Una lagrima rueda por mi mejilla, mientras miro fijamente como cae la lluvia fuera de la ventana.
Un relámpago rompe la penumbra de la noche tormentosa.
Mi corazón llora la trágica pérdida de su único amor.
Solo me queda una vieja fotografía y el ya difuso recuerdo de su voz.
Saber que nunca volveré a verlo me destroza el alma.
Aislándome en mi propio cuerpo con el único deseo de quien fuese extirpe el dolor de mi torturado espíritu.
La esperanza de mis ojos se ha ido con él.
La dulce sensación de dolor producto de una uña clavándose en mi carne, calma mi sufrimiento y llena momentáneamente el vacio que siento en mi interior.
Y la inevitable muerte de esa amarga lagrima en mis labios, haciendo que brote el recuerdo de nuestro ultimo momento juntos.
Sierro los ojos y veo la triste imagen de su cuerpo consumido, demacrado, confinado a una cama de hospital, conectado con agujas a tubos y a maquinas que parecen debilitarlo aun mas, succionándole la poca vida que le queda en el cuerpo.
Un amargo beso seguido de un “te amo. . . nos veremos pronto” fue como se despidió.
Solo él y yo en esa solitaria prisión con su mano entre las mías.
Vi como una dama llamada muerte abrazaba su espíritu, apoderándose de este, guiándolo de la mano y de paso me sacaba el corazón con sus garras.
Ya he tomado mi decisión.- Pronto, mas pronto de lo que crees mi amor estaremos juntos de nuevo y esta vez nadie nos podrá separar- .
He de garantizar nuestro reencuentro y en caso de que mi amigo color plata no cumpla con su cometido, el elixir de Morfeo ara su magia en mí.
Son los preparativos antes de verte otra vez.
Me encuentro desnudo ante el espejo y en él, tú me sonríes. Se que estas ansioso por verme, yo también lo estoy.
Me percato de la rigidez de mi miembro por la emoción. Esta; mi ultima erección es solo para ti.
Mis mejores galas visten mi cuerpo junto al perfume que te gusta de mí.
-Lo mejor solo para ti-.
Con un último vistazo al espejo para verificar mi apariencia me dispongo a salir a tu encuentro.
Una caminata bajo la lluvia, solitaria.
Mi sombra despegada de mí, como si no quisiera acompañarme. Yo sumergido en mis recuerdos y de fondo los golpes de las gotas de lluvia contra el paraguas.
Sin notarlo ya me encuentro frente al cementerio.
El portón está cerrado pero nada me impedirá reunirme contigo.
Ya salto la reja con agilidad pero esta vez será la última que lo haga.
Abandone el paraguas en la entrada ya no me hace falta.
Ahora la lluvia, helada, me empapa por completo pero lo ignoro, como ignoró el viento congelado que amenaza con producirme un resfrió.
Ya estoy ante ti, o mejor dicho ante tu tumba.
Empapado, con los zapatos enlodados pero me siento perfecto al estar ante tus restos.
Me arrodillo ante tu tumba y sin reparo tomo el líquido violeta del frasco del sueño.
Y tu navaja, amigo mío, de frio semblante y filo perfecto. Es tu hora, tu momento, libera mi alma de sus grilletes de dolor y llévame sin vacilar al lado de mi amado hermano.
Su filo penetra fácilmente en mi cuerpo.
El efecto del acónito y la belladona adormecen el dolor. De mis heridas corre el líquido escarlata como agua. Se mezcla con la lluvia y con la tierra.
Mi visión se desenfoca, se ennegrece y tú apareces ante mí.