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.*~CONQUISTA~*. por Dama_Roja

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Notas del capitulo:

Lo prometido es deuda... 100 lecturas!!! Muchas gracias a ustedes lector@s... porque esto es lo que me anima a dejar a mi imaginación vagar y no detenerse xD!!!!. Aprovecho también este espacio, para ir completamente en contra a la ley SOPA, que por estos días se pondrá a votación en el congreso de eeuu. Esta ley, sólo es el pico del iceberg. Sin ir muy lejos, piensen que esta ley peude impedir a futuro, la creación de fanfics y dj... porque tecnicamente, crean cosas de personajes ya inventados. Piensen mucho en esto... no vamos a seguir favoreciendo a unos pocos ricachones, para someter nuestro gusto. Internet es libre, y es de todos!! NO A SOPA Y PIPA.

Por otro lado, Saint Seiya, no me pertenece (ni lastimosamente ninguno de sus personaje T.T) sino a Masami Kurumada xP. Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

 

Miró hacia el horizonte. Fue una de sus batallas más difíciles, pero al fin podía decir, que Tracia caía bajo su poder, como todos los demás imperios caerán. En realidad, no es que tuviese en planes conquistar un lugar tan religioso, es más, salía de su ruta de campaña conquistadora por muchos días; pero la existencia de cierta sacerdotisa cautivó su interés completamente. Se había dicho que esta damisela daba la gloria al inmortal ejército Divino de Tracia. Hasta los mismos dioses bajaron del olimpo, lucharon y fueron humillados ante su gran poder! No podía evitarlo. Hyoga era un hombre demasiado temeroso de la mala fortuna, y aunque paralelamente confiase ciegamente en el poder que tenía, temía ofender con su seguridad a Niké, diosa de la victoria, y perder todo aquello que había ganado con sudor, sangre y vidas humanas.

 

Educado en Macedonia bajo la sabiduría del filósofo griego Dohko, había crecido forjando su cuerpo, alma y mente. Su ejército, el más poderoso hasta el momento, conocido por el mundo antiguo. Su reputación, extendiéndose tan rápido como el pensamiento. Sus enemigos, cada vez más y peores. Sabía a lo que se enfrentaría, y lo que lograría con su campaña. Pero algo tenía en mente: Debía liberar a Grecia de la subyugación que mantenía el Imperio Persa sobre ella. Unificarla, porque sólo así, sería poderosa completamente. Y necesitaba que los dioses estuvieran de su lado. Y una ayuda de más, no le vendría mal. Si tenía de su lado a esa sacerdotisa, el triunfo estaba más que asegurado. El ejército Divino ciertamente fue un hueso duro de roer, pero también pudo ver su desmoronamiento, al saber que habían perdido a su protectora. Con sus propios ojos pudo corroborar lo que decía la gente, y asombrarse de la magnitud de gran poder. Pero también, de las cenizas que quedaba, vio como un joven se las regresaba, haciendo que su victoria demorara algo más de 6 horas, cuando presa del cansancio el joven cayó. Bajo el filo de su espada.

 

Cerró los ojos, recordando aquel enfrentamiento. Ahí estaba él, sólo, ante una pila de cadáveres. Respirando agitadamente, intentando que algo de aire entrara en sus pulmones. Embadurnado de sangre, arena y algunos rasguños, pero nada importante. Y ahí estaba él, deseoso de combatir contra ese mancebo, demostrarle quién es el mejor… y de poder… levárselo a la cama. Si era tan ardiente en la pelea, sabía por experiencia las maravillas que se podía lograr en la intimidad.

 

Se acercó sobre bucéfalo, tan seguro como pretencioso. Todos los soldados entendieron a la perfección lo que su rey quería, así que comenzaron a alejarse en un radio de3 metros. Shun sólo miraba hacia todos lados algo turbado. Era como si sólo él se perdiera de algo. Entonces, vio al propio señor acercándosele, con una sonrisa en los labios. Hyoga bajó desenvainando su espada, tomando su tiempo para seguir admirándolo… porque no estaba seguro de cómo quedaría después del combate. El muchacho seguía sus pasos con su mirada. Vaya… muy interesante… muy interesante. Sin previo aviso, se lanzó a la pelea, pero el muchacho de cabellos castaños claros no parecía sorprendido. Es más respondió en forma excelente todos sus ataques. Hyoga estaba maravillado, un contrincante formidable sin duda alguna. Ahora podía explicarse por qué tantos hombres perdieron su vida bajo aquellas manos de porcelana, algo curioso para un guerrero experto. Pero pronto notó una falencia… que le costaría la vida. El guerrero no tenía todo su rango de visión completo. Dependía completamente del ataque frontal.

 

Pero Shun no le fue tan fácil como lo hubiese pensado en un principio. Y tuvo su maña vencerle, usando la misma debilidad que había usado para domar a bucéfalo… y que buen caballo le había salido. La suerte estaba de su mano, ya que el sol se encontraba en la mitad de la bóbeda celestial… dejó que el caballero le siguiera con la mirada… e imperceptiblemente, saltó, haciendo que Shun le buscara. El sol le dio en todo el rostro, encegueciéndolo momentáneamente, con lo que Hyoga aprovechó y lanzó un golpe justo en la mitad del casco, haciendo que Shun cayera. Hyoga, que estaba furioso porque ese chiquillo había osado a lastimarle su brazo, justo en el momento que le golpeaba. NADIE LASTIMA A HYOGA MAGNO… y vive para contarlo. Shun se encontraba de espaldas a él. Su respiración fuerte y agitada… sus manos intentando moverse, queriendo levantar todo su peso pero sin lograrlo. En la mente del magno sólo había una palabra rondando es su cabeza: mátalo… mátalo… mátalo. Cuando se vuelve para enterrar su espada, no puede evitar quedar paralizado. Nunca le ha gustado dar muerte por la espalda, así que usando su pierna le voltea y dar pronto fin a su joven existencia. Ahora imaginen la escena. Los ojos esmeraldas mirando hacia un lado, evitando que las miradas hicieran contacto. Un brazo sosteniendo su hombro (posiblemente lastimado) y lágrimas saliendo de esos ojos. Hyoga, quedó embrujado en ese instante. Piel blanca como ella sola… la mejor obra que ningún escultor pudiese tallar jamás. Ya se decía, que era demasiado extraño, un soldado con manos tan suaves y gráciles. Si es que todo el conjunto era perfecto. Ahora cerraba sus ojos fuertemente, sabiendo que no le esperaba más que la muerte. El sudor pegando sus cabellos a su frente, su respiración fuerte, la tonalidad blanca de sus piernas. Y una imagen llenó su cabeza (y de paso sus sentidos). Con la misma escena, sólo que en su cama, y aquel guerrero, entre sus brazos, con ojos semiabiertos, exigiendo por más. Un pequeño hilillo de sangre brotando de su nariz. Todos los guerreros no pudieron preocuparse por su Señor… mínimo, el pequeño si le había dado muchos problemas después de todo. Y como todos estaban mirándole intensamente, esperando una reacción de él… hizo lo mejor que pudiese hacer en esos casos… Enterró su espada. Un grito desgarrando el silencio que había creado cuando había levantado su espada quedándose estático. La había enterrado en su pierna. Con esto, la presa no podía huir, y estaba asegurada por lo menos por tres meses, a lo sumo, tendría tiempo suficiente para domarlo.

 

“Rodeen la ciudad, que nadie salga o entre sin mi permiso. En cuanto al muchacho, prepárenlo y llévenlo a mis habitaciones”.

 

“Señor… y que hacemos con los muertos en batalla?”

 

“Organicen la ceremonia. Fueron unos grandes guerreros, y como tales deben abandonar este mundo. Que se corra la voz. El ejército divino no perdió, sino hasta que el último de sus soldados perdió la vida”

 

Todos bajaron la cabeza en señal de obediencia, y salieron pronto a realizar las órdenes del magno. Cuando un inconciente peliverde pasó por su lado, no pudo evitar sonreír. Tomó un mechón de sus cabellos, mientras se decía: ‘qué trofeo más hermoso me he ganado’.

 

 

 

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Era de noche. Ahora, se encontraba honrando a aquellos hombres que perdieron su vida en batalla. El ejército divino, tenía un lugar entrañable en su corazón. Pero resultó ser que su corazón quedó encantado con su nuevo trofeo. Furioso en batalla, con una habilidad única en las armas, logró aniquilar a muchos sus mejores guerreros. Sabía que, al enfrentarse a él, no estaba en las mejores condiciones. El sudor corriendo por todo su cuerpo, sobre esa armadura que apostaba, estaba asfixiándole.

 

El cielo azul, tomaba forma rojiza cuando las llamas se confundían en su intensidad. Todos los cuerpos, sin importar si eran de un bando o del otro, eran quemados bajo el incienso de los dioses, prometiéndole una recompensa en el olimpo al tener gran valor en el combate. Miró a su alrededor. Seiya se había retirado, cansado de no hacer nada, y ahora dormía plácidamente en el campamento.

 

Nadie podría creerle. Le dolía ver tanta sangre derramada, pero también sabía que era necesario. Porque por las buenas nadie entiende. Nadie lo tomó en serio. Veía con pesar algunas personas pidiendo permiso para retirar los cuerpos de sus amados. Mujeres llorando amargamente. Niños que le miraban con odio nacido del corazón. Hyoga sonrió con pesar. Futuros enemigos. Dio todo el permiso necesario. En momentos así, su corazón se estrujaba en su pecho. Pero entonces recordó cuando su padre lo llevó a aquel lugar. Sus pulmones quemaban, sus ojos ardían. Todos… por qué tan negros? ‘Son esclavos’, había explicado su padre. ‘Los dioses le dieron la mala fortuna de haber nacido así’. Hyoga no comprendía: por qué la vida de los humanos estaba regida por el designio de los dioses? Acaso, qué le depararía para él el destino?. Kamus carraspeó para obtener nuevamente la atención de su hijo. ‘Nada puede hacerse por ellos Hyoga. No te sientas triste al respecto. Son el resultado de una guerra. Siempre los hay’. Y viendo a la gente morir entre cenizas, ser maltratados por su misma raza se hizo una promesa. Todo iba a acabar. Si alguien les dijera que hacer, si alguien cambiara su sistema de vida, se aseguraría que todos fuesen felices, y que mejor alguien, que él mismo.

 

Siguió caminando directo hacia el campamento. Escuchó algunos ruidos extraños en una de las carpas. Levantó una ceja. Cuatro hombres seguían batallando contra aquel muchacho que horas antes le había dado una excelente muestra de valor en combate. Su trofeo. Al parecer, estaba entre confundido-aturdido y furioso. Vaya, quien lo pensara, con ese semblante angelical. Aún sin una extremidad en pleno uso, se defendía muy bien contra sus soldados, que sólo buscaban la forma de curarle la herida (sin lastimarlo xDDD tarea imposible). Hyoga estaba más que distraído con el espectáculo. Cuatro hombres contra uno lastimado… y no habían logrado vencerle. Las ganas por hacerle suyo habían aumentado a niveles insospechados, y cuando estaba dispuesto a entrar en la contienda, sintió que alguien le ponía la mano en su hombro.

 

“No” fue lo primero que dijo el peliverde cuando se encontró con la confundida mirada de su amigo.

 

“Pero… ni siquiera sabes que voy a hacer”

 

“Pero te conozco lo suficiente como para intuirlo” Hyoga se volteó a mirar a Isaac. Cuántos años habían pasado juntos? Desde su tierna infancia. Era imposible ocultarle nada. Era un libro abierto a los ojos de su amigo. “Vete, debo tratarlo, si quieres que tu trofeo dure hasta mañana”.

 

“No van a lograr vencerlo”

 

“No han sabido como hacerlo… pero ya se me ocurrió algo. Tu vete a descansar. Mañana a primera hora, debemos volver a Macedonia”

 

“Aún no hemos terminado de honrar a los caídos” mencionó con solemnidad Hyoga. “Hasta que el último de esos guerreros no descanse en paz, no podré irme tranquilo”

 

“Espartacos”

 

“Eh?”

 

“Acabó de llegar un mensajero. A tres lunas de distancia, un ejército de espartacos viene hacia acá”

 

“Pues que vengan, no les tengo miedo.”

 

“Hyoga…” Isaac miraba con desaprobación a su amigo.

 

“Mira, cuando yo conquisto algo, es mío. Y no voy a perder a Tracia sólo porque un ejército de espartacos vengan!”.

 

“En primer lugar, Tracia no nos interesa. No es un punto estratégico. En segundo lugar, no estaba en planes conquistarla, recuerdas? Sólo querías a tu sacerdotisa, y ya está en nuestro poder. Y en tercer lugar, y por más ganas que comas para combatir contra ellos, sabes que no estamos en condiciones de otra batalla. Perdimos a la mitad de nuestros hombres, y la mitad de los que quedan están gravemente heridos. Debes entender Hyoga”

 

Bueno, Isaac tenía su punto. Además de la sacerdotisa, se llevaba un guerrero que valía por 100 hombres. Sonrió complacido. “Muy bien Isaac, lo dejo en tus manos. Que esté listo para cuando lleguemos a Macedonia”

 

“Te aseguro que estará atadito en tu cama, listo para la acción” replicó Isaac mientras entraba con pedazos de madera y algunas cadenas, que Hyoga ignoraba su utilidad. “Ahh Hyoga… se me olvidaba” El rubio giró sobre sus pasos al escuchar su nombre “Un mensajero lo trajo hoy… es de tu hermana”.

 

“Esmeralda?”

 

“Aja… no te preocupes, nada grave… una misiva de ella, nada más” Los ojos de Hyoga brillaron en emoción. Tomó la carta y corrió a su carpa. Su adorable hermana siempre le escribía para saber de él, si comía bien xDD, si oraba a los dioses, si se portaba bien… ya saben, cosas que una tierna hermana gemela le podría escribir a su hermano conquistador… ahh si, e implorándole que pasara lo que pasara, nunca hiciese nada que levantara la ira de los dioses.

 

Cuando Isaac estuvo adentro, ordenó a otros 4 guardias más a entrar en la carpa. Cada uno debía tomar una extremidad del muchacho mientras otros intentaban atarlas a la base de la carpa. Shun luchaba ferozmente. No sabía lo que tramaban pero tampoco se los iba a facilitar. Y el simple hecho de que hablaran una lengua que no conocía, tampoco estaba ayudando nada. Y menos cuando sintió que sus antepiernas eran atadas a un pedazo de manera, que las mantenía arrodilladas y a distancia una de su otra. Shun ahora se encontraba arrodillado, sin posibilidad alguna de levantarse y con ambas manos amarradas fuertemente hacia el cielo. En la base de la tienda.

 

Fue una tarea agotadora para los soldados, quienes terminaron la misión; salieron dispuestos a beber algo. Shun sólo respiraba pesadamente, sus ojos bien abiertos mirando hacia abajo, intentando por todos los medios de soltarse. Su pierna dolía, justo donde este miserable le había atravesado. Sintió que alguien acariciaba su mejilla. De un rápido movimiento movió su cabeza intentando morder esa mano que se atrevía a tocarlo. Luego comenzó con una serie de gritos. Isaac sólo tomó un dedo y lo metió en su oído, en señal de que poco o nada entendía… e importaba [“Malditos… malditos sean!!! Ustedes los mataron a todos… a todos, Mime… dioses… cuando mi hermano sepa… Malditos”]

 

“uyyy, una fiera sin duda alguna” comentó Isaac divertido. “Todo hubiera sido más fácil de haber colaborado. Pero como no quisiste hacerlo, entonces comprenderás no hubo otra manera”. Veía dolor y desesperación en sus ojos, y sabía que de estar suelto, ya se le habría mandado encima. Isaac tomó una extraña hierba que introdujo con algo de dificultad en la boca de Shun. Colocó un poco de la misma en su boca y apretó los dientes asegurándose que Shun le mirara. El joven de cabellos castaños claros (que con la luz del sol se vuelven verdáceos xP) comprendió e imitó los movimientos. Tan pronto como hubo mordido, comenzó a experimentar todos sus sentidos aletargados… que rayos le había dado?. Acto seguido, Isaac tomó  un poco de vino en una mano y la echó en la herida. Luego, con unos finos palos de madera prendió fuego para pasarlo cuidadosamente en la herida que amenazaba con infectarse. Shun solo pudo abrir los ojos ante el dolor inminente. No podía alejarse. Gruesas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos pero no los cerraba. “Shhh… está bien. Ya, ya, sólo estoy cauterizando… ves? Pronto pasará el dolor”. Volvió a lavar la herida, y luego sacó un hilo y una aguja. Shun juraba que era una clase de tortura, aunque no entendía la razón. “Debieras estar agradecido. Hyoga nunca deja a nadie con vida. Prefiere matarlos a todos, que dejar prisioneros de guerra”. Shun sólo miraba como la aguja pasaba por su piel una y otra vez. Estaba tan cansado, y además, ya no dolía. Ahora sólo observaba. Finalmente, Isaac tomó un pedazo de carne cruda y la puso encima de la herida, sujetándola con una venda. “Claro, la otra cuestión es que debes entenderme nada, verdad? Si supieras lo que Hyoga tiene pensado para ti, créeme que seguirías intentando soltarte”. Salió de la carpa, ordenando a algunos soldados custodiarle. A otros que parecían algo desocupados, les puso en la labor de crear una celda. Algo le decía que para la mañana, el muchacho tendría la suficiente fuerza, y que su vuelta a Macedonia no sería tan grata como Hyoga lo esperaba. Y cuando Shun sintió que nuevamente estaba solo, no pudo evitar llorar amargamente. Llorar por los caídos, porque todos eran sus amigos desde la tierna infancia, porque todos cuidaban y velaban por su bienestar… porque ahora todos estaban muertos… [“Mime… mime… que los dioses te acompañen… y que ten fuerza… tu… tu no puedes estar muerto.”]

 

Y lo que el gran emperador… o bueno, futuro emperador de toda Grecia no sabía era que Shun no era el único sobreviviente del ejército divino. En el campo de batalla, cuando vio cómo una espada salida de la nada atravesaba el cuerpo de Mime, lo primero que hizo fue crear una distracción sobre él mismo. La pila de cadáveres sólo le servirían para una cosa. Ocultar el cuerpo de Mime. Sabía que su corazón aún latía. Y le hizo prometer por todos los dioses, se mantuviera en el suelo, y esperara el mejor momento para salir. Cuando llegó el magno y comenzaron a batallar… y cuando le tumbó al suelo. Mime tuvo deseos de salir y batallar. Pero Shun, con lágrimas en los ojos le decía: “lo prometiste! No salgas de aquí, por favor… no salgas” – en un murmullo – “de no hacerlo, te va a matar” – “eso no importa. Dile a mi hermano, que te cuidé, tal y como se lo prometí. Y que no me pesa haber dejado este mundo, si pude dejarte a su lado… ahora es tu turno de cuidarlo… Mime” Fue entonces cuando le voltearon… y vio con rabia cómo enterraban la espada en la extremidad de su pequeño ototo. Apretó los dientes con fuerza, y cuando Shun lanzó su cabeza hacia atrás, aún rogándole cumplir la promesa de no salir. Mime, moviendo sus labios dijo: “te rescataremos”. Shun sólo asintió. Mime volvió a ocultarse en la muerte, viendo cómo se llevaban a su inconciente yerno. “Te rescataremos. No te preocupes Shun… cuando llegue tu hermano, te rescataremos”

 

Y amaneció, y aún no se acababan de incinerar todos los cuerpos de los caídos. El calor era sofocante, y combinado con el de la mañana era peor. Aún seguían apareciendo familiares quienes pedían sus cuerpos para ser honrados bajo su tradición, esperando aún no hayan sido incinerados. Hyoga tomó una jarra con agua y la vertió sobre todo su cuerpo, que sólo tenía hasta el momento, unas ropas cubriendo sus partes nobles.  Luego, tomando otra jarra, la llevó a su boca, dejando que parte del agua cayera sobre su pecho desnudo. Shun sólo miraba la escena. No pudo evitar que abrir sus labios, como intentando imaginar bebiendo algo del agua que caía. Hyoga le miraba por el rabillo del ojo. Era eso mismo lo que quería lograr… y vaya que lo estaba consiguiendo. Una adorable escena. Atado, imposibilitado para cualquier maniobra, y sin haber comido nada desde el día anterior.

 

“Tienes sed? Acaso… quieres tomar algo?”

 

Entrando a la carpa, por un momento dándole sombra, acercando una jarra. Shun sólo seguía la jarra con la mirada, como hipnotizado; intentando alcanzarla con su cabeza. Hyoga sólo miraba los intentos del mancebo sonriendo. El sonido de las cadenas aumentaba ante la desesperación de ojos esmeralda intentando alcanzar la vasija. Sabía muy en el fondo que eso no estaba bien. A nadie se le niega el agua… pero tenerlo tan sometido, y verlo tan obediente. Fue entonces cuando echó todo el contenido en el rostro sorprendido del muchacho, que no paraba de toser mientras Hyoga no dejaba de reírse. Shun sólo levantó la mirada… una mirada que dejó al Magno sin aliento. Una mezcla de extrañeza y miedo… pero nunca lo que se imaginó ver… y esto… esto le dejó confundido. Lanzó con rabia la vasija y salió chocándose con Seiya. El muchacho de cabellos marrones y cejas pobladas le miró sin entender, y siguió con la vista hacia el lado contrario de donde caminaba su amigo encontrándose con aquella persona atada…

 

 

 

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Ya era tarde, y todos estaban atareados levantando el campamento. Hyoga caminaba furiosamente de un lado al otro en su carpa. Cómo… cómo se había atrevido?!!! Donde debiera haber odio, rencor… sólo había encontrado lástima… lástima? A él? Al gran Magno? Si no lo había matado, era porque no lo había probado. Ese chiquillo sin duda alguna estaba tanteando su suerte.

 

De pronto gritos llegando a sus oídos. Salió siguiendo los estruendos que le encaminaron (casualmente) donde se encontraba cautivo su futuro amante. Jarrones, botellas, soldados… todo era lanzado hacia fuera. Cuando se acercó a ver, no daba crédito. Seiya estaba furioso!! Como la temible bestia que aparecía cuando se le necesitaba. Sus cabellos erizados, sus ojos mirando fijamente, su pose lista para atacar todo lo que se moviera. Mostraba sus dientes desafiente. Detrás, e igual de asombrado que todos, se encontraba Shun, fuera de sus ataduras, no sabiendo que hacer para controlarle.  Hyoga sólo atinó a rugir, haciendo que todos se detuvieran en ese mismo momento.

 

“Quién fue el causante de todo esto!!!” todos juraban que la tierra estaba temblando. La imagen de Hyoga daba miedo y todos atinaron a señalar al caballero nacido de Atenea. Seiya seguía mirándoles a todos como un lobo protegiendo a sus crías: “Ellos… yo deber proteger…” Hyoga sabía del problema de Seiya para comunicarse. Y cuándo algo se le metía en la cabeza, lo protegía a como diera lugar. Lo extraño, es que Seiya hubiese actuado por cuenta propia. En una de las conquistas que hacía su padre, atravesando un bosque, se vieron atacados por una jauría de temibles lobos blancos. Eran hermosos, sin duda alguna (es más, algunos de ellos, siguen en los jardines de Macedonia). Lo que les asombró, es ver a un niño entre ellos, atacando como cualquiera, con pelaje cubriéndole. Cuando le dieron caza, corroboraron era un humano!!. Ignoraban lo que le había pasado, o a su familia, pero Kamus decidió adoptarlo como a un hijo más. ‘Verás Hyoga: ha pasado tanto tiempo en la naturaleza, que puede ver cosas que nosotros no vemos. Pero también en cierto, ha perdido su rumbo… y debemos mostrarle lo que é, como humano, debe saber’. Hyoga no estaba muy seguro de la elección de su padre. Pero una semana con ellos, y el pelaje que cubría todo su cuerpo caía. Claro, les tomó más de 4 años intentar que comiera en la mesa como todos, en lugar de hacerlo con los lobos… o que dijera cosas en lugar de gruñir o aullar… pero había valido la pena. Rápido como el viento, leal como él solo. Hyoga le quería y le apreciaba: Aunque fuese un muchacho de 15 años, seguía pareciendo un niño: un niño que deseaba aprender, que todo lo que veía le asombraba. Dohko alguna vez lo había mencionado. ‘Cuando el humano pierde su capacidad de asombro no le queda más remedio que la muerte…’. Tener a Seiya a su lado le recordaba que aún cuando su cuerpo creciera, no le impedía sentir y pensar como un niño. A veces, las mejores soluciones, las más rápidas vienen de la mente de los pequeños. Un pequeño secreto para todos aquellos que sucumbieron ante su poder. Simplemente, porque nunca se imaginaron que el ataque fuera así…

 

Ahora, volviendo al presente, Seiya seguía sin bajar la guardia, pero ahora miraba a Hyoga, como explicándole su proceder.

 

“yo protejo Esmeralda. Esmeralda iban a dañar. Yo protejo Esmeralda” -

 

Golpeaba su pecho con su puño limpio. Decisión en sus ojos. Decisión y amor. Entonces volteó su mirada hacia el joven de cabellos castaños claros… y viéndolo detenidamente, era idéntico a su amada hermana. Sólo con diferencia del sexo, claro está, el color de ojos y cabellos. Pero definitivamente, eran idénticos. Un vuelco sintió en su corazón. Acaso… por eso no habría querido matarle? Y esa era la razón por la que se sentía tan mal cada vez que intentaba torturarlo… o peor aún… era por eso mismo quería llevarlo a la cama!! Palideció. No… eso nunca!! Si era cierto. Adoraba a Esmeralda. Para él, la única mujer en sus ojos… pero era un amor fraternal, puro. Nada carnal ni mucho menos… no. “Ya basta!!! Ustedes, que miran, terminen de levantar el campamento… RAPIDO!!!” los soldados salieron corriendo presurosos “en cuanto a ti” –mirando a Seiya, cuyo rostro no parecía mostrar remordimiento alguno – “sigue protegiendo a Esmeralda… buen chico, eres un buen chico Seiya” acariciando los cabellos. “No dejes que nada le pase, no dejes que salga de aquí” Seiya sólo asintió, aliviando la feroz expresión en su rostro. Sólo faltaba sacar la lengua xDD y mover la colita.

 

Shun sólo observaba cómo el rubio salía confundido. No entendió absolutamente nada de lo que había pasado. Aparte, necesitaba aprender griego, o de ninguna forma lograría enterarse de lo que pasaba a su alrededor. Sólo le pareció escuchar repetidamente una palabra: Esmeralda. Es más, cuando el muchacho de cabellos marrones le habló, le decía así mientras le desataba. Ahora sobaba sus muñecas. El palo que mantenían sus piernas separadas, pudo retirarlo sintiendo un gran alivio. Retiró la venda, notando asombrado que la herida estaba completamente sellada. Una costra que mostraba su pronta recuperación, pero nada más. Cuándo tanteó levantarse, además del dolor en su pierna, el mundo giró a sus pies. Y cuando pensó iba a caer, fue sostenido por aquel extraño muchacho, que le miraba alegremente.

 

Recordando los sonidos que escuchó pronunciar del magno cuando acariciaba la cabeza del muchacho, intentó imitarlos: “sigue protegiendo a Esmeralda… buen chico, eres un buen chico Seiya”. Eso hizo llamar la atención del joven de ojos marrones, quien se quedó observándolo. Shun no estaba seguro de lo que acababa de decir, pero su miedo se apagó cuando el muchacho sonriendo le abrazó, besándole las mejillas y la frente. En realidad, parecía muy feliz. Un gruñido en el estómago de Shun, hizo que le mirara extrañado, para salir de la carpa. El joven de ojos esmeralda no entendía muy bien el proceder hasta que le vio llegando con comida, para luego posarse a su lado, colocando su cabeza en sus piernas, como esperando una caricia… la cual no se hizo esperar. Seiya comenzó a quedarse dormido, cuando Shun comenzó a entonar la misma canción de cuna que su hermano le cantaba de pequeño. Seiya no entendía absolutamente nada… igual, dejó arrullarse ante la melodiosa voz del prisionero quedando profundamente dormido.

 

Shun sintió lástima por el chico que dormitaba… sabía el problema que le ocasionaría con el perverso y cretino que tenían como rey. Pero no podía quedarse ahí. Debía regresar a Tracia. Debía huir en cuanto le fuera posible. Aún le preocupaba el bienestar de Mime. Sabía que era fuerte, y no se iba a dejar llevar por la muerte así de fácil. Pero no podía evitar sentir miedo. Dejó a Seiya cuidadosamente durmiendo, y luego despacio asomó la cabeza fuera de la carpa. Todos estaban tan ocupados levantando el campamento, que con suerte, lograría escapar. Tracia, se veía como un punto en el horizonte. No estaba muy seguro cuantas millas debía recorrer, pero no podía dejar desperdiciar la oportunidad. Su atuendo rasgado, llamaba mucho la atención. Pero menos mal, su carpa no esta tan vigilada como horas antes lo estaba.

 

Con pasos sigilosos, comenzó a camuflarse entre barriles, comida… armas… entonces, algo llamó su atención. Una manta en lo que se podía ver, una improvisada cama. Justo lo que necesitaba!! Y no estaba muy lejos de allí. Con algo de maña, logró evitar a dos soldados que conversaban animosamente. Ya estaba adentro. Sólo colocarse esto, saldría y correría a su amada Tracia. Esta pesadilla terminaría, y todo volvería a la normalidad… bueno… sin tener en cuenta una masacre… claro está.

 

Logró acomodársela. Giró chocándose con alguien. Orbes azules chocando contra verdes. Hyoga no se veía con cara de muchos amigos. “Y tu… que diablos estás haciendo aquí?” tomándolo del brazo y haciéndole una llave, antes de que huyera…

 

 

 

 

 

 

… Continuará

 

Notas finales:

Notas de la autora xD:

Para los que no han notado aún, sip, Hyoga está en el papel de Alejandro Magno xP. Sabían que el ejército divino en realidad existió? Y que fue aniquilado por el Magno? _-_. Quise introducirlo, porque extrañamente, ningún libro de historia lo menciona… vaya se come las partes más interesantes, no creen? La técnica de curación que usó Isaac para curar, fue la que leí usaban los griegos (err… no quise usar leche materna… no se de dónde la sacaría xDD). La hierva, no se cuál sería. Investigaciones recientes han descubierto que por eso es que las pitonisas tenían tantas… revelaciones xDD!!!


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