“Dos de los hombres más corruptos de todo Japón compartían una cena copiosa en uno de los mejores y más exclusivos restaurantes de la zona. Ambos vestían de rígido negro, pero uno era pelicorto y rubio, y el otro poseía una melena revuelta, oscura y larga.
-Luces preocupado, mi querido Yo-chan. Sin embargo, te veo mejor que la última vez que nos reunimos- expresó el de cabello azabache, dando un sorbo a su copa de fino chardonnay, tras haber acabado con el último bocado de su comida. -¿Te conseguiste el asistente que te sugerí? Mira que se viene la cuenta del casino en Atlantic City, y no darás abasto tú solo con tanto trabajo.-
El interpelado se quedó callado y pensativo, alzando luego sus ojos del color de la almendra para mirar a su interlocutor. Se llevó la servilleta de tela a los labios, limpiándoselos.
-Sí lo conseguí. ¿Recuerdas al chico que estaba en mi oficina la última vez que fuiste al banco? Pues bien, es él.- Se recostó en el cómodo sillón, llenando de nueva cuenta su copa. –Lo que sucede es que a pesar de ser el hombre indicado para este trabajo y saber perfectamente en qué se metió, guarda todavía muchos escrúpulos. Tendrías que haber visto cómo se puso con el asunto de una venta de hipotecas…-
El yakuza de achinados ojos cafés tocó la campanilla del servicio para pedir más de la fina bebida y una cajetilla de puros perfumados. Adoraba aquel lugar por la discreción en su trato y la belleza de sus meseros, de los cuales a más de uno había logrado llevarse a su mítico negocio tras sobornarlos con una enorme diferencia en sus aspiraciones salariales.
-Faltaba más- repuso el menor de ambos, sonriendo ampliamente. –Tráelo a Luna Sea. Lo que hay que hacer con él es mostrarle la buena vida; hacer que se enamore del dinero. Y una vez que incurra en lujos y placeres, y se acostumbre a ellos, superará cualquier impedimento. Casi que puedo apostarlo.- Ryuichi abrió la recién traída cajetilla y tomó uno de los finos tabacos para ponerlo entre sus labios. Lo encendió y le dio una profunda calada, agregando a continuación -Me conozco a la perfección esas historias. Todos muestran claro desinterés al principio, confesando que eso no es lo suyo, pero una vez que se encuentran expuestos al Mar de la Luna y se sumergen en sus aguas, no pueden volver a ser los de antes… ¿No es así, amigo mío?-
Clavaba sus perturbados ojos en él, ladeando la cabeza con un dejo que intimidaría a cualquiera. Cualquiera –claro está- que no lo conociera como era debido.
-Por cierto que eres un traidor al no haberlo traído esta noche- espetó el rubio.
-Sólo quería ahorrarte disgustos. Sabes lo mucho que Inoran me prefiere. Que es a mí a quien idolatra y obedece como manso perrito faldero…-
El humo de los extravagantes puros del pelinegro llenaba la habitación, la cual, iluminada por candiles en vez de luz eléctrica, tenía un aire bastante tétrico. Yoshiki acabó el contenido de su copa, colocándola con fuerza sobre la mesa.
-Me importa un comino lo demás, siempre y cuando pueda pagar por su cuerpo y su exclusividad.-“