Capítulo 1 - Pensamientos
-¡Buenos días Lavi! -me saludas con una encantadora e inocente sonrisa.
-Buenos días Allen -no puedo más que corresponderte al ver tu semblante de alegría.
-¿A dónde vas? -siempre curioso.
-A la biblioteca, tengo trabajo pendiente, solo salí un momento para desayunar y despejarme un poco.
-¿Tienes mucho por hacer?
-Algo -rasco mi nuca- tal vez me tome unos 5 ó 6 días.
-¡¿Tanto?! -te sorprendes.
-Nah, no es nada. He tenido trabajos de mes, mes y medio, así que no hay problema -agito la mano para restarle importancia.
-Trata de dormir aunque sea un poco y no te saltes ninguna comida o podrías enfermar -me miras con preocupación. Cuan feliz me hace el que procures mi bienestar.
-¿Te importa si te acompaño hasta la biblioteca?
-En lo absoluto -me muestras esa hermosa sonrisa que tanto me hipnotiza.
-¿Por qué no vamos al pueblo la siguiente vez que tengamos el día libre?
-Gran idea. Tal vez encuentre a una linda chica.
-Eres irremediable Lavi -me miras algo molesto- yo lo digo para que nos divirtamos un rato juntos, no para que andes de mujeriego.
-Vamos Allen, no seas tan duro, era broma.
-Aja -te cruzas de brazos.
-Mj -si supieras que la única persona que me ha cautivado eres tú. Me pregunto ¿qué clase de reacción tendrías? ¿Tus ojos se abrirían con sorpresa? ¿Tu rostro adquiriría el tono de mi cabello?
-¡Lavi! -gritas mientras estiras mis mejillas.
-Itai, itai -realmente me duele, hasta tengo ganas de llorar.
-Moo Lavi, hazme caso -inflas tus mofletes y haces pucheros.
-Lo siento me distraje un poco -cuánto dolor, intento mitigarlo sobándome pero es algo difícil, lo hizo con mucha fuerza.
-Eso te pasa por ignorarme -entras en la biblioteca y yo te sigo cerrando la puerta tras de mí.
Tomas un libro cualquiera del estante y te vas a sentar enfrente de mi lugar de trabajo.
-¿Qué haces Allen? -me siento.
-Leyendo ¿acaso no vez? -sin apartar la vista de las páginas.
-Mmm…
-¿Te molesta? Pues ni modo, me quedaré aquí hasta que yo quiera -me dices triunfante.
-O hasta que Panda regrese -completo con tranquilidad.
Me miras con el ceño fruncido -ya déjame leer tranquilo.
-De acuerdo pero… no sabía que entendías griego -sonrío de medio lado.
Te sonrojas por la vergüenza ¿o el enfado? como sea te vez muy lindo.
-Eres muy malo -cierras el libro con fuerza y lo dejas a un lado.
Rio un poco sin poderlo evitar. Volteas a verme feo y giras la cabeza. Estas realmente enfadado.
Me levanto y dirijo al fondo de la biblioteca. Tomo el libro que deseaba y vuelvo contigo. Lo coloco frente a ti y encima dejo unos dulces.
Los observas y luego a mí, desvías la vista. Intentas resistirte, haces gestos y demás pero al final los tomas y los guardas, excepto uno que comes de inmediato.
-Baka -susurras y comienzas a hojear el libro sin levantarlo. Uno de tus favoritos. Uno que relata historias infantiles. Es extraño que un libro como ese esté aquí pero la primera vez que lo viste tus ojos se iluminaron e insististe en que te lo leyera de inmediato.
Nos sentamos en el sofá. Cuando terminé el primer cuento y te miré, sentí como mi corazón se estremeció. Estabas llorando en silencio mirando el libro fijamente. No pude evitarlo así que te abracé. Me contaste que en una ocasión Mana te leyó ese libro, que te traía gratos y amargos recuerdos a la vez.
Derramaste lágrimas hasta caer dormido, aferrándote a mi camisa. Apenas si cabíamos acostados en el sillón pero no deseaba despertarte. Aparté los mechones de tu rostro y con sumo cuidado limpié los caminos salados que habían en él. El carmín de tus mejillas completaba una imagen realmente bella. Te veías tan frágil, tan indefenso y yo… me volví tan débil… que no pude evitar rosar tus labios con los míos, depositando un casto beso. Sin embargo, no fue suficiente para mí y probé tus labios con mayor avidez, lamiéndolos como si del mejor manjar se trataran y realmente así fue. Desabroché el chaleco y luego unos botones de la camisa y por fin pude tocar esa nívea piel que tanto anhelaba. Saboreé con parsimonia tu fino cuello. Comenzaste a suspirar y eso me excitó; cuando soltaste un pequeño gemido y te comenzaste a remover fue cuando me detuve y me di cuenta de lo que estaba haciendo: aprovechándome de ti en el primer momento en que decides confiar en mí.
Me asusté.
¿Y si despertabas? ¿Y si después te repugnaba? o por aún ¿si me odiabas? me quedé completamente quieto, incluso aguanté la respiración hasta estar seguro que seguías durmiendo y no te diste cuenta de lo desesperado que estoy porque me veas más que a un amigo.
Acomodé tu ropa y agradecí que tuvieras el sueño pesado y que Jiji estuviera en una misión.
Me obligué a mi mismo a dormir por el bien de ambos.
A la mañana siguiente te disculpaste. Te dije que no había problema, que desahogarte de vez en cuando está bien. Me sonreíste como solo tú puedes hacerlo y agradeciste el conocernos y que fuéramos amigos.
Me sentí tan culpable. La noche anterior casi te violo y tú me regalas una sonrisa tan sincera.
Si fuéramos pareja te aseguro que te haría muy feliz, te haría reír siempre. Lloraríamos juntos, nos enfadaríamos, nos reconciliaríamos. Te enseñaría que hay mucho más en esta vida que ni siquiera has imaginado. Daría todo por ti…
-Ya me tengo que ir -tu voz me saca de mis pensamientos.
-¿Tan pronto? -no puedo evitar sentirme triste.
-Descuida nos veremos en 5 ó 6 días -comentas divertido.
-Ja ja si tienes razón -te sigo el juego para evitar que descubras como me siento en realidad -descuida yo lo guardo -tomo el libro de tus manos.
-Gracias.
Te acompaño hasta la puerta.
-No olvides lo que te dije.
-No mamá.
Y lo veo, ese hermoso rostro de plenitud, tus ojos iluminados por ese peculiar brillo y un ligero carmesí teñido en tus mejillas, una obra de arte; que por desgracia solo puedo admirar, ya que mi voz no es la que la produce.
-Moyashi -escuchamos a Yuu a la distancia.
-Debo irme Lavi, nos vemos después.
-Nos vemos -solo puedo verte alejarte sin poder retenerte, muriéndome de celos, queriendo ser Yuu en estos momentos. No ser capaz de tomarte de la mano y llevarte a mi habitación, recorrer tu esbelto cuerpo y saborear ese níveo cuello. No. Yo no puedo hacerlo como lo hace él.
Mi único consuelo es saber que eres realmente feliz.
El recuerdo del sabor de tus labios, tu cuello; la suavidad de tu piel, los dulces sonidos que escuché esa noche y este libro son lo único tuyo que me pueden pertenecer. Lo único a lo que puedo seguir aferrándome para darme fuerzas, para vivir con la esperanza de que algún día sea yo quien ocupe tu puro e inocente corazón.