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Just once... por Ayume

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Notas del capitulo:

Pues en fin! Considérenme conservadora radical, pero yo sin un AoixUruha no voy a ninguna parte x33

Bueno, en realidad lo de los sueños es algo que me pasa desde secundaria y es cierto. El final, pues oye, no me disgustaría que fuera así xD (no, el de mis sueños no es Aoi, pero se le da un aire xD)

Espero que les guste! :D

El corazón le iba a mil por hora. Se revolvía entre las sábanas mientras por su frente resbalaba un sudor frío. ¿Qué le pasaba? ¿Qué estaría soñando? Nos adentramos en su mente y pudimos ver cómo perseguía a alguien a quien parecía no poder alcanzar nunca. Aquella persona que cada noche volvía a apoderarse de sus pensamientos. Su melena larga y azabache caía despeinada por su espalda. De repente se paró, dio una última calada a su cigarrillo y lo lanzó lejos de allí. Nuestro protagonista pareció detenerse, ya que aquel pelinegro se mantenía fijo en la lejanía. Finalmente giró su rostro dejando verle la cara. Sus ojos negros profundos y esa media sonrisa tan arrogante que tanto le gustaba.

-          Despierta – Dijo casi en un susurro.

            Sus ojos abrieron casi por arte de magia. Se podía ver su ceño fruncido en signo de desagrado. Definitivamente no quería despertar de aquel sueño. Estaba confuso, frustrado. Cogió la almohada con la que descansaba y se tapó la cara soltando un fuerte grito.

            Al cabo de unos minutos se encontraba en la cocina. Su compañero de piso estaba preparando algo de café en una vieja máquina. Se dio la vuelta con una sonrisa burlona en la cara dirigida precisa y expresamente hacia nuestro protagonista.

-          ¿Qué?

-          Nada, nada – rió más aún.

-          Escúpelo Akira – respondió en tono enojado.

-          Es solo que… ya me hace gracia.

-          ¿El qué?

-          Tú sabes… - hizo como si cogiera un almohadón y se lo pusiera en la cara imitando un grito ahogado, para después echarse a reír.

-          No me hace ni puta gracia – se sentó en la mesa del comedor y recibió un café hecho para él.

-          Venga, algún día encontrarás a alguien que te haga olvidar a ese gato negro.

-          No sé Akira – agachó la cabeza

-          No puedes vivir eternamente enamorado de un sueño.

            Claro que no podía vivir eternamente en un sueño, pero se estaba tan bien. Soñaba con él desde la secundaria lo cual no es poco sabiendo que me encontraba en tercer año de carrera. Recuerdo que fue una época muy mala en la que apareció por primera vez. Apareció… o quizá me aparecí yo.

            Estaba corriendo hacia la estación de tren, más bien huyendo, no, no sé exactamente qué era, el caso es que sabía que debía ir allí. Sabía que como no me diera prisa no llegaría a tiempo. Y una vez llegué a las escaleras que daba lugar a uno de los andenes, le vi. Comencé a bajar peldaño a peldaño para poder ver mejor su figura. Llevaba unas botas militares y unos pantalones pitillo negro, era delgado, supuse al ver sus piernas cruzadas de manera que el tobillo de una quedara encima de la rodilla de la otra. Otro peldaño más y su torso se iba descubriendo para mí. Estaba bien formado, no era exagerado, pero se podría decir que hacía deporte. Otro peldaño más. Llevaba puesta una cazadora de cuero y una camiseta negra que parecía quedarle algo grande. Otro peldaño más. Se encontraba recargado sobre un banco, una mano estirada y con la otra, llevaba a su boca un cigarrillo. Último peldaño, y pude comprobar cómo su pelo caía por debajo de sus hombros. Negro azabache y sin un peinado nada elaborado. Seguramente se echase algo de agua por la mañana y ya está. Tenía los ojos cerrados debido a la inhalación del humo. Los abrió cuando por fin lo expulsó. Estiró esta mano de la misma manera que la otra y empezó a tocar un ritmo con la punta de sus dedos. Más tarde comprobé que acabado el banco, había una funda rígida de guitarra.

            A cada paso que me acercaba, parecía que mis pasos retumbaban más en aquel espacio. Hasta que me miró. Dirigió esos ojos tan profundos como la noche hacia mí. No había nadie más, seguro que era a mí. Y al final, sonrió. Una media sonrisa que no sabría bien si decir que mostraba amabilidad o arrogancia.

-          ¿Esperas algún tren?

-          Eh… claro. – volvió a reír.

-          No hay más trenes por hoy. El último se fue hace cinco minutos.

-          Y entonces… ¿por qué no lo cogiste? – él desvió la cabeza soltando una risa muda.

-          Sentí que debería quedarme – después de un rato, se recargó hacia delante, y me volvió a sonreír. – No muerdo, puedes acercarte. – Sentí cómo un escalofrío recorría mi espalda y cómo mis mejillas se tornaran en el rojo más intenso que pudiera existir. Me acerqué de a una y me senté en el mismo banco guardando cierta distancia - ¿Quieres? – Me tendió una caja de cigarrillos.

-          N-no fumo.

-          ¿Lo has probado?

-          No.

-          ¿Quieres? – Acabé asintiendo. Tosí un par de veces, pero al segundo cigarrillo aquello entraba mejor. Tenían cierto sabor a menta, lo cual agradecí.

            Se que esa noche hablamos de trivialidades que me preocupaban. Era una persona muy atenta, parecía querer saber lo más posible de mí en el mínimo de tiempo. Y yo como un idiota no paré de hablar y hablar. Algunas veces me interrumpía para darme su opinión respecto algunos de los temas que tratábamos. Su voz era… Esa voz conseguía darme escalofríos.

           Aquel día antes del instituto compré una cajetilla en un comercio donde sabía que no me pedirían identificación. A la hora del receso, me escapé hacia el lugar más apartado para que no pudieran pillarme. Fue entonces cuando conocí a Akira.

-          ¿Quién eres tú? – su voz sonaba ruda mas su cara no expresaba disgusto, sino curiosidad.

-          Kouyou, Takashima. ¿Y tú?

-          Suzuki, Akira. – Se acercó, y se sentó a mi lado - ¿Tienes fuego? Mi zipper se cayó fuera de la verja y no llegaba. – Le ofrecí el mío y volvimos a quedar callados. No era un silencio incómodo, sino totalmente lo contrario - ¿Es la primera vez? Digo, nunca te he visto por aquí.

-          No, no lo es.

-          Y… ¿por qué empezaste? – me quedé pensativo por un momento.

-          Por culpa de un gato negro – Se rió.

            Nunca pensé que desde aquel segundo, Akira se convertiría en mi mejor amigo, y mucho menos, que me acompañaría durante toda la vida. Acabé por contarle lo de los sueños que tenía. Al principio, un poco preocupado ya que no sabía cómo vería él el que me hubiera enamorado de una persona del mismo sexo. Al cabo de unos meses, me presentó a su novio Takanori. Y pequeñajo con muy malas pulgas, pero con un gran corazón.

            En este momento, me encontraba caminando hacia la estación de tren. Acababa de salir del trabajo. No llevaba mucha prisa, ya que, si no cogía el próximo tren, habría otro más tarde. Pero algo me dejó paralizado mientras bajaba las escaleras. Un gato negro. Entrando como un haz de luz negra hacia el tren. Antes de entrar me miró, sé que me miró, y su cara se descompuso. Acabó por montarse en aquel tren.

            Al día siguiente sentí la necesidad de verle, tenía que correr o entonces, no llegaría con tiempo. Cuando llegué el tren ya se estaba escapando por el túnel. Bajé con desdén las escaleras, no había nadie prácticamente, o eso pensaba yo. Cuando bajé el último escalón ahí estaba. Mis ojos se abrieron como platos. Era tal y como la primera vez, su ropa, su pose, incluso la misma funda de guitarra al extremo del banco. Pero esta vez fue diferente. Me miró, me sonrió, y dio unas palmadas contra el lugar al lado suyo, invitándome a sentarme.

-          Ese era el último tren.

-          Ya. – su voz… la misma.

-          ¿Cómo que no lo cogiste? – Giró su cabeza hacia mí, y volvió a mostrarme es media sonrisa que tanto me gustaba, mis mejillas estaban a punto de explotar.

-          Sentí que debía quedarme.

            Desde ese momento comenzamos a hablar de trivialidades. Tanto fue, que los primeros trenes empezaron a aparecer a eso de las cinco, aún era de noche y quedaban horas hasta el amanecer.. Con suerte era domingo y no debía trabajar ese día. Hizo el ademán de montarse en el siguiente tren, pero no debía dejarle escapar esta vez.

-          ¡Espera! – se giró sonriendo – Me… me preguntaba si te apetecería… - Antes de terminar la frase, noté su mano en mi cabeza revoloteándome el pelo.

-          Me encantaría. – Susurró a mi oído – pero antes de nada, me gustaría que me dieras algo a cambio.

-          ¿El qué?

-          Tu nombre.

-          ¿Mi nombre? – Asintió.

-          En mis sueños me decías que te llamabas Uruha, pero dudo que ese sea tu nombre.

-          A mí nunca me dijiste ni si quiera un apodo – rió.

-          Llámame Yuu.

-          Yo soy Takashima.

-          Bien… ¿Dónde vas a llevarme Shima?

-          ¿Quieres venir a mi casa? – Asintió, pero esta vez su sonrisa era distinta, como de alegría.

            Una vez llegamos, nos dirigimos a la cocina a hacer el desayuno. Bueno, yo lo hacía mientras él me hablaba desde la mesa. Akira no estaba, seguramente fuera a dar una vuelta con Taka. Una vez acabamos me dispuse a fregar los platos pero me paralicé cuando sentí unos brazos rodeándome la cintura y una respiración sobre mi oreja.

-          No me despiertes, por favor.

            Al girarme pude notar sus ojeras. No habíamos dormido nada y ya casi estaba amaneciendo. Entre cerraba los ojos como si fuera a dormirse. No podía dejar que esto pasara, si él se dormía, o si yo me dormía… realmente no sabía si estaba despierto o estaba soñando, pero estaba ahí y no quería que se acabase. Tomé su rostro con ambas manos y le besé. Esos gruesos labios que parecían de piedra. Pareció reaccionar, ya que en cuestión de segundos su lengua luchaba por entrar en mi boca.

            Notaba sus manos bajar por mi cintura parándose antes de  llegar al final de esta, como si estuviera pidiendo permiso. Mis manos pasaron de sus mejillas hasta la nuca profundizando aún más ese beso. En ese mismo momento noté cómo sus manos descendían fuertemente hacia mis muslos sujetándolos de manera que quedara sentado en la encimera.

            Transportó sus labios hasta mi cuello, dejando pequeños mordiscos en él. No pude reprimir soltar un leve gemido. Ante aquello, clavó sus uñas en mi trasero lo que me hizo repetir el acto. Con sus manos, hizo que le rodeara con mis piernas para más tarde llevarme a mi cuarto con alguna ayuda de mis indicaciones. Me tumbó en la cama quedando por encima. Rozó con su mano mi cara desde la frente hasta llegar a las clavículas.

-          No sabes cuánto tiempo llevo deseando esto.

-          No sabes cuánto llevo yo – respondí.

            Sonrió y sin apartarme la mirada, comenzó a desabrochar los botones de mi camisa, cerré los ojos y pude sentir cómo repartía suaves besos desde mi ombligo hasta mi pecho parándose en uno de mis pezones, mordisqueándolo, succionándolo, haciendo cosas que ni en mi imaginación existían.

-          Ahh

            Curvé mi espalda en señal de excitación. Los gemidos cada vez se agolpaban en mi garganta en un intervalo más reducido. Llevó una de sus manos a mi entrepierna y comenzó a masajearlo firmemente. Sentía que los pantalones iban a estallar. Como si leyera mi pensamiento, desabrochó el botón de estos con los dientes. Alcé la vista para verle y noté sus ojos clavados en mí. Me sonrojé al instante, lo que hizo que él volviera a sonreír.

-          Deja de sonreír así…

-          ¿No te gusta? – dijo volviendo a acercarse a mi oído tomando mi miembro que ya se encontraba al descubierto haciendo gestos de vaivén.

-          N-no es eso… - mordió mi lóbulo a lo que no pude resistir soltar un nuevo gemido – Aah

-          ¿Entonces? – volvió a mostrarme esa media sonrisa que tanto me provocaba.

-          Pareces… ahh…un maldito pervertido nh…

-          ¿Y si no solo lo parezco? – Bajó acariciando mi torso con sus labios y más tarde engullir por completo mi pene.

-          AAAH

            Elevó el ritmo considerablemente. Yo de mientras me sentía en el séptimo cielo. Me incorporé un poco abriendo los ojos, simple morbo, para qué negarlo. Aparté mechones de pelo de su cara. Recorrí toda su anatomía completamente desnuda. Me fijé que él también se estaba masturbando. Terminé de incorporarme impidiendo que pudiera continuar su labor. Llevé tres de sus dedos a mi boca y comencé a masturbarle como si mi vida se fuera en ello. Noté cómo ahogaba sus gemidos en mi cuello a la vez que mordía dejando nuevas marcas rojas en él.

-          Me encantas, pequeño.

            Sacó su mano de mi cavidad y con la otra, me recostó sobre la cama. Adentró uno de sus dedos, haciendo gestos circulares dentro de mi trasero. Al principio dolía, pero poco a poco ese dolor fue convirtiéndose en placer. El segundo dedo y el tercero entraron casi de seguido y, de repente, un vacío me invadió.

            Abrí los ojos y pude notar su cara casi de desesperación. Alzó una de mis piernas introduciendo poco a poco su miembro, pero aceleré el proceso con un movimiento de caderas ya que no era capaz de aguantar semejante infierno de desesperación.

-          AAAH.

-          AAH… ¿por qué hiciste eso? – preguntó.

-          Te quería dentro cuanto antes…

            Sonrió cuando me acostumbré a su intromisión, comenzó a dar estocadas más fuertes y profundas. Me estaba volviendo loco.

-          M-más fuerte Yuu…AAhh. – Se acercó a mí todo lo que pudo.

-          Repítelo…

-          M-más fuerte… aah… Yuu…

            Los golpes contra mi próstata se hicieron más duros. No tardaría nada en irme a este pasó. Noté cómo un mismo ritmo de vaivén se repetía por mi pene, por lo que supuse que él tampoco tardaría en irse.

-          Ah.. nh.. Shima...

-          Aaahh… Yuu v-voy a… aah… AAAH!

            Acabé por correrme en su mano, dejando parte de mi esencia en ambos torsos. Me contraje, lo que hizo que el también acabara dentro de mí, inundándome con tan delicioso líquido. Salió de mí con cuidado, soltando un leve gemido. Se acercó nuevamente a mi salida y con su lengua limpió los restos de su esencia haciendo recorrer por mi espalda escalofríos de placer. Luego siguió el recorrido de semen continuando por mi ya no tan erecto miembro y mi torso. Sus ojos azabache se posaron en mí, lo que me hizo sonrojarme nuevamente.

-          Eres delicioso.

-          Y tú un pervertido – Sonrió, abrazándome y depositando un suave beso en mis labios.

-          Un pervertido que no te va a dejar escapar nunca.

Notas finales:

Aquí les dejo unas direcciones por si quieren contactarme ^^! 

 

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