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Recuerda por Omore

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Notas del fanfic:

      Sé que dije que para hoy tendría el nuevo capítulo de "With every heartbeat", pero no ha podido ser. Entre que he tenido lío estos días, y que el muy cabrito se me está resistiendo... en fin, espero tenerlo para antes del lunes.

      Anteayer me dio el chispazo y en un ratito libre escribí una viñeta sobre dos personajes originales de Reborn que tengo en mente. Es posible que escriba un fic largo con OC; mientras me lo pienso, estas cosillas van saliendo.

      De la familia que he creado, Nala y Lux [las protagonistas de esta viñeta] son las más importantes. Ambas pertenecen a la familia Argento, traficantes de información y blanqueadores de dinero. Lux iba a ser en principio la heredera, pero la familia decidió que por su personalidad "no valía" y escogió a su prima segunda y pareja, Nala. La familia prosperó mucho gracias a ella, pese a que Nala nunca había pretendido dirigirla. Esta "traición", como Lux quiso verlo, envenenó su relación; primero de forma unilateral, hasta que Nala se cansó también y todo lo que habían sido quedó prácticamente hecho trizas.

      Las cosas están así: Nala sigue amando [que no está enamorada; no me canso de repetir que no es lo mismo] a Lux; y Lux a ella, pero la odia más de lo que la quiere, y sin embargo no puede olvidarla. El trabajar para ella y la convivencia no ayudan a que lo suyo se enfríe. Este fic relata los sentimientos contradictorios de Lux y por qué sigue acercándose a Nala.

      Datos aclaratorios: Nala está de salud para el arrastre. Leyendo el fic no es difícil adivinar por qué, aunque cabe señalar que padece eritremia.

      Como dato, si escribo ese fic largo no habrá parejas OC/Canon. Ni una sola. No me gusta. Así que no hay nada que temer xD A ver qué os parecen mis pequeñas.

      Es inevitable: la ve y recuerda. Recuerda aquellos tiempos en los que eran felices juntas y adoraba hasta el blanco de sus ojos, el cual ahora aprecia rojo por el porro que seguramente se acaba de fumar.
      Aún no ha notado su presencia. Se pregunta si la habrá notado alguna vez y los dientes se le aprietan al no encontrar respuesta.

      El sedoso cabello le cae en ondas caprichosas por la espalda. Le gustaba más cuando lo tenía castaño, de su tono natural. El cobrizo la hace ver aún más pálida y las raíces oscuras gritan que necesita un nuevo baño de color. Nada que ver con el suyo, plumoso y de un rubio tan claro que casi parece blanco. Se acaricia la mecha negra que cae sobre uno de sus pequeños pechos y recuerda que ella también debería repasársela.

      Nala se retira el flequillo del rostro con un fluido movimiento de cabeza y la luz blanca del ordenador portátil ilumina los ángulos de su cara. Afilados. Demasiado. Sabe por experiencia que si se acercase a la cama en la que está sentada y le quitase la sudadera morada descubriría las formas salientes de sus costillas. Se mata lentamente y ambas lo desean. Más o menos.

      Lux se muerde el carnoso labio inferior. Nala es mucho más guapa de lejos y eso la lleva a aproximarse. Así podrá ver las pecas y los lunares que tachonan su piel, las zonas ligeramente descoloridas alrededor de su boca, el modo en que el maquillaje ahumado ha empezado a degradarse en torno a sus párpados, y así regocijarse al recordar otra vez que no es perfecta.

      Nala levanta la vista cuando se sienta frente a ella, y la bruma brillante en sus ojos color avellana se agudiza.
      Cómo la detesta.

   —¿Qué pasa, Lux? —pregunta suavemente. Siempre se le ha dado bien hacer que su voz exprese todo lo contrario a lo que piensa. Casi puede ver los engranajes de su retorcido cerebro rodando tras esa cara hermosa, sobreestimulados por la cafeína y la marihuana que le emponzoñan las venas.

   —Has vuelto a fumar —acusa Lux. Su tono de contralto resulta incongruente con su escasa envergadura, con su cuerpo más propio de una púber que de una joven de veintitrés años. Nala contempla la suavidad de sus facciones y recuerda cómo la miraban con cariño antes de rozar sus labios. Nala nunca besaba primero; ni siquiera a ella.

   —¿Querías apuntarte o qué? —cómo desea Lux arrancarle esos ojos que han visto todo lo que a ella le correspondía.

   —No —escupe con veneno. La mirada se le desvía sola y topa con un documento abierto en la pantalla del ordenador. Recuerda que a estas horas de la noche suele estar escribiendo (en .rtf, no en Word) o leyendo, probablemente a Kafka ("El artista del hambre", su favorito)—. No quiero saber nada de tus mierdas.

   —Entonces, ¿qué haces aquí?

      Los dedos fríos de Nala le tocan la mejilla. Se acercan al rabillo del ojo y la penumbra no permite distinguir el color de sus lentillas. ¿Rosas, naranjas tal vez?
      Lux deja caer los párpados y recuerda cuando no dolían los besos. Recuerda cuando la abrazaba para sentirse protegida por su calor, en lugar de para clavarse sus huesos y asegurarse así de que su fin estaba próximo. Recuerda cuando creía que ella sería la dirigente de la familia Argento y que Nala estaría a su lado como más le gustaba: entre las sombras, velando por ella en todo momento. Recuerda cuando ella era el Cielo y Nala la Nube que jamás la abandonaría. Recuerda todo eso para no recordar que sin Nala es pequeña y tiene miedo; y que, sobre todas las cosas, la requiere cerca para que sus emociones la hagan grande. Ahora que no le queda nada que defender, Lux necesita un adversario al cual arrebatárselo.

Notas finales:

      Hacía bastante que no retomaba este estilo. Lo echaba de menos.

      Voy a ver si sigo dándole caña a "Heartbeat", que buena falta me hace.

E.


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