Prólogo
Una pequeña gota cayó desde lo más alto del cielo de aquel oscuro sitio. Chocó con el suelo en cuestión de segundos, para luego ser seguida por miles de gotas más. Podía sentirlo, podía sentir perfectamente como las gotas de lo que parecía ser lluvia comenzaba a mojarlo hasta dejarlo completamente empapado. A duras penas logró abrir los ojos, pero no estaba verdaderamente seguro de haberlo logrado. No veía nada, y eso solo le confirmaba su peor temor.
Todo ese tiempo había entrenado, todo ese tiempo había luchado, entonces, ¿qué fue lo que salió mal? ¿En qué momento fue que su poder se volvió tan poco? Yoh no lograba entender cómo es que no logró hacerle frente a Hao.
“Hao es tu hermano gemelo”
El solo recordar esas palabras le hizo sentir como si estas fueran un taladro, amenazando con destruir su cráneo de un momento a otro. Dolía, dolía mucho.
Por más que Yoh le daba vueltas, no había forma alguna de cambiar su realidad.
Él sabía muy bien el por qué no intentó vencer a Hao, sabía también por qué su poder era tan poco comparado con el del de cabellos largos. Y el motivo no era que el mayor fuera más fuerte, ni que pudiese controlar los 5 elementos, tampoco que hubiese vivido incluso más veces…
El motivo es que era su hermano.
Yoh sintió una presión en el pecho, pero no era como los que había sentido una que otra vez en su corta vida. No, ese dolor le parecía tan ajeno…
“Me gustaría contártelo, Yoh” escuchó decir, y sintió que su corazón daba un brinco, ¿qué esperaba? ¿En verdad creería cualquier excusa que Hao diera?
Sí, quizás sí lo haría. Solo deseaba creer que Hao era inocente, que todo había sido un sueño, y que de un momento a otro volvería a ser un pequeño niño en la mansión, jugando justo al lado de su hermano gemelo.
A aquel que nunca conoció, pero una parte de él advertía su existencia.
Miró a todos lados en busca de su gemelo. Las gotas continuaban cayendo, tanto que le sorprendía lo clara que sonó la voz de Hao.
“¿Por qué?” se limitó a preguntar Yoh, su voz salió tan calmada que le dio algo de miedo sonar desinteresado, lo que quería era saber qué es lo que ocultaba Hao…
“Te lo mostraré” avisó el mayor
Yoh notó como la fuerte lluvia desaparecía, abriéndole así el paso a un escenario que ni en sueños podría recrear de manera tan exacta. Se encontraba en la mansión Asakura, pero era obvio que no eran recuerdos de esta vida.
El paisaje lo había dejado justo frente a la casa, donde varios hombres comenzaban a montar caballos y otros más les seguían de cerca con pocas armas en mano.
“Todo lo que hice… Los conocimientos que adquirí… “Hao soltó una especie de bufido, como si tratara de recordarse que su realidad era otra “Ellos fueron los primeros en intentarlo” explicó, pero parecía que trataba de reunir algo de paciencia “Los humanos vivían junto con los shamanes, pero hubo un momento en que comenzaron a cazarlos como si fueran animales”
Yoh se sorprendió ante esto, pero continuó observando. De manera vaga reconoció el sitio a donde Hao y los demás aldeanos se dirigían. Ese era el sitio donde había logrado dominar a los dos demonios. Pero esta vez hubo algo diferente, todos los hombres habían comenzado a hablar a las espaldas de Hao, y nada de lo que decían era bueno.
“Mi abuelo tenía un gran deseo… Él quería que los humanos y los shamanes viviéramos en armonía. Con su ayuda aprendí a dominar varias técnicas que se conocían como inexactas… Y en cuestión de tiempo tuve el suficiente poder como para visitar el mundo de los muertos”
El menor de los hermanos sintió algo de miedo al escuchar aquello, eso quería decir que su poder era igual que el de un Dios. Nadie podría nunca visitar ambos mundos y seguir vivo… Hao entendió la reacción de Yoh, pero no le dio tiempo de hablar.
“Incluso el deseo de mi abuelo, se convirtió en mi único sueño…”
Ambos hermanos observaron cómo Hao, en su primera vida, caminaba por los jardines de la mansión en silencio. A su lado, un anciano parecía estar preocupado.
“Es demasiado peligroso que sigas con eso” comentó el espíritu
“Mira dónde terminé yo” dijo burlonamente el primer Hao, al mismo tiempo que su abuelo, quien le miró con enfado “Sé que es difícil, admito que parece imposible…”
“Lo es Hao, los humanos y los shamanes no estamos hechos para estar en un mismo sitio. No cuando los humanos le temen a todo lo que no entienden ni tienen…”
“Los humanos aprenderán, abuelo” aseguró “Quienes ven espíritus no pueden ser malas personas” le recordó, e Yoh se sintió realmente confundido.
La escena cambió nuevamente, y aunque los protagonistas eran los mismos, era ahora un bello atardecer. El viejo parecía, esta vez, realmente molesto.
“Siempre supe que ese hombre se hundiría solo” declaró
“Yo… No puedo aceptarlo” respondió Hao “Solo es cuestión de tiempo”
“¿Cuestión de tiempo?” repitió incrédulo el mayor “¡Han matado a más de 10 shamanes esta semana!” Hao frunció el ceño
“Mi padre jamás haría algo así” dijo enojado
“Tendrás que verlo entonces” fue lo último que murmuró antes de desaparecer.
“Fue esa tarde” dijo de pronto el Hao que acompañaba a Yoh “Esa tarde, mi padre guió a un grupo para matarme… Incluso intentó hacerlo con sus propias manos”
“¿Ese día…?” murmuró Yoh algo preocupado
“Sí Yoh, ese fue el día en que fallecí por primera vez”.
Yoh fue capaz de observar varias escenas de las tres vidas de Hao, desde lo que pasó antes de morir por primera vez, hasta lo que había pasado hasta ese momento. El gemelo mayor se ocupaba de omitir cosas que no era necesario mostrar, y entre ellas, tuvo que evitar su nacimiento.
“Quiero verlo” declaró Yoh “Déjame ver eso” pidió
“Hay cosas que es mejor no saber” respondió su hermano con seriedad, huyendo a la mirada del menor “Tienes que irte” dijo por fin, sorprendiendo a Yoh
“¿De… qué hablas?” preguntó asustado
“Tienes que matarme” explicó Hao con su mirada más fría
“No pienso matarte” respondió Yoh con gran seguridad
Ambos gemelos tuvieron un pequeño duelo de miradas, ninguno parecía estar dispuesto a ceder, pero las palabras de Hao descolocaron al menor.
“Lo quieras o no” dijo Hao “Este es nuestro destino, Yoh”
Yoh no tuvo tiempo de replicar nada, solo escuchó a lo lejos la voz de Amidamaru. Una vez que se encontró fuera le fue imposible controlar su propio cuerpo, y al volver a mirar a los ojos a Hao notó que lo dicho por este era verdad.
“Este no puede ser nuestro destino” pensaba Yoh con miedo, podía sentir como toda la energía espiritual se concentraba en la espada y no podía evitarlo “No quiero hacer esto… ¡Yo no quiero matarlo!”
Fue en ese corto instante, justo cuando la espada había llegado al pecho de su hermano, que sus pensamientos pudieron ser escuchados por el contrario.
“Te prometo que todo estará bien”
Pero aunque lo intentaron, ninguno logró convencerse de ello. Lo último que Yoh recuerda de aquel día, fue el vago sonido de la euforia de muchos, y como su propio corazón se rompía en pedazos.