Sebastian había logrado dejar escapar a su amo, pero eso enfureció a los otros dos con los que estaba luchando y sus ataques se hicieron más intensos.
Le dirigió una corta mirada a Hannah, ella no se veía muy bien en relación al otro demonio, o al menos estaba lejos de llevarle la ventaja, era una demonio muy fuerte, sin embargo el otro parecía una monstruosidad en cuanto a pelea.
La balanza comenzaba a inclinarse hacia el lado de los otros y los trillizos no parecían como si se fueran a aparecer en poco tiempo.
Ya había pasado bastante tiempo desde que había dejado marchar a su amo en la espesura de aquél bosque plagado de criaturas que no pertenecían al mundo de los humanos.
Debería hacer un movimiento algo arriesgado, pero por el contrario, si no lo hacía los resultados serían peores…
Grell lo estaba arremetiendo con su enorme guadaña, era la oportunidad perfecta, Claude se había ubicado justo detrás de Grell y en ese preciso momento le dio una patada voladora en el costado, de modo que lo pudo apartar unos cuantos metros.
Al fin tenía un par de segundos para atacar directamente a Claude sin interrupciones, se lanzó con todo hacia él con un montón de cuchillos a mano… no eran los cuchillos que siempre utilizaba, eran unos que había traído precisamente desde el mundo de los demonios.
Eran lo único capaz de acabar con un demonio, sin ningún rastro de piedad los insertó en su corazón y tórax. Grell corrió a atacar a Sebastian, pero era demasiado tarde, sin embargo el mayordomo de Ciel no alcanzaría a escapar de su guadaña… la blandió con todas sus fuerzas hacia el cuerpo de éste.
¿Sería el fin del demonio Sebastian…?
Hannah se encontraba forcejeando contra el demonio que lo había causado todo, sólo pudo observar cómo el mayordomo demonio de Ciel se sacrificaba para poder derrotar a Claude y darle una oportunidad de ganar esa batalla. Ella sólo alcanzó a gritar su nombre e intentando esquivar al que la atacaba para defender a su nuevo aliado, pero le era imposible…
Sin previo aviso los trillizos llegaron al rescate de Sebastian, detuvieron la guadaña del shinigami en pleno acto. Habían llegado justo a tiempo, una milésima de segundo hubiera bastado para que Grell le quitara la vida a Sebastian.
Los tres demonios idénticos se lanzaron en contra del pelirrojo afeminado, éste los logró ahuyentar unos momentos con su enorme arma, sin embargo era demasiada desventaja y eran muy fuertes. Al poco tiempo de lucha uno de ellos logró quitarle su preciada arma de las manos y con ella se encargaron de deshacerse del problemático shinigami.
Hannah fue lanzada unos cuantos metros después de que el último de los demonios decidiera que estaba en demasiada desventaja y lo más sensato era retirarse del lugar. Ella no alcanzó a advertir sus intenciones cuando éste ya había desaparecido, un silencio sepulcral se hizo al momento.
El maldito demonio se había logrado escapar, todas las miradas se posaron sobre Claude que aún vivía, a pesar de las heridas que Sebastian le había dejado, el mayordomo lo mantenía aprisionado… estaba esperando el momento en que le dieran permiso para acabarlo de una vez por todas… tal vez Hannah quisiera interrogarlo primero.
Ella se acercó a paso lento y con una mirada altanera se inclinó para decirle algo.
- No necesito preguntarte nada… lo sé todo… - le dijo con una mirada que contenía el odio más puro – y tampoco pienso regalarte más segundos de vida…
Finalizando con ello, le arrebató de las manos los cuchillos a Sebastian y ella misma se encargó de terminar con aquél mayordomo demonio que difícilmente podía hacerse llamar así.
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Ciel estaba completamente paralizado, de verdad no sabía cómo actuar. Le ordenaba internamente a sus piernas que se levantaran y corrieran, pero simplemente no le respondían.
La silueta comenzó a acercarse después de haber pronunciado su nombre, se detuvo a unos cuantos pasos, justo en el lugar donde un rayo de luz alcanzaba a iluminarle… según la luz que le llegaba se podía deducir que fuera ya era de noche o al menos el sol ya se había ocultado.
La persona frente a sus ojos llevaba una ropa bastante más ligera de la que Ciel tenía puesta, estaba rasgada y ya no se podía ver la elegancia que alguna vez tuvo… sin embargo, a pesar de que sus ropas eran unos trastos andrajosos y sucios, puestas en esa persona se veían incluso bien.
Sus cabellos dorados y desordenados brillaron bajo la tenue luz al apoyar un brazo sobre el tronco del ancho árbol.
Una sonrisa de medio lado apareció en sus labios, en una mueca sexy y hermosa combinadas a la perfección. De no ser porque en aquél bosque sólo habían criaturas tenebrosas, podría haber pasado fácilmente por un ángel caído del cielo.
- No puedo creerlo… para variar el serio e intachable conde… le teme a los fantasmas… - le dijo con un tono sarcástico y algo divertido al no haber respuesta por parte del chico que se encontraba tirado en el suelo.
- A… Alois… - fue lo único que el de ojos zafiro pudo pronunciar, se levantó como pudo, apoyándose en el árbol que se encontraba tras su espalda. Simplemente no creía lo que estaba viendo.