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Al vuelo por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Puede resultar un poco confuso

Al vuelo

Y siendo el único que merecía la paz,  aquel que tanto estaba dispuesto a sacrificar, era el único que La Muerte pudo alcanzar.

-No hay más que podamos hacer-

Crudas palabras de un demonio de blanco, de un rostro inexpresivo y frio, la mejilla que pronto recibió su frustración como una descarga de dolor a través de sus falanges demasiado heridas por arremeter repetidas veces contra los muros del establecimiento.

-El no merecía esto-

Nada más que la verdad, pero no podía expresarlo con palabras, lo único que su corazón podía reflejar era el dolor que sus lagrimales se encargaban en descifrar para trasmitirlo al mundo entero.

Nadie estaba a su lado, nadie se arriesgaría a recibir la misma respuesta que el encargado de hacerlo volver, quien había fallado, como todos ellos al no poder hacer nada más por evitarlo. Ni siquiera esa venerada deidad parecía estar dispuesta a hacer algo, no movería un músculo por quien tanto había luchado por protegerla y aunque había dado explicaciones de su proceder, para él eran simples excusas.

¿Estaba condenado? Sin duda era el castigo por revelarse contra los dioses ¿Por qué no era sancionado él también? Todos ellos merecían el mismo pena, el mismo dolor. ¿Estaría sufriendo? No lograría saberlo nunca, y le gustaba pensar que no sentía nada, aunque eso también significaba que  no sentía el cálido cosmos de su amor fraternal incitándolo a continuar luchando. Pero prefería que fuera indiferente a cualquier sensación.

Cada día que pasaba en esa prisión blanca, escuchando el mismo canto artificial de su palpitar a través de las maquinas que intentaban mantenerlo con vida ¿Vida? Solo el cuerpo, pues su mente ya no estaba allí y no estaría nunca, esa fue la pena por revelarse y luchar por el domino de su cuerpo cuando la situación lo ameritaba

“Niisan, no te preocupes por mi” en ese momento debió acabarlo, dar un golpe certero al centro de su corazón y liberarlo de su destino, de lo que mas marchitaba sus entrañas. El vehículo, la vasija para contener el espíritu de un ser sensible a la pena. Lo había escuchado de sus labios mientras intentaban escapar de los escombros que caían cuando aquel había desaparecido. Lo había explicado, dejado claro ante sus odios y los de sus compañeros. Él no era un villano, simplemente veía las cosas diferentes, no soportaba lo que la humanidad se hacia a si misma, los salvaría condenándolos a una eternidad. El corazón más puro había logrado comprenderlo.

¿Pero de que le valió eso? Si al pisar tierra, alejarse del mundo que permitía a los muertos caminar libremente se dieron cuenta de lo que en realidad había pasado con él. Su mente no soportó aquella lucha interna, colapsó de inmediato y no había vuelto a despertar.

-Muerte cerebral-

Sinónimo: condena.

Lagrimas de un niño.

Pero no se apartó de él, a pesar de que todos ellos habían sido llamados muchas veces caballeros de la esperanza él no mantenía nunca la fe, para él no dependía de eso en las batallas. Él hacia su suerte, el trazaba su destino y jamás había pedido favores a su divinidad. Pero ahora mantenía siempre una oración entre sus labios, en su garganta directo desde su palpitar.

A las orillas del rio. De su flujo sanguíneo.

-¿Debemos llorarlo?- No era la mejor manera de honrar su memoria, era menospreciarlo pues en vida, la verdadera, trataba de mantener siempre una actitud cariñosa con todos, incluso con sus enemigos

Sonrisa cariñosa

Recuerdos fraternales

Tardes cálidas y lluviosas

¿Seguir luchando? No sabia si debía hacerlo,  una decisión que ninguno quería tomar y que habían dejado sobre sus hombros. ¿Como aniquilar su último gramo de humanidad? No era capaz de decir que si, era traición, pero tampoco podía decir que  no porque eso era dejarlo prisionero.

Rostro angelical

Alas que cruzaban el infierno.

Permanecía mirando fijamente sus ojos, su rostro dormido que cada día palidecía mas, perdiendo su suavidad y belleza. El tiempo pasaba, él se deterioraba, cada vez era menos su hermano y mas un cadáver. Las piscas de esperanzas se habían marchado hacia mucho, pero seguía aferrado a que si lo miraba fijamente un día despertaría, tal como lo había hecho Pegaso.

Las pesadillas lo invadían, había reflejos esmeraldas en todos lados, hilos de seda negra que envolvían las plumas doradas de la inmortalidad, opacaban su brillo, lo consumía con su aliento de muerte.

Fénix, ave de misterio, sin fronteras reales, llamas de oro carmesí. ¿Dónde había quedado su misticismo?

Al otro lado del rio Aqueronte, varado por culpa de sus lamentos.

-La decisión es tuya- Eso era mentira, la decisión era de quien convalecía. Solo necesitaba una señal, más dolor para el mundo.

Estaba en el espejo, joyas preciosas, esmeraldas que contemplaban el pasar del tiempo. ¿Imaginación? El jade, hebras negras, la muerte…

…Hades… ¿Destino?

-Es hora de irnos- La voz que siempre lo acompañaba, la que lo desertaba, lo hacia entrar en razón y recordaba que quien estaba encerrado entre los brazos delgados y transparentes era otro.

En casa, en las penumbras, solo entre las sabanas después de cenar. ¿Cómo era su vida desde hacia tanto tiempo? N siquiera era vida.

Insomnio.

Esmeraldas en el aire.

Esmeralda de cabellos rubios.

No veía el pasar del tiempo, no sentía el amanecer hasta que él venía para que comiera, para que abriera los ojos y recibiera el rayo cálido del astro rey, para que viera el viento, sintiera el dolor. Él lo incitaba a vivir. Pero alguien más le decía que no debía vivir.

Cada sonrisa, cada lágrima, alegría y sufrimiento, risa y llanto. Vacío negro. Macabra realidad. Quien más merecía la paz, no la había conseguido. Sus ojos se habían cerrado eternamente, su sonrisa había desaparecido. Su única razón, su último gramo de humanidad… y no sabia que hacer con él. Asesinarlo… retenerlo. Salvarlo o condenarlo.

Cada vez que aspiraba el frio hielo estaba allí. Cada vez que parpadeaba el azul del cielo lo acompañaba. Nunca se había ido, en ese tiempo había permanecido junto a él. No entendía si era para estar con el durmiente o para evitar que la condena también callera sobre el fuego ardiente. Pero ese día también estaba allí, arreglaba su almohada, peinaba su cabello y limpiaba su cuerpo para evitar que su piel perdiera cada vez mas suavidad.

-¿Por qué sigues aquí?-

Su diosa había otorga una vida normal, las guerras habían acabado y los demás sobrevivientes habían aprovechado la oportunidad con matrimonios, hijos… con la vida misma, pero él seguía allí.

-Solo estoy aquí-

Era siempre su respuesta.

Reflejos púrpuras, ojos verdes. Hebras de oro y ojos de hielo.

Él seguía allí.

No supo cuando comenzó a notarlo, su distancia, su cercanía, cuando estaba apacible o desesperado. Pero ya no era una presencia vacía. Era su compañía. Los unía un mismo sentimiento: el amor para el eterno soñante. Diferentes, pero amor a fin de cuentas.

Esta vez fue mas consiente, lo veía claro. Sus expresiones, su presencia, sus ademanes y ausencia. Ahora sabía que había sido él quien lo había salvado a él.

Una mañana especial lo había tenido, aferrado a su espalda en un contacto que jamás se había permitido con nadie más. Lo había besado, acariciado y no opuso resistencia. En esas blancas paredes, con un testigo ausente, había descubierto que la vida continuaba. Y eso era maravilloso.

-La decisión es tuya-

Palabras ciertas, pero ahora con distinto significado. Y tomó una decisión. Iba a intentarlo

Noche mágica.

Aves al vuelo.

Corazones de fuego.

Y la decisión había sido tomada, no sabía si lo había hecho porque tenía la fortaleza que él le había dado desde que tuvo oportunidad. Porque estaba allí por él, no se había marchado porque quería acompañarlo. Y sin darse cuenta se había vuelto parte de su vida. No sabría como permanecer sin él. Sin uno más.

¿Remplazo? Tal vez

¿Aprovechado? No

¿Oportunidad? Sin duda

¿Nueva vida? Lo deseaba.

Reunión. Todos estaban allí. Amigos de batallas. Hermanos de palabra y lágrimas. Compañeros del dolor. Familia por sufrimiento.

Era el adiós, el diría adiós por siempre y lo dejaría marchar, no deseaba mantenerlo en esa vida mas tiempo del necesario y si su alma había decidido que su tiempo había sido cumplido, respetaba esa decisión.

La bomba dejó de subir, el aire dejó de entrar como mentira. Su cuerpo aun permanecía. Luchaba y no quería creer que se había equivocado. Hasta que lo comprendió.

-Está bien, Shun- susurró a sus oídos sordos, besó su mejilla tibia y una perla salada se desintegro en su psique- Estoy bien- concluyó tomando la mano de la persona a su lado.

Segundos, instantes, eternidades. Era lo mismo en esa fracción de segundo.

Un corazón se detuvo. Un alma era libre.

Había una risa infantil

Un juego que podía recordar.

Sonrisa cuando el viento jugaba con su cabello.

Alegría de una vida juntos.

Sueños cortos.

Vida arrebatada.

Sacrificio por él. Sacrificio que no desperdiciaría.

Nada valía, no se había ido, porque juntos volarían, Cisne y Fénix junto a la doncella. Ambos habían liberado a Andrómeda. Sus vidas estaban al vuelo ahora y dejarían esa tierra de sufrimiento.

Se había equivocado. Quien mas merecía paz era quien la había logrado. Elíseos.

Caricias de la primavera

Amor en el aire.

Dolor.

Angustia.

Libertad.

Aves al vuelo.

Notas finales:

Si lo han entendido agradeceria un comentario.

Saludos


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