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Enamorándome del Enemigo por Cheis

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Masashi Kishimoto, no míos. Agradecimientos de personajes tan gays y sexys para él.

 

Bien, los primeros capitulos estarán narrados en primera persona por cuestiones que ni yo misma entiendo -me gustó(?)-, pero seguramente tomaré la narración en tercera persona pues será más fácil relatar. Bueno... A decir verdad es mi primer fanfic, y espero que les guste.

Notas del capitulo:

CopyRight para Kishimoto(?).

— ¡Qué vivan los novios! —

Y copas de alzaron en honor a mí y al hombre que ahora tomaba mi mano y sonreía a las personas que brindaban por nosotros.

— Y no olviden las empresas, ¡será un éxito! — expresó jubiloso otro hombre de traje bebiendo un poco de su copa.

Esa noche se celebraba el compromiso entre las familias Uzumaki y Sabaku no, familias viejas que habían llegado a América a establecer sus empresas, por varias generaciones funcionó a la perfección,  incluso eran de las empresas con más ganancias del mercado, hasta hace poco… Alguien les comenzó a cerrar las puertas a nuevos negocios a todas las empresas que parecían prosperas, hasta llegar a la banca rota. Todas habían sido compradas por un grupo administrativo empresarial, a precios inhumanamente bajos. Casualmente después de ser compradas las empresas volvían a su máximo esplendor o aún más alto. Parece que lo mismo le iba a pasar a las empresas Uzumaki y Sabaku no, pero optaron por hacer una alianza, familiar incluso para evitar las traiciones. Asociando las dos empresas en un matrimonio. Como único hijo, me tocaba a mí, Uzumaki Naruto, casarme con el hijo mayor de Sabaku no, Gaara. Hoy en día los matrimonios gay eran de lo más normal, y a nadie le importaba.

 

Realmente a mí no me desagradaba Gaara, era un hombre muy cotizado, guapo, rico e inteligente. Y además me quería, o lo intentaba –muy a su manera-. Era mucho pedir que alguien me quisiera a mí, el hijo de Ares y Afrodita. Bueno, lo digo porque mi padre es como un Dios de la Guerra, invencible y nunca se rinde, muy agresivo. Y mi madre parece la Diosa de la belleza y el amor, todo el mundo la ama, y es eternamente bella. A sus 40 años la confunden con mi hermana. Qué envidia. En cambio yo… era como Anubis, sí, completamente diferente, incluso de cultura. Era como un muerto viviente. Tenía piel tostada y no tenía nada de espectacular, excepto unas extrañas marcas en mis mejillas que me daban la apariencia de un zorrito. No me arreglaba tan elegante, lo primero que encontraba en mi armario era lo que cubría mi desnudez. Cabello rubio rebelde. Yo cansaba mucho a las personas, soy alegre, enserio. Pero parecía que hastiaba mucho a las personas a mi alrededor. Quizás mi idea de socializar era diferente a los de mi clase. De cualquier forma, no me interesaba nada… nada más que el Baile.

 

 

 

— Vine en cuanto me llamaron, ¿Qué pasa?— pregunté cuando llegué a casa un par de semanas antes.

Me habían llamado mis padres preocupados y había tenido que dejar la escuela de bayle y música en Nueva York para acudir a su llamado. No vivía con ellos, y no planeaba volver cuando me graduara. Mi sueño era abrir una academia de baile… o ser un bailarín famoso. Lo que sea que sucediera primero. Sin embargo me azotaron con la noticia, debía casarme. Mis alas me las arranqué yo mismo. Jamás les hablé a mis padres sobre mis sueños, ellos pensaban que era un pasatiempo y volvería a casa para encargarme de la empresa. No podía abandonar a mis padres, pero tampoco podía aceptar la noticia de un solo golpe.

 

Ese mismo día, en la noche, salí a caminar un poco para despejarme. Aunque en realidad había salido a comprar una dona. Con extra chocolate, extra azúcar, extra grasa, extra de todo. Aprovecharía que estaba a miles de kilómetros de Tsunade, mi maestra, quien me prohibía rotundamente este tipo de cosas, pero hoy las necesitaba. Al comprar mi dona miré por todo el establecimiento en busca de un asiento libre. Me dieron ganas de vomitar al instante. Era viernes por la noche y el lugar estaba repleto de parejas, o iban a ser pareja. Me enfermó la visión de que yo no tendría la oportunidad de conocer persona en plan amoroso, nunca. Ni siquiera podría tener el privilegio de decidir si me gusta o no mi futuro marido.

Salí casi corriendo en busca de otro lugar donde disfrutar mi deliciosa obstruye arterias. No es que me interesara conocer a chicos o chicas. No quiero nada que ver con ellos. No soy asexual, ni nada por el estilo, simplemente… es una pérdida de tiempo. Debía enfocarme en lo que yo quería, el baile, pero ahora será completamente imposible.

 

Adiós baile, hola vida de casado.

 

Al sentarme en una banca frente a una fuente suspiré. En realidad no era tan malo, podría encontrar la forma de bailar estando casado. Y no tenía ninguna otra aspiración. ¿Así o más patético? Suspiré nuevamente y abrí la boca para morder mi extra deliciosa dona, pero un hombre se sentó a mi lado y eso detuvo que mi boca entrara en contacto con mi tan anhelado manjar. Le miré, como pidiendo una explicación, pero paré de inmediato. Era un lugar público y él se podía sentar donde se le antojara. Nuevamente iba a morder mi dona, y una maldita vez más fui interrumpido.

 

— Disculpe, ¿usted se encuentra bien? —

Fue el hombre a mi lado quien habló. Ahora le dirigí una mirada, entre enojado y escéptico. Mis ojos abiertos como platos y mis cejas alzadas, mi boca a medio abrir. Inmediatamente fruncí el ceño. Aunque, a decir verdad, ya era de noche y dudaba que pudiera distinguirme del todo.

— No — contesté, moderando mi tono — Intento comer mi dona y no puedo.

Me pareció ver al hombre abrir los ojos y parpadear varias veces. 

— Es que yo lo vi salir del lugar de donas como si se sintiera mal y pensé que necesitaría… — le interrumpí.
— No — dije tajantemente — Gracias — agregué, mientras volvía mi mirada a mi dona, decidido a que nada me interrumpiera esta vez.
— ¿Ah sí? — el hombre habló nuevamente, no alcancé a morder mi dona y ya estaba enfurruñado. Rechinando mis dientes. — Sólo intentaba ser amable — gruñó hacia mí, y se levantó de la banca — no te creas tan importante, chico con cara de zorro.

 Me molesté. Me levanté y le encaré. Ni de broma me iba a decir cara de zorro y se iría como si nada.

— Pues mira, chico con cara de… — Y paré abruptamente.

Por vez primera le vi de verdad gracias a que las luces del parque comenzaban a encenderse. Era apuesto. Muy apuesto. Jodidamente apuesto. Pero no más que la dona en mi mano, y por eso no lo había notado del todo. Mi boca se quedó un momento abierta, como pez, intentando decir algo. Él sonrió burlón, mostrando tras sus perfectos labios una hilera de perfectos dientes blancos. La sonrisa llegaba hasta sus ojos oscuros, combinaba perfecto con su cabello negro, con ligeros toques azulados. Cerré la boca, y como si un niño pequeño fuera intenté insultarle.

— ¡Cara de niña! — lo dije como si hubiera dicho la peor grosería del mundo.

Y eso, bueno, lo hizo estallar en risas. Sí, me sentí completamente tonto.

— ¡Yo sólo intento comer mi dona! — dije mostrándole la dona en su cara. Eso le obligó a retroceder pues estaba peligrosamente cerca de él.
— Oe Dobe, cuidado con eso — dijo mientras tomaba mi muñeca y alejaba la dona de sí.
— ¡Suéltame!

Me helé ante su toque por unos segundos pero pronto bajé mi mano lo más fuerte que pude para deshacerme de su agarre. Lo logré. Y mi dona fue directo al piso. Ambos –el hombre y yo- nos miramos a los ojos estupefactos.

Esto no era lo que yo esperaba. 

Notas finales:

Espero que os haya gustado, pues para ustedes es el fic. Comentarios, criticas y demás ya saben cómo(?). Es mi primer fic y eso me pone de nervios.

 


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