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El arte del suicidio por Reikayi Xaro

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Notas del fanfic:

Espero lograr transimitir lo que de verdad deseo. Quizá el comienzo sea un tanto triste pero ya sabrán porque es así...

Notas del capitulo:

Un estilo nuevo que decidí usar, espero sea de su agrado. El inicio será un tanto triste... pero es parte esencial del resto de la historia.

Comencemos~

Tan repentino. No podía ser justo para nadie y mucho menos para el joven Takanori. Casi como todos los viernes, era víctima de maliciosas intenciones en las fugaces mentes depravadas de sus compañeros mayores. Quizá era debido a su apariencia; su complexión ideal para abrazar, sus recónditos ojos azules con destellos de inocencia, cabellos de un entintado rubio artificial pero encantador, una estatura algo baja en comparación a las del resto. Para ellos, él era una presa adorable. Carne fresca cada semana, ¿no lo creen?. La candidez en sus palabras todos los viernes seguía conservándose a pesar de todo. Tal vez eso les daba otra razón para intimidarlo. Negarse con firmeza solo les daba más ansías de seguir. Esa era una cruda lección sobre la vida para Matsumoto Takanori.

 

Sus lágrimas cayeron al suelo después de recorrer sus ruborizadas mejillas. Eso no era una conmoción satisfactoria, era tan solo un dolor profundo que se disfrazaba de juvenil sonrojo. Ellos deseaban confundirlo, hablaban y hablaban sobre sus reacciones. Pero Takanori no podía escucharlos, el sólo podía escuchar sus ahogados gritos de ayuda comprimiendo la poca ímpetu de su corazón.

 

Deseó con todas sus fuerzas morir, que la lluvia se llevara el rastro de suciedad en su carne. Algo en su interior impedía conceder esa muerte, era una leve esperanza… un deseo de justicia. En ese momento él quería poder luchar por si mismo ya que a nadie parecía interesarle. Soportó con cobardía el sufrimiento, la valentía se había esfumado hacía mucho tiempo ya. Contaba los segundos de angustia que su cuerpo lamentaba con cada roce de nauseabundas manos.

 

Presionó sus labios con una fuerza que reflejaba su necesidad de coraje. Su cuerpo comenzaba a entumecerse con el agua fría del cielo, las paredes de aquel callejón generaban el eco de las risas, de las burlas y del terror en su mirada al oírles. Pudo mirarse en una ventana rota, su reflejo le hacía sentirse repugnante. Aquel joven agresivo solo lo embestía sin compasión, sin afectarle la destrozada mente de Takanori o su desgarrado cuerpo. El resto solo observaba deseoso esperando su turno. ¿Cuánto más duraría esa tortura?. El siguiente sujeto separó con brusquedad las piernas de Takanori y pegó su pequeño cuerpo con más vigor contra la helada pared. Ante tal falta de delicadeza, un hilillo de sangre empezó a caer por su piel. El dolor era inaudito.

 

El joven no pudo evitar liberar sonidos de sufrimiento, pero esos hombres aumentaban su dolor exponiéndole que su cuerpo parecía recibir gustosamente esa sensación. No… un gemido de agonía no es lo mismo que uno de placer, pero a ellos les daba igual.

 

- Bas… basta por favor…  deténganse… - rumoreó un poco y su voz se quebró al escucharles reír.

 

Sus palabras no habían provocado nada bueno, al contrario, tan sólo empeoraron la actitud entre aquellos hombres. La voz de Takanori era varonil pero no lo suficiente en ese momento.

 

No podría seguir describiéndoles la pesadilla que sufrió aquella lluviosa tarde el joven Takanori, esa vez había sido más sombría que las demás. Su mente estuvo a punto de colapsar, ya no soportaba tanta inmundicia. Su cuerpo, corazón y pensamientos sufrían enormemente. No quedaba nada más inocencia que arrebatarle con cada agresión sexual ahí. Una fúnebre melodía en su mente condenaba la pureza de su corazón. Intentó mantenerse cuerdo hablándose a sí mismo en su cabeza, como si alguien pudiese conversar con él en esos aterradores momentos de malestar:

 

"Dios… ¿me escuchas…? ¿Dónde estás…? ¿Te olvidaste de mi otra vez? ¿A caso necesito gritar más para que logres oírme? Mi voz ha muerto, perdona que mis fuerzas no puedan hacer más por mí. Tu luz parece no llegar a este lugar. Deseo que esto termine, quiero que mi vida termine. Prefiero todo menos esto. Si no vendrás a salvarme, entonces solo mátame, en vez de hacerme sufrir esta agonía… he sentido tanto dolor, que ya no me queda nada más por sentir, he derramado todas mis lágrimas, no tengo nada que llorar.

¿Qué estas esperando? ¿Me tendrás aquí… muriéndome?. Mi aliento se apaga, soy débil, me odio por serlo. Ni siquiera puedo confiar en tu salvación ahora. Ninguna oración te traerá a ayudarme, ¿cierto?. ¿Te estás burlando de mí al igual que ellos? ¿Es por eso que no vienes?. Dicen que hacerse la víctima es malo, pero entonces… bajo estas circunstancias Dios, ¿qué soy?, ¿qué están haciendo ellos de mí y de mi cuerpo?. El culpable no soy, ¿o me dirás con mortífera sabiduría que si lo soy?. ¿Sabes que es lo peor? Que siempre creí que tu fe en mi me haría creer en mí… Pero ahora ni siquiera puedo recordarme feliz. Sólo puedo sangrar… sólo eso."

 

"Manda una señal, algo que me haga volver a creer en ti… te lo suplico, todo se desvanece, no me dejes caer… por favor… dame fuerzas, aun queda algo por salvar de mi, ¿cierto? ¿O es que acaso estoy demasiado perdido como para poder ser salvado…? Por alguna extraña razón… siento que aún me queda mucho por vivir, siento que tú no estás lejos, si esto es verdad… haz que esta sensación desaparezca… Basta, tu no haces nada… estoy tan confundido… no puedo más… quiero que esta pesadilla termine ahora… necesito morir. La muerte suena tan reconfortante ahora… siento que jamás podré volver a sonreír…"

 

La mente de Takanori parecía jugar con sus sentimientos. Era un consuelo… al menos tenía alguien con quién hablar en su imaginación mientras el terror de una violación deshacía su sensatez y su joven cuerpo. La fantasía de su propia muerte parecía ser un deseo de libertad. "No llores". Sus húmedas lenguas jugaban con su lastimado y preso cuerpo. Susurros a su alrededor. Ni siquiera el mismo podía ver sus lágrimas en aquel reflejo, la lluvia se confundía con ellas. Sin tan sólo la lluvia pudiese llevarse también la inmundicia en su piel y los forzados besos en su cuello.

 

Ojala aquella agua caída hubiese podido limpiar la suciedad de ese crimen en su corazón. La inocencia fue robada, su fe y su amor por sí mismo.

Un sueño se quebró otra vez, el había ansiado que su primera experiencia corporal ante el encanto hubiese estado acompañada de un ‘’te amo…’’ No con insultos, dolor y lágrimas de agonía… La lluvia parecía no tener fin aquella tarde… al igual que su dolor…

 

Nadie había aparecido a ayudarle a sobrellevar aquellos dolores y humillación. Era como si la gente en la ciudad se hubiese escondido, a pesar de conocer las pesadillas que se realizaban entre callejones inclusive a pleno día. Cada quién tenía sus propios problemas como para preocuparse por los de los demás. Cada quien cometía un suicidio a su manera. Era estar muerto en vida. Todos pensaban su propia muerte o condenaban la vida de otros por medio de su silencio.

 

Una cruel visión del mundo se asomó por sus llorosos ojos. Aquellos hombres rieron y tal y como cada viernes. Se marcharon, dejando a Takanori en ese callejón sin salida. Se limitó a limpiar un poco su piel, subir sus pantalones con cuidado y tras sentirse nuevamente solo, se abrazó a sus piernas intentando no alzar su mirada. A veces lo dejaban tendido, esta vez la posición de sus perversas mentes había cambiado. Sentado, sucio y humillado, recordó la forma en que cada semana se aprovechaban de él.

 

No sabía porque lo habían elegido, ¿por qué a él?. Lo que le arrebataban cada viernes podían obtenerlo de cualquier chica o chico, incluso había quienes eso deseaban, ¿no es así?. ¿Qué tenía él precisamente que tanto les gustaba importunar en su cuerpo?. Tantas preguntas acabaron fundiendo su mente, estaba cansado. Se daba asco sí mismo como para seguir meditando más razones. Era como estar en preso en tu propia mente, en tu propia sombra de angustia.

-Oye… ¿estás bien?... ¿necesitas ayuda?.

 

Sus maltratados ojitos se abrieron continuando con la cabeza baja. Esa voz sonaba llena de amabilidad jamás conocida por Takanori anteriormente. Sin embargo, no era suficiente… era muy tarde para ofrecer auxilio. Se negó sin responder nada.

 

-Te estoy hablando… al menos voltea…

 

La leve rudeza en aquellas palabras fortificaban las buenas intenciones de esa persona. Parecía sinceramente interesada en Takanori. Pero nuevamente, no fue suficiente para él.

 

-Dé… déjame… en paz… - murmuró casi sin voz.

 

-Vaya… ¿cuál es tu problema? Pareces necesitar ayuda… y te niegas a recibirla, chico… - musitó aquella persona que claramente era un ser masculino – Rayos… estás herido…

 

Takanori sintió como aquel joven se arrodillaba frente a él para examinar sus brazos.  La reacción de Takanori fue apartarse un poco.

 

- ¡No me toques! ¡Te dije que te alejaras…! – exclamó con la cabeza aun baja.

 

- Tranquilo… esto puede no parecer grave para ti, pero sí lo es… lo que debemos evitar es que se infecte…  - volvió a tomar su brazo con una decidida sutileza.

 

Con un poco de temor, le permitió al chico seguir revisando sus heridas. Levantó un poco su cabeza para verlo sin que él se diese cuenta. Aquel hombre era de cabello rubio teñido, al igual que Takanori, pero de tonalidades sólo un poco más oscuras y vagamente decolorado en las puntas. Flequillo largo sobre su ojo izquierdo, lo hacía lucir juvenil. Por la lluvia quizá se veía un poco más revuelto su cabello de lo usual. Sus ojos eran de un color intenso, un color esmeralda con coloraciones umbrosas cerca de la retina. Lucía levemente fornido, al igual que aquellos chicos que habían abusado de él, pero a diferencia de ellos, su piel era más clara. Sin mencionar aquel pedacito de tela que rodeaba su cara, cubriendo su nariz de una forma curiosa e interesante. Takanori supuso que era alguna moda de la que él jamás se percató o simplemente ese chico estaba lastimado. La idea de que ese joven quería ser original, también pasó por su mente.

 

- Creo que no están tan mal como pensé… - susurró el joven mientras le acercaba su paraguas y se ponía de pie – anda… ven… te acompañaré a tu casa…

 

- No necesito eso… - Takanori se inquietó por la preocupación de un desconocido -  me iré por mi cuenta… gracias aún así… - alzó su cabeza e hizo contacto visual con aquel rubio – en verdad… gracias…

 

- ¿Matsumoto…?

 

- ¿Cómo sabes… mi apellido…?

 

-Estabas en el equipo de natación del año pasado, ¿no es así? – sonrió con una increíble cortesía – Matsumoto Takanori…

 

- ¿Eh…? – el pequeño chico no sabía que responderle.

 

- Yo soy Suzuki Akira, era uno de los ayudantes del entrenador Hayabashi… te reconocí porque te vi un par de veces, eres el más bajito, tienes una expansión en tu oreja, sin mencionar porque eras el único que solía faltar muy seguido… tu apellido siempre estaba en marquitas rojas, por eso mismo tuvimos que expulsarte del equipo – habló con una naturalidad inmensa.

 

- Ah sí… - caminó entre leves tropezones para apartarse de él – Akira... claro…

 

-No luces nada bien… - se interesó por la ternura e irritabilidad del chico – te acompañaré…

 

- Sólo déjame… por favor… - caminó con decisión mientras se apoyaba en las paredes de las tiendas.

 

- Espera, si que eres terco… - fue tras él y lo cubrió con su sombrilla – tal vez ya estás mojado pero no haremos que eso empeore…

 

Alguien se estaba preocupando por Takanori con sinceridad, hacía tanto tiempo que esa gentileza se había ido de su vida. Un presagio formó insignificante tibieza en su desgastado corazón.

 

- Por cierto… creo que además te he visto en otra parte antes… ¿tú no vas a esos sitios para ver grupos locales tocar? – mencionó Akira – ¡Claro! Tenías el cabello teñido de rosa jaja… que curioso, igual que yo en esos días… en fin… - volteó a ver a Takanori - ¿Qué hacías en ese callejón?

 

Suspiró, no deseaba charlar, tenía demasiado que pensar. Aquel joven era demasiado comprensivo… demasiado entrometido también.

 

-Veo que no tienes ánimos de hablar ahora… que extraño, creía que hablabas más… ¿no?

 

- No estoy de humor… por favor… Akira-san… - rumoreó algo entristecido.

 

- Perdona… - dirigió su vista hacia adelante.

 

Takanori no pudo decir más, su cabeza daba vueltas en argumentos sobre la justicia… ¿qué era eso? No la conocía… ya no más…

 

Siguieron caminando unas cuadras más sin conversación, Akira divisó su propia casa en una de las esquinas hacia la derecha.

 

- Aquí debo irme… - murmuró su acompañante - puedes seguir solo, ¿cierto Takanori?

 

-Sí…

 

-Bien… - le entregó con gentileza su paraguas – puedes quedártelo… hasta luego… - avanzó con prisa apartándose y dirigiéndose hacia su propia casa.

 

- ¡Hey no! Espera… - reaccionó un poco tarde con el paraguas ya entre sus manos.

 

- ¡Quédatelo! Y… ¡Cuídate! – exclamó mientras se perdía de la vista de Takanori – Trata de sonreír, según recuerdo tu sonrisa es linda… - su voz fue alejándose al igual que esa cortesía.

 

- Uhm… - exhaló con calma sintiendo la tibieza que había en el mango del paraguas, era el fervor de las manos de aquel chico - ¿cuidarme…? Es verdad… - mencionó avanzando con seguridad hacia su casa – si nadie cuidará de mí como tú lo has hecho esta vez… entonces haré eso… me cuidaré yo mismo… yo sólo… - miró hacia el cielo sosteniendo el paraguas con fuerza – Gracias por recordarme que alguna vez pude sonreír… chico Akira…

 

Suspiró, el próximo viernes todo sería diferente… se lo juró. Esta vez no dependería de nadie más… ahora, Takanori estaría listo… no sería la víctima otra vez.

 

La justicia sería impuesta por él, sólo por él. Aquellos impulsos de venganza se apoderaron de su mente, un intenso deseo de justicia también. Ya se estaba cansando de estar fingiendo ser un buen chico… de ser la víctima sin razones.

 

Los días transitaron, Takanori planeó reservadamente todo.  Sus padres tenían sus propios asuntos, su hermano mayor le ignoraba frecuentemente, así que tenía mucha soledad y tiempo suficiente como para despertar en él, esa insensibilidad hacia el resto del mundo. Mastumoto estudiaba en un colegio de muy alto prestigio, llamado Kumamoto Gakuen, eso era en respuesta a los importantes empleos que sus padres poseían así que podían costearle una educación elevada. Aunque para Takanori no tenía mucho sentido. La escuela estaba ubicada en un área aparentemente segura, pero nuestro personaje principal ya aborrecía las calles próximas a la institución, principalmente un callejón de la calle Fuyaki, rodeada de tiendas que sólo abrían a horas nocturas, por lo que el resto del día, sólo los rayos del Sol, merodeaban por esos espacios de la ciudad.

 

El joven no pudo hacer mucho, sólo odiarse un poco más. Su mente ya estaba lo suficientemente lastimada como para más sufrimiento. Recordó las palabras de Akira, se centró más en sí mismo. Se sentía inmundo, no quería el amor de nadie, no se creía digno, ni quería serlo jamás. Suspiró viendo por la ventana.

 

- Hoy pagarán por todo lo que me han hecho… - su día de estudios estaba por acabar con esa hora libre.

 

Uno de los maestros asistentes les permitió irse, por lo que Takanori tomó sus cosas y apretó mientras caminaba por los pasillos, un pequeño y mortífero objeto. Los murmullos de sus compañeros en los patios parecían molestos zumbidos en sus oídos, caminó con prisa hacia la salida del edificio de la escuela. Cruzó la calle, de inmediato recordó a aquellos 3 chicos que tantas veces habían hecho sus pesadillas realidad.

 

- Con que aquí estas Taka-chan… - llegó el primero, tomándolo por el hombro para voltearlo hacia él.

 

Takanori lo hizo contacto visual con él por primera vez. Una tétrica sinfonía invadió ese instante, la mirada del Matsumoto era totalmente diferente esta vez, un instinto de asesinar y hacerle pagar a su sanguinario había nacido al fin.

 

El valor empezó a irse, un arrepentimiento fructificó en su corazón, pero una voz en si mismo le decía que no había vuelta a atrás, era ahora o nunca. ¿Pasaría el resto de su vida siendo la víctima de aquellos hombres sólo por el temor a que son hijos de mafiosos ya que nadie se atreve a enfrentarlos? ¿Viviría con el miedo siempre? ¿Así era como debía cuidarse…?

 

"Cuídate…"

 

Un colapso, recordó a Akira, las memorias de esos jóvenes abusando de él también aparecieron por su mente. Estaba arto… dispuesto a cuidarse por sí mismo a partir de ahora.

 

"Trata de sonreír, según recuerdo tu sonrisa es linda…"

 

Para poder volver a sonreír… esos hombres debían desaparecer… por siempre. Nada podría hacer sonreír más a Takanori que verlos sufriendo, agonizando…

 

Mientras ese hombre lo llevaba a un callejón, Takanori cerró su puño… cuando tuvo la oportunidad comenzó a acuchillarlo por el pecho. Unos hilos de pesada sangre cayeron por la boca de aquel que alguna vez fue su atacante, lo tomó desprevenido… lo que pudo hacer para defenderse fue intentar apartarlo, pero Takanori enterró sus uñas en la piel de su hombro para acercarlo más mientras seguía acuchillándolo. Arrojaba sangre… derramaba carmesí condena por su camisa manchada. Nuevamente, no había testigos, estaba pagando su castigo…

 

- No hay nadie quién te ayude… - susurró Takanori mientras su poca inocencia se reflejaba en el cuchillo al limpiarlo con la camisa de su víctima.

 

- Estás… loco… - cayó al suelo mientras la sangre llenaba su boca impidiéndole respirar – ellos… vendrán…

 

Sus quejidos acabaron, el filo de la navaja había desgarrado su cuello. La bizarra melodía se mezcló más con ahora las gotitas de lluvia que comenzaron a caer. La sangre derramada empezó a aumentar y a limpiarse a la vez.

 

Takanori lo miró, estaba en paz… debía sufrir más por todo lo que le hizo, pero mientras pensaba una forma de torturar ese cuerpo sin vida, escuchó los pasos de sus acompañantes aproximándose. Escondió la navaja y se escabulló tras unos botes y cajas acumulados en el callejón.

 

-  ¡¿Qué rayos…?! – era sólo uno de ellos, este se acercó a su amigo tendido en el suelo bajo un gran charco de sangre.

 

- No sufrió… casi nada… - susurró Takanori, su voz hizo eco por todo el callejón.

 

- ¿Quién demonios eres…? – examinó la profunda voz tras unos instantes – Takanori… bastardo… - el muchacho sólo gruñó y se apartó del cuerpo de su amigo dando unos pasos hacia atrás.

 

- ¿Te irás?... eres sólo un cobarde… 

 

Hubo un silencio nocivo. Cuando el joven siquiera decidió darse la media vuelta para correr por alguien, miró el reflejo de Takanori en aquella ventana rota dónde alguna vez estuvo plasmada la escena de la tortura sexual que le fue dada sin misericordia tantas veces.

 

Se paralizó, todo pasó tan rápido, no pudo reaccionar… el filo de la navaja ya estaba a la mitad de su garganta, su sangre ya caía al compás de la lluvia. Regurgitó más sangre mientras caía boca abajo sobre el cadáver de su alguna vez amigo. Takanori los miró, casi estaba el final de todo… faltaba el líder de esos dos… el que había comenzado todo.

 

Recordó que él solía llegar después de las prácticas que tenía como capitán del equipo de fútbol. Aún tenía tiempo para su propia muerte. Ese callejón era ideal para todo tipo de actos atroces, Takanori lo sabía muy bien… muy bien. Nadie pasaba ahí, nadie escuchaba ahí, nadie estaba ahí, ni siquiera Dios.

 

Sin pesar en su consciencia y con una macabra sonrisa, tomó ambos cadáveres arrastrándolos hasta la profundidad del callejón. Pasaron los minutos, la lluvia siguió. Escuchó con claridad a alguien acercándose.

- Hoy es viernes, ya sabes – era el tercero de esos hombres, hablando por celular cubriéndose con su chaqueta –Sí… bueno tengo que colgar… - ahí condenó su propia existencia al acercarse al callejón – ¿Ya empezaron sin mí? – abrió un poco más sus ojos al no distinguir a nadie aún – ¿chicos…?

 

Caminó hacia el interior del pasillo al reconocer a sus compañeros. Pero al acercarse cada vez más, se percató de las manchas bermellones en los charcos, además de los cero movimientos de sus amigos. Estaban sentados en el suelo, dándole la espalda.

 

- Ya déjense de bromas… ¿dónde está Takanori? – tocó el hombro de uno de ellos y el cadáver cayó hacia adelante, el otro se movió un poco por el choque.

 

La mano del chico comenzó a temblar, al igual que sus piernas. Los rostros de sus amigos estaban llenos de cortes que deformaban totalmente sus rostros, como si hubiesen sido atacados por las garras de una bestia hasta quedar desfigurados. Había heridas profundas en las mejillas, la piel estaba totalmente desgarrada, alguien se había tomado la molestia de descuartizar sus rostros y después hacer figuritas infantiles con la sangre sobre sus caras. Los parpados habían sido rebanados, los enrojecidos ojos de ambos estaban totalmente abiertos de forma inquietante. Era el arte retorcido de un alma enfermiza.

 

La sorpresa lo congeló, estaba horrorizado sin poder siquiera moverse. La impresión le ganó a toda su razón, no pudo actuar ni hacer nada por pocos segundos.

 

- Sigues tú.

Fue lo último que pudo escuchar antes de que Takanori deslizara el filo de la navaja por su cuello, no pudo gritar por obvias razones. Más sangre y agua empapando sus ropas.

 

Dejó caer el resto del chico boca arriba y se posó sobre él mirándolo a los ojos. Takanori recordó nuevamente los choques de su cuerpo, sus propias súplicas de que se detuvieran, ellos no pidieron ayuda… no tuvieron el tiempo, Takanori no les otorgó el privilegio. Además, no les dio el dolor que ellos le habían hecho pasar, ¿cierto?.

 

Sin expresión alguna, introdujo la navaja de doble filo a la boca de ese hombre. Empezó a hacer cortes por el paladar, destazando cualquier trozo suave que quedase de él, la pasó también por el interior de las mejillas, haciendo ‘’cunitas’’ con pellejos de la carne hasta que pudo ver la punta de la navaja salir por un lado de la piel ensangrentada de su mejilla derecha. Suspiró, observó un brillante arete en su oreja izquierda, adosó la navaja lóbulo en ls oreja y cortó el trocito de carne en vez de quitarle el arete de forma correcta. Miró el arete con el pedazo de piel aun incrustado y lo arrojó hacia los dos cadáveres.

 

Revisó el bolsillo del chico y tomó su celular para después utilizarlo como parte de su labor. Esperó unos minutos.

 

- Policía…- sollozó alterado –necesito ayuda… por favor… - sus brillantes ojos se llenaron de lágrimas y de inocencia nuevamente.

 

Continuó hablando… la lluvia también siguió. Tomó la navaja e hirió parte de su pecho, una larga marca rojiza comenzó a esparcir sangre por sus prendas. La lluvia se llevó el carmesí rastro en su navaja y la arrojó por una de las ventanas del edificio de al lado a través de una ventara quebrada. La naturaleza estaba limpiando lo peor del lugar y la culpabilidad. Por primera vez sintió justicia realizándose, dos patrullas llegaron al área. Las personas convenientemente aparecieron también. Takanori temblaba y se abrazaba al verlos acercarse.

 

- No te preocupes… todo estará bien… - uno de los oficiales se acercó a él y toco sus cabellos - ¿estás herido, cierto? Te llevaremos al hospital… solo te pediremos que en cuanto puedas y estés recuperado, hagas una declaración del hombre que los atacó… sé que debe ser difícil ver como atacaban a tus amigos… pero… hay que hacer justicia…

 

-La justicia es lo más importante… - rumoreó mientras sentía que limpiaban su herida. El resto de los policías y agentes se acercaban y restringían la escena a las personas.

 

-Yo soy el teniente Shiroyama Yuu… puedes decirme Aoi, es más fácil así, me apodan de esa manera… - aquel policía acompañaba a Takanori hacia una de las ambulancias – yo me haré cargo de esto… ¿sí? ¿cuál es tu nombre?

 

-Matsumoto Takanori… - contestó mientras lo cubrían con mantas para calentarlo un poco.

 

- Bien… Takanori… según el reporte que hiciste… llegó un extraño tipo con deseos de hacerles daño a tus amigos… - miró como aplicaban algunos desinfectantes en su herida - ¿eran callejeros, cierto?

 

- No haga tantas preguntas teniente… - mencionó una de las enfermeras mientras la ambulancia arrancaba con rumbo al hospital – el chico esta herido…

 

- Eso lo sé… pero en este momento es importante todo lo que nos diga como víctima sobreviviente y único testigo… - debatió y de repente escuchó su celular - ¿Si, diga? Uhm… parece que mis sospechas eran ciertas… - susurró tras escuchar a uno de los agentes mencionarle sobre ciertas sustancias encontradas entre las pertenencias de los cadáveres  – el único reconocible sin la cara desgarrada… es hijo de un gran mafioso… es triste ver como los jóvenes se ven involucrados en cosas así… y más cuando inocentes sufren por culpa de esa gente o de vagos de esa clase… - murmuró – ah entiendo… los otros dos serán examinados más…

 

Takanori suspiró.

- Según esto… - el oficial seguía sacando apresuradas conclusiones – fue parte de una pelea callejera al parecer… además, es muy común que los chicos con relación yakuza tengan este tipo de encuentros tan fuertes… pero al menos tú estás bien… fuiste afortunado…

 

-Tuve que… armarme de valor… para llamarles… - susurró.

 

- Entiendo… tuviste que soportar hasta que se fueran y pudieses marcar…

 

No hubo más preguntas de su parte, Takanori ni siquiera un sospechoso ya que ese policía tenía muy poca experiencia como tal, así que nuestro joven estaba libre de toda sospecha, fue casi una casualidad que eso sucediera así. Todos los involucrados habían quedado convencidos de lo que parecía haber ocurrido.

 

El rubio sólo se limitó a dejarse llevar por el efecto de la anestesia. No se arrepintió en ningún momento, descubrió una nueva capacidad en sí mismo. Podría hacer justicia su manera, podría ayudar a quiénes estaban en la misma situación en la que él alguna vez estuvo. Un policía era un héroe urbano, Takanori deseaba ser su propio héroe. Entre su subconsciente analizó todo, el final que tendrían esos tres sujetos iba a ser más o menos similar a lo que les dio.

 

Sin embargo, nadie podría quitarle el placer de haber acabado el mismo con sus ‘asesinos’ semanales. Había hecho pagar, a su propio estilo. La idea le otorgó cierto beneficio en esa experiencia sobre su talento, cuando asesinas a un criminal, en este caso a un violador, no se debe ceder misericordia… no a las personas que jamás la tuvieron contigo ni con tu cuerpo. Un sucio orgullo y un deseo de justicia revivieron en su mente. No abandonaría el destino de su mentira y de su equidad.

 

Había más mafiosos así… más víctimas, sin embargo esta vez actuaría del lado de la ley, así cumpliría su veredicto. Aunque sea íntegro, en su realidad no lo es, pero le daría a la policía la posible generosidad criminal que necesita, ese sería el castigo que se daría así mismo. Ayudaría a la institución que engañó por su propia justicia.

 

“Tú no diste el castigo… ahora seré yo quien decida y aplique la sentencia…”

Notas finales:

Conociendo apenas la naturaleza de nuestro protagonista.


Gracias por leer ^^ deja tu comentario si es posible.

 

 


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