CUATRO SENTIMIENTOS
EVEL MESTRA
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El día en que te conocí mi vida cambió por completo.
El primer sentimiento fue la angustia ante la certeza de que me atraían los hombres, algo que sospechaba hace tiempo pero que nunca me había afectado tanto.
No fui feliz con ese descubrimiento.
Porque siempre había sido maltratado por ser diferente al resto, por odiar los deportes y escuchar música en el descanso.
Por disfrutar más las risas que las peleas, por ser tímido y callado aleccionado por el constante rechazo de los demás.
Por sonreír como siempre, viviendo el momento a pesar de saberme marginado.
Dando la cara cuando los demás me plantaban un puñetazo. Poniéndome de pie cuando los otros me querían ver humillado.
Pero tú no soportaste el abuso y me defendiste de todos, sin saber que eso me ataría a ti para siempre.
Sin saber que era peligroso tenderme la mano, porque tu afecto sería mi salvación.
Los desafiaste arriesgándote sólo para protegerme. Y yo me aferré a tus fuertes brazos como un niño, tú me alejarías de la tristeza.
Tristeza borrada por tu amistad, que para mí fue suficiente.
Y vino el segundo sentimiento, el miedo. Miedo de perderte, terror de verte de lejos.
Tú estabas tan solo como yo a pesar de estar rodeado de gente.
Porque eran aduladores por interés, trepadores hambrientos de apariencias.
Tú te sujetaste a mi compañía porque juntos podíamos ser nosotros mismos, pero no quería que escucharas mis latidos desbocados, porque sería el fin de lo que nos unía.
Y el deseo de besarte ya no era tan importante como las ganas de tenerte a mi lado.
Necesitaba tus insultos, tanto como tu protectora mirada. Cada día valía la pena porque podía reír contigo a pesar de nuestras diferencias.
Tú salías con mujeres y yo te miraba con una sonrisa sincera.
Porque quería que fueras feliz y tú lo merecías más que nadie.
Porque pudiendo tenerlo todo ese día escogiste ayudarme.
Limpiaste mis heridas y me salvaste del abismo. Y yo sólo pedía una cosa: permanecer a tu lado, daba igual de qué manera.
Entonces llegó el tercer sentimiento, para devastarme, para hundirme de nuevo.
Llegó el amor y con él las lágrimas. Porque nunca había estado enamorado y pudiendo evitarlo subestimé sus efectos.
Pensé que todo terminaría con la primavera, como tantos sueños perecederos.
Que encontraría otro piso al que afirmarme, ya que tú tenías a esa chica rubia como amante.
Pero el tiempo pasó y mi corazón no hizo caso.
No me mires de esa forma Sasuke, porque es lo que me ha mantenido engañado.
No me abraces tan estrechamente, porque mi cuerpo se sacude deseando perder el control.
No te acuestes junto a mí los domingos, eso no lo hacen los amigos.
¿Sabrás que soy homosexual? Estoy seguro de que ya te diste cuenta.
Porque desde el día en que nos conocimos nunca más me acosaron, y desde que los golpeaste nunca más se atrevieron a tocarme.
Tú no me juzgaste y no permitiste que lo hicieran.
¿Sabrás que estoy enamorado? Estoy seguro de que algo has notado.
Porque me estremezco hasta con tu risa, que escasamente le muestras a otros. Porque mi temblor cuando estás cerca no puede ser más evidente.
Y cuando tus labios se mueven en susurros me imagino cómo será escucharte hablar de amor.
Cuando duermes en la oscuridad de la noche imagino cómo será ser parte de tus sueños.
Debe ser tan maravilloso como saberme parte de tu futuro, algo que está lejos de mi alcance.
Y por esos pensamientos es que he decidido alejarme.
Porque quiero que seas feliz dejaré de ser egoísta.
Y porque deseo que me recuerdes como un amigo es que me marcho para siempre.
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Ha pasado un año desde entonces.
Me han dicho él me ha buscado, pero sé que tomé la decisión correcta. Supe que había terminado con Ino, y que le estaba yendo muy bien en el trabajo.
Me han dicho que seguía saliendo con chicas como siempre, eso reforzó mi necesidad de olvidarlo.
Volveré por su amistad cuando mi corazón lo haya borrado y sea capaz de enfrentarlo.
Sin embargo el destino no pregunta ni razona.
Porque ese podría haber sido un día normal. Un día como tantos en los que me entregaba a la soledad del departamento, prendía el cigarro y la música era mi única compañía.
Nunca me imaginé ser empujado en la entrada por un desconocido que me jaló al interior de mi hogar con brusquedad.
Nunca me imaginé volver a enfrentar esos ojos negros, que me miraban con furia desbordada y algo parecido al reproche.
Por primera vez tuve miedo de él y sus reacciones, y me sentí patético al saber que incluso en su enojo lo seguía queriendo.
¿Por qué las cosas terminaron así? a gritos e insultos, incluso a golpes.
Él quería una explicación y yo no quería dársela.
Él estaba dolido y yo aterrado de verme descubierto.
Me tenía afirmado contra la pared, sus manos estrujaban mis brazos con rabia. ¿Cómo decirle que lo amaba tanto que dolía? ¿Cómo decirle que estar a su lado como amigo era un martirio?
Las lágrimas comenzaron a bajar solas y él me miró con culpa y arrepentimiento.
Entonces sentí el aroma de su cuerpo, mi rostro reposaba en su pecho, sus brazos me habían cobijado fuertemente.
No me hagas esto Sasuke, me ha costado tanto mantener la entereza.
No me lleves al límite en el que mi determinación se pierde.
Intenté zafarme pero su agarre era más firme que nunca. Luego me miró fijamente, sus ojos brillaban de forma extraña. ¿Había visto ese brillo antes?, si hubiera sido más observador habría entendido muchas cosas.
Pero lo que vino después me sorprendió con la guardia baja.
Estaba recibiendo un beso tierno, casi un roce. Sus labios acariciaron los míos, como preguntando si estaba bien, si era correcto. Tocándome con suavidad, palpándome con temor, como si fuera a escapar en cualquier momento. Y cuando yo moví mis labios con timidez él se aferró a esa respuesta silenciosa con pasión.
Y en el ideal del momento me pregunté si era cierto.
Si eran sus manos las que afirmaban mi cintura con vehemencia.
Si eran sus labios los que ávidos se friccionaban contra los míos.
Si era su lengua la que se colaba por mi boca con ansiedad.
Si eran sus jadeos producto de mi imaginación o fruto de sus ansias ocultas.
Nos abrazamos agitados, nuestras miradas se encontraron en entendimiento, supe que no era una ilusión cuando miré esos ojos, porque en mis sueños nunca había sido de esa forma.
—Estoy enamorado de ti —susurró en mi oído, con voz ronca.
Era mucho mejor.
Yo lo abracé más fuerte, no quería que viera mi rostro emocionado.
Alcancé a susurrar un “te amo” antes que sus fuertes brazos me llevaran a un lugar más íntimo.
Y vino el cuarto sentimiento, la felicidad.
Y la certeza de que nunca más estaríamos solos.
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FIN