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Aingeru por Petit-etoile

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Notas del capitulo:

Primer capítulo. 

Aquí mi pequeño se presenta abiertamente explicando todo lo que le acompleja y conlleva ese número que para él, es el más crucial. 

Espero les guste. 

-J

 

 

Quatorze.

Muchas veces sentí  que tenía  el mundo entero a mis pies, que el poder me pertenecía, que era capaz a todo, que los sueños eran algo fácil de cumplir y por si fuera poco, nada ni nadie podían destruirme.

¿Por qué?

Simple, porque tenía catorce.

Al escuchar catorce, no nos imaginamos algo tan complicado, sólo podemos deducir que aquella palabra es un sustantivo conformado por siete letras y que por su pronunciación es clasificada como grave. No tiene mayor relevancia, con “él”, se pueden enumerar cosas, reconocer una cantidad en particular y puede estar presente en millones de cifras que se van creando a lo largo del tiempo.

Su definición se sabe tan solo al nombrarlo, y nada más que con mirarlo, se puede entender que es parte del conjunto de números arábicos que fueron creados quizá en qué año, por alguna persona que apenas le han agradecido su importante –y fácil de deducir-  aporte cultural.

“Catorce”, para muchos no es más que un simple número, que puede pertenecer a la cantidad de años transcurridos desde algún hecho hasta una fecha determinada. La cantidad de vida que una persona lleva en el mundo.

La cantidad de vida que llevaba yo, en ese entonces.

Se supone, que para mí tendría que haber sido fácil, apenas estaba conociendo la vida. La cúspide de mi adolescencia, donde recién  descubro mis gustos, mi personalidad, la música que sería más de mi agrado, donde los temas principales serían los videos juegos, las bandas o la chica nueva que tenía todos los buenos atributos del gusto de la mayor parte de  la raza masculina del salón .

Se suponía que para un chico de catorce años, su mayor angustia tendría que ser el colegio, que el mayor dolor, debería ser de cabeza, porque  no  le cuadraba algún cálculo en matemática.  Sus planes tendrían que ser con los chicos, salidas al barrio, andar en skate, conocer una chica linda, acercarse a ella  y que ésta, se convirtiera en su primer amor con un recuerdo lindo, que será nostálgico al pasar de los años.

Pero yo, Aingeru Étoile, no sabía que ni si quiera se iba a cumplir la mitad de todas las cosas comunes de un adolescente promedio. No porque fuera un rebelde sin causa, sino porque tenía varias razones a favor como para no poder explicarlo.

Primero que todo, la pubertad me jugó en contra desde que sentí que mi cuerpo sufría cambios extraños. Mi peso jamás había desvariado, ningún bello corporal extraño y mis dientes, siempre los consideré normales, pero, esa maldita etapa, sólo se encargó de tomar sólo un poquito de mi autoestima, aumentando varios kilos, apariciones de vellos corporales en sectores jamás premeditados y mi hermosa piel que en años mozos había sido tersa y suave, se llenó de un acné odioso, reemplazando la suavidad de mi piel, por una “rasposidad”  similar a la de una lija  y para rematar unos molestos brackets adornando mis dientes. Por ende, ningún chico que es gratamente aceptado por la sociedad del perfeccionismo que es la secundaria, quería ser mi amigo. Sin embargo siempre existen los nerds.

Es ahí donde encajaba un poco, ya que tenía mis momentos en los que me aceptaban en esas manadas  superficiales, y entendía  entonces, de que sí existían y habían personas que lograban aceptarte tal como eras y otras que también les gustaba reírse de la misma razón. Sin embargo, no me importaba, tenía buenos amigos, compartían mis mismos intereses, y pues, era mejor que no tener a nadie.

Nadie me dijo, ni me dio las instrucciones necesarias de cómo sobrevivir al poder del amor, tan sólo sabía que era un sentimiento de afecto que se podía encontrar en todas partes, pero… ¿Hasta qué punto?

Recuerdo que en octavo grado, a mitad de año llegó un chico delgado, tez mate, y cabellos desordenados, tenía  un gusto por el animé, que era  notorio en los accesorios de su bolso, lo observé tanto, que me dispuse en que lo iba a conocer. Jamás notaron mi extraño interés por él, ni esos deseos de querer conocerlo, así que aproveché mi audacia en el área de disimulación, y me enfoqué hasta que lo logré.

Al año siguiente, donde la  estúpida pubertad hizo de las suyas, comencé a sentir cosas extrañas, en aquél sector donde se suponía que estaba el corazón. Cada vez que él se me acercaba, éste comenzaba a latir de una forma descontrolada, cada vez que él me abraza por alguna que otra causa, mi temperatura se acoplaba en mis mejillas, y mi corazón componía melodías con sus latidos. Hasta que decidí dejar de disimular, y confesarle a unos de mis amigos más cercanos, las cosas extrañas que estaba sintiendo.

Thomas era bien similar a mí, cuando éramos pequeños nos solían decir a menudo que nos parecíamos, nos preguntaban frecuentemente si éramos hermanos o si teníamos algún parentesco , a veces nos confundían, y a leguas se notaba que nuestra relación era distinta a todas las demás . Un día sin motivo alguno, me dijo que estaba confundido en su orientación sexual, lo cual me pareció extraño, ya que jamás habíamos estado en situaciones que ameritaran esa confusión, aun así no pasó mucho tiempo y me afirmó, o más bien “definió” lo que era, y se declaró bisexual.

No me pasó nada, ni si quiera me asusté, era como si me estuviera contando sobre cualquier anécdota del día, y yo la entendía a la perfección. Tiempo después, le gustaba alguien del mismo sexo y me contaba de sus sentimientos, pero, la visión de aquello era tan liviana, que no nos percatábamos de lo complicado que se iba a volver para uno de los dos.

Cuando decidí confesarle a Thomas sobre mis sentimientos  hacia mi reciente amigo, me miró con una notoria inspección y dio su veredicto con suma decisión.

“- A ti te gusta, y no lo quieres aceptar.”- Me miró a los ojos mientras lo decía.

“- Es imposible, no puede ser que él me guste. Ni si quiera hay motivos, nada más debe ser la cercanía que hemos tomado últimamente.”- Me expliqué dudando un poco de todo.

“- Vez, ahí tienes. Negación, lo estás negando. “ Me observó nuevamente por unos segundos.

“- P-Pero no lo estoy negan--…-“  Me quedé en blanco mientras un satisfecho Thomas se regodeaba de su acertada observación. 

Esta vez, mi preocupación salió a flote, y  nacieron aquellas preguntas retóricas que hasta el día de hoy me acompañan, que me acechan por las noches y me retuercen la psiquis.

¿Qué pasaba  conmigo?

Los siguientes días se me hicieron más confusos, un sentimiento  algo bipolar me invadía y me hacía cuestionar cada vez más las cosas. Solía asustarme la idea de mirar más allá de la relación de amistad a un chico, quería quitarme ese  sentimiento, pero, a su vez, adoraba ese cosquilleo en mi estómago cada vez que se me acercaba, cuando me miraba fijo para reírse de mis gestos, cuando sin querer tocaba mi mano, o simplemente ese sentimiento que me llenaba al verlo sonreír.

Adoraba cada parte de él, cada fragmento de su persona, tanto así que llegaba al punto de adueñarse de todos mis suspiros, y deseaba fervientemente que un día me mirara de la forma en que comenzaba a mirarlo yo. 

Recuerdo cuando se le quedó un sweater en mi habitación, su olor se impregnó en todo el cuarto, jamás creí que un aroma me deleitara de aquella manera. Cerraba los ojos y mi imaginación jugaba, creaba una vida ideal para mí, escenarios en los cuales él me miraba fijamente y entre caricias, risas y besos llevábamos una relación tan perfecta, que ese mismo hecho me hacía despertar aceptando la realidad de todo el asunto.

Aquellos sentimientos duraron aproximadamente un año. Un año de completo silencio, de sufrir cuando él me hablaba de la persona que le atraía. Pero terminé desistiendo, a pesar que nuestra amistad era demasiado estrecha, y que muchos rumoreaban que lo nuestro no se trataba de una simple amistad por el trato que nos teníamos.

Solíamos abrazarnos mucho, era como una obsesión…

Ambos, habíamos sufrido desdichas con nuestras amistades, nunca antes habíamos conocido  muy bien de lo que se trataba la confianza. Hasta que nos conocimos.

Creí en parte, de verdad que sí… O al menos traté de creerlo, que él y yo, estábamos encaminándonos por el mismo sendero.

 Pensé, que por fin me miraría de la manera en que yo deseaba.

Pero eso no era lo que el destino quería para mí.

Él, me amaba, eso no lo dudo hasta el día de hoy. Nadie podía entenderlo, así, como lo entendía yo en esos momentos. Yo era su pilar, y por supuesto que él lo era para mí también. Todo cambió literalmente, cuando pasamos a cursos superiores y quedamos en clases distintas.

Fue algo demasiado triste para mí, necesitaba verlo, que me hablase entre clases para no sentirme tan perdido. Y por un lado totalmente contrario, mi madre estaba contenta por ello.

A ella no le agradaba para nada, sentía que mi insistente cercanía hacia él, era muy extraña. Para mi madre, nada de lo que había entre nosotros, era normal. Así que la noticia de mis clases sin él, eran un motivo de tranquilidad para ella.  Mi mamá creía, que había cambiado producto de los intereses de… Sean.

Sean, tenía intereses demasiados profundos hacia todo lo que tuviera una cultura nipona de por medio, amaba el arte y por ende tenía habilidades en ello. Una de las cosas que admiraba de él era eso, su gran talento en el dibujo, me gustaba la dedicación que le ponía a cada una de sus creaciones  y lo feliz que era cada vez que se le  ocurrían nuevas invenciones. Gracias a él, me animé a ser mejor también en el dibujo, incluso, quería ser mejor. 

Su personalidad no derrochaba de mucha simpatía y a primera vista de la percepción parental, no era una muy buena influencia. La tendencia que mantenía hacia a lo oscuro y melancólico hacía creer que sus intenciones no eran muy buenas, creando la idea de una persona totalmente antisocial, sin mencionar lo amargado que se veía de lejos.

Por esas simples razones, mi mamá no aceptó que yo saliera con él, ni si quiera a los eventos de temática nipona. No podía entrar a nuestra casa, y cada vez que mi madre andaba cerca, Sean tomaba algo de prudencia y se mantenía un tanto lejos de mí.  Siempre me dio vergüenza de que se diera cuenta de los “sentimientos” de mi madre, no quería que pensara que poco menos lo odiaba, pero… Aun así, aunque no fuese odio, el rechazo para “mi motivo de respirar” era igual de incómodo que aquél sentimiento.

La separación nos unió más de lo que habíamos pensado, pero eso sólo duró un tiempo, ya que ambos sin querer, nos comenzamos a alejar más y más sin siquiera hacer algo al respecto. Ambos sufríamos, porque nos hacíamos falta el uno al otro, sin embargo, nos cansamos de buscarnos y emprendimos caminos diferentes. Pasamos de ser los mejores amigos a simples conocidos.

Sean, conoció gente nueva, y comencé a sentir nuevos sentimientos que jamás antes había percibido. Los celos afloraron en lo más profundos de mi ser y no me gustaba para nada, el dolor era calador más que cualquier otro que había sentido. Pronto dejé de ser indispensable para él.

Así pasó el tiempo, y entre medio de todo aquél problema adolescentico, Thomas aprovechó de poner en la mesa todos sus resentimientos por mi falta de atención hacia él.  Todo iba de mal en peor, ya que las amistades  que había forjado en el nuevo curso sin Sean, en ese instante no eran las mejores…

Cualquier ser humano que respire necesita de alguien que lo escuche sin reproches ni prejuicios, con algún consejo a flor de boca para aliviar un poco las confusiones del corazón y también las heridas del alma.

Pero yo, no tenía nada de eso.

Y así es como volvemos al tema principal de todo esto, a aquél número que acarreó todas estas confusiones que recién comenzaban, que me regalaron tantas lágrimas y razones para seguir fortaleciendo mi coraza exterior.

Pues, ante todos aquellos atentados que aparecieron de la nada para atacarme y sin tener un compañero de batalla que me aconsejara si mis estrategias estaban bien pensadas… El internet fue mi última opción.

Mi papá siempre me dijo desde pequeño, que el internet era igual que un callejón oscuro y que navegar en sus sitios webs era como caminar de noche sin protección alguna. Siempre creí que exageraba, porque tenía la suficiente cordura, como para no creer en las propagandas farsantes para ser millonario, ingresar en páginas porno, y sobretodo creerle a alguien vía chat.

Alguien que sea lo suficientemente anónimo como para creerle enseguida…

Lo bueno de haber querido superar a Sean en el dibujo -lo que fue imposible-, es que tuve nuevos intereses en aprender más técnicas en esta nueva habilidad que estaba desarrollando y el internet me permitía hacerlo de manera autodidacta. Así que, gracias a eso pude concentrar mi mente en algo que para mí era productivo, y a su vez, me distraía de todo aquello que me aquejaba. Dibujé como un loco, aun sabiendo que no era muy bueno en ello, empecé a desarrollar la imaginación que tenía dormida, y sentí en mí un placer tan especial totalmente distinto a ese que suelen involucrar con lo carnal, entendiendo en ese instante que no escaparía jamás de aquella nueva pasión que me atrapaba lenta y sigilosamente. Busqué artistas jóvenes por internet, personas que compartían mi misma visión, páginas, foros, cualquier cosa con tal de sentirme comprendido, leído por alguien que tuviera el conocimiento suficiente de las satisfacciones que necesitaba un humano para sentirse potenciado, importante.

Encontré a gente sumamente excepcional, galerías personales que mostraban el potencial de cada uno de ellos.  Con el tiempo, comencé a interesarme en un sujeto en especial, su manera de dibujar era tan inusual que cautivaba una parte de mí, queriendo conocer a este artista en potencia más a fondo. Detrás de la pantalla, los miedos se alejan lentamente, y la personalidad aflora de la nada, dejándose presenciar como el mayor de los logros. No me lo pregunté dos veces, ni lo medité siquiera una vez, obtuve su e-mail de la información personal que se podía dejar ver en el perfil de cada una de las galerías. Lo agregué a Hotmail, no pasó un par de horas para verlo en línea, así que un poco más contenido que antes, respiré tan sólo un poco y me decidí a hablarle. No sabía, que esa decisión sería tan crucial en mi vida. Aquél día descubrí, que ese chico, era un verdadero extraterrestre…

Y yo no creo en vidas superiores de otros planetas, pero él era la excepción. Una excepción llamada Damian.

Notas finales:

Oh díos mío D': 

Al parecer Ain, es demasiado "yo" para mi gusto. Como pudieron ver, ya hizo su primera aparición el segundo protagonista de la historia~ (más bien sólo fue nombrado)

Lo subo seguido porque me compliqué un poco  que el prólogo fuera tan corto. 

Espero que les agrade :3 

Va con mucho cariño.

-J


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