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Last night I dreamt that somebody loved me por rrrrunaway

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Notas del capitulo:

El título le pertenece a una canción de The Smiths

Se levantó rendido y con la intención de caminar un poco para serenarse, encendiendo todos los interruptores de luz a su paso. Vio el reloj, aunque no tenía necesidad, reconocía muy bien que ya era de madrugada, y que no faltaba mucho para que comenzara a salir el sol.

Faltando doce minutos para las seis, era cosa de tiempo para que comenzara a amanecer

Para alejar el tema de su cabeza caminó hasta la cocina y llenó un vaso de agua agregándole dos cucharadas de azúcar. Notó que sus manos aun tiritaban por el mal rato. Se recostó en el sofá que adornaba su pequeña sala de estar, y decidió que debería hacer algo con sus trastornos del sueño, o la cuenta de luz comenzaría a exceder el presupuesto mensual

Habiéndose serenado un poco descanso sus párpados, sin hacer esfuerzos para dormir otra vez. Era mediados de Otoño por lo que el viento azotaba las ventanas, y desde la calle se sentía su paso durante todo el día, pero nadie diría que el ruido que sintió luego tenía como responsable los vendavales de aquella estación

 Se levantó despacio y de pie en medio de la sala trato de escuchar algo más. Sonidos de movimientos, como de ligeros pasos llegaron a sus oídos.

-Es él

Se levantó con cautela, y se acercó a su ventana como si de un lobo se tratase, con pasos delicados pero decididos

Corrió unos milímetros la ventana color marrón que colgaba sobre los vidrios, y miró hacia la puerta del departamento de quién era su vecino. Al estar las luces encendidas no podía arriesgarse a ver demasiado por temor a ser descubierto, pero logró distinguir un par de zapatos negros, y unas manos pálidas, como de fantasma recogiendo del suelo algo que parecía un celular, un objeto largo y de color plateado

Sonrío, dejando entrever un poco de emoción en ese gesto y corrió nuevamente la cortina dejándola caer en su lugar. A pesar de no ver su rostro, logró comprobar que efectivamente era él.

Aquel era un hombre misterioso, muy retraído, de cierto aire elegante y nostálgico. Se movía siempre como entre algodón, imitando perfectamente esos relatos del siglo XIX de vampiros chupa sangre.

Era una idea tan estúpida, esparcida por niños ociosos durante las vacaciones como consecuencia de tanto tiempo libre. Sin embargo le entretenía, verlo las pocas veces que sus horarios coincidían era un cambio a la rutina de sus monótonas semanas

Bueno, también reunía las cualidades para ser alguien con problemas de sociabilidad, o cosas así. Ciertamente en algún momento el también lo miro con algo de recelo, pero viviendo ya demasiados meses en ese lugar y al no haber visto nada fuera de lugar, comenzó a verlo simplemente como alguien fuera de lo común

Y a todo el mundo le gusta tener algo que rompa la rutina en su vida, por muy pequeño que esto fuera

Se decidió luego de eso a volver a la cama, era demasiado temprano para estar despierto la madrugada de un sábado

Y lo hubiera hecho de no ser por dos golpes en su puerta. Se dirigió a atender bastante extrañado, no es que fuera muy común para él que llamaran a su puerta. Las visitas no eran algo frecuente, y ni siquiera el cartero llegaba a su umbral, debía él mismo buscar su correspondencia en el primer piso de los departamentos.

-¿Si?

Tenía que aceptar el hecho de que verlo en secreto, oculto tras las cortinas de su departamento era uno de sus grandes pasatiempos, pero tenerlo plantado frente a su puerta era algo completamente distinto, algo un poco desagradable

Por lo que sin mucho entusiasmo lo quedo mirando esperando que hablara

-Lamento llamar a esta hora. Vivo al lado, mi nombre es Bruno

-¿Puedo ayudarte en algo?

-Bueno, eso espero – El sujeto llevaba un abrigo negro y largo. Parecía querer hacerle juego con su cabello oscuro y el contraste con su rostro pálido

Pero no era eso precisamente lo que lograba llamar la atención, sino sus grandes ojos celestes, un poco saltones quizás, que lo miraban tan fijo mientras movía inquietamente las manos en sus bolsillos

Fue un sonido desde el balcón el que continuó la frase que el vecino pretendía terminar. Algo como de objetos cayendo al suelo y el sonido escandaloso de una campana de viento que le habían regalado hacía años y que había colgado en una esquina casi por obligación

-¿Qué diablos?

No eran comunes los robos en ese complejo de departamentos, pero el barrio no tenía una muy buena reputación por lo que los vecinos estaban más bien despiertos ante cualquier hecho extraño; no era extraño que el dueño de casa no dudara en soltar el pomo de la puerta que mantenía en su mano para dirigirse a echar un vistazo al balcón, a pesar de que pensar en un ladrón entrando a un lugar dónde estaban las luces encendidas a las 6 de la madrugada no le resultaba muy lógico

Bruno, el vecino vampiro, dudo un poco en inmiscuirse en una propiedad ajena, pero supuso que la situación podría ameritar un poco de ayuda. Y siendo sincero, la curiosidad también le estaba haciendo cosquillas

Ambos se dirigieron al balcón buscando por el supuesto ladrón, quién resultaba ser o muy rápido, o invisible ya que ni la sombra de un ser vivo se asomó al encender la luz. Bruno se dirigió al barandal, haciéndose paso entre unos floreros caídos en el piso, desparramando solo tierra seca dando a entender que hacía un largo tiempo ninguna planta se había dedicado a vivir en esos grandes frascos de greda

Cuando el chico fue a girarse para informar que no había nadie colgando del barandal – como sucede siempre en las películas- sintió el inconfundible maullido de un gato y a su vecino en puntillas mirando hacia una esquina

-¡Monet!

El ‘vecino’ no dudo en acercarse al lugar de donde provenían los lastimeros aullidos, y el chico que se mantenía casi a ras de suelo lo miro con una ceja levantada

-¿Monet? No, me llamo Adrián – Bruno estando a su lado ignoro por completo el comentario y vio que para su suerte efectivamente ese gato era el responsable de todo el escándalo

Fue a acercar su mano para tomarlo ente sus brazos, pero al rozar los grises cabellos del gordo animal este lo rechazó regalándole un manotazo con sus garras, haciéndolo sangrar al instante

-Mierda- Tomó la mano herida con su otra mano, y sintió como un poco de ese líquido tibio se expandía por la presión- Disculpa por meterme así en tu departamento. Es mi mascota, y es lo que estaba buscando

Adrián se levanto con pereza, aliviado al saber que era un animal quien estaba haciendo estragos y no algún vago planeando robarse su fortuna, entendiéndose el sarcasmo

-No importa – Suspiró – Pero si pudieras llevártelo rápido, no soy muy amigo de los animales

Bruno continuaba mirando su mascota con un deje de tristeza

-Yo también quisiera.

No comprendió bien a lo que se refería, pero supuso que sería muy rudo decirle que apurara el trámite, así que se dedicó a observar lo que haría unos momentos más. Si bien no le agradaban las mascotas, tampoco podía obligarlo a tomarlo por la fuerza de vuelta a su departamento

-Monet es ciega, y ha estado un poco confundida. Por eso no quiere que me acerque, le cuesta un poco reconocerme

-¿Ciega?, ¿no querrás decir ciego?

Bruno sonrió – Cuando nació lo tomaron por gato, siendo en realidad una gata. Cuando llegamos a saberlo ella ya estaba acostumbrada al nombre. Así que mi hermana decidió dejarlo de esa forma

-Entonces es de tu hermana, ¿le gusta la pintura francesa?– A ese momento el dueño de Monet ya había logrado tomarla a pesar de su resistencia, dándose cuenta que sus quejidos era porque su pequeña pata estaba torcida

-Sí – A juzgar por el tono de voz al responder supuso que no era un terreno al que debiera entrometerse demasiado.

-Tal vez deberías llevarla a un médico

El robusto animal se removía aun incómodo entre los brazos de su dueño, y éste lo miraba sin saber muy bien qué hacer exactamente. Era la primera vez en mucho tiempo que la gata salía fuera de su hogar, y era la primera vez que tenía un accidente, daba gracias también a que lograra cruzar el balcón sin ver, y resultara casi ilesa.

-No te preocupes, podré curarla yo mismo. Dijiste que te llamas Adrián

El aludido solo meneó su cabeza en respuesta con algo de indiferencia rascando su rodilla sobre la tela de su pantalón de pijama

-Al parecer gustas del arte

Adrián lo observó con sus ojos cafés brillando un poco. No es que solo le ‘gustara’ después de todo

El vivía del arte en todo sentido. Y creía profundamente que ese era el sentido de la vida de todos, solo que había una gran cantidad de idiotas tratando de negarlo.

El arte era tan amplio, abarcaba tantas cosas, y quién decía no vivir de él aseguraba no vivir de nada

-¿Lo dices por Monet?

-Has sido el primero en hallar extraño que siendo una gata tenga el nombre de un hombre.

-Soy un estudiante de artes – Hizo una mueca, y trato de ahogar un bostezo en vano. Cubrió su boca con ambas manos y luego las pasó por sus castaños cabellos jalándolos todos hacia atrás – Lo siento. No dormí muy bien

Solo se miraron. Pudo notar como Bruno mantenía en él y en todo una mirada fría y vacía. Como si tratara de mirar con los ojos de alguien vivo mientras su cabeza poseía las cuencas de alguien totalmente muerto.

Le daba miedo indagar más allá. Le ponía un poco incómodo

-Bueno – dijo Bruno con voz pastosa – Disculpa las molestias, y disculpa por el jarrón, dime cuando pagaste y te devolveré el dinero

Adrián noto como al hablar tendía a parpadear de forma repetitiva, como si le ardieran los ojos.

-No importa- Respondió con una mueca – Espero, bueno, que se mejore

Con cansancio se movió, aún con la gata en brazos y se dirigió a la entrada, acompañado por Adrián. El castaño abrió la puerta con pereza, y su vecino abandono el departamento de forma liviana

El sol comenzaba a salir, así que cerraría las cortinas para que ningún rayo llegara a entrar. Así tuviera que coserse ambos párpados volvería a dormir.

Por fin era sábado, y si no lograba dormir hoy no lo haría en muchos días más

 

 

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Desde del incidente con el gato parisino y su perturbador dueño vampiro habían pasado dos meses.

El fin de Diciembre se estaba acercando de una forma que le parecía casi burlesca, tomando en cuenta que su trabajo semestral debía ser presentado en unos días, junto con un par de pruebas restantes, y el tiempo se le escapaba como agua entre los dedos. No estaba durmiendo bien, no estaba comiendo bien, sus necesidades básicas habían sido desplazadas de su tiempo correspondiente, teniendo que llevarlas todas a cabo en un tercio de su tiempo del día. Todo lo sobrante lo había ocupado terminando su pintura, la cual finalmente había terminado

El suelo de su sala de estar, de su dormitorio y de su cocina había quedado con un par de manchas, ya que para aprovechar mejor la luz del día iba avanzando con ella. Aunque el balcón había salvado intacto gracias al viento. No siempre podía ocuparlo por culpa de él

Ahora había decidido darse una ducha y estaba acomodado sobre su alfombra mirando el techo con fingida entretención. Estaba dejando que su cabello dejara caer las gotas de agua libremente sobre ella y de su frente hasta sus mejillas.

Se estaba acercando el invierno y si no se levantaba rápido se resfriaría

Había recibido hace unas horas la llamada de su tía invitándolo a pasar una semana con ella en el centro de la ciudad

Sabía que eso significaba que su hermano estaría de vacaciones durante la Navidad. Y que ella aprovecharía su ausencia para que esta vez él no la pasara solo en su departamento como la mayoría de los años

Suspiró

De alguna forma eso lo hacía sentir aún más patético que pasarlo solo en su departamento como tantas veces. Ya tenía suficiente con auto compadecerse como para lidiar con la lástima de alguien más

Se levantó con desgano

Y tomo el teléfono de la misma forma para dar la afirmación a través de un breve mensaje de texto

Al menos así podría tener comida gratis y ahorrarse el tener que atender algunos vecinos que lo saludaban cada año sabiendo que siempre estaba solo.

-Me pregunto si habrá alguien más patético que yo en estas fechas

Sonrió pedante y miró de nuevo el cuadro apoyado en el trípode frente a él. Se acercó para mirarlo de cerca una vez más, y volviendo a asegurarse que no hubiera alguna mancha fuera de lugar

Sabía que era algo arriesgado presentar una pintura, al ser algo tan común no poseía algún tipo de punto extra por originalidad o por el intento de hacer algo vanguardista o transgresor. Pero no le preocupaba

Para él no había algo que lograra expresar mejor que un lienzo

Y confiaba plenamente que éste lograría una buena calificación

 

 

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Armó su pequeña maleta sin mucho afán. No tenía demasiado que empacar de cualquier forma, sólo un par de pantalones, camisetas y ropa anterior. Dejando espacio suficiente para una caja de carboncillos y su libreta de bosquejos

Lo que más le movía a continuar el viaje era que luego del viaje de 2 horas en metro, debía tomar un taxi que lo llevaría hasta la pequeña casa de la hermana de su madre, en los faldeos de un cerro bastante pequeño y de no muy buena reputación

Ese pequeño trayecto en auto le otorgaba aproximadamente una media hora de calles cubiertas por arboles, hojas caídas en otoño y cubiertas de nieve en invierno

El barrio de su tía era conocido por ser un condominio lleno de abogados y médicos, pero ese aire glorioso era fácilmente eclipsado por el hecho de que estaban viviendo bajo un cerro de pocos habitantes, y que daba algunas veces lugar a asaltos, tráfico y varios rumores de violaciones y asesinatos. Recordaba de pequeño haber sido bastante alertado de ese lugar por sus padres, diciendo que de ir sin un adulto, y peor aún de noche sería raptado y criado por los lobos

Le temía demasiado a esa historia hasta los 7 años. Ya más grande supo la verdad y probablemente le resultaba aún más aterradora, pero fue tan difícil de olvidar el sentimiento de temor a esa manada de perros salvajes que recordaba haber pintado en sus primeros cuadros en oleo niños siendo comidos por ellos. Aunque no a muchas personas en la universidad le agradaban.

Sonrió

Ahora mismo se encontraba en ese agradable viaje. Agradable de verdad, para su sorpresa no lo pensaba de forma sarcástica

Tal como recordaba, el camino estaba lleno de esos gigantes pinos cubiertos por la mejor prueba de que se encontraban en época invernal: la nieve. Aprovechó y saco de su maleta sus entretenciones. Bosquejó de forma rápida los árboles que pasan en fila tras sus ojos, demasiado rápido para captar detalles, pero lo suficiente para captar difuminada mente la estela que iban dejando en el

Aunque los arboles pararon antes de tiempo para su sorpresa

El camino era distinto del que recordaba y supuso que debía haber un desvío o algo por el estilo

-Disculpe – el taxista era un hombre de unos cincuenta y algo. Mascaba un chicle sabor frutilla o mora que hacía sentir en el aire un aroma dulce bastante hostigante -¿Está seguro de ir por el camino correcto?

El hombre parecía ser sordo o estar ignorándolo completamente ya que no se inmuto en lo más mínimo

-Oiga

-Escucha – El hombre se volteo un poco sin perder de todo la vista en el camino y sin soltar las manos del volante –Vas a callarte y a juntar todo lo que pueda valerme algo

Adrián lo miro sin entender muy bien, pareciéndole una situación como de drama barato. ¿Acaso estaba haciendo asaltado por un taxista senil, en el único momento que valía la pena de ese maldito viaje?

Con un gesto de cansancio paso una mano por su mejilla tratando de serenarse, dejando de paso una mancha negra de carboncillo cubierta en su trigueña piel. ‘Vaya día de mierda’

-¿Y si no que? – Rió verdaderamente divertido

-No creo haberte dado alguna otra alternativa. – Dijo el sujeto mientras sacaba su cabeza por la ventana escupiendo su chicle hacia la autopista - Si lo haces fácil no te botaré tan lejos de la ciudad - Observando detenidamente noto como el viejo subia su manga mostrandole adrede una pequeña cuchilla con mango de cuero.

-Ya veo…- Fingió una mueca de desconcierto un rato, pero no le duro mucho, mientras el viejo sacaba de su bolsillo otro chicle y lo lanzaba a su boca

Estaba cabreado

Sin embargo, y aunque la ruta había sido cambiada hace un momento ahora volvía a estar consciente – más o menos- del lugar en donde estaban. Y realmente el camino a la guarida del mal de ese viejo le había sido de suerte

Si corría un par de cuadras más en la siguiente esquina podría llegar a la facultad de música de la universidad. Aunque llevaba un par de años sin aparecerse por allí lo recordaba muy bien

Y le pareció tan absurdo el hecho de que al llegar a la esquina el semáforo parpadeara dando la luz roja

Abrió la puerta y tomó su maleta sin pensarlo dos veces. Vio de reojo al bajar la cara de mil diablos en el rostro de su captor y sonrió de medio lado

Se tomó un segundo para dar la vuelta y levantar desaforadamente su dedo del medio, luego se largo a correr un par de cuadras más y en un par de minutos se encontraba frente al hall de la universidad, sin siquiera acelerarse demasiado su respiración

El sitio desde fuera se veía completamente igual. No es como si hubieran pasado demasiados años, pero se podía decir a simple vista que nadie había dado alguna orden de remodelación, cambiar algunos vidrios o pintar alguna reja. Era como si parado allí viajara meses atrás hasta sus años de estudiante

La verdad es que estaba de pie frente a un paisaje bastante nostálgico

Y por obvias razones se había quedado sin ganas de tomar otro taxi. No podía caminar desde allí, por lo que su única alternativa sería llamar para que vinieran a recogerlo. Parcamente saco el aparato de su bolsillo para llamar a su tía. No era la mejor opción, pero era al fin y al cabo era la única

Mientras el celular marcaba la llamada, Adrián se sentó en unos bloques de cemento que rodeaba el jardín del antiguo edificio, nadie circulaba en la acera de al frente, supuso que debido al frío que desprendía la nieve rodeando la ciudad.

El sonido del auricular daba alerta que alguien contestaba al otro lado de la línea

-Mina, ¿podrías venir por mí? – Al abrir la boca el calor que emanaba su aliento iba formando humo frente a su rostro acariciando su nariz

-¿Adrián? ¿Qué sucedió por qué cambiaste de idea? ¿Dónde estás?                                                                      

-Eh eh, calma. Estoy bien, solo… bueno, ¿puedes venir?

Un sonido saturo el auricular delatando un suspiro

-Estaré en la estación en media hora, no te muevas de allí

-De hecho – titubeó, no había pensado como explicar el hecho de que no demoraría media hora, sino diez minutos desde su casa hasta llegar a encontrarlo- Estoy en la universidad

-Podrías haberme avisado, ¿no crees? – Sonaba molesta, con esa especie de tono dolido- ¿Qué haces allí, como llegaste?

-Sabes que no eres mi madre

Lo siguió un silencio incomodo, bastante común cuando las llamadas involucraban a su tía

-No, no lo soy

-Entonces puedo explicarte cuando llegues – El castaño frotaba su mano libre contra la tela de su pantalón. Dentro del taxi el frío no calaba tanto como en ese instante

-Pero soy tu tía. Al menos desearía que recordaras eso

Mina cortó y él se quedo mirando la pantalla. Siempre terminaban así las llamadas, lo que cambiaba era el aparato que recibía la orden de colgar

Suspiró, y sintió que el calor de su cuerpo descendía con él. Sabía que cerca de allí no había ningún sitio donde esperar, por lo que las opciones disminuían, después de todo no podía moverse de ese lugar.

No gustaba mucho del frío, hacía que le dolieran un poco los huesos

 -¿Adrián?

Si bien el castaño llevaba años sin pisar la facultad, reconocía esa voz y lo haría donde y cuando fuera. Le vino a la mente de inmediato cómo es que cabía la irónica posibilidad de que un viejo le amenazara en un taxi, fuera  a parar allí y se encontrara con él

-¿Profesor Millet? – El hombre frente a él llevaba un gran abrigo largo color café. Aún mantenía los lentes con los que lo imaginaba al pensar en él, con ese marco un poco azulino. Su cabello se mantenía negro y un poco abultado, cubierto por un par de canas tras sus orejas

Sin embargo no hablaban de su rostro. Aún se veía bastante joven, y sus ojos aún mantenían ese pequeño brillo verdoso, a momentos grises.

Y su piel blanca, aún tan blanca

-Adrián, sí que eres tú – El mayor se acercó a largos pasos, cargando en su mano derecha un maletín de cuero negro. No dudo en abrazarlo entrelazando sus brazos fuertemente en su cuello y apegándose como nunca antes al cuerpo de Adrián - Realmente has crecido mucho

-Profesor – Era un situación tan extraña, si decía no saber qué hacer le parecía poco – ¿Cómo ha estado?

Sin embargo no se movió, siguió sosteniéndolo así por un instante que pudo ser bastante corto, y aún así lo sintió más cómodo que cualquier otro abrazo que hubiera recibido

-Lo siento ¿Te estoy incomodando? – Soltó le agarre y paso su manos libre sobre su cabello, sin lograr desordenarlo, lo tenía bastante corto – Yo, bueno, estoy bien ¿y tú?

-Bien – El suelo comenzó a parecerle interesante tomando en cuenta que no hallaba nada inteligente qué decir. No es como si estuviera preparado para esta conversación, después de todo ni siquiera pensaba que algún día debía suceder

-No puedo creer que ya seas universitario – La mirada fija que puso en su rostro lo tenía helado, incluso a pesar del frío sentía como si sus manos estuvieran sudando a mares

-Sí, bueno…

Y la sonrisa que sostuvo en sus labios luego no lo dejo continuar.

-Aún mantienes la costumbre de dibujar mientras llegas aquí

Eso sin decir como el más mínimo intento de hilar palabras se esfumó al sentir una mano acariciando su mejilla

-Tenías carboncillo

Sus ojos conectaron y Adrián pudo ver en los del otro una especie de brillo, como de culpa o de nostalgia

-¡Gabriel! – Una mujer se acercaba a ellos, estaba dejando el edificio desde la entrada principal junto a la que el castaño se encontraba sentado hace un momento. El cabello largo y café colgaba hasta un poco más arriba de su cadera y su figura estaba cubierta por un vestido negro de mangas largas acompañadas por unos guantes del mismo color

- Ana – Estando al lado del mayor la mujer frunció la nariz, desordenando las pecas que decoraban su cara

-Dijiste que no saldrías hasta los 9, ¿por qué estás aquí fuera?

-Profesora Ana – Adrián la miró con algo de recelo. Esa mujer fue su profesora también, al igual que el hombre que la acompañaba, aunque los sentimientos que él emanaba hacia ellos diferían demasiado uno del otro

-Adrián – Al parecer su presencia había sido ignorada por completo, pero al descifrar su rostro los ojos completamente oscuros de la mujer se iluminaron mirándolo con un cariño profundo – Estás tan grande que no te reconocí, ¿qué haces aquí?

Volteó a mirar a Gabriel diciendo algo divertida – Será que hiciste una cita con él sin decirme

Ninguno dijo nada, el mayor la miró de una forma completamente fría y ella pareció no darse cuenta

-Me alegra mucho ver que estás bien. ¿Vienes a visitar a Mina?, me alegro mucho, por favor envíale mis saludos, a pesar de vivir en el mismo sector muy pocas veces coincidimos, por eso no logro preguntarle como estas. No esperaba que fueras a venir, nunca vienes, ella me lo ha dicho, deberías pasar más con ella aún en estas fechas, a ella no le agrada que pases solo tanto tiempo sabes

Adrián trato de fingir una sonrisa mientras oía a la mujer hablar, pero simplemente no podía. Pensó cómo esto aseguraba el que ese día estaba cósmicamente destinado a joderle la existencia.

-Creo que lo estas asustando Ana, déjalo procesar todo lo que hablas

Aunque no hubo tiempo para eso, ya que el sonido de un claxon llamo la atención del grupo, y Adrián sintió algo de miedo al percatarse que en ese momento Mina era la única persona a la que desearía tener a su lado,  y así librarse de todas las idioteces que esa mujer soltaba por segundo

-Bueno, hablando del rey de Roma. Debo irme – El castaño no entendía bien como despedirse. La mujer a su lado le crispaba los nervios, sin embargo, no deseaba irse de una forma tan parca, estando el profesor allí también.

Bueno, si algo entendía, es que así eran las cosas para él la mayoría del tiempo

Jodidamente estúpidas e injustas.

Pero pese a lo que cualquiera podría esperar, fue Gabriel quién tomo su muñeca y lo detuvo de irse de esa forma tan abrupta

-Adrián, quisiera… vernos algún día mientras estés aquí ¿Te gustaría quedar como en los viejos tiempos?

¿Por qué razón ese ‘viejos tiempos’ no se sentía precisamente como en los viejos tiempos?, tanto habían cambiado las cosas en esos dos años. Bueno, era de esperarse, sin embargo, algo no estaba cuadrando del todo  y no entendía bien qué

Aunque su corazón estaba latiendo de forma salvaje dentro de su pecho, y al mirar hacia los ojos que le pedían verse otra vez sentía que todo estaba valiendo la pena, como en los viejos tiempos

-Me gustaría – Fue el único pensamiento que pudo verbalizar

Ambos sonrieron, y la mujer a su lado se les unió instantes después tomando la mano de Gabriel y apoyando su mentón en el hombro del más alto. Una escena cliché de las películas románticas en las citas de los recién casados frente a los ojos de Adrián

-Cuídate mucho Adrián, sé que es cosa de ustedes, pero si gustas vengan a mi casa y te tendré un pastel, del que tú quieras ¿sí?

Ese tono de condescendencia conseguía removerle las entrañas causándole nada más que asco. Si había algo más desagradable que las personas demasiado empáticas, eran las que llevaban su empatía a los límites de la compasión. Los ojos de su profesora siempre habían sido los de Mina, y aunque no podía odiar a aquellas mujeres, el odio ante esa mirada podía superar cualquier rastro de apego que podría haber creado con ellas

Adrián solo sonrió de medio lado y cruzó la calle con su maleta y su otra mano dentro del bolsillo de su pantalón. Pensando cómo explicar de una forma sutil y –creíble- a  Mina el que un viejo taxista haya intentado robarle, haciéndolo bajar en medio de la nieve con ese frío de mierda.

 

 

 

 

Notas finales:

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