- ¿Porque crees que esto es culpa tuya? ¿¡Crees que necesito tu compasión!? Marimo de mierda… ¡métete tu condescendencia por…!
 
- Cálmate cocinerucho.- le advirtió Zoro. Podía ver la rabia escrita en los ojos de Sanji. Y sabía que tenía motivos para sentirse así. El cocinero no era el tipo de persona que aceptaría algo así de buena gana. Podía comprenderlo porque él mismo era igual. Odiaba que sintieran lástima por él- No es condescendencia.
 
- ¿Y qué coño es? ¿Lástima? ¿Culpabilidad? ¡¡Vete a la mierda!! No quiero que estés aquí por pena.- Sanji estaba realmente furioso. De todas las cosas que podría haber hecho el espadachín para joderle el día, aquella era la peor.
 
- ¿Ese es el problema, cocinero? – Zoro también empezaba a cabrearse. Comprendía cómo se sentía Sanji pero no lo había hecho con mala intención. En realidad no sentía lástima por él, sólo se sentía responsable por lo que le había ocurrido. No era algo tan malo y además, no podía evitarlo- ¿Te gustaría que estuviera aquí por otros motivos?
 
Aquello pareció calmar un poco al furioso rubio. Quiso darse la vuelta para darle la espalda a aquel idiota pero no podía moverse con el drenaje así que tuvo que contestar a la provocación del espadachín.
 
- No digas estupideces. Me gustaría que no estuvieras aquí, directamente.
 
- Si quieres que me vaya sólo tienes que decirlo.- Zoro siguió provocando a Sanji. Sabía que no estaba bien, que no debía hacerlo pero su paciencia también estaba llegando al límite.
 
-Mira, espadachín de mierda,- dijo el rubio haciendo gala de su mejor autocontrol- Ahora mismo lo que menos me apetece es verte o escucharte pero no quiero preocupar a los demás por tu puta culpa- le costaba mucho hablar, cada vez se le hacía más difícil respirar normalmente- Así que limítate a estar ahí sin hacer nada, como siempre. 
 
Zoro inspiró con fuerza y apretó los puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos. Era la única manera de contenerse. No quería ceder a los impulsos asesinos. No era el momento. Se las cobraría todas juntas cuando el cocinero estuviera recuperado.
 
Pasaron las horas y la situación era idéntica. Los dos estaban callados como muertos sin mirarse por ningún motivo. Era una lucha de orgullos y ninguno de los dos estaba dispuesto a perder.
Cada pocas horas alguien de la tripulación bajaba a comprobar el estado de Sanji pero a ninguno de ellos les parecía extraño que el rubio y el peliverde no se dirigieran la palabra; de hecho, lo veían como lo más normal del mundo. Al fin y al cabo, nunca se habían llevado ni siquiera un poco bien.
 
En una de esas visitas, Chopper volvió a examinar a Sanji. Lo mismo de siempre. Auscultación,  toma de temperatura y demás procedimientos médicos rutinarios. Cuando acabó la exploración se quedó pensando en silencio unos minutos y sacó de su bolsa unas cuantas pastillas que acababa de preparar.
 
- Lo siento Sanji,- dijo con una sonrisa triste- aún no puedo dar un diagnóstico claro. Tengo una hipótesis de lo que te puede ocurrir pero… antes de decir nada quiero esperar un poco más.
 
- No se preocupe doctor,- le respondió él sonriendo amablemente-confío en usted.- el tono que usó sonaba un poco a cachondeo pero en realidad era lo que pensaba.
 
- Bien,- dijo dándose la vuelta hacia Zoro- si vuelve a tener fiebre alta, dale una de estas pastillas y avísame ¿de acuerdo?
 
Tras el asentimiento de cabeza del espadachín que daba a entender que había almacenado la orden, el doctor se marchó sintiéndose satisfecho con su trabajo.
 
Y las horas siguieron pasando. El estado del rubio parecía haber mejorado un poco. Seguía sintiendo dolor en el pecho pero ya no tenía esa sensación de que le estuvieran apuñalando. Aún así, no iba a recuperarse de la noche a la mañana. Necesitaba reposo y tranquilidad y aquella situación con el marimo no ayudaba demasiado.
 
Por la noche el renito volvió a visitarle y le quitó el drenaje. Aquello fue muy doloroso pero no emitió ni una sola queja. No iba a permitir que el imbécil del espadachín sintiera más lástima por él.
 
El tiempo pasaba; ya había llegado la madrugada. Sanji no sabía qué hora era exactamente pero todos debían estar durmiendo ya. Todos menos él. Porque el puto espadachín sí que dormía a pierna suelta.
Al parecer no le afectaba demasiado la discusión que habían tenido; pero la verdad, no le sorprendía.
A él, en cambio, si le había afectado. Lo cierto era que no estaba muy seguro si su falta de sueño se debía a la enfermedad o al problema que había tenido con Zoro. Quería pensar que era por lo primero pero… no podía afirmarlo.
 
Al final consiguió dormir un poco, aunque no descansó en absoluto. Cuando se despertó tuvo la sensación de que apenas habían pasado unos minutos y volvió a intentar dormirse. Y así pasó la noche, cabeceando, durmiendo a ratos y preguntándose cómo el marimo podía ser tan sumamente imbécil.
 
La última vez que se despertó lo hizo a causa del malestar que sentía. De nuevo tenía esa sensación de ahogamiento, como si el aire no le entrara en los pulmones. Tenía calor y frío a la vez; sudaba, estaba cansado… creía que tenía fiebre.
No quiso despertar a Zoro. No necesitaba su ayuda. Él mismo se pondría el termómetro.
 
Ayudaba el hecho de que el objeto estuviera tan cerca. Ni siquiera tuvo que levantarse. Se lo puso y esperó. Estaba mareado. Cuando vio la cifra que marcaba, creyó marearse más.
 
39,6.
 
Su cuerpo eligió el peor momento para empezar a retorcerse a causa de la tos. Eso, obviamente, despertó a Zoro. Cuando el espadachín oyó los jadeos de Sanji ya supo lo que ocurría. Se levantó, dio la luz y se acercó a la cama.
Aquella vez no le hizo falta tocarle la frente para saber que tenía una fiebre exageradamente alta. Aún así, lo comprobó al arrebatarle de las manos el termómetro al cocinero. Si; era exageradamente alta.
 
Siguiendo las órdenes del doctor, cogió una de las pastillas y se la tendió al rubio que estaba tan sonrojado a causa de la fiebre que parecía que iba a deshacerse en cualquier momento.
 
Pero él, a causa de su orgullo (que también era exageradamente alto) en vez de ser un buen paciente y aceptar la dichosa pastilla, giró sobre sí mismo y le dio la espalda a Zoro, dándole a entender que no pensaba tomarse la medicina.
 
- ¿Qué coño haces?- Zoro miraba la espalda del cocinero con el ceño fruncido.
 
- No voy a aceptar nada que venga de ti.
 
La respuesta fue tan directa y la dio con tanta seriedad que el espadachín no pudo menos que sentirse un poco herido. Pero ignoró ese sentimiento e insistió de nuevo. Lo importante en ese momento era que el obstinado cocinero pirata se tomara la medicina.
 
- Vas a tomártela.- dijo con voz autoritaria- Ahora mismo.
 
Sanji sintió como los potentes brazos de su nakama le daban la vuelta y le colocaban bocarriba, mirando hacia el techo.
 
- Ya te he dicho que no voy a hacerlo.
 
- Chopper me encargó que te diera la pastilla y eso voy a hacer. Te vas a tragar esto por las buenas o por las malas.
 
- ¡No pienses que me voy a dejar, imbécil! – le dijo con toda la voz que pudo reunir.
 
- ¡¡Deja de ser tan terco, joder!! – Zoro sujetó al cocinero por los hombros con fuerza, tal vez demasiada, y lo sacudió intentando que entrara en razón.
 
- Te lo he dicho muy claro. – respondió el cocinero como pudo entre tosidos- Oblígame si puedes, espadachín de mierda.
 
No hizo bien en retarle, porque si había algo que Roronoa Zoro jamás rechazaba, eran los duelos con Sanji.
 
El peliverde cogió la pastilla y sin dudarlo un instante se la metió en la boca.
Lo siguiente que Sanji recordaba era el tacto áspero y húmedo de la lengua de Zoro contra la suya. Se quedó tan perplejo que no podía reaccionar. Ese contacto le producía un cosquilleo que le subía por todo el vientre hasta la boca del estómago.
 
Aquella lengua trazaba círculos dentro de sus labios. Recorría toda su boca, saboreando cada rincón y cada hueco.
 
Sanji no supo en qué momento comenzó a participar en el beso. No fue consciente de que su lengua también cobró vida e inició una lucha húmeda  y cálida con la que había invadido su boca. Se buscaban como dos partes de un mismo todo, se encontraban violentamente y se separaban, sólo para volver a chocar de nuevo.
 
Zoro no supo en qué momento su cuerpo se pegó al de Sanji. No fue consciente de que había nacido en él una verdadera necesidad de sentir aquella piel pálida y sudorosa contra la suya; de sentir el cuerpo tembloroso del rubio estremecerse bajo él.
 
Y aquello se convirtió en un verdadero combate. Las manos de Sanji recorrían la espalda de Zoro y le hacían juntarse más a su propio cuerpo, notando los trabajados músculos del espadachín sobre su vientre. Las manos de Zoro sujetaban la cabeza del rubio intentando hacer más profundo aquel beso.
Sus respiraciones iban a la par; aceleradas, buscando absorber cada partícula de aire del otro. Los dos tenían el corazón desbocado; podían sentir los latidos resonando con fuerza dentro de su cabeza.
 
Sanji creyó que perdería la cabeza. Aquello era demasiado para él. No podía pensar en nada; sólo quería derretirse entre los brazos de Zoro; quería fundirse con ese cuerpo que le aprisionaba y le quitaba el aire.
Cuando creyó que iba a desmayarse, Zoro se separó de él. Se quedó tal como estaba, justo encima de él pero le miraba a los ojos intensamente.
 
El cocinero tragó saliva y, por consiguiente, la pastilla de la discordia. Eso hizo que el espadachín sonriera satisfecho y se apartara de su cuerpo.
 
Sanji observó, desconcertado, cómo el peliverde se sentaba en el suelo tan tranquilo, volviendo a la posición que tenía antes de que todo aquel incidente ocurriera.
 
Iba a gritarle que volviera a ponerse encima de él en ese mismo instante pero se sonrojó sólo de pensarlo. Jamás podría pedirle algo así al marimo. Iba contra todos sus principios. Por mucho que le hubiera gustado aquello, no iba a pedírselo nunca.
 
- Al final te has salido con la tuya, cabeza de alga…-susurró entre jadeos. No sabía si eran por la fiebre o por la excitación que sentía.
 
- Fuiste tú quien me retó, cejas de sushi.- A pesar de todo, Zoro parecía satisfecho. Había cumplido con su cometido. Aunque no sabía muy bien qué hacer con lo que había empezado a crecer en sus pantalones…
 
- Espero que a partir de ahora no ocurra esto cada vez que te rete.- dijo tomando aire, intentando calmar su lujuria.
 
- ¿Tan malo sería?- La sonrisa y el tono de voz de Zoro eran peligrosamente atrayentes.
 
Sanji se dio la vuelta para que el espadachín no pudiera ver que se había puesto tan duro como un bloque de mármol y le habló sin mirarle.
 
- Más te vale terminar lo que empiezas la próxima vez que te desafíe, marimo de mierda.
 
- Te tomo la palabra, cocinerucho.
 



 
A primera hora de la mañana, sólo unas pocas horas después del incidente de la pastilla, Chopper bajó a la habitación de las chicas para el examen médico rutinario del cocinero.
 
Al llegar encontró a sus dos nakama durmiendo a pierna suelta. Le dio un poco de pena despertar al rubio pero no le quedaba más remedio. Lo primero es la salud, como se suele decir.
 
Después de despabilar a Sanji habló con él unos minutos en voz baja intentando no despertar al espadachín durmiente pero aún así el peliverde terminó abriendo los ojos. Se desperezó y decidió subir a buscar algo de comer mientras Chopper examinaba a Sanji.
 
Cuando bajó de nuevo con el desayuno vio que el pequeño reno tenía una expresión triunfante en el rostro. Aún no había acabado con el reconocimiento pero se notaba en sus ojos que ya sabía lo que le ocurría al rubio.
 
- ¿Alguna novedad, doctor?- le pregunto.
 
Chopper se giró hacia Zoro y le miró extrañado. Parecía estar de buen humor, sorprendentemente. Sonrió al espadachín asintiendo con la cabeza.
 
- Si. Pero antes de nada, Zoro… ¿tuvo fiebre anoche Sanji?- preguntó volviéndose hacia el paciente.
 
Al peliverde se le dibujó una sonrisa maligna en el rostro.
 
- Estaba ardiendo.- dijo sin dejar de mirar al rubio- realmente caliente.- pudo ver cómo el aludido se enrojecía tras esas palabras.
 
- ¿Y le diste la pastilla no?
 
- Si. Fue muy obediente y se la tomó sin rechistar, ¿verdad cocinero?
 
- Cállate imbécil…- Sanji creía que iba a explotar de la vergüenza que sentía. ¿Cómo podía ser tan descarado el puto marimo?
 
- Pues entonces ya puedo dar el diagnóstico.- dijo el doctor ignorando las riñas de sus nakama- Y ya sé a qué se debía el neumotórax.
 
- ¿Y bien…?- le apremió el peliverde- Deja de hacerte el interesante y dilo de una vez…
 
- Sanji, ¡tienes neumonía!-estaba radiante y contento cuando por fin dio el veredicto- ¡El neumotórax fue por eso!
 
- ¿¡Y crees que es algo para alegrarse!?- Sanji estaba horrorizado por la reacción de su nakama. Él sufriendo y su propio médico riéndose en su cara.
 
- ¡N-No es eso!- se disculpó- Es que me alegro de haber averiguado lo que te ocurría. Ahora podrás recuperarte sin problemas. Tienes que seguir tomando esas pastillas cada ocho horas durante una semana.
 
La mirada que cruzaron Sanji y Zoro lo decía todo. Al menos ellos dos lo comprendían sin necesidad de palabras.
El cocinero le estaba diciendo a Zoro: Vas a darme todas y cada una de esas pastillas ¿verdad?
Y el peliverde le estaba contestando: Y tú no vas a querer tragarte ninguna de ellas ¿no?
 
A los dos les esperaba una semana muy larga e intensa por delante…
 
- Ah, otra cosa Zoro.- el doctor recordó algo justo antes de marcharse.- No habrás bebido del mismo vaso que Sanji ¿no?
 
- ¿Por qué lo preguntas?
 
- Porque la neumonía es una enfermedad infecciosa y el tipo que tiene Sanji se transmite a través de fluidos como la saliva.
 
“Mierda…”
 
- Vaya marimo, parece que nos va a tocar cuidarnos mutuamente.- se rió Sanji una vez que estuvieron solos. La situación le parecía francamente graciosa.
 
- O te callas o te mato, cejas de sushi…
 
La carcajada de Sanji se escuchó en todo el barco.
 
- Bueno; piensa que al menos ya no tienes que sentirte culpable.- le dijo, ya sin reírse- Ahora, en cambio, tú te vas a poner enfermo y va a ser totalmente por mi culpa.
 
- ¿Y vas a sentirte culpable por ello?
 
- ¡Ja! ¿Culpable? ¡Ni de coña!- el cocinero seguía riéndose- Te lo mereces por usurpador de bocas ajenas.
 
Tras dirigirle una mirada tentadora le respondió como se merecía.
 
Usurpando su boca una vez más.
 

Notas finales:

Y hasta aquí hemos llegado!

Para cualquier comentario ya sabéis RW!

Muchas gracias por leer, nos vemos en el próximo fic!

abrazos,

Aiko


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