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Déjà vu por metallikita666

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Notas del capitulo:

¡Segundo día santo del año: aniversario del natalicio del bello Kami Ukyou! Y por supuesto, ¡momento de actualizar! XD

       En realidad, hacía una bonita noche. El chofer de Kawamura detuvo el auto en uno de los costados del parque, así que tras bajarme y cruzarlo, llegué a donde me esperaba mi cliente en su chillón Corvette verde fosforescente. Luego de que entré al auto, Hide se me quedó viendo por unos segundos, a lo que instintivamente me llevé la mano a la mejilla.

-¿Qué? ¿Se me corrió el maquillaje?...-

       Después de negar con la cabeza, el pelirrosa sonrió con una intención que no supe descifrar. Pero antes de que pudiera pensar más en ello, interrumpió mis cavilaciones al desconcertarme.

-Te ves hermoso.-

       Me sonrojé completamente y de inmediato, quedando imposibilitado de replicar nada en absoluto.

       El mayor conducía tranquilamente mientras yo perdía mi mirada en las coloridas luces de la ciudad, disfrutando del silencio y rogando porque el rubor en mis mejillas desapareciera pronto. Pocas veces tenía tiempo de apreciar la falta de ruido, ya que mi hogar era de naturaleza escandalosa; aun en mi cuarto, si es que estábamos los tres en la casa propiamente dicha. Los momentos en que me quedaba solo en ella eran muy escasos. Sin embargo, al advertir que el rumbo que tomábamos no era el que nos llevaría al penthouse de Matsumoto, me volteé hacia él.

-¿No iremos a tu casa?-

-No- contestó él. –Iremos a cenar.-

-Qué extraño. No recuerdo que Ryuichi o Inoran dijeran algo de una cena para hoy. ¿Se trata de otros negocios?-

       Hide introdujo el auto en el exclusivo aparcamiento, respondiendo a mi pregunta mientras miraba a todos lados buscando un sitio. Sus palabras fluyeron suavemente, haciendo que entendiera la situación cada vez menos.

-No es una comida de negocios, Sugizo. Seremos solamente tú y yo.-

       Luego de unos minutos, ya nos encontrábamos siendo ubicados en una mesa apartada, con vista al bello patio interno. El mesero hizo ademán de aprestarse a correr la silla para que yo me sentara, pero entonces mi acompañante se le adelantó. Sumando eso a los comentarios y atenciones que había tenido esa noche para conmigo, ya no pude disimular el gesto en mi rostro.

-¿Qué pretendes, Hide?- le dije una vez que se hubo ido el chico, luego de que anotara que beberíamos champán. Vi al pelirrosa extraer sus cigarros del bolsillo y colocarse uno entre los labios, encendiéndolo con naturalidad.

-Comer contigo; que comamos juntos. ¿Tan extraño se te hace?-

       Mi reticencia a mirarlo a los ojos pareció molestarle.

-¿O es que acaso prefieres esas ostentosas cenas a las que te lleva tu jefe, llenas de corruptos pervertidos que no te quitan los ojos de encima?- Lentamente su voz se llenó de profundo reproche, el cual, sin embargo, fue más evidente conforme su tono bajaba. -¿Es que no soy lo suficientemente digno para admirar de cerca la tobillera de perlas?...-

       Dirigí mis ojos a él, justo como lo quería y sabía que iba a suceder. Habría preferido incluso mi primer nombre a tan odioso apelativo, ya que por lo menos aquél era humano.

-No tiene ningún sentido. Mi vida no mejorará en nada.-

       En eso arribó la bebida, así que tomando su copa y esperando que yo hiciera lo propio con la mía -cosa que ejecuté maquinalmente y debido al protocolo- las juntó, brindando.

-Por nosotros.-

       Se me vinieron a la memoria los exageradamente grandes y despampanantes arreglos de rosas rojas, negras, azules y moradas, así como los carísimos vestidos y la fina lencería en el cuarto de Shinobu: regalos todos de un amante patán. ¿Qué me aseguraba que la actitud inusual del hombre al que yo para entonces servía no era un presagio del cambio vertiginoso que pronto tendría? Con mucha más razón cuando era precisamente por el miserable de su jefe que había ido a parar a mi cama. Ni siquiera recuerdo qué fue lo que pedí de comer.

-¿No te parece que decir “nosotros” implica que fue una decisión de ambos? Mi opinión jamás ha valido.-

-No recuerdo que te hayas negado cuando estuviste conmigo hablando sobre ello, y que yo sepa, tampoco le dijiste nada a tu jefe. Kawamura me advirtió que no pensaba obligarte.-

       Entonces recordé mi fatal descubrimiento de hacía dos días atrás en casa; hecho que me hizo suspirar con tristeza e inseguridad. En parte, salir me ayudaba un poco a olvidar el tropel de sentimientos encontrados que había experimentado esa vez, pero no podía evitar volver a evocarlo. Lo habría dado todo por echar el tiempo atrás y no haber visto tan de cerca al maldito peliblanco.

-La verdad, no sé lo que hice. Aunque yo soy el que menos importa, ya que de no haber sido tú, habría sido otro. ¿Pero qué hay contigo? Por más que la gente me confunda en la calle y me llame “señorita”, jamás lo he sido y jamás lo seré…-

       El mayor bajó la diestra, interrumpiendo los bocados que daba a su langosta. Me miró con seriedad y fijeza, como si fuera a expresar algo muy grave.

-Mis razones tengo, como ya te lo he dicho varias veces. Esperaría que alguna vez dejaras de recriminármelo, pero al parecer, es inútil. No será sino hasta que te convenzas por ti mismo y entiendas lo que trato de decirte…-

       En aquel momento, no capté nada más excepto que esperaba que dejara de fastidiarlo con mis punzantes preguntas. Y tenía sentido, pues cada vez que lo hacía, la respuesta en labios de Hide era la misma: jamás aceptó que lo llamara con los mismos nombres que a su jefe o a Ryuichi, porque él no era como ellos. Había llegado pero no para quedarse, y muy pronto todo acabaría. La última parte, al parecer, era común tanto a sus esperanzas, como a las mías.

       Accedí a no volver a hablar durante el resto de la comida, ingiriendo mi plato en total silencio. La brisa nocturna se escuchaba golpear las delicadas hojas de las plantas en el jardín, simulando un murmullo muy agradable que hacía desaparecer cualquier pretensión de estorbarlo con palabra alguna. Cuando acabamos el vino y el postre, mi cliente se levantó para ayudarme de nuevo con la silla. Instintivamente me cogí de su brazo. Salimos del lugar y entramos al auto.

-Te llevaré a tu casa- pronunció, ante lo cual me volteé hacia él con gesto confundido y desconcertado. Nuestro destino esperable tras aquella algo extraña velada era su morada; su enorme cama. Eso, en principio, era la cortesanía. A ello se debía mi admiración al inicio de todo, la cual obedeció a la lógica de que si no había negocios qué tratar –en donde yo fuera expuesto como un brazalete en la muñeca de mi cliente- entonces una cena estaba completamente fuera de lugar.

-¿Sucedió algo?- pregunté con un poco de inseguridad. –Mira que Ryuichi no es como que muy civilizado para mediar entre sus clientes y sus putas- y como si necesitara alguna explicación más, agregué –No se va a tomar muy bien mi regreso…-

-Dile que esa fue mi voluntad desde un principio. Y si no te cree y se atreve a hacerte algo, llámame; no importa la hora que sea. Vendré por ti, justo como es mi derecho.-

       Asentí, por lo que apenas arribamos a Luna Sea, me bajé del auto, ingresando por la puerta de al lado para no tener que cruzar el burdel. Abrí y me encontré a Ryuichi en bata, mirando la televisión en la sala.

-¿Qué haces aquí?- preguntó con fastidio, presionando el botón de apagado en el control remoto, para después dejarlo sobre el sillón. –Ay de ti que hicieras algo indebido como para que Hide ya no quisiera verte más…-

       Se puso en pie y se encaminó hacia mí lentamente, sin dejar de escudriñarme la cara con la mirada, como era su costumbre. Debido a todo lo sucedido en aquellos días, mi altanería se había reducido un poco. En otras circunstancias, probablemente ni me habría preocupado por sus sospechas.

-Fuimos a cenar, y eso era todo lo que él quería- contesté, sabiendo perfectamente que esa excusa sonaba de todo, menos verídica. –No me preguntes por qué.-

       El pelinegro se detuvo a poca distancia, intentando buscar mi mirada. Se colocó las manos en la cintura y sonrió de forma apenas perceptible.

-Ya tienes suficiente rango como para acceder a mamársela a tu cliente en un estacionamiento…-

-¡No seas estúpido!- le grité, apretando los puños temblorosos a los costados de mi cuerpo. Tiempo después me daría cuenta de que parte de mi insoportable talante se veía potenciado por los tratos de mi superior. Cada que podía me insultaba, como si quisiera asegurarse de que nunca me transformara en un silencioso fantasma como Inoran. El lunático miró mis manos, devolviendo luego sus ojos a los míos.

-¿A quién estás deseando golpear, eh zorra?...-

       Su semblante se endureció en sólo segundos y pronto tuve miedo; uno muy grande y justificado. Más allá de mi propia experiencia y de los rumores sobre Kawamura, ahora miraba la sombra de Shinya aparecer tras de él. Si el maldito de Yamada era su esbirro, ¿de qué sería entonces capaz el yakuza realmente?

       Levantó un brazo y lo dirigió a la parte alta de mi cuerpo, probablemente deseando agarrarme por la garganta. Lo intuyo, sin embargo, ya que no pudo completar su deseo. La puerta de su recámara se abrió muy oportunamente, y detrás de ella apareció Shinobu. Estaba vestido con un cachetero de encajes y ligueros incorporados, medias hasta el muslo y una bata transparente y larga; todo en negro. La gran novedad la constituían sus zapatos altos de tacón de aguja y punta aguda, pues a pesar de tener bastantes pares, usualmente prefería llevar bajos.

-Ryuichi-san… Hora de dormir.-

       El pelinegro de cabellera enmarañada bajó la mano, dedicándome una última mirada.

-Por esta vez, te salvaste.-

Notas finales:

Gracias por leer. Hasta la próxima =3


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