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Geist por Shun4Ever

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- Hola pequeño.

Con ese llamado, entreabrió los ojos, sobresaltado. No solía bajar la guardia y menos dormir a la intemperie. Había realizado todo el camino sin siquiera descansar y cansado por aquel esfuerzo, se dejó caer en un gran prado aislado de la ciudad. Con una firme posición de defensa, rugió a aquel ser que había entrado en sus pensamientos.

- ¿Ya no reconoces a los aliados? ¿O es que has olvidado a los amigos y hermanos?

Tras aquella pregunta, agudizó su vista buscando por los alrededores al ser que le estaba hablando. Encontró la procedencia de aquella voz, en un ser escondido tras la maleza en una colina cercana.  Desplegó sus azules y brillantes alas y se dirigió hasta aquel lugar. Se posó delicadamente, tratando de no dañar aquellas plantas, que parecían ser cultivo de humanos. Se acercó despacio hasta donde aquel ser estaba.

- Hermano.

Fue todo su reclamo, al tiempo que se acercaba hasta ser claramente visible aquella enorme cicatriz en su oscura frente.  El dragón oscuro se acercó hasta el recién llegado dándole un pequeño golpe con el fornido y fuerte hocico.

- No deberías descuidar a tu portador. – Reclamó  aquel que había molestado al dragón dormido.

- ¿Y lo dices tú? ¿El todo poderoso Droy? Aquél conocido como el Fénix entre los nuestros… Irónico, ¿No crees?

- ¡Geist!  - Un rugido salió de su boca debido al enfado -  ¡No consiento que me hables así! ¡Soy tu superior!

- ¡No recuerdo que aún conserves ese rango! – Reprochó Geist mientras enfrentaba la mirada al que era su hermano  - ¡Nos dejaste! ¡Nos abandonaste a nuestra suerte! ¿Qué esperabas? ¿Reconocimiento? ¿Agradecimiento quizás?

Geist estaba furioso por rencontrarse con aquel dragón. De su boca salían rugidos fuertes mientras mostraba aquellos afilados dientes. Droy  esperó a que su hermano se calmara pues bien era cierto que necesitaba dar una explicación. Se dedicaba a observar a aquel dragón azul hasta que comprobó que este ya estaba más calmado.

- Es cierto lo que dices, pero sí había un motivo para ello.

Geist, seguía mirándole, observándole, estudiando cada uno de sus gestos y movimientos. Droy, se acomodó en aquel suelo fértil e instó a su hermano a hacer lo mismo, aunque este prefirió quedarse en su lugar, inmóvil pero preparado para un posible lucha. Un suspiró salió de la boca de aquel imponente dragón, al tiempo que enroscaba su cortada cola entre sus fuertes alas.

- Debí marcharme para protegeros – Su mirada se posó en los ojos azules de Geist, mientras este tan solo lo miraba incrédulo – Sé que no me crees, pero la manada iba a ser atacada. Los humanos… – Droy soltó un leve gruñido al nombrar a esa especie, no muy grata desde su punto de visto – nos estaban acechando y decidí salir para captar su atención. – Geist se sentó sobre sus patas traseras, reposando así las alas y la cola sobre aquel fresco pasto – Fue así como acabe lastimado – Mostró la parte trasera de su cola, en donde una enorme grieta dejaba visible un poco de hueso. Geist apartó la mirada pues le había resultado por demás molesta aquella visión. – Hace unas semanas que recobré el movimiento por eso no regresé antes.

Geist se acercó hasta donde estaba su hermano tumbado y aproximó el hocico hasta la cicatriz que tenía este en la cabeza. Un leve ronroneo salió de su garganta al tiempo que acariciaba esa parte. Droy por su parte, se dejó hacer manso, cerrando los ojos para recibir aquella caricia. El gesto fue roto de manera improvista, cuando notaron la presencia de alguien más en el lugar. Geist se colocó en posición de ataque, más fue Droy el que se colocó a la cabeza, tratando de proteger, de nuevo, a su hermano menor.

Un nuevo dragón salió por la derecha y Droy estuvo a punto de lanzarse encima de aquel dragón de no ser por la intromisión de Geist. Este se colocó frente al recién llegado y gruño para que su hermano se calmara.

- Tranquilo. Es una amiga.

Droy gruño aun mostrando los afilados colmillos, pero retrocedió en su posición.

- ¿Qué haces con el traidor? – Preguntó la recién llegada.

- No es lo que piensas. No nos ha traicionado.

- No confío en él. – Zarin dio unos pasos hacia donde se encontraba Droy y le lanzó un rugido, mostrando así todos y cada uno de sus dientes. – A mi ya me ha atacado. De seguro hace lo mismo contigo.

En ese momento, Geist miró a su hermano, interrogando si aquello era cierto. Droy dio la espalda a la pareja de dragones y comenzó a hablar.

- Había un humano cerca.

- Era mi portador – Zarin dio un salto y se colocó frente a Droy, haciendo que este detuviera su caminar. -  ¿O acaso has olvidado como reconocerlos? – Aún seguía mostrando sus dientes, más Droy prefirió ignorar aquel gesto.

- Sé perfectamente como reconocerlos. Si estoy aquí es porque el portador de mi hermano corre peligro, así como el mio propio.

- ¿Qué? – Pregunto apurado Geist.

Sin esperar la respuesta por parte de su hermano, extendió las alas dispuesto a partir en busca de Shun, pero Droy, siendo más rápido, le saltó encima para que no se marchara. Quedó en el suelo, con su hermano encima suyo. Sin poder moverse, mientras contemplaba la mirada fiera de su hermano.

- Esta es una batalla en la que no debemos interferir.  – Se apartó de encima, permitiendo el movimiento a su hermano menor. – Al menos, no aún.

Geist se incorporó y se acercó a su hermano,  con el corazón en un puño, tratando de pensar el significado de las palabras recién escuchadas. Droy negó con la cabeza y comenzó a hablar ante la mirada atenta de los otros dos dragones.

- Los eventos que están por acontecer no nos incumbe. Aun así, cuando llegue el momento, será nuestra decisión si participar o no. – Sus ojos brillaron de ira y su voz se escuchó más dura – Ese desgraciado conocerá el infierno. Pienso hacerlo sufrir hasta su último aliento.

Mientras, en una céntrica posada del pueblo vecino, en el mismo corazón del reino de Virgia, un joven príncipe se encontraba junto al médico del pueblo, interrogando al posadero.

- Disculpe, ¿Ha visto a un joven de cabellos castaños? ¿De unos 8 años aproximadamente? – El posadero pensó levemente aquellas preguntas.

- Mira chico – El médico se tensó al escuchar aquel trato hacia su príncipe y señor, pero prefirió aguantar las apariencias pues el mismo príncipe se lo había pedido. – Aquí no hay hospedado nadie con esa descripción – Apoyó su fuerte brazo sobre la barra mostrando una enorme quemadura en el antebrazo en forma de calavera – Además, si lo hubiera… ¿Qué me asegura que no correría ningún riesgo?

- Por favor, señor posadero. El muchacho estaba herido y he traído al médico para que pueda atenderlo.

- ¿Quién quiere saberlo, si puede saberse? – El posadero no tenía la más mínima intención de hablar de sus clientes más si tenía interés en conocer quien preguntaba por aquel joven. La noche que se hospedaron y prolongaron su estancia, le habían proporcionado una gran suma de dinero por ocultar a aquellos muchachos si alguien preguntaba por ellos. Levantó su brazo de aquel banco y prosiguió con la limpieza de las jarras que llevaba entre manos.

- Pues… - Hyoga estaba un tanto incómodo, no le gustaba lo que tenía que hacer, pero si así debía ser, que así fuera. Apoyó sus brazos sobre la barra y acercó su cara a la del posadero para hablar bajito – Soy el príncipe Hyoga y si no me llevas hasta el muchacho, me aseguraré que nadie – hizo énfasis en aquella última palabra – entre en este local al que llamas hogar, ¿estamos? – Dijo mientras adecentaba un poco la mugrosa camisa de aquel hombre, pálido en ese momento.

El pobre hombre, que no se había dado cuenta de las buenas ropas que portaba el muchacho o de su parecido con el rey, se quedó pálido, pues sinceramente sí aparentaba ser quién decía. Alzó la vista para posarla en el médico y este le asintió levemente. El posadero suspiró y se acercó hasta el muchacho para indicarle por donde debía ir y cual era su destino. Hyoga sonreía pues al menos, su condición, le era de utilidad en algo. Inclinó levemente la cabeza y dio las gracias al posadero antes de partir por la dirección dada. Pero en cuanto accedieron a la escalera, el médico le bajó de un plumazo de su nube.

- No debería ir presumiendo por ahí de quien es – Se acercó hasta el muchacho para continuar – su majestad. – Se alejó nuevamente para ir a su lado, mirando en cada tanto a sus espaldas – ¿No le han enseñado que las paredes poseen oídos? No es adecuado para usted, el viajar solo por estos lares… Nunca se sabe quien podría…

No pudo continuar pues el muchacho se había parado de golpe en el rellano del segundo piso. Allí frente a ellos, un hombre que le parecía familiar se encontraba dando vueltas por el pasillo y observando por la ventana. Se veía realmente preocupado, pero antes de poder preguntar por su procedencia o indagar de qué le era familiar, el médico se adelantó a él y se acercó hasta el hombre, que sin cortarse un pelo, se lanzó a propinarle un abrazo entre risas.

- ¡Dios mío Mu!  ¡Estás vivo! ¡Creímos que…! – El médico calló de pronto, separó el abrazo y quedó mirando a los ojos de su amigo, que tan solo asintió levemente – Entonces… - La sonrisa volvió a aparecer en su rostro, pero despareció al ver que Mu se alejaba con un semblante preocupado.

- Me alegro de verte Donnato. – Mu volvió a mostrar aquella extraña sonrisa y se percató de la presencia del muchacho - ¿Quién eres pequeño? – Miró con sorpresa a su amigo y le preguntó aún más sorprendido – No será que...

- No. No. – Se disculpó con las manos en alto, aunque con semblante entristecido – No nos dejaron adoptar, ya sabes cuál es nuestra condición.

- Lo lamento máscara. Por un momento creí…

Donnato, al que sus amigos conocían como máscara de la muerte, sonrió levemente y se acercó hasta el muchacho, siempre mostrando sus respetos con el muchacho. Le hizo una seña con la mano para que se acercara y Hyoga acotó aquella silenciosa orden más por curiosidad que por ganas.

- Este es... – Calló un momento y miró a su amigo antes de proceder, pero Hyoga se adelantó, mostrando su talante altanero, bien aprendido de su hermana menor.

- Soy el príncipe Hyoga, heredero legítimo de este reino.

Donnato cerró los ojos ante aquella imprudencia por parte de su príncipe, más Mu sonrió ante aquella declaración.

- No debería ser tan descuidado entonces, mi señor. – Hizo una leve reverencia ante Hyoga, dejando sus cabellos caer hacia delante – Las paredes podrían oírle y no deseamos que le ocurra nada malo.

- Puedo cuidarme solo, pero gracias – Hyoga apartó su mirada hacia la puerta de la cual había salido aquel hombre y prosiguió hablando - ¿Es usted pariente de Shun, el muchacho que se encuentra en esta habitación?

Mu se sorprendió por aquella pregunta. ¿Desde cuando aquel muchacho que decía ser el príncipe de Virgia, sabía del muchacho que había criado como a su hijo? La duda debió hacerse presente en su rostro, pues su amigo se acercó hasta él y apoyó su mano en el hombro izquierdo, acercándose al oído de este para hablar.

- ¿Es acaso..? – Mu asintió ante aquella pregunta y los ojos de su amigo se iluminaron, más al escuchar de su boca la respuesta de este

- Ambos están bien – Se alejó momentáneamente de su amigo y se acercó a donde Hyoga se encontraba - ¿Puedo saber de que conoce, su majestad, al menor de mis hijos?

Hyoga bajó la mirada y por un momento pareció un muchacho a punto de ser regañado.

- Lo lamento. Yo vine a ver como se encontraba. Anoche mi carruaje le daño y he traído al médico de palacio para comprobar su estado.

Mu miró brevemente a su amigo, el cual le asintió con la cabeza. Tras esto, Mu se acercó a la habitación y tras abrir la puerta, les indicó que pasaran.

- Será un placer para nosotros, que el príncipe que Virgia nos visite.

El príncipe fue el primero en pasar a la estancia, seguido del médico, que cruzo una mirada con su amigo, antes de proceder al lugar.

En ese mismo instante, el príncipe heredero de Herno, se encontraba en el centro del pueblo, cerca de la posada en donde estaba su hermano, cuando de la nada, frente a él, apareció un hombre encapuchado haciéndole caer, debido al golpe, al piso. El hombre tan solo se quedó mirando al chico, mientras este se levantaba un tanto malhumorado por aquella embestida. Se sacudió un poco el polvo antes de enfrentar la mirada a aquel extraño, pero cuando alzó sus ojos, el hombre había desaparecido. Sin embargo, encontró un pequeño papel tirado en el suelo. Lo alzó y tras asegurarse que no había nadie alrededor, lo abrió para leerlo.

Nos volveremos a encontrar, pequeño inmortal. Espero que a la próxima pueda ver al pequeño ángel también.

Varias dudas se instalaron en su mente: ¿Quién era el pequeño inmortal? ¿Y el pequeño ángel? ¿Sería esa nota del hombre con el que había chocado? Ignorando aquellas preguntas, se llevó el papel al pequeño bolsillo de su chaleco y se apresuró a llegar a la habitación de la posada, en donde se encontraba su hermano menor.

- No deberías moverte tanto – Le indicó el médico al pequeño muchacho.

- Pero duele – Fue la queja que recibió por parte de Shun, que aunque aguantaba el dolor, eran bien visibles las lágrimas en sus verdes ojos.

Hyoga no podía apartar la vista de aquel rostro. Sus ojos, aunque ahora mostraban dolor, le parecían por demás atrayentes, como si pudiera ver algo más en ellos, algo más profundo que unas simples lágrimas.

Mu no quitaba la vista a Donnato, que palpaba una y otra vez el tobillo hinchado del muchacho, provocando que este se moviera inquieto en la silla en donde estaba. Donnato se alejó del tobillo del chico con un leve suspiro.

- No es una torcedura. – Mu negó ante aquella revelación pues quién les visitó la pasada noche, así lo había dicho. Mascara de la muerte prosiguió ante el asombro de su amigo – Puede parecer a primera vista pues el tendón está inflamado, pero por lo que he podido comprobar, tiene una fisura y eso va a costar más de curar. Miró al muchacho y le revolvió un poco el cabello, al tiempo que le sonreía.

- Deberás ser un buen chico durante una temporada y hacer caso a tu padre. – Miró a Mu que le agradeció con una leve sonrisa. – y a ¿tu madre?

En ese instante, Saori aparecía en la posada, siendo acompañada por Ikki, que cargaba con algo de comida. Ambos se habían encontrado en el primer piso de la posada, una saliendo de la cocina y el pequeño que entraba en ese instante. Se ofreció a ayudar a su madre a subir el alimento hasta la habitación y vio como esta, se lanzaba a los brazos de aquel desconocido moreno. Y aquel hombre no se quedaba detrás, pues la volteaba en el aire, al tiempo que besaba sus cabellos y su frente, atrapándola fuertemente entre sus brazos. Unos instantes estuvieron así, hasta que la muchacha, apoyó su cabeza en el pecho de aquel hombre.

- No sabes cuanto me alegro que estés vivo Donnato. – Lágrimas salían a borbotones por aquellos ojos claros, al tiempo que seguía resguardándose en aquel fuerte pecho – Creíamos….

Donnato alzó su rostro y limpió sus lágrimas, no dejándola continuar con la charla, pues la había besado tiernamente en los labios.

- Saori, mi pequeña. – La abrazó más fuerte si cabía al tiempo que trataba el mismo de no llorar ante aquel encuentro – Los deseos de padre y madre se han hecho realidad y te conservas con bien. Mi pequeña hermana, no sabes cuanto tiempo te hemos creído muerta...

Notas finales:

BUeno... pues ahí os he dejado la cosa... 

Espero que podáis esperar hasta el siguiente. La cosa está bien calentita. No os podéis quejar pues he desvelado bastantes cosas en este capitulo, aunque claro... otras me las dejo para más adelante muajajaja.

Cuídense mucho, mucho y de nuevo, gracias por estar ahí. ^.^


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