Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vida Peligrosa -Subido de nuevo- por ShindouKaro

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¿Qué tal? ¿Cómo les va a todos?

Diablos, ya extrañaba escribir aquí ya hace bastante que no me metía a mi cuenta y eso era porque no me dejaba, pero en fin he regresado. (:
Y Regreso "triunfal" con un FanFic que tengo ya subido pero he corregido un poco la narración, en lo personal, creo que ha quedado un poco mejor. Es original mío, claro está. Y quizás la continúe con más capítulos pues me los han pedido. Estoy abierta a sugerencias, no creo hacerlo muy largo, pero en dado caso espero les guste, pronto subiré las continuaciones de los otros dos FanFic que tengo inconclusos.

Espero les guste el "remake" de este OneShot. ♥

-Sí, aún lo recuerdo como si... como si hubiera sido ayer y fue hace 5 años.

-Y, Dígame señor Shindou, ¿Qué es lo que ronda en su mente que no lo deja en paz?

-No lo sé... Siempre que vengo con usted es la misma historia.- Se puso de pie y se dirigió a la ventana. Se encontraban en un edificio alto. A lo lejos, podrían distinguirse ciertos sonidos de alarmas, sirenas y autos.- Algún trauma que tengo que no puedo superar...

-Sí, claro. Eso es obvio. – La doctora ajustó sus anteojos y dirigía su mirada hacía el joven, después a su libreta.- Bueno, comencemos con la sesión del día. Cuénteme desde aquel día en los suburbios...

-¿De nuevo?

-Cada día que nos vemos, salen detalles nuevos que quizás ocultaba. Tal vez hoy estemos de suerte y vuelva a suceder. – El joven suspiró en una forma que dio a entender a la mujer que había cedido a su petición.

-Supongo. – Hubo un silencio espectral.- Yo apenas tenía 15 años cuando...

 

 

_-_-_-_-_-_-_-_-_-_--Vida Peligrosa--_-_-_-_-_-_-_-_-_

 

 

-¡¡Anda, Taoro, date prisa o Aizawa nos va a alcanzar!!- Un joven pelirrosa de figura delgada y de estatura baja se encontraba corriendo por los suburbios de Nueva York y detrás suyo iba su hermano mayor, Taoro. Ambos vivían y dependían uno del otro puesto que sus padres habían muerto. Venían de una familia disfuncional, su padre alcohólico  y su madre adicta a las pastillas antidepresivas, básicamente nunca dependieron de ellos.

-Shuichi, da la vuelta a tu derecha. En ese edificio es más seguro.

 

Ambos dieron vuelta y subieron los escalones de un antigüo edificio de apartamentos. Ya desde hacía 4 años estaba abandonado, se rumoraba que en el más alto de los pisos, habían matado a alguien pues todo el suelo estaba lleno de sangre y una botella de licor. Nadie se explicaba el por qué, simplemente corrían la voz entre habitantes y visitantes.

Los hermanos Shindou jadeaban por aire al saber que ya habían perdido a aquel bandido llamado Aizawa. Se decía que él era ladrón más peligroso de aquellos alrededores, así que no convenía entrometerse en su camino, pero cuando alguien se atrevía, no se salvaba. Y ellos por poco y no viven para contar la anécdota.

Shuichi cayó rendido sobre sus rodillas mientras que Taoro estaba recargado en la pared. Sudados, cansados y con un maletín en el suelo, buscaban dónde refugiarse en dado caso que fuese necesario. Esperaron una hora para poder salir y cerciorarse que se encontraban a salvo. El moreno asomó la cabeza por una pequeña ventana de su lado izquierdo, solo habían 2 mujeres platicando y subiéndose a un auto. No había señales de Aizawa.

-Vámonos a casa, Shu. Algo me dice que es demasiado peligroso estar aquí dentro. No sabemos quién ni qué podría estar vigilando. - Sonó un ruido, como si alguien estuviera subiendo aquellos escalones de metal, rechinantes y oxidados.

-Shh, Taoro. Alguien viene. – Buscó con la mirada algún lugar y dio con una habitación vacía. - Ven escondámonos aquí.- Abrieron la puerta donde se suponía vivía un prestigioso profesor particular que gustaba de la vida sencilla. Se rumoraba que era alcohólico.

 Al entrar, la habitación se encontraba con el tapiz rasgado y un sillón con algunos resortes de fuera. Shuichi tomó la mano de su hermano y se escondieron detrás del sillón.

Los pasos cada vez se percibían más cerca y ambos hermanos sudaban frio por el nerviosismo. Se detuvieron por un segundo, la perilla giraba y lentamente se oía que alguien caminaba hacía la ventana que estaba de lado derecho del sillón donde se encontraban escondidos los Shindou. Tragaron saliva y a Taoro se le había hecho un nudo en la garganta. El único pensamiento que pasaba por su mente era que nunca debió arriesgar la vida de Shuichi trabajando para Aizawa.

Le veía de reojo, como cerraba sus ojos y casi rezaba por sus vidas. Ninguno era religioso, al contrario, lo encontraban tedioso. Pero en ese momento, todo pasaba por su mente.

Los pasos cesaron, y una voz quebrada y melancólica, con un tono grave y algo ronco se oía que susurraba unas palabras.

-Yuki... tú no debiste morir. El que debió morir fui yo.- Un alivio se sintió en ambos. Podía decirse que en ese momento sintieron como si una piedra gigante les cayera de peso dentro del estómago. Cubrieron sus bocas para dar un suspiro bastante profundo de gran alivio. Taoru, por su parte, se armó de valor para espiar un poco a su “acompañante”, Shuichi le tomó la mano y se negó con la cabeza.

Éste le hizo un gesto de pregunta, a lo cual el pelirrosa le respondió con señas que podía tratarse de alguna trampa de Aizawa.

-No es aliado de él, los conozco a todos.

-Sabes perfectamente que eso no es verdad.

-Suéltame Shuichi, quiero ver.

Lentamente se asomaba a ver al hombre que había entrado sigilosamente. No le alcazaba a ver de frente, pues el sillón estaba de cierto ángulo que solo le permitía verle de perfil. Era perfecto. Su nariz, sus ojos, su cabello y su figura.

-¿Y, bien? ¿Quién es él?- Shuichi preguntó con una serie de señales que ellos habían inventado para comunicarse en momentos así. 

-No tengo idea, pero habla de una muerte. Ni se te ocurra salir.

Un encendedor se prendió y los pasos para acercarse en la pared fueron cada vez más cercanos. Aquella persona optó por ocupar un lugar casi al lado de los ocultados. Un suspiro y seguido de sollozos se alcanzaban a distinguir. En la mirada de Shuichi había melancolía, algo le decía que ese chico no era muy feliz, que alguien muy querido a él fue asesinado tratando de salvarlo. Mas pasos se oían, y otra voz masculina.

-Eres tan predecible, Eiri. 

-¿Qué es lo que quieres,Tohma?

- Escúchame bien, tu no tuviste la culpa por la muerte de Kitazawa, el quiso abusar de ti, tu solo te defendiste.

-Aún no respondes. ¿Qué es lo que haces aquí? ¿Cómo me encontraste?

-Era muy obvio, tu cara y tu mirada tienen un aire de melancolía, no eres el mismo niño pequeño que solía amarme y admirarme.

-No seas prepotente. Yo nunca te ame.

-Eiri... Mírate, eres un desastre. Persigues tu pasado inclusive cuando tratas de mostrarte como una persona fría. No puedes esconderte, eres un libro abierto. Quieres ocultar tus emociones pero al final eres aún más evidente. Mika y yo...

-No me importa, Tohma.

-Eiri, hazme caso. Deja de venir. Sólo logras abrir más la herida.

-Cállate. Yo debí morir no él.

-Escucha lo que dices. Puros disparates salen de tus labios.

-¿Y para qué los escuchas?

-Eres como mi hermano pequeño y sólo quiero protegerte. Te amo.

-No digas estupideces Tohma.

-No son estupideces. Ven. Abrázame.

-Aléjate de mí. No me toques.

-Bien. Pero con la condición de que regreses conmigo a Japón.

-Ya te lo dije. Aquí haré mi carrera de escritor. Detesto Japón, ni parezco Japonés. ¡¡¿Sabes que complicaciones he tenido que pasar por mi aspecto?!! Todos decían que yo era una persona diferente, nadie me trataba como a Tatsuha. Mis ojos, mi cabello, mi estatura no son de un oriental.

-Eiri...

-¡¡Deja de decir mi nombre, carajo!!

Alguien se echó a correr. Un suspiro siguió y los pasos de la otra persona gritando "Eiri". Taoro estaba relajado de saber que no era su enemigo, si no un par de japoneses. Shuich estaba consternado, su corazón latía a mil por hora, su respiración era jadeante y sus ojos llenos de lágrimas, sentían lastima por aquel joven que se hacía llamar Eiri.

-Shu, ¿Estás bien? ¿Por qué lloras?

- El pobre fue abusado... Y… creo que mató a esa persona. Parece como una infancia muy trágica. Y encima, parece que nadie lo quiere.

-Shuichi... Anda vámonos ya.

-Sí.- respondió secándose las lágrimas de los ojos con su antebrazo.

Salieron con cuidado del edificio y corrieron hacía su pequeña e humilde hogar. Entraron, pero al tratar de encender las luces, no se veía nada pues alguien quitó los focos.

-¡¡¡Taoro!!!- Se escuchó un grito desgarrador.

-¡¡Shuichi!! ¡¿Dónde estás?!

-¡¡¡Taoro, ayúdame!!!

-¡¡Shuichi!!- Por fin logró ver como alguien arrastraba de los pies a una habitación al pobre menor. La víctima dejaba marcas de rasguños en el suelo al tratar de sostenerse con algo, pero eso le fue inútil.

Entró y vio a Aizawa ahí parado, tenía la boca a Shuichi cubierta con su mano. Taoro, enojado, sacó un cuchillo y se acercó a aquel amenazante enemigo.

-No cometas ese error, Taoro. Si te acercas, mato a tu hermano. Tú decides.- Su otra mano pasó rápidamente a la yugular del menor.

-¿Qué es lo que quieres con él, maldito? Ya saldé mi deuda y juraste nunca hacerle daño.

-Es verdad, pero por algo me consideran una persona peligrosa y sobretodo mentirosa. Además, yo sé que es tu única familia, y por lo consecuente lo amas y cuidas demasiado.- Lamió la oreja del menor, ocasionándole escalofríos y que su piel se erizara.

-¿Y eso qué?

-Me pagarás con su cuerpo lo que debes.

-¡¡¿Qué?!! ¡¡Eso jamás!! Además, yo ya no te debo nada.

-¿Ya olvidaste quién te dio este departamento? Tu cabeza me pertenece y quién te rodea. En consecuente, Shuichi es mío.

-Sobre mi cadáver.

-Querrás decir SU cadáver, pues me veré en la penosa necesidad de matarlo.

-¡¡Aizawa, no!! Detente.

-De acuerdo, vete de aquí y quizás dejare que viva, después de que sea mío, claro. Esta belleza no puede ser desperdiciada sólo contigo.

-Eres un depravado.

-Lo sé. Dame el cuerpo de tu hermano y perdono tus deudas y esa traición.

-Jamás...

-Taoro... Por favor... Ayúdame...- La voz de Shuichi estaba cortada. El mayor que le sostenía, pisó su pequeña mano y tronó fuertemente, causando que algunos de sus huesos se quebraran. El menor soltó un grito desgarrador.

-¡¡Shuichi!! ¡Suéltalo, sabandija! Él no tiene nada que ver, tu problema es conmigo.

-No, ya te lo dije. Déjame tomarlo y te prometo que los dejo.

-No te creo. 

-Si no lo hago, mátame. Sé que siempre cargas un arma.

Taoro se encontraba en un dilema, ¿En verdad dejaría que su unico hermano y menor que el fuera abusado por la persona que mas odiaba? Aizawa tenía amenzado a ambos por una navaja, a Shuichi pues a el apuntaba aquel objeto y a Taoro por matar al pelirrosa. ¿Qué es lo que haría en ese momento?

...

 

-Señor Shindou, podría ser que eso es lo que lo atormenta, jamás me contó esa parte de la historia.

-¿Ah no? Juraría que sí.- Jugueteaba con un bolígrafo.

-Tal vez ya encontramos la fuente de su problema y del por qué se encuentra aquí.

-No... el por qué me encuentro aquí es distinto...

-Y, dígame, ¿su hermano lo dejo que abusaran de usted o hizo algo para salvarlo?

-No podía hacer nada.

-Así que abusaron de usted.

-Correcto.

-Por favor continúe.

 

-Decide ya Taoro o me veré en la penosa necesidad de....

-Hazlo.El mayor se decidió, pero no veía a los ojos al chico. Le había traicionado peor que a nadie. El malvado sonrió macabramente.

-Taoro…- La mirada de aquel joven pelirrosa estaba perdida completamente. No podía creer lo que estaba escuchando. Su hermano. Su único hermano había dejado que abusaran de él, creyendo que después lo dejaría ir sin problemas. No pudo más y estalló en llanto, sus lágrimas eran frías como el corazón de su hermano.

-Así se habla, sabia decisión.- Aizawa besó a Shuichi.- Por cierto, cambió el trato, te obligaré a ver. Veras como tu hermano menor sufre.

-Bastardo...

 -Eres peor que yo, Taoro. Te felicito. Dejarás que un asco de ser humano posea a tu único hermano y aparte menor. Eres una escoria lamentable.

 Taoro sabía que Aizawa decía la verdad pues lo miraba fijamente a los ojos. Simplemente tiró el cuchillo y comenzó a mirar la cara de sufrimiento de su hermano.

-Ya viene la mejor parte, imbécil. En la que el patético de tu hermano prefiere salvarse el pellejo a salvar el tuyo. Me dejará hacer lo que quiera o ambos mueren. ¿No es horrendo? ¿Vivir en mentiras con la única persona que juró protegerte siempre? Date cuenta de lo que la gente es capaz cuando su vida está en peligro. Espero que así lo piensen dos veces antes de meterse conmigo, par de idiotas.

 Aizawa tomó del cabello a Shuichi y lo tiró lo más fuerte que pudo. – Tu piel es más suave y excitante que la de una mujer.- Lo olfateó como todo un enfermo fetichista y lo lamía.

Antes de continuar, con un pañuelo de sus pantalones, ató las muñecas miniatura del pelirosa. Bajó sus pantalones y los del menor. Observaba ese panorama que tenía. El delicioso y pequeño trasero pálido del menor, comenzó a tocarse a sí mismo. Lubricaba su pene mientras que el otro regoteaba para lograr zafarse. Taoro temblaba en culpa al ver como su pequeño hermano era “desflorado” a la fuerza.

Shuichi no paraba de llorar sin clemencia y pedía a gritos la ayuda de su hermano. De golpe, Aizawa lo penetró y comenzó con movimientos bruscos. Un escalofrío recorrió la espina de Taoro y se tiro sobre sus rodillas, igual que su hermano, comenzó a llorar desconsoladamente.

En el aire estaban los gritos de Shuichi, el llanto de Taoro y las expresiones de placer de Aizawa al penetrarlo. Desgarraba poco a poco la entrada del pelirosa con harta satisfacción.

-¿Ves lo que logras Taoro? ¿Ya ves qué sucede si me traicionas y piensas que te saldrás con la tuya? – Se detuvo para jalar los cabellos de Shuichi para acercarle a sus labios. - ¿Lo odias? ¿Lo resientes? ¿Qué pasa por tu mente, Shuichi? Dímelo.

Pero el pequeño no tenía fuerzas para responder, al contrario, sólo tenía pocas para alcanzar a mascullar sonidillos.

-¡Te he hecho una pregunta, carajo! – Le golpeó la cabeza.

-¡¡Taoro, ayúdame!! ¡¡Me duele!! ¡¡Aaah!!!- Aizawa sólo reía con malicia y seguía embistiendo como bestia salvaje al pobre Shuichi. Su entrada estaba casi ardiendo del dolor y podía verse como empezaba a sangrar. Era una entrada bastante pequeña a la cual debían darle la preparación adecuada para poderla invadir.

-Responde lo que pregunté.

-No, no lo odio. No siento nada…

-Quieres jugar al niño inocente, ya veo. –Tocó la mano rota del menor y éste estaba que moría de dolor. Estaba hecha añicos. Con la navaja que sostenía antes marcó en su espalda su nombre.- Los inocentes siempre son torturados. Todo esto pasaba mientras que le seguía penetrando fortísimo.

Por fin terminó y llegó a su clímax. Sacó su miembro del cuerpo del menor y lo dejo ahí tirado. Ensangrentado, lastimado, semidesnudo, desgarrado y con una mano quebrada. Se limpió con una camisa tirada al lado de él y subió sus pantalones. Volvió a reír, seguido de una patada en el delicado rostro de la víctima y caminó hacia donde Taoro estaba, el rostro del mayor estaba mirando al suelo y tenía las manos en las sienes. Temblaba, temblaba de culpa.

-Eres patético, Taoro. Permitiste que violara a tu hermano menor. Confiaste en que lo dejaría ir aún sabiendo que soy un delincuente. Eres alguien sin alma. Pero... un trato es un trato. Es mejor el castigo de que vivas con un recuerdo perturbante a que te mate. Obsérvalo bien, es el resultado de tus tonterías y confianzas.

Salió caminando de una manera muy prepotente y presumida, pues era el más temido de aquellas calles. Taoro estaba en shock, veía a su hermano tirado sin decir nada y sin hacer nada. Parecía que de verdad estaba muerto, y no era de esperarse. Había pasado por bastante dolor en tan poco tiempo, tanto físico como sentimentalmente.

Se arrastró de rodillas para acercarse a Shuichi y le tocó el hombro.

-No me toques.- Dijo con poco aliento.

-Shuichi yo...

-Me violaron, golpearon y cortaron. Pero tú, Taoro, me mataste.

-No tenía alternativa, no me perdonaría ver que ese idiota te matara.

-¿Y si puedes perdonarte haber visto que el peor delincuente haya abusado de tu hermano menor?

-No...No puedo. Te fallé, mamá y papá te fallaron y juré que nunca iba a ser como ellos. Ambos te torturaron y me obligaban a ver como sufrías. Juré por mi propia vida que si algo te pasaba de nuevo, yo me quitaba la vida. Así que... espero que puedas encontrar a alguien que te proteja mejor. Alguien que no permita que un patán abuse de ti. Alguien menos cobarde.

-Taoro pero que co...- Antes de terminar la frase, vio como su hermano había colocado un arma dentro de su boca y tiró del gatillo. No pudo siquiera decir algo, ni unas últimas palabras. Nada. No lloró, le dolía suficiente el alma.

 

-¿Su hermano se suicidó frente a usted?

-Sí, eso fue algo perturbante. Vi como la cabeza de mi hermano estallaba con aquella bala.

-¿Y qué sucedió con ese chico? ¿Eiri?

-El... creo que regresó a Japón. En ese entonces no sabía quién era ni dónde vivía. Pero después de que yo me mudé a Tokio, lo encontré. No sé cuánto tiempo llevaba él ahí, yo tenía apenas tres años, justo después de la tragedia.

-Cuénteme ¿Qué pasó? ¿Logró algún contacto con él?

-De cierta manera sí.

  

Shuichi se encontraba caminando por aquellas calles tan frías, llenas de horribles recuerdos, llenas de nostalgia. La voz de Taoro seguía en su mente, sin dejarlo descansar. Con las manos en los bolsillos seguía caminando. El ya contaba con 18 años, se las había arreglado para vivir sin nadie. Por su cuenta solamente.

Decidió mudarse, empezar de cero él sólo. Ya no podía hacer nada, ni caer más bajo. Sólo subir y subir más. Recordó lo que escuchó en ese edificio abandonado. Japón.

Siempre quiso viajar a Japón pero nunca tuvo la oportunidad, consiguió un pequeño empleo de tiempo completo y en unos cuantos meses pudo lograr su sueño.

Nadie le conocería ni nadie le recordaría nada. Estaría sólo como toda su vida pero sin que nadie reproche nada.

Dio vuelta en un callejón que le recordaba mucho a su viejo hogar y escuchó algo.

-¿Qué es lo que quieres?

-Dame lo que tengas, ricachón.

-Aléjate.

-¿Ah sí?

Shuichi se paró frente al callejón donde se oían esas voces, y por más horrendo que pareciera ambas se le hacían demasiado conocidas. Podría tratarse de una coincidencia macabra que su cerebro le jugaba.

De pronto, se veían siluetas que golpeaban a alguien con mucha fuerza. Patadas, golpes en la cara y en el torso.

-Hey, basta ya.- Shuichi gritó tratando de detener al agresor de aquella persona tirada en el suelo cubierto de nieve.

-Vaya que hace tiempo que no veo tu rostro angelical. Al oir eso, pensó por unos instantes para después, lograr ver su rostro. Temblaba, no creyó que fuera posible, reaccionó con valentía y refutó.

-Aléjense de esa persona, ¿Qué es lo que quieren con ella?

-Carga mucho dinero y el jefe pidió que lo asaltáramos.

-¿Ah sí? ¡Pues asalta esto!- Diciendo eso último le dio un golpe detrás del cuello, haciendo caer al agresor inconsciente.- ¿Estás bien?

-S..sí...

-Ven dame tu mano, te ayudare a pararte.

 -No necesito de tu ayuda.

-Yo creo que sí.- Le dijo estirando su mano.

-Estoy bien.- La quitó.

-No seas modesto, te golpearon bastante fuerte, ven a la luz, déjame ver tus heridas 

-Dije que estoy bien.

-Hmph, no lo creo. Si no, no hubiera tenido necesidad de salvarte la vida, ven.- Lo jaló hacía la luz y vio como su rostro tenía moretones y sangre saliendo de sus labios, pero lo que más le impresionó fue su perfil, la nariz perfecta que reconocía pero no podía recordar dónde.

-¿Qué tanto me ves? ¿Acaso tengo algo grave? ¿O fuera de lugar?

-¿Eh? Ah no, disculpa ven conmigo. Te llevaré con un amigo para que te cure y luego te puedas ir.

Caminaron unas cuantas calles hasta llegar a una pequeña casa azul cielo, tocó la puerta y de ella salió un joven con cabello largo y rojo. Alto y delgado. Con bellos ojos grises.

-¿Qué haces aquí? Es algo tarde, creí que nos veríamos hasta mañana.

-Necesito que cures a este hombre.

-¿Hombre? Vaya, vaya pero si es Yuki Eiri.

-¿Mmm? ¿Lo conoces?

-Es un prestigioso escritor. Lo veo en las pantallas móviles.

-¿Eres un escritor?

 -S..si...

-Pasen. Siéntalo en esa silla. Traeré el alcohol.

-¿Quién era el que me golpeó? Le hablaste con mucha confianza.

-Era un compinche de la persona que...

-Listo, a ver déjame ver tus heridas. ¿Fue Ken cierto? Son las mismas heridas que te hizo a ti el año pasado, pequeño.

-¿Tú también fuiste su víctima?- El rubio sonrió de forma burlesca viendo directo a los ojos amatistas de Shuichi.

-Sí, algo así. Mi vida es difícil.

-Lo imagino. ¡Ahh! Eso dolió.

-Disculpa.

-¿Perdón? ¿A qué te refieres con que “Lo imagino”?

-No eres muy listo, eres distraído y te metes en los asuntos de otros.

-¡Salvé tu vida!

-No es como si te lo hubiera pedido.- Le lanzó una mirada que parecían dagas, asustándole.

-Listo.

-Vaya eres bueno.- Dijo el rubio tocándose la herida.

-Si, Hiro es bastante bueno curando heridas.

-¿Así que Hiro y Shindou?- Preguntó mientras acomodaba su camisa.- Raro nombre, siempre creí que Shindou era un apellido.

-De hecho, Shindou es mi apellido, me llamo Shuichi.

-¿Shindou Shuichi, eh? – Terminó.

-Sí. ¿Nos conocemos?

 -No, sólo quería repetir el nombre de un hombrecillo cabeza hueca.

-Que simpático eres. – Refutó en gran sarcasmo.- ¿Qué hacías ahí, de todos modos?

-No es asunto tuyo.

-Salvé tu vida, merezco saber el por qué me arriesgué.

-Te arriesgaste por estúpido.

-¿Jamás te han dicho que tienes una actitud insoportable?

-Dicen que es más bien parte de mi encanto.

-Qué gran equivocación. 

-¿Qué es lo que tanto me ves, enano?

-Estoy tratando de recordar dónde fue que te vi por primera vez.

-Japón es grande, supongo que me viste por la calle.

-¿Dijiste que tu nombre era Eiri?

-Haces muchas preguntas tontas.

-¿Conoces a un tal Tohma?- Preguntó con dificultad.

-¿Qué tiene que ver él aquí? ¿Te envió a vigilarme, ese hijo de puta?

-No, ni siquiera lo conozco. Sólo que tengo un vago recuerdo de ti y de que Tohma te dijo que no fue tu culpa lo que pasó en ese edificio.

Sin decir nada, el rubio se salió del departamento de Hiroshi, dejando a éste sin idea de lo que sucedía y a Shuichi con sed de saber qué pasaba.

 

-Que personaje es este tal Eiri.

-Sí, Yuki podía ser todo un acontecimiento mundial pero no deja-ba … de ser adorable cuando quería.

-¿A qué se refiere?

-Después de un tiempo vivimos juntos y pasamos por algunas cosas.

-Ya veo.

-Comencé una vida nueva y poco a poco me fui enamorando de Eiri. Me declaré pero fue algo duro para él aceptarlo pues ninguno de los dos nos habíamos enamorado de algún hombre. Ya teníamos 2 años de relación cuando....

 

-Vaya vaya, ya tenía años sin verte, Shindou. – Esa voz retumbó en el cerebro del pobre.

-¿Aizawa? ¡¡¿Cómo me encontraste?!! – Se encontraba con Shuichi en el parque de la ciudad, caminaban por ratos como acostumbraban a hacerlo en los últimos dos meses.

-Pregúntale a tu antes mejor amigo ahora mi aliado.

-¿Hiro?

-¿Dudas?

-Hiro jamás haría algo así.

-Date cuenta, enano. Te fuiste con el perdedor rubio dejándole a su merced. ¿Alguna vez supiste lo que sentía por ti?

-Estás equivocado.

-Pregúntale por ti mismo. Pero ahora no es el momento. Se que vives con un novelista, al cual no dejaste que termináramos un asunto hace casi dos añs. Vengo a vengarme de ti. 

-¿Cuántas venganzas vas a cobrar conmigo?

-Eso es problema mío nada más. Además, ¿quién me lo va a impedir? ¿Tú? Recuerda que yo te viole y tengo poder sobre ti. No seas patético, Shindou.

-Eso fue hace mucho tiempo.

-El cuerpo tiene memoria, y creo que estoy demasiado grabado en el tuyo.

Aizawa caminó hacia ellos con esa manera tan suya, prepotente y crecido. Se puso detrás de Yuki amenazándolo con la misma navaja con la que tenía a Shuichi cuando tenía 15 años. Parecía casi que su sangre seguía oxidando esa hoja de acero tan filosa. Embistió la navaja contra el costado derecho del rubio y sonriente la sacó para después echarse a correr.

-Tu hermano ya no me debe nada.

-¡¡Pero si te pagó con mi cuerpo, además, él ya está muerto!! No lo justifico pero también tus tonterías causaron que me quedara solo en el mundo.

-Te equivocas,  Shindou. Tu verdadero hermano.... siempre estuvo de mi parte, el chico que se suicidó era solo un imitador. Te engañamos por 20 años. Siempre has estado solo pero no te diste cuenta. ¿Creíste que todo lo que tenía era de algún trabajo bien hecho de tu hermano? No me hagas reír. Eres tan voluble como un niño de Primaria.

-Aizawa. Tú, bastardo.

-Por cierto, de ser tú me apresuraría a que alguien lo atendiera, a ti no te logré perforar pero muchas de mis víctimas no han logrado contar lo maravillosa que es. - Miró al suelo, vio como Yuki se desangraba y rápido, llamó a una ambulancia para que se lo llevaran. Era algo muy grave y el pelirrosa dudaba que Yuki viviría. Aizawa se perdía entre las sombras que los faros del parque no lograban alumbrar.

Llegaron y subieron a Yuki a una camilla. Las paramédicos se asombraban a ver quién era la persona que se encontraba entre sus cuidados. El famoso novelista de libros románticos Yuki Eiri. Shuichi iba sosteniendo su mano dentro de dicho transporte. Se lamentaba que no podía haberse perdido de Aizawa y ya se las olía que algún día lo encontraría. ¿Qué tiene que vengar si a él ya lo lastimó lo suficiente como para hacerlo de nuevo?

Al llegar al hospital, entró a emergencias y duró más de 2 horas entre un diagnóstico de la herida, anestesia y el procedimiento necesario.

 Después de tanta preocupación y bastantes pañuelos húmedos en la basura, llegó un médico con el pequeño diciéndole que su adorado novelista ya estaba más estable y fuera de cualquier peligro, pero que estaba dormido. Eso alivió bastante al pelirosa lo que hizo que dejara salir un suspiro bastante alentador.

-¿Puedo verlo? Es algo rápido... de hecho, no tomará mucho.

-Bien, pero trate de no forzarlo mucho.

-Si no se preocupe. No lo despertaré, simplemente quiero verle. - Entró a la habitación y vio a Yuki atado a ciertos aparatos para su pronta recuperación. Shuichi no podía controlar sus lágrimas, una tras otra salían sin cesar. Se culpaba de todo lo que había sucedido hacía unas cuantas horas. Se sentó de lado derecho de la cama y tomó la mano del rubio, para acariciarla unas cuantas beses, la besó y le comenzó a acariciar el lacio y sedoso cabello que tenía.- Ay Yuki. No tienes idea de cuánto te amo. Eres el primer hombre del que me enamoro y jamás encontraré a alguien como tú. Con ese temperamento tan único y peculiar en el cual te molestas y me abrazas como si tú tuvieras la culpa.  Es por eso que... Me voy de tu lado. Estarás mejor si jamás nos volvemos a ver. Tú harás tu vida y yo la mía sin que corras peligro. No soporto ver cómo es que casi mueres por mí. Te amo tanto que me duele demasiado dejarte pero... me dolería más si el idiota te llega a lastimar aún más. Es la manera más segura de procurar que estés bien y a salvo. Oh Yuki...a-a-adiós...

Con eso ultimo dicho, plantó un delicado beso en los cálidos labios del rubio escritor y salió de la habitación, agradeció al doctor y le entregó un pequeño sobre rojo y le explicó, pidiéndole de favor, que cuando estuviese estable se lo diera.

Al transcurrir unas cuantas horas más, el joven Eiri despertó y empezó a comer tranquilamente. Solo faltaba un día para darlo de alta cuando llego el médico.

-Señor Uesugi, que bueno que ya esté mejor.- Saludó el médico con las manos en la espalda.

-Muchas gracias.

-No se preocupe, todo está perfecto.

-Ya veo, gracias. – Hubo un silencio espectral.

-Casi lo olvido, el joven que lo trajo me pidió darle este sobre cuando ya estuviera despierto. Aquí lo tiene.

-¿Qué es?- Lo abrió y vio una pequeña hoja doblada con letras. Era una pequeña carta o un recadito.

 

Yuki:

Eres alguien admirable y lo mucho que

has soportado a mi lado es algo que jamás podría cambiar,

por eso te escribo:

Para decirte que nunca más te volveré a causar

problemas. Me voy.  Me voy y no vuelvo. Así tú

vivirás más tranquilo. Yo ocasioné tu accidente

y no podría soportar que tu vida peligre

más de lo que ahorita estaba.

 

Te amo

Shu... 

 Una sola y fría lágrima corrió por el rostro de Yuki, dejándolo sin aire. Nunca pensó que Shuichi fuera capaz de dejarlo, era bastante aferrado con su relación. Apenas cuando se declaró, estaba con esa loca idea que debía de aceptar la idea, pero fuera de eso, tenía una pizca de razón. Era la única forma de que ambos estuvieran a salvo. Al menos mientras Aizawa estuviese vivo y buscando al pequeño.

 

-Lo dejo. Vaya que fuerte declaración. ¿Y no lo ha vuelto a ver?

-No. Nuestros caminos no se volvieron a cruzar así que... tal vez no estabamos destinados a estar juntos.

-Lo siento por usted. Pero sabe que siempre han dicho que las cosas pasan por ciertas razones, y quizás esa razón aún no llega. ¿Cuánto tiene de no verle?

-No hay problema. Y ya son algunos años, quisiera no volver a contar el tiempo, sólo logrará abrir esa herida. – La sala se llenó de un silencio algo incómodo. Shuichi volteó a ver su reloj y se percató que su tiempo había terminado pero progresaron de una manera muy positiva. - Veo que la hora ya se ha terminado. La veré la próxima semana, doctora.

-Claro, mismo día y horario. Cuídese mucho, señor Shindou.

 -Gracias.

Tomó su abrigo del perchero y pagó la sesión.  Tomó el elevador y una cancioncilla pegajosa tarareaba dentro de ese.  Masajeaba su nuca, y doblaba su cuello de un lado a otro para lograr tronarlo. Suspiró y veía un collar que nunca se quitaba, era una pequeña luna que Yuki le había regalado por su cumpleaños.

-¿Será verdad que tú y yo fuimos un amor pasajero? ¿Lo que siento dentro es mera obsesión? ¿La doctora tendrá razón y será que la razón por la cual nos separamos no ha llegado aún? – Suspiró de nuevo y salió a la calle. Al sacar las llaves, se le cayeron de las manos y cuando las iba a recoger, alguien más se le adelantó. Levantó la mirada e hizo una mueca de extrañeza tratando de reconocer a la persona que le auxilió.

-¿Son suyas? 

-S-sí, gracias. 

-Sigues igual de torpe.- Dijo en tono burlesco para después ponerse serio de nuevo.- No tienes idea de cuánto esperaba que nos viéramos de nuevo, Shuichi.

-¡¿Yu-Yuki?!

 

 

Notas finales:

¿Qué tal?
¿Estuvo mejor que lo anterior?
Espero dejen sus comentarios y sus sugerencias, en caso de tener algunas.

Espero regresar pronto de nuevo. :D♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).