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"Endless" por Mizuki Nagano

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Notas del fanfic:

Este fic lo dedico a todas aquellas personas que se han dejado llevar por sus sensaciones; que a veces pueden ser correctas, pero que en otras ocasiones solo nos ciegan y no nos dejan ver la verdad.

Puede que sea un fic algo triste, pero es una realidad que puede pasarle a cualquiera. El problema es, que cada uno es libre de tomar la desición que crea correcta al respecto, pero que a veces no nos plantea la realidad tal cual es, y nos lleva a cometer las peores atrocidades de nuestra existencia... incluso dañar a quien más amamos.

Notas del capitulo:

     Hace más de media hora que me encontraba sentado en el suelo junto a la pared. La habitación se encontraba sumida en la completa oscuridad, y solo la luz de la ciudad iluminaba tenuemente a través de la ventana. Mi mirada vacía solo observaba en dirección a la cama; ya no derramaba ni una sola lágrima más. Movía levemente uno de mis pies, mientras que mi brazo derecho se encontraba apoyado sobre mi pierna flectada. Veía como la sangre resbalaba por la afilada hoja del cuchillo, el cual sostenía con mi mano derecha levemente. Una gota cayó y dio contra mi mano izquierda que se encontraba entre mis piernas. La verdad, gran parte de mi cuerpo estaba cubierto de sangre. La vestimenta que utilizaba, mi polera blanca y mis jeans, mis brazos, mi cara… hasta mi cabello. Volteé mi rostro lentamente para mirar a través de la enorme ventana de la habitación.  Había oscurecido hace mucho, pero aún se oía todo el ajetreo de la ciudad, y las luces de los postes hacía que ver las estrellas fuera prácticamente imposible. Cerré mis ojos por unos segundos, sintiendo un pequeño escalofrío que recorrió mi espalda hasta llegar a mi nuca; estaba comenzando a helar y la sangre que me cubría no me ayudaba en mucho.

 

     Aquel líquido rojo había formado un pequeño charco cerca de la cama, gracias a que parte de este se deslizaba por uno de sus brazos; y gota a gota, caía sobre la deteriorada alfombra del apartamento. Él yacía inmóvil sobre el lecho que tantas veces compartimos juntos. Las sábanas nuevas que había comprado hace unos días atrás, ahora se encontraban inservibles por la gran cantidad de sangre que se derramó en ellas. Parte de las paredes blancas y el techo, también se podía observar pequeñas gotas de ese líquido vital; eso sería imposible de limpiar.

 

     Ni siquiera logró defenderse de mi ataque. Ni siquiera se imaginó que me cobraría su traición, pero algo así no lo iba a tolerar… eso jamás. Planeé asesinarlo cuando me enteré de la verdad. Si alguna vez el me amó, eso jamás lo sabría ahora. Probablemente solo fui un juguete para él todos estos años, solo hasta que logró encontrar a alguien mejor que yo… con más clase; alguien que estuviera en la misma situación económica que él, que fuera de una familia de buen renombre, o que simplemente cumpliera con las expectativas de su madre. Eso fue exactamente lo que pasó…

 

     Observé con cierto odio hacia la cama. Respiré profundamente, antes de echar mi cabeza hacia atrás y mirar el techo. Cerré mis cansados ojos mientras sonreía tristemente. Negué con la cabeza a la vez que apretaba fuertemente el cuchillo; por alguna razón sentía una opresión en el pecho y cierta culpabilidad pero, ¿por qué debería sentirme así si él fue quien me engañó con una chica? Eso me dolía más que todo… ¡De todas las personas que pudo elegir, prefirió cambiarme por una mujer! Si tanto deseaba tener una familia y rehacer su vida con alguien más, me hubiera gustado que me lo hubiera dicho. Una lágrima resbaló por mi mejilla, al mismo tiempo que acercaba mis ensangrentadas manos a mi rostro para cubrirlo. No lloraba porque sintiera pena, sino que lo hacía por la rabia contenida ante ese pensamiento. Me golpeé fuertemente la espalda contra la pared, repitiendo esa acción 2 veces más. ¡¿Qué mierda me pasaba?! ¡Él no se merecía ni una sola lágrima más! Fijé mis ojos sobre el cuerpo de aquel ser, mientras sentía la ira esparcirse por cada fibra de mi cuerpo, como si fuera un cruel veneno que solo causaba un aumento de mi dolor, y que me recordaba a cada instante el porqué había hecho todo.

 

     Nunca antes me había sentido como ahora. De seguro tenía la expresión más sicópata que alguien me haya visto, pero la verdad era que había perdido la capacidad de razonar hace bastante tiempo, de otro modo no lo hubiera asesinado a él. Quizás mi locura sea temporal. Mi trastornada mente pudo haber sido resultado de todos los sentimientos que circulaban por mi cuerpo. Puede que más adelante logre retomar mi vida tal cual era y comenzar de nuevo. Tal vez tendría la oportunidad de conocer a alguien más; alguien que me ame de verdad… Es demasiado optimista. ¿Cómo puedo regresar a mi vida normal si él no está en ella? ¿Podría amar a alguien con la misma intensidad como lo amé a él? Lo dudaba seriamente. Bajé mis brazos y miré hacia el suelo, algo desanimado por no saber que me podría deparar el futuro. Solo al llegar a esta instancia de completa incertidumbre, miré hacia el frente y me apoyé sobre la pared. Sonreí torpemente, mientras miraba un punto fijo de la pared contraria y dejaba que mi mente vagara por las memorias perdidas de mi pasado; un pasado que compartí con él… y que me había hecho muy feliz.

 

     Ambos habíamos vivido en la misma calle, en un barrio bastante lujoso y donde habitaban muchas de las familias más ricas de la ciudad, a excepción de la mía. Compartimos nuestra infancia desde muy pequeños. Crecimos juntos y nos convertimos en los mejores amigos. Recordé todas aquellas veces que jugábamos en uno de los parques cercanos a nuestro barrio. Los partidos de fútbol eran una de las pocas cosas que nos podía consumir todo nuestro tiempo del día; eso y los juegos de la primera consola de videojuegos que tuvo Ryota. Siempre hacíamos muchas de nuestras actividades juntos; solo nos separábamos en la escuela. Nos apoyábamos siempre el uno en el otro. Cuando yo me metía en problemas, él siempre venía a mi lado a defenderme. A veces parecíamos más que amigos; casi como hermanos, puesto que cada uno solía saber que era lo que sentía el otro; solo bastaba una pequeña mirada para descifrarlo.

 

     Recordé una vez que decidimos quedarnos en su casa por toda una noche. Yo tenía 10 años en ese entonces; él era 3 años mayor que yo. Estuvimos hasta altas hora de la noche despiertos. Su madre tuvo que irnos a regañar para que guardáramos silencio en varias oportunidades, solo hasta que decidimos hacerle caso y dejar de hacer nuestra divertida guerra de almohadas para no recibir más retos. Sabíamos que al día siguiente nos tocaría limpiar todas las plumas desparramadas por la habitación, pero eso no nos importaba demasiado… había sido divertido.

 

- ¿Qué haces? – me preguntó Ryota al ver cómo me acomodaba en el futón que había preparado su madre para que yo durmiera.

 

- Pues, me voy a dormir – le dije como si fuera de lo más normal.

 

- No… - negó con la cabeza mientras yo lo miraba extrañado.

 

     Me miró y sonrió levemente. Se acercó hacia mí extendiendo su mano, dándome a entender que quería que se la tomara; y así lo hice. Me jaló suavemente y me llevó a su cama. Sonreí al entender que él quería dormir junto conmigo, así que me acomodé a su lado y me tapé hasta las orejas, dándole la espalda sin saber que eso a él le molestaba un poco. Deslizó su mano derecha por mi cintura, intentando jalarme para que yo me volteara y quedar frente a él; cosa que hice al sentir tanta insistencia de su parte.

 

- ¿Qué pasa? – le pregunté dándole la clara señal que solo quería dormir.

 

- Quiero verte cuando te duermas – me dijo él muy sonriente.

 

- … - lo miré algo fastidiado por tamaña contestación -. ¿Y eso que tiene de interesante? – bostecé y volví a mirarlo a él.

 

- Es la primera vez que dormiremos juntos, así que quiero ver cuándo lo hagas – mantenía su radiante sonrisa.

 

- … - lo observé muy seriamente -. Está bien, pero apaga ya la luz que quiero dormir – me retorcí entre las sábanas mientras que él seguía observándome.

 

     Ryota extendió su brazo hacia el velador, apagó la luz de la pequeña lámpara y se dispuso a acomodarse para dormir. Sentí como él se acercaba hacia mí y me rodeaba por la cintura, apegando nuestros cuerpos y entrelazando sus piernas con las mías. Por alguna razón me sentí algo incómodo ante ese acto. Rápidamente abrí mis ojos e intente alejarlo un poco de mí, pero mis intentos de empujarlo no estaban dando resultado alguno, lo que me ponía más nervioso aún.

 

- Oye… - intenté llamar su atención y que me mirara -. ¿Por qué me estás abrazando? -.

 

- … - abrió levemente uno de sus ojos -. Porque tengo frío, por eso – sonrió.

 

- ¡Pero si tu cama es muy abrigada! – intenté alejarlo nuevamente -. ¡¿Acaso no sientes el peso de los cobertores?! – batallaba con él para que me soltara. Lastimosamente no tenía la fuerza necesaria para soltarme de su agarre.

 

- Es verdad que es cálida, pero no tanto como tu – abrió completamente sus ojos, mirándome directamente y con una sonrisa burlona en el rostro.

 

     Solo sentí un leve calor en mis mejillas y como mi corazón latía con fuerza. En ese preciso momento, dejé de respirar y solo me dediqué a observar sus ojos marrones. Mi boca se encontraba entreabierta e intentaba articular palabra alguna, solo saliendo de mi garganta un pequeño quejido por el intento fallido de hablar. Ryota solo veía muy divertido la extraña expresión que tenía en el rostro. Aparté mis ojos de él y agaché levemente la cabeza, teniendo todas las intenciones de ocultar la vergüenza que se había apoderado de mí.

 

- No tienes por qué sentir miedo – me dijo en voz baja y acariciando mi mejilla con la yema de sus dedos -. Sabes todo lo que me importas, ¿verdad? – solo asentí sin atreverme a mirarle -. Bien… -.

 

     Se acercó más hacia mi cuerpo, abrazándome más fuerte aún. Sentí su tibio aliento en mi cuello, lo que provocó que mi cuerpo se estremeciera ante el cálido contacto. Cerré mis ojos y dejé que él hiciera lo que fuera conmigo. Sus labios rozaron la piel de mi cuello, jugando con cada espacio que encontrara en su camino hasta llegar a mi mandíbula. Lentamente se deslizó hasta alcanzar mi boca, en donde depositó un suave beso que logró nuevamente dejarme sin aliento.

 

- Te quiero – me dijo en un suave susurro.

 

     Todavía no lograba salir de la impresión que me había dejado. Tenía mi mente totalmente en blanco y no podía decir absolutamente nada; o más bien, mi cuerpo había quedado estático ante aquella confesión. Traté de conectar mi mente con mi cuerpo para responderle en forma coherente. Cerré mis ojos y moví ligeramente mi cabeza para salir de aquel trance.

 

- Yo… - sentí mis mejillas arder nuevamente -. Yo también te quiero – sonreí.

 

     Nos acomodamos en su cama. Nos arropamos por encima de nuestras cabezas y dejamos que nuestros cuerpos permanecieran unidos toda la noche. Poco a poco, fui cayendo ante el sueño que amenazaba con apagar todas mis sensaciones. Por un motivo, no quería dormirme y despertar a la mañana siguiente solo sintiendo que todo había sido un sueño. Quería quedarme con él así por siempre; después de todo, creo que era la primera vez que sentía ese extraño sentimiento por alguien… uno que no quería que desapareciera.

 

     En los 2 años siguientes mi relación con él fue cambiando. Nos habíamos hecho increíblemente muy cercanos. Era habitual que él me dijera que me quería y que yo le respondiera de la misma forma, lo que comenzó a levantar sospechas en su madre. En una oportunidad vio como Ryota me daba un beso en los labios en medio de la sala. Formó tal escándalo que hasta los vecinos se asustaron con tantos gritos, y fueron hasta la puerta de la enorme casa para saber qué era lo que ocurría. Luego de calmar a toda la gente del barrio, Ryota se llevo a su madre para conversar con ella en privado e intentó explicarle lo que pasaba, mientras que yo solo los miraba en un rincón de su casa temiendo que a él lo castigaran, y que a mí no me permitieran estar con él nunca más. Luego de más de media hora de discusiones entre Ryota y su madre, él se me acercó rápidamente tomándome de la mano y jalándome hacia la calle. Corrimos hasta llegar al parque más cercano. Se soltó de mi mano y se alejó unos cuantos pasos. Vi como cayó al suelo de rodillas y comenzó a llorar desconsolado; nunca lo había visto llorar de esa manera. Me acerqué a él y lo abracé por la espalda, no entendiendo muy bien que había pasado pero con la esperanza de que Ryota se calmara y me dijera todo.

 

- Tranquilo – le dije muy cerca de su oído -. Si a tu madre le molesta que me des un beso, pues no lo haremos más – me separé un poco y me dirigí para quedar frente a él -. No es mi intención causarte problemas – intenté que sonara lo más comprensivo posible.

 

     Guardó silencio al escucharme decir aquello. Levantó su mirada observándome con una molestia acumulada en sus ojos. Por alguna razón, lo que había dicho solo provocó algo de enfado en él y me lo hizo saber solo con sus ojos. Bajé apenado mi cabeza con la clara intención de mostrar arrepentimiento por lo que había hecho.

 

- No me importa lo que piense mi madre. No me importa lo que dirán los demás de mí. Lo único que quiero es que estés conmigo… que te quedes a mi lado – levanté mi rostro y observé como unas lágrimas resbalaban por sus mejillas -. ¡Me siento impotente! – bajó nuevamente su cabeza, comenzando a llorar desconsoladamente y sin que yo pudiera hacer algo al respecto -. ¡No voy a permitir que te alejen de mí! ¡Haré lo que sea para que te quedes conmigo! – agarró mi rostro con sus manos y nos vimos a los ojos -. Voy a estudiar más, sacaré una buena carrera y no necesitaremos a nadie para que nos mantenga. Podré darte todo lo que quieras, cuando quieras, sin temer a que alguien nos juzgue por lo que hacemos – acarició con su pulgar mi mejilla -. Viviremos juntos en un hermoso departamento… y nunca más alguien nos hará daño – sonrió débilmente sin dejar de llorar -. Pero para lograrlo, necesito que te quedes a mi lado; que me des la fuerza para salir adelante y cumplir ese sueño – acercó nuestros rostros -. Prométemelo… - pasó delicadamente su pulgar izquierdo por mis labios.

 

     Quería que ese sueño se volviera realidad. Solo anhelaba estar a su lado por el resto de mis días. Sentí que mi corazón explotaría por la dicha de vivir un sueño junto a él. Asentí levemente mientras que mi vista se nublaba, todo por culpa de las lágrimas que comenzaban a desbordarse de mis ojos y recorrer mi rostro. Si él peleaba por nuestro futuro, yo también lo haría por los dos. Permanecería a su lado siempre aunque todo el mundo estuviera en contra nuestra, porque sabía que mi amor por él era tan grande que no había nada que nos pudiera detener.

 

- Te quiero – me volvió a decir sin dejar de mirarme por ningún instante.

 

- Yo también te quiero -.

 

     Pasé mis brazos por su cuello, acercando mis labios a los suyos para fundirnos en un pequeño beso. Escondí mi rostro en su cuello mientras Ryota me abrazaba con fuerza. Nos quedamos en aquella posición por largo tiempo, sin temer a que alguien nos viera o comenzara a insultarnos como pasó en alguna oportunidad. Estábamos tan sumidos en nuestro propio mundo, que no me había dado cuenta que mi móvil había comenzado a sonar. Me separé de él levemente y busqué entre los bolsillos de mi pantalón el bendito aparato, el cual chillaba y me irritaba cada vez más.

 

- No conozco el número – dije mirando a la pantalla del móvil. No le di demasiada importancia a quien me llamaba y contesté -. Diga… - dije rápidamente ante la atenta mirada de Ryota.

 

     Nuevamente mi vista se nublaba por el llanto, ante la impactada mirada de Ryota que no sabía que estaba pasando. Comencé a temblar ligeramente, escuchando al hombre que trataba de decirme todo lo más calmado posible. No dije absolutamente nada y salí corriendo del lugar, con Ryota gritando mi nombre a lo lejos e intentando seguirme el paso. No sé como atravesé media ciudad corriendo hacia el hospital y sin detenerme, pero cuando al fin llegué ahí, me dirigí rápidamente hacia una de las enfermeras exigiéndole que me dijera en donde estaban mis padres. Ni siquiera escuché bien la respuesta de la pobre mujer, sino que me dediqué a buscar desesperadamente por todo el edificio. Tropecé y empujé a mucha gente en mi loca carrera por dar con el paradero de ellos.

 

- ¡Yusei! – gritó Ryota tratando de alcanzarme.

 

     Divisé a lo lejos a un grupo de médicos, entre los cuales se encontraba el padre de Ryota, quien seguramente también fue comunicado por el trágico accidente que sufrieron mis padres. Él era un amigo muy cercano de mi familia, especialmente de mi padre. Crecieron juntos en su infancia, y por ello querían que sus hijos tuvieran un lazo similar suyo. Era obvio de que estuviera en el hospital para saber de mis padres, pero nunca imaginé verlo así por esta situación. Él se volteó a verme al percibir que yo corría al lugar de encuentro. Por primera vez veía a ese hombre de humor increíble, con la expresión más triste del mundo.

 

- Yusei – me dijo el Señor Shiraiwa cuando me detuve a unos cuantos pasos de él -. Lo siento… de verdad…  – sus ojos se llenaron de lágrimas -. Lo siento mucho –.

 

     Entendí rápidamente lo que pasaba. Mis padres no solo habían sufrido un accidente, sino que también perdieron la vida en el. Caí de rodillas al suelo, mientras que mis lágrimas se desbordaban por mis ojos hacia el piso del frío pasillo. Llevé una de mis manos hacia mi rostro, no creyendo lo que estaba pasando. ¿Qué iba a hacer ahora? Ellos eran la única familia que yo tenía. Nunca había conocido a otro miembro de mi familia, solo al mejor amigo de mi padre. Ahora me había quedado completamente solo. Tenía 12 años de edad, y de seguro me mandarían a un orfanato hasta que me adopte una familia o cumpliera mi mayoría de edad, pero yo no quería eso… eso significaba separarme de él.

 

- ¡Yusei! – llegó Ryota a mi lado, arrodillándose rápidamente y extendiendo sus brazos para abrazarme -. Tranquilo… - me decía mientras yo rompía en llanto. Ya no podía aguantar más el dolor en mi pecho -. ¡Me tienes a mí! ¡Me tienes a mí…! – repitió 2 veces con desesperación. En ese instante, creí que él había leído mi mente y averiguado todos mis miedos -. Yo no te dejaré. Siempre estaré a tu lado… fue una promesa, ¿lo recuerdas? - comenzó a llorar en silencio, como si quisiera quitarme parte del dolor y cargarlo para aliviar mi pena.

 

     No supe si alguien nos estaba mirando o no, solo recuerdo haberme apoyado en su hombro y soltar todo el dolor que sentía en ese instante. Ambos habíamos olvidado lo que había pasado una hora antes. Ambos llorábamos por la desgracia de mi presente, mientras que yo temía sobre mi incierto futuro.

 

     No recuerdo muy bien cómo fue que llegamos a su casa, solo sé que me guiaron hacia la habitación de invitados con algunas de mis pertenencias; me quedaría ahí hasta que hicieran los papeles necesarios para mandarme a un orfanato. No dije nada en todo el trayecto, y nadie se atrevió a preguntar qué pensaba al respecto. Nos detuvimos en el pasillo del segundo piso antes de que entráramos a mi habitación temporal.

 

- Ryota – llamó el Señor Shiraiwa a su hijo -. Acompaña a Yusei, mientras yo hablo con tu madre. Yo no dejaré que se lo lleven – dio media vuelta y partió a hablar con su esposa, que en ese instante se encontraba en la cocina.

 

     Él sonrió ante lo dicho por su padre, pero yo me encontraba tan sumido en mis pensamientos que no me di cuenta de las verdaderas intenciones del Señor Shiraiwa; solo pensaba en cómo iba a salir de aquella situación. Esto había complicado tanto las cosas, que llegué a olvidar la promesa que hice junto a Ryota hace unas horas atrás. Miraba un punto fijo en el suelo, mientras que mis ojos se humedecían por las lágrimas. Podía percibir que estaba cayendo en un profundo abismo, y que poco a poco el pequeño aro de luz se hacía más diminuto a cada segundo que pasaba. Era como si estuviera viviendo en otra dimensión; una oscura y que solo me traería sufrimiento y desolación. En ese preciso instante en que creí que no habría manera de volver a mi vida, sentí que alguien había tomado mi mano derecha y la apretaba ligeramente trayéndome de vuelta a la realidad. Observé a mi costado derecho, solo viendo como Ryota me sonreía levemente, pero era justo lo que necesitaba en ese momento. Un toque cálido que me hiciera sentir completo. Una simple sonrisa que alejaba todos mis temores, y me sacaba de mi lúgubre existencia para guiarme a un camino lleno de luz y felicidad.

- Vamos – me dijo comenzando a jalarme levemente para que lo siguiera.

 

     Entramos en la habitación de invitados. Ryota dejó mi bolso de equipaje junto a los pies de la cama, mientras que yo solo entré y me senté sobre aquel lecho. Miré fijamente mis manos que se encontraban sobre mi regazo, hasta que percibí como Ryota se sentaba a mi lado y me abrazaba sobreprotectoramente.  Acariciaba lentamente mi espalda, en un intento por seguir consolándome sin que yo derramara una sola lágrima más, porque si había algo que él odiaba, era el hecho de verme sufrir y llorar por alguien más.

 

- Ya verás que todo se va a solucionar – decía a mi oído muy suavemente -. Estoy seguro que mi padre no permitirá que te lleven a un orfanato, así que no tienes de que preocuparte… -.

 

     Cerré mis ojos y abracé con fuerza su cuerpo. Sé que lloré al oír a Ryota decir aquello, ya que sentí el húmedo camino de las lágrimas por mi rostro. Lentamente comencé a mover mi cabeza. Tenía la mala costumbre de esconder mi rostro en su cuello cada vez que me pasaba algo, y solo lo hacía porque me sentía completamente protegido y seguro en aquel acto; eso él lo sabía muy bien.

 

- Yo te voy a proteger - dijo en susurro, muy seguro de sus palabras.

 

- No puedo evitar sentir miedo. Yo no me quiero ir… – escondí más mi rostro en su cuello.

 

- Lo sé… - me sobaba la espalda tiernamente -. Pero no te vas a ir; yo no lo voy a permitir. Viviremos nuestro sueño… Te lo prometí – se alejó un poco y secó mis lágrimas.

 

     Nos quedamos mirando mutuamente por unos segundos, mientras que una sonrisa comenzaba a formarse en nuestros labios. Él me acariciaba suavemente la mejilla, solo logrando con ese simple acto que yo me sonrojara y desviara la mirada. Estábamos tan sumidos en ese pequeño lapso de tranquilidad, que no nos habíamos dado cuenta de los gritos que provenían del primer piso de la lujosa casa. Ryota observó rápidamente hacia la puerta al percatarse que alguien subía por las escaleras. Yo lo imité inmediatamente para saber qué era lo que pasaba.

 

- ¡¿Quién te crees que eres para decidir algo así?! – oíamos a su madre gritar subiendo por las escaleras.

 

- Él nos necesita; no tiene a nadie más. ¡¿Cuál es tu problema?! – gritaba el padre de Ryota en mi defensa.

 

- ¡Ese chico esta trastornando a Ryota! ¡Ese es mi problema! – oímos como sus pasos se habían detenido -. ¡¿No te preocupa que nuestro hijo sea anormal?! ¡Y todo por ese muchacho! ¡¿Sabes lo que dirá la gente?! –gritaba histéricamente.

 

- ¡No me importa lo que digan los demás! Estoy muy orgulloso de mi hijo – se escuchaba como él se le acercaba lentamente -. ¿No puedes aceptar que tu hijo se haya enamorado y sea feliz? ¿Para ti eso es anormal? -.

 

- … - escuchamos un leve silencio. Yo me mordí ligeramente el labio sabiendo que esto podría tener terribles consecuencias para la familia de Ryota -. ¿No quieres que él tenga una esposa? ¿Qué nos dé nietos? -.

 

- Yo solo quiero lo mejor para él, y solo quiero que él sea feliz con la persona que más le importa en este mundo. Ahora ese chico nos necesita y yo no le voy a negar la ayuda. Yusei es como un hijo para mí, ¡y ni tú ni nadie me va a impedir que yo tome la custodia de ese muchacho! – dijo tajantemente el Señor Shiraiwa.

 

- ¡Yo no lo quiero en esta casa! – siguió caminando hasta quedar afuera de lo que sería mi habitación. Ryota había deslizado su mano para tomar la mía, lo que solo provocó que su madre Me mirara  con desprecio. Luego, siguió su camino.

 

     Logramos escuchar como cerró fuertemente la pieza de su habitación; de seguro no saldría de su habitación por unos días. Ryota y yo nos miramos por un breve momento, hasta que volteamos nuevamente a ver hacia la puerta para ver a su padre. Él entró lentamente a la habitación. Se detuvo frente mío y se arrodilló.

 

- Te vas a quedar a vivir con nosotros, así que no debes preocuparte de nada – me sonrió dulcemente. Agache levemente mi cabeza y solo logré asentir -. No te intimides por mi esposa. Que ella no pueda entender lo que ustedes sienten, no le da el derecho de sacarte de esta casa y tratarte de cualquier manera; eso es algo que yo no voy a permitir – dijo para tranquilizarme -. Ahora… Puedes acomodarte como quieras. Esta será tu habitación y puedes hacer lo que quieras en ella, ¿sí? – levanté la mirada y le sonreí, acto el imitó también.

 

     Él se levantó y caminó hacia la puerta, dejándome a solas con Ryota. Nos abrazamos nuevamente y soltamos un largo respiro. Habíamos estado tensos ante la sensación del momento, que ninguno de los 2 se había percatado que el otro había dejado de respirar. Reímos levemente al haber realizado la misma acción al mismo tiempo.

 

- Desempaquemos tus cosas – se levantó de la cama y fue a buscar mi bolso de equipaje -. Te ayudaré a acomodar la ropa. Supongo que luego iremos a buscar lo que falta a tu casa -.

 

- … - asentí levemente, mirando un punto fijo del cubrecama.

 

- … - Ryota detuvo su acción y se quedó observándome -. ¿Pasa algo? – su voz denotaba preocupación.

 

- … - negué con la cabeza -. Es solo que… han pasado muchas cosas el día de hoy, y creo que todavía no lo asimilo correctamente – sonreí con tristeza.

 

- Descuida – se acercó y me abrazó -. Todo va a salir bien, ya lo verás… - sonrió, dándome a entender de que nunca me apartaría de su lado… eso jamás.

 

     Después de lo ocurrido, pasé los años siguientes viviendo en esa casa, como si fuera un miembro más de la familia, o por lo menos solo me daban esa sensación 2 personas. La madre de Ryota apenas si me dirigía la palabra, y a veces hacía como si yo no existiera, pero ya me había acostumbrado tanto a sus continuos rechazos que no le prestaba una mayor importancia.

    

     Recordé el día en que Ryota entró a la universidad. Estaba tan emocionado con el hecho de que él comenzara a estudiar una carrera, que logré convencer a su padre de que festejáramos su ingreso a la vida universitaria. Planeamos un asado un sábado por la tarde, con todos los amigos más cercanos de invitados. Preparamos muchas ensaladas y salsas. Incluso yo el día anterior había preparado un postre con mis propias manos, aunque Ryota me había molestado durante todo el proceso de elaboración diciendo que envenenaría a todo el mundo. Bueno, lo admito, la cocina en ese entonces no era lo mío. Eran más los desastres que dejaba en la cocina que lo que servía de comestible en la mesa.

 

- Espero que eso sea chocolate – dijo Ryota mirando el postre.

 

- Pues sí, lo es. Es mousse de chocolate – lo miré con mala cara, mientras seguía sirviendo los postres a los demás invitados.

 

- No le hagas caso a Ryota – salió su padre en mi defensa -. De seguro te quedó delicioso – tomó la cuchara dispuesto a probar el postre.

 

- Si… Prueba tu primero y vemos como te convulsionas por comer algo envenenado – respondió Ryota logrando que todos rieran en la mesa, mientras que yo solo deseaba estrangularlo.

 

     Observó el trozo de postre que había sacado con la cuchara. Lentamente se lo llevó a la boca para degustarlo. Yo solo lo miraba con la esperanza de que haya quedado delicioso, y así lograr que Ryota se tragara todas sus palabras por haber ofendido mi modo de cocinar.

 

- “Que esté bueno, por favor. Que este bueno” – pensé rezándole a todos los dioses que existieran.

 

     Movía de un lado a otro el postre dentro de su boca, haciendo gestos como si estuviera analizando cada partícula del dulce. Luego de unos segundos más, detuvo su “análisis” y cerró sus ojos, como si lo que hubiera probado no hubiera sido de su agrado. Realmente comencé a pensar que había sido un error el haberme encargado del postre, pero mis dudas se disiparon al ver como el padre de Ryota esbozaba una sonrisa.

 

- Realmente está delicioso… de verdad – lo dijo mirándome muy felizmente.

 

- … - me sorprendí al ver que por fin uno de mis platillos no había sido un completo desastre -. ¿Es en serio? – sonreí muy entusiasmado.

 

- Vaya que está bueno – vi a Ryota como estaba devorando el postre.

 

- ¡Ja! Y tu decías que iba a saber feo – lo miré con cierto aire de molestia fingida.

 

     Ryota simplemente se quedó como embobado observándome. No sabía exactamente el porqué había adoptado esa reacción, pero lo que si sabía era que ya me estaba incomodando su mirada tan insistente, lo que no pasó desapercibido por algunos de los presentes al notar que me estaba sonrojando.

 

- Yusei, ¿te pasa algo? ¿Tienes fiebre? – me preguntó el padre de Ryota muy preocupado -. Quizás trabajaste mucho – colocó su mano en mi frente para verificar la sospecha.

 

- No, no, no… - moví mis manos en un gesto de negación -. Solo estoy un poco cansado… y acalorado – reí torpemente sin convencer del todo al Señor Shiraiwa.

 

- Bien… - siguió degustando su postre.

 

     El asado terminó bastante tarde. De a poco comenzaron a irse los invitados, luego de todas las felicitaciones y buenos deseos dedicados a Ryota, para que le fuera bien en su vida universitaria. Al irse el último invitado, el padre de Ryota se nos acercó y nos comentó que se iría de viaje por 2 o 3 semanas. Tenía un negocio muy importante y necesitaba todo ese tiempo para afinar los últimos detalles del contrato con los nuevos socios. En cuanto a la madre de Ryota, ella también se iría por ese tiempo de vacaciones a ver a una ciudad cercana, con la excusa de que vería a una vieja amiga. Yo sabía de antemano que solo lo hacía para no quedarse con nosotros en la casa, ya que no soportaba vernos a Ryota y a mí, juntos.

 

     Pasó 1 semana desde que el padre de Ryota se fue de viaje. Yo me encontraba en mi habitación terminando de hacer un trabajo para el colegio. En ese instante, oí las puerta de entrada de la casa abrirse, y los pasos de Ryota al subir por la escalera. Deduje que se había detenido en su habitación a dejar sus cosas, antes de escuchar cómo se dirigía hacia mi habitación.

 

- Llegas tarde – le dije mirándolo con molestia.

 

- Lo lamento, pero tenía mi última cátedra a las 8 de la noche. Me demoré más porque pasé a comprar unos dulces – mostrándome la bolsa de supermercado.

 

- Aunque sea me hubieras llamado – fingí prestar atención en el libro de historia, mientras lo miraba disimuladamente.

 

- … - comenzó a acercarse hacia la cama con una sonrisa en los labios -. ¿Estabas preocupado por mi? -.

 

- Pfff… Claro que no – cerré mis ojos y el libro al mismo tiempo.

 

- Yo se que si – se sentó a mi lado.         

 

- Imaginas cosas – tomé mi cuaderno y comencé a escribir el ensayo, como intentando hacerle entender que no estaba interesado en él.

 

- No imagino nada. Solo veo la realidad – sonrió más todavía.

 

     Detuve lo que estaba haciendo y solo lo miré a los ojos. Nos quedamos en esa posición solo por un tiempo, solo hasta que el comenzó a moverse hacia mí para juntar sus labios con los míos. Fue un pequeño beso que sirvió para transmitir todo lo que sentíamos por el otro, pero al parecer no fue suficiente para él… o por lo menos parecía ser que Ryota tenía otros planes.

 

- ¿Qué… qué haces? – dije algo alarmado al sentir como él intentaba tumbarme en la cama.

 

     Hizo caso omiso a mi pregunta, y solo se dedicó a besarme el cuello mientras me tocaba por encima de mis ropas. No podía negar que estaba algo asustado ante esa acción, pero también sentía nuevas sensaciones que recorrían mi cuerpo hasta llegar a mi garganta, en donde se transformaban en pequeños jadeos que solo aumentaban la pasión en mi amante.

 

- Ryo… Ryota – cerré mis ojos y me mordí el labio inferior -. Espera… - intenté empujarlo suavemente para quitármelo de encima.

 

     Ni siquiera se detuvo ante mi petición. Siguió tocando cada rincón de mi ser y explorando con su boca parte de mi cuello. El miedo me invadió cuando él comenzó a acariciar mi entrepierna por encima de mi pantalón, para luego intentar desabrocharme el cinturón e introducir la mana en mi ropa interior. Llegado a este punto, solo logré empujarlo fuertemente con mis piernas para quitármelo de encima.

 

- ¿Qué pasa Yusei? – extrañado por lo que le había hecho.

 

- Es que… - flecté mis piernas y las envolví con mis brazos, escondiendo mi rostro levemente entre ellas -. Me da miedo, ¿sí? – lo dije algo avergonzado.

 

     El parecía entender mi preocupación; después de todo, sería nuestra primera vez y me aterraba la idea de echarlo todo a perder. Siempre quise que ese momento fuera único y especial; que fuera inolvidable tanto para él como para mí, pero siempre temí en cómo debía comportarme si esto llegara a pasar. No quería decepcionarlo y que tuviera una gran desilusión por mi inmadurez, por eso pensaba que posiblemente esperaríamos hasta que yo fuera mayor.

 

- Se que tienes miedo – comenzó a acercarse hacia mi -. Admito que yo también lo tengo, pero no hay nada más que ansié en este momento que demostrarte cuanto te amo, y creí que esta sería la oportunidad perfecta – levantó mi rostro por mi mentón -. Pero si no te sientes preparado, yo puedo entenderlo – acarició mi mejilla mientras nos veíamos a los ojos.

 

- … - solo atiné a acercarme a su cuerpo para abrazarlo. Ryota se quedó inmóvil por no haberse esperado esa acción por mi parte -. Yo si quiero entregarme a ti, pero no se qué debo hacer… - escondí mi rostro en su pecho.

 

- … - sentí como sus brazos rodearon mi cuerpo -. No te preocupes, Yusei. Déjame hacerlo a mi manera. Te prometo que lo haré despacio, ¿sí? -.

 

     Una gran tranquilidad invadió todo mi ser, sabiendo que él siempre cumplía sus promesas y que jamás me haría daño. Sonreí levemente, dejando que Ryota comenzara nuevamente a recostarme en la cama y a acariciar cada centímetro de mi cuerpo. Su boca se dirigió a la mía intentando probar mis labios una vez más, pero esta vez fue totalmente diferente. Había deslizado su mano derecha por debajo de mi nuca, levantándola en un acto un poco brusco y que tenía como finalidad que yo abriera la boca… y así lo hice. Rápidamente metió su lengua para juguetear con la mía, mientras que yo me sorprendía por la intensidad de aquel beso. Nunca antes nos habíamos besado así. Siempre creí que besarse de esa manera era solo cosa de mayores, pero que él me enseñara como hacerlo para mí era una gran satisfacción, aunque tenía cierta curiosidad de cómo lo había aprendido.

 

- Yusei… - susurró en mi oído luego de habernos separado del beso.

 

     Besaba mi cuello al mismo tiempo que comenzaba a quitarme algo de ropa. Me quitó la polera para observar mi cuerpo detenidamente, lo cual me hizo sonrojar. Él solo sonrió al darse cuenta de que me había avergonzado. Volvió a atacar mis labios para que me olvidara de lo sucedido, mientras que intentaba quitarme los pantalones y la ropa interior, logrando su cometido luego de unos minutos más de batallar con el cierre de mi pantalón. Me contemplo con su mirada brevemente y se mordió el labio inferior.

 

- Eres hermoso – sentí que lo dijo con toda la sinceridad del mundo -. Y eres solo mío – sonrió satisfecho al saber que así iba a ser, porque yo no me entregaría a nadie más, solo a él.

 

     Se desvistió rápidamente sin que yo pudiera apartar la vista de su magnífico cuerpo. Me sonrojé al verlo completamente desnudo. Admito que no era la primera vez que lo veía así, puesto que cuando éramos más pequeños solíamos bañarnos juntos, pero sabiendo lo que iba a pasar dentro de poco, solo podía sentirme nervioso y algo avergonzado por encontrarnos en aquella situación.

 

     Creo que se dio cuenta de que me había puesto nervioso nuevamente, y eso solo logró hacerlo sonreír más todavía. Se posicionó encima de mí y comenzó a tocar delicadamente con la yema de sus dedos parte de mi pecho. Cerré mis ojos al sentir como mi cuerpo se estremecía ante un simple contacto, lo que era un indicio de mi creciente deseo hacia Ryota. Se dirigió hacia mi cuello para morderlo y besarlo ligeramente. Sus manos recorrían mi cuerpo sin pudor alguno. Yo solo dejaba que él tomara el control de la situación. Instintivamente había separado mis piernas para que él se colocara entre ellas, juntando nuestros cuerpos a tal extremo que era posible sentir la creciente erección del otro. Había comenzado a gemir ligeramente, encorvando suavemente mi espalda para conseguir un mejor roce con mi amante.

 

- Ahora necesito que te relajes – dijo a mi oído muy lentamente para que comprendiera lo que vendría a continuación -. Dolerá un poco al principio, pero te aseguro que luego lograré mitigarlo – se separó un poco y me sonrió.

 

- Lo sé – le devolví la sonrisa -. Quiero que me hagas tuyo – envolví su cuello con mis brazos acercando más nuestros rostros.

 

     Nos fundimos en un beso cargado de pasión, deseo… y sobretodo amor. Sus manos recorrían mis muslos hasta llegar a mi entrada. Jugueteó con sus dedos por breves segundos antes de introducir uno en mí. Empezó lentamente, deteniéndose cada vez que yo demostraba dolor. Se acercó a mis labios para callar el quejido que amenazaba con salir desde lo más profundo de mi garganta.

 

- Relájate – me dijo nuevamente antes de seguir con su labor.

 

     Sentí como movía su dedo dentro de mí, intentando dilatar mi entrada lo más posible antes de introducir otro dedo. Hacía pequeños círculos con sus dedos. Intentaba no pensar en el dolor que me producía sentir aquella acción en mi parte baja. Cerraba mis ojos y trataba de imaginar cualquier otra cosa. Solté un leve grito al percibir como Ryota ya había introducido un tercer dedo. Mis ojos se habían humedecido por las lágrimas, lo que preocupó a mi amante que inmediatamente besó mi rostro, en señal de querer apaciguar mi dolor.

 

     Abrí mis ojos rápidamente al sentir como cambiaba sus dedos por su sexo. Se introducía lentamente en mí, lo que no significaba que me estuviera doliendo a horrores. Ni siquiera me había dado cuenta que lo empujaba levemente para separarlo de mi, solo hasta que él tomó mi mano y la posicionó al lado de mi cabeza.

 

- Tranquilo, amor. Ya casi termino – dijo observándome a los ojos.

 

     Cuando al fin logró introducirse por completo en mi, sentí  como el dolor comenzaba a amenguar dando paso a una completa calma en mi ser. Ryota solo observaba como mi cuerpo comenzaba a soportar su intromisión. Luego de esperar unos minutos más, y que mi cuerpo se lograra relajar por completo, él comenzó a moverse lentamente. Podía sentir todas esas sensaciones que solo había podido leer en los libros del colegio. Cada embestida que daba contra mi cuerpo, sacaba de mi, gemidos placenteros mezclados con un pequeño dolor. Cerraba mis ojos y le jadeaba fuertemente en el oído, mientras que él aumentaba la velocidad de las estocadas, dando en aquel punto que solo me hacía gritar por más y que él complacía inmediatamente.

 

- Te amo… Yusei… Te amo – me decía con la respiración entrecortada.

 

- Yo… también… te amo – le respondí con mismo fervor de sus palabras.

 

     Tocaba cada músculo de su escultural cuerpo. Podía palpar como cada uno de sus músculos se contraían a cada movimiento. El sudor comenzaba a recorrer nuestros cuerpos, al mismo tiempo que dejaban un camino brillante que reflejaba la luz de la lámpara que colgaba del techo. Pasé mis piernas por su cintura facilitando más su labor. Aceleraba cada vez más sus embestidas, llegando al punto en el que ambos tensamos nuestros músculos y dejamos que nuestra esencia se derramara sobre el otro. Solo él podía llegar hacia lo más profundo de mi interior y marcarme como suyo. Solo él tenía ese privilegio. Sonreí al saber que por fin le pertenecía por completo, y que ahora estábamos más cerca de cumplir nuestro ansiado sueño.

 

     Ryota se recostó a mi lado con la respiración terriblemente agitada. Mantenía los ojos cerrados y una sonrisa adornaba sus labios. Me dediqué a observarlo por varios segundos, hasta que él abrió sus ojos color chocolate y volteó a mirarme. Me dedicó una maravillosa sonrisa, correspondiendo a su sonrisa de la misma manera. Extendió su brazo izquierdo para atrapar mi cintura en un fuerte abrazo. Me acomodé sobre su pecho, cerrando mis ojos y oyendo claramente los latidos de su corazón. Pasaba el dorso de mi mano sobre su pecho muy lentamente, viendo como este subía y bajaba cada vez que el respiraba. Sin duda alguna, había sido lo mejor que pudo haberme pasado en la vida… era completamente feliz.

Notas finales:

Bueno, esqpero que se haya entendido algo la trama. No creo que el fic lo vaya a ser muy extenso... Quizás unos 4 o 5 capítulos; esto depende mucho de mi imaginación :P


Espero que les haya gustado... gracias ^^


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