Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sólo tú por Shirou Neko

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

One Piece y todos sus personajes son de Eiichiro Oda. Y tal.

Notas del capitulo:

¡Ignoren el resumen! Hahaha no sabía qué más escribir ¬w¬ En fin, mi primer fic y eso, así que ¡muchas críticas, por favor!

Advierto que lo que van a leer carece de sentido porque lo escribí a cachitos y después los junté XD Además tiene un poco de contenido ambiguo e implícito... bueno, que si lo ven mejor XD

Aún así, esto va para ti, Ayume-san! Aquí tienes tu fic! Después de una semana, pero al fin llegó.

A Sayumi por ayudarme y aguantarme, muchas gracias! Y también a Fabiola-san por apoyarme con que empezara a escribir :3

Estaba escuchando Never Too Late de Three Days Grace al hacerlo, por si ayuda a ambientar digo yo XD

Dicho esto, ¡a leer! Que es para lo que están aquí X3

Adv: OOC!

Los pensamientos entre comillas.

 

—¿Para qué me has llamado, alguita? ¿Es que acaso quieres confesarme tu amor? —decía burlonamente un chico de dieciséis años mientras miraba a su eterno amigo y rival de pie frente a él.

—Deja ya las estupideces, Sanji.

Sanji se enderezó y se puso serio. Para que lo llamara por su nombre el asunto debía ser importante, así que dejó los juegos de lado.

—Venía a decirte que ya no quiero que me molestes más. Se acabó lo de “cejas rizadas” o “marimo”. Me harté de este jueguecito, el tiempo ya no me sobra como para perderlo contigo, ¿me oíste? Así que espero dejar de ver tu cara de idiota por todos lados.

—P-pero…

—¡Nada! ¿Es que no lo entiendes? ¡No somos amigos! ¡Para lo único que me servías era para quitarme el estrés golpeando tu horrible cara y ahora ni eso! ¡De verdad te odio! Me largo, y espero no volver a verte nunca.

Y después de esas palabras se dio la vuelta y se fue. Desde ese día no volvió a verlo ni a saber de él, sólo que un par de semanas más tarde se había marchado de la cuidad.

 

 

Día de verano. El sol en lo alto, un clima perfecto, la brisa tibia, el cielo despejado, los pajarillos cantando, gente sonriente caminando por las calles… pero nada de esto parecía llegar a un sombrío y escondido callejón, en donde se encontraba un chico apoyado en la pared de brazos cruzados y emanando un aura tan oscura que ni los pájaros se atrevían a volar sobre él.

—Jodido viejo… ­—murmuraba enfadado un joven rubio de diecinueve años al tiempo que sacaba uno de sus adorados King Ground de la cajetilla— Castigarme… ¡a mí! Ni que fuera un crío.

—¡Sanji! ¡Deja de maldecirme por lo bajo y vuelve al trabajo! —llamó un hombre de edad un tanto avanzada, cabellos rubios al igual que el menor y ataviado con una filipina, su altísima toque blanche, mandil y unos pantalones blancos, típicos en un chef como era él.

—¡No pienso trabajar como mesero! Yo soy cocinero, ¡el mejor cocinero de…!

—Sanji…

—¡…la cuidad! No, ¡del país! ¡Y el más guapo! ¡Y caballeroso! ¡Y…!

—Sí, sí, lo que tú digas. Pero sabes que si no vienes no te dejaré salir más a visitar a tu “Nami-swaan~” —imitó malamente el mayor.

Ante esto su sangre se heló. Pero no se iba a rendir tan fácil. Porque él era un macho, hombre hecho y derecho, masculino, valiente…

—N-no te atreverías —…aunque su voz no sonara tan segura y viril como hubiese querido.

—Pruébame.

—…

—Oh, bueno. Es una lástima. Creo que tendré que pedirle a Duval que vaya a ver qué quiere ese grupo de adorables señoritas que…

Antes de siquiera acabar la frase, vio un rayo amarillo pasar frente a él en dirección a la cocina.

—Je, siempre funciona.

Sanji se adentró rápidamente en el local y cogió un mandil negro, poniéndoselo ágilmente mientras tomaba una pequeña libreta del mesón, saliendo con una enorme y deslumbrante sonrisa a atender los pedidos.

—¡Allá voy, mis preciosas damas~!

 

 

 

 

—Viejo mentiroso…

Otra vez igual. Aunque tenía que admitir que también era su culpa, sólo era cuestión de mencionar a sus “damas” y él corría sin importar nada.

­—Bueno, ya que estoy aquí…

Echó una ojeada al restaurante. A pesar de ser verano no había mucha clientela, por lo que Zeff había decidido dar un par de días libres a los chicos para que disfrutaran de la playa. Claro, a todos menos a él y a un par de desgraciados que también eran víctimas de la sobrexplotación de su jefe.

Soltó un suspiro resignado y volvió a mirar a su alrededor. Una pareja de ancianos, una familia con dos niños pequeños y un solitario chico al fondo del lugar. Sin pensarlo mucho se dirigió hacia el muchacho, pero se detuvo en seco al verlo de más cerca. Era de espalda ancha y brazos fuertes, tenía el pelo largo, rubio y un poco descuidado, aunque cubría la parte superior con pañuelo negro atado alrededor de la cabeza. Llevaba unas gafas de sol al más puro estilo John Lennon que ocultaban por completo sus ojos, una chaqueta de cuero negra llena de tachuelas y cosas brillantes que no logró identificar, al igual que sus pantalones oscuros y unas enormes botas militares.

Diría que no le intimidó, pero eso sería mentir. Aun así siguió avanzando hacia él, quien parecía absorto en sus pensamientos con la cabeza apoyada sobre una de sus manos y ni notó cuando el rubio se plantó a su lado. Lo quedó mirando un rato y aún no recibía ni la más mínima atención, por lo que se acercó un poco más para ver a través de las oscuras gafas de sol sin ningún éxito.

Era el colmo, ¡de verdad estaba comenzando a cabrearse! Estaba a punto de marcharse para atender otra mesa cuando escuchó un sonido que lo dejó plantado en el sitio.

Aguantó las carcajadas como pudo… ¡estaba roncando!

Le entraron unas ganas incontenibles de molestarlo, aún con riesgo de morir hecho papilla bajo esos puños enfundados en guantes sin dedos.

—¡Buenas tardes! —gritó al oído del otro— ¿Qué desea?

—¡Gah! Ngh, mh… uf —al parecer quería un corazón nuevo. Quizás se había pasado un pelín. Pobrecillo.

—¿Estás bien? —intentó componer una expresión preocupada, pero definitivamente el teatro no era lo suyo.

—Mh… —contestó vagamente sin moverse un milímetro.

—Supongo que eso es un sí.

—Mh…

—¿Vas a pedir algo…?

—Mh…

—¿…o me largo ya?

—Mh… —se negaba a hablar.

—Bien, me voy.

—¿Mh? ¡No! —gritó cogiendo al rubio por el brazo­, aunque al darse cuenta lo soltó inmediatamente y agachó la cabeza— Quiero onigiris y una botella de sake.

—"Vaya, por fin reaccionó. Ya me estaba comenzando a asustar" —pensó Sanji—. ¿Sólo eso?

—Sí —pronunció escuetamente sin mirar al otro.

—Vale, en un momento se lo traigo. Rarito —susurrando esto último.

Se alejó en dirección a la cocina, pensativo. ¿Qué había sido eso? Qué tipo más raro, aunque se le hacía conocido… ¿serían esas facciones duras y masculinas?, ¿sería esa piel morena? ¿Esa voz grave? Su voz… un escalofrío recorrió su espalda, por lo que prefirió dejar el tema.

"Imposible…"

 

 

—"Mierda mierda mierda mierda mierda…" —eran los sanos y educativos pensamientos de aquella persona que se había quedado allí, sentada sin poder reaccionar adecuadamente— "Rarito… ¡rarito yo! Ja, mira quién habla, idiota cejas raras… sigues igual de estúpido" —a pesar de sus palabras podía sentir el sonrojo quemar su rostro, cosa que lo frustraba enormemente—. "No funcionará, debería dejarlo…"

A partir de ese momento todo fue relativamente normal. Sanji venía con su pedido en la mano y una expresión extraña en el rostro que no alcanzó descifrar, porque tan pronto como llegó a su lado esbozó esa sonrisa amable y comercial que tenía para atender a la clientela.

—Que lo disfrutes —y se marchó sin más.

"No funcionará…"

 

 

Al otro día…

—"Soy un idiota, soy un idiota, soy un idiota…" —se repetía mentalmente un sensual y alto chico, de cabello castaño y enormes gafas de sol, al entrar al Baratie­— "No puedo creer que esté haciendo esto."

Se dirigió automáticamente a la primera mesa vacía que vio mientras escaneaba el lugar en busca de una cabellera rubia y brillante. Casualidad o no, se encontraba en el mismo sitio en que se había sentado el día anterior.

—¿Puedo ayudarle en algo?

—¡! —reprimió un grito. ¿Es que ese cocinero quería matarle de un susto? Bueno, seguramente matarle sí que quería, ¡pero se supone que no sabía quién era!

—¿Estás bien?

—Sí.

—Hm… ok —le lanzó una mirada sospechosa y abrió la pequeña libreta para tomar el pedido—. ¿Qué vas a querer?

—Sake y onigiris —dijo sin pensar.

—Ajá… ¡ah! —se le cayó el bolígrafo— Ya lo recojo.

Se agachó para cogerlo y se levantó, pasando muy cerca del otro que se quedó paralizado.  Al enderezarse completamente el rubio lo miró con los ojos muy abiertos y ahí supo que algo malo había pasado, pero ¿qué?

Creyó que no tenía mucha importancia cuando vio al rubio sonreírle cálidamente mientras se alejaba antes de perderse por la puerta que daba a la cocina.

—"Bueno, ¿y ahora qué?" —suspiró llevando su mano hasta su oreja izquierda inconscientemente para juguetear con sus pendientes, pero al no tocar nada recordó que se los había quitado para que Sanji no los viera— "De verdad que todo esto es inútil, debí haber venido sin ningún estúpido disfraz y afrontar las consecuencias… pero si se lo digo ahora es más que seguro que me odiará más aún por tratar de engañarlo. Mierda, ¿en qué lío me he metido?"

Sanji llegó más tarde con su orden en la mano. Comió en silencio, mirando como iba de un lugar a otro, sonriendo y revoloteando alrededor de las chicas.

—"No has cambiado nada…"

Y así pasó un día más.

 

 

—¿De dónde sacas toda esta ropa? —preguntó Nami revolviendo el armario del peliverde.

—De las tiendas…

—Sigo sin entender por qué te disfrazas.

—… —al parecer el otro se encontraba poco hablador, aunque eso no era tan raro. Quizás deprimido…

—Y… ¿has hablado ya con él?

—No…

—¿Sabe por lo menos que has regresado?

—No…

—¿Se lo dirás?

—Hmmm… no.

Lo único que pudo sentir luego fue el puño de la pelirroja estrellarse contra su cabeza y como todo su cuerpo rebotaba contra el suelo al caer.

—¡¿Pero a ti qué te pasa?!

—Si no pensabas decírselo, mejor no hubieses venido.

—¡Es que no es tan fácil!

—¡¿No es tan fácil qué, eh?! ¿Plantarte frente suyo  y decirle la verdad?

—¡En estos días que he ido a verlo no he podido hacer más que mirarlo! ¿Y si ya no quiere saber de mí?

—Si eso fuese cierto nunca te hubiese dicho dónde encontrarle. Estás actuando como un cobarde… este no eres tú, Zoro.

—…

 

 

—Estoy seguro de que es él —golpeó fuertemente la pared—. ¿Qué hace aquí? ¿Para qué ha vuelto? Ese marimo imbécil… —hecho una furia pateó un contenedor de basura que había por ahí.

¿Es que creía que no lo iba a reconocer? Sólo viéndolo quizás no, por esas enormes gafas cubriendo sus ojos y esa ridícula ¿peluca? No creía que fuese tan estúpido como para teñirse el cabello.

Pero ese ligero aroma a acero que desprendía no lo olvidaría nunca. Además, tenía otra prueba que lo confirmaba: sus pendientes. Si bien se los había quitado, las tres pequeñas perforaciones seguían allí, no había manera de esconderlas.

Sake y onigiris. Idiota adicto al alcohol y fanático del arroz. Su comida favorita.

Mmm… rico. Por lo menos algo para lo que seas bueno, cocinero de mierda.

—Agh —se apoyó en la pared deslizándose lentamente hasta quedar sentado en el frío suelo con sus manos cubriendo su rostro—. Te odio…

 

 

Atardecía. Hacía un poco de frío pero nada por lo que preocuparse, aunque parecía que iba a llover. De todas maneras sólo saldría un momento a tirar la basura que se había acumulado en la cocina.

El día había pasado como cualquier otro, sin clientes con ropa demasiado extraña o usando enormes gafas de sol. Le pareció extraño, pero trató de no pensar en ello, aunque ya le era imposible.

—¿Dónde se habrá metido ese cabeza de alga? Bah, para lo que me importa.

—¿Ya no te importo, cocinero?

Volteó rápidamente, encontrándose con Zoro justo a sus espaldas. Esta vez no llevaba nada tapando su rostro y traía el cabello de su color natural. Había crecido bastante, pero no le pasaba por mucho.

—¿Qué haces aquí?

—Deberías saberlo.

—¿Saberlo? Yo no sé nada. ¿No se supone que me odias y no querías verme más?

—Tú lo has dicho, “supuestamente”. ¿De verdad creíste todo lo que dije aquella vez?

—¿Cómo no hacerlo si salió de tus propios labios?

—¿Nunca te preguntaste por qué lo hice? Después de todo aquello que vivimos juntos.

—Deja de jugar conmigo, Zoro. ¿Qué quieres?

—Aclarar las cosas.

—Jeh. ¿Ahora? ¡¿Tres años después?!

—Nunca es demasiado tarde…

—¿Para qué? ¿Para arrepentirse? ¿Para disculparse? Por favor, no me hagas re-

—No. Para decir la verdad.

—¿Verdad? ¿Qué verdad? ¿Qué cualquier cosa es más importante que yo? Sé que se lo prometiste a tu difunta amiga, y ya ganaste el campeonato mundial de kendo. ¿Ahora vuelves a mí? Dejándome fuera de tu vida todos estos años. ¿Cómo crees que me siento? ¿Soy tu plato de segunda mesa ahora, eh? Disculpa, pero no, gracias. Ya no.

—No quería, de verdad que no quería… —intentó acercarse a él y tomarle de las manos, pero el otro rehuyó el contacto.

—Por favor, ¿que no querías? ¡Si no querías no lo hubieses hecho!

—Si no lo hacía era peor…

—¿Peor? ¿Peor que dejarme aquí y así, después de decirme todo eso?

—¡Sí! —gritó ya frustrado consigo mismo— ¡Quería pedirte que vinieras conmigo, pero no quería truncar tu sueño! Querías ser cocinero y yo debía entrenar y asistir a torneos, ir de un sitio a otro, ¿hubieses logrado algo así?

—¿Es que no tienes cerebro, marimo idiota? ¡La mejor manera de aprender es viajar! Si me lo hubieses dicho claro que hubiera aceptado…

—¿Sabes lo que en realidad te quería decir ese día?

—No y no me interesa —dijo en un ataque de orgullo—. Todo eso ya pasó, no tienes nada que hacer aquí ahora.

—Es algo que llevas esperando desde hace mucho. Los dos lo sabemos, desde hace años. ¿Lo estás negando?

—Ha pasado mucho tiempo.

—Pues yo sigo sintiendo lo mismo y estoy completamente seguro de que tú también.

—¿Cómo estás tan seguro, cabeza de musgo?

—Digamos que me lo dijo una bruja tacaña.

—…

—Ya no tenemos que esconderlo más, ¿ves? He vuelto para quedarme definitivamente, ya no hay nada más.

—Claro, eso hasta que te surja otra cosa y me vuelvas a dejar atrás, ¿no?

—Sanji…

—Dime, ¿cómo puedo creerte ahora? —dijo con la voz entrecortada pero manteniendo una expresión neutra— Yo… yo realmente odio todo lo que tenga que ver contigo.

Zoro sólo atinó a bajar la cabeza y morderse el labio. Si no lo quería allí no iba a rogar, él también tenía su orgullo y ya era hora de dejar que éste tomara el control. Deslizó sus manos por los brazos de Sanji en lo que podría haber sido una sutil caricia para luego separarse de él lentamente. Intentó mirarlo a los ojos, pero el rubio los cubría con sus propios cabellos al mantener la mirada gacha. Lo soltó definitivamente para alejarse un paso de él y voltearse, dispuesto a irse otra vez y no volver jamás.

—Entonces… ¿por qué te amo? —fue sólo un susurro, pero el otro pudo escucharlo perfectamente.

—¿Q-qué?

—... —calló. Odiaba sentirse tan expuesto.

Al no oír respuesta, el peliverde se giró violentamente y en menos de medio segundo estaba frente al cocinero nuevamente.

—¡Dímelo!, ¡repítelo! —lo agarró fuertemente por los hombros y lo sacudió levemente, queriendo saber si había sido real o un cruel producto de su imaginación.

—¿Es que no lo oíste, maldito marimo? ¡Pues me da igual, porque no lo volveré a decir! ¡No es mi culpa que seas un alga sord-! Mh…

Lo calló de la única manera que se le ocurrió, besándolo. Notó como el rubio se resistía un poco así que coló sus manos frías por debajo de la ligera camisa, haciendo que abriera la boca por la sorpresa. Introdujo su lengua, recorriendo cada centímetro y encontrándose con su compañera que, resignada, decidió seguirle el juego, tomando ventaja al poco tiempo. El mayor cortó el beso para susurrar:

—Nada más, sólo tú.

Y dicho esto volvió a la carga. Estuvieron así uno, dos, tres minutos… y los que hicieran falta. Tanto tiempo separados les pasó factura. O eso fue lo que pensó Sanji al sentir como Zoro comenzaba a bajar demasiado las manos.

—P-para… —intentó hablar separándose un poco, pero el peliverde volvió a arremeter contra sus labios sin dejarle decir más— ¡Ya! —gritó separándose de golpe— ¡Tengo trabajo que hacer aún!

—No te preocupes, a Zeff no le molestará que te tomes el resto del día libre. Ven aquí, cocinerucho —lo cogió por la cintura y se lo echó al hombro.

—¿Dónde crees que me llevas, marimo? ¡Suéltame!

—Hay algo que quiero comprobar. Es que me he comprado un nuevo colchón y quiero saber si es tan bueno como dice el anuncio.

 

 

 

Notas finales:

Felicidades a los que llegaron aquí, por comerse todo lo de arriba! XD

¿Qué? OwO ¿Tiene sentido? ¿Sí? ¿No? Okay ._.

¡Lo sé! El final fue una mierda, pero si seguía pensando cómo hacerlo mejor no acababa nunca XD

Ya saben, ¡críticas! XD Me harían feliz~

Espero que te haya gustado, Ayume-san! Y si no ya lo negociamos luego XD

 

Saludos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).