Hey, Mello:
Créeme que habría sido un honor para mí el complacerte, pero, por desgracia, mis ganas de provocarte superan con creces a lo racional.
¿Sabes?, yo también tengo unas inmensas y desenfrenadas ansias de verte…
Porque, vamos, Mells… No importa cuánto insistas en tu papel de rudo e insufrible malnacido, el deseo oculto por enterarte de que haga totalmente lo contrario a lo que pediste, es perceptible a kilómetros de distancia.
Lástima que fuera precisamente yo el causante de tantos sentimientos “negativos” en ti… Lástima que sea tan masoquista. Pues, por muchas órdenes o amenazas que reciba de tu parte, mi intención de seguirte tentando continuará tan e incluso más persistente como en un principio.
Sí, Mello… Tal y como estás pensando.
Los encuentros, los roces, las miradas… Todo, desde el comienzo, estuvo total y absolutamente planeado… Por mí.
Oh, sí… Resulta que nada fue accidental, después de todo.
Puedo imaginar cómo has de estar sintiéndote en estos momentos.
Sí, de seguro has de querer, desear… Necesitar matarme. Sin embargo… ¿Por qué desperdiciar fuerzas en eso? Si esas mismas ganas y ese mismo tiempo, podemos emplearlos en un contexto muchísimo más productivo e interesante.
Vamos, Mihael… Ahora soy yo quien te está retando.
Ambos sabemos perfectamente dónde vivo, y cuán deseoso estás por venir.
Pongámoslo así…
Golpearás la puerta, sulfurado… Furioso. Abriré, casualmente recién salido de la ducha… Completamente desnudo. Nos miraremos; tú desconcertado, yo acucioso. Entonces me colgaré de tu cuello, te acorralaré contra la pared… Se cerrará la puerta y mis labios reclamarán los tuyos en un beso afanoso… Voraz.
Se invertirán los papeles, sé que durarás poco creyéndote sometido; terminaré siendo el acorralado, deliciosamente atrapado entre el frío cemento del muro y tu ardiente cuerpo. Besarás, morderás y succionarás mis labios, derritiendo el cause de mi coherencia en cuestión de segundos… Excitándome como sólo tú eres capaz de hacer.
¿Quieres violarme, Mello?... Viólame Entonces.
Sí, viólame… Mientras finjo que me opongo.
Encímate a mí, devórame con dientes y lengua el cuerpo. Márcame como gustes; demuéstrame que soy tuyo… Que sólo a ti he de pertenecer.
Desármame, destrózame… Minimiza mis intenciones de seguirte provocando.
Has de mí lo que se te venga en gana, mientras continúo fingiendo que opongo resistencia.
Ahora mismo estoy en mi departamento. Ese que, por supuesto, ya has de conocer. Y, curiosamente, tengo la leve impresión de que tu carta se extravió con rumbo indescifrable, el mismo día que llegó a mis manos.
Que tragedia, ¿verdad?
Luego de todo el afán que pusiste en recalcarme de mil modos que fuera cauteloso, voy y pierdo tu carta así, sin más.
Merezco un castigo, ¿no te parece?
Ah, sí… Antes de que lo olvide.
No creo que des miedo, cuando yo supe tu vida al revés y al derecho, mucho antes siquiera de que consideraras la posibilidad de reparar en mi existencia.
Créeme, Mihael… Si un sicópata acosador hay entre nosotros, ese soy yo sin duda alguna.
Me encantas desde el primer día que pisé esta estúpida ciudad; sólo verte entre ese cúmulo de personas insignificantes bastó para entender que debías ser mío, a como diese lugar. Poco importaban, en ese momento, los medios que debiese utilizar para conseguirlo.
Si un ser perfecto existe en este mundo, eres indiscutiblemente tú.
Y no sabes cuánto anhelo hacerte mío de una vez, de la forma que sea.
Me fascinas, rubio insoportable…
¿Qué harás al respecto?
Matt