¿Sabes? Quiero un poco de compasión de tu parte. Si no es amor, por lo menos que eso sea. Pena. Lástima. Conmiseración. Aún si tengo que mentirte y ser un mártir frente a ti, lo haré para que estés a mi lado. Buscaré la desgracia siempre que ésta te ate a mí.
En este mundo en donde las relaciones homosexuales son mal vistas, yo nunca encontré a una mujer amiga, que me entendiera lo suficiente, que me hiciera sentir pleno. Pero viniste tú, empacado en papel de regalo, incluyendo la moña. Te pusiste frente a mí ofreciéndome tu amistad, y yo simplemente acepte el “chance” de tenerte sólo para mí.
Sé que no te amo, como tú tampoco lo haces, pero tú eres mi escape y yo tu cruz. Seguiré haciendo esto hasta el final de mis días. Te miro a esos dulces ojos azules que brillan llenos de tristeza y dolor. ¿He ensuciado toda aquella pureza que llevabas antes dentro de ti? Claro que lo he hecho y no me arrepiento del todo, porque eres mi aire, tan necesario y adictivo. Me das vida, tu dolor lo hace.
Tú la amas a ella, la ves con ese aire inocente en tu rostro. Cuando estás con ella una sonrisa se dibuja en él, tú de verdad que la amas. Yo no te dejaré ir, nunca soltaré tu mano y te veré partir; si yo sufro, tú lo harás conmigo.
Cada vez que ella te llama para que corras a sus brazos, para que la cuides del terror que los fantasmas nocturnos le causan, yo tomo tu mano y dejo que esas lágrimas fingidas escapen por mi rostro. Susurro un: “quédate”, con voz entrecortada, mientras hago que creas que mi equilibrio mental va a perderse en cualquier momento… lo consigo, tú te quedas a mi lado.
Cada vez que la volteas a ver si quiera en la Universidad; cuando la saludas, cuando piensas en ella, cuando le ves con esa sinceridad que poco a poco vas perdiendo por mi culpa, yo puedo saberlo y aparezco en el momento justo, en donde estás a punto de escapar de mí.
¡Tú también me necesitas! ¡No puedes soltar mi mano! Lo sé por cómo me miras cada noche, cuando te acaricio con la mayor delicadeza posible, fingiendo con mi mirada que te amo, que estoy enfermo por ti.
Tus ojos se oscurecen cada vez que lo hago, siempre que estoy junto a ti. ¿Acaso soy esa parte sucia de tu vida que no quieres que nadie sepa? Tú eres la mía, pero a diferencia tuya, yo nunca logré enamorarme. Lástima por ti. Sé que lo sabes, pero incluso lo he pensado ciertas veces; soy capaz de fingir un suicidio por mantenerte junto a mí.
¿Eso te mataría no es así? Te sentirías tan culpable que nunca más intentarías alejarte, es por eso que has evitado provocar tal situación. Yo tan sólo, entonces, en lugar de evitar tu despedida, me dedicaría a quebrarte más; lo rompería todo, lo rasgaría todo, vaciaría tus ilusiones, tiraría tus sueños y tu felicidad la destruiría hasta que no quedara el más mínimo residuo.
¿Y sabes por qué haría todo esto? Porque te necesito, y sé que si tú llegaras a estar tan enfermo como yo, tan podrido; entonces me necesitarías tanto como para nunca más alejarte de mí.
Fuiste tú quien quiso jugar primero.
Fuiste tú quien no quiso alejarse cuando fue advertido.
Fuiste tú quien me pidió ser tu amigo.
Fuiste tú, Uzumaki Naruto el que me buscó a mí, Sabaku no Gaara, una persona tan podrida y enferma la cual no pudo soportar tu luz, y quiso destruirla.
Nunca te diré un lo siento, porque fuiste tú, es nada más tu culpa por querer acercarte a mí y querer tenderme tu mano para mostrarme un lugar mejor. Al final, ¿quién fue el que le mostró al otro un “lugar mejor”?