Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

.*~CONQUISTA~*. por Dama_Roja

[Reviews - 138]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:


Notas del capitulo:

Luego de un largo tiempo retirada del mundo de los fanfics (casi como 1 año xD), he decidido retomar todos los que había dejado en el olvido... y fue precisamente éste quien me motivó a hacerlo. Leer tantos reviews en fanfiction pertenecientes a tantas personas de todo el mundo T_T... me hizo sentirme tan feliz, que decidí finalizar con lo que comencé. Lamento de todo corazón a todos los que me esperaron paciéntemente... pero estoy de vuelta!!! 

Miró hacia el cielo: siete cisnes, cruzando el firmamento en forma de V, en dirección a la ciudad santa de Tracia. Una muy buena señal.

 

-          Mi señor, todos están listos.

-          Y Shiryu?

-          Ya infiltrado, mi señor

 

El rubio conquistador sólo sonrió, sin perder la vista de aquella ciudad. Este momento era único y especial. Porque sabía que ese era el día, cuando Tracia sería suya.

 

A pocos kilómetros de ahí, una persona corría apresuradamente hacia el templo de la diosa afrodita. Se notaba asustada, muy asustada. Había visto en el cielo siete cisnes pasando por su ciudad: nada bueno traía esto. Sabía que su hermano era poderoso, y no dudaba de la fuerza del ejército divino, quienes eran los más fuertes en los alrededores. Gracias a ellos, Tracia pudo obtener el esplendor que ya había ganado, y había logrado una paz duradera… paz que dudaba seriamente siguiera. Y fue justo ese día, que su amadísimo hermano había decidido viajar a Esparta para conseguir ayuda contra el señor de señores, el “Magno”. Era cuestión de tiempo para que llegaran. Sus informantes comentaron hacía tres lunas su venida, y eso los asustaba. Había orado tanto a los dioses por protección, pero su corazón no podía más que sobrecogerse. Ahora, lloraba amargamente sobre un altar bellamente adornado con gráciles claveles y bañados con suaves aromas. Las sacerdotisas miraban sin saber que hacer, así que June hizo lo único que pensó era la mejor idea. Llamar a Mime, capitán en jefe del ejército divino. No fue muy difícil encontrarle, estaba entre su ejército, dando órdenes y finiquitando algunos detalles para lo que sabía, sería la batalla de sus vidas.

 

-          No deberías llorar así, sabes que nadie le gusta verte llorar.

-          Mi… Mime – se volteó al verle sin ocultar su asombro. No le había sentido entrar. En efecto, tan pronto Mime supo la situación, decidió ir a hablar. Le quería mucho, y no podía perdonarse que sufriera tanto, y a lo mejor por alguna estupidez. Muy bien, lo sabía, todo el mundo estaba ansioso, pero también era cierto que todos mantenían sus esperanzas y su fuerza en aquella personita.

-          Shhh… tranquilízate. – decía mientras se sentaba a un lado del altar y acunaba cuidadosamente el frágil cuerpo que se lanzaba a sus brazos mientras lloraba frenéticamente.

-          Tengo… tengo tanto miedo… - murmuraba sollozante. – Esta opresión en mi pecho. Este presentimiento…

-           A eso se le llama ansiedad… y es muy común que todos la tengan ante un evento de gran magnitud. – Vio como la persona abandonaba su pecho para mirarlo curiosamente a los ojos. Mime lucía tan seguro de si mismo, que era  imposible no creerle.

-          Pero… pero, vi señales… y

-          No dudo en tu poder… pero tampoco subestimes a quienes te queremos – decía tiernamente mientras sujetaba su hermoso rostro, bañado por lágrimas. – venceremos como siempre hemos vencido a todos los que intentan tomar nuestra soberanía, y lo haremos, si confías en nosotros y nos das tu bendición. – Tomó sus manos, y depositó un beso cálido en las palmas. Y una sonrisa apareció. Una sonrisa que sólo puede aparecer cuando se siente que un gran peso ha sido descargado de los hombros, como si el aire pudiese volver a entrar a los pulmones, como si todo estuviera en orden.

-          Pero, mi hermano no está… y…

-          Dudas de mi poder de mando? – le miraba extrañado

-          No… no es eso… es solo que…

 

Mime lo sabía. El poder del ejército divino, era más táctico que de poder. Conformado por una tropa de hombres, todos manteniendo una relación de amor, era un cuadrado. Un cuadrado perfecto. La primera parte, la más externa, la formaban los semes de la relación, quienes estaban consientes, debían proteger a toda consta a sus amantes, quienes se encontraban exactamente detrás de ellos. De tal manera, que si la primera fila caía, o alguno de la primera fila caía, su amante, y ganando el dolor de haber perdido a aquel con el que compartían su vida, se lanzaría sin piedad contra el que mató a su esposo con un golpe letal, sin darle posibilidad de protección. Y era por ello que el tan temible ejército era victorioso batalla tras batalla. Ahora, el cuadrado no era perfecto. Faltaba el capitán, y Mime quedaba desde al principio al descubierto, sin que nadie le protegiese. Mime pensaba en la forma de calmarle, pero no encontraba las palabras adecuadas y suficientes cuando el mismo no se sentía del todo seguro. Por supuesto que confiaba en su esposo, y en que volvería justo a tiempo para enfrentar a sus adversarios… pero al ver la preocupación de la sacerdotisa mayor, no pudo evitar asustarse también. Cuantas batallas no habían pasado y en todas sabían que saldrían victoriosos… en esta, no estaba tan seguro, no sin la fuerza y la tenacidad de su amado. Un grito llamándole lo saca de sus pensamientos.

 

-          Comandante… comandante!!! – una mirada de rabia hela por completo al pobre soldado. Mime cierra los ojos, respira un poco, y deja a un lado la sacerdotisa mientras se levanta.

-          Que pasa?

-          Lo han visto… lo han visto

-          A quién? – Su corazón esperanzado. Su esposo había regresado con un grupo de espartacos con lo que la batalla estaba ganada.

-          El ejército del Magno, está a 10km de Tracia, y están organizando filas!!!

-          QUE!!!

 

La gran Sacerdotisa comprendió que sus miedos no eran simples presunciones. Aunque la estoica mirada de Mime se volteaba para tranquilizar, hizo el efecto contrario. Vio como el guerrero corría siguiendo al soldado, perdiéndose más allá de las escaleras del recinto. Debía preparar a su ejército, y dar la voz de batalla. June salió de su escondite, al notar que la sacerdotisa no despegaba su mirada siguiendo el camino que había tomado Mime.

 

-          No quiero llorar más… no más. – June se quedó extrañada, mirándole.

-          Mime va a morir, lo sabe. Sin mi hermano, no tiene oportunidad. Debo ir a ocupar su lugar.

-          Shun – susurró asustada June – pero tu… tu no puedes… tu debes…

-          Si puedo y debo. Todos van a encontrar su muerte en manos del Magno. Debo ir… si los dioses me quieren tanto, no dejarán que tomen mi vida. – June bajó su mirada. Si, se había dicho que Shun era el niño de los dioses, y debido a su belleza tan peculiar, tan pura, fue el deseo de la diosa afrodita que fuese su sacerdotisa y oráculo. Pronto, su fama se extendería por toda Grecia, como la hermosA, doncella del oráculo de Tracia, y muchos intentaron adquirir su poder, todos cayendo a manos del ejército divino. El eterno victorioso.

-          Y cómo piensas infiltrarte?

-          Ve al cuarto de mi hermano, y toma la armadura que está en su cofre. Yo buscaré su espada, y nos vemos detrás del templo. Sabes bien que las armas son prohibidas en este santuario.

 

June sabía que era tiempo perdido intentar persuadirle, así que salió corriendo. Además, tenía razón… si era el niño de los dioses, nada le pasaría, y quien quita, podrían ganarle a la tan temida tropa del Magno.

 

Ya estaban detrás del santuario. June no pudo evitar soltar una ligera sonrisa al ver a Shun portar la armadura de juventud de su hermano. Shun sabía que le quedaba ridículamente grande, pero que más podía hacer? En ese momento, Seika, otra sacerdotisa, entraba corriendo portando otra armadura, al parecer, una perteneciente a Mime.

 

-          Pero… esta es… - June no pudo evitar sonreír.

-          Por favor Shun. No me digas que planeabas salir a batallar con esa cosa encima. Al menos, Mime es más de tu… tallaje. No creo que note por el momento, que falta algunas de sus armaduras. – El joven de cabellos claros tirando a cafés (que curiosamente con el sol da la sensación de verde), no pudo evitar sonreír a su compañera mientras depositaba un beso en su mejilla.

-          Siempre pensando en todo.

-          Que Afrodita te de fuerza y te proteja. Que los dioses guíen tu camino. – Shun sólo baja la cabeza mientras recibe la bendición. Su corazón latía ferozmente, pero sabía que era algo que debía hacer. Cuando hubo finalizado, retiró de sus cabellos la fina tiara que simbolizaba su poder comola GranSacerdotisay lo coloca sobre la cabeza de una asombrada rubia.

-          Pero… Shun… esto… no

-          Mientras esté en el campo de batalla, necesitamos a alguien que ore por nuestra seguridad… no es cierto? Pero no te acostumbres de a mucho. Que cuando regrese, debes devolvérmela.

 

La rubia de cabellos lacios y largos sonrió. “La cuidaré como el mejor de mis tesoros” dijo viendo al muchacho correr mientras se colocaba el casco para confundirse entre los guerreros del ejército.

“Que los dioses quieran devolverte a mis brazos” – deseó fervientemente June, mientras se dirigía de vuelta al santuario, a orar fervientemente por la seguridad de todos. Mientras tanto, Shun pensaba tomar el lugar que Mime ocupaba. El casco ocultaba la mayor parte de su rostro, por lo que vio complacido que pasaba inadvertido entre la multitud. Lo malo es que también quitaba mucho rango de visión, por lo que no pudo evitar chocarse contra alguien, al parecer mucho más alto que él. Su casco cayó al igual que su cuerpo pesadamente en el suelo.

 

-          Disculpe… no veía por donde iba. – Y por un momento… unos instantes, ambas miradas se cruzaron. Pudo ver que no se equivocaba. Era un muchacho que vestía ropas muy extrañas. Sus ojos rasgados, su cabello largo y negro, sus ojos azules. El otro muchacho, no pudo evitar abrir sus labios al notar la belleza del otro guerrero. El ejército divino sin duda alguna, era algo especial. Si todos los guerreros eran así, iba a ser un desperdicio acabar con ellos. Con suerte, se rendirían, y podrían tomarlos como esclavos. Sonrió al pensamiento, mientras ayudaba a levantarle.

-          Dime… podrías decirme, cómo llego al altar de la diosa Afrodita? – Shun se sorprendió. El tracio de aquél extraño era raro… hasta sonaba gracioso. Quizás, un forastero que tuvo la mala suerte de visitar Tracia cuando estaba a punto de entrar a guerra, e iba a orar por protección

-          Sigue adelante y cruza el jardín. Verás un edificio bañado por dos fuentes. Ese es el altar de afrodita – contestó con gusto.

-          Muchas gracias, y que los dioses cuiden tu regreso. – Shun volvió a colocarse el casco mientras salía corriendo. El oriental, sólo caminaba siguiendo las indicaciones del joven peliverde.

 

Mime miraba a su ejército. Intentaba convencerse que todo estaba bien. Ya había perdido las esperanzas de que Ikki llegase en ese momento, pero sin duda alguna, llegaría a ayudarles. Se sorprendió fue al notar que el vacío de su lugar ya  no se encontraba y ahora lo ocupaba un soldado que no conocía, pues si de algo se jactaba Mime, era de conocer a cada uno de su tropa. Se acercó con paso decidido hasta donde se encontraba el extraño, dispuesto a sacarlo como fuera (y de paso aclararle que esto no era un juego >.

 

-          TU!!!?

-          Por favor Mime.

-          Nada de por favor… Shun… que crees estás haciendo!!!

-          Ocupando el lugar de mí hermano. – Mime soltó un suspiro – sabes que soy bueno en la espada, te he vencido muchas veces!!!

-          Esto no es un chiste. Nunca has estado en un campo de batalla y es bien distinto de una simple batalla amistosa!!! – ambos intentaban mantener baja su voz. No podían darse el lujo de asustar a los demás soldados. La ansiedad y el estrés que se manejaba era enorme, y Mime no podía perder su rostro seguro. – Shun, por favor… se acaba el tiempo. Sal por las buenas, y nos evitamos problemas. Te necesitamos más en el oráculo que aquí.

-          No. Mi hermano me hizo jurar, si él faltaba, yo tomaría su lugar, y eso estoy haciendo. No quiero que nada malo te pase Mime!

 

No supo que decir. Ni siquiera se imaginaba a Ikki haciéndole jurar a su hermano tal cosa. Sabía el amor infinito que sentía el general ante su ototo, pero nunca se imaginaba que lo amara… igual? Sonrió mientras no pudo evitar que algunas lágrimas escaparan de sus ojos. Las secó con rapidez, mientras tomaba a Shun de los hombros. “Nunca, por ningún motivo, te apartes de mi espalda. Yo te defenderé, y no dejaré que nadie llegue a ti. Eres mi tesoro ahora, y que los dioses me den fuerza y sabiduría para llevar mi ejército a la victoria.” Shun cerró los ojos mientras no evitaba sonreír. Eran las mismas palabras que Ikki le decía a su amado Mime, antes de entrar al campo de batalla. Y siempre había cumplido. Nadie había tocado a Mime, mientras Ikki estuviese al mando.

 

-          “HOMBRES… PROTEJAN A SU LIBERTAD, A SU SOBERANÍA Y A SUS AMADOS DE CUALQUIERA QUE INTENTE ARREBATÁRSELOS… SOMOS EL PODEROSO EJÉRCITO DIVINO!!!”

 

Todos gritaron exaltados, Shun sentía nuevas y renovadas energías ingresando por su cuerpo. Se sentía excitado y deseoso de llegar ya al campo de batalla. Iba  a proteger a Trecia, ya no desde un santuario sino donde siempre supo, debía estar. La sangre espartada que corría por sus venas, comenzaba a despertar en él. Tomó con fuerza el mango de su espada, deseando internamente no tener que desenvainarla y rezando por la pronta llegada de su hermano.

 

El ejército del magno ya estaba listo, esperando a que se formara el ejército divino. Hacía tres lunas, había mandado un mensajero, requiriendo la hermosa sacerdotisa del templo de Afrodita, a cambio de mantener intacta su soberanía. La respuesta, la mano de su emisario con una misiva expresando su desacuerdo, y retándolo a pedirlo en batalla.

 

Hyoga sonrió. Ese general tenía ciertamente carácter, y deseaba enfrentarlo en duelo. Además, quería probar su fuerza con tan famosa fuerza de ataque, y si los dioses se lo permitían, hacerse con otra polis, para cumplir su sueño: Conquistar toda Grecia antigua.

 

A su lado, se encontraba el siempre sonriente Seiya, un guerrero infalible a la hora de la verdad… siempre inocente como un niño. Mirando al horizonte, esperaba una señal que sabía, solo era cuestión de tiempo llegase. Pronto, los sonidos de guerra llenaron el cielo, y ambos ejércitos estaban listos para enfrentarse. Hyoga y Seiya solo observaban (corrección, Hyoga observaba batallar a sus soldados, mientras Seiya jugaba a desenredar el cabello de Pegaso, su caballo xP) mientras que el Magno corroboró lo que había escuchado. El ejército divino era sin lugar a dudas, un hueso duro de roer. Y sentía que debía ingresar al campo de batalla, pero si algo le había enseñado su maestro, era a tener paciencia… paciencia que perdía cada vez más y más cada vez que veía a uno de sus hombres perder la vida.

 

Mime peleaba ferozmente. Para ese entonces, su armadura estaba completamente embadurnada de sangre, su brazo dolía pero no le importaba. Algo muy precioso estaba en sus espaldas, y era su deber protegerle. Por otra parte, Shun estaba helado de miedo. Mime había tenido razón. Debió haberse quedado en el oráculo, rezando por la seguridad que ahí. Eso… eso era una masacre. Gritos desgarradores, partes del cuerpo mutiladas, el olor a sudor y sangre combinadas, y eso sin mencionar el terrible sol que azotaba constantemente sobre sus cabezas, le hacían sentir que fallecería en cualquier momento. Ya habían pasado algo más de tres horas. Ninguno de los dos bandos parecía flaquear, y a Hyoga ya nada le quedaba de paciencia. Bucéfalo mostraba las ansias de su amo, moviéndose constantemente de una lado a otro rechinando, mientras Seiya seguía feliz acicalando a su Pegaso. Y entonces… la señal vino.

 

-          HAN RAPTADO A NUESTRA SACERDOTIZA!!!

 

La voz seguía corriendo.

 

-          EL ENEMIGO RAPTÓ A NUESTRA SACERDOTIZA!!!

 

Angustia, miedo, desesperanza. Poco a poco, el ejército divino comenzó a perder terreno y hombres. Mime seguía luchando pero ahora con desespero, pero por otro lado, se sentía aliviado. Los dioses habían querido que Shun estuviese ahí, exactamente detrás suyo para protegerle. Si no, su suerte hubiese sido totalmente distinta. Aunque no dudaba en preguntarse a quién había raptado el enemigo?

 

-          HOMBRES NO SE DISTRAIGAN!!! NUESTRA SACERDOTIZA SIGUE CON NOSOTROS, NO SE DISTRAIGAN!!!

 

Gritaba con fuerza intentando captar la atención de sus hombres, pero con tanto despelote, era lo menos que podía conseguir en esos momentos. Y entonces, una estocada atravesando su pecho, lo hizo caer. Contrario a lo que Shun pensaría, una rabia infinita y desconocida de apropió de él y comenzó a luchar como nunca antes pensó lo haría. Cercenar era tan fácil… quitarle la vida a una persona tan sencillo… y esa rabia que crecía aún más. Los soldados vieron en eso, un gesto de valentía y coraje que les impulsó a seguir su ejemplo, y de pronto, de la nada una nueva luz de esperanza llenando los corazones del ejército divino. Pero Hyoga no iba a dejar que estas renovadas energías le quitaran la victoria. Oh no, eso jamás, y entró directamente al ver que la señal estaba dada. Además, estaba asombrado con la habilidad del pequeño en batalla, y deseaba con todo su corazón enfrentarse a él. Una sonrisa socarrona llenó su espíritu de deseo y sed de sangre.

 

Y entonces… el infierno empezó…

Notas finales:

Reviews... por favor... REVIEWS!! xD Si les gustó, por favor díganlo!! No saben lo maravilloso qeu es para nosotros los escritores recibir una realimentación de ustedes, los lectores. :B... y quien quita, la motivación exacta para un nuevo capítulo. SALUDOS!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).