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La amarga esencia por Ion Groene Ogen Demon

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La amarga esencia

Siempre se queda mirando los pequeños senos que se mostraban en frente de ella. Lo reconocía, sufría de una extraña obsesión por aquellos pequeños pechos. Los delineaba con los dedos y aun así no parecían oponer resistencia a su toque, en parte eso le molestaba. No estaba esperando nada en especial, no esperaba que los pequeños pezones rosados se pusieran en frete de su boca y le permitieran ser lamidos, tampoco esperaba que gentilmente se bajara su ropa interior y le dejase ver su rosada vagina, solo era que quería un poco más de iniciativa.

Todo había pasado aquella noche en la excursión de verano. La curiosidad pudo más con ella de lo que pensó que podía controlarse. Aquella noche aquel pequeño cuerpo que tanto deseaba se había mostrado en un estado de indefensión suprema. Ella no había pensado que su compañera fuera de aquellas que se masturbasen, y en parte eso fue el impacto.

Sus delicadas piernas se contorsionaban en la cama de al lado y al principio pensó que solo era que no podía dormir, pero ruego escuchó su débil voz gruñido con sensualidad y sus ojos que se perdían en al inmensidad del placer.   Su excitación solo se hizo presente ante la inmediata imagen que se mostraba ante ella.

Se acercó moderadamente y se quedó al pie de la cama, simplemente observado, sintiendo como su excitación la humedecía. Un gruñido final le anuncio que su compañera había terminado su sesión de autocuidado.

Un trago de saliva en su garganta hizo ruido al ser pasado con fuerza y sus ojos no podían despegarse de la figura que se mostraba ante sí.

─ No le digas a nadie que viste eso ¿Vale? ─ Los ojos de la exhausta chica suplicaron con cansancio.

─ Está bien. ─ Objetó. ─Pero quiero que me lo hagamos.

─ ¿Qué? ─ La chica abrió sus ojos y se cubrió su parte intima. ─ ¿Acaso eres…? ─ el silencio terminaba la oración.

─ No estoy segura de serlo, no niego que me gusta tu cuerpo.

La chica sonrió con cierto aire comprensivo, como si alguna vez hubiese pasado también por lo mismo y sencillamente bufó.

Eso no era ninguna respuesta para ella, solo quería saber si compraría su silencio con algo de su atención.

─ ¿Entonces? ¿Vamos a hacerlo?

─ ¿Qué es lo que te da curiosidad?

No había pensado que aquello fuese curiosidad, solo pensaba que quizás realmente le gustaba su cuerpo.

─ No es curiosidad. ─Respondió con aire serio.

─ Yo lo creo ¿Alguna vez te has masturbado?

─ No. ─Respondió sinceramente.

─ Entonces te enseñaré y estoy segura que tu curiosidad terminará  después de eso.

Las palabras parecían una promesa de libertad por aquel día de verano, pero entonces aquella misma promesa fueron las cadenas que la ataron a lo que ahora era para ella un veneno. El tener las delicadas formas rozando su piel y la humedad de sus cuerpos que se juntaba, solo dejó en ella una fragancia impregnada en ella. Cada vez que sentía aquello, algo dentro de sí se carcomía y de nuevo repetía  ─”Esto no era curiosidad”─. Después de ello, ella no presentaba signos de acordarse de que se tocaron hasta lo más profundo del placer y eso solo aumentaba su ansiedad.

Definitivamente no esperaba que ella llegase a darle lo que deseaba, pero ya no sabía que otra forma existía de acercarse. Esa fragancia aun seguía pegada a su cuerpo y los poros de su piel pareciesen luchar por apropiarse de ese elixir.

De nuevo se repetía que aquello no era curiosidad, que aquello era algo más. Lo reconocía ahora, se había intoxicado de aquel pequeño cuerpo.

Se acercó a su oído y susurró tan segura como pudo ─ “Esto no es curiosidad, en verdad me gustas.“─  y en un abrazo aprehensivo la cercó a su cuerpo. En ese instante le haría saber que tan intoxicada estaba con aquella amarga esencia. 


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