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Geist por Shun4Ever

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En la torre más alta del castillo del reino de Herno, la que fuera la reina se encontraba llorando por el nuevo encuentro con su rey. Estaba cansada de eso, cansada de que la humillara de esa manera. Unos minutos después y cuando ya no le quedaron lágrimas por derramar, una de las sirvientas entró en aquella estancia. La muchacha cerró tras de sí y se acercó a la reina haciendo una reverencia y extendiéndole un frasquito.

- Mi reina. Cada vez nos es más difícil encontrar este remedio. – Decía mientras veía a su reina tomar aquel líquido espeso - Miho fue cazada por uno de los espectros mientras acudía al mercado a comprarlo. – Las lágrimas salieron de sus ojos al recordar el estado de la muchacha cuando fue encontrada.

Pandora se acabó todo el contenido y se acercó hasta la muchacha para llevarla a su pecho, dejando que de nueva cuenta las lágrimas acudieran a ella.

- Está bien. – No quería pero lo primero era la seguridad de su gente – Este será el último. Sólo espero que nuestro señor sea benevolente para con nosotros.

- Mi señora – La sirvienta se apartó. No podía dejar que quedara en cinta de tal sádico – Si ese… - Pandora le hizo callar con una leve negación y la muchacha se corrigió – Si nuestro rey consigue su objetivo, ambos pueblos estaremos condenados.

- Lo sé Seika pero no quiero arriesgaros más – Sujetó firmemente los hombros de la muchacha – Sobretodo a ti, que te tengo en alta estima.

La llevó de nuevo a su pecho y suspiró pero se separaron abruptamente cuando se escucharon pasos de armadura al otro lado de la puerta. Pandora se levanto decidida, llevándose a la muchacha con ella y haciendo que esta se escondiera bajo la cama. Tan pronto aquello aconteció, la puerta de aquella prisión se abrió despacio. La reina guardó la respiración al ver de quien se trataba. Un hombre rubio alto se posó frente a ella, sin siquiera hacerle una reverencia. Sin duda alguna, no le guardaba ningún respeto.

- Mi reina – Decía con ironía aquel hombre. – Su majestad la espera esta noche para cenar. Creo que le interesará saber que viene visita y que, por lo tanto, se espera que se comporte como la reina que es.

El hombre se acercó unos pasos más hasta quedar a la altura de la reina y aspiró aquel aroma que la mujer desprendía.

- No creo que le interese que nadie sepa de su condición. – Se acercó hasta quedar pegado a su oído, cosa que provocó que el pulso de la reina se acelerara debido al miedo que le inspiraba aquel hombre – Podría ocurrirle algo a sus pequeños.

Sin esperar ningún comentario o respuesta por parte de la reina, el hombre volteó sobre sí mismo y salió disparado por donde había entrado. La joven sirvienta salió de su escondite y se dejó caer en la cama, como ya había hecho su señora.

- Su majestad, le juro que enviaré a alguien para que proteja a sus pequeños.

A un día de camino del pueblo de Lora, en la rocosa costa del río, unos hombres se encontraban en plena batalla. El sonido de las espadas chocando sobresalía a la corriente del río. Lanzaban sus ataques al tiempo que esquivaban los procedentes de los enemigos. Frente a estos dos, dos más ataviados con ropas de camuflaje les hacían retroceder a cada choque de los metales. Dos de las espadas saltaron por los aires cayendo al rio, dejando a ese par desprotegidos al unísono, cómo siempre habían trabajado.

- ¿Quiénes sois? – Preguntaba uno de los aún armados - ¿Qué pretendíais para con los príncipes?

Como respuesta risas salieron de la boca de uno de ellos, por lo que el mayor de los armados se lanzó con ganas hasta el hombre, sujetándolo con firmeza de aquella capucha y apuntando al cuello con la espada.

- ¡Habla! ¿Qué querías hacerles a los príncipes?

El hombre, sin miedo alguno a la muerte, escupió a la cara del muchacho cosa que provocó tal rabia en él que acabó ensartando la garganta de éste con su espada. Lo cargó hasta el río y lo dejó caer en él para centrarse entonces en el otro hombre, aún postrado frente a ellos.

- ¡Habla! – Ordenó nuevamente el chico mas el hombre desarmado no parecía querer hablar.

El otro muchacho acercó sin miramiento la espada a la altura del pecho con la firme intención de llevar a cabo una acción similar a la acometida por su hermano.

- ¡Contesta si no quieres probar mi metal! – Habló por primera vez el otro muchacho, este un poco más lastimado.

- Cum…. – Levantó las manos el derrotado con la esperanza de no acabar como su amigo y aliado – Cumplíamos ordenes.

- ¿Qué ordenes?

Notó la otra espada en su espalda, sin opción debía contestar, al menos para salvar su vida.

- Ra… - Negó cerrando los ojos – El rey Radamantis nos dio ordenes de encontrar a los príncipes.

- ¡Radamantis! – Exclamó con desprecio uno de los hermanos - ¿Para que quiere ese desgraciado el paradero de los príncipes?

De nuevo el silencio y como respuesta las espadas comenzaron a rasgar la tosca piel del enemigo. Tras un grito ahogado decidió continuar hablando.

- Los quiere muertos! Si esos críos mueren nadie podrá reclamar el trono y será suyo. Por favor, por favor… - Comenzó a suplicar ante la posibilidad de no salir de esa – No me matéis. Ya os he dicho lo que querías saber.

El chico frente a él bajó la espada pero aún le quedaba una pregunta por hacer.

- ¿Cuántos teníais encomendada esa misión?

- Sólo… Valentín y yo… Myu… – Trataba de rogar por su vida de la mejor manera posible - Amable señor.

El chico de cabellos rubios miro de nuevo a aquel hombre derrotado y cerró los ojos para no ver el acto que cometía su gemelo. Tras él, su hermano mayor lanzaba la espada sin piedad, arrancando la cabeza de aquel hombre de una sola tajada, dejándola caer al suelo y haciéndola rodar hasta caer al río. Alzó la mirada hasta encontrarla con su hermano menor.

- Debemos apresurarnos. – Se acercó hasta el cuerpo mutilado del hombre y limpió su espada en aquella capa oscura. – Llegaremos a la aldea a media tarde si nos damos prisa.

Kanon, que así se llamaba el menor de los gemelos, apresuró su paso hasta llegar a los caballos. Ambos montaron en uno de ellos y se alejaron a la carrera. Debían asegurar el bienestar de los pequeños como bien habían prometido a su rey.

De vuelta en el palacio de Virgia, los pequeños, y ya no tan pequeños, príncipes, disfrutaban de un paseo a caballo por los enormes terrenos del palacio. Muy a su pesar y por placer del pequeño de los príncipes, Shun viajaba en el caballo de Hyoga, mientras Ikki a su lado, no les quitaba ojo de encima. El pequeño se sentía cómodo con Hyoga y este parecía que le iba a salir el corazón por la boca por tener a ese chico entre sus brazos. Paseaban tranquilamente por el bosque cuando de pronto el caballo de Ikki se descontroló y comenzó el galope sin que el jinete pudiera hacer nada por evitarlo.

- Hermano! – Gritó el pequeño que vio como su hermano mayor perdía el control del animal.

- Agárrate fuerte – Le susurro al pequeño antes de tomar de mejor manera las riendas de su pequeño cisne y comenzar con el galope, tratando de controlar al corcel que llevaba Ikki.

No podía haberse ido tan lejos o haber desaparecido pero parecía había desaparecido de su vista y de aquel bosque. Shun comenzó a llorar desesperado y Hyoga le atrajo más hacia su cuerpo para consolarlo.

- Tranquilo. Encontraremos a tu hermano.

Hyoga dio media vuelta y regreso con prisas al castillo. De seguro ahí, algún adulto podría ayudarles en la búsqueda.

En la parte más profunda de aquel pequeño bosque privado, aquel caballo negro hacia cabrioleas con tal de soltar a su jinete. Algo le estaba alterando e Ikki, desde su poca experiencia,  parecía incapaz de controlar a ese salvaje animal. Un mal movimiento de aquel equino e Ikki acabó cayendo de espaldas en aquel blando suelo. “¿Blando?” Pensó para sí mismo. Había caído sobre algo que no pudo identificar y ese algo se estaba movimiento a gran velocidad. Se aferró fuertemente a esa masa oscura bajo su cuerpo pues temía caerse. Su mente no era capaz de entender sobre que tipo de animal había caído para que pudiera recorrer tanta distancia en tan poco tiempo. Alzó la cabeza tratando de comprender hacia donde se dirigían pero lo que vio le asustó más si podía. Frente a él y cada vez más cerca un enorme acantilado imponía su presencia. Aferró más fuerte al animal para tratar de pararlo en su avance.

- ¡Para! ¡Alto! – Aplicaba todas sus fuerzas pero aun así aquel bicho proseguía en su avance hacia el precipicio. - ¡Si no paras ya nos mata…

Sin acabar de decir aquella frase, ambos, animal y humano se lanzaron sin frenos por aquel peñasco. Ikki se aferró como pudo rogando a Dios por salir de esta. Cerró los ojos lo más fuerte que pudo y trató de pensar en algo que no fuera el momento de su muerte.

- ¡Tranquilo amigo! ¡Que no tengo intención de morir!

Abrió los ojos de golpe. Quizás la impresión le había vuelto loco y su mente le jugaba una mala pasada.

- ¿Quién ha dicho eso? – Volteó el rostro de un lado a otro sin soltar el agarre de aquel fuerte animal.

- ¡Aquí!

De nuevo Ikki buscó con la mirada a ambos lados sin encontrar a nadie. “¿Acaso ya hemos chocado con el suelo y estoy muerto?” Se preguntó a sí mismo presa de aquella locura que estaba viviendo. “Seguro ha sido la caída de ese maldito animal”. Un suspiro ajeno le sacó de su ensoñación.

- Estúpido humano! ¿Crees que te dejaría caer desde esa altura?

Centró entonces su atención comprobando de donde venía aquella voz. Se impresionó de tal manera que se soltó del agarre cayendo de pronto desde aquella distancia. Ni siquiera un grito podía salir de su garganta pero si abrió en demasía los ojos al contemplar como un animal negro y alado bajaba a gran velocidad atrapándolo en una de esas patas que parecían garras.

- Es por esto que odio a los humanos. Son tan… frágiles.

- Oye! – Trató de defenderse Ikki pero la garra se levantó hasta quedar frente a un enorme ojo de color azabache que le miraba intensamente. Asustado bajó el tono de voz. – ¿Qué… se supone… - Calló un solo instante sin poder apartar la vista de aquel enorme punto negro - ¿Qué eres?

- ¿Qué acaso no sabes que soy? ¡Soy un dragón pequeño humano!.

- ¿Un…. - ¿Acaso había escuchado con claridad? – dragón?

El animal suspiró de nuevo y depositó a Ikki sobre su cuello.

- Agárrate fuerte. Daremos un paseo.

No sabe si por respeto o temor, acató aquella orden impuesta por ese animal Ahora un poco más relajado, se permitió levantar el rostro y contemplar aquellas vistas. El sol se estaba ocultando en el firmamento y el cielo estaba teñido de colores naranjas y rosados. La sensación del viento en su cara y ese nudo en el estómago por saberse volando sobre los árboles era por demás placentera. De nuevo, la voz de aquel animal le sacó de su ensoñación.

- Me alegro que te guste Ikki. Aún hay mucho por mostrarte.

- ¿Cómo sabes mi nombre?

Una risa gutural salió de aquel dragón, como si fuera la primera vez que reía en su larga vida.

- Yo sé muchas cosas de ti. Sé que eres alérgico a los frutos secos, que detestas las acelgas, que quieres con locura a tu hermano y que…. – paró un momento antes de continuar – recuerdas detalle de tu vida que no has compartido con nadie.

Al escuchar aquello Ikki soltó el agarre y aflojó la sonrisa de su cara. Aquello nadie debía saberlo. Nunca había contado esos recuerdos, ni siquiera los había mentado.

- No temas. No es malo. – Continuó hablando el animal – Pero deberías hablar con Shun al respecto. Él tiene derecho a saber quienes son vuestros padres.

- Pero... yo… - Iba a reprochar algo más de nuevo el dragón se adelanto.

- Tranquilo. Cuando llegue el momento lo recordarás a la perfección. Por cierto – Trato de amenizar la conversación – Mi nombre es Droy pero todos me conocen como El fénix.

- ¿El fénix? – Repitió el príncipe primogénito – Me gusta.

- ¡Oh! ¡Si! Una cosa más… – Dijo mientras descendía en picado para parar en el bosque en donde lo había recogido. – Tú eres mi portador.

Ikki no pudo siquiera contestar pues una descarga eléctrica le recorrió todo el cuerpo haciéndole gritar y perder el sentido. Para cuando despertó, estaba de vuelta en la cama del hostal, recostado junto a Shun que no se había apartado de su lado desde que lo encontraron en aquel bosque.

- Hermano – El pequeño se lanzó a los brazos de su hermano mayor al tiempo que las lágrimas recorrían sus mejillas.

- ¡Ya! ¡No llores Shun! – Le consoló Ikki cuando recobró sus sentidos.

Aun así, algo no andaba bien. Tenía la extraña sensación de que aquello había sido demasiado real como para ser un sueño. Recordó lo que su hermano le contó tras lo sucedido en el bosque, ¿Acaso él también tuvo esa “visión”? Sin embargo, algo en su interior le tranquilizaba pues sabía que Droy y él volverían a encontrarse.

Notas finales:

De nuevo debo pedir disculpas por la demora. Espero que este capitulo os deje con mejor sabor de boca... Hay de todo un poco. 

Os quiero un montón!!

Muchas gracias por la paciencia que me tenéis.


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