Cogió la tiza y escribió un único kanji, grande y claro, en el centro de la pizarra. Soltó la tiza y se giró a mirar al profesor. Éste miraba el símbolo y susurrando, como para entenderlo, lo leyó.
— Kyo…
Abrió la boca para reñirle, pero sólo dejó escapar un suspiro. No serviría de nada. Había leído el informe y, al parecer, en Kyoto se alegraron muchísimo de sacárselo de encima. Así que se acercó a la pizarra, borró el kanji y en su lugar escribió Niimura Tooru.
— Él es Niimura Tooru y viene de Kyoto, espero que os llevéis bien.
Toda la clase respondió al unísono un sí.
Kyo abrió la boca para protestar, pero antes de darse cuenta ya estaba sentado.
— Qué mierda… -susurró.
Por lo menos estaba atrás del todo. Se echó sobre la mesa dispuesto a dormirse.
— ¡NIIMURA! – Alguien interrumpió su trance. - Des-pier-ta…
El dueño de la voz parecía divertirse, pero… ¿Quién OSABA despertarle? Ese tipo de cosas jamás pasaban en Kyoto.
Abrió los ojos –sólo para que fuera quien fuese el que le hablaba se callara- a la realidad.
— ¡Buenos días Bella Durmiente!
Un rayo de sol arrancó del cabello del estropea-siestas un destello violeta.
Kyo parpadeó y miró a su alrededor. Entre todas aquellas cabezas azabache y castaño oscuro cuatro destacaban. Se sentaban ocupando la fila al lado de las ventanas.
El chico del pelo violeta estaba a pocos centímetros de él, en mitad del pasillo, solo con un pié sobre la silla.
— Yo soy Kaoru – dijo. Y se sentó sobre el pié que tenía sobre la silla. – Él es Die…
Señaló a un chico con el cabello rojo, brillante y, ¡diablos!, precioso. Le miraba con una grande y blanca sonrisa.
— …él, Shinya…
Kyo enarcó una ceja de forma incrédula. ¿”Él”? De no ser por el impecable uniforme masculino hubiera apostado a que era una chica. Se veía tímido y tierno; su pelo era de color castaño claro con un levíisimo rojizo.
Todos rieron –menos Shinya- al ver la expresión de Kyo.
— Sí, es un chico. Pero no te preocupes, le confunden constantemente. Por eso nunca ha tenido novia.
Rieron de nuevo y el profesor se aclaró la voz para llamarles la atención sutilmente. Todos le ignoraron.
— Y él es Toshiya.
Tenía la piel clara y el pelo azul eléctrico. El cuello largo y fino que junto con sus delicados rasgos le hacían verse femenino, pero no tanto como Shinya. Le ofreció una tímida sonrisa.
—Encantado, -en realidad, no demasiado- yo soy Kyo.
— ¡Encantado!
Los cuatro contestaron al unísono. Joder, parecían salidos de un manga para chicas.
El profesor, harto y enfadado, se giró hacia ellos.
— El próximo en interrumpir será expulsado.
Kyo le dio la razón, él trataba de dormir. Se acomodó en su sitio y cuando volvió a abrir los ojos ya era la hora del almuerzo.
Estaba perdido en un mar de gente. Casi todos se giraban a mirarle. Tal vez por su pelo rubio, por sus enormes creepers…
— Si no encuentro un sitio tranquilo pienso suicidarme aquí mismo.
Genial. Su negatividad hizo aparición. Cerró los ojos y respiró profundamente.
Salió fuera. ¿Un sitio tranquilo…? Caminó un poco y llegó a la parte de atrás del instituto. Descubrió algo agradable, había naturaleza ahí. Poca, pero había.
Un verde aunque descuidado césped y un cerezo que, a pesar de no estar florecido, era precioso.
— El mejor sitio del instituto. – susurró. Y se echó en el césped.- Vendré aquí cuando quiera saltarme alguna clase.
Cerró los ojos, tenía sueño de nuevo. Sacó su IPod y antes de escuchar media canción ya estaba casi dormido… Cuando sintió algo, una sensación extraña que le provocó un escalofrío.
Al abrir lentamente los ojos vio a dos personas, una a cada lado, en cuclillas, mirándole fijamente.
Abrió los ojos lo más que se lo permitían y apoyado en sus antebrazos se apartó de ellos. Un auricular se descolgó de su oído.
— Le habéis asustado…
A la izquierda, algo lejos, estaban el chico castaño y el del pelo azul.
Se quitó el otro auricular y se sentó.
— ¡¿Qué hacéis, imbéciles?! – Gritó - ¡Casi me matáis del susto!
— Uh, Niimura… ¡Vaya carácter! – dijo Die, aún en la misma postura que antes, como si aún le observara. – Sólo tratábamos de averiguar si estabas durmiendo.
El rubio se levantó, se colocó y sacudió el uniforme y cogió su IPod.
— En primer lugar: - extendió el brazo y el dedo índice, por si alguno de aquellos no sabía que primero es igual a uno – soy KYO.
— ¡Ah, sí! Kyo, es cierto…
— No me interrumpas. Y en segundo lugar: - extendió el dedo corazón, formando una V con los dedos – NUNCA me molestes mientras duermo.
— Yaa… ¡Por eso tratábamos de saber si dormías! Porque si estabas durmiendo, nosotros…
— Calla. – Interrumpió a Die – Cállate. Da igual, no lo hagáis de nuevo y punto.
Todos prometieron no volver a molestarle si dormía o perecía que lo hacía.
— Kyo, para compensarte… - Kaoru pasó su brazo por el hombro de éste, el cual lo miró con recelo. – Toshiya y Shinya siempre preparan más almuerzo del que podemos comer. ¿Qué te parece?
Kyo miró a Shinya y después a Toshiya, que le sonreían tímidamente.
— Me parece qué estaría bien comer algo.
Y realmente había más almuerzo del que había imaginado.
Cuando acabaron volvieron a clase, donde Kyo trató de no dormirse para tener algo que contar a su madre.
Al día siguiente, mientras metía sus cosas en la mochila volvieron a acercarse.
— ¡Kyo! Esta mañana te hemos llamado en la entrada, pero no nos oíste.
Kyo levantó lentamente la cabeza y les miró a todos, uno por uno, y volvió a mirar hacia el desorden de su mochila.
— Sí que os oí, pero pasé de vosotros. Por las mañanas no me gusta hablar ni que me hablen.
Antes de que se creara un silencio incómodo, Toshiya le habló por primera vez.
— Hoy tienes que comer con nosotros de nuevo. Hemos hecho incluso más comida que ayer, así que…
Kyo se levantó, dejó la mochila sobre su silla y se estiró como un gato.
— Vale, vámonos.
Todos sonrieron, algo sorprendidos.
— De ahora en adelante, tenemos que hacer almuerzo para uno más. – le dijo Shinya a Toshiya, convencidísimo. El peliazul asintió.
— ¡No! ¡Ya hay suficiente así! – dijeron Kaoru y Die, a coro.
Y todos rieron, incluso Kyo.