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Geist por Shun4Ever

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Ya no podía ir más deprisa. Su caballo comenzaba a aminorar el ritmo pues él también estaba cansado. Ya no sabía el tiempo que llevaban desde que comenzó con aquella empresa. Decidido ordenó el alto a su caballo y bajó de este para caminar hasta un pequeño riachuelo cercano.  El animal, faltó de agua, siguió a su jinete y se acercó al riachuelo para beber de él. Mientras, Hades observaba el paisaje, tratando de ubicarse y saber hacia donde debía seguir. Suspiró y se dejó caer en una de esas piedras cercanas. Llenó de agua fresca ambas manos y las llevó a su rostro, repitiendo aquella acción con su nuca. Suspiró de nuevo y alzó la mirada al cielo, comprobando la altura del sol. Debía darse prisa, pues pronto anochecería y él aún no había salido de aquel espeso bosque. El animal relinchó un tanto nervioso aunque no le dio importancia, si se alzó y comenzó a acariciar la testuz del caballo al tiempo que apoyaba su cabeza en él.

- Lo sé Kagaho pero debemos continuar o la noche nos alcanzará en el bosque.

Dio un pequeño respiro más al animal y tras unos minutos retomó el viaje. Debía, al menos, salir de aquel bosque antes de anochecer, si no quería ser presa de lobos u otros animales carroñeros.

En otra parte de aquel mismo bosque, un hombre descendía de su caballo negro. Hacía un tiempo que le seguía la pista, pero desde que se adentró en aquel bosque, le estaba resultando más complicado. Se acercó hasta el camino y observó las señales que en él había. Sí, sin duda alguna aquel hombre había pasado por ahí y estaba tras su pista, pero debía darse prisa. Necesitaba encontrarlo antes de salir de aquella frondosa montaña. Regresó a su caballo tras colocarse mejor la capa y salió al trote por la vereda de aquel camino. Sus pasos le llevaron hasta el riachuelo, en donde pudo ver con detenimiento como el hombre dejaba que su caballo secara su sed, al tiempo que él se refrescaba con aquel líquido puro. Espero un tiempo prudencial antes de salir a su encuentro.

Caminaba a trote pues no quería forzar constantemente al pobre animal. Buscaba entre la maleza el camino a seguir sin percatarse del ser que le seguía de cerca.  Galoparon unos minutos más antes de ser interceptados por algo, que aún no conseguía identificar. Un caballo negro les había salido al paso y el jinete le había golpeado, provocando que cayera rodando ladera abajo. Se incorporó rápidamente y buscó una rama, al menos, con la que poder defenderse. El hombre se dejó ver bajando por aquella pendiente, ágil cual guepardo. En un solo instante, se mostró frente a Hades y le lanzó un ataque con aquella arma. Ataque que fue esquivado con astucia por parte del que era el rey de Herno, más el palo entre sus manos quedó seriamente dañado.

- ¿Es eso todo lo que sabe hacer? – Le preguntó aquel hombre al tiempo que volteaba la espada, dispuesto a lanzar un nuevo ataque.

Hades, que conocía bien ciertas estrategias. saltó para agarrarse fuertemente a la rama sobre él y esquivó así aquella espada. Esta quedó clavada en el árbol, imposibilitando el movimiento de aquel hombre. El rey aprovecho esos segundos para colocarse tras el hombre y sujetarlo fuertemente del cuello.

- ¿Qué quieres?

A modo de respuesta, aquel hombre rio exasperadamente. No tenía sentido aquella risa, no al menos para Hades. El asaltante hizo voltear a Hades en el aire con una pirueta y quedó frente a él. De la nada otros seis encapuchados le rodearon, mostrando sus espadas, imposibilitándole cualquier escape. Aun así, se mantuvo firme en su posición, sin apartar la mirada de aquel que le había hecho caer de su caballo.

- Queremos…. – Rio de nueva cuenta – Ayudar a cierto rey….

Hades seguía sin entender que podía ser lo que aquellos hombres le estaban diciendo. ¿Qué podían querer esos hombres de él? ¿Algún rey querría algo de él? Su mirada destelló una leve furia y aseguró su posición de defensa ante aquellos hombres. Estaba pensando en mil y una manera de cómo escapar de aquella inesperada emboscada, más todas acababan en final trágico. No alcanzaba a comprender que podían querer esos hombres de él, un pobre campesino. Preocupado preguntó aquello elevando la voz hasta el punto de mostrarse altanero

- ¿Quién se supone que sois? ¿Qué queréis de mí?

Sin previo aviso, y ante un simple movimiento de cabeza, del que se suponía el jefe, los presentes lanzaron las espadas al suelo y se arrodillaron ante él. Eso descolocó a Hades, que ahora miraba intrigado al hombre frente a él. Este imitó al resto de hombres, arrodillándose ante él.

- Nuestro señor Hades. Le hemos estado buscando.

Descolocado por completo por aquel gesto, perdió la posición defensiva. ¿Qué le habían estado buscando? ¿A él? ¿Un campesino? ¿Qué había sido en su vida para que aquellos hombres quisieran darle caza? No tuvo que preguntar, pues el jefe de aquellos hombres, levantó la cabeza al tiempo que apartaba la capa, dejando al descubierto su rostro.

Hades avanzó hasta el hombre, por instinto, hasta hacerle levantar. Conocía ese rostro, le era familiar. No podía aún ubicar donde o porqué, pero sabía que no era enemigo sino aliado.

- Mi señor – Dijo el hombre antes de incorporarse – Perdone que no nos hayamos presentado ante usted con anterioridad. – El resto de hombres se alzó tras aquel comentario, al son, como si tuvieran marcada una pauta. – Pero debido a su estado, lo consideramos peligroso. – Hades seguía mirando a aquel hombre, tratando de recordar un nombre o lugar, algo que le indicara de donde le conocía. – Sin embargo, ahora precisamos que recuerde pues no podremos asegurar el bienestar de sus hijos.

- ¿Mis hijos? – Aquello sacó a Hades de su ensoñación. Esos hombres querían proteger a sus hijos. Quizás ellos supieran donde estaban. Un impulso le llevó a acercarse al hombre y sujetarlo de los hombros fuertemente, al tiempo que lo zarandeaba mientras preguntaba. - ¿Dónde están? ¿Cómo? ¿Están bien?

Aquel hombre cerró los ojos ante aquellas preguntas, provocando que Hades soltara aquel agarre, con miedo a la posible respuesta.

- Mi señor,  no sabemos la ubicación de los pequeños príncipes. Eso es lo que esperábamos que usted nos dijera. – Hades volteó para regresarle la mirada. ¿Acaso era eso cierto? ¿Era él un rey? Eso no tenía sentido para él. No aún.

- ¿Has dicho príncipes?

Esa pregunta descolocó a más de uno de los presentes más no así al hombre que hablaba por ellos. Cerró los ojos y respondió de buena gana.

- Hemos sabido de su… perdida, mi señor. Aún así nos hemos dedicado todo este tiempo a vigilarlos por si algo les ocurriera. – Señalo a uno de los presentes, que se acercó hasta Hades hincando la rodilla en el suelo.

- Mi señor – Habló por primera vez el hombre de pelo largo – El caballero de los juicios a su servicio. – Levantó entonces la cabeza para continuar hablando – Los pequeños estaban refugiados en una casona cerca del pueblo de Shilk pero hace unos días que abandonaron la casa.

- ¿Shilk? – Preguntó Hades, interrumpiendo así la información que debía dar su caballero. – Eso queda a unos días de aquí.

- Así es, mi señor. – El hombre agachó la mirada avergonzado – Salí brevemente para abastecerme pero cuando regrese… - Era indigno haber perdido así a los príncipes, por lo que cayó de rodillas ante su rey, posando su cabeza en las botas de Hades – Lo lamento mi señor. Aceptaré cualquier castigo que desee ponerme.

¿Castigo? ¿Por abastecerse? No era capaz de asimilar toda aquella información o imaginarse un castigo para aquella situación. ¿Por qué sus hijos habrían huido? ¿Se los habrían llevado acaso? Se alejó de aquel caballero y le dio la espalda, al tiempo que cerraba los ojos para tratar de centrarse. Un largo minuto pasó, un minuto en el que el caballero siguió en aquella posición humillante frente a su rey. Hades volteó tras venirle algo a la memoria y se sorprendió al ver aún a aquel hombre en tal indigna postura. Se acercó y lo sujetó del hombro, haciéndole incorporarse.

- No voy a ser yo quien te castigue, pues no veo nada malo en tus actos. Tan solo te pediré Lune - Aquel nombre le vino a la cabeza al ver los ojos de aquel muchacho, tan apenas menor que él unos años. Lo recordó en ese momento como uno de sus fieles escuderos. – Que me indiques si viste algún comportamiento extraño en ellos. Si había movimiento de víveres o cualquier cosa que pudiera haber llamado tu atención.

El joven hombre quedó pensativo un instante para después de un instante, llevarse las manos a la cabeza, como si hubiera cometido el peor de los pecados.

- ¡Claro! Los vi marcharse al pueblo el día anterior y llegaron cargados de alimentos, como si se fueran a algún lado. – Se golpeo la frente con la mano derecha – Que idiota he sido. ¿Cómo se me pudo pasar?

- Tranquilo! Sólo dime… – Hades se acercó al hombre -  ¿Con quién estaban mis hijos? - ¿Mis hijos? Sonaba tan bien y daba tanto miedo al mismo tiempo...

El jefe de los caballeros fue el que tomó la palabra, tras mirar de mala gana al muchacho. De seguro, él sí tenía pensado un castigo por su incompetencia.

- Mi señor, los pequeños estaban con quien usted los dejó. – Miró a Hades directamente a los ojos – Con el caballero intocable o el caballero de los muros según quien pregunte. Su nodriza también estaba con ellos.

- ¿Su nodriza? – Cerró los ojos. Las imágenes parecían volver a él, como si le dieran leves descargas de energía – Saori. – Abrió los ojos lo más que pudo – Le dejé a mis niños. Salieron con Mu. – Hablaba mirando a todos lados y a ninguno en particular, recordando a cada palabra que salía de su boca - ¡Pandora! ¡Le pedí que se alejara! ¡Que se marchara con ellos! – Quedó callado mientras sus caballeros se miraban entre ellos - ¡No! ¡No lo hizo! – Volteó hacía el que era el jefe y de nuevo, lo sujeto por los hombros - ¿Qué sucedió con la reina? ¿Qué le ocurrió a ella?

El muchacho tragó duro por lo que debía decir, más alguien se le adelantó. Uno de los caballeros presentes se adelantó al resto de sus camaradas, se quitó la capucha mostrando su cabellera rubia y se acercó hasta el rey.

- La reina se encuentra bien. Esperando que su rey… - calló brevemente para hacer énfasis en la continuación – nuestro rey regrese al lugar que le pertenece.

- ¿Tú eres? – Preguntó con real interés Hades a lo que aquel hombre respondió con una reverencia.

- Hypnos a su servicio, majestad.

¿Hypnos? ¿De qué le sonaba aquel nombre? No le dio más importancia y le ayudó a proseguir.

- ¿Dónde está? ¿Escapó? ¿Está bien?

- No se preocupe. La reina está en perfecto estado. Está a salvo en el castillo. – Aquello no tranquilizó para nada al rey.

- ¿En el castillo? – Alzó la voz al tiempo que salía apresurado de aquel estúpido circulo en dirección a su caballo - ¡Eso no me tranquiliza! ¡Ese desgraciado, de seguro ha tomado posesión del lugar!

De nueva cuenta, el jefe de aquellos caballeros se adelanto y detuvo su paso.

- Mi señor,  no puede entrar así, sin más. – Hades intentó apartarse para continuar pero aquel hombre le impedía el paso – Necesita un plan, una estrategia. Si entra así al palacio, sin ejército alguno lo matarán. – Hades paró en seco al escuchar eso último - Ya lo intentaron una vez. De seguro que lo intentará de nuevo.

Hades quedó parado, mirando el césped colina arriba, pensando que aquel muchacho tenía razón. Suspiró pesadamente y volteó para enfrentarse al muchacho.

- Alguien debe asegurarse del bien de Pandora. Sino, yo mismo acudiré en este instante.

El rubio de pelo largo se presentó de nueva cuenta frente a Hades.

- Yo cuido de ella en el castillo, mi señor. – Se alzó de aquella leve reverencia y salió en dirección al castillo – Con permiso.

Una vez aquel hombre partió, Hades volvió a tomar aire y retomó la conversación perdida.

- Bien. ¿Cuál es el plan?

Los allí presentes se reunieron con el que era su rey. Habían pensado durante mucho tiempo en ello más la salida de los pequeños les tenía un poco descolocados. Lune, el encargado de su vigilancia, marchó de inmediato a esperar el regreso de los muchachos.

Unas horas más tarde, y antes de que cayera la tarde, un encapuchado se colaba en la sala del trono por la puerta de servicio. Ando tranquilamente hasta el trono y se postró ante él.

- Mi señor, lo hemos encontrado.

El rey aposentado sonrió maléficamente y se incorporó para escuchar de mejor manera la historia.

- Prosigue. Tienes mi total atención.

- Está recuperando la memoria.

- Humm… Eso es una mala señal.

- Tenía la intención de venir a palacio, mi señor pero el…. – Tomó aire para no maldecir a un compañero. -  Pero Pharaoh le detuvo en el último momento.

- Bien. Eso está bien. Así tengo más tiempo para planear mi venganza.

- Pero mi señor. El rey – Radamantis miró de mala gana al hombre, que tan solo atinó a tragar la saliva que se había quedado enganchada en su garganta – Digo… Hades podría intentar tomar venganza y eso sería peligroso.

- Cállate Hypnos. Hades – Dijo el nombre con sarna – No puede tomar nada que yo no le deje. Es imposible que consiga el ejército necesario para afrontarme. Además…. Recuerda que yo tengo a mis bien avenidos espectros además de… - Hizo un gesto de desagrado – esos caballeritos que dejé con vida. Ahora, retírate y sigue vigilando. Es todo lo que te pido.  – Regresó al trono y se volvió a sentar.

- Así será señor.

Hypnos se levantó del lugar que ocupaba y se dispuso a salir de aquella sala. De nuevo ese general de tres al cuarto lo había humillado. Necesitaba quitárselo de en medio, pero antes…. Antes debía ganarse su confianza, aunque para eso, debiera traicionar momentáneamente a su rey.

Los planes aún no se habían acabado, por lo que los caballeros y Hades optaron por proseguir aquellas ideas en algún refugio cercano al bosque. Conociendo el camino y el lugar, Pharaoh guio a los muchachos hasta la casona, ahora abandonada, que había sido ocupada con anterioridad por los príncipes. Hades fue de los primeros en entrar. Se quedó parado frente a la chimenea, mirando las cenizas aún existentes en esta, pensando que, tan solo unos días atrás, sus hijos habían estado bajo ese techo. Subió con prisas las escaleras y recorrió cada una de las habitaciones. Cada una, hasta que dio con una grande, en donde un olvidado oso de peluche, yacía sobre un cómodo colchón. Se acercó y se llevó aquel muñeco de trapo al pecho.

- Saiko

Susurró el nombre de aquel inerte animal al tiempo que ciertas lágrimas viajaban por sus mejillas. Una imagen regreso a su mente. Una imagen nítida, clara, de un pequeño niño sujetando aquel muñeco. Sonrió al recordarlo, al escucharlo en su cabeza susurrar, ante un bebé que estaba en su regazo.

- Yo lo protegeré como padre hace con madre.

Notas finales:

Uff.... Creo que me tardé demasiado en escribir este capitulo pero se aclaran ciertas cosas. Espero que haya sido de vuestro agrado, al menos de entretenimiento. 

Cuídaros mucho, mucho y nos leemos, espero, pronto. ^3^


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