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Geist por Shun4Ever

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No podía ir más rápido y aun así seguía avanzando entre los árboles. Le dolían las piernas y casi no podía respirar, tropezaba con las pequeñas ramas sobresalientes de los árboles provocándole pequeños cortes en su fina piel. Por un momento sus piernas le fallaron y acabó rodando ladera abajo hasta quedar parado en una pequeña montaña de hojas amarillas. Se quedó allí tumbado, tratando de recobrar la respiración y esperando que el mareo por la caída cesara. Ahí podría estar tranquilo y pensar, pues no podía ser verdad lo que acababa de escuchar.

Aquel invitado tan bien parecido y agradable al trato no podía ser su padre. No, de ninguna manera lo iba a tolerar. Su padre era única y exclusivamente Camus, aquel con quien se había criado. Trató de incorporarse pero cayó nuevamente sentado debido a un intenso dolor en su tobillo izquierdo.

- Debí habérmelo fracturado.

Miró por donde había caído y observó la empinada cuesta. Sí, de seguro se lo había fracturado. Trató de levantarse sin apoyarse con el pie izquierdo y buscó con la mirada algo que le sirviera para tablilla. No tenía problemas en hacerlo, pues había ayudado a su tío en incontables veces. Se limpió las lágrimas que caían de sus ojos, pensando en que quizá aquel hombre que tanto bien le proporcionaba tampoco era su tío. Despacio y a trompicones, consiguió llegar hasta una explanada que parecía estar bien camuflada entre las espesas carrascas. Se aseguró de amarrar bien aquellos dos pedazos de corteza que había encontrado y se quitó el chaleco para improvisar la sujeción. Con el tobillo improvisadamente entablillado, se levantó y prosiguió un camino sin rumbo, tratando de alejarse de aquel lugar que había creído su hogar. Improviso de nuevo el camino, pues con el pie en esas condiciones no podría subir aquella ladera por la que había descendido. Siguió por el claro de aquel bosque, escuchando el lejano sonido del agua.

- Un riachuelo.

Con una renovaba sonrisa, se dejó guiar por aquel tranquilizante sonido, sabiendo que debía darse prisa, si no quería dormir en aquel temible bosque. Unos minutos pasaron antes de que Hyoga se encontrara frente a un pequeño rio en mitad de aquella arboleda. Se paro un breve momento cerca del mismo, para dar un descanso a su maltrecho tobillo y se acomodó en un improvisado asiento entre los arbustos. Sin poder evitarlo y por el cansancio de la agotadora carrera, quedó dormido bajo aquel escondido cobijo.

Un sonido aterrador le hizo despertar de golpe y se estremeció al comprobar que la noche ya casi le había apresado bajo su manto. Las clases de supervivencia que le habían impartido, le habían dejado claro que debía buscar refugio si quedaba varado en mitad del bosque. Se incorporó, olvidando que le había hecho despertar y recordó aquella cueva que había visto pasos atrás. Decidido salió de entre los arbustos y dio un par de pasos, pero no pudo dar el tercero, pues algo se le hecho encima y lo derribo al suelo. Un temible sonido llenó sus oídos, provocándole temor y haciendo que se tapara la cara con los brazos. Notó una fuerte presión en el pecho y otra vez ese horrible sonido hizo mella en sus sentidos. Decidido o más bien por miedo, quedó parado sin movimiento alguno ante aquella fuerte presión y se apartó las manos de la cara para ver que era lo que le había apresado.

Abrió los ojos despacio y enfocó la vista en una criatura de extraña apariencia. El miedo hizo presa de él y trato de zafarse de aquel agarre, pero un nuevo alarido se escuchó y noto como le desgarraban la carne, algo que parecía una garra. Un grito se escapó de su garganta al notar aquella punzante e hiriente sensación. Y mientras gritaba, la presión desapareció y quedó libre del agarre. Tras un instante, trató de incorporarse y lastimosamente se puso en pie para tratar de escapar de aquel lugar. No había dado ni dos pasos, cuando la criatura se coloco frente a él, lanzándole un nuevo alarido. Hyoga quedo paralizado de nuevo. Aquellos colmillos blancos y esa figura grande e imponente, le impresionaron dejándolo sin voluntad de movimiento.

Aquella criatura se relajó un poco y se tumbó sobre las hojas cercanas a Hyoga. Aun así, seguía sin quitar los ojos de encima al muchacho, como esperando un movimiento concreto por su parte. Hyoga, que creyó que aquella bestia ya estaba más calmada, dio un par de pasos en dirección a aquella cueva cercana. Pero de nuevo aquella pintoresca criatura lo había atrapado con una de sus zarpas al tiempo que lanzaba otro de sus alaridos. Hyoga se encontraba aterrado por lo que aquella criatura pudiera hacerle y en consecuencia se movía buscando su liberación. De pronto el agarre se aflojo pero sin llegar a soltarlo hasta que no estuvo bajo el cobijo de una de sus alas.

- Estate quieto de una vez

Hyoga abrió los ojos asombrado y asustado. Aquel animal extraño, enorme y enfurecido le acababa de hablar. Miro a aquel ser sin poder siquiera pestañear, pero antes de poder pronunciar palabra, el animal volvió a hablar.

- Hay una manada de lobos cerca. Estate quieto sino quieres que vengan por ti.

Hyoga, pareció comprender en ese momento, que aquel animal solo quería protegerlo. Aún con miedo en el cuerpo, se atrevió a preguntar.

- ¿Qué…. – Trataba de buscar la mejor manera de preguntar, pero sin embargo, el ser parecía poder leer su mente.

- Jum – Un pequeño gruñido salió de la garganta de aquel animal - ¿No sabes lo que soy? – Hyoga miraba aquel inmenso ojo rosado con pena por lo que acababa de escuchar - ¿Acaso nunca has oído hablar de los dragones? – El muchacho apartó la mirada de aquel circulo que no le apartaba la vista y negó con la cabeza – Somos pocos los que quedamos. No me extraña que ya nos hayan olvidados los humanos

El animal parecía hablar más para sí mismo que para Hyoga, pero este le prestaba atención a todo lo que decía. El ser giró la cabeza para mirar mejor a aquel pequeño humano y se acercó hasta casi rozarlo con el hocico.

- Mi nombre es Zarin y soy uno de los pocos dragones que quedamos con vida. – Cerró los enormes parpados y un sonido parecido a un ronroneo salió de su garganta al volver a fijar la vista en el muchacho – No puedes huir de tu destino Hyoga.

Hyoga se sorprendió más si cabía, pues aquel extraño y colorido animal sabía cual era su nombre. Zarin, aun sabiendo la incredulidad del muchacho, continúo con la charla que creyó oportuna.

- Tu verdadero padre no os quiere ningún mal y ha venido a buscaros por vuestro propio bien. Ya es hora de que toméis el lugar que os pertenece.

- Mi verdadero padre es Camus. – Hyoga lo dijo casi en un grito y cerrando los ojos a la vez que los puños.

Zarin apartó su mirada, observando el cielo oscuro y dejó caer su cabeza al suelo. No había tratado mucho con humanos y desconocía de su comportamiento. De pronto soltó al muchacho y se alejó unos pasos del lugar, de forma completamente sigilosa y ágil cual gacela. Hyoga, que se notó sin el cálido amparo de aquel animal, abrió los ojos temeroso de lo que pudiera pasar. De pronto unos sonidos de hojas pisadas y un arbusto en movimiento, llamo su atención, pues no hacía aire que pudiera producir aquellos sonidos. Trató de agazaparse en el lugar en donde aquel dragón le había dejado y se hizo un ovillo, sin poder frenar sus nervios.

- Hyoga!

Camus salió de entre la maleza gritando su nombre y corrió hasta donde el muchacho estaba. Hyoga, al escuchar la voz de su padre, se levanto de donde estaba y como pudo se apresuró hasta donde este estaba. El hombre levanto al pequeño y lo llevo a sus brazos. June que también había ido con ellos, se apresuró a colmar al niño de besos. No por su buen comportamiento, sino por comprobar que estaba en perfecto estado. Shaka, quedó rezagado unos pasos por detrás, comprobando que su hijo estaba bien, aunque con el corazón encogido por el motivo de su desaparición. La pequeña Esmeralda, miró al que era su verdadero padre y apretó más la mano que le sostenía. Como si con ello pudiera infundirle algo de apoyo al mayor. Shaka bajó la mirada hasta encontrarla en la que era la gemela de su mujer y sonrió tristemente. Se agachó hasta quedar a la altura de la pequeña y la abrazó con fuerza.

- Padre te escribirá todas las semanas.

La pequeña muchacha miro a su padre cuando el abrazo se rompió y suplicó casi en susurro.

- Quiero ir con padre. – Se limpiaba las pequeñas lágrimas de sus ojos azules, haciendo que Shaka mostrara una sonrisa única de padre orgulloso – Quiero que padre me cuente más cosas de madre.

- Padre lo hará. Volveré en cuanto tenga ocasión. – Limpió las mejillas de su pequeña hija y la volvió a abrazar. - Ahora debo irme. – Separó el abrazo y beso tiernamente su pequeña y blanca frente – Sé buena y haz caso a lo que te digan.

La pequeña se limpió nuevamente los ojos y alzó la cabeza, con esa adquirida altanería de princesa. Shaka sonrió y le instó para que fuera con los otros dos adultos, que colmaban de besos a su hermano mayor. Al verse solo nuevamente, decidió salir sin más de aquel lugar y regresar a palacio. Había estado ausente ya dos días y aún le faltaba otro de vuelta. Debía apresurarse o pensarían que había abandonado el puesto.

En ello estaba, cuando alguien le salió al paso y detuvo su andar.

- No me has explicado aún nada. Y merezco saber.

- Ahora no es momento.

Shaka trató de esquivar al hombre que le había salido al encuentro, pero fue nuevamente interceptado por este.

- Necesito saber – Su voz sonaba a suplica más Shaka no estaba dispuesto a desvelarle nada. – Por favor – Sujetó el brazo del rey de Virgia y se arrodilló frente a él con claros signos de tristeza en su rostro – Me atormento cada noche porque no puedo recordar y usted dice conocerme. Se lo ruego, por favor, dígame quien soy.

- Lo lamento – Shaka apartó el brazo de aquel hombre y le instó a levantarse – Solo puedo informarle que debe ser cauto cuando emprenda el camino a sus soles.

- ¿Mis soles? – Preguntó el hombre extrañado, ahora a la altura de los ojos de Shaka.

- Así es. – Suspiró vagamente – Le diré los nombres de sus soles para que pueda recordarlos, pues, por lo que puedo apreciar, ni eso ha podido recordar.

Kisho quedó expectante ante la aclaración de aquel hombre que había jurado conocerle y podía aclarar su pasado incierto. Shaka negó con la cabeza y prosiguió con aquello que estaba declarando, sin saber si hacía bien o mal en hablar de ello.

- Sus soles son conocidos como pequeño inmortal y pequeño ángel. Es todo lo que le puedo decir. – Dio media vuelta para seguir con su camino de regreso a casa – Con permiso.

Kisho se quedó allí de pie, tratando de reconocer aquellos nombres que le había dado el rey de Virgia. ¿Pequeño inmortal? ¿Pequeño ángel? ¿Qué pretendía decirle con eso? ¿Por qué su corazón latía tan apresurado al escuchar esos nombres? Aquella sensación de angustia se volvió a instalar en su interior. ¿Qué era lo que había olvidado? ¿Por qué se sentía vacío al repetir aquellos nombres en su cabeza? ¿Sus soles? Una voz de mujer se instaló en su cabeza, diciéndole una simple frase. Una frase que lleno su corazón de amor y que le hizo brotar lágrimas de sus ojos, sin siquiera poder parar aquel llanto.

En esta siempre presente oscuridad, solo ellos guían nuestro camino. Solo ellos iluminan nuestro sendero, como dos soles en el firmamento. Nuestro pequeño inmortal y nuestro pequeño ángel.

¿Qué era lo que le apretaba tan fuerte el corazón impidiéndole casi respirar? ¿Qué había olvidado? ¿Quiénes eran esas personas? ¿Y esa voz de mujer que recordó?  ¿Quién era? ¿Por qué sentía todo aquello por una simple voz?

Kisho estaba tan sumido en aquellos sentimientos y pensamientos, que no se dio cuenta que los que eran sus amigos ya estaban de regreso con el pequeño Hyoga. Camus cargando a pequeño príncipe en sus brazos, tocó despacio al hombre, pero aun así, este dio un respingo producto de la sorpresa.

- Vamos a casa. – Sonrió brevemente al hombre y luego despeinó un poco el pelo liso de la pequeña, que se encontraba a su lado – El pastel espera.

Los cuatro se encaminaron rumbo al pueblo y Kisho tras suspirar brevemente, ando tras ellos. Observaba a aquella extraña pareja y a los dos niños como si fuera la primera vez que lo hacía. Ahora todos sabían que aquello era farsa, que aunque había afecto entre esos cuatro seres, no eran una verdadera familia. ¿Qué clase de atrocidad debía pasarle a un rey para dejar a sus hijos en manos de un sirviente y un caballero?  ¿Un caballero? ¿Sería él acaso un caballero? Porque ¿Cómo sino se explicaba que hubiera podido vencer al mejor caballero del reino de Virgia? Entre todas sus preguntas y tratando de obtener una respuesta mental, llegaron a la casa de aquellos que consideraba amigos. Se quedó en el umbral, sin atreverse a entrar en la casa del médico.

- ¿No entras? – Preguntó Camus sin quitarle la vista de encima.

Kisho tan solo atino a negar con la cabeza aquella petición, más algo dijo en susurro, tan solo audible para Camus, que era el más cercano en ese instante.

- Debo averiguar quien soy.

Camus sonrió a aquel hombre, que mostraba una determinación en su cara, poco visto hasta ahora. Kisho se dio la vuelta dispuesto a marchar, más dijo para sí en voz alta.

- Debo hallar al pequeño inmortal y al pequeño ángel.

Camus, que no pudo evitar escuchar aquella frase, quedo pálido y la sonrisa se le borró de la cara en ese mismo instante. Sabía que, antaño, andaban tras los pequeños príncipes de Herno, más escuchar aquel hombre nombrar a los pequeños del reino vecino, se tensó como si, frente a él estuviera el mismísimo rey de Konra. Con el miedo en el cuerpo, se apresuró a detener a aquel que había considerado su amigo y le interrogó con frialdad por las palabras escuchadas.

- ¿Qué has dicho? – Kisho quedó parado pues nunca había visto tanta frialdad en aquel hombre.  Por un instante, una duda se sembró en su mente y la preguntó sin dudar.

- ¿Quiénes son? Tú lo sabes. Puedo verlo reflejado en tu rostro. – Sujeto a Camus por los hombros con ambas manos y lo zarandeo mientras su voz iba en aumento - ¿Quiénes son? Si lo sabes, dímelo.

Camus seguía sin articular palabra. La voz de aquel hombre era angustiosa. No como de un cazador buscando su presa, como de un hombre que busca algo que le es valioso. Cerró los ojos un instante mientras se soltaba del agarre de aquel hombre. Se acercó a la puerta de la casa y le instó a pasar.

- Entra. Tenemos mucho de que hablar. 

Notas finales:

Bueno, bueno.... Como está la cosa!!!... ¿De que van a hablar Camus y Kisho? ¿Recordará su pasado Kisho? ¿Sabrá quienes son aquellos que se hacen llamar pequeño ángel y pequeño inmortal? ....

Todas estas respuestas y más... en el siguiente capitulo. 

Cuídense mucho y nos leemos pronto. ^///^

Espero aportaciones, opiniones, críticas, lanzas (que no sean muy afiladas para no dejar marca en la piel)... Bueno, cualquier cosa ;)


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