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Como la lluvia por Omore

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Notas del fanfic:

Katekyo Hitman Reborn ©Akira Amano

Notas del capitulo:

            No me puedo creer que haya tan poquísimos trabajos de esta pareja, de verdad. Personalmente me enloquecen. Esa confianza mutua, ese entendimiento que se tienen, la compatibilidad absoluta de su forma de ser... y ya, dejando aflorar el lado shipper, el hecho de que sean una pareja tremendamente estética están haciendo que el S80 escale puestos en mi lista de OTP a velocidad pasmosa. De hecho, ya ha desbancado el 8059 de mis comienzos xD Lo siento, Gokudera.

            El fic, el fic. Será corto, cómo no, destinado a quitarme las ganas de haber visto la relación entre Yamamoto y Squalo TYL. En principio será un two shot, aunque la idea de una tercera parte cobra cada vez más sentido en mi cabeza. In media res, que me gusta mucho eso de empezar las historias por la mitad. Mención de D18. Lemon en la segunda parte [la cual ya está escrita], así como reclamo comercial.
            Y poco más. Manda huevos que se me acumulen las ideas cuando menos tiempo puedo sacar para plasmarlas.

            Superbi Squalo era difícil de tratar. Sus conocidos lo sabían, sus enemigos lo habían sabido y quienes vivían con él se gastaban un dineral en tapones para los oídos con tal de no oírle gritar. O de oírle menos.
            Por eso, el hecho de que en diez años Yamamoto Takeshi no hubiese alzado la voz ni una sola vez para calificarle de algo similar a "hijo de la gran puta" tenía un mérito incuestionable, sobre todo si se observaba que los métodos de enseñanza del Varia no incitaban precisamente a mantener una saludable imagen personal.

            Tal vez se debiera a que Yamamoto no era tan cazurro como Gokudera se empeñaba en sostener, y en algún nivel de su subconsciente se hallaba la sapiencia de que si Squalo se portaba como un cabrón era para poner a prueba su legendaria paciencia, para hartarle tanto que "no se te ocurra dejarte vencer por nadie que no sea yo, ¿entendido?". Además, tenía bastante claro que la diferencia entre Squalo (y en cierta manera también Lussuria, pero ésa era otra historia) y el resto de los Varia radicaba en que no era un capullo integral; había compartido el suficiente tiempo con él para poder asegurarlo.
            Aunque probablemente también influyera el hecho de que Yamamoto pareciese estar vacunado contra cualquier tipo de escarnio.

            Dejando aparte la diplomacia y tolerancia zen de su alumno, había cosas que Squalo no podía olvidar, aunque sólo fuese para condenar la absurda bondad del, a sus ojos, aún muchacho. Aquella primera batalla diez años atrás, por ejemplo. Esa en la que, además de empeñarse en utilizar el filo romo de la katana para no hacerle daño, Yamamoto había tratado de salvarle la vida. O el tiempo que había pasado entrenando a su "él" de quince años; y donde decía entrenando decía bramando a ver si así le quitaba de la cabeza la manía del béisbol. O esas noches frente a la hoguera, perdidos en un bosque dejado de la mano de Dios, en las que Squalo se dio el lujo de soltar alguna que otra carcajada sincera. O su despedida en el acantilado, cuando le pareció que Takeshi realmente lamentaba verle marchar. O la vez en que aquel desgraciado de las Coronas Fúnebres hizo que el Varia mordiese el polvo de una manera escandalosamente humillante.

            Sobre todo ésa.
            Fue una de las contadas ocasiones en que Superbi Squalo no fue capaz de sacar la voz.


~~~~~

 

            <            Siempre había sido sensible a Squalo. Desde la primera vez que chocaron armas, su envidiable instinto le dijo que no debía dejarle morir. Los recuerdos de la batalla contra Varia irrumpieron en su mente como un piano de cola dejado caer desde un cuarto piso, y la calma que Reborn tanto loaba se fue al garete.

   —¡Squalo! —gritó, y no dejó de hacerlo hasta que divisó unos mechones de pelo blanquecinos bajo los restos de lo que había sido el pasillo. La propia Lal Mirch, que por vicisitudes del destino ya había visto prácticamente de todo, pensó que ningún quinceañero podía tener la fuerza que demostró Yamamoto Takeshi en ese momento por desarrollado que estuviera. Retiraba trozos de hormigón armado sin preocuparse por los cada vez más severos desgarros en sus manos, raspándose con los bordes irregulares y clavándose el filo de las barras de acero. Además de arrodillado y casi comiéndose sus propios labios, la ansiedad le tenía blanco como una sábana.

            Cuando por fin pudo liberarle de los escombros, retiró el polvo que cubría el rostro del Varia con una delicadeza enternecedora. Sin querer, le manchó la mejilla de sangre.

   —¿Squalo? —titubeó un poco al no recibir respuesta. Posó una mano sobre la parte del cuerpo más sana (o más bien, la menos herida) que encontró, el antebrazo derecho, y lo zarandeó suavemente. En el corredor no se oía ni una mosca. Más tarde, cuando Yamamoto pudo pensar en el asunto con algo menos de tensión dramática, se diría a sí mismo que era normal. No había moscas en el subsuelo—. Squalo... ¿estás muerto?

   —No... —el corazón le dio un vuelco—. Pero tú sí que vas a morir como no dejes de hacer pucheros. ¿Qué te he dicho de ser tan blando?

            Aquella voz, aunque ronca y a un volumen potencialmente más bajo al que estaba acostumbrado, pareció devolver al adolescente el trocito de cerebro que había empezado a fundírsele. Quiso abrazarle, pero no sabía si Squalo se lo tomaría bien y tampoco quería hacerle daño. Al reparar más claramente en el deplorable estado en que el otro se encontraba, no pudo evitar apretar los dientes.

            Ese fue el momento que Squalo eligió para entreabrir los párpados, y agradeció inmensamente el hacerlo. La visión del rostro iracundo y ensombrecido de Yamamoto le hizo creer que los conocimientos que había tratado de inculcarle habían enraizado. No se le ocurrió nada que decir. El siseo del muchacho fue música para sus embotados oídos.

   —Ese cabrón pagará por esto.

            Y Squalo tuvo que hacer un gran esfuerzo para morderse la sonrisa, porque lo primero que se le pasó por la mente fue que a Takeshi también se le había pegado su forma de hablar.
            Joder, sí que le habían hostiado fuerte>>.

 

~~~~~


            Claro que había más cosas que Squalo tenía clavadas en la mente. La inflexión tan característica en la voz de Yamamoto al exclamar su nombre, como si llevase años sin verle aunque hubiera estado hablando con él hacía veinte minutos. La sonrisa de felicidad que se le dibujaba en la cara cada vez que el Varia aparecía por la periferia. Su forma tan despreocupada de reírse de todo.

            Al principio le había repateado, pero después de convivir sabe Dios cuántos años con Xanxus era normal. No estaba acostumbrado a gentilezas. Pero poco a poco se dio cuenta de que realmente el chico tenía aquello que precisaba un auténtico Guardián de la Lluvia. Yamamoto limpiaba todo lo que tocaba, incluso a él. Hasta que le encontró, Squalo no se había percatado de toda la mierda que cargaba encima.

            No le necesitaba verdaderamente, aunque le quería cerca. Squalo había aprendido a ser egoísta, y los buenos egoístas son quienes cuidan de aquello que les otorga, si no felicidad, al menos entretenimiento. Y no lo admitiría ante nadie (bueno, quizá sí podría decírselo a Dino o Lussuria, y en presencia de cierta cantidad de vodka en sangre), pero Takeshi le hacía un poquito feliz.

            Por lo general. En ese momento, Superbi Squalo estaba más bien desconcertado.

   —¿Qué diablos estás haciendo, enano? —murmuró contra su boca. No era un beso en el sentido estricto del término, pero sus labios se rozaban peligrosamente. Respiraban el mismo aire. Los ojos de Yamamoto se descolgaron por las facciones del otro, resiguiendo la línea de su nariz y volviendo a trepar la curva afilada de sus mejillas. El japonés tragó saliva.

   —No tengo ni idea.

Notas finales:

      Vale; esto es un entremés. Este fragmento en principio iba a ser una viñeta, pero se me fue de las manos. El meollo del asunto viene en la segunda parte, véase el pornaco que me ha entusiasmado media mañana, el cual subiré el sábado.
      Y así, niños, es como se pierden dos horas de estudio de leyes. Arderé en el infierno.

E.


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