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El guardián de la cascada por Daiza the Sword

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Notas del fanfic:

Este es un One-shot, no esperen continuacion.

Caminé a través de la espesura hasta la orilla del río. El agua cristalina se deslizaba sin prisa, el calor era sofocante. Me incliné sobre mis rodillas y mojé mi rostro, entonces lo vi. De pie bajo la pequeña cascada, el agua bañaba sus cabellos de plata, su piel nívea parecía relucir al brillo del sol. Permanecí inmóvil, observándolo. De espaldas a mí, con su cuerpo desnudo y lampiño, parecía un fantasma del paraíso. Mi corazón se aceleró y algo despertó dentro de mí. Mi curiosidad se incrementó como un instinto salvaje. Él me vio.

 

Aunque nos separaba una distancia prudencial, vislumbré una pequeña sonrisa dibujada en su rostro. Con una mano me indicó que me acercara. Dudé, pero el impulso fue más fuerte y avancé con lentitud. Me detuve antes de llegar a la cascada y lo observé con cautela. Sus ojos zafíreos parecían desvestirme mientras me devoraban con lascivia. El calor se agolpó sobre mi rostro. Él me llamó en un susurro, su voz me llegó suave y melódica. Volví a dudar, pero el instinto se había apoderado de mí. Dejé en la orilla las pocas prendas de piel que llevaba y me zambullí en el rió. Las bondades del agua llegaron a mí tan refrescantes como el roció de la mañana, podía sentir como me revitalizaba mientras me invadía un mar de sensaciones, nutriendo cada parte de mi ser.

 

Alcé la cabeza fuera del agua, ahí estaba él, mirándome mientras mi cabello rubio escurría gotas perladas. Me incorporé mientras me acercaba cada vez mas a él, parecía arrastrarme el embriagador encanto de su imagen, me fascinaba. Parado sobre una plataforma natural de roca, me atraía de forma invisible, como un nenúfar en un estanque. Cuando apenas nos separaba la distancia de dos cuerpos pude contemplar en detalle como su piel parecía resplandecer ligeramente con un brillo perlino. Estiró una mano y me acarició la mejilla. Me ruboricé pero su tacto se sentía calido y confortable, su sonrisa majestosa me llenaba de una extraña felicidad.

 

Las diferentes sensaciones que me transmitía con sus caricias atravesaban mi cuerpo como relámpagos en una tormenta. Se acercó más y pude sentir su aliento mientras unía sus labios a los míos. Mientras degustaba el sabor de su boca sentí como sus manos recorrían todo mi cuerpo, deteniéndose en las partes más sensibles de mi pecho y cadera.

 

Con su sonrisa de oreja a oreja se relamió la comisura de los labios y puso sus manos sobre mis hombros, indicándome que me agachara. Cundo lo hice puede ver su mástil ardiente apuntando palpitante a mi rostro. Olía a deseo salvaje. A mis quince inviernos yo jamás había participado en esta clase de actos, solo había visto lo que hacían los mayores. El miedo me había abandonado desde el inicio, y ahora solo me gobernaba la creciente pasión de mis impulsos. Comencé a lamer su extensión, haciendo círculos con mi lengua en la punta y luego recorriendo su tronco. Jamás lo había echo antes, pero recordaba haberlo visto. Su sabor era embriagador, no podría describirlo con exactitud, pero los gemidos y sensaciones que le estaba provocando me incitaban a seguir con más fuerza. Me guiaban mis pasiones mas ocultas y mientras me alimentaba de ellas me deleitaba en los armoniosos sonidos que escapaban de su boca. La tortura era un delicioso placer para él, pues sus gemidos se hacían cada vez más fuertes y constantes. Acariciaba mi cabello y mis mejillas mientras yo degustaba la exquisitez de su hombría, dejándome llevar por el más puro instinto animal. Saboreé los jugosos frutos que pendían en la base de su tronco y cuando regresé a la cúspide recorriendo su extensión su cuerpo pareció convulsionarse, soltó un gemido gutural y sujetó mis hombros con fuerza a la par que explotaba liberando su néctar sobre mi boca. Me lo bebí sin desperdiciar una gota, como un animal hambriento. Saboreé la delicia de sus jugos como miel entre mis labios. Me relamí los labios deseando más, él pareció notarlo. Extrañamente a pesar de haber perdido tanto líquido no se mostraba cansado, de hecho parecía dispuesto a más.

 

Me dirigió una mirada hambrienta y yo volví a lamerme los labios golosamente. Tomó mi mano, me guió hasta la orilla del río y me tumbó con la espalda al cielo. Me apoyé sobre mis rodillas, mientras me ofrecía a él. Sería mi primera vez, y francamente no lograba reconocerme, aquellas actitudes eran tan impropias de mí, como si simplemente me dejara llevar por el placer desconocido de mis impulsos latentes. Se inclinó sobre mí y pude sentir como restregaba su hombría contra mis muslos. Sentí su lengua recorrer desde mi oreja a mi cuello al ritmo que se frotaba contra mí. Luego pude sentir la punta de su mástil tratando de abrirse paso dentro de mí. El miedo regresó, pero el instinto era más poderoso y consiguió aplacarlo mientras él se internaba dentro de mi inexplorada cavidad. Jamás había sentido un gusto tan grande. Las deliciosas sensaciones que me producía mientras se adentraba cada vez mas en mi interior era desconocidas y bien recibidas en mí. Mi cara debía estar en blanco por el placer, pues solo podía mover mis caderas al compás, mientras él me devoraba guiado por su libido.

 

Mientras mis codos y rodillas se restregaban contra la hierba verde, él cavaba un túnel dentro de mí. Las embestidas se hicieron más veloces y las estocadas más profundas, me sentía en el paraíso mas alejado de este mundo terrenal. Mientras la saliva escurría por mi boca él apresuraba más el ritmo de las embestidas. Súbitamente me tomó de los hombros y me hizo incorporarme sobre mis rodillas, se abrazó a mi pecho acariciando mis pezones y apretando su cuerpo contra el mió, mientras seguía atacándome cada vez más fuerte. Hasta que sentí como se derramaba dentro de mí, llenando mi interior con un torrente de su esencia. Aquella inundación hirviente que me llenaba las entrañas junto con su hombría que aún sellaba la entrada al túnel de mi ser me llevó al mas puro éxtasis. No pude aguantar más y yo también me derrame, volcando mis jugos sobre la hierba bajo nosotros. Fue demasiado para mí, me dejé caer sobre la hierba, necesitaba descansar. Podía sentir como su semilla escapaba entre mis piernas. Él permaneció en la misma posición, erguido sobre sus rodillas, exhausto. En su rostro vi la sonrisa del victorioso mientras se esforzaba por recuperar el aliento. Se dejo caer a un lado de mí, pegando su cuerpo contra el mío, me susurró al oído:

 

–Eres delicioso.

–¿Qu-quien eres t-tú? –Logré decir con el poco aliento que tenia–.

–Soy Yandere, el espíritu que cuida esté rió y está cascada. Su voz me llegó tan melodiosa como el primer susurro, y sin poder luchar contra el agotamiento me quede dormido.

 

Cuando desperté, él ya no estaba. Probablemente habría regresado al plano inmaterial. Me zambullí otra vez en el río para lavar lo pegajoso de mi cuerpo. El viento nocturno me secó con rapidez y poniéndome las prendas de piel desande el camino de regreso al campamento de mi tribu.


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